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MI QUERIDO HOBBIT por Dan2102

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Notas del capitulo:

En el capítulo anterior:

 

-  ¡Han herido a Kili! ¡No se los perdonaré! –Escuchó con sorpresa para sentir como un fuerte dolor se agolpó en su pecho. El menor de los enanos gritaba mientras intentaba saltar de su barril, al tiempo en que observaba anonadado como dos elfos llegaban en su auxilio.

Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Habían logrado huir y aunque los elfos se habían encargado prácticamente de la gran mayoría de los orcos, les habían dejado escapar. No lo entendía más volver a ver a aquel rubio, le hizo sentir un atisbo de confianza, era un ser de gran humanidad, no era como su padre.

-  Está herido, debemos tratar de curarlo –Decía uno de los enanos, mientras en la orilla del río a la que la corriente les arrastró, un humano les miraba desconfiado.

 

Capítulo V


 


LOS HUMANOS


 


 


   Bardo, le llamaban sus amigos más cercanos. Era un hombre adulto, alto y de complexión fuerte, con porte tosco y altivo, que trabajaba en un bote pesquero cercano a la ciudad del lago. Desde siempre, había sido un hombre de pocas palabras pero de acciones certeras y apegadas fielmente a lo que creía. Con tan solo 20 años, había tenido que encargarse el mismo de su hogar, pues tras perder a su esposa, la crianza de tres hijos pequeños era todo en cuanto pensaba, ellos eran la razón de su existencia y haría lo que fuera por protegerles. Ahora ya un adulto, había logrado con trabajo y esfuerzo el mantenerles a salvo, proveerles del alimento necesario para crecer sanos y educarles hasta donde podía, todo en aras de que en un futuro no dependieran de nada ni de nadie.


   El encuentro con los enanos viajeros, representaba para el todo un misterio. Poca información habían logrado sacarle en el trayecto hacia el poblado, los enanos tuvieron que valerse de su mejor forma de negociar para poder convencerle de que eran mercaderes y lo único que buscaban en la ciudad del Lago, era abastecerse y retozar algunos días.


   Había sido difícil lograr convencerlo de ayudarles, cada uno de ellos había perdido las pocas monedas que les quedaban en el camino, más el volver a ver de lejos su amada Montaña, había sido suficiente para encender la llama de la fe y la esperanza en cada uno. Protección, transporte y armas; era todo cuanto pedían. En el camino, la niebla se encargaba de ocultarles y frente a varios obstáculos, el hombre parecía conocer a la perfección las rutas necesarias para llegar pronto al muelle.


 


- Hagan silencio, veo a lo lejos algunos guardias. Están custodiando las entradas –Les decía por lo bajo el barquero, mientras les señalaba a los enanos un montón de barriles que esperaban vacíos en la cubierta del barco.


- ¿No pretenderás meternos en esos barriles? –Comentaba ofuscado Dwalin, quién se preparaba para tirar del barco al humano.


- Tranquilos. Tiene razón, puedo ver hombres armados vigilando. Debemos hacerlo. Si nos traiciona, lo pagará caro –Hablo contundente el rey, quién hasta ahora había tratado de pasar desapercibido por el mayor- Tu vienes conmigo –Dijo tomando bruscamente del brazo a Bilbo, quién sorprendido le miró irritado.


- No caben dos en un barril, hay suficientes para todos. Rápido, métanse en ellos, no hay tiempo y cállense la boca –Les dijo preocupado, para ver cómo estos asentían molestos.


- No, en este… -Condujo Thorin a Bilbo, para sujetar un barril que estaba al lado del suyo- No creas que no vi la forma en que mirabas a ese maldito elfo, Bilbo. No confíes en los elfos, ya te lo he dicho –Le recriminó el enano mientras le ayudaba a subirse al barril, desde donde minutos después, sintieron como eran taponeados por cientos de pescados frescos y olorosos.


 


   El camino les pareció eterno aunque apenas tardaron quince minutos en llegar a Ciudad del Lago. En el muelle, algunos guardias les retuvieron alegando el pago de impuestos y la falta de autorización para realizar la actividad pesquera por parte del barquero; por poco lanzan al río los pescados y con ello a Bilbo, quién sintió como sujetaban su propio barril para tirarlo al lago.


 


- La gente tiene hambre. Bien sabes que pudiera crearse una revuelta que a tu jefe, el gobernador, no le gustará.


-  Bardo, Bardo, uno de estos días mis grilletes podrán reunirse con tus manos y entonces, no podrás sonreír –Le decía el guardia, quién entre dientes podridos y amarillos, sujetaba dos de los pescados para retirarse rumbo a la casa del gobernador.


