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Sacrificio por MikaShier

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Anexo. Nací para ser rey

 

Conocí a Haruka Nanase hace miles de años.

 

En esa época, el mar era distinto. No, todo el mundo era distinto. Estaba más limpio, existían otras especies marinas y los humanos... Había de todo tipo, todo dependía del lugar en donde se encontraban. No había reinos en el exterior, solo "tribus" que se llevaban nuestros peces de vez en cuando.

 

Yo solo era otro tritón, nadando por ahí sin motivación alguna.

 

Tenía nueve años cuando me lo presentaron. Sus ojos azules eran enormes y parecían estar llenos de indiferencia. Él tenía siete años. Y no era un tritón normal. De hecho, creo que en ese entonces yo tampoco lo era. Ambos teníamos un motivo para estar ahí, eso fue lo que sentí en cuanto nuestros padres llegaron.

 

Haruka Nanase era un ser sin alma. Bueno, sí tenía alma, pero parecía que no. Su serenidad era indigna de un niño de su edad, aunque quizá "indigna" no es la palabra adecuada. Su quietud e imperturbabilidad eran hermosas. A mi forma de verlo en ese entonces, no había tritón o sirena más serio que ese niño.

 

Aunque, para ser sinceros, yo tenía las mismas características. Casi. Supongo que había una chispita en mi interior que no debía estar ahí.

 

El día en que conocí a Haruka es inolvidable. Lo odio con todo el alma. Es culpable de cada una de las tragedias que se desencadenaron desde entonces. Es su culpa. Todo esto... Es su culpa.

 

Ese día, un Ser apareció en la habitación donde ambas familias nos reuníamos en soledad tras haber sido citadas. Bueno, al menos yo creía que nos habían citado.

 

Mi madre me empujó por los hombros suavemente, sonriendo con emoción.

 

"Haz todo lo que él diga, nosotros vamos a entender".

 

Ella me obligó a aceptar, regalándome una mirada que no me dejaba opción. Además, no me importaba obedecer.

 

El Ser sonrió y observó a Haruka por unos instantes antes de volver su mirada a mí. Entonces habló. Su voz resonó en la sala como si viniese de todas partes... No, mejor dicho, como si estuviese en nuestras cabezas. 

 

—Uno de ustedes es mi futuro Rey del océano —comentó. El tono de voz no me agradó para nada. Haruka no demostró disgusto, solo lo miró como... Como si no tuviese nada mejor que hacer—. Han nacido para esto. Elegidos y creados a mi conveniencia, solo deben demostrar que son dignos, que no tomaron un camino diferente al que les fue planeado. Bondad y obediencia.

 

"Haruka Nanase, no has hecho mucho con tu vida. Y sé que esto te parece ridículo y que solo tienes siete años, pero es suficiente para mí. Pasas la mañana con los ancianos del arrecife. Les ayudas, ¿no? Un rey bondadoso es lo que se necesita.

 

Miré a Haru por unos minutos. Era cierto, ya había escuchado el rumor del pequeño tritón que iba al arrecife con los ancianos todos los días, pero... Bueno, a simple vista, Haruka no parecía ser de esa manera, pensé que sería un niñito mimado más. Mi primer error había sido el prejuicio. 

 

—Sousuke Yamazaki, tú vives de arriba abajo todos los días, ¿no es así? Las personas son importantes para ti, les tienes apego. Día a día te paseas por la colonia de tritones y le llevas un poco de comida a aquellos que apenas pueden moverse, obedeces las leyes del océano, impuestas por el rey actual, has participado en varias peleas, logras detenerlas. Un rey obediente es lo que se necesita.

 

"Pero el rey solo obedecerá mis órdenes. Deben ser dignos de reinar y yo decidiré quién posee esa dignidad".

 

Mis atributos eran mejores que los de Haruka. Yo era mejor que él, estaba seguro de eso. El chico se la pasaba en el arrecife, yo sí ayudaba a los demás. Mi segundo error fue la soberbia.

