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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capítulo 23

Una vez Hina dio la orden, Ace, Marco, Smoker y la alférez Nami subieron al bote deslizador, éste se puso en marcha a una velocidad bastante vertiginosa a través del túnel.

–Es el propio túnel el que nos lleva –explicó la pelirroja de piel rosada–, así reservamos energía por si no tenemos luz solar.

Ace observó a través del acero traslucido como ya casi llegaban al final de la selva. Habían recorrido mucho, pero apenas se habían puesto en marcha hace tres segundos.

–¿Este vehículo es igual de rápido que el túnel? –preguntó.

–No, el túnel tiene un mecanismo de empuje y tracción que... bueno, no, no es tan rápido.

–... Um... Me da la impresión de que no has seguido por dudar de mi capacidad para entenderte.

–No, solo pereza.

–Ah...–no quedó muy convencido de ello, pero lo dejo pasar– Por cierto, no nos han presentado como es debido. Me llamo Ace D. Monkey.

–¿D. Monkey?– frunció el ceño, recordaba perfectamente ese apellido.

–Sí, ¿qué pasa?

–Nada, nada. Yo soy Nami. Encantada –sonrió con amabilidad tendiéndole la mano.

–Igualmente –correspondió el apretón–. y... ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?

Hubo cierta, diminuta e imperceptible reacción de enojo por parte de los otros dos al escuchar esa típica pregunta de ligoteo.

–¿Te refieres a que hago en la Marina? No parezco el típico soldado, eh...– sonrió un poco sinuosa pero enseguida adoptó una actitud natural–. La respuesta es simple: Por dinero –le brillaron los ojos con cierta avaricia haciendo que el pecoso pusiera una cara de relativa extrañeza.

–¿Dinero?

–Claro, tengo un sueldazo ¿sabes? –volvieron a brillarle los ojos.

–...

–Además, gracias a mi capacidad tengo conocimientos que de no estar en la Marina no podría adquirir.

–Ah, así que eres una cerebrito ambiciosa –bromeó.

–Solo una chica inteligente con ganas de aprender.

Tanto Marco como Smoker pensaron que la conversación entre Ace y la chica se estaba alargando demasiado, por suerte, el túnel acabó, se les abrieron la puertas y salieron al exterior.

Ace miró hacia la base. Estaban realmente muy lejos, apenas podía ver lo que por deducción eran las dos torres por encima de la frondosa selva/bosque/valle.

Nami levantó su muñeca izquierda a la altura del pecho y empezó a trajinar con una especie de pulsera con teclado. De este complemento salió una luz que formó una pequeña pantalla holográfica con la cara de la capitana Hina.

–Aquí la alférez Nami. Salida llevada a cabo con éxito, capitana.

–Muy bien alférez. ¿Recuerda usted en que quedamos que iba hacer en caso de desavenencias?

–Si, mi capitana. Dejarlos tirados y volver a la base –miradas inquisitivas de los otros tres hombres se pusieron en ella preguntándose qué clase orden es esa.

–Hina está satisfecha. Vaya informándonos alférez.

–Sí, mi capitana.

Se cortó la comunicación.

–Apagaré el comunicador –informó ella–, es improbable que suceda algo por lo que nos quieran llamar, así que mejor guardad batería para emergencias.

–¿Hacia dónde se supone que nos dirigimos, alférez? –preguntó Smoker a la vez que se colocaba en el asiento del piloto y ella en el del copiloto; Marco se quedó en el asiento del medio, igual que Ace en el de atrás. El deslizador desplegó su vela solar y empezó a correr.

–Conecte el radar y siga las señales.

–¿Pueden seguir las señales con radar? –se extrañó el rubio– ¿Cómo es que no han encontrado la fuente aún?

–Al entrar en la zona fría de las ondas el radar deja de funcionar. Gracias a la imágenes por satélite podemos hacer deducciones, pero la verdad, vamos a entrar en un enorme laberinto. Esta misión es casi suicida.

–¿Y tú estas aquí por...?– dejó sin formular la pregunta.

