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Me enseñó a vivir por Lemniscata

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Notas del capitulo:

¡Hey! ¿Cómo están? Lamento la demora, tenía bloqueo mental. :(


Aquí está la continuación, espero la disfruten.


Ah, recuerden, Harry Potter no me pertenece ni gano dinero escribiendo esto, lamentablemente.

«No todo puede ser explicado, medido o razonado. No todo tiene un sentido...»


Laura Gallego García


Harry se encontró en el salón de su casa con Teddy. A unos metros más allá, Malfoy apareció con Alioth, los niños de inmediato se abrazaron y, sin decir nada, se fueron a la habitación. Para ambos el nombre de Lucius Malfoy era solo eso, un nombre, pero de seguro Alioth estaría shockeado, perder a tu familia por segunda vez. Harry recordó cuando en quinto año había visto morir a Sirius, era realmente poco lo que había compartido con su padrino, pero la idea de tener una familia había calentado tanto su corazón, le había dado tantas esperanzas.


De pronto, Malfoy apareció frente a sus ojos, en cunclillas para quedar a la misma altura, tal vez había dicho algo mientras él se perdía en sus propios pensamientos. Pero no parecía querer una respuesta o algo. Harry tragó saliva, se estaba poniendo nervioso y se estaba angustiado, quería fumar o beber o ambas y perderse en un limbo horrible. De pronto recordó que no había dado ninguna condolencia a Draco por la muerte de su padre, ¿pero qué diría? No tenía sentido. Suficiente había sido el gesto de ir a su funeral. Tuvo ganas de vomitar, pero en vez de eso, cerró los ojos con fuerza.


Sintió en su mejilla algo frío y cuando abrió los ojos, notó la mano de Draco sobre su piel, el anillo de plata entre ellos y se sintió tan lejos de él que pensó iba a llorar. El rubio abrió la boca, probablemente para decir algo, pero las chispas en la chimenea distrajeron ambos, separándose a la velocidad de la luz, como si hubiesen estado haciendo algo sumamente incorrecto. El fuego formó el rostro de Hermione, que parecía totalmente preocupada, pero al verlo en la sala, respiró hondo, aliviada.


—Oh, por Merlín, pensé que te había pasado algo o a los niños —empezó la chica, hablando tan rápido como le era posible—. Los aurores lograron detener a un grupo de dementores, estaban rondando Wiltshire, pero lograron hacerse cargo de ellos, aunque Dean no me quiso decir si hubo víctimas y Terry no mencionó nada sobre alguna llegada a San Mungo —la chica se puso a llorar—. Estoy tan feliz de que estés bien.


Harry se acercó a la chimenea y se sentó frente a ella para conversar con su amiga y tranquilizarla. Luego de un rato, cuando había prometido unas mil veces que sería cuidado, se giró, pero Draco ya no estaba en ningún lugar. Seguramente se habría ido a su habitación. Se estiró, sabiendo que por esa noche no dormiría y se fue a su estudio, trabajaría desde allí, era el único lugar que nunca había sido invadido por el rubio y justo en ese momento necesitaba permanecer lejos de él.


Se saltó el almuerzo, justificándose con la gran cantidad de trabajo que tenía, aún tenía un par de meses para terminar el libro, pero no llevaba ni siquiera el primer capítulo. Sabía que pronto Hermione empezaría a hostigarlo, sin embargo, no podía evitar el bloqueo. Además de que todas las nuevas situaciones que estaba viviendo le impedían concentrarse en el argumento. ¿Cómo podía escribir de tres amigos salvando aventuras si él mismo se sentía muy lejos de todos? Encendió un cigarrillo y se quedó mirando la máquina de escribir, solo llevaba una frase.


Las horas pasaban y Harry no salía de su encierro, un par de veces Holly le llevó té, pero apenas bebió unos sorbos para luego abandonar toda idea de seguir tragando, sentía el estómago cerrado. Decidiendo que ese día no sería el día en el que seguiría con su novela, se levantó y se abrigó con una chaqueta, salió de su estudio y fue hacia la chimenea, encontrándose con la elfina en el camino.


