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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capitulo 4

 

En la oscura despensa Law suspiraba fuerte, tirando de aquel cabello rojo mientras el otro lo tomaba con fiereza. Recibía sus besos y mordidas en el cuello, en el pecho, cada vez más bajo. Profirió un quejido extasiado al sentir como jugaba con su parte íntima a la vez que sus dedos iban a su interior. Eustass, desbocado, se incorporó de rodillas apuándo al moreno, que se aferró como si al no hacerlo así el otro se desharía. Con un gruñido besó a Law y empezó a moverse dentro. Al poco, los dos llegaron a su cielo particular.

Sus cuerpos se destensaron a medida que intentaban recobrar la respiración. Eustass le dio besos cariñoso en la cara a Law y salió de él con mucho cuidado, aunque el moreno no pudo evitar pronunciar un leve gemido de molestia. Tras eso, el pelirrojo tumbó, atento, sobre el suelo. Law aún tomaba grandes bocanadas de aire, estaba exhausto; pero eso no quitó que hiciera un esfuerzo para acariciar el cabello y la mejilla del otro, con una sonrisa. Eustass correspondió este último gesto; observó el brillo de la piel del moreno por el sudor, dándose cuenta de que Law empezaba tiritar por la baja temperatura del sitio. Recogió su gabardina negra tirada de mala manera y se la colocó por encima a su amante. Law asintió agradecido, se tumbó de lado apegándose a la prenda negra. El pelirrojo se recostó a su lado de modo que el de las perlas le daba la espalda, le pasó un brazo por encima acercándolo a su cuerpo y le beso en el pelo por encima de la oreja. Le acarició para darle calor.

–Eustass... Me encanta estar contigo de esta manera –hizo una pausa–. Pero estoy demasiado agotado. No puedes seguir usando nuestro encuentros para desahogarte. Tienes que aprender a relajarte por tu cuenta.

El pelirrojo hizo un mohín, dejó la cabeza tendida sobre el suelo.

–Me pides demasiado.

–Solo inténtalo. No hace falta que te hagas amigo de nadie.

Calló una vez más, después resopló casi gruñendo. Apretó más el cuerpo de Law con el suyo.

–Odio esto – masculló.

–Lo sé – sacó la mano de debajo de la gabardina para llevarla a la de él. Sonrió triste–, sé que lo odias...

 

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Era la hora de la comida en el barco, la favorita de Luffy o mas bien la única a la que tenía aprecio ya que, en ese viajecito, el resto de las horas estaban cubiertas por duros trabajos unos detrás de otros. Aun así tampoco se la dejaban apreciar mucho.

–¿Y esa cara de niño muerto?– le preguntó Shanks, ahora con el pelo recogido en una coleta, mientras los dos servían el estofado en los cuencos de los tripulantes que se acercaban en fila.

–Tengo hambre.

–Nada nuevo, entonces –. Dijo divertido. Siguió sirviendo cuencos y de reojo miró al grumete. El chiquillo tenía un clara cara de exhausto, tal vez le había hecho trabajar demasiado–. Anda, sírvete y vete a una mesa.

–¿Qué? –preguntó sorprendido y esperanzado–. Pero si aún no están servidos todos.

–No te preocupes, chico, yo me encargo.

–¿De verdad?

–No me preguntes más, no vaya a ser que cambie de opinión. Así que coge un cuenco, para tus dos hermanos también, que acaban de entrar por la puerta.

–¡Muchas gracias Shanks! –se reverenció feliz.

–A mandar –rió.

 

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–Ace, si quieres ve tomando sitio mientra yo voy a por la comida.– le sugirió Sabo.

–Está bien, de paso recoge a Luffy, que seguro que ahora se esta muriendo de hambre.

–¡Aquí estoy!– apareció su hermano pequeño portando tres cuencos, uno de ello entre los dientes–. Tomad –les ofreció los dos platos de estofado.

–¿Qué haces aquí?–preguntó Ace recogiendo el cuenco–. Deberías seguir currando hasta que todos estemos servidos.

–Shanks me ha dejado escaparme – se le escapó una risilla.

Buscaron con la mirada un sitio donde sentarse a comer. Ace fue el que tuvo más suerte al reconocer a cierta persona que se había ocupado una mesa prácticamente vacía. Animó a sus hermanos a seguirle.

–Hola Marco –le saludó poniendo una mano en su hombro–. ¿Te importa que nos sentemos contigo?

El piloxiano se volvió hacia él para mirarle.

–Eh Ace, no que va. Sentaros, sentaros.

–Muchas gracias –tomo lugar a su lado mientras que sus hermanos se sentaron enfrente de Marco.

–¿Y tú que haces aquí?– preguntó Marco a Luffy.– todavía no estamos todos servidos.

–Shanks me dejó irme.