–Ya lo he dicho antes, soy una joven y hermosa chica con gran interés por aprender. Soy científica en la torre del clima, esta era una gran oportunidad para completar mis informes –testimonio cierto pero sesgado, ella también pensaba que en el núcleo de las ondas debería haber guardado algo muy valioso para la que había montada. Además, tenía habilidad para esquivar situaciones peligrosas–. ¿Y vosotros? ¿Por qué os ofrecisteis voluntarios? Sobre todo usted, teniente, tenía entendido que iba a ser el capitán Yurakiur el que iba a venir.

–Siento decepcionarla –dijo con total desgana.

–Es que nos llevamos muy bien ¿sabes usted, alférez?– explicó Ace con total inocencia–. En otro planeta también nos tocó a los tres juntos.

–Vaya, entonces son como íntimos.

–Mas o menos –contestaron Marco y Smoker a la vez.

Nami notó algo raro entre esos dos y se hubiese puesto a divagar sino fuera porque su piel comenzó a cambiar de color, siendo esta ahora un poco más roja.

–Vaya –se miró sus manos– si que hace calor.

–Pues si, el sol pega bastante y... –el pecoso cortó su frase poniendo cara de pánico al darse cuenta del cambio en la chica–. Creo... que debería ponerse crema solar, alférez.

–Ah, no se preocupe, mi piel cambia de color según el clima y temperatura. Por eso soy rosa cuando no hay ni frío ni calor.

–Es una weatheriana, Ace –le explicó el rubio–. Su raza es así.

–¿No habías visto nunca a nadie de mi raza?

–No –apartó la mirada avergonzado y teatralizando un poco de tristeza–. soy solo un pobre chico que nunca ha salido de su casa.

Tanto Marco con Nami se rieron, Smoker no, pero porque él era así. El ambiente estaba bastante tranquilo.

–Um, tengo otra pregunta –le habló el piloxiano a la chica–: los oesed van allí donde nosotros vayamos, por eso están congregados alrededor de la base. ¿Me equivoco?

–No, así es.

–Es que he pensado que... por ejemplo nosotros. Hacemos una expedición y peinamos la zona que nos sea posible y volvemos antes de que los oesed cubran la puerta. ¿No podríamos volver a salir a cubrir otra zona una vez se hayan apartado de la puerta otra vez?

–Se ha intentado ya, los oesed no son estúpidos –suspiró–, se quedan a esperar.

–Vaya... ¿Um? ¿Alférez?

–¿Que?

–Está volviendo a cambiar de color.

La chica se miró las manos y abrió los ojos de sorpresa. Estaban pasando a ser azules. Alarmada miró al cielo, estaba despejado.

–Creo que tenemos un problema, teniente.

–¿Que sucede?

–Mi color de piel solo pasa a ser azul cuando hay precipitaciones.

–Pero si no se ve ni una sola nube –comentó Ace.

–Exacto, no se ven –hablaba nerviosa–. Pero no quiere decir que no estén. En este planeta he podido ver que existen diferentes tipos de tormentas. Una de ellas formadas por nubes sin color, nubes invisibles. Por lo tanto, si la nube es invisible, su precipitación también.

–¿Nos va a caer lluvia invisible?

–Si fuera así no sería un problema.

Dicho esto les cayó, muy cerca, algo del cielo haciendo que ella gritara y que el vehículo se tambaleara, provocando un gran estruendo y salpicándoles arena; no lo veían con sus ojos, pero, de manera irrefutable, sabían que acababa de caerles algo tan enorme como el propio deslizador.

–¡Estas nube solo se precipitan en forma de granizo gigantes! –gritó asustada cubriéndose la cabeza con las manos

La cara de sobresalto en Ace y Marco era clara. Por su parte, Smoker, plegó la vela solar a la vez que conectaba la energía de sustitución; pisó el acelerador al máximo y se puso a maniobrar esquivando con suerte las enormes rocas heladas.

–¡Alférez! ¿¡No hay forma de predecirlos!?

–¿¡Como quiere que los prediga!? ¡Soy meteoróloga, no adivina!

–¡Yo puedo intentarlo!– gritó Marco–. ¡Pero voy a necesitar mucha concentración!

–¡Pues empiece a concentrarse!

El piloxiano frunció el ceño, suspiró por la nariz y cerró los ojos. Empezó a detectar como moles de frío caían hacia ellos.

–¡Al derecha!

Esquivaron ese por los pelos.

–¡Inquierda! ¡Acelere! ¡Marcha atrás! ¡Derecha!