—Eh… Holly, si preguntan por mí, diles que estoy en la casa de Ron —dicho eso, se fue a través de la red flú.


Ron estaba sentado con Rose en la sala, la niña estaba montando unos bloques mágicos y cada vez que terminaba una figura, aplaudía al ver transformado en realidad aquello que ella tenía en mente, normalmente eran torres de un castillo, pero a veces se transformaba en autos o algo por el estilo. Apenas entró, padre e hija se giraron hacia él y reaccionaron animados. Harry hizo una venia y se agachó para tomar en brazos a la pequeña.


—Hola, preciosa, ¿cómo estás?


—¡Beeeeen! —chilló la cría, soltando una risita después.


—Compañero, ¿cómo estás? Iba a ir en la tarde a verte, ¿Alioth cómo se lo ha tomado?


Harry se encogió de hombros y siguió mimando a la niña por unos minutos para luego bajarla y jugar con ella, sentía sobre él la mirada inquisidora de Ron, pero no quería hablar por el momento. Éste, al no tener respuesta, se levantó y fue a la cocina, volviendo de inmediato con un par de cervezas. Harry recibió el alcohol con una pequeña sonrisa y dejó a Rose jugando sola para concentrarse en su mejor amigo.


—Apenas llegamos se encerró con Teddy, supongo que está bien. El más afectado es Draco, aunque no lo demuestra…


—Uhm… Ya veo. ¿Tú estás bien?


—Sí… ¿Por qué no lo estaría? Yo odiaba a Lucius Malfoy —volteó a ver a la niña, ya no se sentía tan cómodo.


—No quería decirte, pero Ginny volvió y te mandó una carta… No estás obligado a nada —Ron se levantó y fue hasta un mueble de donde tomó un montón de cartas, dejándoselas después en las manos. La mayoría era de fans del libro, otras cuantas de fans del Niño Que Vivió y solo una dirigida a él, a Harry.


Paseó los dedos por aquella caligrafía tan conocida, sentía su corazón latir con fuerza. Respiró hondo y la abrió.


"Querido Harry:


Sé que las cosas no han ido bien entre nosotros, pero me gustaría conversar contigo, eras mi novio, pero sobre todo mi amigo. Si te parece bien que tengamos una charla, estaré disponible hasta el próximo jueves.


Cariños,


Ginny".


Leyó y releyó la carta varias veces, hasta que finalmente se convenció de que la chica no estaba acusándolo de nada. Levantó la vista y la fijó en los azules ojos de su amigo, un suspiro se le escapó y se puso en pie.


—¿Me prestas un pergamino y tinta?


Dos horas después estaba en una esquina del Caldero Chorreante, mirando ansioso hacia la puerta, esperando ver llegar a su ex en cualquier momento. Era bastante tarde y la poca gente que estaba allí estaba demasiado bebida para prestarle atención, una gran ventaja, odiaba salir en público. Otra razón de que nadie lo hubiese notado quizás era por el gorro que llevaba hasta las cejas y el hecho de que hacia tiempo que había cambiado la montura de sus gafas.


De pronto una chica se sentó frente a él, el cabello pelirrojo tomado en una coleta, ropa cómoda, pero a la moda. Ella sonrió primero y como un espejo, él lo hizo después. Ginny extendió sus brazos y agarró las manos de Harry que estaban en la mesa, al lado de un vaso con whisky de fuego. El gesto le incomodó, pero no hizo nada para apartarse, temiendo que aquello ofendiera a la mujer que tenía enfrente.


—Ha pasado un tiempo, Harry. La última vez que nos vimos no fue el mejor momento, lo siento por eso —comenzó ella.


—Lamento haber explotado, me pillaste desprevenido —confesó él. Se quedaron en silencio un momento, el cual fue roto por una mesera que le preguntó a Ginny lo que bebería, apenas se fue, se volvieron a mirar.


