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Un canguro para Renji por 67vMikah

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Notas del capitulo:

Muchas Gracias a las dos que han comentado, son un amor... n-n 

Hisana San

y a Candi_Shuichi

A quienes leen, les agradezco un millón.

Espero que disfruten este cap. 

Capítulo Tres: El llamado paterno

 

En ese segundo de paz y sonrisas en la interior de la oficina fueron a interrumpir. Rikichi golpeaba con suavidad la gruesa puerta de madera que permanecía cerrada a pesar que él había estado golpeando insistente pero no desesperado.

-Abarai san… Abarai san...- Llamó, parecía inquieto, su voz sonaba insegura... – su hija…- Siendo esa voz la que alertó y trajo de vuelta a los amantes.

Todo había transcurrido muy rápido para la mente aún adormecida por el Orgasmo de Renji, ya que su cuerpo y mente estaban perdidos en el mundo del placer.

Quien se suponía debía estar cuidando a su hija estaba tocando la puerta con sutileza pero con ansiedad lo llamaban, entonces su instintos de padre protector se elevaron a los niveles máximos. Una sola pregunta asaltó su mente ¿Y si Ichika estaba mal…?

Bebe murmuró tras un suspiro separándose del calor de su amante.

Se levantó sin cuidado. Muy impropio de sus antiguos encuentros, más al no oír queja, buscó sus ropas lo más rápido que pudo y mientras se colocaba el uniforme recordó que con quien se había acostado era su cuñado y no su novio.

Y el sentimiento de culpa golpeo en su pecho como una bala muy bien dirigida. Había engañado a Rukia, había engañado el compromiso más sagrado que había jurado no romper, lo peor era que lo había hecho con quien se había prometido no volver a juntarse. Era un infiel de tomo y lomo.

– ¡Demonios! – Soltó Renji al sentir el anillo en su mano que apretaba como queriendo cortar su falange. Bajó la mirada culpable y un tanto avergonzado intentando sacarse aquel verdugo degollador. ¿Qué rayos estaba haciendo? ¿Qué había pensando en ese minuto? -Mierda- bramó al quitarse por completo el anillo nupcial.

Intentó prestar atención en cómo Byakuya se quedaba tranquilo, a pesar de sus bramidos, observando el infinito y quizás con la miraba perdida aún más allá, oculto en su pensamientos que no sabía cómo Renji llegar desde esa oficina con sofá a lo que estaba maquinando.

Entonces, al no saber cómo traducirlo en un pensamiento más coherente, se dedicó a sólo admirar su belleza. Pues si no les entiendes, sólo hay que quererles. Recordó las palabras de Matsumoto.

Fueron los segundos más largos, en donde lo apreciaba en su completa desnudez, con sus piernas largas acomodadas en una forma elegante sin llegar a verse obsceno, con su respiración más marcada que lo acostumbrado, pero serena. Lo percibía mucho más relajado.

Era un escarmiento del destino que tuviese que ir a fuera, por ser traidor y perderse tan agradable escena.

– Ehh taicho... Yo, hem – Balbuceo mirándolo hasta que sus miradas se conectaron – ¿Te molesta si…? – Dejó Renji la pregunta en el aire, mientras el joven de cabellos negros negaba cerrando los ojos frios sin pronunciar palabra alguna, absolutamente nada, ni siquiera un quejido o mueca.

Para Abarai venía siendo esa una respuesta sencilla pero certera. Como si su capitán no necesitara hablar.

Entonces Renji se amarró el cabello en una coleta alta, y desordenada. Aventurándose a saber qué era lo que el sexto oficial deseaba. Respiró ansioso caminó a la puerta, saliendo sólo la parte del cuerpo que necesitaba verse. No dejaría pasar al muchacho y que tuviera la oportunidad de ver aquello que sabía a conciencia solo él pudo y podría apreciar.

– Hola Richiki- dijo tras abrir un poco la puerta sintiendo cómo el aire viciado salía de la oficina, haciendo que las mejillas del muchacho se expandieran un lindo tono rosa fuerte. Había captado qué era lo que había estado haciendo. Pensó Renji, el muchachito no era tonto.

– yo... Abarari- san yo... – musitó incomodo el más joven pues evitaba mirarlo a los ojos... Renji entonces escuchó claramente cómo el cuerpo de Byakuya se levantaba del sofá, luego cómo los pies del mismo joven noble se movían por el piso de madera haciéndola crujir a cada paso con suavidad. No pudo evitar mirar atrás de la puerta dejando al joven oficial con la palabra y la vista perdida al interior de la oficina...