Fueron quince minutos de gran tensión, hasta que Marco dejó de sentir y la piel de Nami volvió a ser de un color cálido.

Smoker frenó y todos miraron como en el camino que había dejado atrás seguía granizando.

Soltaron un suspiro de alivio, pero dicho alivio fue cortado de sopetón cuando un fuerte golpe en el culo del deslizador le hizo sobresaltarse y incluso soltar algún grito.

–¿¡Todavía no hemos salido del granizo!?–exclamó Ace.

–Claro que hemos salido, se ve claramente como se aleja –señaló Nami hacia los salpicares de arena provocado por los pedruscos gigantes e invisibles.

–¡Hay una persona ahí metida! –gritó alarmado Marco.

–¿¡Qué!?

–¡Puedo sentir su calor corporal!

–¿¡Que clase de provisiones nos ha dado el ejercito!?

Antes de que se prolongaran más los gritos sin sentido, Smoker abrió el maletero de provisiones y demás medios de supervivencia.

–¡Que siestecita me he pegado!

Con "demás medios de supervivencia" dudaban que tuviera que venir incluido un Luffy, que nada más tener una abertura al exterior se levantó con ímpetu alzando los puños y gritando.

Mientras el chico reía, los demás le miraban con la boca abierta sin saber que decir. Una vez terminada su carcajada, este se giró.

–Ah, hola ¿Que tal?

–¿¡Cómo que "hola, qué tal"!? –gritó descompuesto y a pleno pulmón el pecoso haciendo que Luffy se cayera para atrás en el suelo–. ¿Qué demonios haces aquí?

–¡Yo quería venir! –se defendió incorporándose–. ¡Iba a ser voluntario antes que tú! ¡Tenía todo el derecho!

–¿¡Qué!?–salió del vehículo para enfrentarse a él– ¡Soy tu hermano mayor, maldita sea! ¿¡Por qué nunca me haces caso!? ¡Te dije que esto era peligroso!

–¡Igual para ti que para mi!

–¡Pero yo tomo responsabilidades, joder! ¡Esto no es una aventura para que te lo pases bien! ¡la vida de Law está en juego! ¡Y tu la has arriesgado aún más solo para divertirte!

–¿¡Por qué siempre das por hecho que soy así!?

–¡Porque si no lo fueras no estaría aquí!

–¡Para ti siempre es un problema que esté "aquí"!

El guantazo que le dio Ace hizo eco. Por un momento el tiempo empezó a detenerse, y entonces empezó a avanzar. Ace, casi conteniendo el aliento y aún enfurecido, apartó la mirada de su hermano y fue hacia las provisiones.

–Teniente –dijo mientras trasteaba con ellas–. Aquí hay mochilas, deberíamos dividir las provisiones para cada uno. Es más seguro.

–Sí, démonos prisa, no podemos perder el tiempo.

Una vez hicieron la división, volvieron a subir al deslizador y siguieron la ruta en silencio.

8888

El primer día había pasado, y en la base la noche fue retirando al atardecer sin que muchos se percataran plenamente de ello. En la enfermería todo seguía igual. No había cambios en Law, como tampoco los había en ese otro paciente desconocido, tuviese la enfermedad que tuviese.

Eustass no había dormido ni un poco desde que llegaron y el sueño empezaba a hacerle mella. Luchaba una y otra vez para que no se le cerrasen los ojos, pero perdió la batalla.

Cuando los abrió de nuevo no estaba en el mismo sitio, sino en uno que ya estuvo. Aún seguía siendo él, pero su yo de quince años actuaba por si. ¿Donde estoy? Se preguntó. Sin mover siquiera sus pupilas observó. Estaba sentado en el asiento de una cabina, de una nave, de "esa" nave. La luz de una brillante y cálida mañana los golpeaba. Giró la cabeza hacia su izquierda, hacia el asiento del piloto. Ahí estaba Law, tan joven como siempre ha estado. Descansaba con los ojos cerrados, o tal vez dormía, no estaba seguro.

–La... ¿Law?

El de la ojeras abrió los ojos lentamente. Por un instante permaneció serio, mirando al frente, pero entonces se giró con una sonrisa plena y amable.

–Buenos días.

