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Me enseñó a vivir por Lemniscata

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Notas del capitulo:

Después de tanto, aquí les traigo la continuación de esta historia.


Espero lo disfruten.


 

Harry Potter ni el mundo mágico me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto y blablablá.


 

 


Capítulo III: Convivir es más fácil que vivir.


 

“Cada uno tenía su pasado encerrado dentro de sí mismo,
como las hojas de un libro aprendido por ellos de memoria;
y sus amigos podían sólo leer el título”


Virginia Woolf


 

Ahora que estaba en una mejor situación con Malfoy, las cosas eran mucho más fáciles, el ambiente en la casa era respirable y ambos no se evitaban en todo momento para no tener una pelea colosal. Harry podría vivir así eternamente, pero el destino lo odiaba, el destino o lo que fuera que dominara en su vida. Lo odiaba y lo odiaba mucho.


 

Apenas una semana después de la tregua con el rubio, Ron llegó de visita, siempre llegaba sin avisar y, en realidad, aquello no molestaba en absoluto, pero en ese instante no estaba preparado para ver cómo se armaba toda una batalla campal en su sala cuando el pelirrojo se encontró con Malfoy. Para su suerte, y sin cuestionarse mucho el por qué, el rubio no hizo más que quedarse callado y bajar la cabeza. Quizás Azkaban no le hizo tan mal. Se pateó mentalmente por pensar así y desvió la atención a una salida que harían con los niños, Ron de inmediato se integró a ese tema y Malfoy pareció respirar tranquilo.


 

—Iremos al mundo muggle en un par de días más, quizás la semana próxima. Pero hoy vamos a ir a comprar libros, ya sabes, como estamos en una zona mágica, el correo no llega, el correo muggle. Y aunque tengo ese buzón en Londres, a Alioth y a Teddy les gustan las librerías, especialmente porque tienen gran variedad de literatura para niños —comentó Harry con una sonrisa.


 

—Ah, eso es genial, ¿y dónde están esos mocosos? —Malfoy arrugó la nariz tras ese comentario de Ron, como si estuviera oliendo mierda.


 

—Supongo que bajarán pronto —murmuró y rogó porque así fuera.


 

Un cuarto de hora después los niños entraron al salón, iban vestidos al estilo muggle con la ropa que Hermione o Harry les había ido comprando, generalmente usaban ropa de mago, porque les era más cómodo para sus tonterías. Allí solo era Harry quien seguía vistiendo la ropa de toda su vida, pero realmente no importaba, si los críos estaban bien con eso, él no se quejaría.


 

—No van a salir con esas pintas, ¿verdad? —exclamó Malfoy como si el solo hecho de pensarlo fuera muy doloroso para él.


 

—¿Por qué? ¿Qué tienen? Siempre salimos así —preguntó Teddy, mirándose a sí mismo y luego a Alioth quien se había sonrojado tras el comentario de su hermano.


 

—¿Los hacen salir así? Por Merlín… —el rubio se acercó a los niños y analizó la ropa—. Estas prendas son de una pésima calidad, ¿no sabes que los niños corren, sudan, juegan y otras cosas, Potter? Deberían vestir mejor.


 

—¿Quieres que vistan como tú a esa edad? De negro y bien arreglado, muy quietecito, como si ensuciarse fuera algo muy lejano para ti, ¿no? —atacó Ron con malicia.


 

Malfoy solo lo ignoró y siguió mirando las prendas, obligándolos a quitárselas a los niños que obedecieron felices, adoraban ver a Ron perder los estribos y, al parecer, el nuevo inquilino iba a lograr todo un espectáculo. Harry se quedó quieto, sin saber muy bien qué hacer, detestaba esas situaciones.


 

—Iré a la mansión a buscar la ropa que tenía de niño —terminó diciendo decidido Malfoy.


 

—Agradezco tu intención…, pero iremos al mundo muggle y necesitamos ropa muggle… —susurró Harry, no queriendo crear más problemas de los que ya habían.


 

—Eso es obvio, Potter —replicó el rubio, apartándose de los niños para mirarlo—. Cuando era pequeño visité muchas veces el mundo muggle, puedo asegurar que lo conozco mejor que Weasel [comadreja].


 

—¡Hey! ¿Qué te pasa maldito hurón? Ojalá hubiese aprendido ese hechizo para transformarte en el bicho blanco ese.


 

—¿De verdad? No tienes imaginación alguna, Weasel. Usaré tu chimenea para llegar a la mansión y traeré la ropa, deben haber varias prendas que le queden.