—Hay tantas cosas que me gustaría contarte, Harry —suspiró ella, apartando sus manos al fin para poder recibir la cerveza de mantequilla cuando se la trajeron.


—Yo no tengo mucho que contar. Sigo viviendo en el mismo lugar, con la misma gente. Teddy y Alioth siguen viviendo conmigo —dijo como advertencia, no quería escucharla hablar contra su ahijado otra vez.


Ella parpadeó confundida, terminando por fruncir el ceño.


—No lo entiendo, Harry. Leí en los diarios sobre la muerte de Lucius Malfoy, pensé que con eso era suficiente para que Malfoy hijo te quitara al niño.


—Draco está viviendo conmigo también —masculló con mal talante, arrepintiéndose de inmediato al ver la tensión en su interlocutora.


—¿Vives con esa serpiente traicionera? —Ginny se alejó lo más que pudo, mirándolo como si le hubiese clavado un puñal por la espalda—. ¿Cómo te atreves? ¡Te hizo la vida imposible por años! ¡Casi mata a Katie y al profesor Dumbledore! Además de que estuvo en el lado de Quién Tú Sabes.


—¡Porque su familia estaba en peligro! Tú habrías hecho lo mismo.


—¡Por Godric, Harry! Jamás habría hecho todas las cosas que él hizo, tú no estuviste en séptimo año, nos dejaste peleando solos esas batallas. No sabes lo difícil que fueron las clases, nos obligaron a usar maldiciones con nuestros compañeros o aguantar una y otra vez los Cruciatus.


—¡También estaba peleando! Sin mí, Hermione y Ron hubiese sido imposible derrotarlo, lo sabes —siseó Harry, ya estaba completamente arrepentido de haber concertado una cita.


—Sí… Lo sé, lo siento —Ginny respiró hondo para luego mirarlo fijo—. Aléjate de él antes de que sea tarde, en cualquier momento podría traicionarte. Todos los Malfoys son unas serpientes traicioneras.


Harry se levantó, ya completamente fastidiado, Draco había hecho por él más que cualquiera, ella no tenía ningún derecho de hablar así sobre alguien que no conocía. Dejó un par de galeones sobre la mesa e hizo una venia.


—Adiós, Ginny.


—Sé que crees que soy una loca que vive en el pasado, pero sé de lo que estoy hablando, Harry. Cuando te traicione, no te diré que te lo dije, pero tampoco quiero que vengas a llorar a mis brazos.


El chico se encogió de hombros y salió de allí antes de que las cosas se pusieran peor, sentía la magia zumbar a su alrededor. Con el corazón pesado por alguna razón desconocida, regresó a casa. Fue rápido a su habitación y la insonorizó, posterior a ello comenzó a destrozar y patear todo lo que tenía a su alcance, se sentía frustrado y triste. Luego de un cuarto de hora, se sentó entre el desastre que había hecho, agarrándose la cabeza con las manos, rompiendo en llanto al fin. No supo cuánto tiempo pasó, pero en algún punto se quedó dormido hecho una bolita.


Los días siguientes no fueron buenos, Harry dejó de comer, se excusaba con todos con su libro y se mantenía por horas encerrado mirando una hoja con una sola frase escrita. Salía solo a comprar cigarrillos y alcohol, dormía encima del escritorio un par de horas en posiciones incómodas que le provocaban dolores de espalda. Pero nada de eso le importaba, el dolor físico era bueno para contrarrestar lo que estaba sintiendo. Tenía miedo de ser abandonado, debía admitir al menos a sí mismo que esa era la razón de toda esa locura.


Un par de días después de comenzar con esa tóxica rutina fue Draco en vez de Holly quien le trajo una taza de té a su estudio, Harry quiso sacarlo de allí de inmediato, pero sabía que eso no funcionaría con él, aparte de ser terriblemente descortés. Simplemente suspiró y lo miró de mala manera, iba a hablar, decir que estaba trabajando, pero el rubio levantó una mano, impidiéndole decir cualquier cosa. Dejó la taza sobre el escritorio junto a un par de emparedados y se cruzó de brazos.


