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Lo único que te pido. por Adri6

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Notas del capitulo:

 

Habría que viajar, volar por sobre las nubes… aquel manto blanco con matices azules, grises y plateados nos brindarían la seguridad de que la vida es tan solo un sueño. ¿Se imaginan?... despertar y notar que todo, lo bueno y lo malo, solo fueron concebidos por la manipulación de Morfeo… sería maravilloso no vivir como vivimos… seria esplendido dominar el dolor hasta ahogarlo en lo más profundo del mar cada vez que soñáramos. Eso deseo… eso quise… eso anhele.

Con valentía… hay que tomar la decisión de dejarse caer, aun cuando se esté en lo más alto… hay que dejarse caer, porque tal vez, aquellos algodones traslucidos amortigüen la masacre de perder. Después, cuando estemos en el fango… cuando nademos en la incertidumbre… cuando el lodo se introduzca en nuestros ojos veremos que la vida no es un sueño… es real… roza lo macabro y más aun cuando no podemos detenerla. Al final el tiempo transcurre, fatalmente, siempre en nuestra contra.

Deja tu bolso a tus pies, levanta la mirada, mantente alerta por si escuchas tu nombre… mantente despierto aun cuando lo que más quieras sea dormir.

Adri.

Flashback (2 años atrás)


No sé cómo empezar ni como terminar el día, hay miles de opciones, pero no estoy seguro de cual tomar, noche tras noche, no sé cual camino es mejor o del por qué debo escoger uno y desechar todos las demás. Me pierdo la mayor parte del tiempo observando por la ventana, y así, puede que me compadezca un poco. Finalmente tengo que soportar la compañía que me ofrecen aun cuando lo mejor sería estar solo.

“Te ves algo pálido” Acotó Kaede, con unos evidentes tintes de preocupación en su voz.

No le necesito, eso he pensado y he decidido creer con fervor, pero desde que perdí a mi madre, la tristeza me ha invadido a tal punto que no tengo ganas de hacer nada. Es aquí, es desde este punto que he vuelto a ser alguien necesitado de orientación y de consuelo.

“No es nada” Respondo de mala gana y sin apartar la vista de mi objetivo. Afuera hay un cielo gris y dispuesto a descargar una tormenta blanca, que como todos los años, es tan cruel como siempre.

“¿Seguro?” Pregunta dudoso

“No es nada” Reafirme, mientras seguía prendido del paisaje que se alza por la ventana

“Hoy salí temprano del trabajo para hacerte compañía” Me dice como si fuese imprescindible que esté a mi lado y lo gracioso, es que puede que tenga razón.

“¿Qué hora es?”

“Las tres” Contesta sin dudar

Antes un día viernes significaba mucho para mí, todo significaba mucho para mí… era lindo imaginar que sorpresa me tenía preparada mi madre, no siempre me obsequiaba cosas, pero se esmeraba en prepararme lo que más me gustaba. Mientras los sabores explotaban en mi paladar, sentía sus labios en mi mejilla y una caricia reafirmaba su amor por mí. Eso eran los viernes para mí, eran porque ahora debo conformarme con una visita semanal al cementerio.

Tengo que reunir ánimo y la disposición para salir de la cama y que seguir adelante, aunque, a decir verdad, no me interesa nada más.

El viaje dura una hora y cuando me bajo del auto siento el viento fresco y cruel, miro a mi alrededor y noto el esmero de las personas por dejar en claro que no han olvidado a sus seres queridos aun cuando lleven muertos hace muchos años.

Se me ofrece una mano para caminar entre la nieve, pero la rechazo sin más, porque odio esta clase de gestos compasivos, no quiero que me traten con lastima. Deje atrás a mi acompañante y me dispongo a introducir mis manos en los bolsillos de mi abrigo, al hacer eso mi piel encuentra algo de consuelo y tengo envidia de que es no suceda con todo lo demás.

Entonces, nuevamente mis pasos crujen en aquel manto blanco, me gustaría detenerme y analizar mi vida, pero es perder el tiempo, mi madre me espera y tal vez, esta vez, escuche un susurro proveniente del viento que se asemeje a su voz… seria mi salvación porque me muero por saber si está bien, si esta conforme en cuanto a cómo sucedió y termino todo. Quiero oírle decir que me quiere una vez más antes de que pierda la razón… le necesito y no importa cuántos años tenga… siempre la necesitare conmigo.

Arrodillándome a su lado, use mis manos para limpiar la placa que tiene grabada su nombre y aunque mi piel me reclame, recorro cada contorno en busca de dejar a la vista aquel nombre que pronuncie tantas veces y que ahora, me parece casi prohibido. Pensar en el pasado y en el tiempo que estábamos juntos, no es grato, no es una forma de consuelo, al contrario… es… es reforzar la idea de que lo he perdido todo.

