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MI QUERIDO HOBBIT por Dan2102

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Notas del capitulo:

En el capítulo anterior:

Bardo buscó por horas un viejo tapiz. Estaba casi seguro de ello, pero tenía que corroborarlo y allí estaba, el linaje de los reyes enanos de Erebor. Debía sacarlos inmediatamente de su casa, era demasiado peligroso. Los enanos no habían aparecido por casualidad, estaban allí por la profecía y no permitiría muriera más gente en una lucha atroz como la vivida hace tanto tiempo. En su mente dos grandes alas negras le hicieron trastabillar y caer en el lodo. No podría permitirlo.

-          ¿Están listos? Vamos por sus armas, pero tengo una condición –Dijo al llegar a su casa, llamando la atención de todos los enanos-. Deben abandonar inmediatamente Ciudad del Lago.

Capítulo VI


 


LA MONTAÑA


 


 


Conseguir las armas no había sido tarea difícil pues habían logrado internarse en la ciudad bajo la oscuridad de la noche. Luego de tener que traspasar todo un recorrido por pasajes olvidados, que el mismo Bardo había ideado para llegar hasta la guarnición de la guardia del gobernador, les fue relativamente fácil evadir a los guardias para entrar.


Una vez en el lugar, habían hecho una escalera enana para llegar hasta la ventana principal de la torre y desde allí, tomaron cada uno algunas armas que pudieran cargar fácilmente sin ocasionar ningún ruido. En el camino, habían sido descubiertos pues en su debilidad, Kili se había mareado y había producido el ruido suficiente para que los guardias a cargo les apresaran y llevaran inmediatamente al palacio gubernamental.


Los golpes no dejaron de ser recibidos, mientras los aldeanos se acercaban observándoles de cerca.


 


-  Así que, ¿qué tenemos aquí? ¡Bardo! ¡El Barquero! –Decía el mismo guardia que les había interceptado al llegar a la ciudad horas antes- ¿Por qué no me extraña volver a verte y esta vez, acompañado de una banda de pequeños hombrecillos?


-   ¡Somos enanos, idiota! –Gritaba Dwalin, mientras era callado rápidamente por sus compañeros.


-   Yo les mostraré quién es el idiota después de que termine con ustedes. Les presentó al Gobernador de Ciudad del Lago –Decía señalando a un hombre bastante alto, gordo y de cabello y bigotes rojizos, que llegaba hasta ellos para mirarles despectivamente desde la entrada principal del palacio.


-  ¿Qué significa todo esto? –Decía en voz alta mientras el pueblo comenzaba a acercarse en grandes grupos pues la noticia de la aprehensión de Bardo, se había corrido como pólvora en cuestión de segundos-. ¿Es esto alguna forma nueva de protesta, barquero?, ¿No te da vergüenza suficiente tu triste historia como para pretender robar las armas de quiénes les cuidan y preservan la seguridad de todos?


-  ¿Seguridad?, ¿De qué está hablando? ¡Sus hombres hostigan a todos y roban por doquier y esta vez no me callaré ante su inmunda presencia! –Gritaba colérico el hombre, mientras veía como su hija mayor le observaba con los ojos llenos de lágrimas.


-  Y tú me hablas a mí de seguridad. Tú, que naciste del hombre que desgració a la ciudad por no haber sido capaz de matar a un dragón, ¡El jefe supremo de la Guardia Real! … El mismo que falló al momento de matar al dragón y que nos ha confinado a la pobreza y la ruina ¿o no se acuerdan todos de la historia? –Decía el gordo pelirrojo mientras se alisaba el bigote y escupía los restos de uva de la cena.


- ¿Eres hijo de…?


- Si, así es ladronzuelo –Le contestó a Thorin el oficial que les había insultado al llegar.


-  ¿Ladronzuelo? ¡MÁS RESPETO PARA EL REY DE LA MONTAÑA SOLITARIA! –Dijo contundentemente Balin, quién se había adelantado para señalar ante todos a su rey-. Estás en presencia de Thorin, hijo de Thráin, hijo de Thrór, Rey de la Montaña. Le debes respeto –Mencionó ante el temblor del gobernador, que contempló los susurros que fueron en aumento y cada uno de los gestos de asombro de los aldeanos.


