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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Habían perdido a otro. En cuanto Squalo lo supo, pateó la puerta de entrada de aquella casa y se largó, ni siquiera le importó que fuera tarde casi noche. Maldijo mientras caminaba sin rumbo fijo, pateaba cuanto se le cruzaba, desquitaba su furia con lo que estuviera en frente y trataba de que nadie fuera testigo de las lágrimas que reflejaban su impotencia. Estaba devastado. Furioso. Indignado, lo que fuera, pero lo estaba.

Se sentía una mierda.

Su destino estuvo trazado desde el día de su nacimiento, le dijeron que se resignara, lo despreciaron miles de veces, intentaron aprovecharse de su naturaleza “sumisa” y terminó por patearles el trasero a todo aquel que intentó menospreciarlo, pero el precio fue el odio incluso de su propia familia, a los que les valía una mierda lo que pasara con él y lo denigraron a un departamento asqueroso de dos habitaciones en una zona alejada a la casa donde se crió.

Malditas fueran todas esas bastardas familias que son como la suya.

Lo que más le pesaba a Squalo era que, aun con las fuerzas que ganó para ayudar a sus amigos, los únicos que lo aceptaron con todo lo malo que tenía su personalidad, no pudo protegerlos. Se sentía miserable, pésimo, sin chiste ni gracia. Tal vez por eso se internó en los barrios bajos cuando la noche llegó y los focos que titilaban en postes faltos de mantenimiento le auguraban que nada bueno le pasaría.

Quiso demostrarse a sí mismo que podía. Lo había hecho durante muchas noches, logrando enfrentarse a betas miserables o alfas mediocres a quienes dejaba inconscientes antes de que usaran su voz de mando…, pero tenía que aceptar algo: le temía a esa voz pues bien sabía que su cuerpo cedería ante una de esas órdenes y ese sería su final.

Estaba actuando como un mocoso rebelde, inmaduro, falto de buen juicio, lo sabía, y le daba igual porque ya no tenía mucho que perder.

 

—Si llegas así, sólo buscas un destino asqueroso.

—¿Vas a pelear o no?

—Omegas tan imbéciles como tú sólo terminan mal y en la cama de algún desgraciado.

—Cierra el pico, imbécil… y enfréntame.

—¿Intentas demostrar que eres diferente al resto? Es una broma que muchos alfas escuchamos a diario y que jamás termina con buenos resultados.

 

Él se buscó esa pelea, la estaba disfrutando, al menos hasta que dos imbéciles que no fueron invitados llegaron, y con ellos algunos más. Squalo enfrentaba a betas pandilleros para sentirse mejor, a alfas jóvenes de casi su misma edad porque cerrarles la boca era fácil ya que se rendían ante las provocaciones y a una pelea igualitaria, pero hasta ese punto no se había enfrentado a alfas maduros.

No estaba listo.

 

—Carajo —murmuró.

—Tenemos aquí a un omega ofreciendo el culo —sandeces dictadas entre risas de superioridad.

—¡VOOOI! … ¿Quién te crees para hablarme así?

—Un alfa.

 

El primer golpe que ese par logró darle dolió tanto que lo aturdió e inevitablemente cayó al suelo, pero se levantó de nuevo y peleó. Poco tiempo pasó como para saber que les igualaba en fuerza, eso si es que peleaban de forma individual, pero como con cualquier alfa cretino y con el ego por los cielos… en algún punto se iba a cansar y sometería a quien deseara usando algo que la naturaleza le concedió. Fue entonces que Squalo supo que estaba en problemas.

 

¡Detente!

¡Cállate!

 

Su cuerpo tembló por las órdenes dadas, sus pupilas se dilataron, sus rodillas quisieron ceder, pero no lo hizo. Squalo se obligó a posar en una pared y mantenerse en pie, apretando la katana que aun llevaba en su mano izquierda y mirando de frente a sus oponentes. Una orden más, la exigencia para que se arrodillara, esa maldita voz de mando a la que su omega interno deseaba sucumbir. Pero si caía estaba perdido, por eso se cubrió los oídos… y aun así el efecto de esas órdenes seguía siendo el mismo.

