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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Tal y como lo dijo Hibari, siendo el día acordado se lo halló fuera de la casa de I-pin junto con la avecilla amarilla que dormitaba en su cabeza. Eran las seis de la mañana, el celo de I-pin tardaría una hora todavía; pero el alfa ya se presentó ante la familia y se ubicó en una de las esquinas del cuarto respectivo, se sentó y cerró los ojos. No dijo algo más de lo necesario, ni siquiera mostraba indicios de malhumor, estaba tal cual lo recordaban en el celo de Haru y de Lambo.

No parecía mostrar alguna cicatriz dada por la pérdida de un ser querido.

La curiosidad de los omegas fue muy grande, pero por respeto al luto de quien vestía de negro casi en totalidad, se mordieron la lengua y agradecieron con un silencio extendido. Cuidaron de su amiga cuando el celo inició; se quedaron a su lado divisando a los betas que rodeaban la casa y se turnaban para las rondas; colaboraban en la cocina o simplemente se quedaban sentados en la sala o el pasillo. Pensaban en los amigos que se les fueron arrebatados y en el que desapareció por voluntad propia. Agradecían seguir sin marca y juntos.

Todo tan calmado que fue muy extraño.

Sólo un par de alfas conocidos aparecieron en los alrededores, pero no hicieron más que observar. No hubo señales de aquellos alfas de familias de clase alta y casta pura, ni siquiera Zakuro había dado cara desde la última vez que los atacó. Era tan raro, pero no se podían quejar porque era mejor de esa forma. Sin embargo, a Kyoya eso sí le daba mala espina y no sólo a él, pues desde que la lista negra en la web alfista desapareció, Mukuro y Nagi también tenían sus dudas sobre los planes de los ancianos y redoblaron su seguridad por precaución. Después de todo, no se podía confiar en ese consejo de alfas decrépitos.

 

—Ha pasado más de un día y medio —Haru miraba por la ventana— y no ha habido incidentes graves.

—Es muy extraño —Fuuta no confiaba en la paz que respiraban, por eso no quiso alejarse de la cama de I-pin.

—¿Usted sabe algo, Hibari-san? —Enma miraba al silencioso alfa quien sólo soltó un ruidito y nada más.

—Déjalo, Enma —Tsuna negó mientras daba vuelta al paño que cubría la frente de I-pin—. Si es algo importante, seguro hablará.

—Pase lo que pase —su voz retumbó en la habitación y rápidamente captó la atención de todos—, jamás se alejen de mí o del alfa que quiere protegerlos —el azabache dejó que Hibird se posara en su mano para acariciarlo—. No confíen en nadie más que en Mukuro y Nagi.

—No tiene por qué dudar de eso —sonrió Takeshi, contento porque Kyoya al fin entablara, aunque sea esa pequeña plática.

 

Eran cinco los que quedaban, un pequeño grupo que se apoyaría hasta el final, amigos fieles que aun lamentaban las pérdidas de sus compañeros en ese año que estaba cerca de acabar. Tsuna a veces meditaba en eso y se sentía temeroso porque de una u otra forma después del celo de I-pin quedarían desprotegidos, incluso Takeshi lo certificó pues el plan de Mukuro y Nagi era irse a otro país y llevarse a los Yamamoto con ellos. Tendrían un miembro menos, otros más de los que sabrían sólo si tenían fortuna. Quedarían a merced del destino y la sociedad. Serían vistos como desgracias para su casta pues habían superado su primer celo sin forjar una marca.

Era una libertad dolorosa pero que valía la pena.

¿Qué harían después? No tenían idea, pero sabrían librar cualquier batalla mientras se apoyaran mutuamente, y aun así todos tenían miedo. Aunque les costara aceptar, extrañarían a todos esos alfas estúpidos que los rodearon en esos largos meses, tal vez por eso la mayoría se quedaba mirando al azabache que dormitaba en una esquina mientras fingían atender a I-pin a quien habían atado y dado varios calmantes para que permaneciera dormida y no causara problemas. La propia Adelheid les había recetado algunos medicamentos para la ocasión.