—Sé que tienes hambre, Potter —dijo en un tono duro.


—Estoy bien, Malfoy, no tienes que preocuparte por mí —sin embargo su estómago decidió rugir en ese instante. Por mucho alcohol que había bebido y muchos cigarrillos que había consumido, su cuerpo sabía que le hacía falta una buena comida. Se puso rojo hasta las orejas y miró a otro lado para evitar la expresión burlona del slytherin.


—Oh, vamos, Harry —comentó riendo disimuladamente—. Come un poco, te hará bien, te ves como una mierda.


—Está bien, comeré. Puedes irte —dijo de mala gana.


—No, me quedaré. Merlín sabe que no comerás lo que te demos a menos que estemos encima tuyo.


Harry suspiró y le dio un mordisco al sándwich, pero pronto el primer bocado se volvió un segundo y en un abrir y cerrar de ojos había arrasado con la comida que Draco había traído. Lamentablemente, seguía famélico y seguramente el rubio lo había notado, pues salió del estudio y le hizo una seña para que le siguiera.


—Holly dejó un poco de pasta apartada para ti. ¿Sabes que si esto no funcionaba, Weasley pensaba avisarle a su madre? Y por lo que dicen, puede ser una verdadera bestia respecto a la comida.


Harry suspiró y asintió, dejándose llevar a la cocina. Tenía razón, no quería que Molly se preocupara más de lo necesario y todo ese show que estaba armando seguro había preocupado a más de uno, probablemente Draco, Ron y Hermione habían logrado que nadie más hiciera preguntas, pero el conocimiento de que esos tres estaban al pendiente de él lo descorazonaba. Ni siquiera le alegraba el hecho de que el rubio le prestara atención y siguiera viviendo en la casa.


Un par de lágrimas cayeron sobre su plato y tuvo que apresurarse a limpiarse los ojos y verificar que nadie lo hubiese visto, sin embargo, solo había una persona sentado con él en la mesa y apenas se había roto, extendió un pañuelo hacia él. Era tan estúpido que el causante de todos sus problemas estuviera consolándolo, ¿pero qué iba a saber Draco? Absolutamente nada. Era mejor de ese modo, ni siquiera él entendía lo que estaba sintiendo respecto al slytherin aparte de que no quería que se apartara de su lado, pero eso era algo que se guardaría para siempre.


—Te propongo algo. Teddy y Alioth han estado algo decepcionados por no pasar tiempo contigo, ¿no quieres que salgamos? Podemos ir a los riscos a coleccionar conchas, como lo hicimos la otra vez.


—¿No tienes que hacer cosas de sangre pura? —preguntó algo dolido, esperando que el sentimiento no se reflejara en su voz.


—No —dijo divertido—. Me he estado ocupando de esas cosas mientras tú te hundías en… lo que sea que te haga hundirte.


—No voy a hablar de eso.


Malfoy suspiró, de pronto se veía mucho más viejo de lo que era, como si todos esos años en Azkaban le pesaran.


—Te lo dije antes, ¿no? Cuando fuimos a la casa de Weasley mayor. No tienes que decirme la verdad, solo no me mientas. Estamos juntos en esto —señaló la casa ante la última frase—. Juntos en cuidar a Alioth y a Teddy. Si estás mal, necesito saberlo, ¿lo comprendes?


Harry miró un punto más allá de la pared, tragó saliva y asintió, era importante cuidar a los niños por sobre todas las cosas. Draco estaba cumpliendo bien esa función mientras él solo se compadecía por algo que ni siquiera entendía. Suspiró y terminó de comer, después se levantó y se decidió a mostrar su mejor cara, sonriéndole al contrario.


—Iré a decirle a los niños… Y a darme una ducha.


—Eso estaría bien, Harry, apestas.