Ambos suspiraron al verlo caminar con esa elegancia que siempre lo había caracterizado, hasta llegar al musuma secreto en la pared, en donde se detuvo unos segundos enfrente al biombo, que a Abarai se le antojó dudativo, extraño en su persona para luego decidir y pasó a deslizarlo con tranquilidad.

Bendito sean esos ojos que te miran… murmuró el pelirojo con el aire contenido mientras observaba a detalle esas piernas firmes y torneadas. Lo podría ver mil veces y las mil veces le pasaría lo mismo, estaba embobado por ese noble hombre frio que podría hacer con él lo que deseara.

Entonces repasó con su mirada mientras deseaba tocar sobre esa espalda de blancura increíble y suavidad cremosa, mientras fantaseaba apretar el trasero lo suficientemente duro para que no se moviera fuera de voluntad, completamente delicioso como para apresarle.

Lo deseaba Renji de eso estaba seguro lo necesitaba como quien se aferra a un ideal, pensó mientras observaba como el cuerpo desnudo de su capitán se movía con una tranquilidad infinita tras el biombo que mostraba una habitación escondida en la oficina del capitán hasta llegar al baño de esta habitación.

Se observaron un segundo, pero fue suficiente como para desearlo con intensidad nuevamente. De su ser de admiración y deseo no supo mas, pues se había internado en el cuarto de baño, seguro se ducharía a fondo y luego comenzaría con su rutina de "relajación y paz interior", sonrió al recordar sus muchos rituales cotidianos.

Renji dejó salir el aire, sentía al muchacho incómodo, inquieto y algo avergonzado esperando en frente suyo en las afueras de la oficina.

– Rikichi, ¿Decías? – volvió a mirar al Jovencito, una vez su Capitán entró al cuarto de baño, más que sonrojado que ahora miraba sus sandalias, se notaba nervioso y pasaba algo de saliva para poder hablar.

– Su hija señor... – Habló un poco más fuerte. Renji notaba como se daba valor a si mismo, cosa que eso le pareció divertido ¿Había visto algo desde su posición que lo había puesto así de tembloroso?.- ella... mmm jem- tosió intentando pasar el momento- ...Perdón ... yo no quise eh - Murmuró sonrojadismo mas cerró los ojos tocando con nerviosismo su trenza en su oreja izquierda intentando darse valor y quizás, olvidar lo que había visto, o simplemente calmarse para decir lo que estaba intentando decir con tanta urgencia. En cambio a Renji le pareció aún mas cómico.

- ¡Señor!... Ella… Ella se ha quedado en el comedor del escuadrón pero no sé que darle, ella llama a su mamá y… y…-

– Pero ella no está en la sociedad de almas– Cortó antes de que siguiera hablando. Chasqueó la lengua antes de suspirar recordando su discusión de esa mañana. Todo era un mar de problemas con Rukia.

La morena le había prometido que si iba a ver a Ichigo, que irían juntos como “familia”. Pero resignado a que las cosas no habían salido como debían, se habían prometido un tiempo de espera antes de volver a casa fue entonces cuando había decidido quedarse e ir a trabajar, llevado a la niña al escuadrón. Se rascó la nuca se había convencido a sí mismo en la idea de tener que ir, él en persona, a buscar a su niña, a Ichika Abarai.

Su hija era un caso dificultoso cuando no estaba con su madre por más de un días. Todo porque Rukia Kuchiki la mantenía en regla.

– Iré- Quizás su rostro colocó más emoción que su voz, se apoyo con un brazo en el marco de la puerta dejando que el muchacho viera más allá de lo que había deseado en el inicio, el desastre en la oficina sintiendo el aroma a sus últimas travesuras.

Suspiró entre cansado y resignado a su mala suerte, pensando en qué ofrecer a su hija para convencerla en quedarse sólo en la oficina desastrosa. Cerró los ojos cansado de ocultar siempre sus "descuidos", a pesar de eso sintió como el Sexto oficial reaccionó de inmediato acercándose a su cargada postura.

Renji colocó tenso los músculos cuando Richiki se acercó a susurrarle al oído algo que no necesitaba tanto secreto ni proximidad…

– Yo puedo con ella– Habló el sexto oficial del escuadrón, mientras posaba sus labios sobre el oído del teniente, haciendo que el aliento chocara contra la piel haciendo erizar los cabellos del teniente – pero me debes cubrir con Kuchiki Taicho y me deberás, aparte, un gran favor…-

– Lo haré Lo haré, Gracias Rikichi– Renji sonrió de lado. Mientras el otro reía y se iba sonrojado. Entendió cómo el chiquillo aún estaba colado por él y deseaba mantener esa proximidad antes de que sucediera lo mejor de su vida. Su relación con el jefe de los Kuchiki.

