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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—Viejo, en serio, esto se está volviendo aburrido.

—Si quieres seguir manteniendo tu estatus, a tu madre en buenas condiciones y disfrutar del dinero que te cedo; harás lo que digo, Hayato.

—Maldita sea —bufó mientras apagaba su cigarrillo en el cenicero de ese escritorio—. Ya te di informes de esos omegas, detalles de sus planes de escape, cómo reaccionan, qué hacen en las mañanas, tardes y noches, y la ubicación de Hibari… ¿Qué más quieres? —miraba con rabia a su progenitor— ¡Habla, maldición!

—Abre camino para que uno más de esos omegas sea de propiedad de la clase alta —ni siquiera miraba a su hijo, al menos no por demasiado tiempo.

—¿Por qué demonios quieres eso, vejo?

—Hijo —lo miró con desdén—, no preguntes… Sólo hazlo y ya.

—¿Me dejarás en paz luego de esto?

—No hasta que me des un nieto, Hayato.

—¿Acaso no tienes otra hija para eso? —bramó con furia— Pues que ella lo haga.

—Puedes irte —el mayor de ellos ignoró la afrenta y siguió—, tengo más cosas que hacer.

 

Gokudera no refutó pues lo que más quería era salir de esa asquerosa oficina, aunque creyó que en esa ocasión estaría libre para largarse de ese país y empezar a disfrutar de un poco de libertinaje hasta que ese viejo lo obligara a sentar cabeza. Frustrado, encendió otro cigarrillo mientras caminaba por el pasillo en dirección del ascensor. Contaba las horas para que anocheciera y de esa forma poder largarse a un bar hasta que fuera el momento de actuar, veía la lucecita encima de los botones del ascensor que daban muestra de que esa cosa subía hasta el piso en donde estaba ubicado, y con fastidio esperó a que esas puertas se abrieran.

Tres azabaches, dos rubios y un rarito de cabello verdoso dieron muestra de su naturaleza alfa en cuanto se abrieron esas malditas puertas, y Gokudera gruñó por lo bajo porque no los aguantaba ni los aguantaría jamás. Eran incompatibles, pero se veían forzados a trabajar juntos de vez en cuando porque ese consejo de ancianos así lo quería. Jodida vida.

 

—Mira a la basura con la que nos encontramos —todos salieron con prisa, luchando por liderar la caminata hasta su destino.

—Jódete, cicatrices —respondió Gokudera empujando al otro azabache que era el perro faldero de Xanxus e ingresando al ascensor.

—Shishi, parece que el alfa hijo de papi no está de humor… ¿Te apetece derramar tu sangre para complacerme, prole?

—Son unos inmaduros —acomodándose la fedora. El más pequeño de ellos y por ende más joven, caminó por el pasillo en compañía de quien se acomodaba los anteojos e intentaba disimular sus despeinados cabellos.

—El niño se atreve a hablar-kora —se mofó quien superaba en altura al jovencito, haciendo énfasis en el par de años con los que lo superaba.

—Cállate si no quieres iniciar una balacera aquí mismo.

 

Gokudera ignoró a todos y empezó a presionar el botón para cerrar las puertas pues no quería seguir viéndoles la cara a esos, aunque admitía que adoraría ver a su viejo lidiar con esa manada de trogloditas descerebrados en medio de una reunión. No. Prefería ir a vagar por la ciudad en busca de algo interesante que hacer.

 

 

Rescate…

 

 

En sus mentes aún se repite la escena en donde Tsuyoshi dejaba caer los ingredientes de la cena que preparaba para recibir a su hijo, cómo los ojos cansados se abrían de par en par, el cómo jadeaba antes de salir corriendo de aquella casa mientras gritaba el nombre de su hijo.

Fue muy duro el tener que soportar las veinticuatro horas, admirar cómo Hibari no movía ni un sólo dedo, aceptar que habían perdido a su amigo, y al final… llorar. No pudieron hacer más cuando la mañana llegó y ellos no lograron encontrar a Takeshi, pero eso quedó atrás.