 

—Para demostrar que seguirán mis órdenes y reinaran como yo ordene, deben eliminar la vida de sus padres. 

 

Un par de armas extrañas aparecieron, flotando frente a mí y frente a Haruka. Él la empuñó y la observó atentamente. Yo miré a mi mamá.

 

Ella asintió, lo comprendía. Mi padre la abrazó y también sonrió. Ellos se sacrificarían para que yo cumpliera mi objetivo. El motivo por el que nací. Algo que depronto deseaba. Algo que ellos deseaban también.

 

Así que los asesiné. Clavé el arma en sus corazones con cuidado. Les arrebaté la vida sin quejarme, a pesar de que estaba doliéndome. Simplemente los maté. Me giré hacia aquél Ser, que asintió. Mi tercer error fue la avaricia.

 

Haru dejó el arma ahí, completamente limpia, y retrocedió.

 

— ¿No vas a obedecerme, Haruka Nanase?

 

—Es injusto. Si para ser rey debo matar personas inocentes, entonces nunca voy a ser rey.

 

Fue la respuesta acertada.

 

Ese día, Haruka Nanase fue nombrado sucesor al trono, y comenzó su entrenamiento. Cuando ascendió, a los dieciocho años, le fue otorgada la eternidad divina. La mano derecha del dios del océano.

 

La chispa en mi interior me ayudó a encontrar la eternidad maldita. Esa chispa no debía estar ahí, pero lo estuvo y se encendió en cuanto comprendí que había matado a mis padres por nada.

 

Haruka no lo impidió. Ese ser justo y noble que el dios alabó no impidió que cometiera ese crimen. Esa persona que juró preservar la paz y proteger a los inocentes observó con total serenidad cómo arrebataba la vida de las personas a quienes más amaba.

 

Desaparecí de su vida cuando cumplí los once. Mi alma se había llenado de odio. Él no volvió a saber nada de mí, a pesar de que yo sabía todo de él. 

 

En el lugar más oscuro del océano, aprendí la magia negra. Cuando cumplí veinte años, logré revocar mi mortalidad. Viviría la eternidad detrás de la cabeza de Haruka Nanase, en busca de ponerle fin a su vida y llegar, así, hacia el dios causante de mi infortunio.

 

Centenares de años pasaron antes de que encontrara la respuesta a todo. El hechizo que me sacaría del océano. Mi plan era simple, pero estaba bien elaborado. 

 

Vi a los humanos evolucionar, luchar por territorios, quitárse la vida los unos a otros. Los vi asesinar aquello que no entendían. El ciclo de la vida era algo preciado para todo ser vivo. Quizá, por ello, Haruka no podía demostrar que vivía eternamente. La calidad de vida de una sirena estaba en, aproximadamente, doscientos años humanos. Haru fingió su muerte hasta que no hubo necesidad. Hasta que fue aceptado por no envejecer...

 

En fin, yo viajé por todo el mundo, practicamente. Vi las civilizaciones crecer y me entrené en el "arte" de la magia maldita. Esa que corrompería mi alma hasta quebrarla.

 

Entonces lo conocí.

 

Su nombre era, en aquél entonces, Reiko. Había algo extraño en él. Su cabello rojo era diferente a cualquiera que había visto. Así que lo investigué.

 

Reiko murió a los dieciocho años. En ese momento, sentí un suave bamboleo en mi interior. Sé que Haruka lo sintió también, estoy seguro. Fue como si algo faltase. Pero no lo comprendí hasta diez años después, cuando volví a conocerlo. Ryuno. Y lo comprendí.

 

Reiko renació en Ryuno.

 

Ryuno falleció a los dieciocho años.

 

Ryuno renació en Rui.

 

Rui murió a los dieciocho años.

 

Rui renació en Ryuya.

 

Ryuya se quitó la vida a los dieciocho años.