Se estaban divirtiendo con él, dándole orden tras orden, obligándolo a estremecerse cada vez más insistentemente. Malditos fueran esos bastardos.

 

—¡Jamás!

 

Reunió fuerzas para agitar su katana y herir el rostro de quien estaba a punto de tomarlo por los cabellos, jadeó constantemente mientras se obligaba a estar de pie y seguir blandiendo su única arma. Golpeó al que se acercó demasiado, lagrimeó por el sobre esfuerzo de su cuerpo que se negaba a ser sumiso. Se negó a las órdenes de esos alfas y los hirió como pudo.

Había triunfado, le ganó a su propio instinto, pero seguía en peligro.

 

—Shishishi… así que aquí estaban.

—Belphegor-san —ambos alfas se voltearon con terror hacia la voz que resonó en aquel callejón.

—No contestaban al llamado —en la mano del rubio recién llegado se posaba la radio que usaban los de su equipo—. Entonces —sonrisa extendida debajo del flequillo que ocultaba sus ojos— debo matarlos por inútiles.

—Discúlpenos, Belphegor-san… Nosotros sólo estábamos…

—¡Tú! —Squalo cedió ante la ira que lo invadió al reconocer a ese rubio de sonrisa afilada—. Tú, maldito —olvidándose del temblor de su cuerpo ante las anteriores ordenes de los alfas, dio dos pasos y apretó la empuñadura de su arma.

—Mira lo que ha traído el viento —se burló.

—¿Dónde está Lambo?

—Shishishi… un plebeyo que se atreve a hablarme de esa manera —su mano libre exploró dentro de su chaqueta y una afilada daga brilló poco después—. Tengo que matarte para mantener mi estatus y mi honra intactas.

—VOOOOIII… ¿Y crees que será FÁCIL? —vociferó mientras se colocaba en posición de lucha.

—Muéstrame que no eres una basura —una voz más se escuchó cerca del rubio mientras un par de pasos daban muestra de la cercanía de un enemigo más—. Diviérteme un poco más.

—¿No importa si lo mato? —el rubio cada vez mostraba una daga extra en su mano, como si jugara con un truco de magia y las hiciera aparecer de la nada.

—No —Xanxus sonrió cuando estuvo a vista de Squalo—. Haz lo que quieras.

—Alfas bastardos —bufó Squalo, aunque en el fondo… escondía su miedo.

 

 

Lo que queda…

 

 

La mirada de aquel alfa sólo le transmitía terror, mucho más porque nadie aparte de ellos estaba en esa habitación. Llevaban en la misma posición por una hora completa, sin decir media palabra, sólo mirándose, esperando algo desconocido, tratando de descifrar quien daría el primer paso.

Su cuello ardía; cuando despertó lo primero que revisó fue eso, palpando insistentemente y quejándose por el dolor de su herida. Aun se sentía abrumado y no estaba seguro de qué hacer, para rematar la mirada analítica del alfa le estaba alterando los nervios.

Lambo quiso decirle algo en varias ocasiones, pero terminaba siendo intimidado por el adolescente. ¡Y por dios que se sentía idiota por dejarse dominar por un niño apenas! Pero… era su cuerpo el que estaba reaccionando al nuevo lazo, a la sumisión, intentando acoplarse al ajeno y enlazar sus sentimientos y pesares.

Era extraño. Aunque en realidad no sabía qué se siente estar enlazado y no podía certificar si lo que sentía era o no normal.

 

—¿Te quedarás mirándome para siempre? —tal vez fue idiota y abrió su boca antes de tiempo.

—Cállate o te haré callar —sus ojos negros brillaron en amenaza, incluso su voz se volvió más ronca.

 

Volvieron al incómodo silencio extendido. Lambo suspiró antes de acomodarse en ese sofá duro, en una esquina mientras se aferraba a sus piernas, sintiéndose cada vez más indefenso. Esperaba que al menos todos los demás estuviesen bien y que no les pesara demasiado su lejanía, aunque hubiese deseado siquiera despedirse de los Miura que fueron tan gentiles con él. Tenía hambre también, y quería algo que le quitara el dolor en el cuello.

