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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capitulo 28

Tras el accidente en la enfermería, las cosas se pusieron muy tensas. Encerraron a Vergo con las medidas pertinentes para inutilizar sus poderes y Hina recibió el testimonios de los atacados con cortesía, pero por su lado habló con Mihawk y le dejó claro que llegaría al fondo del asunto, le parecía realmente insólito que un marine se pusiera a atacar a unos marineros y civiles porque le viniera en gana y que, por si ella fuera, el perlado de su tripulación estaría en las mismas condiciones.

–Sabe usted tan bien como yo, capitana, que Dawn se rige por términos independientes al resto. Su subordinado sigue más ordenes del gobernante de su planeta que de usted.

–Pero al menos en parte teórica el gobernante debe ceñirse a las normas de la Marina. Si ha ordenado con libertad a uno de mis hombres que acabe...

–Con uno de los míos.

–Será por la existencia de razones para ello.

–Permítame que lo dude.

–Hina no cree que deba permitírselo, pero no se preocupe, les dejaré continuar con su viaje, tómelo como un gracias por acabar con el núcleo de las ondas.

Así los capitanes quedaron en que cada uno se ocuparían de lo suyo. Aún quedaba la historia de como habían conseguido romper el acero traslucido, pero todo lo adjudicaron al arma de Sabo, que era una verdad a medias.

De esta manera, mientras los marines aprendían a convivir con los oeseds, los tripulantes del Sunny decidieron hacer rápidos preparativos para marcharse cuanto antes.

–Luffy, suéltalo.

–¿Que dices, Ace?

–Tu barriga.

–Ah, esto. Es que he engordado un poco, jeje.

–Luffy, suéltalo.

El menor hizo un mohín, se levantó la camiseta y dejó que saliera a la luz la pequeña cría de oesed que se agarraba feliz a su barriga. A todo esto vino la madre del pequeño muy cabreada, tomó a su hijo y le dio una torta a Luffy; después se marchó indignada, aunque el pequeño no dejaba de decir "iii, iii" despidiéndose feliz del chico.

–Yo quería quedármelo.

–Y yo quiero que subas al barco. Venga, vámonos.

Luffy iba a seguir a su hermano, pero antes alguien le tomó por el hombro. Al girarse vio a Nami.

–Ah, eres tú –le sonrió–. Hola.

–Hola... Siento mucho lo que hice ahí fuera. Digo lo de irme y dejaros allí.

–Bah, no te preocupes, tú ya hiciste suficiente guiándonos con el tiempo y eso. Cuando sea capitán tu serás mi navegante ¿vale?

La chica no supo responder de otra forma que no fuera con un resoplo de resignación, ese chico era tan irreductible como incomprensible.

Finalmente se marcharon.

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La travesía pasaba por una fase calmada, el barco casi iba solo, y todos pudieron descansar un poco.

En ese momento el comedor se mantenía en silencio, pero no estaba vacío. En una de las mesas se encontraba Law, con una vaso y jarra, ambos llenos de agua, frente a él.

Miraba el vaso fijamente, levantó su mano derecha y la acercó con cuidado y lentitud su dedo índice hacia pequeño recipiente. El vaso, sin ser tocado, se inclinó un poco. Law acercó aún más el dedo y este se inclinó más. Paró justo cuando el agua estaba a punto de desbordarse y retiro la mano a la vez que dejaba que el vaso se estabilizara.

Tomó aire.

Con las palmas hacia arriba colocó los dos brazos flanqueando el vaso. Levantó las manos como antes, poco a poco. El vaso empezó a tambalearse como si intentara elevar su cuerpo, pero se quedaba en la mesa.

–Vamos...– murmuró con esfuerzo–. Vamos, no pesas tanto.

El vaso se despegó de la tabla de madera, salpicaba agua con movimientos bruscos, pero era demasiado poco para que Law se sintiera satisfecho consigo mismo.

–¡Que hambre tengo!

Ese grito detrás suya le hizo perder cualquier tipo de concentración, a parte del sobresalto. El vaso acabó cayendo y derramando todo el agua.