 


En segundos se hizo un profundo silencio que dio apertura a un sinfín de murmullos y gestos de total sorpresa. El gobernador aun titubeante, dio un paso al frente y tras escuchar las promesas que el rey enano les profería, pensó en las montañas de oro que podría tener solo para sí, tan solo bastaba apoyar a los enanos en su loca idea de recuperar la montaña. El dragón seguramente había muerto y Bardo no lograría esta vez que se le unieran, el oro valía mucho más que el miedo.


 


-  Deben confiar en mí. Os prometo a todos que al recuperar lo que es nuestro por derecho, también la Ciudad del Lago se verá beneficiada de la riqueza. Conocerán como nunca la abundancia que el oro de los enanos es capaz de ofrecer y sus maridos y esposas, sus hijos y sus descendientes, no tendrán jamás que volver a mendigar pescado en los muelles de esta, su ciudad –Dijo con firmeza el enano, que ya para ese momento era admirado por todos.


-  Bien, aun así no puedo olvidar que han robado… –Interrumpió el gobernador después de que un estruendoso aplauso se produjera de entre el burgo-. Es vital que exista un responsable –Comentó para ver como los aldeanos comenzaban a moverse inquietos y molestos-. Pero, aun así… ¡bienvenidos a Ciudad del Lago! –Selló el asunto para recibir por primera vez en la historia, la aprobación de los habitantes de la ciudad a su cargo.


-  ¡Es una locura! ¡El dragón puede venir! ¡Quemará todo a su paso! ¡Deben escucharme! –Gritaba colérico Bardo, quién era sostenido fuertemente de los brazos por tres de los guardias.


- ¡Guardias! ¡Lleven a este pobre engendro a las mazmorras! –Sentenció el Gobernador-. Ya veremos qué hacer con él.


-  Thorin, no puedes dejar que suceda, él nos ayudó, tiene hijos y… -Susurraba Bilbo al enano, quién emocionado apenas y lo escuchaba entre los aplausos que todavía se escuchaban en la entrada del palacio de gobierno- ¡Thorin! Por favor.


 


Al ver tan triste y preocupado a su saqueador, paró en seco e ignorando cuanto le decía el avaro gobernante, se encaminó hacia él, quién se había quedado atrás, para inconscientemente tomarlo de la mano y exigirle al hombre soltara a Bardo y le dejara ir con sus hijos. No era culpable de nada.


 


-  Lo siento mucho pero no puedo hacerlo. Ha causado suficientes destrozos y…


-  Usted lo hará. Será parte del convenio –Dijo por lo bajo al gordo que ahora se regodeaba imaginando quién sabe cuántas toneladas de oro tendría para guardar en sus arcas personales.


 


Pronto, vieron como a una señal de este, los guardias se retiraban para cumplir con su tarea de liberar al barquero no sin antes hacerle pagar algunas cuentas. Bilbo volvía a sonreír como antes y algo en su mirada había cambiado, un ligero brillo emergía de sus ojos al observar al enano.


 


-  ¿Te sientes bien hermano? Debemos hablar sobre lo sucedido –Comentaba Fili al ver a su hermano tan pálido como un elfo.


-   Hai. No te preocupes. Solo me queda descansar y estaré como nuevo –Le sonrió el pelinegro para observar a lo lejos, como su tío soltaba gentilmente la mano de un hobbit totalmente sonrojado-. ¡Observa eso! –Comentó risueño, evadiendo totalmente el tema sobre su responsabilidad en todo aquello.


 


En el camino, fueron atendidos con abundantes alimentos y halagos. El Gobernador les pedía se quedaran al menos a pasar la noche, sería su forma de seguir ajustando cuentas con el enano. Les había otorgado habitaciones para dos y antes, había ordenado les fuera preparado un baño que les sirvió para relajarse un poco. Habían tenido que turnarse, pero tenían suficiente tiempo para ello pues su líder estaba bastante ocupado, siendo seguramente fastidiado y halagado a la saciedad por el avaro humano. Era entonces el momento de descansar y prepararse para partir muy temprano tras las ordenes de Thorin.


