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Réquiem por zion no bara

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Notas del fanfic:

Fic dedicado a Ronald Medina quien me sugirió algo con esta pareja y con el tema de médicos, espero que te guste.

La pareja es nueva para mí, así que espero que les guste o los entretenga o ambas esta trama, de antemano gracias a quienes lean.

Notas del capitulo:

Es la primera parte.

 

 

Capítulo I

 

Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis*

Las palabras se leían claramente en la parte alta de la entrada, sin duda eran parte de la construcción, ya antigua, que brindaba ayuda y cobijo desde hacía dos siglos a quienes llegaban a sus enormes puertas. Por supuesto que no de la misma manera que se inició toda esa misión. En un inicio Todos los Santos había sido un monasterio para hombres, sitio en el cual los miembros de una orden religiosa se dedicaron a la vida monástica y contemplativa, pero con el tiempo no pudo seguir siendo de esa manera ya que las cosas en el mundo cambiaban.

Contaba la historia que todo dio inicio cuando unos campesinos heridos llegaron a sus puertas pidiendo auxilio, los portones se abrieron y desde entonces no volvieron a cerrarse para nadie que requiriera auxilio médico. La orden monástica fue disminuyendo al paso de los años, al grado que ya no tenía sentido contar con un lugar de semejantes proporciones para meditar en la fe y el alma, así que lo cedieron para que se convirtiera en una escuela y hospital de medicina. Hacia un siglo de eso y continuaba con su labor tan abnegada y meritoria como siempre.

Por supuesto que los tiempos cambiaban y con ellos las personas y lo que les rodeaba, si bien la construcción en sí misma casi se había conservado intacta, no era de esa manera con los instrumentos, mobiliario y gente que la habitaba. El ahora Hospital de Todos los Santos era un centro médico de primera categoría que brindaba servicios generales y especializados. Lo cual lo convertía en un sitio muy solicitado y selecto para formar parte de sus miembros. Se contaba con un excelente programa de estudios para la formación de médicos, además de personal altamente capacitado en su labor de ayudar a otros. Aunque para tener ese personal era importante prepararlo primero.

Como centro médico de primer nivel, Todos los Santos era un sitio singular ya que además era una escuela de medicina, así que los médicos y enfermeras se preparaban al mismo tiempo que practicaban y aprendían todas las habilidades que les serían necesarias llegado el momento de ejercer. Hasta ese momento era un sistema que les había dado excelentes resultados. Sin más, el programa de perinatología, obstetricia y pediatría era muy completo y justamente se encontraba entre sus filas un par de personas que se conocían pero aún no habían llegado al punto que sus existencias se tocaran. Ambos ocupaban su sitio por derecho propio ya que se habían esforzado mucho y nadie dudaba que lo merecieran, aunque no era el mismo lugar.

Orfeo de Lira era el jefe de residentes en dichos programas, es decir, estaba a cargo de supervisar a los estudiantes que llevaban sus estudios más avanzados y estaban casi por graduarse, o sea, que ya eran médicos pero estaban terminando con una especialidad. Se trataba de un hombre aun joven, con cabellos y ojos de un singular tono celeste claro, muy apuesto y que no llegaba a los treinta, completamente preparado para su labor y dedicado a sus labores con capacidad, entrega y absoluto compromiso. Había estudiado en ese mismo sitio y se había quedado a ejercer, con algunas breves pausas para estudios y seminarios en otros países. Estaba plenamente capacitado y no existían quejas de su labor pues era excelente.

El otro era un muchacho mucho más joven, estudiante apenas pero que ya prometía bastante en su labor a futuro, con ojos color magenta y cabellos de un naranja dorado llamaba mucho la atención, llamado Mime de Benetnasch. Por si no bastara se trataba de alguien a quien los pacientes siempre encontraban muy agradable tener cerca, sin importar su edad ese chico terminaba por ser agradable a los pacientes. Estaba terminando de prepararse, escogió la especialidad de pediatría pues sentía una natural afinidad con los niños, y no se veía que algo fuera a evitar que ese deseo se cumpliera. Sus compañeros de profesión lo consideraban un jovencito simpático y buen amigo, sus supervisores lo veían como trabajador y cumplido, los pacientes lo querían, así que se perfilaba con un futuro brillante.

