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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capítulo 7

 

Un barco destrozado, dos barriles de zumo de uva (recordamos que no tenían permitido beber), un gran alivio de conservar sus vidas y ninguna razón para no celebrar una pequeña fiesta, eso eran lo que tenían.

–¡Laaa vida pirata la vida mejor, se vive sin trabajar, cuando uno se muere con una ondina se queda en el fondo del mar! ¡SIIII! ¡SE QUEDA EN EL FONDO DEL MAR!– cantaban todos felices formando un corro, sobre todo Ace, que algunos llegaban a pensar que era capaz de emborracharse con el zumo.

–Hay que ver lo contento que está tu hermano –le comentaba el profesor a Sabo, ambos fuera del corro de la fiesta–. Creo que es la primera vez que lo veo así de contento.

–Si es que no puede evitarlo –se alzó de hombros sonriente–, en el fondo es un fiestero –observó como el pecoso se pelaba de broma con Marco porque este le decía que estaba bebiendo demasiado y su hermano le contestaba "yo sé cuando bebo demasiado". Suspiró–. Parece que este viaje le ha venido mejor a él que a Luffy.

–¿En serio? Oye, y hablando de Luffy, ¿dónde está? Resulta raro no encontrarle por aquí.

–Pues ahora que lo dices...

 

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El pequeño de los D. Monkey se encontraba en ese momento en la proa, lejos de todas las miradas del barco puesto que estas se encontraban todas en cubierta celebrando la alegría de vivir, excepto por los dos oficiales que seguramente estarían en el despacho del capitán hablando de su próxima parada en el siguiente planeta habitado.

Al lado de donde había estado el mascarón, con los codos colocados en la balaustrada, suspiró con amargura.

–¿Y esos suspiros?– apareció Shanks subiendo por las escaleras desde cubierta–. Creí que a estas alturas estarías montando unos de tus jaleos por allí atrás –señaló la cubierta con el pulgar.

–No tengo ganas de fiesta –dijo con el mismo amargamiento con el que había suspirado.

–¿Ah, no? ¿Y que me dices de comida? –le ofreció una limonzana a la vez que se apoyaba también en la la balaustrada.

El chico miró de reojo la fruta.

–No, gracias –apartó las pupilas de ella.

–Ah, pues me la como yo.

–¡No!– gritó desesperado al ver que la limonzana casi va a parar al estomago de Shanks.

Quedaron parados en el acto, el pelirrojo sonrió con malicia y el joven apartó la mirada con los mofletes hinchados y colorados.

–Anda, toma – el chico recogió el fruto al vuelo y empezó a comer sin mirar al mayor–. Y ahora... ¿me cuentas a que viene tanta depresión? Antes del ataque de las ondinas se te veía bastante animado –apoyó su barbilla en el dorso de su mano humana.

Luffy tragó lo último que quedaba del fruto y con la cara triste empezó a hablar:

–Yo... Estaba muy ilusionado con este viaje, lo había soñado toda la vida pero... ¡No he sido mas que un estorbo! Incluso mi hermano Ace que no quería venir hace más que yo ¡Incluso el profesor nos salvó del kraken! Y yo... solo quería demostrar que no soy el caso perdido que mis hermanos creen... – dejó caer su vista sobre su pierna vendada, el mordisco de la ondina aún le dolía.

Shanks le observó su tristeza, no se le hacía del todo ajena. Cuando era grumete el también recibió un varapalo parecido; puede que para otros se hiciese una tontería, pero descubrir tu propia inutilidad para con los demás y que lo mejor que puedes hacer es fregar la cubierta y pelar patatas es bastante duro; él hubiese abandonado el barco en el que estaba de no haber sido por la mano amiga que le tendieron, a parte del sopapón a tiempo. Sonrió con nostalgia.

–Chico, esto solo acaba de empezar y tú solo eres un grumete –le dijo comprensivo–. Pretender convertirte en maestro antes de pasar por aprendiz es una tontería. –Luffy no le miraba, veía su inquietud por como se mordía los labios–. Aunque desde luego con esa actitud si que eres un estorbo.