 

—¿A dónde irás? —Fuuta perseguía a Tsuna pues lo había visto salir sólo de casa.

—A buscar a Yamamoto —apretó los dientes—, necesito saber en dónde está.

—Es el tercer día, Tsuna —con pesar agachaba un poco su cabeza—. No hay esperanzas de que siga… sin marca.

—Pues al menos quiero saber quién se lo llevó.

—Tsuyoshi no halló nada, los demás tampoco… Tsuna, es hora de aceptarlo.

—¡No! —el castaño seguía con su caminata, a paso firme, sólo con su celular totalmente cargado y sin idea de por dónde comenzar su búsqueda—. No lo acepto… El plan era perfecto, todos colaboramos, sólo lo perdimos de vista durante dos minutos y…

—No podemos controlar todo lo que sucede.

—Fuuta —Tsuna se detuvo a enfrentarlo—, me ayudas o te quedas.

—Tsuna —preocupado intentó sostenerlo por el brazo, pero su amigo se apartó.

—Iré solo entonces.

—Espera.

 

Empezó por calles conocidas, las que memorizó para el escape de su amigo, pero estaba claro que no halló nada. Las pistas eran nulas, como si alguien se hubiese asegurado de no dejar huella, como si se hubiese hecho humo en medio de esas calles. Tsuna estaba frustrado, pero aun podía seguir, tenía que hacerlo porque al parecer era el único que aún mantenía la fe. Sin embargo, después de tres horas buscando, preguntando por su amigo, decepcionándose porque nadie le daba información, llegó a casa de los Yamamoto.

Se sentía tan vacío otra vez.

Quiso darse vuelta y empezar a buscar en otra zona, pero en ese instante algo llamó su atención. No fue un sonido o siquiera algo visible, sino que fue un aroma; y si bien como omega no podía tener un olfato tan agudo como el de los alfas, podía al menos percibir ciertos aromas a cortas distancias. Lo que lo hizo ocultarse detrás de un poste a esperar fue el perfume de Takeshi, estaba seguro de que no alucinaba. No tardó mucho en ver a alguien saliendo de casa de los Yamamoto, y no fue cualquier persona sino un alfa conocido para él.

 

—Mukuro —era aquel excéntrico tipo quien se despedía de Tsuyoshi con una reverencia antes de encaminarse por la calle cargando consigo una bolsa al hombro—, ¿qué demonios? —era aquel alfa quien tenía impregnado sobre sí el aroma de Takeshi.

 

Tsuna lo siguió sin siquiera dudarlo, pero no pudo seguirle la pista por más de diez minutos. Fue entonces que recordó lo difícil que les fue a todos enterarse sobre la dirección de Hibari, Mukuro no debía ser tan diferente en esos ámbitos, pero lejos no podía estar porque llegaba cuando se le requería. Tenía que descubrir dónde se hospedaba, necesitaba saber cuál era la razón por la que llevaba el aroma de Takeshi a su alrededor y certificar si el bastardo que se llevó a su amigo fue esa piña mal peinada.

Lo logró. Le tomó dos días, pero encontró una zona en donde aún no había explorado y dedujo que estaba lo suficientemente alejada y sin demasiadas casas habitadas como para ser un buen refugio. Bendito internet que a veces era útil. Sin embargo, en su travesía tuvo que lidiar con los intentos de Fuuta, I-pin y Haru por detenerlo ya que en ese punto no tenían derecho a intervenir porque Takeshi le pertenecía ya a aun alfa, incluso Kusakabe se interpuso en su último tramo, pero aun así fue lo suficientemente rápido y ágil como para despistarlos.

No podían impedirle buscar a su amigo, es más, deberían apoyarlo y ayudar.

 

—No piensas en las consecuencias, herbívoro.

—¡¿Y ahora usted?! —ya cansado de las interrupciones, creía que nada podía ir peor… pero no pensó en ese alfa parado frente a él quien le cortaba el paso—. No puedo creerlo.