 

—¿Ya te cogiste al omega? —aquella voz desanimada, cansada, pesada, hizo que Lambo se tensara y aferrara al respaldar del mueble, no sólo por el susto del ruido de la puerta que fue abierta sin cuidado, sino porque reconoció a otro alfa.

—Qué pésima forma de ingresar la tuya, Verde —una alfa mujer estaba junto al recién llegado, de cabello azulado y mirada dura, con una especie de quemadura o marca en su mejilla derecha.

—¿Qué más quieres que diga, Lal? … Hola, ¿quieres un café? —el chico de cabello verde rodó los ojos y ahí Lambo se dio cuenta que… debían tener su misma edad o rodear la de su ahora alfa— No voy a hacer eso.

—¿Ya te llamaron? —la mujer ignoró lo dicho por el tal Verde y miró al azabache que jugaba con su fedora todavía.

—No.

—Chico —la mujer se giró hacia el omega que apretó los labios y se encogió más—, dime… ¿Sientes algo raro en tu marca?

—¿El dolor cuenta? —no estaba bromeando, pero Reborn gruñó en amenaza.

—¿Algo extraño en tu pecho? —Lal ignoró la respuesta que consideró irónica y siguió— Como si estuvieras alterado y furioso o hasta ansioso.

—Es normal después de ser marcado por un… alfa —Lambo se obligó a no decirle niño de nuevo, no quería sentir la furia del tal Reborn.

—¿Sientes que tus emociones son ajenas a las tuyas? —Verde habló en automático, bostezando poco después de acabar la pregunta.

—No… y eso sería una tontería —contestó Lambo, inquieto por todas esas preguntas y temeroso de que en algún momento se le lanzaran encima.

—No funcionó —Verde suspiró pesadamente antes de darse vuelta y encaminarse a la salida—. Como sea, yo llamaré a los del consejo y pediré indicaciones.

—Reborn —Lal miró a su compañero—, no te quedes ahí. Regresa a la sala porque tenemos cosas que hacer.

—Sí —Reborn al fin dejó de mirar a Lambo y frunciendo el ceño se dispuso a levantarse. Era tan extraño y Lambo ya se lamentaba por el alfa con el que fue a parar.

—No te alteres —la chica procedió a retirarse junto con Reborn— y envíalo con los del harem, el pobre debe estar entrando en crisis… como todos los demás.

—Lo sé —Reborn se acomodó la fedora con elegancia, metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y pareció volverse de nuevo esa persona orgullosa, amenazante y siniestra.

—¿Harem? —Lambo miró a su alfa con horror— ¿Cómo que harem?

—No le has dicho nada —bufó Lal antes de golpear el hombro del azabache de patillas—. ¡Idiota! ¡Quedamos en que le darías las indicaciones básicas y nos ahorrarías los inconvenientes!

—No te metas en esto, Lal —habló en amenaza—. Y no me des ordenes, carajo.

—¿O sea que no he sido al único que has marcado y alejado de su hogar? —Lambo se levantó y apretó los puños porque estaba indignado—. ¡¿Qué carajos te pasa?!

—No deberías comportarte así con un alfa —Lal miró al muchachito y frunció su ceño—. Aprende tu lugar y toma el comportamiento pertinente.

—Mierda —Lambo se estremeció por la amenaza porque el lugar se llenó con feromonas que delataban el enojo de los dos alfas, retrocedió en su defensa, incluso quiso esconderse donde fuera.

—Es broma —la mujer sonrió de lado tomando una faceta calmada—. Como sea, me largo…. Únete para la cena, Reborn —sin decir más ondeó su mano en despedida y desapareció tras esa puerta de madera fina.

—Reborn —Lambo se atrevió a llamarlo cuando de nuevo estaban sólo ellos dos—, podrías al menos decirme qué…

—Sígueme.

—¿Te gusta dejarme con la palabra en la boca? —refunfuñó porque no sabía cuándo debía callarse.

—La verdad sí —el azabache hizo una seña con su mano antes de seguir con su camino.

—Si así empezamos… créeme que no será bonito —Lambo sentía ganas de ahorcar a ese alfa—. Te morderé si te me acercas.

—Una sola orden mía y te quedarás quietecito, niño.

—¡El niño eres tú!