 

—¿Qué es lo que suena?

 

Esa pregunta trajo a la realidad a todos los omegas. Se levantaron para mirar por la ventana, seguros de que al fin un alfa les daría problemas, pero no fue eso, sino algo que no vieron venir.

Vieron a tres personas correr en la calle frontal, desesperados, mirando hacia todos lados, alterados por algo que ellos no supieron entender, no hasta que vieron a un hombre alto de cabellos perlados que caminaba hacia los desconocidos con calma. Nunca habían visto a ese sujeto, pero bien sabían que era un alfa, tal vez no de alta casta, pero un alfa de todos modos.

 

—¿Son betas u omegas?

 

Intrigados, se quedaron mirando, siendo Fuuta quien sujetaba su celular con el número de emergencias ya marcado por si tenía que actuar. Escucharon los sollozos de la mujer y las suplicas del hombre, palabras que no llegaron a entender. El último individuo era un niño, casi adolescente, que era protegido por los otros dos.

Fue entonces que las cosas cambiaron tan rápido que ni siquiera Fuuta logró llamar a emergencias. Un disparo, un grito, el padre que caía al suelo y la que suponían era la madre abrazando a su hijo en medio de su llanto desesperado y sus pedidos de auxilio.

 

—¡Tenemos que hacer algo!

—Fuuta, ¡llama ahora!

—¡Voy a ayudar!

—No se muevan de aquí —fue Hibari quien detuvo su histeria mientras se asomaba a la ventana por breves momentos antes de proceder a cerrar las cortinas—, y díganle a los padres de esa niña que suban a cuidar de su hija.

—Pero… —Enma quiso refutar, sin embargo, el ceño fruncido del alfa dictó problemas.

—Cierren las ventanas, puertas, todo lo que puedan. No se acerquen a esa ventana e ignoren los ruidos externos.

—¿Al menos puedo llamar a emergencia? —y tras recibir el asentimiento de Hibari, Fuuta prosiguió.

 

Y, aun así, escuchar los gritos de la mujer los alertó a todos. Refutaron por obligación, deseando salir para al menos ayudar al jovencito, pero Hibari los calló de inmediato antes de bajar las escaleras para hacerles la misma advertencia a los padres de I-pin.

Era obvio que un evento así no sucedería en media tarde, a vista de todos, en frente de una casa en específico, por eso, estaba claro que intentaban obligarlos a salir de ese hogar. Era una trampa evidente. Y no fue la única.

Varias cosas pasaron, pero Hibari no reveló nada a los omegas y betas que se mantuvieron callados, cubriéndose los oídos, entreteniéndose con algo con tal de no ceder a la curiosidad y necesidad de saber. El olfato y los sentidos desarrollados del alfa le permitían saber algunas cosas que pasaban lejos de su campo visual, por eso supo que esos padres fueron asesinados por ese desconocido alfa —seguramente a servicio de una sociedad criminal—, y que el niño fue llevado a rastras para ser el pago de algo que ni siquiera deseaba plantearse.

No le interesaba, él no tenía nada que ver con esos betas.

Lo siguiente que pasó fue una especie de atropellamiento, heridos, ambulancias. También ocurrió un robo cercano a media noche, y uno entrada la madrugada. Víctimas que desgraciadamente fueron escogidas al azar en son de forjar una oportunidad de captura para alfas que disfrutaban del poder o que deseaban otras cosas que los de clase baja y media no sabrían comprender. Hibari lo único que dijo para calmar a sus acompañantes fue que de esa forma I-pin seguiría a salvo. Pero era difícil de soportar.

 

—¿Por qué hacen eso? —jadeó Enma pues estaba empezando a entrar en un ataque de ansiedad.