 

—Oh… ¿le heredarás ropa a tu hermano menor? —Ron no odiaba a Alioth, eso era claro, pero sí quería vengarse de años de humillación, por lo que con ese comentario no pudo evitar hacer una sonrisa burlona y ganadora.


 

—Claro, el pobretón siempre lo vería así —mencionó Malfoy casi como si estuviera cansado, pero más bien parecía un comentario hiriente—. Mi madre era una fanática de la moda. Aunque vistiera diferente cada día, no habría alcanzado a usar todos los trajes que compró para mí. Obviamente iré por las prendas que tienen hasta la etiqueta. Si quieres puedo ver si tengo algunos trapos para ti.


 

Ron iba a responder, pero el rubio fue más rápido y se fue por la chimenea. Después de eso, nadie pudo parar al pelirrojo que ni siquiera el gran banquete que comieron como desayuno impidieron que se siguiera quejando “del rubiecito malagradecido”. A Harry, por otro lado, lo que le preocupó fue otra cosa. Malfoy había llegado sin ningún equipaje y al parecer luego de salir de prisión habría ido a la casa de Snape a buscar pociones, pero nunca pasó por su casa. Además, desde que se había quedado a vivir con Harry, Teddy y Alioth usaba la misma ropa siempre, cada día aparecía limpio y sus prendas hasta se veían como si estuvieran planchadas, pero siempre era el mismo traje. Mientras comía, deseó que Malfoy trajera un poco de ropa para él, con ese orgullo que se traía, seguro debía ser doloroso vestir cada día lo mismo.


 

Unas horas después, Malfoy se apareció por la chimenea, traía un saco lleno de ropa y una maleta que de inmediato Holly hizo desaparecer, probablemente hacia la habitación que el rubio ocupaba. Los niños se acercaron curiosos a ver el contenido del saco y hasta Ron se mostraba atento, seguro ya tenía varios comentarios para hacer.


 

Sorprendentemente, las prendas eran bastante comunes, eran algo que verías en las estanterías de las grandes tiendas. Malfoy murmuró algo de que eso era lo que había seleccionado de lo que tenía y Harry se acercó a mirar. Todo era de marca, con materiales agradables al tacto y que al parecer también eran resistentes. Había una variedad de pantalones, camisas, sudaderas, camisetas, suéteres y una que otra chaqueta o abrigo. Los críos de inmediato se zambulleron a elegir, separando prendas del montón que había traído Malfoy para reclamarlas como suyas.


 

Ron no pudo decir nada, la ropa era de buena calidad, nueva y, por sobre todo, infantil y totalmente muggle, nada era elegante y pretencioso. Harry no pudo evitar pensar que aquello era extraño, ¿acaso Narcissa era una mujer que gustaba de la moda muggle? ¿O que llevaba regularmente a su hijo a museos o de compras? Levantó la cabeza para preguntar, pero Malfoy ya no estaba, probablemente él también estaba viendo la ropa que había traído para sí. Harry sonrió y siguió viendo cómo sus niños se ocupaban en probarse prendas y escoger.


 
 
 

En una de las tantas visitas de Charlie, Alioth recibió un conejo de peluche de color azul, el niño se volvió inseparable a éste de inmediato, Teddy, por otro lado, destruyó a la primera el perrito que le correspondía. El conejo era más bien un cojín, un cuerpo más o menos triangular donde colgaban sus cuatro patitas, en la base del supuesto triángulo estaba su cola redondeada y en la punta se formaba su cabeza, de esta aparecían dos orejas alargadas. No era un conejo clásico, pero sí tenía toda la forma de uno. El problema era que Alioth había sacado de quién sabe dónde que era una foca, y así le había llamado: Seal [foca], en un principio nadie le contradijo ni le corrigió, tenía poco más de cuatro años, estaba bien que le llamara como quisiera.


 

Pasado el tiempo aquel peluche se volvió esencial para el niño, lo llevaba a todos lados, dormía con él incluso cuando se dormía con Teddy. Eran uno y las pocas veces en que no estaba involucrado era en las comidas, principalmente porque Andrómeda lo convenció que el peluche también debía comer, pero en su mundo; cuando debía salir, porque Teddy lo había molestado lo suficiente; y cuando volaba, porque podía ser peligroso para él, aún cuando las escobas no le permitían ir más allá de un metro de altura.