Antes de que desapareciera en el pasillo Richiki se giró a hacerle una señal para que no se le olvidara lo prometido.

Genial, Eso le daba tiempo para poder bañarse y vestirse de manera más apropiada. Una idea traviesa se le ocurrió tras cerrar la puerta que daba al pasillo dejándola con llave. Se desperezó con tranquilidad pero al mirar el musuma cerrado, desestimó toda provocadora idea de interrumpir en la ducha de su jefe. Buscó entre sus bolsillos y encontró lo que necesitaba en ese instante. Encendió el cigarrillo y le dio una calada profunda. Quizás otro día asaltaría como corresponde el pacifico ritual de ducha de su Capitán. Sonrió dejando salir el aire y haciendo un paso rápido se decidió ir a las duchas del escuadrón.

Cuando volvió de su ducha corta en su habitación del escuadrón, su capitán estaba sentado tras el escritorio con su rostro serio y una taza de humeante té de jazmín que invadía sus sentidos. Se miraron un segundo, observándolo cómo el cabello mojado aún goteaba por sobre sus hombros y espalda del yukata azul indigo con decoración sutil de flores mojando hasta el obi delgado de color marrón claro. Lo comprobó cuando tomó de un estante unos documentos que dejó sobre el escritorio que además llevaba las sandalias estilo geta con los calcetines blancos.

-A trabajar Renji- Dijo en un tono frio e irritante sacándolo de sus pensamientos; mas el teniente sólo le sonrió con simpleza. Había vuelto a ser el de siempre, el duro y rígido Capitán del sexto escuadrón.

Luego de un par de horas de papeleo intenso por parte de ambos, pues tras su entretención sobre la mesa del capitán y otras partes de la oficina, debió rehacer informes, limpiar y acomodar el desastre con la tinta negra que habían dejado. Pero una sonrisa amable estaba pintada en el rostro del teniente. Ahora hacía todo con mucho gusto.

Aún quedaba ese aroma dulzón en el aire, dulce y empalagoso, que revolucionaba las hormonas al teniente, a pesar que estaban ventilando la estancia. Renji, luego de calmarse y concentrarse en el trabajo, un pensamiento acudió a su cabeza. Era imposible abstraerse por completo de la realidad que estaba viviendo, de sus obligaciones, de sus últimas discusiones y travesuras. Era un pensamiento que quedado muy escondido en algún lugar de su cerebro durante ese momento de juego con su superior.

Su hija Ichika.

Qué estaría haciendo Richiki, se preguntaba en ese instante ¿cómo estaría su hija, habría almorzado, estaría llorando? Se sintió culpable e irremediablemente irresponsable, prefirió el placer antes de su seguridad, prefirió el placer carnal antes de sus obligaciones. Recordó las palabras de su esposa, eres tan inmaduro…

-Si estás preocupado… ¿Por qué no la traes a nuestra oficina?- preguntó de golpe Byakuya, aquellas palabras que habían salido de la boca del noble como flotadores en un mar de incertidumbre y se aferraría a ellas como un naufrago a su única salvación.

-¿No te molestaría?- Dijo sin pensar, habían estado quemando su garganta, pues una de las tantas inquietudes del teniente lo estaba carcomiendo por dentro... Se sintió torpe, estúpido al decir tan francamente lo que pensaba. Pero así el teniente intuyo que lo había estado molestando a su capitán no era su retraso, sino por algún motivo su tema estaba relacionado con su hija. Bebé quien él había aceptado en su familia.

¿Sería sólo eso o sería otra cosa? ¿Habría hecho algo más que le molestara?

Kuchiki Byakuya mantenía un rostro serio para Abarai Renji, mientras su cabello estaba goteando por su yukata de color azul, no movía un músculo hasta que en un segundo desvió la mirada a los documentos que estaba re escribiendo el informe que estaba manchado de tinta... Dándole la impresión al Teniente Abarai que eso era más importante que su hija o lo que estuvieran hablando.

-No Renji , no me molesta... Ve a buscarla –

Cabreado Abarai se levantó del escritorio que le correspondía, se sentía insultado pero igual sacaría a su hija de donde estuviera y la traería a la oficina. Caminó a paso firme hasta la puerta de la oficina la abrió con molestia  y la cerró con brutalidad sin mirar atrás a un Capitán que sólo mantenía su mirada en ese té de jazmín humeante.-.

 

Notas finales:

Bueno si tienes algo que decir, por favor, escribelo en los comentarios, sea bueno o malo  n.- todo es bienvenido. 

Saludos~~~


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