 


   Una vez sintieron la barca se detuvo, Bardo dio la orden y todos salieron casi asfixiados de los barriles. En la orilla de las casas, dos niños les observaban sonrientes y curiosos, mientras una joven les miraba desde adentro de la modesta vivienda.


 


- ¿Son sus hijos Sr. Bardo? –Le decía curioso Bilbo, quién trataba de ignorar al rey que parecía gritarle con la mirada.


- Así es. Rápido, deberán entrar a la casa por detrás. No tardarán los guardias en venir a vigilarnos –Decía no sin antes deshacerse de varios de los mirones, entregando algunos pescados a la gente y a los mismos hombres del gobernador- Quédate con los pescados y no digas nada, no has visto nada –Le mencionó a un viejo que inmediatamente le ayudó a amarrar la barca.


-  ¿Estás bien hermano? –Comentaba el pelilargo para ver como su hermano cojeaba y producía una expresión de dolor-. Déjame revisar tu pierna, la flecha debió tocar un nervio o algo –Le susurraba Fili a su hermano, al verle un tanto pálido y sudoroso.


-  Sí, no te preocupes. Vamos adentro. No es necesario, en serio –Le sonreía para entrar caminando normal, aunque por dentro sintiera el inmenso dolor al afincar la pierna herida y así poder disimular ante toda la compañía.


 


   Tuvieron que entrar por la puerta pequeña, la letrina de los humanos. Fue realmente asqueroso pero no había otra forma de entrar a la casa. Desde afuera pudieron observar como las viviendas eran inmensamente pobres, hechas de madera tallada, ya corroída por el tiempo y llenas de humedad. Estas albergaban a personas muy delgadas y de miradas tristes, sin una sola sonrisa en los habitantes de aquel viejo lugar.


 


- Hace mucho que vivimos en situación precaria, pero entren, debemos evitar las miradas curiosas –Le dijo al hobbit, que temblando recibía las cobijas de lana que ahora le ofrecían los niños.


- ¿Qué haremos con ellos papá? –Le decía su hijo, mientras veía como los enanos temblaban de frío y se abrigaban rápidamente tras su ayuda.


- Ya veremos. Por lo pronto ofrézcanles algo caliente y alimento. La noche será larga. Quedaron algunos pescados, pueden cocinarlos y comeremos bien esta noche –Sonriéndole a sus hijos, mientras trataba a toda costa ocultar la preocupación de saber lo que se avecinaba tras haber roto las leyes del lugar.


- Sabemos que te has puesto en riesgo y estamos agradecidos. Ahora, cumple con tu palabra, nos has ayudado, pero ¿dónde están las armas?


-  ¿Por qué unos mercaderes querrían armas? Eso no me quedó claro aun cuando acepté traerlos y he abierto las puertas de mi casa para cuidarles de… ¿De quién? –Decía mirando fijamente al enano-, ¿Por qué ocultarse? ¿Qué ocurrió entre ustedes y los elfos?


- Papá, pero si el gobernador sabe que nosotros… -Siendo interrumpido por su padre, que miraba con seriedad al que parecía ser jefe del grupo enano.


- Nuestros asuntos no le incumben, Bardo. Usted cumpla con nosotros y nosotros nos marcharemos, sino… -Sintiendo sus labios cerrarse por un dedo que cálido, solo logro sonrojarle al máximo.


- Sino, habrá dado un mal ejemplo a sus hijos, pues no tiene palabra –Le decía con astucia el pequeño hobbit, quién sonreía al niño humano que amablemente le ofrecía una taza de té caliente.


- Bien, esperen aquí.


 


   En minutos el hombre entró con un paquete de armas largas, envueltas en sacos de cuero. Fue decepcionante observar que no se trataba sino de lanzas para pescar, arpones y cuchillos de cacería.


 


-  ¿Es una burla?


-  Tranquilo Dwalin –Intervino Balin tratando de calmar a todos-. Señor Bardo, le pedimos armas, hechas por hombres o enanos, no estos utensilios de pesca –Comentaba Balin, quién trataba de hacer callar a su vez a Bombur, Nori y Ori.


- Con esto solo puedo pescar un bagre –Comentó molesto Bombur, mientras todos se sumían en una calurosa discusión.


 


   En medio de aquel debate de quejas, ideas, criterios, molestias y calurosos comentarios, Bilbo no dejaba de mirarle. Tal parecía algo le había molestado inmensamente… ¿Cómo no observar con agradecimiento al joven Legolas si les había salvado? El mismo Thorin había logrado desviar un ataque hacia él, salvándole la vida y el futuro. No le entendía y eso ocasionaba un dolor profundo en su pecho, uno difícil de definir.