-  ¿Puedo compartir contigo tu habitación Nori? Ya los demás han escogido las suyas y yo pues… –Decía el hobbit al ver como todos se habían retirado en parejas a las alcobas.


-  No mi señor Bolsón. Usted dormirá en esa –Le respondió amablemente Balin, señalando la dirección y tomando sus cosas para acompañar a Nori hasta la habitación que compartirían.


 


Bilbo agradeció el gesto y se enrumbó hacia la misma. Se trataba de la más lejana; en un largo pasillo cada una de las habitaciones, una al lado de la otra, eran iluminadas tenuemente con antorchas y apenas la luz del sol, que estaba por esconderse para dar paso a una noche fría.


Se encontraba profundamente cansado, sus pies estaban llenos de rosetas y costras como pudo darse cuenta al momento de tomar el baño, no estaba acostumbrado a caminar tanto o a pasear por bosques llenos de raíces puntiagudas y rocas. En lo único en lo que podía pensar era en ayudarles, a todos y en especial a él, Thorin. Un hogar era lo más importante que podía tener un hobbit, el más que nadie entendía lo mucho que había sufrido y ahora era tiempo de que lo que le pertenecía por nacimiento, le fuera devuelto.


Él quería estar allí para verlo. Muchas cosas se podrían decir del enano, pero él lo conocía, era noble y tenía un corazón gigantesco, amoroso y muy especial. Un corazón que por mucho tiempo había estado sumergido y a resguardo bajo capas de ira, mal genio y mucho dolor.


Al entrar en la habitación, se encontró con que dos camas se hallaban unidas y fielmente preparadas ya. Las sábanas perfectamente tendidas, enseguida le produjeron un profundo sentimiento de sueño y sin pensarlo, se lanzó como un niño en ella.


 


-  No es mi cama pero podré dormir, es suave… –Sonrío para sí mientras comenzaba a quitarse la ropa quedando solo en pantalón. En aquel momento extrañó su vieja pijama y tomando una de las mantas dobladas a un costado, se arropó para entregarse al sueño profundo.


 


Muy cerca y tras terminar de escuchar todas las zalamerías que con torpeza le hacía el gordo gobernante de aquel pobre lugar, se aventuró a escapar hacia su habitación. Balin estaría esperándole seguramente para tratar los detalles del día siguiente, aquel sería el día de Durin, el más importante en su vida pues era momento de viajar de nuevo a su montaña y nadie sabría con que se encontrarían. Sería tiempo de que su saqueador llevara a cabo la tarea para la cual fue recibido en la compañía y nada podría hacer para ayudarle o protegerle. Un sentimiento de culpa se amilanó en su pecho al girar el pomo de la puerta.


Estaba tan cansado, que no se dio cuenta jamás de que una pequeña figura yacía dormida en la gran cama. Ya era de noche y tendría que dormir de inmediato para despertarlos a todos antes de que saliera el sol.


Como estaba acostumbrado a dormir acompañado de Balin en situaciones como esa, poco le importaba si se miraban desnudos alguna vez, Balin era como su hermano así que comenzó a desvestirse hasta que algo le distrajo.


 


- Balin, si te has dormido recuerda que debemos conversar sobre… ¿Y por qué has unido las camas? –Dijo un tanto molesto para acercarse con una vela y contemplar sorprendido como el único hobbit de su compañía, se encontraba a medio vestir y plácidamente dormido sobre su cama.


 


Algo en él se agitó al instante y no podía creerlo. No podía serlo, no podía ser deseo lo que sentía pero el verle allí, medio desnudo y en un estado de relajación tal que le hacía ver aún más vulnerable e inocente que siempre, lo había hecho mirar más allá de su rostro. Bilbo tenía una piel hermosa y dos botones rosados adornaban su pecho apacible. Allí, se encontraba tendido sobre la cama, abrazado a una de las almohadas mientras los rizos de sus cabellos ahora brillantes, caían como cascada en otra. Su rostro lucía cansado pero plácidamente en paz.