–¿En serio? –sorbió de su cuchara–. Me sorprende.

–¿Por qué?

–Como creo que ya os dije, llevo navegando bastante tiempo con él. Cualquiera a su cargo debe olvidarse del significado de la palabra descansar.

–Pues a mi me ha dejado.

–Porque se esta ablandando – dijo Eusstas con molestia y burla sentándose a un lado de Marco, seguido de Law.

El ambiente en la mesa no pudo hacer otra cosa que tensarse, sobre todo por las miradas de odio que se lanzaban el menor de los D. Monkey y el pelirrojo de las pinzas.

–Law – le llamó Marco por lo bajini – Crees que ha sido buena idea que os sentéis aquí.

–No había más sitio.

Luffy se fijó al de las ojeras. Sus ojos entrecerrados pasaron a agrandarse y a brillar.

–Cuantos percins tienes...– le dijo con admiración a Law.

–No son percings. Es mi piel.

La mirada del chico brilló más haciendo que se sintiera un poco incomodo.

–Deja de mirarle –le ordenó Eustass llevándose un corte de manga por parte del chico– ¡Maldito niño! –se levantó airado.

–¡Lo siente mucho!– Ace hizo que se reverenciara estanpándole la cara en la mesa al menor–. Es que es joven y bala perdida. No sé si me entiendes.

–Te entiendo perfectamente –le respondió Law consiguiendo que el de las pinzas le lanzara una mirada de furia, pero él se la devolvió con reproche. Eustass se sentó a regañadientes y siguió comiendo.

–¡Ay, chicos! Por fin os encuentro – llegó el profesor Usopp hasta la mesa–. Si me disculpan...– dijo pidiendo permiso para sentarse a la vez que se sentaba–. Uff... con tanto mastodonte aquí era como buscar un aguja en una pajar.

–¿A quien llamas mastodonte?– preguntó Eustass como si tuviese ganas de bronca.

–¿¡Yo... Yo!?– le tembló la voz al profesor– Pu.. Pu... Pu...

–¡Sueltalo! –dió un manotazo sobre la mesa.

–¡Pues a nadie!– lloriqueó temeroso con un timbre de voz bastante agudo.

Eustass oyó el resoplido de Law. Apretó los dientes.

–Lo siento – dijo mecánicamente arrastrando las palabras.

–No... No pasa nada– el profesor tragó duro– Oye, chicos –les dijo mas retiradamente a los tres hermanos– ¿No creéis que es más seguro comer en otro sitio?

–¿Es que acaso tienes un problema con este sitio?– le volvió a preguntar el pelirrojo amenazador.

–¡Ninguno! – volvió a lloriquear.

–No se asuste profesor – le intentó calmar Law, que sonreía–. En su idioma significa que le agrada mucho su compañía y que le encantaria que siguiera compartiendo la mesa con nosotros.

–Ah... Bueno... Menos mal que tiene un interprete – suspiró aliviado cerrando os ojos–. Vaya mañana que he tenido –explicó ya más normal–. Bueno, las que llevo teniendo desde hace varios días, pero no hay manera de que convenza a ese dichoso capitán de que la ruta por la que nos quiere llevar no es la mejor opción. ¡Esta loco! Sé que nos prima la prisa pero no es necesario coger la ruta mas corta que equivale a la mas peligrosa.

–¿Nos va a llevar por una ruta que corramos peligro?– preguntó Ace.

–Según él no. Dice que el peligro esta en las supersticiones de la gente, pero no sé... Aunque solo sean eso; si tanta gente coincide es que algo tiene que haber. Aunque puede que tenga razón después de todo, ya que no atravesaremos el peligro sino que lo bordearemos.

–¿Qué ruta es la que a decidido el capitán?– preguntó esta vez Marco.

–La del Cinturón de Asteroides.

La estancia quedó completamente en silencio y todos los ojos eran dirigidos con asombro hacía el profesor.

–¿He.. dicho algo malo?– digo temblando mas que una gelatina y sudando en frío.

–¿Cómo que por la ruta del Cinturón de Asteroides?– gritó Catalina cabreada–. ¿Es que nos quiere matar?

–¡Todo el mundo sabe que ir por allí es un suicidio!– añadió el payaso al que todos llamaban Buggy–. ¡Solo un necio escogería esa ruta!

El comedor se llenó de quejas en alto, discusiones y miradas que echaban toda la responsabilidad sobre el profesor que a parte de asustarse por los comentarios su mente solo ideaba como salir de aquella habitación.

Todo estaba muy nervioso y caldeado; en medio de todo aquello, el cyborg pelirrojo sorbía tranquilamente su cuenco mientra miraba a los demás.

–¿¡TU NO TIENES NADA QUE DECIR!?– le preguntaron la mayoría de los presentes a la vez.

