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Sacrificio por MikaShier

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Notas del capitulo:

ADVERTENCIA: 

En este capítulo habrá contenido sexual a partir del apartado resaltado con negritas. 

Nota:En los diálogos, las cursivas representan la diferencia de idiomas.

Capítulo 5

 

Rin paseaba su índice por el marco del ventanal mientras miraba la planicie dentro de su palacio. El sol pegaba directo durante todo el día hasta esconderse. Podía imaginarse lo caliente que se ponía aquél lugar y lo duro que sería para el pobre pescado que había mandado a echar ahí.

 

Las voces resonaban en la sala del ejército, donde se llevaban a cabo la elaboración de planes estratégicos para procurar el bienestar de Arelia. Rin debía prestar atención a lo que sus consejeros le decían acerca de la situación de su pueblo mediante reportes detallados, pero no podía. Su mente estaba en el tritón que agachaba la cabeza e intentaba cubrir la mayor parte de su aleta del sol. Era cruel.

 

— ¡Alteza! —susurró a gritos su consejero personal, Nitori Aiichirou— Debe prestar atención o no podrá salir de aquí.

 

No importaba si él estaba al mando, debía obedecer sus propias reglas y las reuniones no podían finalizarse sin llegar a un acuerdo, por más mínimo que fuese. Así que se volvió a su lugar y prestó la debida atención a su gente, rescatando información de lo poco que había alcanzado a escuchar.

 

—El conteo de almacén culminó hace una hora —decía uno de los presentes. Rin dirigió su vista a él y apretó los labios—. Durará poco más de dos semanas si racionamos la comida considerando las condiciones físicas y la edad de cada persona. La mayor parte de los cultivos se ha secado y los sobrevivientes aún no maduran lo suficiente. Mi propuesta es…

 

—No —masculló Rin, mirando el mapa de Arelia clavado en la mesa—. No podemos ir a la costa sin llevar a todo nuestro ejército.

 

— ¿Cuál es la razón? ¡El sultán anterior sólo necesitaba un par de tropas! —El comentario molestó al pelirrojo, quien chistó y clavó una bandera roja en donde se encontraba la costa.

 

—La razón es que tenemos a su rey aquí. Regresar al mar estallaría una guerra entre ambos reinos.

 

— ¡Entonces ha sido una imprudencia que usted…!

 

— ¡No levante su voz al sultán! —bramó Mikoshiba, capitán de la guardia privada del gobernante. Rin se levantó del asiento y carraspeó.

 

—Yo no he sido quien convenció al pueblo de tomar al rey del mar. Si no lo recuerda, puedo decirle claramente que ha sido usted uno de los promotores de la idea. Ojo por ojo, ¿no es así? No me culpe por una estupidez que usted cometió.

 

—Pero…

 

—No buscamos culpables por esto, ¿está bien? Debemos enfocarnos. El ejército llegará en unos días, según Yamazaki —tomó las piezas que se encontraban en la zona norte de sus tierras, recolocándolas en la ciudadela de Arelia—. Descansarán unos días y se recuperarán. Entonces iremos a la costa e impondremos simplemente un intercambio. Su rey por comida.

 

— ¿Y si no aceptan el trato?

 

—Entonces Arelia declarará la guerra al océano.

 

El consejo estuvo de acuerdo. Era lo más viable. El desierto de Arelia era inmenso, difícilmente podían encontrar una buena cantidad de comida fuera de ahí. Los pueblos que se encontraban en su territorio también eran considerados para la ración de alimentos. La vida era difícil, pensó Rin mientras abandonaba la sala del ejército, dejando que sus más confiables subordinados elaboraran estrategias para lo que acontecería una semana después.

 

Nitori lo seguía en silencio. Conocía a Rin mejor que nadie en ese lugar. Y fue por ello que, en cuanto pasaron por el área de cocina, tomó un gran balde. Lo siguió fuera del palacio, hacia los jardines que conectaban con la planicie en donde solían comerciar con otros pueblos de Arelia. Rin se detuvo frente a Haru y le cubrió del sol con sus ropas mientras Nitori dejaba el agua caer sobre la aleta del contrario.

 

Rin… Gracias… —murmuró el pelinegro. Nitori hizo una mueca ante el sonido, pero aún así se agachó para cargar a Haru en sus brazos.

 

Ambos sabían que el sultán estaba herido por dentro. No le dirigiría la palabra al tritón hasta que nadie pudiese ver, porque Rin tenía algo que conservar. Lo poco que restaba de su dignidad debía reservarse por el resto de su vida. Nitori hubiese querido llegar antes en aquél entonces.

 

Haru hubiese querido nunca haberlo dejado ir.