Estos dos hombres se habían tratado y conocido pues Orfeo estaba al frente del programa del que era parte el joven Mime, hasta ese momento solamente habían tenido contactos en calidad de estudiante y supervisor, pero eso estaba por cambiar. El joven de Benetnasch era muy bien visto por todos, incluyendo al de Lira, aunque este sentía que no podía hacer nada al respecto pues el otro chico era su estudiante. Cuestiones de percepción, lo que dirían los demás, como iba a verse, todas esas ideas que se hacen las personas antes de decidirse por algo. Así pues no hacía un solo movimiento hacia ese lindo chico que parecía brillar…y solo pensaba en su carrera.

Sin embargo el destino tiene sus movimientos, que pueden acercar a dos personas bajo circunstancias por demás peculiares.

 

**********

 

Ya era de noche y estaban haciendo guardia, solo algunos de los miembros del personal del hospital ya que eran horarios especiales, se iban turnando a las personas que cubrirían el estar despiertos esas horas. Orfeo estaba terminando con parte del papeleo, la parte administrativa también contaba para hacer que el hospital marchara después de todo. Vio el último archivo y como las horas habían pasado de manera tranquila se dijo que podría descansar un poco. Vio el reloj en la pared, eran las dos de la mañana, era mejor intentar dormir un poco. Así que se retiró a una salita de descanso que estaba a un lado del comedor de médicos y se dispuso a dormir; era un buen sitio, limpio, amplio, cómodo. Contaba con una pantalla de televisión, un equipo de audio, computadoras, cafetera, una mini nevera, y sobre todo era tranquilo.

Orfeo sencillamente pensaba en descansar unos minutos, por eso apagó las luces y simplemente se recostó en uno de los amplios sillones de cuero color negro. Una vez que apoyó la cabeza en uno de los cojines sentía que el sueño prontamente se apoderaba de él cuando sin más un violento sonido lo hizo casi brincar de su sitio. Volteó hacia la puerta y se despejó de inmediato.

—   ¿Qué sucede?

Preguntaba ya de pie mientras abría y estaba uno de sus estudiantes ante él, eso no era usual, cuando el médico en jefe dormía solo por un asunto urgente se atrevían a despertarlo. La cara del chico ante él, uno de sus estudiantes, le dijo que se trataba de una emergencia de verdad.

—   Doctor Orfeo—decía el jovencito—Se descompuso uno de los ascensores y esta atorado entre el tercero y el cuarto piso.

—   ¿Qué?

No comprendía que lo despertaran por algo que a su juicio no le correspondía al personal médico, sino a los de mantenimiento. Pero no tardó en enterarse porqué le correspondía saberlo con tanta urgencia.

—   Es que en el ascensor iba la paciente de la cama cuatrocientos uno, necesitaba los estudios de emergencia que ordenó y al llevarla de vuelta el ascensor se quedó atorado.

En definitiva eso sí le importaba, era un caso de cuidado, se trataba de una mujer en términos de su embarazo, había sido de salud delicada y ese bebé no se concibió con facilidad. Estaba en una de las habitaciones aisladas para permitirle un mejor tratamiento con todo el control posible, ese tipo de estrés tan severo no podía ser nada bueno dado su estado.

—   ¿Quién está con ella?—preguntó Orfeo.

—   Mime fue el encargado.

Mime. Era bueno que al menos un chico como él estuviera a su lado.

De inmediato se estaban dirigiendo al ascensor, pero se notaba que ya había un grupito rodeando la puerta metálica, esperando informes de lo que estaba ocurriendo en el interior, pues algo más se estaba dando en esa escena.

—   ¿Ya llamaron a mantenimiento?—preguntó de inmediato.

Los demás reconocieron de inmediato al de cabellos celestes, le abrieron paso y alguien entre todos respondió.

—   Sí, están revisando lo que sucede doctor.

—   ¿Podemos hablar con el médico en el interior?

—   Lo tengo en la línea—dijo otro de los chicos.

De inmediato el de Lira tomó el pequeño aparato de color azul metálico en su mano y se dispuso a hablar con voz calmada y pausada, no necesitaba inquietar a nadie más en ese instante.

—   Mime, soy el doctor Orfeo ¿Cómo está todo allá abajo?

—   Tenemos un caso aquí—fue la respuesta—La paciente tiene diez centímetros de dilatación.

—   ¿Qué dices?

