Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuidados especiales. por LaGataenelTejado

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Siento la tardanza, pero estoy enferma con gripe y se me hace complicado actualizar así :(

Espero que disfruten el nuevo capítulo, a pesar de que la historia no es muy larga.

Capítulo 4. Rescate.

 

La cena transcurre en silencio, con el ruido de los cubiertos chocando contra la porcelana de los platos que hay sobre la mesa. Lawliet mastica la carne, sin mirar a su madre ni una sola vez. Tan solo Watari es el encargado de romper el tenso silencio que cae sobre todos, comentando alguna de sus muchas anécdotas de juventud.

 

Lawliet sonríe sin ganas, volviendo a ese gesto hosco y horrible que le acompaña desde que Light salió del dormitorio y le dejó solo. Porque así es como se siente, muy solo. Tiene ganas de llorar y de romper algo, quizás el jarrón de arcilla china que su madre trajo de uno de sus numerosos viajes a los que él nunca había asistido. Ella prefería convencerlo para que estudiase en casa y olvidase el viajar durante unos años, porque según Elizabeth, no quería que le ocurriese algo. Ahora el adolescente tiene claro con que compañía hacia su querida madre aquellos viajes por todo el mundo.

 

– Elle, querido, ¿me pasas el pan?.

 

– ¿No puedes cogerlo tu misma?.

Watari carraspea la garganta, sonriendo y alargando la mano para tomar el control de la barra de pan y dejarla al lado de la mujer, que mira a su hijo con el rostro algo sonrojado por la vergüenza y seguramente el enfado que lleva anidando en su interior desde lo ocurrido por la tarde.

 

– Eres un maleducado, Elle Lawliet. No te he criado para que seas así.

 

El aludido ríe irónicamente, suspirando y mirando a su madre con un odio tan palpable que hace encogerse a la mujer en la silla.

 

– Tú no te has preocupado jamás por mi educación. Para ti siempre ha sido mas fácil encerrarme en casa sin prestarme ningún tipo de atención y solo preocuparte de tu estúpido trabajo.

 

– ¡Es mi trabajo el que nos proporciona esta vida, Elle!. Gracias a eso puedes tener todo lo que se te antoja. Eres un malcriado y un inútil.

 

– Señora Lawliet... – Watari, asustado por el rumbo que está tomando aquella conversación, posa sus dedos sobre la mano del menor, que ahora tiembla con los labios apretados porque si abre la boca va a ser como hacer estallar una guerra mundial en aquel comedor.

 

– Por eso papá se fue y tuvo aquel accidente. Tú me quitaste a mi padre, con aquellos líos amorosos y tu comportamiento de zorra. – la voz se le quebró y unas lágrimas de impotencia comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Estaba temblando y sentía que iba a descontrolarse de un momento a otro. Jamás le había dicho a su madre algo así, siempre se callaba.

 

Elizabeth sin embargo sonríe de medio lado. Educadamente se limpia la boca con una servilleta de tela y se pone en pie, echándose el cabello hacia atrás con un gesto digno de una señora de alta cuna.

 

– Mocoso insolente. Tu padre se fue porque no nos quería, y cuando me pidió que abortase porque no estaba preparado para ser padre tendría que haberle hecho caso. Eres un estorbo.

 

Se giró para salir de allí, dejando a su hijo estupefacto y tembloroso, a un Watari que no podía creerse que al final Elizabeth hubiese dicho todo aquello. Aquello que seguramente se estuvo callando todos estos años y al final había caído por su propio peso. El viejo se asustó cuando Lawliet se echó a llorar desconsoladamente, sin aire, ansioso y muy agitado.

 

– ¡Señorito Elle!, por favor, no llore así. – le abrazó como pudo, sintiendo las manos del menor temblando cada vez de forma mas horrible.

 

– Wa...Watari...tráeme el teléfono...por favor... – le mira con los ojos anegados en lágrimas, apretando los labios y sintiendo el sabor metálico de la sangre llegar hasta su lengua.

 

Él asiente y enseguida se levanta para ir a por el teléfono mas cercano de la casa, un inalámbrico color negro que tienen en el pasillo. Se lo ofrece algo asustado.

 

– ¿Que va a hacer, señorito?, ¿necesita algo?. Lo que sea.

 

---

 

– ¡Oh, dios!, sigue, joder, sigue así.

 

La cama golpea contra la pared y el cabello de aquella chica pelirroja cae como una cascada de fuego en el torso de Light. Se está moviendo sobre él sinuosamente, disfrutando de la humedad de sus cuerpos y montándolo con un salvajismo que hace que el muchacho olvide todo lo que le ha ocurrido durante el día. La expresión furiosa y dolida de Lawliet aun le carcome la cabeza.

