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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hola, hola! 

LAMENTO mucho la desaparición! :( La verdad es que estuve pasando por la peor crisis de inspiración que he tenido en toda mi vida (ni siquiera me animé a entrar a facebook para avisarles. Lo siento mucho
Pero buh...espero que no vuelva a pasar. Este capítulo costó mucho que saliera, pero aquí esta. Ya terminaron los exámenes, puedo relajarme. Volveré a retomar el ritmo en las actualizaciones. 

Espero que les guste el capítul
Un abrazo. 

PD: Aún no respondo los reviews

Capítulo 27





  
—Espera un minuto, Abe… —desperté, pero no abrí los ojos. Oí algunas voces a mi alrededor que en mi cabeza se escuchaban más fuertes y punzantes de lo que deberían, martilleando en mis oídos, haciendo trizas sus paredes. Pero sólo estaban susurrando. Respiré, no quería despertar del todo aún, necesitaba dormir un poco más. Sería sólo un momento.

   —¡A levantarse, señoritas! —gritó una voz y el repiqueteo de los pasos acelerados retumbaron e hicieron eco en toda la habitación, rápidos y frenéticos.

   —¿Qué estás haciendo? —me forcé a abrir los ojos y miré hacia la izquierda. Terence dormía a mí lado, estaba soñando.

   —¿T-Terence? —toqué su rostro, estaba sudado y se movía demasiado para estar simplemente dormido. Balbuceaba cosas que yo apenas lograba comprender.

   —¡Abe! —no gritó, pero su voz escapó como un aullido. Sería una pesadilla, de seguro.


¿Abe?  Nunca había oído ese nombre.

   —Hey… —le sacudí por los hombros—. Tienes que despertar… —Todos a nuestro alrededor se habían levantado—. Terence… —le llamé otra vez. Abrió los ojos de golpe, su respiración se detuvo. Parecía confundido.

   —¿R-Reed?  —balbuceó y volvió a respirar. La voz le tembló, definitivamente había tenido un mal sueño. Miró a su alrededor, desconcertado. Intentó ponerse de pie.

   —Oye, no deberías…

  —¿¡Acaso no me escucharon? —El cazador volvió a gritar. Terence tiró de mí para levantarme cuando el hombre se nos acercó de forma amenazante. Todos mis músculos dolieron al mismo tiempo por el brusco movimiento—. Scorpion ha dicho que podremos comer algo antes de partir si estamos todos en el centro en cinco minutos —gruñó, sus ojos destilaban rabia—. No voy a perderme otra maldita comida por su culpa, idiotas —Terence asintió con la cabeza un par de veces y yo me mordí el labio inferior para disimular el dolor de mis extremidades. Quizás los golpes de ayer me habían pasado la cuenta.

El cazador se fue cuando nos vio a ambos de pie y el dormitorio quedó completamente vacío. Terence suspiró, un suspiro largo.

   —¿Quién es Abe?  —le pregunté, mientras ambos caminábamos hacia la puerta.

   —¿Eh? —Él pareció confundido. Quizás ya se había olvidado de su sueño, suele pasar, sobre todo cuando se despierta muy abruptamente. Quizás no era momento de hablar de ello.

   —Nada —Yo también dejé escapar un suspiro—. Ya es hora, ¿no?  —Él clavó sus ojos multicolor en mí, fijos y noté que algo en ellos había cambiado—. ¿E-Estás bien?

Su mano acarició mi rostro. Me estremecí.

   —¿Tú estás bien? —respondió mi pregunta con otra. Su dedo pulgar recorrió un corte que tenía en el labio, seguramente me lo había hecho ayer.

   —Estoy bien… —busqué la mejor de mis sonrisas para dársela—. He estado mucho peor. Ya sabes, cuando estaba con Shark.

   —Claro… —Él también sonrió y me pregunté si su sonrisa era tan falsa como la mía—. A diferencia de que Shark no estaba loco… —dudó un segundo—. Bueno, no tanto como  Scorpion, al menos —encarnó una ceja y se mordió el labio—. Digo, lo que quiero decir…ya sé que lo dije ayer, pero…

Rodé los ojos.