—Ja, ja. Qué gracioso —salió de la cocina y subió las escaleras, los niños estaban en la habitación de Teddy jugando ajedrez mágico, les dio el recado de Malfoy y luego se encerró en el baño para poder tranquilizar su corazón.


El día estaba fresco, por lo que los cuatro estaban bien abrigados, pero a medida que hacían ejercicios bajando las rocas, alejándose de la casa para acercarse al mar, las prendas fueron desprendiéndose. Teddy y Alioth estaban muy metidos en el juego, su apuesta era quién encontraba la caracola más grande y más "bonita", Harry se había sentado en unas rocas cerca del precipicio mientras que Draco estaba más allá de los niños, observando el mar desde la pequeña playa que se formaba.


Por unos minutos sintió paz, ¿qué importaba cualquier problema cuando tenía a sus pequeños allí, siendo felices? Todo parecía tener solución, todo parecía estar bien. Pero de la nada el sentimiento desapareció, en su lugar comenzó a sentir una horrible soledad, la brisa marina se volvió helada, tan fría que calaba los huesos. Cada cosa mala vino a su mente, cada horror de la guerra, cada muerte se revivió en su mente. Por un momento se le cortó la respiración, sintiéndose abrumado por todos esos sentimientos.


Fue entonces que lo notó, sus ahijados habían dejado de jugar, temblaban y miraban asustados hacia su dirección. No tuvo que voltearse para saber que había dementores arriba del risco. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, echándose a correr hacia los niños mientras sacaba la varita, preparado para tirar cualquier hechizo. Draco, que estaba más allá, también parecía haber notado la situación, pero se encontraba tan lejos, primero llegarían ellos. Abrazó a sus pequeños apenas los tuvo cerca y con el cuerpo los intentó proteger mientras intentaba invocar un patronus. Ni siquiera una luz salió de su varita, parecía un estúpido palo de madera. Los dementores comenzaron a rodearlos como si fueran buitres, debían ser diez, quizás un poco más. No podía asegurarlo, estaba tan angustiado que no podía concentrarse en nada, solo en hacer de escudo humano y rezar porque el hechizo esta vez funcionara.


Alioth fue el primero en desmayarse, seguido a los pocos segundos de Teddy. No iba a aguantar demasiado tiempo así. Escuchaba gritos, veía a la muerte, a Voldemort. Su estómago era un revoltijo y su mente no lograba encontrar ningún recuerdo feliz. De la nada una luz cegadora apareció, una luz hermosa. Primero los rodeo y Harry pudo notar que tenía la forma de un gran animal, que galopaba. El patronus se elevó y encaró a los dementores que en seguida se alejaron, luego volvió a bajar, acercándose a Harry. Era un unicornio. El animal hizo como que lo acariciaba con la cabeza, frotándola contra su mejilla, de inmediato sintió la calidez. Levantó la mano y pasó los dedos desde la frente, un poco antes de donde nacía el cuerno, hasta el hocico, el unicornio pareció sonreírle para luego desaparecer. Más allá, a unos cuantos metros se encontraba Draco con la varita extendida, el rostro pálido y una expresión consternada. Harry iba a decir algo, pero justo en ese momento un escuadrón de aurores aterrizó en la zona.


—¿Están todos bien? —dijo quien parecía ser el encargado.


—¡Harry! —apareció Dean frente a sus ojos, tomando con cuidado a uno de los niños para verificar su estado—. Oh, joder, cuando los vi bajar pensé que no alcanzaríamos a hacer nada, ¡es una suerte que hicieras tu famoso patronus! Esta vez fue espectacular. Tanto que nos cegó a todos por un momento, los dementores siguen aturdidos, al fin pudimos dar con ellos —explicó rápidamente el auror, otro, un poco más mayor, estaba revisando a su otro ahijado.


—Parece que más allá del shock se encuentran bien. Tengo entendido que vive por aquí, señor Potter, será mejor que vuelva a su hogar para poder darle chocolate a los menores. Así también podremos explicarle la situación… A usted y al señor Malfoy.