 

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—Rin… ¿por qué estás temblando? —murmuró Haruka, nadando alrededor de la pecera en un intento de ver el rostro de su mascota, quien no hacía más que girarse cuando le veía por el rabillo del ojo.

 

Déjame tranquilo…

 

—De nuevo… No sé de qué hablas. No entiendo tus palabras, tu idioma…

 

¡Estamos hablando lo mismo! —Rin estaba histérico. Sollozaba mientras gruñía e intentaba ahuyentar el frío de su sistema. Se sentía sucio, además. ¿Cuánto tiempo había pasado ya? Escuchó a la sirena suspirar.

 

Más de dos meses.

 

Más de dos meses habían pasado desde que vio a Rin por la borda de aquél barco. Desde que lo tomó. Y unas cuantas semanas del inicio de la época de apareamiento. Haru no podía ni iba a negar que la necesidad por descargarse le tenía con los nervios de punta. Pero no se iba a dejar llevar. No quería hijos, no quería una hembra que rondara siempre a su lado. No quería nada más que a su querida mascotita.

 

— ¿Quieres limpiarte un poco? —cuestionó. Llevaba días pensándolo, debía lavar el contenedor de aquél pelirrojo y lavar al mismo humanito también. Se veía algo sucio, a comparación de cómo lo recordaba. Rin asintió levemente— Ese feo tiburón que abrazas… ¿debe lavarse también?

 

¡No es feo! Tú eres feo. ¡No sé si eres un pez o un humano! —gritó el niño, abrazando a su peluche.

 

—No te pongas así, solo asiente o niega. Sabes que no te entiendo.

 

Rin negó varias veces. Su tiburón estaba bien así. Haru murmuró algo más y se marchó de la habitación. La luz, que emitían los peces que Haruka tenía en una especie de caja transparente, bajó casi por completo. Rin solo podía ver siluetas. Abrazó más a su tiburón y suspiró.

 

No sabía de qué estaba hecho aquella cosa entre sus brazos, pero era suave y esponjoso. En sus tierras no había telas así. Solo las plumas lograban que las almohadas fueran esponjosas. Rin creía que quizá existían otros mundos. Reinos lejos de Arelia. Lugares en donde hacían pequeños tiburones esponjosos que ayudaban a las personas a no sentirse solos.

 

Lugares donde las personas no perdían a sus hijos en manos de sirenas.

 

Haru nadaba pacientemente hacia la sala de investigación, en busca de Rei. Al llegar ahí, le encontró junto a Makoto y Nagisa. El rubio sostenía un botecito con un líquido viscoso y anaranjado dentro de él. Los tres se irguieron e hicieron una rápida reverencia al notar la presencia del Rey.

 

—Saben que no es necesario.

 

—Haru-chan, la parte divertida de ser rey es que tú no tengas que hacer reverencias —sonrió Nagisa. Makoto rió suavemente.

 

—Eso es tonto.

 

— ¡Pero es verdad!

 

—No vine a discutir eso con ustedes. Necesito un favor, de los tres. No pensé encontrarlos a todos juntos, pero es incluso mejor así.

 

— ¿Qué sucede? —cuestionó Rei, acomodándose las gafas. Haru observó los frascos en una de las mesas de la habitación, decidiéndose por las palabras que debía usar. Carraspeó suavemente.

 

—Quiero lavar a Rin, se ve algo sucio, así quisiera que me ayudaran con ello. También necesito limpiar el contenedor. Él se asusta mucho estando en el agua, no puede respirar. Así que no puedo hacer ambas cosas al mismo tiempo.

 

— ¡Yo puedo lavar a Rin-chan! —se ofreció Nagisa. Rei lo secundó, aprovecharía la ocasión y haría que el pequeño humano entrara en celo, ya tenía la fórmula que ayudaría.

 

—Puedo hacer una burbuja de aire para llevarlo a la superficie.

 

—Yo te ayudaré a limpiar su contenedor —murmuró Makoto. Haru se sintió aliviado y asintió, agradecido.

 

—Bien, entonces… Podemos comenzar ahora, no tengo nada programado.

 

Makoto siguió a Haru hacia sus aposentos y entró junto a él al contenedor. Rin se levantó de inmediato y se cohibió en una esquina, abrazándose con fuerza mientras miraba a ambos tritones.

 

Haru y Makoto comenzaron a guardar toda la basura en una bolsa de algas, que arrojarían al arrecife posteriormente. Rin vio al castaño tomar su tiburón, así que se acercó rápidamente y lo arrebató de sus manos.

 

Es mío.

 

— ¿Es mío? —repitió. Rin lo miró con odio y negó.

 

¡No es tuyo!

 

—Makoto, no lo arremedes, lo molestas.