   —Oye… —le interrumpí—. Ya hablamos de eso. Nadie tiene la culpa, estamos bien.

   —Bien… —masculló y me ofreció un hombro para que me apoyara en él. Negué con la cabeza, ayer me habían dado una paliza pero no era la primera que recibía, podía soportarlo, sólo tenía que acostumbrarme al dolor. Además, no estaba en mis planes demostrarle a Scorpion o a cualquiera de los cazadores lo mal que estaba, todo lo que dolía. No iba a mostrar debilidad.

   —Oye, chico… —Una voz desconocida nos alcanzó en la salida de los dormitorios y una mano cayó sobre mi hombro. Di un respingo, pero inmediatamente bajé la guardia al ver de quién se trataba. Un hombre de unos cuarenta años, con el cabello prematuramente canoso peinado perfectamente hacia atrás, sonrió y sus ojos de alguna forma parecieron brillar y no pude evitar sentirme sorprendido; hace un par de días había visto a este mismo hombre agonizando sobre una camilla, pálido como un fantasma, cubierto de sangre y con una mordida en el cuello en el que aún llevaba una venda. Recuerdo su fiebre y que incluso alcancé a ver los primeros signos de transformación en él. Pero ahora parecía un hombre completamente diferente.

   —¿Anniston, no? —dije. Los hombros de Terence se relajaron al oírme pronunciar ese nombre. Era el hombre de Scorpion que me comprometí a salvar. El que valía quince vidas.

   —James Anniston… —sonrió otra vez—. O Anniston, simplemente —estiró su mano cerrada delante de mí y yo por instinto extendí la mía a palma abierta, cuatro pastillas cayeron sobre ella—. Me enteré sobre lo de ayer. Debes estar adolorido, uno de estos será suficiente para las próximas ocho horas —Sus ojos se anclaron a mi mano mientras me hacía un gesto para que escondiera esas pastillas. Entendí que él no tenía que habérmelas dado—. Tú me salvaste. Desde ahora cuenta conmigo, haré lo que esté a mi alcance.

   —No es necesario, yo…

Anniston rió.

   —Sé que te obligaron… —me interrumpió—. Pero creo que no lo entiendes del todo —se acercó un poco a mí y su cercanía me incomodó—. Conocí a parte del equipo que creó este virus. Es un verdadero milagro que exista alguien que pueda contrarrestarlo de manera natural —susurró, muy bajo—. Creo que incluso Scorpion sabe eso. Así que por favor, mantente a raya y haz lo que él diga, para que no te mate —tragué saliva—. Tienes que mantenerte a raya y podrás salvarnos a todos.

Negué con la cabeza.

   —No puedo salvarlos a todos… —respondí, intentando sonar tranquilo y disimulando la molesta punzada en el pecho que tuve al recordar a todas las personas que no había podido ayudar. Hace tiempo que no pensaba en ellos…Natasha, David, Cassandra…Axel. Incluso recuerdo que él fue el que me dijo eso—. No puedo salvarlos a todos, pero intentaré salvar a todos los que pueda.

Sabía que las personas que no había podido ayudar no debían atormentarme como antes, debían ser fantasmas, recuerdos que no podían tocarme. Lo intentaba, todos los días; olvidarme de ellos. Tenía que ser así, era la única forma de mantener la culpa lejos. Ya lo había entendido, no podía pretender salvarlos a todos. Pero haría lo posible.

Anniston me dio una fuerte palmada en la espalda que me obligó a comprimir todos mis músculos al mismo tiempo para evitar la oleada de dolor que me recorrió rápido como un escalofrío.

   —Tienes una gran responsabilidad —me dijo.

   —Lo sé.

   —Bien… —nos hizo un gesto con la cabeza para despedirse—. Buena suerte ahí fuera —le lanzó una mirada a Terence—. Tú…mantén este milagro a salvo.

   —¿Y-Yo?