—   El estrés de los estudios provocó las primeras contracciones y este encierro no ayudó, está por dar a luz.

—   Mantenla en calma, los sacaremos en unos momentos ¿de acuerdo?

Cubrió la bocina con su mano derecha y se dirigió al primero de mantenimiento que vio a su lado.

—   Hagan lo que tengan que hacer, esa mujer va a dar a luz en cualquier momento y su estado es muy delicado ¿me entiende?

—   Hacemos lo que podemos doctor—fue la respuesta.

—   Háganlo aprisa.

Con eso volvió al teléfono.

—   Ya están por salir de ahí Mime, todo estará bien.

No hubo una respuesta.

—   Mime, responde.

No había respuesta.

—   ¡Mime!

—   Lo siento, tuve que ponerlo en altavoz.

—   ¿Qué sucede?

Pero un sonoro quejido interrumpió toda palabra, eso no podía ser de ayuda en esos instantes.

—   Está dando a luz—dijo el joven médico.

—   Estamos listos para abrir—informaba el de mantenimiento.

—   Nadie toca nada hasta que yo lo diga—ordenó el de Lira—Tengo a una mujer dando a luz y solo uno de mis residentes está a su lado, no voy a poner más estrés en este asunto, así que todos se quedan donde están.

Ante esas palabras nadie se atrevió a moverse, todos los testigos parecían incluso contener la respiración, mientras tanto el de cabellos celestes volvió a su charla manteniendo la calma.

—   ¿Cómo va todo ahí Mime?

—   Veo la cabeza—fue la respuesta.

—   Muy bien ¿has manejado este tipo de situaciones?

—   Sí, todo va a salir bien.

Fue a pesar de todo un poco de tranquilidad en semejantes circunstancias, el de Benetnasch sabía lo que hacía y al estar al teléfono Orfeo se convenció de ello. Mantuvo tranquila a la madre, la guio por el parto, y en poco tiempo escucharon un sonido único, especial: un bebé lloraba. Todos respiraban de nuevo y empezaron a reír y a felicitarse, aunque no habían hecho nada, pero ese llanto indicaba que todo estaba bien.

—   ¿Cómo va todo allá adentro Mime?

—   Todo está bien—respondieron con alegría en la voz—Es un niño y se ve muy sano y contento con su mamá.

Solo entonces el médico en jefe dio su consentimiento moviendo la cabeza, los de mantenimiento hicieron su trabajo y el ascensor volvió a marchar para llegar al cuarto piso, donde fueron recibidos de inmediato. El padre estaba ahí, un caballero de cabellos rubios, quien no se había separado de su joven esposa de cabellos morados todo ese tiempo. Parecía apenas creerlo cuando los vio aparecer pues ahí estaba su hijo, yaciendo cómodamente mientras ella se veía cansada pero feliz.

Por su parte el joven de cabellos de un rubio tan singular recibía felicitaciones, la experiencia había sido única.

—   Lo que hiciste fue hermoso Mime.

—   Gracias doctor Orfeo.

Pero al decirle eso lo miraba intensamente.

—   ¿Sucede algo?

—   Es la primera vez que lo veo sonreír, se ve bien—dijo el rubio.

Antes de poder decir otra cosa la atención del más joven estaba de nuevo en los padres y el bebé, así que el mayor no fue capaz de responder. La pareja estaba feliz, necesitaban hacer algunos estudios, comprobara que el pequeñito estuviera bien pero no parecía que hubiera nada fuera de su sitio, a pesar de todo resultaba un final feliz de una noche algo agitada en el hospital.

 

**********

 

Como se debía hacer un seguimiento al caso del bebé Wyvern Heinstein, y el de Benetnasch había estado durante todo el seguimiento y tratamiento, a nadie le pareció descabellado que continuara trabajando con ellos. Por eso el chico de los cabellos anaranjados estaba muy cerca de los padres y el recién nacido. Todo mostraba que iba bien, aunque los papás estaban muy nerviosos, no había sido sencillo para ellos lograr concebir ni que llegara a término el embarazo, así que se entendía su natural inquietud por su hijito. El de la mirada magenta se mostraba siempre optimista ante ellos y les decía que todo iba bien, pero ni con eso se calmaban las inquietudes de la pareja que terminó por hacer una solicitud bastante especial.

—   Doctor de Lira.

—   Señor de Wyvern.