–¿Yo? Vamos chicos, ¿qué puede decir un humilde cocinero?

–Todos sabemos que tu eres de los más veteranos – acertó Marco al decir algo antes de que metiera más la pata–. Sin duda unos de los que más experiencia tiene. Si el capitán tiene eso en cuenta debería escuchar tu opinión.

–Mi opinión es la misma que la del capitán. Esa ruta es una comuna de supersticiones que se forman en bocas y cabeza de la gente, nada más.

El cocinero respoló y se echó el pelo hacia atrás con su mano metálica.

–Mirad chicos –dijo para todos, incorporándose–, Ya que me reclamáis por mi experiencia os diré una gran verdad que aprendí gracias a ella. El Cinturón de Asteroides es un ruta de piratas, lo cuales se inventaron todas esas historia para poder escapar ya que la marina o no se atrevía a seguirlos o los daba por muertos, o ambas cosas. Listo, no busquéis nada más porque no lo hay. El único peligro que tiene el Cinturón es que por la cantidad de asteroides que hay no llega la suficiente energía solar a las velas y el barco se queda a la deriva, pero ni de eso hay que preocuparse porque lo iremos bordeando. Ademas, aún faltando la luz solar tenemos el combustible.

Con eso los presentes se quedaron, no más contesntos pero sí más tranquilos y, tras algunos encogimientos de hombros y masculladas, siguieron comiendo. Pero la tranquilidad hoy no les acompañaba.

–Entonces...– dijo Luffy en voz alta por lo que lo oyó todo el mundo.– ¿Entonces nos encontraremos con piratas?

Shanks lo miró con interés; el chico temblaba, los labios un poco aciertos y los ojos como platos. El pelirrojo se permitió una sonrisa.

–¿Acaso tienes miedo de los piratas, chico?– se separó de su silla, se fue acercando a él como si estuviera en una procesión, con lentitud y dignidad–. Eso sería lo normal porque... Sí... Sinceramente son algo que temer. Ellos sobrepasan las condiciones de algo normal y superan pruebas que nadie puede. Son sanguinarios, crueles, ladrones... son más temibles que el planeta construido de Impel Down, que dicen que es el mismo infierno; tienen menos escrúpulos que los nobles de la Galaxia Shabondi; más siniestros que la constelación de Floiran; mas fuertes que las criaturas de Little Garden... Si sueñas con ellos es porque estas en una pesadilla y si te los encuentras es tu fin –llegó justo al lado de Luffy y lo miró de frente. A esa distancia el temblor del pequeño resaltaba mucho más–. El miedo es el mínimo daño que te pueden provocar.

Los dos quedaron mirándose a los ojos, en silenció. Luffy bajo la cabeza mirando al suelo.

Vaya, pensó Shanks, puede que me haya pasado un poco, después de todo es solo un crio.

–Genial – murmuró Luffy haciendo que el cyborg abriera los ojos con gran sorpresa preguntándose si había oído bien–. ¡Los piratas son geniales!– carcajeó fuerte al cielo–. ¡No puedo esperar ha encontrármelos!!

Sobra decir la sorpresa de los presentes, excepto por la de los dos hermanos mayores, que sonreían sabiendo como era el pequeño.

–¿Pero tu me has escuchado, chico? Los piratas no son geniales, son tener a la muerte de cuerpo presente.

–¡A mi me da igual! ¡Los derrotare con mis manos! –le levantó y golpeó su palma con su puño–. ¡No sabrán ni por donde le vienen los golpes! ¡Mis puñetazos son como mas rápidos y fuertes que una disparo!

–Anda ya –le dijo Shanks con desgana e indiferencia, mirando para otro lado.

–¡Que te digo si! –rugió–. ¡Espera y te lo mostraré! –dispuesto a acertarle una directo en el estomago se abalanzó contra él, pero en lo único que acertó fue a golpear la palma metálica de la mano de Shanks puesta como escudo–. ¡Ah!! ¡mi mano! ¡me duele me duele!– gritaba de dolor con las lagrimas saltadas agarrándose la mano hinchada y roja siendo el objeto de risas de todos.

–¡Vale te lo admito chico! –Shanks se agarraba el estómago y lloraba de la risa–. ¡Me has matado! ¡Me has dejado muerto

–¡No te rías de mi! ¡Imbécil!

Entre los dos crearon una comida con espectáculo en la que Luffy se dedicaba a dar golpes a diestro y siniestro y Shanks a esquivarlos burlándose de él a carcajada limpia. Un niño que no teme a los piratas, pensaba observándole, no se si será valentía o inconsciencia pero realmente es un chico interesante.

 

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Como ambos capitanes ordenaron, uno directa y otro indirectamente, viajaban por la ruta del Cinturón de Asteroides; y como ambos dijeron en los cuatro días que llevaba por allí no se produjo ninguna situación de alarma.