—Si tu amigo fue marcado, le pertenece a un alfa… Y si ese alfa te considera una molestia puede matarte y nada podrás hacer —voz neutra, mirada serena, hasta parecía fastidiado por estar ahí.

—Nadie me certifica que mi amigo fue marcado, además, sólo quiero saber con quién y en dónde está.

—No puedes salvar a todos.

—¡Usted no tiene derecho a decirme eso!

—Te saldrás del territorio que controlo.

—¡No juegue! —enfadado, manoteó el aire— ¿Acaso es un animal?

—Se nota que no entiendes lo que pasa a tu alrededor, herbívoro.

—No me detendrá, Hibari-san —Tsuna frunció su ceño porque ya no tenía paciencia como para lidiar con alfas, betas o con alguien en particular.

—Si sales, corres el riesgo de ser marcado, tomado a la fuerza o capturado para trata de blancas —sin expresión alguna, Kyoya siguió cruzado de brazos, mirando al castaño quien preció reflexionar sobre esas posibilidades.

—A un lado.

—Inmaduro.

—¡Sólo quiero saber de mi amigo!

—No piensas en los demás, en las consecuencias de tus actos, en los problemas que ocasionarías por tus arrebatos, ni siquiera consideras los sentimientos de tus amigos o familia.

—¡Quítese del camino!

—Jamás progresarás de seguir así —el azabache frunció el ceño antes de darse vuelta y caminar sin apuro—, tampoco podrás formar un hogar.

—Yo no quiero un dichoso hogar —refutó dando sus primeros pasos también y persiguiendo al alfa.

—Eres un omega, tener una familia será tu meta en la vida.

—¡Rechazo mi naturaleza omega!

—Si no te apuras, no llegarás antes del anochecer a tu casa, herbívoro.

—¡Qué carajos! —Tsuna se detuvo al darse cuenta de la ruta que estaban tomando.

—Ibas a donde esa piña, yo también.

 

¿Estaba ayudándolo, cuidándolo, o algo parecido? Tsuna no quiso saber, estaba lo suficientemente enojado con las palabras de ese alfa como para razonar o entender la situación.

Bufó todo el camino, a regañadientes le siguió el paso al mayor e intentó siempre alcanzar la misma rapidez que el alfa, insultó en su mente al idiota que no decía palabra alguna, y mandó al infierno a medio mundo porque todo hubiese sido más fácil si Hibari lo hubiese llevado con Mukuro desde un principio.

Odiaba a esa persona más de lo que debería, su madre lo regañaría si se enteraba.

 

—Hibari-sama.

 

Fue la voz de esa chica lo que lo hizo volver a la realidad y darse cuenta de que se hallaba entre un complejo de casas con patios amplios y rodeadas de árboles en la parte posterior, parecía que había un pequeño bosque detrás de las manzanas. Tsuna se fijó en el entusiasmo de la muchacha y esa sonrisa risueña que contrastaban con la estoica expresión de Hibari quien sólo asintió con la cabeza para responder al saludo. Era tan incómodo de ver.

 

—Si busca a nii-sama, él está…

—¿Dónde tienen a Yamamoto? —No tenía tiempo para ver a ese par interactuar, necesitaba hallar a su amigo, además, esa chica también traía el aroma de Takeshi encima.

—Saluda primero, herbívoro —advirtió Hibari.

—No tengo tiempo para modales —refutó con indignación.

—Estoy por encima de ti —Nagi apretó los labios mientras miraba al castaño—, debes saludarme primero.

—¿Es en serio? —Tsuna no podía creer lo que escuchaba.

—Obedece —susurró Hibari antes de afilar su mirada—, ahora.

—¡No lo haré! —elevó su voz sin darse cuenta.

Obedece —fue Nagi quien frunció el ceño antes de usar su voz de mando—. Salúdame por respeto a nuestro estatus.

—Buenas tardes, Dokuro-san —Tsuna jamás se había sentido tan humillado como en ese momento, y aun así… había algo más en lo que pensar.