Radamanthys de Wyvern era un hombre con una presencia imponente, algo en sus ojos dorados lo hacía mostrarse como alguien duro, pero si se le veía al lado de su esposa, Pandora, eso se terminaba. Se convertía en un compañero devoto y afectuoso quien añoraba ser padre, y ahora que lo era su ansiedad parecía justificada. La salud de ambos era buena pero las dificultades para tener hijos fueron algo que los hizo temerosos del bienestar de su pequeñito.

—   ¿Podría hablarle por unos momentos?—preguntaba el rubio.

—   Por supuesto ¿en que puedo ayudarle?

—   Mi esposa y yo lo hablamos, quisiéramos que usted supervisara todo lo referente a nuestro hijo.

—   Le aseguro que su bebé está en manos muy capaces, Mime de Benetnasch es excelente en esta área y…

—   Lo sé, lo sé, es un joven agradable y atendió muy bien a mi esposa, pero usted es el jefe aquí—se explicaba el de ojos dorados—De verdad preferiríamos saber que usted cuida de los dos.

No era descabellado que le solicitaran eso, comprendía sus temores, así que eligió tranquilizarlo, y a su esposa, para que todo fuera mejor dadas las circunstancias que los rodeaban.

—   Muy bien, supervisaré al doctor Benetnasch.

No creía que fuera necesario de ninguna manera pero lo haría, además que eso le daba un buen pretexto para estar al lado del de cabellos naranjas. Lo deseara admitir o no le gustaba ese beneficio extra.

Aunque no contaba con lo que diría el menor de esa intervención.

Lo fue a buscar pues con seguridad se encontraba haciendo una de sus rondas, no era el tipo de médico que se quedaba en una oficina hasta que iban a buscarlo. Sin duda era un chico de un aura especial, como si brillara, tenía una suave y personal dedicación a su profesión, sus pacientes eran afortunados. En ese instante se acercaba al pabellón pediátrico, escuchaba risas de niños, se acercó y sin ser notado pudo observar que los pequeños pacientes estaban alrededor del de mirada magenta, muy sonrientes, y queriendo quedar lo más cerca de él que se pudiera. El joven por su parte se reía con ellos con abierta alegría, contagiándoles su júbilo, era agradable estar con ese muchacho sin duda alguna, los niños lo sabían bien.

—   Muy bien, muy bien, volveré y jugaremos, pero tengo trabajo que hacer—les decía riendo.

Finalmente logró que lo dejaran marcharse y se encontró con Orfeo, quien parecía buscar las palabras para decirle lo que iba a suceder.

—   Los niños te quieren Mime.

—   Me agrada estar con ellos—fue su respuesta—Es vivificante escucharlos reír y verlos mejorar.

—   Serás un excelente pediatra, estoy seguro de eso.

—   Pero parece que no está seguro de lo que vino a decirme ¿verdad?

¿Cómo era que ese chico podía leerlo tan bien? Pero era mejor continuar, no tenía sentido que perdiera el tiempo.

—   El señor de Wyvern habló conmigo Mime, desea que supervise el caso de su esposa e hijo.

—   No me cree capaz ¿es eso?

—   Sé que eres un excelente médico pero ellos necesitan tranquilidad, sabes bien que su situación ha sido difícil, ahora son padres finalmente. Estarás en el caso, solo lo supervisaré de cerca.

—   Supongo que no tiene sentido discutir ante un hecho consumado.

—   Solo será para asegurarnos que todo vaya bien—explicaba el de Lira.

—   Está bien, además creo que será algo bueno.

—   Que bueno que lo tomes sin discutir, la verdad pensé que lo harías.

—   Así podremos pasar más tiempo juntos.

Dijo eso sonriendo y desconcertando al de Lira, quien solamente pudo verlo alejarse ¿Qué pasaba con ese chico? ¿Acaso le estaba coqueteando?

No podía darse respuesta en esos momentos, así que era mejor continuar adelante con sus obligaciones.