 

El orgasmo no tarda en aparecer, y la chica se pone rígida durante unos segundos mordiéndose los labios con las mejillas arreboladas, apunto de estallar. Light deja que le acaricie la cara, moviéndola sobre él con cuidado un par de veces hasta asegurarse de que se vacía por completo dentro del preservativo.

 

– ¿Por que has tardado tanto en llamarme?. Creí que me telefonearías la noche que nos conocimos en la discoteca. – ella sonríe, respirando algo agitada y acariciando el pecho del castaño con sensualidad.

 

Light se siente incómodo cuando la pierna de la pelirroja acaricia las suyas, pidiendo mimos y seguramente intentando pasar la noche completa a su lado. Es el sonido del teléfono móvil el que le hace fruncir el ceño y romper todo contacto físico para poder contestar. Ni si quiera se detiene para ver quien le está llamando.

 

– ¿Diga?.

 

Escucha un llanto leve, como un murmullo doloroso al otro lado de la linea.

 

– Light...

 

Tarda unos segundos en saber quien es y cuando lo hace, se sienta sobre las sábanas bastante incómodo por la presencia de la chica a su lado. Las conversaciones con Elle son algo privado, algo suyo.

 

– ¿Elle?, ¿que te ocurre?, contesta.

 

– Light... – su nombre, como una súplica, le eriza el vello corporal. – sácame de aquí.

 

Toma aire profundamente, nervioso y sin poder atinar bien sus movimientos. El deseo de ver al menor es mas fuerte que lo que pueda sentir en ese momento y sin vacilar, sale de la cama rebuscando su ropa interior.

 

– Voy enseguida.

 

Cuando corta la llamada, se gira hasta encarar a la chica que reposa en su cama.

 

– Tienes que irte, lo siento.

 

– ¿Por que todos los hombres sois iguales?, sois unos gilipollas. – enfadada, se viste con rapidez debido a que el castaño le mete algo de prisa, olvidando mantener su educación de cortejo. Sabe que no volverán a verse y le da exactamente igual porque la voz desesperada de Lawliet retumba en sus oídos como un eco eterno.

 

Cuando ella se larga dando un fuerte portazo, Light se asea todo lo que puede para estar decente antes de salir a la calle. El reloj de su muñeca le indica que tiene entrenamiento dentro de dos horas y Mikami lo va a matar como vuelva a faltar. Chasquea la lengua y se sube en su viejo coche, uno que apenas usa porque no le gusta conducir y prefiere caminar.

 

De todas formas, no tarda mucho en llegar y cuando lo hace, Watari se acerca lo mas deprisa que puede al coche.

 

– ¿Que ha pasado, Watari?.

 

– Señorito Light, tiene que llevarse a Elle esta noche. Por favor, tráigalo mañana a primera hora, pero tiene que llevárselo de aquí o podría sufrir un fuerte ataque de ansiedad.

 

– Está bien...

 

Light ve como Lawliet les observa desde la puerta de la casa, desviando la mirada avergonzado y con las mejillas sonrojadas. No tarda en acercarse, y sin decir nada lo coge en brazos para llevarlo hacia el vehículo, con Watari empujando la silla y las muletas sobre el asiento de la misma.

 

– Descanse, señorito Elle. – el viejo sonríe, acariciando el cabello de Lawliet que asiente débilmente. – Gracias, Light.

 

Ya dentro del coche, los dos muchachos apenas se miran. Light conoce lo suficiente a Elle como para saber que si le obliga a decir algo, solo escuchará insultos y quejas que irán directas a su persona, porque cuando Lawliet se enfada sabe como hacer daño con sus palabras y ahora mismo no tiene ganas de empezar una guerra verbal.

 

---

 

Cuando entran en el pequeño y viejo apartamento del castaño, Light le conduce hasta el espacio reducido que conforma una salita de estar con la cocina, juntándose en la misma habitación con una barra americana que separa la estancia. Lawliet no ha dejado de mirar con sumo interés todo lo que le rodea. Es la primera vez que está en una casa ajena a la suya, un lugar tan diferente que le resulta extraño sentirse mejor que en su propio hogar.

 

– Mi apartamento es muy pequeño.

 

– Ya lo veo. – deja que Light le siente en el sofá y el moreno se toma la libertad de mirar hacia la mesita de al lado, apretando los labios cuando ve una polvera de maquillaje sobre el cristal. – ¿También te maquillas?.

 

– Ah...no, eso no es mio. – por alguna razón se siente avergonzado, y recuerda que las sábanas de su cama apestan a sexo y aún habrá restos de envoltorio de preservativo por el suelo. – Ahora vuelvo, ponte cómodo.