—Date cuenta de en donde estás y quien te escucha —Hibari miró de refilón al castaño antes de palmearle la cabeza a Nagi y empezar la caminata hacia una de esas casas de dos pisos que estaría ocupada por Mukuro.

—Malditos —susurró antes de aguantarse las ganas que tenía por insultarlos y empezó a seguirlos. Su prioridad era su amigo.

 

Caminaron por un largo rato hasta que las casas se ubicaban cada vez más alejadas entre sí, las fachadas perdían su encanto poco a poco, y llegaron hasta un extremo en donde tres casas estaban bastante cercanas y tenían un aire menos lujoso, de modo que se tornaban comunes y corrientes. Fue entonces que Tsuna se dio cuenta de algo y por eso se giró hacia la ruta que siguió hasta ese punto. A lo lejos vio a un alfa que caminaba junto a un niño pequeño quien lo miraba con los ojos entrecerrados; después a su nariz llegó el aroma de al menos dos alfas más, y descubrió que las casas hermosas que vio hasta ese punto pertenecían a familias de clase alta, alfas ya fueran de familias reconocidas o no.

Entendió entonces el por qué ese complejo de viviendas estaba apartado de la ciudad, la cual era ocupada por betas en su mayoría, y porqué las casas estaban separadas considerablemente una de las otras. Se preguntó entonces, ¿qué hubiese pasado si se arriesgaba a cruzar ese complejo completamente solo? Si Hibari no le hubiese acompañado hasta ahí, acaso… ¿Y la actitud de esa chica? El usar su voz y sobreponer su estatus, las palabras de Hibari en sí.

 

—No te alejes, herbívoro.

—¿Por qué aquí? —susurró algo más calmado, un tanto avergonzado por su actitud también.

—Por aquí —Nagi señaló la puerta de entrada—, nii-sama seguro lo está esperando Hibari-sama.

 

Todas las preguntas que Tsuna deseó exponer se quedaron en su garganta, porque ni siquiera tuvo que dar dos pasos dentro de esa casa como para percibir el aroma de su amigo. Jadeó por la ansiedad y el miedo. Ignoró a Mukuro quien reía al saludar a los recién llegados y presumía de su hogar en medio de tantos estúpidos alfas cuadrados, de su fortaleza sacada del mismísimo bolsillo de su padre y que era tan amplia que abarcaba tres casas clásicas y hogareñas. El castaño lagrimeó al ver a la persona que se asomó por las escaleras y le sonrió como en antaño.

 

—Tsuna —la risa despreocupada, las mejillas rojas, el celo ya casi a punto de extinguirse.

—Yamamoto —susurró antes de acercarse y abrazarlo. ¡Que se jodiera a mundo! Él sólo sabía que su amigo estaba ahí—, estaba preocupado por ti.

—Estoy bien —Takeshi rió suavemente antes de palmearle la espalda al castaño—, aunque han sido días duros… No tenía idea de que un celo fuera así de difícil y extraño.

—Es horrible —se separó entonces y limpió sus lágrimas—, pero, ¿cómo es que tú estás aquí?

—Ah —el azabache se rascó la mejilla— pues es algo sencillo en realidad.

—Es de muy mala educación ignorar al alfa dueño de casa —Mukuro se paró junto a Takeshi y posó una de sus manos sobre su pecho—, lastimas mi alfista corazón, Tsunayoshi-kun.

—¿Te marcó? —preguntó asustado saltando su mirar sobre su amigo y el alfa con peinado de piña.

—Oh, no, claro que no —rió divertido por la expresión del castaño—. Me ha cuidado estos días.

—Todos estábamos preocupados —soltó el aire con alivio antes de seguir—, no sabíamos nada de ti, Yamamoto-kun.

—Tsuyoshi sí sabía —Mukuro sonrió de lado—, ¿o cómo crees que conseguí la ropa de este niño? Kufufu.

—Ya veo —Tsuna entendió por qué el padre de Takeshi dejó de parecer preocupado en cierto punto—, pero, ¿por qué no nos dijo nada a los demás?