Durante los días siguientes, mientras trabajaban en sus casos y supervisaban sus labores, los dos médicos se encontraban con frecuencia, a veces hablaban de medicina, a veces de los pacientes, a veces solamente de ellos. Orfeo no podía evitar sentirse contento con ese muchacho a su lado, tan cerca, pero no terminaba de comprender en qué términos estaba con él. Podía ser solo compañerismo, o una alegre camaradería ¿Quién sabía? Quizás era algo más, y si en verdad era algo más…

Esa misma tarde estaba examinando los registros de Pandora Heinstein y su bebé, el pequeño había desarrollado una leve infección que estaba siendo tratada, las decisiones del de Benetnasch en ese caso estaban perfectamente cimentadas y no había inconvenientes. Revisaba también el caso de la madre, había quedado completamente en sus manos, era una mujer joven y saludable, pero se temía que pudiera desarrollar una infección viral, daba ciertas señales y sus signos se orientaban en esa dirección, sería mejor prevenir. En ese instante llamaron a la puerta.

—   Orfeo.

—   Mime.

Ese muchachito sonriente estaba ante él, con dos vasos de café en las manos, sin más le extendió uno.

—   Descafeinado de soya con endulzante natural, sin crema—anunciaba el de mirada magenta.

—   Gracias.

—   Es fácil recordarlo, siempre pides lo mismo.

La relación entre los dos había ido en ascenso, de ser muy formales a mostrarse más abiertos y tratables, pero les gustaba que fuera de esa manera.

—   ¿Qué tan ocupado estás Orfeo?

—   Solo lo usual ¿necesitas algo?

—   Un permiso, quisiera salir un poco temprano hoy, hay una presentación en el centro y quiero ir.

—   ¿Qué presentan?

—   El cuarteto de cuerdas de la ciudad, música desde el siglo XIII al XVI, será todo un recorrido y me encantaría verlo.

—   Se escucha bien, me gustaría verlo también.

—   Podríamos ir.

Por alguna razón esas palabras lo tomaron desprevenido, como si no pudiera creer que las estuviera diciendo el chico ante él. Parpadeó un par de veces intentando encontrar una respuesta y el de cabellos naranjas se adelantó a hablar de nuevo.

—   Podríamos ir juntos ¿Qué tiene eso de extraño?

—   Nada, claro que no tiene nada de extraño.

—   Pusiste una cara…

—   Hace tiempo que no voy a un espectáculo de ese tipo, a pesar de que sé tocar la lira me temo que me he alejado de la música.

—   ¿En verdad? Yo también sé tocar la lira ¿Qué te parece eso?

—   Es interesante.

Sin más se pusieron a hablar de sus gustos musicales, de lo que les interesaba al tocar y de como encontraban que la experiencia de la música formaba parte de sus vida de manera íntima y personal.

—   Creo que de no ser médico me hubiera dedicado a la música—le contaba el de Benetnasch.

—   Y hubieras sido muy bueno sin duda alguna.

—   Tú también lo hubieras sido, tienes sensibilidad y sabes mostrar tus sentimientos sin darte cuenta siquiera.

—   ¿A qué te refieres?

—   Se nota lo que sientes.

El de Lira no supo qué decir, si eso era verdad ese chico debía haberse dado cuenta de algo, que él…

—   Doctor de Lira.

Entraba una de las enfermeras que estaba encargada de ayudarlo con los informes, al reconocerla el de ojos celestes apenas si vio lo que terminaba de anotar, solo unas indicaciones de medicamento para tratar a un paciente y firmó. Con eso entregó las formas a la mujer vestida de blanco impecable y dedicó toda su atención al joven ante él que parecía sonreírle con su mirada brillante. No necesitó pensar demasiado las cosas después de eso.

—   Entonces ¿te gustaría ir Orfeo?

—   Claro que me gustaría.

—   Genial, les diré a los chicos que también vienes.

—   ¿Cuáles chicos?

—   Algunos de mis compañeros también irán, entre más mejor ¿no te parece?

—   Yo…

—   Nos vamos a las siete y media, empezará a las ocho.

Con eso el joven médico se fue, dejando confundido al de cabellos celestes aunque no era la primera vez. Sentía que estaba cerca, que tenían algo, que las cosas podían avanzar entre los dos a un tipo de relación. Sin embargo el de mirada magenta hacía o decía algo que lo dejaba sin saber qué pensar, a veces se sentía como si fuera uno más de los compañeros de ese chico y en otras que significaba algo para él, pero mientras no se sintiera seguro no se animaba a hacer un movimiento abierto. Terminó suspirando, quizás fuera mejor idea encontrar una forma de no asistir al compromiso de esa noche, se sentiría fuera de lugar en medio de los demás jóvenes.