Eustass se despertó de su recuerdo. Volvía a estar en la enfermería. Suspiró. Esa había sido la primera sonrisa falsa que le dedicó. Todo para protegerme, pensó, para hacerme pensar que estábamos bien. Sabía que no podía evitarlo, pero Law siempre le hacía sentirse inútil.

8888

–¿Shanks? ¿Puedo pasar?

–Ah, Sabo ¿Que tal la noche? Me pillas aquí, lavando platos, como buen cocinero que debe mantener limpia su cocina.

–Ya veo.– se sentó en una de las mesas del comedor.– Hace muy buena noche ¿sabes? Se ven un montón de estrellas.

–¿Ah, si?

–Si.

–Oye, estás muy tranquilo.

–Si ¿Por qué? Ah, por lo de Luffy dices. Bueno, Ace discutirá con el "para siempre" pero se encargará bien de él.

–¿Has dicho "para siempre"?

–Si, lo típica ruptura de lazos fraternales y dos hermanos que no decide volver a hablarse en la vida, pero que después se perdonan o hacen como si no hubiesen discutido.

–Entiendo, vaya cruz que trae tu hermano. Y no digo de ti que los tienes que aguantar a los dos.

–Ya... Aunque... a veces son como una droga. Te faltan y te descoordinas con todo.

–¿Te ha pasado alguna vez eso?

–Puede –se puso de pie y fue hacia él–, pero yo lo decía por ti.

–¿Por mí?

–Shanks... –recogió un plato de la pila "sucia" que estaba lavando el pelirrojo.– Estás fregando platos limpios.

El cyborg se quedó atontado. Miró primero una pila y después la otra, las dos igual de impecables; después miró a Sabo. Se echó a reír.

–¡Jajajaja! ¡Si que es tu hermanito como una droga! Da tanto trabajo estando presente que cuando no está tengo que buscarme tareas.

Sabo también se rió.

–No tienes pinta de ser un adicto al trabajo.

–¿Quién lo diría?

–Sal un poco fuera –dijo yéndose para cubierta–. Te vendrá bien.

–Si, enseguida voy.

Una vez se fue Sabo, Shanks cambió su sonrisa por una cara cansada. Suspiró llevándose una mano a la cara.

8888

Zoro estuvo un buen rato al borde de la plataforma de despegue, observando el paisaje que había ante él. Cuando se cansó de evadir la idea de que no encontraría nada nuevo, volvió al barco. Había mucho silencio en el Sunny, acompañado con una suave brisa. Al llegar a cubierta sólo vio a una persona.

Mihawk, estaba en el piso del timón, apoyado de espaldas sobre la balaustrada y mirando el cielo encerrados en sus pensamientos. En ese momento no llevaba puesta su chaqueta de oficial. Sin esa chaqueta, el capitán no parecía capitán, sino tan solo el mismo.

Zoro apartó la mirada avergonzado cuando el moreno dirigió sus ojos hacia él. Seguro era que se había dado cuenta de que llevaba un buen rato observándole como un imbécil. Intentó no avivar más el fuego de su cara y se metió en el camarote de la tripulación.

El de la mirada áurea, por su parte, se quedó extrañado por el comportamiento del joven, pero no le dio mayor importancia y siguió mirando al cielo.

Al rato, oyó como unos pasos subían por las escaleras.

–Buenas noches capitán –saludó amable la peliazul.

–Buenas noches.

Ella sonrió y se apoyó en el borde por el lado de la popa.

–Es un paisaje precioso, hacía tiempo que no veía uno así.

–Todo depende del gusto.

Vivi rió.

–Esa respuesta se parece mucho a la que daría Zoro –el otro no comentó nada– Todavía no he podido agradecerle como es debido el que le haya salvado.

–No es necesario. Me comprometí con vosotros e hice lo que debía hacer.

–No existen muchas personas como usted, capitán. En el buen sentido –miró hacia el cielo–. Como Zoro tampoco... pero debido a su condición es incapaz de darse cuenta.

–¿Él? Parece alguien con el ego bastante grande.

–Eso nadie lo duda, pero siempre tiene presente que es un híbrido y que no puede hacer nada para cambiarlo –hizo una pausa–. Me alegro mucho de habernos encontrado con este barco. Sobre todo por él. Nunca había tenido un amigo como Luffy y parece que le está sentando muy bien.

–¿De verdad cree eso?

–Claro.