   —Vamos, sé que lo harás aunque no te lo pida —arqueó una ceja—. Todo el mundo está hablando de la forma en la que llegaste corriendo cuando Scorpion… —calló de pronto cuando una especie de silbato resonó en todo el lugar—. No importa, sólo procuren que no los maten —Se dio la vuelta para irse—. ¡Y deberías correr a los comedores, o Scorpion dejará a todos sin comida otra vez! —Se perdió entre la muchedumbre. Terence y yo cruzamos una mirada. Me llevé una pastilla a la boca y me la tragué, tendí otra hacia Terence y guardé el resto en mi bolsillo.

   —No necesito una.

   —Sí la necesitas —la cogí con mis dedos y se la metí en la boca a la fuerza—. Tienes que cuidar de mí, después de todo —me burlé. Él intentó escupirla, pero acabó tragándosela. Reanudé el paso y me dirigí hacia el comedor. Él caminó detrás de mí, tosiendo.

De pronto, su tos se mezcló con una risa.

   —¿Qué? —pregunté. Él carraspeó la garganta.

   —Yo también creo que eres un milagro —dijo—. Aunque no precisamente porque tu sangre pueda contrarrestar los efectos del virus —busqué signos de burla en su voz, pero era neutra. No trataba de reírse de mí.

   —¿Ah, sí? ¿Entonces por qué?

   —No voy a decirte.

   —No voy a insistirte, si eso es lo que pretendes —contuve una sonrisa, pero desapareció inmediatamente cuando llegamos al comedor.

Normalmente los cazadores eran ruidosos en el comedor: solían gritar, reír y discutir entre ellos como si estuviesen en una cafetería de secundaria, pero lo que presencié cuando entré a ese lugar fue diferente. Ninguno de ellos estaba siquiera hablando, todos estaban en silencio. Tensos y concentrados.

Incluso ellos, que no aparentaban ser más que un montón de psicópatas desalmados, parecían saber lo que se nos venía encima. Un enfrentamiento…una pelea. Una guerra es una guerra, lo fue antes y lo es ahora, incluso después del virus. La guerra nunca cambia, no cambia para ellos, no cambia para mí. No cambia para nadie.

Caminamos lentamente hasta la mesa donde los chicos estaban sentados, bajo la mirada de todos los cazadores. Antes había tenido que enfrentarme a los hombre de Shark para defender la isla y esa vez sentí las mismas miradas caer sobre mí; la gente de Paraíso me veía como un culpable, como el causante de todos sus problemas. Quizás esa vez tenían razón. Me pregunté si los cazadores pensaban lo mismo.

   —¡Demonios! ¿¡Eso es carne!? —Una exclamación baja de Terence me sacó de mis pensamientos. Al centro de la mesa y de todas las otras mesas, había una bandeja con un enorme trozo de carne que despertó todos mis sentidos cuando lo vi frente a mí, haciendo que se me hiciese agua la boca, literalmente.

   —¿De dónde ha sacado carne? —pregunté.

   —¡Bien, bien! —Scorpion y Cuervo atravesaron la puerta—. Tienen una hora para comer y descansar, luego partiremos —Un escalofrío me recorrió la espalda cuando le vi quitándose un delantal que estaba cubierto con sangre. Quizás habían matado un animal hace muy poco. Miré la bandeja al centro de la mesa y otra vez ese escalofrío me congeló hasta los huesos. Tuve un mal presentimiento—. ¿¡Qué esperan!? ¡A comer!

Todos comenzaron a comer, todos menos nosotros. Tan sólo nos quedamos quietos en nuestros lugares, observando el trozo de carne al centro de la mesa. Humeaba, olía endemoniadamente bien ¿Sabría igual de bien?

   —¿Creen que esté envenenada o contenga algo que nos dé diarrea? —preguntó Regen, medio riéndose, mientras quitaba el respirador de su máscara, su risa se oía agradable fuera de ella.

   —No creo que a Scorpion le sirva envenenar o intoxicar a sus hombres… —rió Terence y estiró sus manos para forcejear con un pedazo de carne y quitar un trozo para llevárselo a la boca sin más—. Mmm…está bueno.