—Es obvio —Mukuro rodó los ojos—, ¿no escuchaste? Lo estaba cuidando… Eso significa que también lo escondía de esos estúpidos que los perseguían.

—Y… y, ¿por qué no hizo lo mismo con los demás? —Tsuna ahora estaba enojado.

—Ay no —el de mirada heterocroma hizo una expresión horrorizada—. No soy niñera de nadie, pero con éste saco de entrenamiento —palmeó la cabeza de Takeshi quien rió bajito— hice una excepción.

—Ha sido de gran ayuda para mí —sonrió sutilmente Nagi mirando a Yamamoto.

—Al principio también dudé un poco de si debía quedarme aquí —comentó Takeshi—, pero no me hicieron nada, ¡estoy bien!

—Piña idiota —bufó Hibari antes de encaminarse hacia un pasillo—, tenemos que hablar.

—¡Cuánta dulzura, ave-kun! —sonriendo siguió al otro alfa—, ¿y ahora qué planeamos? ¿Una guerra mundial?

—Ustedes pueden platicar en la cocina —Nagi señaló la dirección contraria a la que tomaron los dos alfas—. Vamos.

—Prepararé té —sonrió Yamamoto como si todo fuera normal para él.

 

Tsuna no sabía qué pensar de todo lo sucedido, lo único claro que tenía era que Takeshi se ganó la compasión de Mukuro y por eso fue rescatado en medio del caos por el celo. Nagi le aclaró que si usó su voz de mando en su contra cuando se dirigían hacia allí, fue porque estaban en una zona clasista en donde tenían que “respetar” reglas; no se disculpó, pero aun así dio a entender que sólo cumplían con apariencias para no llamar mucho la atención de sus vecinos y generar disputas. Platicaron lo suficiente para saber que ese lugar era perfecto para mantener a un omega si lazo pues los alfas que vivían allí estaban ya establecidos en familias, respetaban el territorio de cada casa, además los Rokudo eran de clase pura y estaban por sobre los demás. Raro, pero parecía ser buena estrategia.

 

—¿Volverás con nosotros?

—Tsuna —el azabache suspiró antes de seguir— volveré, pero por temporadas.

—¿Por qué?

—Porque me ofrecieron estadía aquí, una especie de trabajo como ayudante en el entrenamiento de Nagi…, y porque me gusta —sonrió antes de mirar a la chica a su lado.

—Estas en peligro aquí —murmuró Tsuna—, o eso me han dado a entender… creo.

—Si tengo el aroma de Mukuro encima de mí, estaré bien —rió despreocupadamente—, además… ya lo hablé con mi viejo y él aceptó.

—Ya veo —no pudo ocultar su tristeza porque de cierta forma estaba perdiendo a un amigo.

—Takeshi estudiará aquí —Nagi les ofreció galletas—, ayudará en el negocio familiar.

—¿Qué negocio?

—Seguridad —Yamamoto parecía emocionado por eso, así que Tsuna sonrió también.

 

Tsuna no replicó pues si su amigo era feliz así, él no podía reprocharle nada. Y cuando Hibari terminó la plática con Mukuro se dispusieron a marcharse. Cuando estuvieron a solas, caminando a la salida de ese sector exclusivo de alfas, no se dijo nada, no tenían nada que compartir tampoco. Hibari lo acompañó hasta una distancia prudente cerca de su casa, después cada uno tomó un camino y al final del día fue como si nada hubiese pasado.

Seguían igual que antes, tratando de sobrevivir a su condición.

 

 

Pero la traición es común…

 

 

—Kyo-san —Kusakabe hablaba por el teléfono mientras detenía a los alfas de esa ocasión— esto es más complicado que la última vez.

—Lo supuse —caminaba siempre centrado en percibir el aroma de sus enemigos—. ¿Cuántos y quiénes son?

—Xanxus en las afueras, pero parece que sólo es una distracción esta vez.

—¿Quién más?

—Gokudera ha actuado y se acerca al muchacho con rapidez.