–¡Buah!– resopló Ace apoyado en la barandilla–. Estoy harto de piedras volando.

–Vete para la otra barandilla – le sugirió Marco despellejando una tablón de madera.

–Sabes a que me refiero graciosillo –se quejó– Me gustaría pisar tierra firme. Ya llevamos mucho navegando y no hemos desembarcado en ningún planeta.

–Para eso es mejor no impacientarse, en algún planeta tendremos que parar para recoger provisiones.

–Espero que sea pronto.

–¿Todo bien?– dijo una tercera voz, autoritaria tras ellos que les hizo incorporase y darse la vuelta con rapidez.

–Sí, mi teniente.– atinó a responder Marco.

–Me alegro –habló Smoker con sequedad, marcando las distancias–, Ya que se han pasado varias hora aquí averiguándolo mejor que cambien de lugar para averiguarlo en otro sitio y a ser posibles haciendo algo de provecho – habló casi en una orden con dureza.

–Sí, señor.– contestó el rubio.

Smoker asintió y tras echarle un mirada dubitativa de arriba a bajo a Ace se volteó para irse.

–Te... Teniente– Ace intentó llamarlo pero no le salió la voz.– ¡Espere!

El oficial se giró con una mirada directa hacia él que le hizo ponerse bastante nervioso. Marco por su parte observaba a Ace extrañado, se percató de que el pecoso no actuaba como hacía un momento.

–¿Ocurre algo?

–Esto... –se rascó el tabique de la nariz–. Me gustaría saber cuando desembarcaremos a repostar.

–Eso depende del capitán. Dudo mucho que no descendamos a un planeta de extrema necesidad o estemos muy justos de provisiones.

–Ah... Entiendo... y de provisiones... ¿vamos bien?

–Hasta donde yo llego a saber, si. Aún con su hermano pequeño que parece tener un agujero negro por estomago.

Ace se enrojeció considerablemente y tuvo ganas de tener a su querido hermano pequeño delante para darle un colleja.

–Mis disculpas.

–No te disculpes, después de todo tu no eres tu hermano y él ya es mayorcito.

–Sí, pero por mucho que cumpla años algo de responsabilidad me cae.

Sinceramente, para Marco, el ambiente estaba muy raro, rarísimo. Lo mas raro es que se sentía molesto y como si sobrara. Apartó la mirada de nuevo hacía el exterior del barco en dirección proa. Entonces sus ojos mostraron interés con algo que captaron. Se acercó más a la baranda para observar. Aún estaba un poco lejos, pero podía vislumbrar un cuerpo oscuro, redondo. ¿Un planeta? No, era demasiado pequeño para ser un planeta. Tal vez fuera un satélite salido de su órbita y que vagaba por el universo pero...

 

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–¿Algún contratiempo, Señor Burgues?– preguntó el capitán Mihawk al acercarse al timonel de seis brazos y mascara.

–Ninguno mi capitán.

–De acuerdo.

–Pero parece que tenemos algo enfrente de popa, parece un pequeño satélite perdido –entrecerró los ojos –. Menos mal que me he dado cuenta, esa bola negra a penas se ve.

Al oír eso, el capitán abrió los ojos, se volteó hacía la proa. Vio al supuesto satélite, pero vio algo más, algo se movía en ese cuerpo, como si estuviese vivo. Sus sospechas se convirtieron en hechos cuando agudizó el olfato y le llegó, sutil aún, ese olor, un aroma inconfundible y nauseabundo. Había que dar la alarma.

–¡Teniente Smoker! ¡Que todos vayan a sus puesto! ¡Tenemos que hacer una maniobra evasiva! ¡Rápido!

–¡Sí, mi capitán!– obedecía antes de dirigirse a la tripulación– ¡Ya habéis oído al capitán! ¡Maniobra evasiva!

Sin rechistar, rápidos y dirigentes, cada uno tomó posición.

–¿Qué ocurre? –preguntó el profesor, hasta el momento abstraido con su catalejo. El capitán bien pensó que podía haber usado ese chisme para algo práctico–. ¿¡Estamos en peligro!?

Mihawk se volvió al frente.

–Mire por usted mismo. Ya empieza a moverse.

El profesor se fijó en aquel cuerpo, utilizó su catalejo. Un pequeño susto pasó a un miedo feroz cuando vio como de aquella especie de planeta menguado empezaban a desplegarse pelos. No. Pelos no.

–Ten... tentáculos.

–Sí profesor, se encuentra ante un kraken.

 

Continuará...

Notas finales:

Bueno, hasta aquí los capitulo que llevo corregidos, cuando tenga otro momento relax me pondre con los cuatro siguientes.

Sé que es un poco rollo porque este último termina cuando va a pasar algo, pero también hay un lemon de gratis al principio, no todos son desventajas xD


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