   —¿En serio? —arrastré la bandeja hasta tenerla frente a mí e intenté arrancar un trozo. Había olvidado la última vez que comí carne cocida. La carne de las ratas no contaba. Logré apartar un pedazo, me costó trabajo, estaba dura. Volví a dejar la bandeja en el centro antes de llevarme el trozo a la boca y darle un mordisco—. Dios… —mascullé con la boca llena. Tenía hambre, quería tragar rápido, pero me contuve para disfrutar el sabor y masticar varias veces—. Sí que está bueno. Mmm… ¿Qué es lo que tiene? —tragué para llevarme otro trozo a la boca—. ¿Orégano?

 Regen arrancó un trozo con facilidad y se lo llevó a la boca.

   —¡Joder! —exclamó—. Esto está delicioso. Ethan, deberías probarlo.

   —¿Qué? ¿Por qué yo?

   —Se ve que estás hambriento —se burló el chico de la máscara y mordisqueó otro pedazo. Eden se echó a reír. Esto casi parecía una comida normal.

   —Incluso Regen puede notar cuando estás hambriento —dijo. Ethan hizo una mueca y abrió la boca para decir algo, pero su hermano no le dejó hablar—. Así, frunces el ceño aún más cuando tienes hambre.

Ethan quitó un trozo para llevárselo a la boca mientras gruñía groserías que no alcancé a entender.

   —Sí, está bueno… —tragó y se llevó otro trozo a la boca. Al parecer sí tenía hambre—. ¿Quieres que corte un trozo para ti, Aiden?

   —Uhm, yo…

   —Está bueno, ¿no? —Mi espalda tembló al oír la voz de Scorpion detrás de mí—. Yo mismo me encargué de su preparación…  —apoyó una mano en mi hombro y otra en el hombro de Regen, que estaba a mi lado—. ¿Te gustó la carne, salchicha frita? —le preguntó.

   —¿Salchicha fri…?

   —¡Ah! No me digas que jamás cocinaste una salchicha en un sartén… —le dio una fuerte palmada y pude observar cómo Regen se mordió los labios por la rabia al entender la “broma”. Scorpion se estaba burlando de él otra vez.

   —Sí, está bueno —se limitó a decir, descargando aún su enojo contra su labio inferior. Le di un codazo para que dejara de hacerlo, iba a romperse.

   —Me alegro que les haya gustado Tanner… —me dio una palmada que me desequilibró. Aiden soltó el trozo de carne que había estado a punto de meterse a la boca.

   —¿Tanner? —pregunté.

   —Claro. El idiota de ayer que comió de sus propios huevos… —me soltó—. Disfrútenlo. Sobre todo tú, Ethan…imagino cuánto te gusta este tipo de carne… —acarició el cabello del pelinegro cuando pasó por su lado para marcharse. Tardé varios segundos en entender lo que Scorpion acababa de decir. Ethan escupió la carne que estaba masticando, Jack dio un golpe sobre la mesa y entonces una oleada de asco subió desde mi estómago hasta mi garganta. Empecé a toser.

   —¿¡Q-Qué!? —cubrí mi boca y me aparté para no vomitar encima de todos—. ¿¡Qué ha dicho!? —seguí tosiendo.

   —¡Demonios! —Aiden sujetó a Ethan por los hombros que temblaban, para contenerlo—. Sabía que algo como esto iba a pasar.
  
   —¡E-Esto es…! —balbuceé.

   —Sí, esto es el cazador de ayer… —respondió Jack. Me aparté aún más para alejarme de la mesa e intenté correr al rincón más apartado posible. Sentí la bilis desbordándose en mi garganta. Vomité.

¿¡Canibalismo!? ¡Eso era demasiado!