 

Cuando Relia nació, yo lo tomé prestado. El regalo de los dioses que permitía que Haruka viviera. El regalo que permitía el equilibrio por lo que el dios del océano había hecho. Dar la inmortalidad a un ser creado en el mar se balancearía con la vida eterna de un humano. Nunca supe de los antecesores de Reiko, ni cuantas veces él había muerto… Pero sí comprendí lo que sucedía.

 

Reiko moriría por Haruka. Él estaba destinado a perecer cada vez que cumpliese dieciocho, creo que la razón es que a Haruka lo inmortalizaron a esa edad, sin embargo, con los dioses nunca se sabe. Era demasiado extraño, pero había reglas que no conocía.

 

El desierto de Arelia tomó su nombre gracias a mí. Encerré a Relia en ese lugar con el único fin de poseer y controlar lo único que me permitiría romper a Haruka en mil pedazos, pero él murió al cumplir tres años, algo que me tomó por sorpresa.

 

No liberé a Arelia, el desierto desconocido por el mundo exterior, el más cercano al reino de Haruka. Una civilización olvidada por toda la humanidad, que no estaba en ningún mapa, donde Reiko renacería hasta el día en que llevara mi plan a fin.

 

Aún si entendía el ciclo de vida de ese pelirrojo, no comprendo, ni siquiera hoy en día, qué sucedió.

 

El descendiente de Reiko se perdió. Aún si nadie podía abandonar Arelia gracias a mí, le perdí el rastro. Pasaron mil años antes de que hubiese otro pelirrojo en Arelia.

 

Pero... No era Reiko.

 

Se llamaba Shiori y era una sirvienta de la familia real. Tenía diecinueve años cuando la conocí y  su alma... Sentí placer al encontrar un alma tan oscura como la mía. Shiori odiaba con toda su alma a Arelia y a sus reyes. Fue fácil hacerme con ella. Una cómplice jamás iba a irme mal. 

 

Con Shiori en la tierra, regresé al océano para ganarme la confianza de Haru, quien no me reconoció.

 

Reiko apareció unos años después. Su nombre era Rin. El príncipe de Arelia, destinado al rey del océano. Pero éste Reiko... Rin... Tenía algo diferente. Pude distinguirlo, Rin era la última vida de Reiko, así que la inmortalidad de Haruka había sido saldada. Quizá el dios del océano había hecho algo. No lo sé y no voy a pensar mucho en ello, es lo que hay. Rin es el fin de la cadena del renacimiento humano, punto.

 

A partir de su nacimiento, todo estuvo planeado. Shiori acabó con la fuente primaria de alimento de Arelia y el sultán se vio obligado a ir al océano. 

 

Rin, estúpido niño curioso...

 

Rin morirá por su propia estupidez. El lazo que lo une a Haruka es más fuerte de lo que todos creen. Hay una dependencia total y ahora es más fuerte que antes. Por eso Rin quería conocer el océano. Por eso Haruka no pudo evitar llevárselo. Haruka se sentenció a sí mismo cuando marcó a Rin.

 

Un año después del nacimiento del príncipe, Gou Matsuoka nació. Y también murió.

 

Logré que Shiori, la primogénita de los Matsuoka, retrocediera en edad. Y la intercambié. Asesiné a la pequeña e inocente hermanita de Rin y la reemplacé con su corrompida hermana mayor. Shiori fue renombrada y ella crecería para destruir. En este mundo, todo es posible.

 

Gou Matsuoka acabará con Arelia cuando yo acabe con Haruka. Ese es el destino que he impuesto.

 

Porque yo nací para ser rey.

Notas finales:


Hola. Unas aclaraciones: Arelia es como el triángulo de las bermudas. Nada entra, nada sale. La razón de los ataques a Arelia (los rebeldes del norte, etcétera) se explicarán pronto. Cada acontecimiento, quizá, fue planeado por Sou con el único fin de terminar la existencia de Haruka.


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