Las horas pasaron y cuando llegó el momento indicado por el de Benetnasch para irse, Orfeo ya tenía una excusa bien planeada para no asistir. Tenía mucho trabajo y no podía hacerlo simplemente a un lado, era algo absolutamente creíble y que ya había sucedido, así que no parecería que solo se estaba negando a ir. Estaba listo para hacerle frente a la situación cuando justamente hacía su entrada el de cabellos de tono naranja dorado a la habitación con su aspecto de suave naturalidad. Aunque lucía un poco distinto de como lo había visto por lo regular su superior.

Antes de ese día siempre lo veía vestido con sencillez, mezclilla deslavada y camisas de diseño juvenil, la bata blanca almidonada impecable y zapatos más bien cómodos, cabellos recogidos y nada de adornos. Pero en ese instante no era así, utilizaba pantalones de vestir que hacían juego con un saco de tono acuoso, sus hermosos cabellos sueltos y una loción de notas ambarinas. Estaba sublime sin duda alguna, tanto que no supo que decirle en un primer momento.

—   ¿Estás listo Orfeo?

—   La verdad Mime es que…

—   No creerás lo que sucedió—interrumpía el menor—Los chicos me cancelaron, todos tienen trabajo que no pueden hacer a un lado. Si iban a inventar una excusa para no ir al menos deberían ser más imaginativos.

El de Lira lo miraba pero apretaba los labios para no sonreír.

—   Entonces ¿iremos solo nosotros dos Mime?

—   Espero que no te moleste eso.

—   Está bien.

Pero por dentro, al saber esas noticias, estaba saltando de alegría, podría pasar ese tiempo únicamente con el de ojos magenta.

—   ¿Nos vamos?—preguntaba Mime.

—   En un momento.

Se levantó de su lugar, se cambió la bata por un saco en color hueso que hacía juego con su traje y no parecía necesitar mucho más.

—   Vámonos.

Fue todo lo necesario para que los dos se pusieran en camino sin perder el tiempo, la noche prometía que sería un momento para recordar.

 

**********

 

Alcanzaron el lugar señalado sin mayores dificultades, tomaron un taxi y ya que la distancia no era muy larga tardaron poco en alcanzar su destino. Al llegar notaron que la afluencia de público era bastante buena, lograron alcanzar lugares en las filas centrales y se dispusieron a disfrutar del espectáculo ya que ambos eran aficionados al tipo de música que presentarían. Sería como un recorrido de la música medieval hasta llegar a los clásicos renacentistas, mostrando los variados instrumentos originales que se utilizaban en esas épocas, resultaba interesante para ellos. Además lograron conversar de manera animada mientras esperaban entre pieza y pieza que era interpretada, se contaron algunas cosas de sus vidas, amistades, gustos, aficiones y se rieron de sus anécdotas, estaba resultando una noche especial.

Por lo demás supieron algo extra de sus familias, algo que ignoraban por completo pero se remediaba esa noche.

—   ¿Cómo es que te interesó aprender a tocar la lira Orfeo?—preguntaba interesado en el intermedio el de mirada magenta.

—   Pues fue algo accidental en realidad—explicaba el de cabellos celestes—Mi hermana estaba estudiando para aprender a tocar el laúd, quería ser parte de una rondalla, y la acompañé a algunas de sus clases. Me llamó la atención la lira y empecé a estudiar para tocarla, resultó que era bueno según los maestros pero lo dejé con el tiempo.

—   ¿Tienes una hermana?

—   Sí, se llama Eurídice, siempre me ha apoyado en todo y cuando perdimos a nuestros padres nos hicimos más unidos aún.

—   Fue algo similar con papá y conmigo, al fallecer mi madre nos volvimos como cómplices de aventuras.

—   ¿Solo tienes a tu padre?

—   Es mi familia, se llama Folkel, tal vez un día se puedan conocer.

Al decirle sonriendo esas palabras, Orfeo no dejaba de hacerse preguntas ¿Qué le estaba diciendo en realidad? ¿Acaso le estaba indicando algo más en ese instante? ¿Por qué insistía en buscar significados ocultos en las palabras de ese chico a su lado? En ese instante la presentación continuó y se dispusieron a apreciar el resto de las interpretaciones de la noche.