 


- La única forma de encontrar armas es ir a la armería del gobernador, pero deberá ser de madrugada. Podremos hacerlo pero deben esperar el momento justo o seremos descubiertos por los guardias y espías del gobernador.


- ¿Y sabes cómo entrar a ese lugar? –Comentó Fili mientras tomaba uno de los arpones más grandes.


-  Si, hace mucho frecuentaba ese lugar –Zanjando el tema para asomarse por la ventana y ver como dos guardias pasaban lentamente por el frente de su casa.


-  Tal parece que tu gobernador no es muy querido –Lanzó sin filtro el líder de los enanos.


-  Estén preparados –Mencionó el hombre para salir de su casa y escapar de las voces inquietantes de los enanos.


 


   Seguido a su partida, el silencio reinó en el lugar por primera vez desde que llegaron a Ciudad del Lago. Solo el murmullo de la hija mayor del barquero, terminó con él para relatar la triste historia de la ciudad. Todos conocían la miseria en que había quedado sumida Ciudad del Lago, más no cuán difícil había sido levantarse de sus cimientos quemados y sobrevivir.


 


- Lamentamos profundamente todo por cuanto han pasado –Mencionó Thorin para observar de reojo al hobbit, que miraba triste por la ventana.


- El gobernador es un corrupto, todos lo saben pero callan. Tienen miedo –Decía triste la joven.


- Hay que tener fe. Pronto todo cambiará –Sonriéndole para ausentarse de la conversación y dedicarse a pensar en asuntos que desde hace muchas horas, poco dejaban espacio a prioridades.


 


   Cuán difícil para él era dejar de pensar en aquella mirada, en el mismo hobbit que ahora sonreía y consolaba a los niños, quizás menos inocentes que él. No podía dejar de pensar en todo cuanto había pasado por ayudarles y estar junto a ellos en esa aventura suicida; en cómo se iluminó su rostro al observar que aquel elfo había dado con ellos y además, ayudaba a la compañía en su escape de los orcos. ¿Qué había pasado entre ellos mientras todos estaban encerrados en las mazmorras?


 


- Deja de mirarle así Thorin. Si se da cuenta pensará que le odias –Le susurro Balin en un descuido.


- ¿Qué? ¿De qué estás hablando?


- Le miras con rabia, con ira y me atrevo a decir que... –Observando como este le amenazaba con una conocida expresión- ¿Qué te sucede? Es Bilbo, nuestro saqueador, ¡te salvó la vida! Deja de mirarle así y tampoco me mires de esa forma. Gracias a él podremos recuperar nuestro hogar, pareces haberlo olvidado –Le recriminó cansado para dejarlo solo y sentarse junto al hobbit.


 


   En ese momento relajo su seño para ver con otros ojos al pequeño. Estaba triste y no se había dado cuenta, ¿Se debía a ese estúpido elfo? ¿Qué le sucedía?


 


- Bilbo… -Pronunciando y observando sus ojos tristes mirarle fijamente- cuéntale por favor a los niños, la historia que contabas a todos en casa del oso- sonriendo y observando como sus ojos se iluminaban al saber que el enano le había puesto toda atención aquella noche.


- Yo, bueno, por dónde empezar, emm… Estábamos varios Hobbits de la Comarca, el lugar donde nací y pues…


 


   Verlo feliz era una de las cosas más hermosas que había visto en su vida. Sonreír emocionado al contar las pequeñas hazañas de su gente, de su amada comarca, era algo espectacular. De momento, dejaría a un lado la imagen que le atormentaba y sabía era lo mejor.


 


- ¿Cuál imagen? ¿Piensas en voz alta? –Preguntaba Fili, quién se le acercaba un tanto preocupado y le sujetaba del brazo.


- Olvídalo, ¿qué ocurre? –Le sonreía para sujetarle de ambos brazos y notar que estaba muy preocupado.


- Es Kili, me preocupa mucho, está pálido y sé que no está bien, es su pierna.


- ¿Le revisaste la herida? –Mirando como su sobrino veía por la ventana mientras apenas y escuchaba la historia del hobbit y la risa de los niños humanos.


- No, iba a hacerlo pero no me dejó, dice que está bien. Sabes que es un obstinado.


- Y tu un exagerado, déjalo. Confía en su fuerza, es del linaje más importante y fuerte de nuestra línea, si te tranquiliza, estaré observándole. También le diré a Ori y Nori que vayan tras el cuándo salgamos de aquí –Sonriéndole a su sobrino, quién no convencido asintió para sentarse al lado de su hermano.