 

El chico suspira, apoyando la espalda en el sofá y odiando con todo su ser a la zorra que se ha dejado el maquillaje en la casa de su cuidador personal. Mueve los dedos de la mano para tranquilizarse, recordándose a si mismo que allí está a salvo y lejos de la mirada de su madre. Esa que le ha dicho, básicamente, que es un malnacido. Una de tantas cosas por sumar a la lista de toda la mierda que ha ido teniendo que aguantar durante su vida.

 

Jadea cuando se da cuenta de que su padre tuvo la idea de desecharlo, de que su madre abortase para que no naciese. ¿Tan horrible era pensar en tener un bebé?. Quizás no haber nacido hubiese sido lo mejor, al menos no tendría que pasar por todo aquello.

 

– ¿Quieres comer algo?.

 

La voz de Light le devuelve a la realidad, negando con la cabeza y dándose cuenta de que ahora el castaño abre la puerta de lo que debe de ser el dormitorio. Trae ropa de dormir y un par de gruesas mantas en la mano.

 

– Dormiré en el sofá y tú en mi cama. Pero debo irme...tengo...tengo asuntos pendientes esta noche.

 

Lawliet se pregunta que cojones tiene que hacer Light a esas horas de la noche. Recuerda lo ocurrido en la mañana, la llamada de Mello y la mirada dolida de Light.

 

– Claro. Lo entiendo. No todas las noches tienes a un adolescente horrible ocupando tu apartamento. – está dolido y enfadado, sus dientes chirrían y tiembla un poco.

 

Light se sienta a su lado en el pequeño sofá y su brazo rodea la espalda de Elle, abrazándolo e infundiéndole ánimo a través de su calor corporal.

 

– Eres tan imbécil a veces... ¿crees que acojo a todo el mundo en mi casa?, no me importa que estés aquí. Si me importase no habría ido a buscarte.

 

Elle se separa despacio de él, notando su fragancia masculina colarse como una serpiente en sus fosas nasales. Sus manos apoyadas en el torso del castaño palmean la zona suavemente. Le mira a los ojos y se muerde el interior de la mejilla.

 

– ¿Yo te importo?.

 

– Claro que si.

 

– ¿Y por qué no me cuentas quién es Kira?. ¿Por que todos me engañáis?.

 

Light se masajea el puente de la nariz, suspirando. Jamás ha ido contando por ahí que se dedica al boxeo ilegal, porque es algo que adora y guarda con sumo cuidado en su vida privada. Es la única forma de desahogo que conoce, la única capaz de provocarle una adrenalina que podría llevarle al fin del mundo si quisiese.

 

Kira soy yo durante la noche, cuando voy al gimnasio a entrenar, subirme al ring y pelear de forma ilegal por un manojo de billetes. ¿Contento ahora?. Tu cuidador es un boxeador peligroso que pierde la cabeza cuando sabe que tiene libertad absoluta para golpear sin piedad la cara de algún rival desgraciado.

 

– ¿Por qué lo haces?. – Elle quiere saber. Necesita aferrarse con uñas y dientes a la confianza de Light. Sentir que alguien confía en él para ser capaz de contarle algo tan privado.

 

Se encoge de hombros, desviando la mirada y dejando que Lawliet le acaricie los nudillos de la mano, rozando las pequeñas cicatrices con la yema de los dedos.

 

– ¿Por que haces Parkour?.

 

– Me siento libre cuando lo hago.

 

– Yo me siento libre cuando boxeo.

 

Se quedan en silencio, mirándose a los ojos sin necesidad de mas palabras. Lawliet no sabe como se siente Light, pero él nota la coraza de hierro derrumbarse casi por completo. Está apunto de acercarse mas al castaño cuando el chico se pone en pie y sin decir nada, le coge en brazos para guiarle al dormitorio.

 

Se deja hacer, apoyando medio rostro en el pecho del chico.

 

– Debo irme, lo siento mucho Elle. ¿Estarás bien hasta que vuelva?. – lo ha puesto con delicadeza en la cama, una que ahora tiene las sábanas limpias y suaves.

 

– No tengo cinco años. Podré sobrevivir. – bosteza irremediablemente, rascándose el ojo con los dedos. Eso le saca una sonrisa a Light.

 

– Intentaré no tardar mucho.

 

Su cuidador le ayuda a ponerse la ropa de dormir, dejando que vaya al baño y se prepare para meterse en la cama. Después le acaricia el cabello y siente la necesidad de darle un beso suave, una idea que enseguida abandona su cabeza por el miedo a sentir algo mas allá del cariño fraternal. Lawliet tiene 16 años y podría meterse en un buen lio si intentase hacer algo con un chico menor. Además, a él no le gustan los hombres...¿no?.

 

---

 

– ¡¡Dale fuerte, Light!!.