Creyó que eso le haría enrabietarse como siempre, pero se equivocó, Luffy estaba de verdad abatido. Guardaron silencio, llegando a sus oídos el jolgorio de la fiesta. Nadie parecía darse cuenta de que faltaban.

–Chico, mírame – Luffy le hizo caso a duras penas–. ¿Quieres hacer algo divertido? –preguntó con un sonrisa sincera.

–¿Divertido? ¿Ahora? ¿Que quieres...?

–Sígueme –y echó a andar.

Luffy, dubitativo y sin entender, se rezagó un poco, pero finalmente fue tras el pelirrojo. Éste, le guió a través de cubierta con toda normalidad. Los de la fiesta se mantenían sin prestarles atención. Llegaron así a la cocina, donde Shanks, en el extremo contrario a la despensa, abrió una escotilla.

–¡Un pasadizo secreto!– gritó ilusionado.

–No es ningún pasadizo secreto, chico –dijo bajando por las escaleras–. Solo la sala de maquinas. ¿Me sigues?

–¡Si!

Entraron en auténtico laberinto mecánico rodeado de cables, todo estaba bastante oscuro y la poca iluminación dependía de unas lamparas de tenue y verdosa luz adosadas al bajo techo.

–Por aquí.

Shanks lo guió de un lado a otro; Luffy, que ya de por si pensaba que el barco era inmenso, metido en ese sitio pensó que se habían adentrado en un enorme universo alterno.

–Impresionante ¿verdad?– le preguntó el mayor como si le estuviera leyendo el pensamiento–. Viendo el barco desde fuera no te imaginas que tenga todo esto dentro. Aquí se encuentra todo el mecanismo de la nave. Mira.– dijo palpando una enorme columna de metal con una puerta–. Desde esta cabina se acumula la energía solar que captan las velas y se pasa a los propulsores –siguió andando.

Al llegar a lo que Luffy dedujo que era lo que estaba bajo la popa del barco, el pelirrojo abrió otra trampilla; esta daba a unas escaleras de madera y mejor iluminadas; las bajaron encontrándose con la última puerta que tuvieron que atravesar; Shanks la apartó dejando paso al pequeño con una aire de lo mas teatral y sonriente.

El grumete pasó, agrandándose al instante sus ojos ya enormes de por sí. Estaban en el casco del barco. Había colgados de cuerdas seis botes con sus velas plegadas, tan nuevos que aún se podía oler el barniz; eran cada uno, posiblemente, desde cualquier punto de vista, una autentica maravilla.

–¡COMO MOLA!– gritó Luffy con máxima motivación, ojos salidos de sus órbitas, mandíbula desencajada y lengua serpenteante.– ¡Shanks! ¡Como molan! ¡Son botes! ¡Botes de verdad! ¡No sabía que había esto en el barco! ¡Quiero montar, quiero montar, quiero montar! ¡Au!– se quejó del cogotazo metálico que le dio el mayor.

–Hay que ver que rápido se te han pasado todos los males – le dijo con ojos entrecerrado. Luego se acercó a los botes–. Anda, elije el que más te guste y ayúdame.

–Pero... ¿podemos utilizarlo?

El cyborg se se volvió con una sonrisa infantil al otro.

–No recuerdo que el capitán me dijera nada al respecto.

Luffy se llenó de emoción y alegría.

 

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–Entonces, calculada nuestra velocidad, puede que lleguemos en poco más de seis horas al planeta habitado más cercano.

–Así es – confirmó el oficial a su capitán–. La verdad es que ha sido toda una suerte que se trate de Aladrum. Su tecnología es de las mejores que se pueda encontrar. No nos faltara de nada, y no creo que gastemos más de dos días.

–Yo también. Pero intentaremos apurarlo en uno – sin venir a cuento frunció el ceño extrañado, apartó la mirada.

–¿Ocurre algo?