 

—Quizá podemos aprender su idioma —comentó. Tomó el libro de cuentos del menor, haciéndolo molestar más. Rin tomó el objeto con brusquedad y lo abrazó junto a su tiburón— ¿Qué es eso?

 

—Makoto, no va a funcionar…

 

—Siempre he tratado con niños, así que tengo suficiente paciencia para…

 

— ¿Hay niños humanos? —cuestionó el azabache. Makoto se encogió de hombros— Serán diminutos.

 

—Quizá él es un niño.

 

Ya soy grande.

 

— ¿Vale la pena intentar comprenderlo? —Makoto asintió. Estaba seguro de que, si lograban hablar el mismo idioma que el humano, podían comenzar a llevarse mejor. Haru suspiró y le quitó el libro a Rin, quien retrocedió— ¿Qué es esto, Rin?

 

Es un cuento.

 

¿Cuento? —cuestionó Makoto. El niño asintió suavemente— ¿Me permites verlo?

 

— ¿Por qué se lo preguntas? Solo tómalo.

 

—Haru, déjame hablar con él, ¿sí? Solo sigue limpiando —el pelinegro asintió, suspirando y dejando el libro en el piso. Sacó un trapo del bolso que cargaba y comenzó a limpiar el cristal con las sustancias que Rei le había dado. Aunque no dejó de prestar atención a su amigo y a Rin— ¿Me dejas ver tu “cuento”? —Rin le miró por algunos segundos. Asintió. Makoto tomó el libro de cuentos y comenzó a hojearlo.

 

Es un cuento de sirenas…

 

—Uh, parece que trata de sirenas… ¿no? —el corazón del menor dio un vuelco. Asintió— Parece interesante…

 

Es un cuento de sirenas —se acercó al tritón y se sentó a su lado, tomando el libro y abriéndolo—. Aquí la sirena cura enfermedades.

 

— ¿Está curando a un enfermo? Rin… Te llamas Rin, ¿no? ¿Crees que puedas enseñarme tu idioma? —el pelirrojo lo miró algunos momentos y asintió. Señaló un dibujo en el libro.

 

Sirena.

 

Sirena… ¿Soy una sirena, Rin? —Los ojos del menor brillaron. Asintió rápidamente.

 

Tú eres una sirena…

 

Makoto apretó los labios y siguió los movimientos del humano, quien señalaba imágenes y murmuraba lo que eran. Repitió sus palabras y las relacionó con las cosas en su idioma. Muchas palabras se parecían, si era sincero. Pero eso no era lo que estaba molestándole.

 

Haru limpiaba el contenedor lentamente, asegurándose de que cada rincón estuviese limpio. Entonces, Rei y Nagisa entraron a la habitación, Makoto pudo ver el frasquito sobresaliendo del bolso del rubio. Tragó en seco y acarició los cabellos de Rin, quien no se apartó. Al contrario, el pequeño humano se había acercado más al castaño, y eso le dolía. Cuando el bienestar del reino estaba en juego, había cosas que debían omitirse. Se había dado cuenta de algo importante, pero no podía decirlo. No había nada por hacer.

 

Rin era un niño.

 

Como sus hermanos. Una pequeña cría de una especie que apenas conocían. Lo sabía por cómo se comportaba, lo fácil que había logrado traspasar su confianza y hacerle leer aquél cuento. La sonrisa infantil que ponía mientras decía que era su libro favorito.

 

Si lo que planeó con Rei y Nagisa salía bien, Haru se aparearía con un niño. Y, aunque la idea no era aterradora, no terminaba de gustarle ese hecho. Quizá porque Haru no lo sabía. El rey del océano veía a los humanos como una mascota, como los seres terrestres que Rei había investigado en su recopilación de libros. Los humanos eran parecidos, pero no completamente iguales. Makoto sabía que Haru creía que los humanos venían en diferentes tamaños.

 

Él no iba a decirle lo contrario.

 

Ayudó a sacar a Rin del contenedor, convenciéndolo de que no moriría ahogado -cosa que, al parecer, era lo que inquietaba al niño-. No tardaron mucho en terminar de lavar el contenedor una vez que Rin se fue, pues el pequeño, aún estando ocupado con Makoto, se levantaba y quitaba las cosas que Haru estaba acomodando, cosa que lo retrasaba bastante.

 

—Bien. Terminamos… Iré a ver cómo van Rei y Nagisa. Gracias por la ayuda, Makoto… Y por calmar a Rin.

 

—Está bien, Haru… Yo… iré a pasar un rato con mis hermanos… —estuvo a punto de irse, pero se detuvo. Miró en dirección a la superficie y suspiró. Sabía lo que iba a pasar ese día. Y no lo evitaría— Haru, ten cuidado.

 

El pelinegro no pudo debatir ni tuvo tiempo para extrañarse. Makoto se marchó de inmediato y Nagisa llegó junto a Rei.