 

Mikami eleva los brazos emocionado, porque el entrenamiento que está presenciando es jodidamente sublime. No sabe que le ocurre hoy a su pupilo, pero está golpeando de lo lindo.

 

Light toma aire, agitado y con el torso lleno de sudor. Sus músculos se contraen y se tensan debido a la respiración alterada, sus piernas calientes y duras van de un lado a otro. Vigila de cerca a su adversario, un chico con el que se está entrenando para uno de sus próximos combates y contra el que es una delicia pelear. Los dos tienen mas o menos el mismo tipo de complexión, son veteranos y han ganado muchísimos combates. Le encanta sentirse agotado contra un rival de verdad.

 

– ¡Si te portas bien te invito a un par de copas tras el entrenamiento!. – Mikami se enciende un cigarro mientras camina alrededor del ring del gimnasio, agarrando las gruesas cuerdas que rodean a los muchachos.

 

– ¡Hoy no!, me voy directo a casa. – esquiva hábilmente el fuerte gancho de derecha que iba directo a su cara y contrarrestando, golpea con mucha fuerza la mejilla del rival, tumbándolo con aquel preciso y brutal golpe.

 

Le tiende la mano para ayudarlo a que vuelva a ponerse en pie, chocando los hombros como muestra de agradecimiento por aquel entrenamiento. Mikami se cruza de brazos, atendiendo un par de mensajes en su teléfono móvil y pasándole una toalla a Light.

 

– Últimamente estás muy raro. ¿Te has echado una novia linda de esas que te hacen perder la cabeza?. – se ríe entre dientes, acompañando al castaño de camino al vestuario. – En serio, Light. Debes centrarte o el próximo combate no será de agrado para nosotros.

 

– Tranquilo, ganaré y tendrás tu dinero. No te preocupes más.

 

Algo enfadado, se encierra en el vestuario y abre la taquilla para sacar su ropa limpia. Solo tiene ganas de ducharse y regresar a casa para ver si Lawliet está bien y calmado. No le ha gustado mucho tener que dejarle solo y a pesar de que no ha querido preguntarle el por qué está así esta noche, tiene claro que le dará la libertad que necesita para desahogarse por si mismo cuando quiera y se sienta preparado. Sabe que tiene una vida de mierda, que la situación con su madre es insostenible. Lo que debería de ser un chico más al que cuidar se está convirtiendo en un pensamiento diario que le preocupa en demasía.

 

Cuando sale del gimnasio con la bolsa deportiva al hombro, no duda a la hora de andar deprisa hacia el apartamento. Siempre agradece que está prácticamente cerca de casa, porque se ahorra gastar gasolina y tiempo a la hora de volver. Una de sus vecinas, la anciana del segundo piso, le echa la bronca a través de la puerta por hacer tanto ruido en las escaleras. Dios, como odia a esa vieja.

 

Intenta no hacer mucho ruido, encendiendo la mínima luz posible para no despertar a Lawliet. Por alguna razón el moreno ha dejado la puerta abierta del dormitorio y Light sonríe con suavidad cuando ve su silueta entre las sábanas, seguramente hecho una bolita. No puede evitar caminar despacio, observándole desde el marco de la puerta y pensando en por qué una madre parece no querer a un niño como él. Porque Elle no es malo, solo es un muchacho con problemas que pide desesperado algún tipo de ayuda en forma de cariño. Le duele que no haya tenido nada de eso.

 

– Light. – la voz somnolienta le hace sonreír.

 

– Estoy aquí.

 

– Duerme conmigo. – ahora se revuelve entre la sábana, asomando medio rostro adormilado tras la manta.

 

El castaño duda unos segundos. No seria correcto meterse en la cama con un adolescente inestable, uno por el que empieza a sentir un cariño inmenso. ¿Pero seria capaz de rechazarlo?, no quiere hacerle daño porque no soporta verle llorar. Eso le conduce dentro del dormitorio, cerrando la puerta tras él y quitándose con lentitud la ropa para ponerse el pijama. Light no es consciente de que el moreno casi se lo está comiendo con la mirada, fijándose sobretodo en el tatuaje de su espalda gracias a la luz rojiza e intermitente que entra por la ventana.

 

Light, como un gato, se mete entre las sábanas ladeándose junto a Lawliet. El moreno le mira unos segundos y le da la espalda, pegando su cuerpo contra el pecho del chico. Las respiraciones de ambos suenan levemente agitadas, quizás por la sensación de calor que desprenden cuando están juntos y Elle le agarra la muñeca, obligándole a que le rodee el cuerpo con el brazo.

 

– Gracias por dejar que me quede aquí.

 

Siente la respiración de Light sobre su cabello y tiene la necesidad de moverse contra él de forma casi amorosa, sintiendo su calor y olvidando por una noche todo lo que odia el mundo que le rodea.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).