   —¡Oye, no vomites la única comida que tendrás en el día! —me gritó Scorpion, desde algún lugar que mis ojos llorosos no alcanzaban a divisar—. ¡Eh, pelirrojo! ¡Quiero que limpies eso u obligaré al chico a comerse su propio vómito! —Terence se levantó inmediatamente. Intenté contenerme, pero volví a vomitar; necesitaba sacarlo. Una mano me acarició la espalda y otra apartó un mechón de cabello que estuvo a punto de entrar a mi boca.
  
   —Tranquilo… —Oliver comenzó a darme golpecitos en la espalda, lo hizo hasta que pude volver a respirar correctamente—. ¿Estás bien?

   —Si…yo… —Terence llegó junto a una especie de mopa para limpiar el piso—. D-Dame eso, Terence —intenté alcanzarlo.

   —No… —Él no me dejó—. Scorpion me ordenó hacerlo a mí —clavó sus ojos en los míos. Otra vez, presencié cómo cambiaban por culpa de la iluminación—. ¿Estás bien?

   —Estoy bien. Déjame hacerlo —insistí.

   —Sácalo de aquí, Oliver —ordenó el pelirrojo. Oliver me tomó por los hombros.

   —Volvamos a la mesa, Reed.

   —N-No tienes por qué limpiar tú, Terence. Estoy bien, puedo hacerlo.

   —Demonios, Reed —Terence alzó ligeramente la voz—. No voy a arriesgarme a que ese hombre cumpla su palabra y te haga comer de tu propia mierda.

   —No tienes que obedecer todo lo que él diga.

   —¿No tengo? —rió, pero su risa no fue nada agradable—. ¿Tú diciéndome que no debería obedecer? ¿Acaso ya olvidaste lo que ocurrió ayer?

   —No, pero…

   —¡Oliver! —gritó. Oliver me arrastró hasta la mesa otra vez y me obligó a sentarme. Terence continuó limpiando.

   —¿Estás bien, Reed? —me preguntó Ada.  Estaba pálida, como una hoja de papel.

   —Lo siento mucho, chicos.

   —Está bien… —Aiden habló sin mirarme, mientras jugueteaba con un trozo de carne entre sus manos. Parecía dudar sobre si comérselo o no—. La primera vez yo también vomité.

   —Y yo… —dijo Jack.

   —Yo también —agregó Amy. Chris arrastró el plato delante de él para cortar un trozo. Todas las miradas se clavaron en él.

   —No me miren así, yo también vomité la primera vez… —se llevó un trozo a la boca y lo tragó sin masticarlo demasiado—. Pero al fin y al cabo es la única comida que tendremos. No olviden que tenemos que salir a una guerra.

   —¡Les quedan veinte minutos! —gritó Scorpion, estaba sentado algunas mesas más allá. Miré a mí alrededor, él y la mayoría de sus hombres ya habían terminado de comer.

   —Bien… —Terence se sentó otra vez a mi lado. Miré hacia el lugar donde había vomitado, estaba ahora completamente limpio—. Es sólo carne de un bastardo. Vamos a comer… —un pequeño rayo de culpa y vergüenza no me dejó mirarlo a la cara por el resto de la comida.


   —Vamos a dividirnos en dos grupos, entraremos con los camiones por las dos avenidas principales… —Mis piernas no dejaban de temblar mientras estaba formado en una de las cuatro filas que habíamos armados. Scorpion y Cuervo estaban al frente, dando órdenes—. Uno de los camiones irá con Cuervo, el otro conmigo.  

   —Sabemos que sus puestos de avanzada se concentran en el frente, así que rodearemos la zona para atacarlos… —Cuervo hablaba mientras revisaba la munición de sus armas—. Vayan directo a su iglesia, donde acumulan a los infectados. Esas bestias son sus principales defensas, si las destruimos todas quizás se rindan antes de que explote la guerra.

   —La guerra ya explotó, Cuervo. Mátenlos a todos.

   —No es necesario acabar con todos, Scorpion.

   —Claro que lo es…. —Scorpion le entregó  un aparato a Cuervo, parecía un radio—. Estaremos en contacto ¡Las dos primeras filas, vengan conmigo! —caminó hacia la salida y los hombres que estaban en las primera y segunda fila marcharon tras él—. Ah, y tú, Aiden…

   —¿Yo? —Aiden retrocedió instintivamente. Ethan se posicionó delante de él, para protegerlo.