–¡Anda, pero si estás aquí! –siguió gritando el monito–. ¿Tú también tienes hambre? ¿Porqué esta empapada la mesa?

Law le miró con frustración e irritación. Después suspiró y se levantó a por un paño.

–Se me ha caído el vaso –secó el agua con el trozo de tela.

–Que torpe– se rió si coscarse de que el otro volvía a mirarle enfadado–. Ah, si yo venía a por comida.

Se dirigió al bote de limonzanas mientras que el otro, cansado, se sentaba en la mesa y volvía a llenar el vaso de agua.

–¿Qué haces?– le preguntó con la boca llena cuando volvió.

–Mirar el vaso.

–¿Por qué?

–Porque es divertido.

–Pues tienes cara de todo menos de divertido.

–Es mi cara.

–Ah... Entonces no estas haciendo nada chulo como usar poderes raros y esas cosas.

Law hizo un único movimiento que fue el de abrir los párpados. Miró a Luffy, sonreía de manera sincera, no estaba bromeando.

–¿Por qué me preguntas eso?

–El tipo ese que os atacó tenía –se sentó a su lado–, y era como tú.

–No me compares con él ¿quieres?

–¿Pero tienes o no?

Law quedó mirándolo un momento, después al vaso, puso la mano encima de este último y, de manera pausada, fue levantándola. El vaso no se elevó, pero si el agua que contenía. Poco a poco fue sacando el líquido, le estaba constando mucho, pero menos que el vaso entero, aún así se ayudo de la otra mano.

–Que guay...– fue raro que Luffy no gritara, hasta él se estaba quedando con la boca abierta.

El agua casi estaba fuera.

–¿¡Que mierda haces!? –una mano golpeó el vaso con el puño abierto. Toda la indignación que pudo sentir Law se cortó en cuando su mirada se encontró con la de Eustass–. ¿¡Sigues en enfermo o qué cojones te pasa!?

–¡A sido culpa mía!– se levantó Luffy–. Yo se lo he pedido, no sabía...

–¡Cállate!

–¡Oye, tú no me dices que me calle!

–¡Basta!– se levantó Law apartando a los dos. Miró a uno y después a otro–. Luffy, mejor vete. Tengo que hablar con Eustass.

–Pero ha sido mi culpa.

–No, no lo ha sido. Vete.

Resistiéndose, el chico hizo caso, dejó a los otros dos solos.

–¿Se puede saber que estabas haciendo? Porque recuerdo que fuiste tú el que dijiste que te podían rastrear si volvías a esos movimientos mentales.

–Sí, lo sé. Ha sido una tontería yo... sentía un poco de necesidad después de lo de Vergo.

–No me mientas. Tú no haces este tipo de tonterías. Tú nunca haces tonterías a menos que sirva algo en todos esos planteamientos que no compartes conmigo.

–Estas bastante penoso. ¿Has dormido bien?

–¡Deja de tratarme como si tuviera diez años! ¿Por qué estabas usando tus poderes?

El moreno le miró serio.

–Creo que hemos llegado a un punto en que es más arriesgado para nosotros escondernos que buscar manera de contraatacar.

El pelirrojo mostró una cara de incredulidad e indignación.

–Ah, bien, estupendo. Y eso lo decides tú solo y lo llevas a cabo tú solo, porque YO, como siempre no te valgo una mierda.

–No saques las cosas de quicio.

–No saco las cosas de quicio. Para ti siempre seré aquel niño sucio y huérfano que no entiende de nada y tu el adulto inteligente y sereno que sabe que pensar, decir y hacer.

El moreno le frunció el ceño.

–¿Que propones tu que hagamos? ¿Que descuarticemos a la tripulación como llevas diciendo desde que subimos a este barco?

Eustass se rió con sarcasmo. Dio un golpe en la mesa. Le dio la espalda y se fue por las escaleras hacia la cubierta. Law tomó aire y expiró. Se sentó de nuevo. Habían sucedido demasiadas cosas y otras tantas le venían encima. Sonrió con tristeza. Ojalá Eustass siguiera siendo un crío, convencerle de que las cosas iban a salir bien hubiese sido mucho más fácil, aunque fuese mentira. Tal vez lo que quería era más engañarse a si mismo que al pelirrojo. Pero ya no podía fingir más. Había tomado una decisión, una decisión que hasta el mismo Maluka era consciente. Pero eso no se lo podía decir, no quería. Prefería que ambos tuviesen una larga vida juntos. Una vez le faltara el pelirrojo ya pensaría que hacer.