–... Es... Como una intuición – o más bien su fino oído que lo avisaba de que el cascote del barco se estaban abriendo. Con un rápido movimiento se levantó y colocó tras la ventana observando como uno de los botes iba a toda velocidad dando un tremendo giro y dirigiéndose a la misma dirección de la proa. Resopló–. Akagami y el joven de los D. Monkey.

–¿Voy a detenerlos?

–No, con Aladrum tan cerca no creo que haya problema y Akagami es más listo de lo que quiere aparentar –señaló con algo más que molestia–. Ademas queda la satisfacción de perderles un rato de vista – pensativo, hizo una pausa–. Y yo que ya creía que con un solo Garp teníamos suficiente y de sobra para todo el universo.

–¿Garp? ¿El vicealmirante? –le extrañó escuchar ese nombre tan repentinamente, pero al recordó cual era el apellido que aquel viejo oficial–. D. Monkey, ¿está relacionado con los tres hermanos?

–Sí, lo supe al escuchar el apellido por parte del profesor cuando nos los presentó. Nunca les había visto, pero a Garp le encanta hablar y quejarse de sus tres nietos.

–No sabía que conociera tan bien al vicealmirante.

–Fue él el que me ofreció alistarme en la marina espacial. Le debo mucho.

Smoker se sorprendió que Mihawk le debiera algo a alguien, aunque se tratara de Garp, pero no lo mencionó.

 

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–¡Vamos chico! –le animó el pelirrojo con el bote ya preparado y esperando bajo la quilla del barco.

Luffy se reunió con él de un salto y cayó en el bote consiguiento que este se desestabilizara con bravura. Shanks, que reía ante tanto despliegue de energía, se sujetó el sombre de paja con la mano a la cabeza. Luffy fue directamente a los mandos de marcha.

–¡Espera chico, que tu no sab..!

El bote salió despegado a toda velocidad siguiendo las indicaciones de Luffy. Era como una bocanada de aire; después de tantos días en ese viaje, ahora era el que llevaba los mandos de una nave en pleno espacio. Gritó, gritó feliz a todo pulmón. La sensación no se podía comparar a cuando estaba en Goa, era cien mil veces mejor. Aumentó la velocidad. Iban tan rápido que alcanzó a hacerle compañía a un cometa cuya estela dejaba una gran resplandor azulado.

–¡Ey, chico! –le llamó Shanks recuperándose del susto–. ¿Se puede saber como es que sabes manejar esto?

–¡Mis hermanos me enseñaron! ¡Lo llevo haciendo desde pequeño! ¡Ahora soy mejor que ellos! ¡Mira!

El bote plegó su vela y se metieron de lleno en la estela del cometa con una voltereta lateral. El cyborg, con su mano metálica agarrada al bote y la de carne aún sosteniendo su sombrero, entrecerraba los ojos por el hielo le daba de cara. Miró al muchacho, la expresión de su cara le hizo sonreír, Luffy estaba pletórico. Se había olvidado de todos sus problemas y miedos, volvía a tener esa fuerza característica en él.

Tras unos pares de maniobras exacerbadas, Shanks le pidió que por favor que saliera de la estela o su corazón no lo podría soportar. Con una carcajada, el chico asintió; salió de la estela y desplegó la vela. Se adaptó a un ritmo más tranquilo mientras el hielo del bote y sus cuerpos se deshacía conforme se alejaban del cometa.

–¡Guau!– exclamó Luffy–. Ha sido genial... ¿Repetimos?

–Por dios, chico –dijo sacudiendo el hielo de su sombrero y volviéndoselo a poner sobre la cabeza–. Ten compasión de un pobre y viejo cyborg.

Luffy se rió. Luego, su risa se fue apagando y suspiró aún feliz.

–Muchas gracias Shanks. Lo necesitaba.

El pelirrojo se sorprendió por lo que acababa de decir. Sonrió.