Para cerrar la noche los músicos interpretaron un réquiem, al escuchar las notas el de cabellos naranja permaneció absortó, como si música fuera parte de él, de una manera espiritual, única. Orfeo lo observó en silencio, la melodía y la belleza del joven parecían transportarlo a un sitio en que le resultaría difícil alcanzarlo. Solo podía permanecer en silencio y por alguna razón tuvo que hacerse preguntas sobre su vida hasta ese punto. Había sido el tipo de persona que se delineo un camino en la vida, cuando tenía siete años se vistió de médico para una fiesta de disfraces en la escuela y desde entonces dijo que su destino era la medicina. Estudió arduamente, trabajo de manera constante para obtener el sitio que tenía, sacrificó horas de sueño y diversión para alcanzar sus objetivos y lo había logrado.

Sin embargo su vida personal quedó a un lado, no se ocupó de tener a alguien en su existencia, un compañero, o más bien el único. De pronto aparecía ese chico de ojos magenta ante él, con su sonrisa, su suave espíritu que lo hacía sonreír, esos ojos brillantes que lo hechizaban, su manera de caminar que lo hacía sentir como si no tocara el suelo siquiera, su voz que lo llenaba todo de nueva vida. Al mismo tiempo lo intimidaba, él no era cercano a la gente, por alguna razón los mantuvo a cierta distancia, solo era capaz de tocar a otro ser humano cuando utilizaba guantes de látex. Pero ese muchacho a su lado era distinto, en ese instante estiró lentamente sus dedos, sin estar seguro de su destino, solo deseaba estar próximo.

Su dedo meñique apenas si rozó la muñeca del de Benetnasch, no estuvo siquiera seguro de si lo había tocado pues se alejó de inmediato, y el joven no hizo un solo movimiento, terminó bajando la mirada pero su corazón latía con fuerza, tanta que temió que los demás pudieran escucharlo. La interpretación continuó y los aplausos se dejaron escuchar, era el final de la noche y podían retirarse.

Ambos médicos comenzaron a caminar en silencio, como si no necesitaran decirse nada, así que no era incómodo solo avanzar. Las estrellas brillaban en el cielo y el camino estaba abierto, solo la luna los acompañaba y podría ser testigo de lo que vivieran, aunque no hacían nada, ninguno de los dos. El aire de la noche soplaba con tranquilidad, como si los impulsara a unirse un poco más y el aroma de la hierba llenaba sus sentidos de esa sensación de calma, de bienestar, era un momento perfecto, tanto que sintieron que no habría otro tan especial.

—   Mime…

—   Me gusta mucho.

—   ¿Qué?—preguntaba sorprendido.

—   El tema que tocaron al final, es un réquiem, es mi tema preferido desde que lo escuché por primera vez.

—   Es hermoso, aunque me pareció triste.

—   Lo considero melancólico, como cuando sientes algo pero no sabes expresarlo, o no puedes hacerlo—decía pensativo y mirando al frente el de mirada magenta—Es algo muy íntimo que guardas en tu alma, es lo que me hace sentir, tal vez por ser tan personal es que los demás puedan sentir que es triste, porque es muy humano, y eso lo hace vulnerable.

—   Ves las cosas de una manera única, como si percibieras el mundo de tal forma que los demás no nos tomamos el tiempo para lograrlo.

—   Mi padre siempre me dijo que era muy sensible…pero que eso era bueno, que me ayudaría a ver la vida como no todos lo hacen.

—    Tiene razón.

Se miraron y sonrieron, siguieron caminando, pero el de Lira se dijo que en ese instante estaban más cerca de lo que podrían haber logrado al tomarse las manos.

Alcanzaron la avenida y encontraron un taxi que los llevaría de vuelta, llegaron al hospital, habían dejado algunos pendientes y preferían resolverlos antes de irse a descansar, pero les esperaban algunas cuestiones que iban a marcar el rumbo de esa relación que podrían tener pero aún no tenían.

—   Necesito revisar al bebé Wyvern Heinstein—comentaba el de Benetnasch—Su ajuste de medicamentos se muestra favorable, sin tantos anticuerpos externos mejorará con mayor velocidad.

—   ¿Le retiraste los medicamentos que tenía?

—   Solo los cambie por unos menos severos, es un bebé, la leche materna es su mejor protección ahora.

—   Tal vez sea mejor que revisemos eso.