Harry se mantuvo en silencio, intentando comprender la situación. Suponía que lo correcto era decir que él no había hecho el patronus, sino Draco, pero tenía un nudo en la garganta que le impedía hablar. Fue el rubio quien tomó riendas en el asunto, primero cargando a su hermano y encaminándose hacia la casa, por inercia hizo lo mismo, agarrando a Teddy como si fuera el tesoro más preciado, después de todo, había estado a punto de perderlo por su ineptitud.


La explicación no tomó demasiado tiempo, pero sí los detalles, a los cuales Harry no prestó atención. Al parecer, un grupo de seguidores de Voldemort seguían resentidos con la familia Malfoy y de alguna forma habían logrado hacerse con el aparato para controlar a los dementores. Desde la salida de Draco de Azkaban habían estado buscando la forma de emboscarlo, pero, lamentablemente, solía moverse por lugares inmarcables, así que era difícil para los magos dar una instrucción a aquellos seres. Habían estado siguiéndole la pista, por supuesto, pero recién ahora que habían salido por un rato habían logrado dar con ellos. Para su suerte, los aurores les habían seguido la pista desde cerca, así que ya los habían apresado con ese ataque sorpresa.


Tuvieron que dar un par de declaraciones y los dejaron en paz. Para cuando se fueron, ambos niños ya estaban por completo recuperados, lo que era un alivio, pues habían empezado a llegar cartas y personas preguntando por el estado de los cuatro. Andrómeda había roto cualquier esquema de dama que tenía y se había abalanzado a los pequeños para abrazarlos, llorando con verdadera angustia mientras repetía una y otra vez que se aliviaba que estuvieran bien. Los Weasleys hicieron algo parecido, incluso algunos llegaron a abrazar a Draco, quien, extrañamente estaba muy callado.


La noche al fin llegó y con ello la calma en el hogar, Andrómeda fue la única visita a la cual Harry no pudo negarse, su nieto y su sobrino lo eran todo para ella, no podía impedirle que estuviera en la casa después de lo ocurrido, sin embargo, como los niños ya estaban dormidos en sus propios cuartos, y más después de que le costó que se separaran, se ofreció a darle su propia habitación. Draco se negó a eso y le dejó la suya… Bueno, la que había estado utilizando y con la excusa de que debía ver unas cosas en la mansión, se fue.


A los siguientes días, apenas apareció, solo venía a las comidas y siempre procuraba no quedarse a solas con Harry, lo que le daba al moreno la pista de que había hecho algo terriblemente mal, aunque no podría asegurar qué era. La semana pasó rápidamente y finalmente pudo encontrar un momento para hablar con el slytherin y aclarar lo que sea que habría que aclarar. Llevó a Draco a su estudio y le ofreció asiento mientras él se paseaba con un cigarrillo en mano.


—¿Podrías decirme qué coño pasa? —como buen gryffindor, iba directo al punto.


—No pasa nada.


—¡Estás evitándome!


—No seas una reina del drama, Potter, no te estoy evitando.


—¡Lo haces! Y has vuelto a tratarme de Potter.


Draco se quedó callado unos segundos, luego suspiró y tomó uno de los cigarrillos de Harry sin pedirle permiso, lo encendió con la varita y dio una profunda calada.


—Odio esta mierda, sabe asqueroso —dijo con una mueca antes de continuar—. Solo me molestó que le ocultaras a los aurores que no fuiste tú el que hizo el patronus.


—¡Por Merlín! ¿Cuántos años tienes? ¿Trece?


—No me vengas con ese acto de madurez. Sabes perfectamente que mi reputación está por los suelos y si se enteraban que YO hice un patronus demostraría que no soy un monstruo, tal como me pintan.


—No habría servido de nada, Draco. ¿Crees que le habrían dicho a alguien? No. Habría terminado en un cajón sin importancia.


—Claro, porque solo importa lo que haga el jodido Niño Que Vivió, ¿verdad?