—Una mejor pregunta sería —Takeshi no sonreía, sólo miraba el plato de arroz que tenía para ese desayuno—, ¿por qué no hemos escuchado ni una sola patrulla?

—Es cierto —Fuuta se mordió los labios—. La policía debería haber sido informada, incluso los llamé, pero por aquí no han pasado.

—Esto ya no es normal —Tsuna abrazó a Enma en un intento por calmarlo.

—Nos quieren hacer salir.

—Estoy entrando en pánico.

 

Hibari hasta ese punto no había descansado ni un solo segundo, siempre caminando de arriba a abajo en esa casa, pendiente de la omega que estaba en celo, centrado en lo que su oído y olfato le revelaran y dieran idea de lo que pasaba fuera de ese hogar. Estaba más tenso de lo normal, tanto que incluso expedía feromonas que volvían el aire algo agrio; y si bien se controlaba lo mejor que podía, los omegas incluso lo vieron ingerir un supresor cuando Enma exteriorizó su malestar. El encierro sólo volvía el ambiente aún más pesado.

 

—¿Puede decirnos qué sucede? —Haru enfrentó a Hibari cuando ya no soportaba la ansiedad— Por favor.

—Nos tienen acorralados —el azabache miró de refilón a la castaña y al pelirrojo que estaba cerca—. Somos un ratón en la jaula… Nos están tentando a salir para que ellos puedan atacarnos directamente. Un solo error y su amiga se irá.

 

Y no mintió, aunque todos desearon que así fuese.

A medio día escucharon ruidos a los lejos, intentaron saber de qué se trataba, mas, fue Hibari quien les ordenó a todos quedarse en la habitación con I-pin mientras él revisaba. Les ordenó expresamente que no salieren, pero el pánico les pudo más cuando la casa tembló ligeramente debido a una especie de explosión cercana. Hibari bien sabía que el causante de eso fue Hayato, lo olfateó cerca y tuvo intensiones de frenarlo, pero no contó con el pánico de la madre de familia que bajó las escaleras corriendo y salió al patio presa del pánico con el marido tras de ella intentando calmarla y obligarla a ingresar en la casa otra vez.

Gokudera saltó de la nada e intentó llevarse a la beta, Hibari lo detuvo y se forzó a una pelea mientras le ordenaba al hombre regresar al hogar junto con su esposa, pero otros betas que no eran fácilmente detectados debido a su aroma tan neutro saltaron a ese patio e infundieron el miedo general. El ataque inició con los dueños de casa, siguió con el destrozo y caos en el primer piso, siendo sala y comedor los objetivos y en donde cada cosa existente fue destrozada. Hibari intentó sacar a todos, llamando a sus refuerzos quienes les respondieron que en ese mismo instante estaban en su propia lucha en contra de los hombres a servicio de los Gokudera.

Fue inevitable, se produjo el error.

Fue Haru la que bajó las escaleras en medio de su pánico porque otro temblor los azotó, y a más de eso la madre de I-pin no volvía y temió por ella. La castaña se halló entonces frente a un beta que quiso llevársela y con ello obligó a Hibari a detener su propia pelea para defenderla. Dos enemigos más ingresaron rompiendo las ventanas, uno más parecía forzar la prueba de entrada, el caos aumentado cuando Gokudera ingresó para tomar a Haru en brazos y llevársela.

Desde ese punto todos quisieron ayudar a su amiga y desobedecieron la orden que les dio el azabache.

 

—Llama a Mukuro —bufó Kyoya que analizaba a quien defender primero.

—Ya lo hice —Takeshi no quería separarse de I-pin, por eso se mantenía en esa habitación; fue el único que se quedó ahí—, pero no contesta… Me manda directamente al buzón de mensajes.

—Bloquearon las líneas —susurró antes de acercarse a la cama y desatar las amarras de la omega.

—¿A dónde vamos ahora?