 

Malfoy aún no conocía al famoso peluche y lo vino a conocer en un día normal de domingo, Harry estaba medio durmiendo en uno de los sofás, había tenido una noche de pesadillas y debía enfocarse en hacer una entrevista en línea, así que intentaba recuperar fuerzas. El rubio estaba sentado en otro sofá, al parecer leyendo y Teddy y Alioth jugaban sobre la alfombra algún juego de cartas inventado por George y Ron.


 

—¡No puedes hacer eso, Teddy! —chilló la voz de Alioth—. Seal, ven conmigo, no podemos jugar con tramposos.


 

Entonces Malfoy había levantado la vista, curioso y probablemente había notado cómo el niño se abraza con fuerza al peluche de conejo, haciendo mohines y mirando el juego.


 

—¿Seal? Tiene más pinta de conejo que de foca, en realidad, ni siquiera parece una foca. —comentó Malfoy.


 

Un silencio extraño se instaló, el niño rubio había levantado sus ojitos del juego y los había enfocado en su hermano mayor, parpadeando confundido, como si no hubiese entendido a lo que se refería. Harry se acomodó y observó la situación, preguntándose si debía intervenir o solo observar lo que ocurriría.


 

—Es una foca, por eso se llama así.


 

—Claro que no, míralo, tiene orejas, ninguna foca tiene orejas tan largas. Es un conejo.


 

Harry se levantó rápido al ver el rostro de Alioth quien había mirado a su peluche con atención y había acariciado las orejas de éste, el mohín se hizo más pronunciado y el labio comenzó a temblarle.


 

—¡Es una foca! —volvió a chillar y se abrazó más al animalito.


 

Malfoy se mantuvo callado, mirando a su hermano y al peluche, el niño, mientras derramaba lágrimas silenciosamente, observaba analíticamente a su peluche, tocándolo y revisándolo. Teddy se mantenía en silencio, presenciando la escena como si no se creyera lo que pasaba. Harry tampoco supo qué hacer, pero no hizo falta. El pequeño se levantó, se acercó a Malfoy y le entregó el peluche como si le diera asco, como si hubiese descubierto la mayor mentira de su vida. En su rostro se veía la decepción y el dolor que ésta le producía.


 

—Es un conejo —concluyó al fin, empezando a llorar esta vez no como un niño mimado a quien se le contradice, sino con el dolor de quien da cuenta de una verdad que no logró ver antes.


 

En ese momento Harry se acercó y tomó en brazos al niño quien rápido se acurrucó contra su hombro, abrazándose con sus delgados y pequeños bracitos a su cuello, sollozando con verdadera pena por tal descubrimiento. Malfoy seguía sentado en el sofá, sin saber qué hacer, con el peluche de conejo sobre su regazo, abandonado allí como si fuera el mensajero de una horrenda verdad. Teddy también se había levantado y se abrazaba a Harry, acariciando como podía la espalda del niño que seguía llorando desconsolado.


 

—Yo… lo siento… No sabía… —Malfoy parecía confundido, se levantó, tomando al peluche de una de sus patas y salió de la sala.


 

Harry quiso ir detrás de él, pero su preocupación era su ahijado, así que solo intentó consolar al pequeño y a Teddy, terminando por prepararles un poco de chocolate caliente. Después de todo, era su deber proteger a esos niños que no tenían a nadie más.


 
 
 

Unos días después Harry bajó las escaleras y se dirigió a la cocina para revisar el desayuno. Al parecer Holly ya había arreglado todo, pues la mesa estaba puesta y los platos del día anterior lavados y secos. Iba a dar media vuelta para ir por los niños y de paso despertar a Malfoy cuando notó que solo habían cuatro puestos. La elfina no haría algo así, estaba seguro.


 

Sintiendo el corazón palpitar con fuerza, esa horrible opresión en el pecho y el dolor terrible en la cabeza. Temblando se acercó a la mesa y constató que sí, eran cuatro puestos. Sus pensamientos se volvieron un torbellino, no podía moverse, no podía respirar por mucho que boqueaba, el aire entraba y salía, las manos le sudaban, un pitido era lo único que escuchaba y cuatro… Veía el cuatro en todas partes… Debía sacarlo, debía arreglar. Pero no podía moverse, no podía hacer nada. No importaba hacia donde mirara, habían cuatros, si restaba, si sumaba, multiplicaba o dividía, todo era ese jodido número. Se agarró al respaldo de la silla como si fuera una tabla de salvación, los platos lo miraban, los tenedores y las tazas, cuatro de cada uno. Iba a vomitar. O iba a hacer explotar la casa, notaba su magia temblorosa queriendo desbordarse.