 

Era distinto en esa ocasión, todos se dieron cuenta porque sus perseguidores cambiaron, eran todos desconocidos; y si bien no eran muchos, les pisaban los talones cada cierto tiempo. Los estaban emboscando. Estaba claro que su objetivo era Fuuta y no sólo por estar cursando su celo, sino por alguna cosa más que los alfas descubrieron y revelaron entre ellos.

Querían poseer el premio del momento, pero no iba a ser tan fácil.

 

—Ya falta poco —jadeaban—. ¡Corre, Fuuta!

—Lambo —jadeaba perdido entre el mareo que le producía su celo y el aroma de los alfas cercanos—, ¿falta mucho?

—Sólo diez cuadras y… —miró su reloj sin aminorar el ritmo de su carrera— diez minutos más.

 

Squalo se había quedado junto con Takeshi e I-pin distrayendo a los alfas de turno, pero no la tenían fácil, no cuando aquellas personas parecían más centradas en alguna tarea que en jugar con omegas. Aquellas miradas no auguraban nada bueno, en especial la de aquel hombre de cicatrices y culpable del disparo que dañó a Hibari en la última contienda.

 

—¡Dame pelea, basura!

—Como quieras —jadeaba, pero se negaba a dar un paso atrás en la afrenta contra el desconocido—. ¡VOOOOIII! ¡Te patearé el trasero, maldito alfa idiota!

—Así me gusta, escoria —risa estruendosa y escalofriante que resonaba en la calle desierta en donde peleaban.

—Demente —y, aunque sus manos tenían callos por haber pulido sus habilidades con los cuchillos y actualmente con una katana bien forjada y filosa, sabía que no podía ganarle… menos si a ese alfa se le ocurría usar la voz de mando en algún momento.

—Has que esta distracción sea divertida —sonrió de lado mientras se preparaba para empezar de nuevo con sus ataques.

—¿Quién está detrás de Fuuta?

—Que te importa, omega.

 

El tiempo había acabado, Fuuta y Lambo llegaron al lugar final de la ruta planeada, todos se empezaban a comunicar y pactar su regreso a la casa de Fuuta para protegerse entre sí.

Hibari estaba peleando contra el par de alfas que ya había enfrentado en ocasiones anteriores, pero que, de un rato para el otro, retrocedieron y se fueron. Eso confirmó su teoría de que algo más grande se planeaba para esa ocasión.

Fue un momento de paz, al menos así lo percibió Lambo quien, junto a los padres de Fuuta, cuidaban del chico y lo acomodaban en la cama correspondiente mientras le limpiaban el sudor. Pero todo ese ambiente, también auguraba el desastre.

 

—¿Qué haces aquí? —Haru miraba con sorpresa al muchacho de platinados cabellos que estaba caminando en la misma dirección que ella.

—Mujer idiota —fue su saludo antes de que arrojara su cigarrillo y lo pisara—. ¡Corre! —frunció su ceño y tensó sus piernas.

—¿Qué?

 

La reacción fue instantánea, Haru gritó y se agachó con las manos posando en su nuca como protección ante el alfa que saltó encima de ella. El forcejeo, las risas, el intento de escape y las palabras lejanas de alguien que intentó ayudarla. Desesperación reflejada en las lágrimas de la castaña que de repente fue sujetada con fuerza y arrojada lejos. Todo en menos de dos minutos.

 

—Vete, ahora.

 

Haru no supo bien de quien fue la orden, pero la acató y empezó a correr en dirección la correcta, dejando atrás la disputa entre alfas. Había sido el susto más impactante de esos tiempos y esperaba no repetirlo.

Hibari enfrentaba al alfa que no había visto en días, semanas, ya ni sabía. Gruñendo porque la presencia de Gokudera no auguraba nada bueno, centrándose en alejarlo de la casa que sus betas subordinados custodiaban, hartándose de los insultos, el aroma a tabaco y las risas forzadas de su oponente. Pelearon con más ímpetu que en veces anteriores, se intentaban matar en serio, forzaron al otro a usar sus armas, la sangre en el suelo evidenció que esa pelea era completamente real.

 

—Me interesa ese omega.