   —¿Vas a dejar a mi equipo sin un médico, Scorpion? —Cuervo interrumpió—. Tú ya tienes a Anniston y lo más cercano a un médico que me queda es este chico…

   —Ese idiota no podría salvar ni a una rata… —gruñó Scorpion.  

   —Este idiota es hijo de un científico y una experta en medicina… —Cuervo caminó hasta Aiden y estrujó su hombro con una de sus manos—. Sí, leí su expediente hace algunos años, cosa que tú no hiciste, supongo. Sus padres trabajaron en la elaboración del virus —Algunos murmullos de asombro se escucharon en el lugar. Yo también estaba sorprendido.

   —Ah, así que mami y papi destruyeron el mundo… —se burló Scorpion—. Está bien, quédatelo —le hizo una seña a sus hombres—. ¡Vámonos de una maldita vez!   

Aiden suspiró.

   —Gracias.

   —No lo hice por ti… —Cuervo le soltó y volvió al frente—. Está bien, hombres. Quiero que se mantengan unidos… —nos recorrió a todos con la mirada—. Tú, chica —apuntó a Ada—. Quédate aquí.

   —¿P-Por qué? —balbuceó ella.

   —No tienes idea cómo pelear, lo he notado. Sólo vas a estorbar. Además, la niña que ingresamos el otro día aún necesita que le cambien el vendaje, supongo que puedes hacer eso, ¿no?

   —Está bien, Ada… —le susurré al oído.

   —Pero yo puedo ayudar…

   —Ayudarás a estorbar, maldición.

   —Cuervo, estamos saliendo —La voz ronca de Scorpion salió del radio que Cuervo aún sostenía en la mano—. ¿Estás en posición?

   —No quiero muertes innecesarias —gruñó en voz baja Cuervo antes de contestar el radio. Yo mismo aparté a Ada de la fila—. Sí, estoy llegando —respondió y dejó el aparato en un bolsillo.

   —Cuida a Sophie, Ada… —acaricié su cabello.

   —Y tú prométeme que estarás bien.

   —Lo prometo.

   —Eh, Brann —El radio volvió a sonar y Cuervo dio un respingo cuando lo escuchó. Lo tomó otra vez.

   —¿Qué ocurre?

   —Cuida tu maldito trasero.

   —Lo haré… —sonrió—. Tú también cuídate, ¿sí?

   —No tienes que decirlo. Cambio y fuera.

El rugido de un motor nunca me había causado tantos nervios. Estrujé entre mis manos mi rifle, nos habían devuelto las armas para poder pelear, pero eso no me tranquilizaba en absoluto. Que ellos confiaran en nosotros hasta el punto de entregarnos nuestras armas significaba que nos necesitaban, significaba que los hombres de “La Hermandad” eran peligrosos, incluso para estos cazadores.

   —¿Así que…francotirador? —Lancer estaba sentado a mi lado, le había oído hablar todo el camino que habíamos recorrido. Suspiré—. ¿Qué tan bueno eres?

   —Mató a dos cazadores con un solo tiro —dijo Terence.

   —Sí, una vez maté a dos hombres de un solo tiro —confirmé y giré el rostro hacia Lancer y le sonreí—. Y eso que ni siquiera me caían mal. Soy bueno, podría dispararte a un kilómetro de distancia —fijé mis ojos en él y él correspondió mi sonrisa, pero estaba nervioso. Su mandíbula temblaba—. Aunque claro, no voy a hacerlo. No mientras no me des motivos para hacerlo —vi cómo la garganta de ese chico tragaba saliva.

   —Eres un bastardo aterrador —me dijo.

   —Lo soy cuando se trata de Ada.

   —Oye, oye…no voy a morder… —Un estruendoso ruido acompañado de un temblor sacudió todo el camión. Me levanté cuando sentí que el equilibrio me fallaba. Nos detuvimos—. ¿Qué demonios fue eso?