 


-  ¿Por qué estás tú aquí? –Susurró sin dejar de mirarle profundamente y tratando de sentarse en la cama sin despertarle-, mataré a mis sobrinos si fueron los artífices de esto –Pensó sonriendo mientras arropaba aún más al hobbit y escuchaba como alguien tocaba no muy fuerte a la puerta.


Rápidamente en un ágil movimiento, se levantó y abrió la puerta molesto, el que casi hicieran que Bilbo le sorprendiera viéndole, le puso nervioso al instante.


 


-  Thorin, ¿está el señor Bilbo allí? Espero no se haya perdido –Le comentó Balin que preocupado había ido a la habitación a explicarle lo sucedido al obstinado líder-.


-   ¿Has sido tu quién lo ha planeado? –Le preguntó entre molesto y aun desconcertado.


-  ¿Planeado? ¿De qué hablas? –Le objetó mirándole extrañado-. Vine porque sé que siempre comparto habitación contigo pero una de las camas está mala y apenas me subí, se rompió. Tuve que unirlas y no aguantaría el peso de ambos, así que le dije a Bilbo que viniera. La idea era decirte antes de que le encontraras, ¡espero no le hayas maltratado por eso! –Sonriendo para bajar aún más la voz a la mirada del rey- le tocaría dormir con Nori y bien sabes cómo ronca. No conviene que Bilbo no pueda conciliar el sueño, mañana es un día importante –Dijo preocupado-.


-   Entiendo pero has debido consultarme antes de eso –Le miró contrariado para asomarse en la habitación y observar como dormía profundamente.


-  ¿Has pensado en ello? Mañana Bilbo medirá todas sus habilidades, debemos darle fuerza y apoyarle en cuanto podamos –Le dijo triste y observando como este tenía la mirada vacía-. También vine porque hay que alistar los detalles, debemos salir temprano si queremos estar a tiempo en la entrada oculta de la montaña.


-  Tienes mi aprobación, arregla todo. Yo descansaré y mañana temprano lo hablaremos. El gobernador nos surtirá de lo necesario. He decidido Kili se quedará, no está en condiciones de viajar –Le dijo tajante para intentar entrar de nuevo a la habitación.


-  Espera, pero ¿cómo les digo a tus sobrinos que no irá? ¿Quieres ahora mismo una batalla campal?


-  Yo se lo diré cuando sea el momento, buenas noches –Dijo dejándole con la palabra en la boca y entrando a la habitación para terminar de quitarse la ropa, quedando solo en pantalón, observando el resplandor que resaltaba a través de la ventana.


 


Observando la montaña desde allí, cayó en un estado de embriaguez profundo. No se había dado cuenta que el hobbit se había despertado, recordando que tendría que compartir habitación seguramente con Bofur o Bombur y al tratar de desunir las camas, le había descubierto.


Allí estaba, incólume e imponente, mirando su reino por la ventana y a lo lejos la inmensa oscuridad que reinaba aun sobre ella. Se encontraba a medio vestir y sin su vestimenta, le costaba mucho dejar de mirarle.


 


-  ¿Compartiré habitación con él? –Pensó sonrojado y sintiendo una calidez extraña en su cuerpo, viendo como este salía de su estupor y le observaba, sonriéndole como pocas veces lo había hecho.


-  Te he despertado, perdóname. Buenas noches –Sonriéndole cansado para acercarse a la cama-, creo nos tocará compartir la cama –Mirando como este asentía nervioso para intentar separarlas disculpándose-. No, no es necesario. Balín me ha dicho una se dañó cuando intento subirse a ella, por ello las unió. Intercambió contigo porque si resistirá tu peso. No quise despertarte.


-  No yo, discúlpame, yo… si quieres podría ir y dormir con Ori, deberíamos cambiar de habitación… Podría yo, o Fili y Kili podrían tal vez… -Sintiendo como el enano cerraba sus labios con un dedo, devolviéndole el mismo gesto que sin darse cuenta le había obsequiado hace algunas horas.