—No te creo.

—Entonces te lo demostraré…, cuando lo marque como mi propiedad.

 

En casa de Fuuta se hallaban Haru, I-pin y Lambo como visitas, los dos primeros ayudando a la madre de Fuuta en la cocina, preparando té y algún refrigerio para todos; el padre estaba revisando que no hubiese intrusos en su patio y reparando dos vidrios rotos en medio de las peleas por su hijo para que el frío de la noche no les afectara demasiado. Lambo era quien estaba en la recamara de Fuuta, cuidándolo, secándole el sudor y mirando por la ventana para saber si alguien más llegaba o si la pelea entre alfas que se daba a tres cuadras terminaba, cosa difícil porque ya sabía que esos dos podían seguir en su intercambio de golpes durante días.

Pero estaban a salvo, los betas pasaban periódicamente por los alrededores, nadie más estaba en celo, superaron las 24 horas pedidas, podían respirar en paz… Ayudaron a uno más de sus amigos y cada vez podían tener más esperanzas. Era perfecto. O eso creyó.

Un grito se escuchó proveniente de la cocina, vio a uno de los betas cercanos gritar y hacer señas a sus compañeros que se apresuraron hacia la casa. Lambo jadeó antes de cruzar el pasillo para saber qué pasaba, pero antes de bajar las gradas, gritarles y preguntarles por lo sucedido, se quedó paralizado al escuchar un vidrio romperse detrás de él. «Fuuta» fue su único pensamiento y a tropezones regresó al cuarto… en donde su peor temor se hizo realidad.

Una figura estaba parada cerca de la cama de Fuuta. El omega, aun perdido en medio de su celo, jadeaba y gemía mientras intentaba quitarse las mantas de encima. Lambo tembló, pero actuó tan rápido como pudo para agarrar la lámpara cercana y lanzarla hacia el desconocido. No le dio, estaba más que claro, pero al menos pudo alejarlo de Fuuta, prender la luz y agarrar algo más efectivo —siendo ésta la katana de madera que le dejó Takeshi por si acaso—.

Tenía miedo, pero no iba a retroceder.

 

—Aléjate de él —vociferó dando dos pasos hacia la cama de Fuuta, pero teniendo cuidado de la reacción del alfa.

—Qué valiente —la sonrisa ladeada del individuo hizo a Lambo temblar—, o muy estúpido debería decir.

—Vete —repasó rápidamente la figura frente de él, azabache, cubriendo parte de su rostro con una fedora, un traje pulcro, un par de singulares patillas que destacaban.

—El que debería irse es otro —un alfa que emitía feromonas por toda la habitación y que alteraba a Fuuta, pero… era un niño, más bien, un adolescente. No pasaría de los quince años.

—Eres sólo un niño —mencionó Lambo, aligerando el agarre en la katana.

—Jamás debiste decir eso —la fedora cambió de posición, la mirada negra y abismal se iluminó por la luz del foco en la habitación, y el ceño del alfa se frunció.

—¡Ayuda! —Lambo gritó porque el alfa se giró hacia él y se acercó peligrosamente rápido.

—Cambio de planes —soltó una carcajada grave—, ahora mi objetivo… serás tú.

—No, señor —Lambo retrocedió y salió del cuarto tras verificar que el alfa lo seguía, escuchó un grito y platos romperse en la planta baja y dedujo entonces que estaba solo en eso—. ¡No! —jadeó antes de empezar a correr por el pasillo.

—Te haré la vida un infierno… Lambo.

 

En la cocina enfrentaban a un rubio que mantenía un arma en sus manos. Las omegas hacían lo posible por lanzar cualquier cosa a su alcance mientras esperaban la ayuda de los betas bajo el mando de Hibari o al propio alfa. La dueña de casa estaba inconsciente tras haber sido arrojada lejos por el rubio desconocido. El padre de Fuuta gemía debido al dolor de una herida en su hombro tras intentar alejar al alfa atacante. Los betas trataban de ingresar a la vivienda pero un azabache los detenía y los hacía retroceder usando su voz de mando.