   —Voy a ver… —Un cazador se levantó para subir por el techo del camión.

   —Espera… —Cuervo intentó detenerlo—. No deberías salir por el techo.

   —Así podré ver mejor —nos hizo un gesto para que le ayudáramos a alcanzar la parte más alta del camión. Ethan se levantó y lo cargó sobre sus hombros. La adrenalina me recorrió todo el cuerpo, cargué mi arma—. ¡Aquí no hay nada! —gritó el hombre, que ya había alcanzado el techo y ahora se encontraba con la mitad del cuerpo fuera del vehículo—. ¿Revisaron los neumáticos antes de salir?

   —Los neumáticos están perfectos, baja de ahí —ordenó Cuervo.

   —Pues uno acaba de pincha… —El sonido de una bala retumbó en mis oídos; precisa, veloz y tan estruendosa que mi cabeza creó la imagen del arma del que había sido disparada. El cazador volvió a entrar al camión, sólo que esta vez lo hizo cayendo al suelo con una bala en la cabeza.

   —¡Francotirador! —grité.

   —¡Al suelo todos! —ordenó Cuervo. Alguien me agarró del brazo y me tiró al piso, bajo los improvisados tablones de madera que servían como asientos. Se escucharon más disparos que amenazaron con agujerear la cubierta del camión—. ¡Mierda! —el pelinegro se arrastró hasta la puerta del remolque para abrirla y disparar, pero la cerró inmediatamente—. Mierda… —repitió, más bajo—. Nos han tendido una trampa. Está lleno de zombies afuera.

   —¿Qué?

   —¿Cuántos?

   —¡Demasiados! —Otro disparo me puso la piel de gallina. Cuervo corrió hasta la otra esquina del remolque y comenzó a golpearla—. ¿Chad? ¿¡Chad estás bien!? ¡Contesta! —estaba tratando de comunicarse con los hombres de la cabina.

   —¡S-Señor! —una voz gritó desde al otro lado.

   —¿Koch?

   —¡Señor, mataron a Chad! —Otro disparo—. ¡M-Me están disparando desde alguna parte! ¡Está lleno de muertos! —Me levanté.

   —¡Agacha la cabeza, Koch! ¡No te muevas! ¡Hay un francotirador! —volteó hacia nosotros y buscó mi mirada. Asentí, había comprendido.

   —Ayúdame, Terence.

   —¿Qué? —Los ojos de Terence me mostraron cierta desesperación cuando me miró y luego miró el rifle que tenía en la mano—. N-No puedes.

   —¡Ah, demonios! —Cuervo caminó hasta nosotros—. ¡Iré yo!

   —N-No —Aiden interrumpió y  ofreció sus hombros para elevarme—. No te ofendas, Cuervo. Pero estoy seguro que Reed es mejor francotirador que tú.

   —¡Entonces ve de una vez! —gritó, dirigiéndome una punzante mirada con su ojo azul que pareció quemarme. Reconocí en él la inquietud y me percaté de la enorme diferencia que existía entre él y Scorpion. Cuervo aparentemente valoraba la vida de sus hombres, y ahora los estaba perdiendo. Eso lo angustiaba.

Cargué mis pies en los hombros de Aiden para que me levantaran y me ayudaran a subir. No salí a la superficie, sólo asomé mi rifle por el agujero que había en el techo. Tenía que observar y mantener mi cabeza cubierta, acostumbrarme a la penumbra antes de siquiera pensar en moverme y disparar. Era de madrugada aún, ni siquiera había atisbos de sol y la poca luz que había en el lugar hacía un molesto juego de sombras aterradoras que parecían estar en todas partes, como monstruos observando. Odiaba esta etapa del amanecer.