—No seas infantil, Malfoy.


—No soy quien oculta información importante. ¡Te escondes en este jodido estudio porque no quieres enfrentar una realidad! Llevas escondido en esta casa nueve años. ¡Nueve! ¿Y yo soy el infantil? Ni siquiera eres capaz de decirles a tus mejores amigos que tienes problemas.


—Dijiste que no era necesario hablar de ese tema —dijo dolido.


—No, Potter, dije que no debías mentirme. Pero el hecho de que no seas capaz de hacer un hechizo que te salía a la perfección a los trece años muestra lo jodido que estás. Y si estás tan jodido no puedo permitir que te quedes solo con Alioth o Teddy.


—¿En serio? ¿Y qué harás? ¿Llevártelos?


—Al parecer es la mejor idea. Te la pasas bebido y fumando. No eres la mejor imagen de adulto responsable que ellos necesitan.


—¿Y tú sí? Porque, según recuerdo, eres tú el que lleva la Marca Tenebrosa tatuada —apenas lo dijo, se arrepintió, especialmente al ver la expresión de Draco, pero no dijo nada y solo mantuvo su postura.


—Eres un verdadero gilipollas, Potter —respondió el rubio al fin, dejando el cigarrillo encendido en el cenicero para luego dirigirse a la puerta del estudio—. Y para que te enteres, me llevaré a los niños… Al menos hasta que pueda confiar en ti —luego pegó un portazo, dejando a Harry solo con todas sus emociones.


Cuando reaccionó y salió, ya se habían ido. En la casa solo estaban él y Holly. Enojado como estaba, mandó a llamar a la elfina y la obligó a ir a la casa de Andrómeda, a ayudarla en lo que necesitara, además de prohibirle venir a menos que él la llamara. Después se paseó un rato hasta que finalmente decidió ir a hablar con Ginny, quería despotricar contra el slytherin y sabía que era con la única con quien podría hacerlo. Como no tenía una lechuza para mandar, se fue directamente por la Red Flú hacia la Madriguera.


Antes de que Molly le preguntara la razón de su agradable visita, le explicó que venía a ver a Ginny y si por favor podría llamarla para que pudiese tratar el asunto tan urgente. La mujer llamó a su hija, quien, sorprendida, lo llevó a su habitación para tener algo de privacidad. Apenas la puerta se cerró, Harry comenzó a desahogarse, contándole la discusión que había tenido con el slytherin y lo mal que se sentía. Ginny le permitió los primeros momentos de desahogo para luego detenerlo, con una mirada fría como el hielo comenzó a hablar.


—Harry, yo ya te había dicho que seguir juntándote con Malfoy te haría mal, ¿lo recuerdas? Estoy dispuesta a ayudarte y escucharte y todo lo que necesites si lo que quieres en verdad es alejarte de él. Pero si me cuentas esto solo porque quieres llorar en el hombro de alguien, olvídalo.


—¡No te entiendo! ¿Qué tienes contra Malfoy? La guerra ya pasó hace años.


—Nunca vas a entender, Harry. Yo no perdonaré a Malfoy por lo que hizo. Tú tampoco deberías. ¡Ya ves cómo estás con solo ser su amigo! Es una jodida serpiente traicionera.


Harry se levantó, claramente molesto, apretando los puños a los costados y observándola con el ceño fruncido. Boqueó un par de veces antes de hablar, sacudiendo la cabeza de un lado a otro.


—No puedo creer que digas eso.


—Si quieres confiar en serpientes, hazlo. Pero ya ves cómo quedas, es tu culpa.


—No debí venir.


Dicho eso, volví a bajar las escaleras, la chica lo siguió detrás, diciendo su nombre, pero eso no lo detuvo. Ni siquiera se molestó en despedirse de la señora Weasley. Solo se fue a casa, odiando a Ginny, odiando a Malfoy, a todo el jodido mundo, pero, por sobre todo, odiándose a sí mismo.


 


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