 

— ¿Dónde está Rin?

 

—Lo dejamos en la islita. Parecía muy contento de respirar aire fresco… Rei-chan y yo creemos que debes sacarlo más seguido. Se calma mucho…

 

—Lo tomaré en cuenta… Gracias. De ahora en adelante, me encargaré yo. Pueden descansar del resto de sus labores por hoy.

 

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Cuando Haru llegó a la superficie del mar, en el lugar donde se encontraba la islita, pudo ver el pequeño cuerpo de Rin. El humano miraba el cielo fijamente. Su rostro estaba sonrosado y sus ojos cristalinos. Había estado llorando. O al menos eso creyó.

 

Rin abrazaba sus piernas con fuerza. Se sentía extraño. Pesado. Cada parte de su cuerpo parecía estremecerse, su respiración se había entrecortado y se sentía tan… caliente.

 

Al darse cuenta de la presencia de Haru, se giró hacia él. No sabía lo que estaba haciendo, todo se sentía como en un tercer plano. Lo último que recordaba era a Nagisa haciéndole beber de un frasco. El líquido había estado viscoso y sabía horrible, pero Rin no había podido escupirlo. Y, ahora, no se sentía él mismo.

 

Haru supo lo que pasaba. Y le extrañó. Rin parecía haber entrado en una especie de trance y, además… Estaba emanando un aroma muy extraño, que le llamaba. Haru se acercó a la orilla, siendo imitado por Rin. Las pupilas del pelirrojo estaban dilatadas. Observó el frasco medio enterrado en la arena y lo comprendió, lo que habían hecho a Rin. Pero él tampoco podía seguir aguantando.

 

Sin más, presionó a Rin sobre la orilla, sacándole un quejido de sorpresa. La marea le llegaba a los hombros, así que podía respirar bien. El pequeño cuerpo de su humano se retorcía bajo el propio. Haru no sabía si quería liberarse o si estaba ansioso, pero ya nada de eso importaba.

 

Pegó la nariz al cuello del menor y lo olfateó, embriagándose con su aroma salado, olía a mar. Lamió lentamente la parte trasera del cuello de Rin. Entonces encajó sus dientes en ese lugar. Rin soltó un grito de dolor que no fue escuchado por nadie más que por Haru.

 

Ahora, ese humano le pertenecía. Para siempre.

 

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La aleta de Haru removía el agua de la costa, agitada. Rin enterraba sus pequeñas manos en la arena, retorciéndose.

 

No sabían si estaba bien o mal, el instinto, natural de Haru, implantado de Rin, les había hecho perder la cordura. El miembro de Haru salió de entre sus escamas, húmedo y lleno de lubricante natural, característico de los tritones. El pequeño orificio de Rin parecía palpitar y Haru se dio cuenta de que era el origen de aquél olor dulzón que llenaba sus fosas nasales.

 

No se preocupó por prepararlo.

 

Rin soltó un alarido en cuanto el miembro del mayor se abrió paso en su interior. El dolor era soportable, al menos. Lágrimas escaparon de sus ojos, cayendo hacia la arena después de humedecerle las mejillas. Entonces Haru comenzó a moverse.

 

Sus embestidas eran duras y precisas, golpeando el cuerpo de Rin y haciendo que se sacudiera. Le arrancaba gemidos de placer y dolor, le hacía perder la poca racionalidad que tenía. Rin estaba perdido en el deseo y la atracción que le fue impuesta gracias a una sustancia que alteraba sus hormonas.

 

En ese momento, no había sido su culpa. Tampoco la de Haruka, quien simplemente había sido absorbido por su instinto.

 

Cuando Haru terminó dentro de Rin, el pequeño ya estaba exhausto. Se había corrido dos veces y ahora solo quería dormirse. Olvidarlo todo. Haru volvió a lavarlo y puso en su cabeza el casco de aire que Rei le había fabricado. Regresó a las profundidades del mar y guardó a Rin en su contenedor, tapándolo con las mantas y acercándole el peluche que siempre abrazaba. Le observó por unos momentos y suspiró, acariciando la marca que había dejado en la parte trasera de su cuello.

 

Una cicatriz que jamás iba a borrarse.

Notas finales:

 

Nota: Jelou. Bueno, les traigo la actualización de Sacrificio, creo que ya se dieron cuenta. Espero les haya gustado. Haru se apareó con Rin :’v no besos, no caricias, solo apareamiento. A pesar de que Rin no puede tener a sus crías y eso.

 

Este es un fic corto, así que creo que tendrá un máximo de quince capítulos. La historia del pasado y el presente va a conectarse en cierto punto. Y… y… bueno:3 nos vemos. ¡Gracias por los comentarios y los review!


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