   —¡Koch, levántate un segundo y vuelve a tu lugar! —oí la voz de Cuervo desde abajo, quería atraer al hombre que nos estaba disparando, tenderle una trampa. Dos segundos más tarde, un disparo puso todos mis sentidos en alerta. Saqué la mitad  del cuerpo para ponerme en posición, lo había oído, sabía dónde estaba. Apunté,  estaba frente a mí, apuntando desde la ventana de un edificio, a unos setenta metros de nosotros. La mira del rifle dejó de tambalear justo a tiempo, justo cuando le vi darse cuenta que le estaba observando. No lo pensé dos veces, un relámpago de adrenalina corrió por mi hombro hasta la punta de mis dedos. Apreté el gatillo, la bala que él había intentado disparar se desvió y cayó en el techo del camión. Había matado a un hombre, otro más. Pero ya no se sentía como la primera vez.

Alguien tiró de mí hacia abajo y entonces, una nueva ráfaga de disparos intentó perforar el camión. Cuervo corrió hasta las puertas para abrirla y empezar a disparar, usándolas para cubrirse. Todos los demás corrimos hasta él para ayudarlo. Ya había caído su francotirador, pero por lo menos media docena de hombres nos estaba disparando desde posiciones seguras, mientras una oleada de muertos intentaba desesperadamente entrar al camión.

   —¡Tenemos que abrirnos paso!

   —¡Iré yo! —Ethan saltó sobre nuestras cabezas  y se abalanzó sobre un grupo de zombies. Regen y Jesse corrieron tras él, para ayudarle.

   —¡Todos afuera! —gritó Cuervo y una estampida de hombres nos arrastró y nos obligó a salir. Todo lo que vino después fue un caos, un caos de gente corriendo desesperada por salvar sus vidas. La horda nos siguió en todo momento. Corrimos calle abajo cubriéndonos la cabeza para no recibir un disparo. Algunos cayeron al suelo y fueron mordidos, pero volvieron a levantarse y siguieron corriendo, otros, simplemente cayeron y no pudieron volver a ponerse de pie. Fueron ellos los que nos salvaron realmente; cada vez que uno caía, una docena de muertos se detenía para devorárselo—. ¡Por ahí! —La voz de Cuervo me gritaba el camino; guiándome, de otra forma no habría podido. La mano de Terence me agarró justo a tiempo para tirar de mí y empujarme. Caí  sobre un  suelo frío, duro y seco.  Un montón de hombres entró conmigo y él me abrazó para que ellos no nos separaran. Estaba oscuro, sólo pude oír los gritos, algunos disparos, y una cortina metálica cayendo rápidamente para encerrarnos.

   —¿Estás bien? —gruñó entre dientes, alguien le había pisado.

   —Estoy… —ambos nos movimos hacia algún lugar, buscando un rincón apartado. El bullicio y los empujones  venían desde todas partes.

   —¡Cálmense todos! —La voz de Cuervo se escuchó rasgada y rota desde algún lugar—. ¡Prendan las putas linternas! —sus palabras fueron órdenes inmediatamente obedecidas. Como robots, sus hombres  encendieron las luces que iluminaron inmediatamente el lugar. Estábamos en una especie de almacén vacío, quizás una enorme cochera. Los muertos acumulados afuera golpeaban con fuerza la reja metálica, haciéndola temblar y haciéndome temblar a mí también. Se supone que nosotros íbamos a hacerlo, pero ellos tendieron una trampa primero, y había sido un gran golpe. Cuando partimos, éramos treinta y ocho hombres. No tenía que contarlos para darme cuenta que había caído más de la mitad—. Los que hayan sido mordidos agrúpense —me miró a mí y entonces me di cuenta—. Reed tiene la cura. Y los que estén heridos…

   —Tú estás herido —dije. Todas las cabezas giraron hacia él.

   —¿Yo? —siguió mi mirada, que se clavaba en su torso, entre el abdomen y la espalda. No sé en qué momento le habían disparado, ni que tan grave era la herida, pero la cantidad de sangre que salía de ahí asustaba. Seguramente él no se había dado cuenta por la adrenalina. Hasta ahora—. Oh, mierda —masculló.

 Pude notar el miedo en su voz.

Notas finales:

Ay, Cuervo! :( 

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo review

Que tengan una linda semana.

Abrazos! 


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