—Repítelo… —Reborn detuvo sus pasos y giró su rostro levemente para mirar al omega— y te haré sufrir mucho en una tortura.

—Bien… eso sí me espantó.

 

Resignado, Lambo acompañó al alfa por un pasillo solitario, aunque bien iluminado, y bajó algunas escaleras para volver a caminar sin rumbo definido. Sinceramente esperaba que no lo llevara a una habitación para romperle el trasero, en serio que no deseaba aquello, hubiese preferido mil veces estar inconsciente si era el caso.

Le estaba ganando la ansiedad cuando se detuvieron frente a una puerta, incluso estaba listo para correr y no hacerle las cosas fáciles al alfa, no señor, su trasero no quería ser usurpado por un niño… ni por un adulto… ni por nadie, es más, quería morirse virgen si fuese posible.

 

—¡Qué carajos!

—Entra —fue la orden de Reborn quien le abrió la puerta.

—Pero…

—Sólo entra y no des problemas.

—Pero… —Lambo no pudo decir más porque fue pateado dentro de aquel salón y las puertas fueron cerradas de un azote—. Carajo, qué genio se trae.

 

Lambo se levantó con rapidez, temiendo por un ataque repentino o algo así, pero no pasó algo así, por el contrario, se topó con las miradas sorprendidas de al menos diez personas. Diez. ¡Diez! Y omegas para el colmo. ¡¿Qué clase de fetiche o problema mental tenía el tal Reborn?!

Intimidado se pegó contra la pared más cercana y regularizó su respiración antes de darle un rápido vistazo al lugar. Era una especie de salón, extra grande, con mesas pequeñas, sillas, manteles bien bordados, cojines por doquier, alfombra color durazno cubriendo todo el suelo, en el fondo de ese mega cuarto creyó ver futones acomodados en un rincón, y en otro lugar al parecer había armarios.  Lambo quiso reírse porque eso se parecía a una película extranjera que vio con los demás y… no pudo, simplemente se concentró en las diez miradas que lo tenían como objetivo. Mujeres, hombres, adolescentes, mayores, menores, no sabía bien, había de todo un poco, y él estaba ahí… sin saber qué decir o cómo empezar a preguntar sobre algo que ya dedujo.

 

—Maldito, Reborn —susurró bajito mientras se centraba en una niña… sí, una niña de tal vez diez años que se le acercaba—. ¡Jodido pervertido!

—Hola —la sonrisa que le dedicaron fue amplia, ingenua, dulce— mi nombre es Yuni —esos ojos azules tan inocentes y el cabello corto negruzco.

—No puedo creer que … —Lambo tragó duro antes de carraspear—. Eres una pequeña niña.

—Sí —sonrió divertida—, ¿y tú?

—Soy Lambo… y creo que no soy un niño.

—Bienvenido —Yuni rio suavemente antes de reverenciar sutilmente a Lambo, los demás le siguieron de forma coordinada—. Entonces, nos presentaremos todos aquí.

 

Lambo fingió una sonrisa mientras escuchaba los nombres de las personas ahí presentes, pero en su cabeza sólo tenía en cuenta a esa niña, la palabra harem, las burlas de los alfas de hace poco y el dolor en su cuello. Maldijo mil veces a tal Reborn, maldijo su suerte porque al parecer cayó en manos de un pervertido promiscuo y porque… ¡estaba perdido en esa prisión! ¡Tal vez ni siquiera volvería a respirar aire puro!

 

—Y por ahí está la bañera —sonreía la pequeña. Lambo se había perdido en la mitad de la explicación dada sobre ese lugar—. Puedes usarla cuando desees, pero a veces nos bañamos en grupos porque es divertido, como si fuera una piscina.

—Espera —detuvo a la sonriente pequeña pelinegra, y se centró en todos—, tengo unas preguntas.

—Creo que sabemos cuáles son —rieron algunos de los omegas.

—Vamos, pregunta —alentó otra.

—Todos ustedes son… hum… —se rascó la nuca y extendió un par de sus rizos—. ¿Cómo lo digo?

—¿Marcados por Reborn? —sonrió alguien—. La respuesta es sí.

—Oh… dios… mío —Lambo jadeó porque estaba en shock.