-  No te preocupes. Esta habitación está bien. Debemos descansar mi señor Bolsón. Mañana será un día arduo –Dijo para mirarle triste y apagar la única vela que iluminaba la habitación.


 


Al sentir como el enano se acostaba sobre el lado derecho de la gran cama improvisada, el sueño desapareció. Aunque ambos estaban dándose la espalda, ninguno podía conciliar el sueño pese al cansancio.


Bilbo no pudo evitar el voltearse después de un rato. Al recostarse, el aroma del rey enano había llegado hasta él embriagándole. Su ancha y formada espalda, dejaba ver como algunas cicatrices de guerra y posibles latigazos se alzaban a lo largo y ancho y allí estaba, prominente a su lado, con su larga cabellera negra desplegada en la almohada que había estado abrazando. Algunas canas se mezclaban brillantes con los largos cabellos negros. Tal vez ya se había dormido, así que sin pensarlo realmente y con inmensa curiosidad, delineó escasamente una de ellas, quizás la más larga de todas.


 


-  ¿Qué estás haciendo? –Escuchó para ver como este se volteaba rápidamente y le miraba serio, sujetando sus manos y a pocos centímetros de él.


-  Yo no quise, disculpa, soy un tonto, yo… -Balbuceó sintiendo como en un abrir y cerrar de ojos, el enano se hallaba sobre él y tan cerca, que podía sentir como su respiración chocaba en sus labios.


-  ¿No sabes es, peligroso provocar a un enano? –Susurro grave, sintiéndose hundido en un frenesí que parecía quemarle.


-  Thorin, yo… -Viendo directamente a los ojos del enano, eclipsado por la profundidad en estos.


 


Verle así y observar sus labios tan de cerca, había bastado para robar de ellos un beso profundo. Thorin no lo esperaba, se había sorprendido por ello y sintiendo los pequeños y suaves labios del hobbit, había reaccionado tarde para tomarle y sentarle sobre sus piernas, correspondiendo al beso que poco a poco se hacía más intenso.


 


-  Bilbo… -Sintiendo como el hobbit saboreaba sus labios y se abrazaba a él en un impulso irrefrenable.


 


Sus labios pequeños saboreaban torpemente el sabor que manaba de la boca del enano. En medio del beso, su lengua juguetona se abrió paso pronto ante el mayor y este, sin poder evitarlo ya, profundizo el contacto. Hace mucho que no besaba a alguien y aquellos labios dulces y suaves, bastaron para reavivar en él lo que parecía dormido.


Se trataba de su Bilbo, su hobbit. El mismo que ahora le comía la boca con gran deseo y quizás hasta sin darse cuenta de lo que hacía. Pronto, el beso cesó mientras ambos amantes recuperaban el aliento.


 


-  ¡Thorin! Yo… -Balbuceó sonrojado el mediano, para separarse un tanto del enano que sonriéndole como nunca, le mantenía abrazado y pegado completamente a su amplio pecho.


-  No digas nada. Será nuestro secreto. Bésame –Le sonrío al ver su asombro-, es una orden –Dijo para tomar su barbilla y acercarse nuevamente al par de labios que sin saberlo, le habían declarado ya como suyo.


 


Gran parte de la noche se les fue entre besos y caricias inocentes. Solo bastaba que alguno de los dos necesitara respirar, para que el otro abrazara aún más las ganas de fundirse de nuevo. El cansancio sin embargo les iba ganando y casi a media noche, ambos habían cedido al sueño no sin antes abrazarse y arroparse con ambas mantas. Thorin lo sabía, no podía aspirar a más, ambos tenían una misión que cumplir y solo sus besos habían bastado para saber que no podría, atraerle a su mundo y despojarle del suyo propio era lo menos que merecía su hobbit.


-          Buenas noches –Le susurró para envolverlo en sus brazos y hundir su nariz en aquella mota de cabello que ahora arropaba su propio pecho.

Notas finales:

Espero les guste. Nos leemos pronto!


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