“¿Quieres dejarle flores a tu madre?” Pregunta Kaede, si, al parecer tienes demasiadas preguntas que hacer de forma inoportuna

Hay que tener súper poderes para soportar esta vida, hay que ser un bicho raro de la naturaleza para decir que nunca se sufrió más de la cuenta, hay que estar un poco loco para no ver lo que se ha perdido… hay que mentir y mucho, para afirmar que los años fueron una bendición y eran justo lo que esperamos que fuesen.

Agache la vista y me quede en silencio, me molesta cuando interrumpe estos momentos íntimos, y solo por eso, quizás como castigo le ignoro la mayor parte del tiempo.

El frio lastimó la piel de mis dedos, pero lo disimule tan bien que él no se dio cuenta, no rompí el silencio que habitualmente existe entre nosotros, pero procure de responderle con un gesto simple y vacío. Decoró todo con esmero, me preguntaba el color y el tipo de flores que prefería, estaba haciendo un gran trabajo el cual, nadie se lo agradecería.

Pasan los minutos y me doy cuenta de que ya es hora de regresar a casa, hace demasiado frio y no quiero enfermarme. La despedida… siempre es difícil, no encuentro que decir y menos como expresarlo. Espero que se conforme con mi persistente tristeza producto de su partida. La peor broma de mal gusto de este mundo es la siguiente: “Después de caminar tanto por sobre la tierra, terminamos debajo de ella”.

Cuando nos alejamos del cementerio, nuevamente siento que una parte de mí que se queda en aquel lugar. Me desfragmento diariamente y pierdo consistencia, fatalmente… no lo puedo evitar.

Así, de un momento a otro, retomo y abandono mi vida como quien se saca un abrigo y lo deja en el perchero. Aquel gesto, aquel movimiento me cansa, no quiero nada y necesito todo, prefiero callar aun cuando debería decirles lo que se engendra en mi cabeza. Es melodramático que Kaede haya retomado el derecho de sentarse en la cabecera de la mesa, y así, ser nuevamente el hombre del hogar y como tal, todo su esfuerzo y dedicación está enfocado en reconfortar a Kanae durante el tiempo que dure mi duelo, ya que yo, en este momento, no logro cumplir con mi rol de padre.

“Mami, te ves triste” Dice mi hijo, en un tono tan suave que no me provoca ternura sino más bien todo lo contrario, rechazo.

Mi mano reaccionó espontáneamente y dejo libre el cubierto que sostenía. Desde que un comentario inocente fue lanzado en la mesa, nadie se atrevió a decir nada más. Era evidente que sucedía algo, era verdad que estábamos en medio de una crisis familiar y sobre todo, por mi parte no tengo intención de hacer algo al respecto. Le miré por un segundo y después tan solo me levanté de la mesa, para irme a mi cuarto y de allí, encerrarme en el único lugar en donde me siento que estoy a salvo.


Consulta del Psiquíatra.

“Veo que no le sorprende escuchar mi diagnóstico” Pregunta mientras enfoca su mirada fijamente en mí.

“He sufrido esta enfermedad años atrás… al final, esta sensación de pérdida no es algo nuevo para mí…” Dije pensando que tal vez el tono de mi voz, no fue lo suficientemente fuerte para que me escuchase.

“¿Por qué dice eso?” Preguntó interesado

“Hace tres años, mi familia era mi esposo Kaede, mi hijo Kanae y el bebé que estaba esperando… lo perdí cuando estaba en mi cuarto mes. Sucedió lo mismo que ahora… me es muy difícil seguir adelante, la sensación de que todo está mal me invade por completo”

“Lamento escuchar eso, en verdad me imagino lo difícil que tuvo que haber sido enfrentar aquella perdida... me gustaría que respondiera la siguiente duda… ¿por qué se divorcio?” Preguntó y los recuerdos siguen siendo dolorosos.




En casa.

Estar de regreso en el mundo real, es sentir las cicatrices que tengo, en los meses de rehabilitación y en los dolores físicos que sufrí. En cuanto a lo mental, estoy muy inestable, lo reconozco. En medio de mi recuperación enfrente la muerte de mi madre quien, para mí desgracia, la habían asaltado y asesinado.

He tenido que organizar el tiempo entre la clínica y los juzgados, en ningunos de los dos lugares he podido encontrar paz y mucho menos, conformidad. No puedo calmar esta desesperación, ¿cómo hacerlo?, es imposible. Una mujer como mi madre no se merecía morir desangrada en la calle, no se merecía nada de eso. La rabia que me provoca eso es infinita, es desgarrador enterarme de detalle tras detalles que solo me hunden aun más.