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Los problemas de viaje no tardaron mucho en volver a aparecer. Pasaron días, e incluso semanas, realmente duros en la que apenas tenían descanso para comer y dormir. Las provisiones se acababan tan rápido como nacían las trifulcas entre los tripulantes. Por todo esto, cuando Soma, el planeta de los baños termales apareció ante ellos, fue unánime la decisión de hacer un paréntesis. Dejaron el barco en el puerto y se alojaron todos en el mismo caserón, cosa que en un principio solo los oficiales y el profesor iban ha hacer, pero cierta aura de injusticia se empezó a masticar en el ambiente. Así, el organizador del viaje, tubo que hacer nuevas cuentas.

–Os aseguro que como no encontremos ese maldito tesoro voy a tener que empeñarme hasta a mi mismo –le dijo el narizotas a los tres hermanos.

Hicieron grupo de habitaciones, en las que solo Smoker y Mihawk consiguieron una individual para cada uno. A Vivi también se le ofreció por ser una dama pero ella misma dijo que prefería no estar sola, así que se fue a la habitación de los D. Monkey junto con Zoro y el profesor.

Nadie del viaje tardó mucho en quitarse las ropas de siempre y colocarse el kimono del caserón, mucho menos en tirarse al agua de los baños.

–¡Wiii!– gritó Luffy lanzándose a la piscina en bomba y empapando a todos los presentes.

–Luffy –le llamó Sabo–. No quiero parecerme a Ace, pero esto no es una piscina.

–¡Pero si es muy divertido! Oye ¿Y Zoro y Vivi? Tardan mucho.

–No creo que bajen a los baños –le dijo el profesor Usopp–. Después de todo tendrían que desnudarse y quedar expuestas sus características.

–Además Vivi es una chica –añadió el pecoso–. Ella no vendría aquí precisamente.

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En la habitación Vivi leía tranquilamente mientas Zoro permanecía tumbado con las manos de almohada. Del exterior venían gritos y carcajadas.

–Parece que se lo están pasando bien, eh –dijo la peliazul. Miró por la ventana–. Este sitio me trae un poco de nostalgia. Se parece mucho a Ave.

–Es una copia barata.

Vivi suspiró segundos antes de que alguien llamara a la puerta.

–Pase.

–Hola señores –dijo una empleada–. ¿Está todo de su gusto?

–Si, muchas gracias.

–Me alegro –hizo una cortés y humilde reverencia–. Les traigo un regalo de parte de la casa.

La empleada les mostró una cajita de madera. Contiene seis pequeños jabones, les explicó. Cada uno de ello con olores que ya no son posible de encontrar.

–¿A que se refiere?

–Por ejemplo, señorita, uno es de naranja. No sé si usted lo sabe, pero la naranja era una fruta del primer planeta humano.

–Algo había oído. Pero también algo de que las naranjas solo se cultivaban allí.

–Por eso estos jabones son tan especiales, sus fabricantes han conseguido encontrar el olor.

–Ah...– Vivi no se lo creía mucho. Y Zoro, que fingía dormir, seguramente menos.

El caso es que la empleada les dejó la cajita. Vivi la abrió. Había seis compartimentos, cada uno con un jabón y un pequeño cartelito definiéndolo.

–Vaya – recogio el de naranja y lo olió–, pues si que lo han conseguido. No del todo pero... –puso su atención de nuevo en los jabones, deparó en uno de color lila, se lo acercó para olerlo–. Este de verdad huele a lavanda.

Sin esperárselo Zoro le quitó el jabón de las manos y se lo llevó a la nariz. Vivi quedó mirando como, completamente serio, olía la lavanda.

–Toma –le devolvió el jabón, sombrío sin mirarla.

–¿Qué te pasa? –recogió el jabón y lo puso se su sitio.