—Tú ve con tus amigos y llévalos a casa de los Stella —Kyoya cargó a una jadeante I-pin que aún permanecía dormitando a causa de los calmantes—. Yo la llevaré allá.

—¿Y si nos capturan?

—Asegúrate de que eso no pase.

 

Hibari se guardó el secreto de que ya perdió a esa castaña de nombre Haru, pero de ese modo al menos salvaría a los demás. Su olfato le decía que ningún otro alfa aparte de Hayato estaba cerca, así que cargando a I-pin logró ubicar a todos los demás y llevárselos corriendo a su nueva ubicación. No le tomó mucho tiempo porque sólo diez cuadras los separaba de aquella casa, pero sí tuvo que mentirles diciendo que Haru se adelantó, gracias al cielo que Takeshi aprendió a leer sus órdenes mudas y convenció a todos para seguir sin ella. Sin embargo, tuvo que aguantarse los reclamos posteriores y el llanto de las madres que estaban en pánico.

 

—La traeré —habló con seriedad tras verificar que Kusakabe podía llegar a esa casa para brindar protección—, ustedes sólo no salgan de aquí.

—¡Debió impedir que se la llevaran! —Fuuta seguía en ese reclamo incesante.

—Cómo pudo dejarla.

—De la misma forma que ahora los dejaré solos a ustedes —frunció su ceño enfadado por las palabras de una de las madres.

—Tranquila, sólo… hagamos lo que dice y avisémosles a los Miura— aseguraba la otra beta.

—Por favor —Tsuna miró con súplica al azabache—, tráigala de vuelta.

 

 

Súplica…

 

 

Pataleaba desesperada, golpeando la espalda de la persona que la llevaba al hombro, gritaba en auxilio, intentaba incluso tirar de esos cabellos platinados, pero nada funcionaba porque en medio de esa carrera se desequilibraba, saltaba o golpeaba cualquier impedimento que estuviera en su camino. No podía creer que hubiese llegado a ese punto.

 

—¡Bájame de una vez! —Haru insistía con desesperación.

—Cállate, mujer estúpida —gruñía por lo bajo sin detener sus rápidas pisadas.

—Si tanto me detestas, lo más coherente es que me liberes, que me arrojes lejos o lo que sea —se quejaba sintiendo ya el cansancio en sus extremidades.

—¡Dije que te calles!

—Al menos dime, ¿por qué sigues haciendo esto?

—No te interesa.

—Veo que odias todo lo que has hecho hasta ahora —Haru jadeaba por el esfuerzo, temblando porque las feromonas del alfa dictaban que estaba furioso—. Tu mirada vacía, tus movimientos desganados… ¡Tú no quieres hacer esto, Gokudera-kun!

—No me des un sermón en medio de tu secuestro —bramó en furia mientras disminuía su ritmo.

—¡Estoy intentado hacerte razonar!

—¡Con un demonio!

 

De un solo movimiento, Gokudera dejó caer a la mujer que hasta ese punto soportó, bufó furioso y lanzó un par de maldiciones antes de patear la pared más cercana por varias ocasiones. Era un alfa con dificultades que tal vez para los demás serían poca cosa, pero que para él lo eran todo. Era un ser humano que nació en cuna de oro y que como pago tuvo que aprender a aceptar toda la basura que su clase traficaba, aunque en realidad también disfrutaba de todo lo bueno que su posición podía darle. Era un niño mimado que tardíamente supo que su madre había sido callada y abusada por más ocasiones de lo que hubiese sido tolerable; y con ello su cuento de hadas, en donde él podía hacer lo que quisiera porque estaba bien, se derrumbó causando un lío en su cabeza.

 

—¿Por qué haces estas cosas si no las disfrutas? —Haru seguía insistiendo.

—¡Cállate de una puta vez si no quieres que te marque como mi omega!

—Sólo quiero hacerte ver que haciendo esto no ganarás nada.

—¿Y qué sabes tú?