—Pero tranquilo —sonrió la pequeña Yuni— el dolor pasará, la cicatriz se curará y no habrá secuelas… Yo puedo jurártelo.

—Espera —sus ojos verdes brillaron con temor. Tomó los hombros de la niña y soltó su máxima duda—. Tú también… ¿Reborn también te marcó?

—¿Qué? —la pequeña tardó unos segundos en entender la pregunta, terminó riendo animadamente en compañía de dos chicas—. Oh no —limpió sus lagrimitas—. Yo no estoy marcada. Soy una niña apenas…

—Aunque eso sí se puede y se hace, según me dijeron —soltó una de las omegas.

—Bueno, en mi caso no es así —sonrió Yuni—. Yo sigo siendo pura.

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —Lambo no quería ni pensar en las razones de esa niña.

—Tío Reborn me trajo aquí para protegerme —sonrió hermosamente, como si desbordara amor por aquella persona, aunque eso sería imposible—, después de todo… soy la vergüenza de nuestra familia.

—Ahora entiendo menos —jadeó Lambo porque la pequeña no parecía afectada por las palabras que ella misma pronunció.

—Tranquilo… Con el tiempo lo entenderás, seguro que tío Reborn te explica.

—O tal vez lo torture —bromeó uno de los omegas más maduros.

—Si te portas bien, eso no pasará —siguió otro.

—Consejo —algunos miraron al nuevo—, jamás le digas que es un niño —Lambo se tensó y todos lo notaron.

—Si se lo has dicho —una chica sonrió divertida—, ya estás muerto.

—Joder —ahora sí tenía miedo.

—Tío Reborn tiene un ligero problema con esa palabra —sonrió la jovencita—, pero no puedo hablar de eso.

 

 

Llegada…

 

 

Caminaba por la calle, respirando profundamente para llenarse de paciencia y así poder tolerar a sus “amigos” quienes iban a invadir su pobre departamento en el segundo piso de una pequeña edificación mientras cuchicheaban sobre los planes de escape. Eran todos ellos, los que quedaban. Squalo intentó sonreírles, pero sólo los saludó antes de hacerlos pasar y dejar que tomasen el control de las cosas mientras él… recordaba aquello.

 

Me agradas, basura.

—Pues digamos que el sentimiento NO es mutuo —jadeaba pues enfrentarse con esos estúpidos había sido duro, cansado, y casi no la cuenta con ese rubio de las navajas.

—Miren —el azabache ondeaba sus manos mientras miraba de refilón a los que lo rodeaban, sus subordinados extraños—. Esa cosa de ahí.

—¡Carajo! ¡Deja de decirme así! —odiaba a ese tipo.

—¿Y cómo quieres que te diga, basura? … ¿omega? ¿Ramera?

—Debes saber mi nombre, Xanxus —le refutó sin miedo y con la frente en alto—, ¿o acaso la memoria te falla y por eso eres estúpido?

—Tiene agallas —esa risa estruendosa revotó en ese callejón desolado—. Con un demonio, hasta superó la voz de esos dos imbéciles.

—¿Y ahora qué? —Squalo lo miraba desafiante— Vas a divertirte a mis costillas o ya me puedo ir a mi jodida casa.

—No tan rápido… porque… estoy aburrido y creo que tú me puedes servir de distracción.

—Muérete.

—Tu próximo celo es pronto… —Squalo frunció su ceño al oír eso— y yo puedo ser el que te marque y use como una puta temporal.

—¡VOOOIII! Primero me corto el cuello, cabrón.

—No lo harás.

—¿Cómo estás tan seguro de eso?

—Porque has intentado sobrevivir hasta ahora… —el maldito era inteligente al parecer—. No echarás a la basura todo el esfuerzo que has hecho.

—¿Qué quieres entonces?

 

Squalo miraba a sus amigos y rodaba los ojos porque esos imbéciles formaban parte de su vida y eran más importantes para él de lo que deseaba admitir. Haría lo que fuera para protegerlos y darles un futuro mejor que el suyo, no podía negar esa realidad.

Haría lo correcto. Ya estaba decidido.

 

—Entonces, Squalo —sonreía I-pin—, hagamos nuestro mayor esfuerzo.