Con los días, con las semanas… el nivel de estrés que trato de manejar es tan fuera de lo controlable que, para el colmo, el tratamiento que me índico el psiquiatra no está dando ningún resultado positivo.

“¿Mami?”

Voltee el rostro y le mire, mientras esperaba que el agua hirviera, mi hijo estaba junto a mí con sus pies descalzos que se enfrentaban al frio del piso de la cocina. Suspire nervioso y trate de ser como era antes, juro que lo trato a diario, pero tengo una tasa de fracaso tan alta, que he llegado a pensar que debo dejar de intentarlo.

“Mami… ¿me dejas…dormir contigo?” Pregunta de forma tímida como si me temiera o algo por el estilo

“Eres grande para eso” Aparte la mirada y la enfoque en la cocina a gas, no entendía porque de pronto a la maldita agua, le faltaba mucho para hervir

“... Mami… ¿por qué ya no me quieres?” Pregunta, pero no espera respuesta, se va corriendo lo más rápido que puede a su edad

Unas pequeñas gotas marcaban la diferencia entre la alegría y la tristeza de un niño, había hecho llorar a mi hijo y mientras me perdía observando sus lágrimas derramadas en el piso, Kaede me sorprendió de pronto cuando tomó mi muñeca bruscamente. Me obligo a levantar la mirada y enfrentarle una vez más.

“No voy a consentir esto, eres adulto y como tal debes lidiar con tus problemas y tristezas… nuestro hijo es pequeño y no entiende muchas cosas, por eso te pido que si no le vas entregar amor entonces no hagas o digas nada que lo haga sufrir” Se aparto dejándome casi muerto, o más muerto de lo que ya estaba.

Uno… dos… tres… cuatro… cinco, seis, siete, ocho… con cada paso logre alcanzar a Kaede quien justamente ya se disponía ir a la habitación de Kanae.

“No tienes derecho a entrometerte en mi vida” Hable con la voz mas áspera que tenía

“Claro que tengo derecho” Me observo duramente “Que estemos separados no quiere decir que no seas parte de mi familia”

“¿Qué sabes de familia?... ¡¿eh?!... ¿me vas a decir que fue muy maduro de tu parte dejarme solo cuando perdí a mi bebé?... te fuiste por tres meses para hacer “un viaje sanador” mientras que yo debí desocupar el cuarto que ya le teníamos destinado, tuve que darle la mala noticia a todo el mundo y debí soportar sus palabras mundanas de “lo siento mucho, cualquier cosa que necesites puedes contar conmigo". Me quedé aquí sosteniendo mi mundo y el de Kanae… al tiempo que debí hacerme cargo de la casa ¿tienes una idea de cuán difícil fue lidiar con todos los gastos?… sabes perfectamente que me es casi imposible porque no estudie nada ya que insistirte en que nos casáramos cumpliendo la mayoría de edad… para el colmo me prohibiste tan siquiera pensar en enfocarme en una profesión cuando me embarace de Kanae… has decidido casi todo en mi vida y he sido el único que padece los errores de aquello… porque tú… tú si puedes largarte a Europa a pasar el mal rato. Estoy cansado de hacer todo por el bien de ustedes a pesar de que aquello signifique mi ruina”

“… Cuando regrese te compense de todas las formas posibles” Respondió a mi acusación

“Eso es lo que tu crees” Le miré serio “Me devolviste cada yen, pero nunca pudiste compensarme los tres peores meses de mi vida en los cuales estuve solo. Lo más hipócrita de tu vida fue que te asombraras cuando te pedí el divorcio, te jactabas diciendo que no entendías el porqué… pues bien… ahora lo sabes”

Quizás el tono de voz que usamos fuese lo suficientemente fuerte para perturbar a nuestro pequeño. Bajo la escalera de forma rápida y aun cuando llevara la suficiente ropa para no sentir frio alguno, su expresión decía que estaba bajo una avalancha de miedo.

“Papá… llévame contigo, ya no quiero estar aquí” La voz de mi hijo y más aun, su petición, me reafirma que siempre pasará esto. Si no hago lo que esperan de mí, entonces es cuando debo sufrir un castigo, una forma de recordarme que debo ser siempre perfecto para ellos.

Asentí levemente a modo de señal de que lo que suceda de ahora en más, estaba en manos de Kaede. Regrese por sobre mis pasos y cuando llegue a la cocina, por fin el agua estaba hervía, pero así mismo, no pude recordar para que la necesitaba.

Escuche como la puerta de la entrada, se abría y después… se cerraba.
Notas finales:

Gracias por leer!!

Besos!!


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