 

Una mano pálida entró a su campo visual y movió un par de cosas, Harry solo miró sin hablar y no fue hasta que aquella mano retiró uno de los platos, con su tenedor, su taza y su servilleta, que pudo respirar tranquilo. Malfoy lo miraba con cierta curiosidad y algo de temor, Harry iba a hablar, pero solo se echó a llorar, la tensión de ver ese número lo superó. El rubio dejó las cosas a un lado, no sobre la mesa, y se acercó a darle un pañuelo.


 

—Me apresuré e hice el desayuno con Holly, disculpa, no sabía que… tenías ciertos rituales.


 

Harry asintió, cuando al fin se recompuso, llamó a la elfina, esta se apresuró a integrar el puesto faltante para que fueran cinco puestos y se despidió. Malfoy en algún momento había preferido huir, dejándolo solo en la cocina. No supo si eso era bueno o malo, pero decidió no pensar demasiado en eso y terminar de tranquilizarse. Aún temblaba cuando Teddy se acercó a abrazarlo y Alioth le sonrió, temblaba, pero estaba bien, gracias a Draco…


 
 
 

Hermione, a diferencia de Ron, no había hecho ningún escándalo al ver a Draco. Le había saludado con cortesía y luego se había enfocado en otras cosas. Harry no sabría decir si era gracias a su madurez, inteligencia y demás virtudes, o porque las hormonas de su embarazo le impedían ser cruel, especialmente con alguien que se veía bastante demacrado. Draco había subido de peso después de tanta comida, su piel no parecía tan cenicienta y su rostro algo más calmado, pero seguía mostrándose como si le hubiesen dado una horrible paliza o como si la noche anterior hubiese sido luna llena y él hubiese tenido que aguantar su licantropía, así como se veía el profesor Lupin, pero quizás, mucho peor.


 

Todos los años su amiga llegaba a obligar a Harry a ordenar un poco la casa, a deshacerse de lo que ya no utilizaba. Esto más bien consistía en Harry echando todo lo que su amiga no quería ver en una caja y tirándolo en un cuarto anexo en la casa por el patio trasero. Ese día de verano se había aparecido con su hija, Rose, de la cual también era padrino, por cierto, y se puso manos a la obra, sin embargo, tal actividad no funcionaba con tanto niño revoloteando, mucho menos con el avanzado embarazo de Hermione, así que terminaron rindiéndose en el patio, teniendo un día de picnic, con un Teddy y un  Alioth sobreexcitados creyéndose tan mayores frente a una pequeña Rose de un año que parecía sorprenderse con todo. En eso estaban cuando Hermione preguntó por cierto objeto mágico para bebés que no había podido encontrar de buena calidad y que sabía Harry aún conservaba, dos para ser más exactos, así que se levantaron y fueron al bendito cuarto.


 

Éste estaba oscuro y olía encerrado, todo entraba allí, pero era muy poco lo que salía, más allá del árbol de Navidad junto a sus adornos y una que otra cosa, todo lo demás quedaba sellado allí. Harry se adentró junto a Draco y desde la puerta Hermione veía con su hijita encima, impidiendo el paso a los otros dos revoltosos. Mientras Harry removía las cajas y Draco iluminaba con una lámpara, el niño que vivió sintió algo agradable, era como un anhelo, como oler algo que te recordaba a tu hogar o a una persona, era como escuchar los pasos de alguien que se había ido y volvía después de tanto, era como cuando reparó su varita e hizo el primer hechizo. Se apresuró a moverse para acercarse a esa fuente de… algo. Y se sorprendió un poco que tanta energía viniese de su baúl de la escuela.


 

Se inclinó y con ceremonia abrió la tapa. La sensación sólo aumentó y algo en su interior ya sabía qué encontraría cuando metió la mano dentro y sus dedos evadieron túnicas, pergaminos y libros hasta dar con el objeto. Lo agarró fuerte en sus manos y lo sacó con cuidado. Una varita. Esta se removió ansiosa, pero Harry no tenía que ser un genio para saber que el llamado no era hacia él. Levantó la vista y allí estaba Draco Malfoy, su expresión anhelante, pero quieto, como si no supiera que fuese correcto ir por lo que le pertenecía. Había un silencio agradable, ceremonioso, ninguno de los niños abrió la boca, porque el momento era tan importante que no debían arruinarlo y eso lo sabían. Era magia pura.