—¡Nada! —sus lágrimas se agolparon en sus ojos—. Pero estoy intentando aprender y con lo poco que he visto hasta ahora, trato de entender a los alfas.

—Jamás podrás saber algo verídico de los alfas, porque no naciste en su cuna.

—Pues después de verlos sufrir tanto, de ver sus miradas opacadas, me alegro de no haber nacido alfa o en una familia rica como la suya —ya no soportó sus lágrimas y sollozó dolida.

—¿Dijiste que me querías ayudar? ¿No?... —sus ojos verdes no parecían tener vida, no demostraban algo más que frustración— ¿Cómo carajos pensabas hacerlo?

—Escucharte en un inicio —la castaña se levantó ignorando el dolor de sus rodillas y piernas por la caída—, entenderte o tratar de hacerlo… brindarte amistad tal vez.

—No la necesito.

—Todos lo necesitamos porque la soledad no es buena consejera, sólo acrecentar tu dolor.

—Dices cosas muy estúpidas, mujer.

 

Gokudera no dijo más, sólo se alejó a paso calmo, encendiendo un cigarrillo con prisa para al menos así intoxicar su cuerpo un poco, ni siquiera se alteró cuando percibió el aroma de Hibari cerca de sí. Al diablo con las órdenes de su viejo para que capturara como fuere a uno de esos omegas, no quería seguir en ese juego inútil porque poco faltaba para que ese imbécil de Hibari cayera en las garras del consejo y todo volviese a como era antes, con todos los herederos de los “sangre pura” con las correas bien atadas al cuello y aprendiendo que salirse de las enseñanzas ancestrales era estúpido.

 

 

Hogar…

 

 

No había pasado ni cinco minutos después de la apresurada salida de Hibari de casa de los Stella cuando un ataque repentino los sorprendió, uno dado sólo por betas en un número hasta gracioso. Veinte personas que generaron el pánico en los que estaban presentes y los obligó a actuar sin medir riesgos. Kusakabe dio la orden para que los omegas fueran escoltados lejos de esa casa, no importaba como, debían refugiarse por separado mientras todos los demás evitaban la dispersión del enemigo.

Se dividieron en dos grupos, corriendo sin detenerse, priorizando a I-pin que poco a poco despertaba para apreciar el caos que ocasionó ese celo. Tsuna iba con ella, jadeando, pero dispuesto a ofrecerse de carnada si es que era necesario y sí que lo fue. Cuando llegaron a una casa desconocida donde su guía los metió, dos alfas los enfrentaron, el beta contraatacó a uno, pero el otro los mantenía acorralados. Fue entonces que haciendo acopio de las pocas enseñanzas que Squalo y Takeshi le dieron, Tsuna arremetió contra su enemigo de modo que hirió aquel tan preciado orgullo y se volvió el objetivo de ese día.

Huyó con un alfa detrás de él, corrió por esa casa y el patio asegurándose que ese idiota lo siguiera y dejara a I-pin en paz. Dejó a su amiga sola para que tuviera una posibilidad de seguir sana porque no había otro alfa que los atacara. O eso creyó.

 

—Tsuna —en medio de su calor excesivo, temblorosa, se dio maneras para sentarse y tratar de ubicar a su amigo—. Tsuna —I-pin lo vio correr con alguien persiguiéndolo, estaba preocupada por él.

 

Escuchaba los gritos de una pelea cercana, pero ninguna de esas voces era la de su amigo. Intentó entonces levantarse, pero sus piernas temblorosas le dieron la suficiente dificultad como para demorarse en hacerlo. Mientras tanto, a sus sentidos sólo llegaron las tentadoras feromonas de un ajeno. Con su mirada nublada y el deseo de ser tomada por el alfa cercano, jadeó y gimió mientras se aferraba a las paredes para intentar salir de ahí. Buscaba un compañero que la ayudara a calmar el dolor en su vientre bajo, sentía que esa era su misión y poco a poco su mente olvidó la preocupación por su amigo.