—   El bebé está bien bajo mi cuidado—aseguró el rubio—Su madre es quien está bajo tu cuidado Orfeo.

El de Lira no se animó a decir nada más aunque su primera expresión demostraba que no estaba de acuerdo con esa decisión, pero la discutirían en otro momento, sería lo mejor pues estaban por separarse. Aunque de todas maneras deseaba hacer una indicación de lo que pensaba.

—   Aun así, sería mejor que discutiéramos…

—   Si tienes comentarios sobre mis decisiones médicas Orfeo—interrumpió el de mirada magenta—los discutiremos en los horarios apropiados, en el hospital, por ahora solo estamos terminando con una cita que salió bien.

—    ¿Fue una cita?

—   ¿Qué creíste que era?

Con eso al de ojos celestes se le olvidó lo que estaba diciendo y ya no mencionó nada de nada, tan solo se dejaba llevar por esa sensación de agradable calidez en su interior que tenía cuando estaba cerca de ese lindo rubio que con su mera presencia lo llevaba a otro mundo en sí mismo que ignoraba que poseía.

La noche hubiera sido como cualquier otra, Orfeo se retiró finalmente a descansar a su departamento, era un sitio bien dispuesto y elegido de un lado a otro, de habitación a habitación, por él. Sus gustos y necesidades estaban cubiertos al mismo tiempo que se imponían, así que le gustaba estar ahí. No supo más de Mime en ese tiempo pero pensaba que tal vez era el momento de hacer otra cosa que solo soñar despierto, no tenía sentido que fantaseara como muchachito a la distancia, estaba lejos de serlo, era mejor actuar como hombre. Sin duda el rubio lo valía y así no se la pasaría con esa sensación de inquietud cuando se trataba de estar cerca de ese hermoso chico cuya presencia lo hacía sentir cosas que jamás había experimentado por nadie.

Necesitaba descansar y pensar con calma lo que iba a hacer, en su recamara continuaba con las ideas y preguntas de lo que era necesario decidir ¿un acercamiento directo? ¿Avanzar y ver que sucedía? ¿Mostrarse interesado pero no necesitado? ¿Continuar como amigos? ¿Qué debía hacer?

En medio de esas dudas su teléfono comenzó a llamar, no esperaba que sucediera pero debía tratarse de una emergencia. Respondió de inmediato y no estaba errado, lo necesitaban en el hospital, el caso Wyvern Heinstein requería de su completa atención ¿Qué podría haber sucedido? No se lo imaginaba siquiera.

—   Voy para allá—dijo.

Sin más se dirigió con velocidad al hospital, necesitaba centrarse en lo que iba a encontrar, los datos fueron generales pero de verdad parecía que su presencia era muy necesaria por una situación crítica.

Con ese panorama el de cabellos celestes no tardó en presentarse en el hospital, en el sitio que requería su presencia, entró a la estancia privada que estaba junto a la habitación aislada de Pandora Heinstein. Pudo ver por la puerta de cristales que la pareja estaba ahí, sentada sobre la cama revuelta, abrazada, sosteniendo a su bebé, pero por alguna razón era como si miraran al vacío preguntándole por el motivo de algo inexplicable. Vio que Mime estaba sentado en el sillón de la salita donde preparaban todo el material y equipo médico que habían utilizado hasta ese momento, tenía los codos apoyados en sus rodillas mientras sus manos unidas cubrían parte de su expresión, pero no ocultaban que algo grave había sucedido.

—   Mime, me llamaron—decía el de mirada celeste mientras entraba— ¿Qué fue lo que sucedió?

En ese momento el de cabellos anaranjados volteó y lo miró directamente, era muy claro lo que había ocurrido.

—   El bebé murió.

Los dos se quedaron mirando solamente, no comprendían lo que había ocurrido, sencillamente no podían.

 

**********

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Solo por comentar:

* Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eisestá en latín y significa El descanso eterno concédeles, Señor, y que la luz perpetua brille para ellos.

La palabra Réquiem proviene del latín y significa descanso, pero se refiere a un descanso del alma, espiritual; de ahí que las Misas de Réquiem en el universo católico (aunque no es exclusivo) se den en honor a los que han fallecido.

Como pueden suponer el réquiem que le gusta a Mime es el tema que utilizaban en la serie de Saint Seiya para ese personaje.

Si nada sucede continúo la semana entrante, nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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