 

Harry extendió la mano y le ofreció la varita, apenas Draco la tomó fue como si el mundo se detuviera, como si ahora todo fuera a estar bien, cada pieza en su lugar. El rubio ya no estaba tan ojeroso, ni tan pálido, ni tan demacrado o eso parecía a los ojos del otro mago. Draco se dedicó a observar su varita con verdadero amor y cuando hizo un pequeño hechizo, un lumus, fue como si el mundo terminara de ser perfecto.


 

Frater magicae —susurró Hermione.


 

—¿Qué? —Harry se giró y el hechizo se terminó, aunque la sensación quedó presente.


 

—Solo lo había leído en libros, jamás había visto uno hecho realidad… —siguió parloteando—. Eso significa que el pelo de unicornio de tu varita te fue dado directamente por el unicornio.


 

Draco la observó algo avergonzado, mirando ansioso su varita, como si quisiera huir con ella. Los niños, por otro lado, apenas salieron de su estado, se abalanzaron sobre él y lo llenaron de preguntas. Harry no entendía mucho y observó confundido a su amiga, ella estaba mirando al rubio con una expresión extraña, como cuando se tragaba las miles de preguntas que quería hacer porque esperaba una maravillosa explicación. Al final, terminaron saliendo de aquel oscuro cuarto y se sentaron sobre el césped, Alioth y Teddy seguían emocionados mientras que la pequeña Rose en cambio, se había acurrucado en los brazos de su madre embarazada y se había terminado por dormir.


 

—¡Draco! ¿Entonces viste un unicornio cuando pequeño? —terminó por preguntar Teddy, demasiado emocionado para aguantar más, el rubio, algo nervioso, dejó de observar su varita y respiró hondo.


 

—Algo así, no lo recuerdo bien… —al fin la levantó y creó un par de chispas plateadas aparecieron—. Fue cuando era muy pequeño, mis padres solían ir a hacer picnics cerca de un bosque cerca de uno de las tantas casonas de nuestra familia, era normal que los domingo en la mañana saliéramos y nos quedáramos un rato allí.


 

—¿Salías mucho con papá y mamá? —preguntó con emoción contenida Alioth.


 

—No… —a Draco parecía no dolerle eso, pero sí la expresión de su hermano, por lo que agregó—. Cuando era más pequeño me llevaban a todos lados, conocí toda Gran Bretaña y buena parte de Europa, pero con la muerte del abuelo, papá tuvo que encargarse de más cosas acá en Inglaterra y dejamos de salir.


 

—¿Recuerdas el nombre del bosque? —cuestionó a su vez Hermione, deseosa de averiguar algo más de aquella situación tan extraña.


 

—No realmente, nunca pregunté. Continuando con el relato, se supone que fue un día de verano, así que estaba un poco más caluroso, mis padres se distrajeron en algo y yo me perdí, asumieron que me adentré en el bosque y buscaron por horas y horas, desesperados, en una de las tantas veces que regresaron por si yo también lo había hecho, me encontraron durmiendo sobre las mantas, tapado con otras, tenía la boca manchada de moras, cosa relevante, porque en el bosque la mitad eran venenosas y diferenciarlas era algo complicado, obviamente no morí, así que o tuve mucha suerte o alguien me entregó las correctas. Finalmente, en la mano, tenía agarrado varios pelos de unicornios. Madre se sentía orgullosa con eso y siempre me dijo que sería más especial que otros niños, pero padre no estaba tan contento y me obligó a que no debía decir nada a nadie. El día que fuimos a hacer las compras, le entregué los pelos a Ollivander, él se emocionó también y mientras esperábamos que creara la varita con la madera que, al parecer, funcionaba mejor, fui a hacer lo demás…


 

Se instaló el silencio, Harry intentaba imaginar a Draco como ese niño pequeño que se había perdido y el amor que al parecer le profesaban sus padres, era algo complicado, porque Lucius siempre había sido un desgraciado en su mente y Narcissa, bueno, ella se preocupaba por su familia, pero no parecía muy afín al contacto físico. Entonces recordó que cuando él había ido a comprar sus cosas con Hagrid, se encontró en la tienda de túnicas a Draco y que lo había detestado por creerse superior, ahora entendía un poco el porqué de su actitud, más allá de crianza como un sangre pura, Draco Malfoy se creía superior porque un unicornio le dio sus pelos para su varita, Harry también se habría pavoneado en ese caso.