 

—¿Dónde? —preguntó al aire cuando logró salir de ese cuarto y los ruidos de pelea se anularon— ¿Dónde?

—Aquí —esa voz ronca resonó en la mente de la muchachita quien soltó un jadeo en respuesta—, pero, ¿por qué estás sola?

—Hum —soportaba las ganas de dejarse caer, intentaba encontrar a la persona que ella deseaba ver—. Yo… lo… conozco.

—Es verdad.

—Fon-san —I-pin sonrió.

—Puedo ayudarte —aquella sonrisa sutil, la mirada amable y el gesto cariñoso hizo que algo dentro de I-pin saltara, porque era un alfa el que estaba frente a ella—, ven.

—Usted —sin dudarlo extendió su mano para tomar la ajena, sintiendo los brazos del azabache rodearle la cintura para evitar que cayese—. Hum… ah… ah —no dudó un segundo en sujetarse del pecho ajeno y restregar su mejilla contra el mismo.

—Tranquila —emitiendo feromonas para tranquilizarla, Fon la cargó en brazos tras apartar los cabellos de esa húmeda frente—. Ya todo acabó.

—Por favor.

—Lo sé.

 

Tsuna aceptaba una cosa, Hibari cumplía con su palabra. Lo protegió como debía ser, evitó que lo dañaran, y a más de eso traía consigo a Haru. No había mejor dicha que esa, seguir libre y estar seguro de que su amiga también lo estaba. Rió sin poder evitarlo cuando se abrazó a la castaña y escuchó los golpes que se alejaban en señal de que Hibari terminó con su pelea en contra del alfa desconocido. Estaban bien.

 

—¿Qué haces aquí, herbívoro?

—Fui carnada, estaba algo desesperado por ayudar a I-pin.

—Vamos por ella entonces —comentó Haru antes de sujetar la mano del castaño y empezar a correr.

—Maldición —pero el alfa percibió algo en el aire que no le gustó.

 

El regreso a esa casa fue presuroso, en una carrera algo agitada porque se encontraban con los betas que informaban sobre su victoria y quienes también se devolvían al sector que debía ser protegido. Hibari iba detrás de todos ellos, verificando que nadie se quedase sin atención o protección, incluso se reunieron con el grupo que protegía a Fuuta y Enma.

Era un gran grupo el que vio con atención el cómo su amiga de larga cabellera negruzca y de un celo con aroma a flores era cargada en brazos por una persona semejante a Kyoya en físico, pero diferente en el ámbito emocional.

 

—Fon-san la ayudó —alivio en aquellas palabras agradecidas.

—Me preocupé en vano.

—Vamos por ella.

—Pero… ¿Por qué se la lleva?

 

Cuán equivocados estuvieron al juzgar a una persona, cuán ignorantes eran, cuán ingenuos quisieron llegar a ser. Los cuatro omegas que estaban siendo protegidos por los betas a cargo de Kyoya y por el propio alfa, vieron claramente la disputa forjada a tan solo unos metros. Betas intentaban acercarse al alfa cabeza de familia que los ignoraba sin esfuerzo mientras se subía a un auto lujoso con la omega en celo entre sus brazos. Kusakabe llamó a Kyoya entre gritos, el alfa apresuró el paso para tratar de detener el auto. Dos alfas de menor rango enfrentaron al heredero e impidieron un rescate improvisado.

Nada diferente a lo que había estado pasando durante ese año.

Una derrota más, una que no pensaron sufrir.

Kyoya dejó de lado esa pelea inútil en contra de los guardaespaldas de su padre, maldiciendo entre dientes se redirigió a una calle segundaria en pro de conseguir un maldito auto porque no iba a dejar que ese viejo ganara una carta más para chantajearlo. Intentó seguirlo, pero los impedimentos no dejaron de aparecer. Autos que lo bloqueaban, peatones, alfas que lo enfrentaron, a medio camino pasó lo inevitable y perdió el rastro. Era frustrante saber que no podía hacer más que volver con sus subordinados para intentar localizar el maldito auto por medio de tecnología que él no tenía a la mano, pero bien sabía que sería muy tarde cuando los encontrara.