–El chico envejece a grandes pasos, en nada estará demasiado senil para incluso recordar la amistad que tiene con tu hermano. ¿Él o tú habéis pensado en eso?

Ella volvió a sonreír, pero con tristeza y escondiéndole por unos momento la cara al moreno. Después volvió a mirarle.

–Perder a alguien querido es muy doloroso, tanto que deseas morir. Pero la soledad es mucho peor.

8888

Era la tarde del segundo día. El deslizador sobrevolaba una zona de cañones que se extendía a lo lejos en todas direcciones. Con los catalejos o con la vista térmica de Marco, eran incapaces de encontrar nada. Nami era la única que había tenido un viaje medianamente de provecho; había hecho grandes averiguaciones sobre el clima apreciándolo en primera fila, como por ejemplo lo inconstante y peligroso que era sin la influencia de los oesed. El granizo no era lo único a lo que se habían enfrentado en las últimas horas, también había tenido que enfrentarse a lluvia ascendente y ardiente, entre otros.

Por otro lado estaba aquel tenso y incómodo silencio que les atormentaba desde la aparición de Luffy. Ace hacía como si no existiera, y eso que su hermano menor había intentado hablar con él, pero el pecoso se había limitado a mirarle con severidad y el ceño fruncido. Luffy dejó de intentarlo; se quedó callado y cabizbajo.

Smoker miró de reojo hacia el sol que ya casi tocaba el horizonte.

–La noche caerá muy pronto.

La frase era una afirmación con segundas. Tenían menos de veinticuatro horas para encontrar aquello que tenían que encontrar y desfuncionarlo.

–¿Qué...– empezó Luffy.– Qué le pasará a Law si no llegamos a tiempo?

–Su estado permanecerá constante, y tendrá que quedarse en la base.

Luffy no siguió la conversación, prefirió seguir buscando lo que fuera con el catalejo.

Ninguno negaba en ese momento que la búsqueda sería mucho más fácil si supieran que tenían que buscar.

Se estaba levantado un poco de viento, eso hizo que la pelirroja se mirara la manos. Se alarmó en cuanto vio que su piel estaba pasando a gris. Aún así, cuando quiso abrir sus labios para adevertir a los demás, fue demasiado tarde.

La fuerza de un huracán los arrasó de golpe. A penas le dio tiempo para aggarrase con todas sus fuerzas al vehículo. Estaban siendo arrastrados por un viento helado. Bajo sus pies, los cañones se iban cubriendo de varias capas de denso hielo a una velocidad espasmosa.

–¿¡Qué ocurre ahora!?– preguntó Marco alzando la voz todo lo que podía.

–¡Un ciclón invernal! ¡Tenemos que salir de él! ¡O acabaremos como allí abajo!

Smoker se puso a maniobrar tan bien como podía, pero la tarea no era para nada fácil.

–¡El timón se está congelando!

Entonces vino una avalancha de viento aún mayor que les golpeó de lado. Luffy salió por los aires, dispuesto a perderse en el vacío.

–¡Luffy! – Ace agarró su muñeca a tiempo.

–¡Ace!

–¡Ni se te ocurra soltarte!

Ninguno de los dos iba a aguantar mucho más. El mayor tiró del menor trayéndole de vuelta hacia él bote con todas su fuerzas. Sin embargo, presentar guerra a un ciclón en un pequeño deslizador era más complicado de lo que se puede contar. Dio un tirón definitivo, y su hermano cayó de nuevo en el asiento, pero él perdió el equilibrio y se cayó por el borde del vehículo.

–¡Ace! –gritó su hermano con pánico. Quiso avisar a Smoker, pero cuando giró la vista vio a Marco saltando fuera de la pequeña nave.

–¿¡Pero que hace!? –gritó horrorizada la chica.

–¡Salvarle!– contestó el teniente dirigiendo la nave hacia ellos.

Marco se dejó llevar por el viento hasta Ace. Ambos extendieron sus brazos y, tras luchar por alcanzarse el uno al otro, se agarraron con fuerza de la mano. El rubio transformó su brazo libre en un ala hecha de fuego, y así voló hasta el deslizador, con el que Smoker intentaba acercarse hacia ellos. Ninguno de los dos lo tenía fácil.

Finalmente, otro golpe de viento consiguió separarles.

Continuará...


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