—Claro —apretó los dientes mientras observaba el mapa—. Cuento con ustedes.

—No volveremos a perder a uno —sonreía Fuuta con melancolía porque desde la pérdida de Lambo habían pasado semanas sin información y aun se les estrujaba el corazón.

—Squalo, no te quedes pensando y confía en el plan —añadió Haru.

—Bien —suspiró—, hay algo que les voy a decir.

—¿Qué es?

—Yamamoto vendrá a ayudar —y antes de que empezasen las preguntas, completó—. Fui a ver a ese alfa con peinado frutal hace días, también hablé con el cabeza hueca y logré convencerlos para que en esta ocasión nos ayuden.

—¿En serio? —Enma se animó y desanimó poco después— ¿Y cómo lo lograste?

—Digamos que esa piña loca tiene un ligero problema con uno de los alfas que nos atacó la última vez, un rubio raro de nombre Belphegor que le debe una y quiere cobrárselas.

—Si hubiésemos sabido antes, lo hubiésemos usado —refunfuñó Tsuna.

—Fue casualidad —Squalo rodó los ojos—, lo mencioné cuando visité a Yamamoto.

—¿Y fuiste solo allá? Eso es peligroso.

—No —Squalo suspiró— perseguí al tal Hibari y al final no tuvo opción más que aguantarse mi persecución.

 

Squalo había estado haciendo movimientos ajenos a los que solía hacer con sus allegados omegas, preparó ayudas extras, hizo hasta lo imposible para esa ocasión porque tenía sus motivos ajenos a lo que sucedería en su primer celo. Abrió su mente y vio posibilidades más allá de las que se planteó inicialmente, indagó en algunas cosas, se enteró de otras, aprovechó unas y al final concluía en aquello. En lo que iba a hacer.

 

¿Por qué carajos me propones eso?

—Porque a futuro me va a beneficiar.

—No entiendo cómo —Squalo bien sabía que hacer tratos con ese tipo no sería bueno, pero era tentador también.

—Tú, basura, serás la primera bofetada que les llegará a ciertas personas que odio.

—Aun no entiendo qué ganas con eso.

—Sólo cállate y acepta… omega.

—Soy Superbi Squalo, imbécil —aun así, extendió su mano— y acepto.

 

Sólo tenía que hacer una cosa para obtener los beneficios prometidos; debía evitar ser marcado hasta que Xanxus llegara por él. Y fue por eso que incluso se puso de rodillas ante Mukuro para que lo ayudase y se pasó días interminables hablando con Hibari para que éste eliminase la única regla impuesta para su protección, pero esas eran cosas que nadie debería saber.

Convencer a Mukuro fue sencillo, no mintió con respecto a Belpehor el cual hirió a Nagi una vez, además, Yamamoto lo apoyó y ayudó hasta cierto punto. Pero Hibari fue una cosa diferente. Con ese alfa huraño y malgenioso sí tuvo que reunir la suficiente paciencia como para tardarse quince días en siquiera poder reunirse frente a frente con él, además, le tomó al menos cinco visitas el poder convencerlo. Pero valió la pena porque logró hacer recapacitar a ese cabeza dura y darle a ver que todo el asunto de reclamar omegas ya no era un juego simple, era un desafío del consejo hacia los alfas que no seguían con su reglamento, era una forma de manipularlos, una forma de humillarlos. Aunque al final sólo le bastó decir que, si no detenían a la clase alfista, lo que caería después sería algo importante para cada alfa rebelde. De alguna forma eso pareció afectarle a Hibari.

Como fuere, ahí estaba, luchando por su vida en medio de una brisa extraña. Corriendo para alejarse de unos pocos alfas conocidos y esperando a que los de clase pura atacasen.

Debían resistir un poco más.

 

—Me dijeron que vieron a Hibari cerca de aquí.

—Tal vez viene a burlarse de nuestro plan de escape —bufó Tsuna sin detener su paso.

—Yo no lo creo… debe haber una razón —masculló I-pin.

—La hay —Squalo miró al horizonte—. Le interesa pelear con alguien en específico.

—¿Con quién?

—Tal vez vengarse de Gokudera porque por su causa el orgullo de Hibari fue herido la última vez.