–No es algo que me tengas que agradecer, después de todo estas a mi cargo –le revolvió el pelo con su mano–. Pero verdaderamente te tengo que decir que me has impresionado. Si yo a tu edad hubiese sabido manejar así ahora la gente besaría por donde camino.

–No sé que decirte, cuando me fui no escuché ningún alago. Incluso Ace y Sabo me regañaban por pasar demasiado tiempo con mi tabla solar –dijo con un mohín, al segundo lo cambió por un rostro se llenó de convicción– pero eso era antes. Entiendo lo que me has dicho, ahora mismo solo soy un grumete, pero cuando termine este viaje conseguiré que la gente me reconozca.

Shanks vio el brillo en los ojos del muchacho, dirigidos al frente. No pudo evitar sobrecogerse, como tampoco pudo evitar un deje de culpabilidad. Tal vez, la idea de animarle no había sido del todo buena.

–Chico...– empezó a hablar con algo de tristeza y cabizbajo observando su mano de metal–. Lo planes no siempre salen como uno quiere. A veces, cuando sigues un sueño con todas tus ansias... debes renuncia a cosas.

Luffy, al ver que se quedaba callado, le lanzó un mirada de soslayo. Shanks movía sus dedos robóticos abriendo y cerrando la mano. El chico abrió la boca, no pronunció palabra sin embargo. Por muy torpe que fuera, era capaz de comprender que si Shanks no le explicaba más, era porque no quería hablar del tema.

De esta manera, siguieron en silencio atravesando el espacio. Todo era tranquilo, tanto que no supieron muy bien cuando perdieron la conciencia del tiempo.

 

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–¿Le has encontrado?– preguntó Sabo a Ace que salía de la cocina, este negó con la cabeza.

–No, y tampoco está Shanks –chistó molesto–. Esto es un barco, hay un limite de sitios en donde buscar.

–Y no solo eso, también el tiempo que llevan sin aparecer, no es normal – añadió el rubio.

–¿Pasa algo?– los dos muchachos se volvieron, era el teniente Smoker.

–Es nuestro hermano, teniente –contestó el pecoso–. No le encontramos por ninguna parte, y al señor Akagami tampoco.

–¿Aún no han vuelto?– preguntó algo extrañado.

–¿Volver? ¿Acaso fueron a algún sitio?

–El capitán y yo pudimos ver como el señor Akagami y vuestro hermano salían en un bote – le contestó a Sabo–. Pero... ya hace más de una hora, cuarenta y cinco minutos.

Los dos hermanos se alarmaron.

–¿Que ocurre?– apareció el capitán Mihawk.

–Akagami y el chico, mi capitán. No han vuelto.

Mihawk frunció el ceño contrariado. ¿En qué pensaba ese maldito Akagami? Ya llevaban casi dos horas perdiendo el... Sus pensamientos se cortaron en el acto cuando a su nariz vino una aroma inconfundible. Sangre. Se fijó al otro lado de la balaustrada, ahí fuera había una animal que no podía ver gracias a su capacidad de invisibilidad, varios ciertamente, en su estado se mantenían inofensivos ya que no eran lo suficiente poderosos para enfrentarse al barco. Pero un bote era otra cosa.

–Señor Smoker – se volvió hacia él–, vaya a mi despacho, la mesa tiene una doble tabla, saque a la luz la segunda en ella encontrara un panel de comunicaciones, intente contactar con el bote.

–Si, mi capitán.– respondió poniéndose en marcha.

Mihawk les echó una mirada a los dos hermano, ambos parecían esperar unas palabras de consuelo. El capitán podría haberles dicho que no dudaban que encontrarían a los desaparecidos, sin embargo, creyó más sensato callar. Después de todo, encontrarlos no especificaba en que estado.

 

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Smoker entró raudo en el despacho y tras la mesa abrió la segunda tabla de la que le habló su capitán. Al instante se formó frente a su cara una pantalla holográfica con teclas. Intentó abrir un canal para contactar con Akagami, pero el mensaje que le dio la pantalla fue claro y estremecedor: NO HAY SEÑAL.

 

Continuara...


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