 

—¿Hermione? ¿Qué es eso de frater no sé qué? —los pequeños seguían cuestionando a Draco y éste intentaba responder lo mejor que podía.


 

Frater magicae, hermanos mágicos. Cuenta la leyenda que cuando un ser mágico le ofrece a un mago o bruja una parte de sí para que su poder se despliegue a través de éste, es porque la criatura vio en el humano algo especial. En el Reino Unido desde hace muchos años solo se trabaja con tres núcleos, fibra de corazón de dragón, pluma de fénix y pelo de unicornio, por supuesto hay más, pero es lo que funciona en este país. Las varitas con un núcleo de pluma de fénix son escasas y hasta el momento no hay registro alguno de que un fénix ofreciera su pluma a alguien en específico. Los dragones, en cambio, han entregado parte de su corazón a brujas y magos poderosos, algunos fueron reyes, otros grandes generales. El poder era lo más importante y, la verdad, es que los dragones son bien machistas, no recuerdo que exista registro de alguna mujer a la que le hayan ofrecido directamente la fibra de corazón —soltó un suspiro y negó, pero pronto se repuso, observando a Draco—. Los unicornios, por otro lado, tampoco entregan sus pelos muy fácilmente y si lo hacen, es por amor… Se enamoran de las doncellas vírgenes, brujas puras que se volvieron sanadoras importantes o simplemente viven el día a día. Se dice que Helga Hufflepuff fue una de ellas, pero no hay demasiados registros.


 

—¿Pero qué diferencia hay con una varita de la tienda?


 

Hermione lo observó como si fuera idiota y Harry se tuvo que morder la lengua para no decir algún comentario fuera de lugar, después de todo, su amiga estaba en cinta.


 

—Los dragones son codiciosos, ¿verdad? Las personas que recibieron directamente de ellos su núcleo mágico también lo eran, buscaban el poder. Los unicornios quieren pasar desapercibidos y son las criaturas más puras que existen, por eso se inclinan por las mujeres, porque, social y culturalmente, no buscarán ascender en el poder y no se meterán en conflictos… Si Malfoy recibió un pelo de un unicornio, quedó ligado a éste de por vida y, probablemente, toda la situación de Voldemort y ser mortífago le creó más de un problema. Eso explicaría su actitud en sexto año, era como el pelo de unicornio que muere de tristeza por culpa de la magia negra, Malfoy estaba pasando por el mismo estado. Eso explica el por qué la madera es de espino. Ollivander sabía de su familia y sabía que ese pelo de unicornio en particular solo podría funcionar bien si estaba bien resguardado.


 

—¿Qué tiene que ver la madera con todo eso?


 

—Dios, Harry, te falta estudiar y leer. La madera fue el escudo de ambos, de Malfoy y el núcleo de la varita, así ninguno murió de tristeza por usar maleficios o las Artes Oscuras en general.


 

Ambos se quedaron mirando a Draco, el cual seguía conversando animadamente con los niños, mostrándoles hechizo tras hechizo. Seguramente él se sentía muy solo sin su varita y Harry había sido muy torpe al olvidarla y guardarla como si fuera alguna otra chuchería más. Conocía el dolor de no tener tu varita, el sabor amargo de usar otra. Suspiró y desvió la mirada hacia el horizonte, más allá de la valla y el acantilado, donde estaba el mar. De nuevo había lastimado a alguien y, aunque había enmendado su error, la herida estaba hecha y la cicatriz… la cicatriz siempre quedaría.


 

 


 

Notas finales:

Lamento muchísimo la demora, he estado ocupada con los estudios y he tenido algunos problemas personales para continuar la historia. Sé cómo terminara y el final ya está escrito, pero este capítulo me costó demasiado porque no quería hacer una suma de cosas, sino que cada pequeño cuadro expresara algo importante sobre las relaciones o las personalidades de cada personaje. :(


Por cierto, eso del peluche de Alioth es un hecho 100% real. Cuando tenía 13 años una amiga me regaló para mi cumpleaños un peluche/cojín de un conejo rosado y no sé de dónde saqué era una foca, no soy de ponerle nombres a mis peluches, pero yo lo llamaba Foca. Cuando tenía 17/18 años le dije a mi hermana “Oye, pásame a mi foca” y ella muy, “¿De qué estás hablando?” y yo bien “Anda, mi foca, el peluche rosado” y allí vino su frase que me cagó la existencia “Es un conejo”. 

Espero les haya gustado el capítulo y que comprendan un poquito mejor el actuar de cada personaje. Nos leemos pronto, besos.


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