 


   Luego de haber comido y descansado, vieron como Bardo había llegado cansado y con algunas mantas. Su hija mayor salió corriendo inmediatamente a atenderlo y ofrecerle algo caliente pues el frío se colaba por entre las ventanas al parecer cerradas. Estaba empapado y lleno de barro, tal parecía que había tenido que bregar con algunos inconvenientes antes de llegar allí.


 


- Esperaremos unas horas y partiremos, ya casi anochece –Besando las manos de su hija para alimentarse y preguntar por primera vez como habían pasado el día.


 


   Sus hijos habían narrado toda cantidad de anécdotas contadas por el hobbit y los enanos. Para ellos aquel día sería inolvidable y eso le preocupaba, aun no sabía quiénes eran aquellos enanos y por qué los había llevado hasta la ciudad. Aun así tendría que cumplir su palabra y si eso implicaba disminuir el arsenal de armas con que el gobernador reprimía a la gente que protestaba por comida, lo haría con todo gusto.


 


- Traten de no hacer ruido. Estamos siendo vigilados aun, pronto se irán a dar noticias de mis movimientos –Comentó mientras observaba por la ventana como los guardias comenzaban a retirarse fastidiados.


- ¿Por qué los guardias te vigilan? Desconfían mucho de ti –Pensó en voz alta el imprudente Gloin.


- Nuestros asuntos no le incumben, señor enano –Le respondió mirándole serio para sentarse a limpiar sus botas y ayudar a su hija a lavar los trastes, mientras acostaba a los dos más pequeños.


 


   Pronto, aprovechando el silencio que lograban los ronquidos de Bombur en plena siesta, Balin se acercó con mucho cuidado a su Rey, tratando de disimular una conversación que no podía dejarse para después.


 


- No podemos esperar más. El día de Durin Thorin, es mañana. No tenemos tiempo –Le comentó observando su preocupación y como este asentía para interrumpirle, al ver como el barquero había escuchado parte de lo dicho, para salir de la casa inmediatamente.


- Nos ha escuchado. Ahora sabe quiénes somos –Decía preocupado, para alistarse y esperar del hombre lo peor.


- Dudo que nos entregue estando sus hijos acá. Ya ves lo que contó su hija sobre el gobernador de la ciudad. No nos traicionará pero debemos irnos pronto –Viendo como el enano asentía para sentarse al lado del hobbit, quién trataba en vano de no quedarse dormido.


 


   Lejos de allí, muy cerca de las riveras del bosque negro, un grupo de orcos corría sin cesar en busca de un rastro enano. Habían seguido por horas los caudales del río, pero no habían podido dar con ningún rastro de ellos, ni siquiera con un barril.


 


- Detecto su inmundo olor en esta zona y… Hay algo más –Decía el comandante del grupo, quién olfateaba para señalar hacia el lago que en frente de ellos, se hacía inmenso y era bordeado por una espesa niebla- han encontrado como cruzarlo, hay humanos ayudándoles.


- Acabaremos con ellos. La carne humana es muy sabrosa.


- No, nuestro trabajo es acabar con los enanos –Pronunciaba en idioma orco el mayor de ellos.


- ¿Y qué hacemos con el humano? –Recibiendo una sonrisa del otro, para salir corriendo entre gritos y gruñidos, rumbo a Ciudad del Lago.


 


   Bardo buscó por horas un viejo tapiz. Estaba casi seguro de ello, pero tenía que corroborarlo y allí estaba, el linaje de los reyes enanos de Erebor. Debía sacarlos inmediatamente de su casa, era demasiado peligroso. Los enanos no habían aparecido por casualidad, estaban allí por la profecía y no permitiría muriera más gente en una lucha atroz como la vivida hace tanto tiempo. En su mente dos grandes alas negras le hicieron trastabillar y caer en el lodo. No podría permitirlo.


 


- ¿Están listos? Vamos por sus armas, pero tengo una condición –Dijo al llegar a su casa, llamando la atención de todos los enanos-. Deben abandonar inmediatamente Ciudad del Lago.

Notas finales:

Espero les haya gustado el capítulo anterior. Recuerden, el mejor aliciente para cualquier escritor es uno de sus reviews. Mil gracias por leer la historia. Saludos a todos.


 


Nota: Quiero recomendarles hoy una trilogía maravillosa llamada "Engendrando el amanecer", escrita por la venezolana Msan. Pueden encontrar la historia original en este foro, estoy seguro les encantará tanto como a mi. La recomiendo total y ampliamente. Saludos!


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