—Tiene sentido.

 

Mukuro se presentó cuando pasaron unas diez horas desde el momento del celo respectivo, al menos lo hizo de frente porque en realidad había estado ayudándolos de lejos y Squalo lo sabía pues su sensible nariz detectaba a los alfas con facilidad. Yamamoto estuvo con ellos desde el inicio de aquel asqueroso celo, siendo el guía en muchos escapes y demostrando que en verdad había entrenado. La muchachita de mirada heterocroma también se hallaba por ahí, peleando y demostrando que no era sólo una mujer tímida que se escondía detrás de su hermano.

Iban bien hasta ese punto.

Squalo hubiese captado más situaciones, pero en medio de su celo, en lo único que pensaba en que su lubricante natural era un asco, que su piel sensible a cualquier roce le daba repulsión, y que esa necesidad insana de que algo le partiera el culo debía ser ahogada con supresores en las siguientes ocasiones o sino se cortaría la piel con tal de pensar el algo más que en esas estupideces. Oh sí, no estaba muy centrado mientras corría detrás de su guía de turno.

A lo lejos escuchaba a alguien pelear, su trasero le decía que era un alfa, su nariz le rebeló que era el imbécil de Hibari que seguramente estaría oculto hasta que fuera un momento tolerablemente necesario para no dar a entender que los ha estado protegiendo desde que todo empezó. La gente era estúpida de verdad.

 

¿Sabes qué es esto? —Xanxus ondeaba alguna cosa de negro tono entre sus manos.

—No —Squalo identificaba el material semejante al cuero, pero que brillaba un poquito en los filos.

—Es un collar, basura.

—Ah no, imbécil. A mí no me tratarás como a un perro.

—Cállate y escucha —sonreía sin inmutarse por los insultos, es más, parecía divertido—. Esto es un collar antimarca.

—Un, ¿qué?

—Claro, para los de tu clase es desconocido —se burlaba— porque esto —ondeaba el collar para hacer resonar una especie de hebilla fina— es usado sólo por las putas en burdeles exclusivos y omegas de alta clase.

—Si eso es lo que dices… debería ser un artículo de dominio público, distribuido a todos los omegas que lo necesiten —maldijo a la clase alfista nuevamente.

—Ya quisieras —Xanxus parecía extremadamente divertido por la protesta dada—, pero es demasiado costoso y difícil de conseguir para quien no pertenece a una clase social elevada. Cosas más, cosas menos. No te interesa.

—¿Y qué con eso? —Squalo ya estaba harto de tanto rodeo— ¿Me lo vas a regalar?

—No —Xanxus se guardó el artículo en el bolsillo—. Te lo vas a ganar, basura, porque la libertad es algo que no se consigue así de fácil.

—¿Cómo?

—Demuéstrame que eres capaz de oponerte a los alfas, que no serás la puta de alguno de esos estúpidos, que eres capaz de cortarle los huevos a quien intente tomarte por la fuerza… y yo a cambio te daré el collar y te tomaré como miembro fijo en mis filas.

—¿Tus filas?

—En pocas palabras… te volverás mi sirviente con ciertos privilegios, estatus, si me animo te entrenaré en ciertas cosas que usarás a futuro, y por supuesto, me serás leal por el resto de tus malditos días.

—Es un precio muy caro como para un collar.

—¿Qué más quieres, niño?

—Señor, no debería negociar con un simple omega.

—Cállate, escoria —bufó—. Ahora habla, omega, ¿qué más pides?

—Quiero que los omegas que siempre me acompañan puedan ser protegidos y sacados de la lista negra de los alfas. Quiero encontrar al alfa que se llevó a Lambo. Y quiero que me enseñes a usar una de esas —Squalo apuntó al arma que cargaba el moreno en su cinturón.

—Entonces evita que alguien te marque hasta que yo vaya por ti —Xanxus se dio vuelta— y pueda que hasta te vuelva uno de mis asesinos favoritos…

 

 

 

Notas finales:

 

Hola humanos normales… ok no jajajjajajaajajaj

Les dejo el capítulo recién editado y si vamos bien, actualizaré la siguiente semana de sopetón.

Los ama: Krat~

 


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