–Nada. –se tumbó de lado, de espaldas a ella, apoyado la cabeza en la mano–. Eso no es lavanda.

En poco Vivi comprendió con tristeza. Kuina siempre utilizaba fragancias de lavanda cuando tenía una cita con Zoro.

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Marco y Shanks se habían ido de la habitación para irse a las aguas termales con los demás, de manera que solo quedaban Eustass y Law. Este último también se disponía a irse.

–¿Piensas quedarte en la habitación hasta que nos vayamos?

–¿Que más te da?

–No puedes estar cabreado toda la vida.

–Observa como lo hago.

Law suspiró.

–Si quieres que te trate como a un adulto empieza a comportarte como tal.

Dicho esto, se fue.

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La tarde fue apareciendo y tras la hora de comer muchos volvieron a las aguas.

–Ah...– suspiró el cyborg pelirrojo en el agua y apoyado de espaldas a una roca–. Lo he pasado peores veces que en otras pero sin duda este detalle hace esta travesía sea la mejor que he tenido– Luffy se tiró en bomba delante suya creando una gran ola que le dio de lleno. Suspiró otra vez–. Juventud divino tesoro.

Otros, cansados de tanto baño, se decidieron a pasear. Uno de estos fue Marco. Cuando volvió fue directamente a la maquina expendedora. Su refresco cayó cuando le tocaron por el hombro.

–Hola.

–Ah, hola, Ace. Creí que estabas todavía bañándote.

–No. –pidió el otro refresco cuando Marco le dejó paso–. He estado en la sauna. Por suerte a mi hermanito le aburren y he podido relajarme un poco.

–Tu hermano es un risa, deberías disfrutarlo más.

–Creo que lo he disfrutado demasiado. Cambiando de tema. Había algo que quería decirte.

–Dime.

El apartó la mirada un momento, se rasco la cabeza y luego habló.

–Gracias. Por no abandonarme en aquella ocasión. Sé de sobra que podrías haberlo hecho, además sin problemas. Pero decidiste quedarte conmigo. Eso dice mucho de ti.

–Eso ya me lo dijiste en la cueva y... creo que exageras –intentó no parecer nervioso–. No pude ayudarte como debiera. Sin el golpe de suerte que tuvimos puede que...

–Marco –le cortó–. Te quedaste. Fuera como fuese te quedaste.

Se miraron a los ojos, sin decir nada. El rubio iba abrir la boca pero...

–Ace –surgió la voz de Smoker. El pecoso se dio la vuelta

–Voy –le contestó y puso la mano en el hombro del piloxiano–. Nos vemos.

Marco asintió con una sonrisa amable. La pareja se fue. Resopló.

–Tú tienes más ganas de matarlo que yo.

–Eustass... ¿Hace cuanto que estabas ahí?

–Lo suficiente. Así que por eso salió tu otro yo a flote esa vez.

–No sabes de lo que hablas.

–Tampoco es que quiera hablar de ello –fue hacia la máquina–. Es tu problema, mientras no lo conviertas en el mio me da igual lo que hagas con tu vida –dio al botón para seleccionar, la lata salió. La recogió y bebió–. Excepto en el caso de que quieras cometer un asesinato contra la autoridad, en ese caso me apunto.

–Cada día me asombra más tu falta de escrúpulos.

–Los escrúpulos sobran en nuestro oficio.

–¿Incluso si ello significa matar a la persona que ha salvado la vida de quién amas?

–¿Perdona?– preguntó burlándose con una carcajada.

–Supongo que ni te molestan en pensarlo, o prefieres no hacerlo, pero la realidad es lo que es. Sabes que si no fuera por Smoker o por Ace, incluso por Luffy... Law no estaría aquí.

El pelirrojo no dijo nada, solo apartó la mirada, con el ceño fruncido, y bebió.

 

Continuará...

Notas finales:

Y aquí termina la sétima tanda, con flashback finiquitado y el inició de otro nuevo arco, que tampoco será uno excesibamente largo, será este que habéis leido y el siguiente xD además un relajaito, que a este gente le hace falta, por todo lo que les ha venido y por lo que les está por venir.

 

Nos vemos en la siguiente actualización, bye! ;)


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