Hibari tarde se dio cuenta de que Gokudera sólo era una distracción eficaz y no pudo volver a la casa que debía proteger pues su oponente no era fácil de acabar. Una explosión derrumbó una pared que le limitó el movimiento por minutos en donde peleaba a golpes con Hayato en una guerra por liberarse del estorbo. Estaba claro que el juego se acabó y los verdaderos enfrentamientos empezaron.

Lambo tuvo que enfrentar al alfa que lo perseguía, pero al menos, en su consciencia quedaría que protegió a Fuuta. Usó torpemente la katana para alejar al alfa hasta que ese niño le quitó su arma, como pudo bajó las escaleras, salió al patio, ni siquiera supo de dónde sacó energías para escalar la pared limitante de esa casa y huyó por las calles para alejarse lo más que pudo, pero al final ese adolescente le cortó el paso.

 

—No diré que eres un desperdicio, pues tienes agallas —fueron las palabras del azabache que mantenía su rostro sereno, pero cuyos ojos despedían deseos insanos.

—Mejor yo que alguien cuya familia lo ama —Lambo sonrió entre lágrimas porque a pesar de estar feliz por salvar a un amigo, también sabía que nada bueno le pasaría desde ese punto.

—La nobleza es una estupidez —caminó despacio, disfrutando del pánico en el omega que iba a reclamar.

—Tal vez para un niño como tú, sí —sus piernas flaquearon cuando las feromonas de aquel alfa se volvieron abrumadoras y su omega cayó rendido ante eso.

No huyas —sonriendo con prepotencia, relamiéndose los labios, manteniendo su mirada fija en el azabache de ojos verdosos que intentaba levantarse y correr de nuevo.

—Pero… yo… que ni siquiera soy bien recibido en mi casa —masculló antes de volver a caer de rodillas—, que soy considerado una basura que desechar —retrocedió hasta una pared cercana—, y que soy… menos útil que…

Cállate

—Joder —tembló en pánico.

—Nadie me especificó qué omega tomar —sonrió de lado cuando estuvo frente a Lambo—, entonces tú servirás.

—Te odio —sintió como su cuello fue rodeado por esos dedos antes de que lo arrojaran al suelo—. Te odio —de un par de movimientos lo giraron y su cara golpeó el pavimento con fuerza.

—Aprenderás a obedecerme —sin dudar dejó que sus colmillos brotaran y se acercó a la nuca del omega—, y desde ahora sabrás que conmigo no se juega.

—Al menos dime tu nombre, idiota —Lambo ahogó un sollozo, pero sus lágrimas salieron cuando su cuello fue expuesto y el dolor en su cuerpo estalló debido al duro agarre en sus brazos.

—Reborn —susurró el alfa antes de incrustar sus dientes en esa blanca piel.

 

Un grito resonó en las calles vacías pues los betas de esa zona preferían ocultarse antes que lidiar con alfas peleándose por un omega en celo, sólo la brisa transportó el dolor de alguien que no deseaba ser tomado por un desconocido pero que perdió la batalla. Eso duró unos momentos apenas.

Todo cesó entonces. Los alfas enemigos se retiraron, los betas corrieron en busca del necesitado, Hibari gruñó furioso antes de ir en ayuda del omega en turno y certificar que el aire estaba infestado por el aroma a sangre de un omega que él conoció.

Lambo quedó inconsciente tras un duro golpe y el shock de su marca. Reborn sonrió antes de levantarse, patear el cuerpo hasta dejarlo boca arriba y detallar rápidamente al omega. Un rubio se acercó para ayudar a su colega a subir el cuerpo al auto y marcharse sin involucrarse en más peleas. Así acabó esa batalla.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

Notas finales:

Krat se disculpa por la demora, pero llegue a un punto en que planeo el desastre en dos fics igual de tortuosos XD. Tengo que elegir uno y centrarme, pero ya, sin excusas, aquí les dejo esta cosota extendida XDDD

Muchas gracias por su paciencia~

Krat los ama~

Besos y chocolates~


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