 

—Ayúdela, por favor —Fuuta fue el primero en darle cara a su regreso—. Se lo suplico, tráigala.

—Haga que su padre la devuelva —seguramente Kusakabe ya les explicó lo que pasaba, algo menos en lo que Kyoya tenía que preocuparse.

—¡¿Por qué su padre actuó así?! —la castaña ya no soportaba su silencio.

—¿Acaso toda su familia tiene la mente retorcida? —criticó Tsuna en medio de su alterado estado de ánimo.

—No me compares con ese carnívoro —fue la frase usada por Kyoya quien estaba harto de la cantaleta de siempre—. Y si ahora su amiga fue raptada es porque no cumplieron con las órdenes que les di.

—Era aquel alfa que conocimos en el hospital, un hombre maduro y respetable, alguien que nos mostró ser confiable y…

—¡Les dije que no confiasen en nadie!

—¿Cómo íbamos a imaginarnos que ese hombre se llevaría a I-pin?

—¿Cómo me iba a imaginar yo que terminaría ayudando a un montón de niños como ustedes? —Kyoya los miró con rabia—. Nadie puede prever lo que pasará, pero puede prevenirlo al menos… y ustedes sólo han cometido errores que pudieron evitarse, han complicado sus propias vidas y la mía.

—Cualquiera se puede equivocar.

—¡No tanto como ustedes, herbívoros! ¡¿Por qué carajos no siguen los instintos básicos de supervivencia?!

—Porque nos dejamos llevar por las apariencias —sollozó Enma—, por eso… y estamos cocientes de ello.

—Esta será la última vez que los ayudo, herbívoros —gruñó por lo bajo porque se estaba jugando su orgullo en eso.

—¿Debo suponer que la va a traer, o que sólo nos va a engañar y se irá lejos? —reclamó Fuuta en medio de sus lágrimas.

—Voy a ir por ella —bufó—, sólo eso.

—Iré con usted.

—No quiero más estorbos en mi vida.

 

Harto, todos lo estaban en realidad. No era de extrañarse después de todo ese tiempo lleno de conflictos por intereses egoístas. Estaban al borde del acantilado, donde la rígida relación que mantenía el alfa con los omegas se estaba desmoronando. No se soportaban más, no querían estar más tiempo juntos, deseaban que todo acabase. Algunos en el fondo incluso deseaban que el futuro de I-pin se decidiese ese mismo día para poder acabar con el estrés que llevaban aguantando por largos meses.

El deseo se cumpliría entonces.

Kyoya localizó a su padre, no dudó ni un minuto y fue por él a una de las numerosas propiedades que tenían en el distrito contiguo al de Namimori. Viajó solo, en un auto que Kusakabe le consiguió, a toda marcha y sintiéndose estúpido por creer que el anciano se quedaría de brazos cruzados por un tiempo más. Odiaba cuando Fon iba un paso por delante de él.

 

—Devuélvela.

—Tú sabes que no lo haré de gratis —tan neutral como siempre que estaba cansado de discutir cosas sin sentido.

—Es una niña solamente —Kyoya se mordió el labio antes de seguir—, creí que ya no volverías a manipular “niños”.

—Una vez te dije que todo lo que hago es por tu bien, Kyoya —miró a los ojos azules de su hijo y apretó los labios.

—¿Cómo puedes imaginar que esto me está ayudando? —apretando los puños se acercó a su padre—. Lo único que haces es meterme en un infierno más intolerable cada vez —sosteniéndolo por la camisa, mirándolo de frente, emitiendo las feromonas que en ese momento ya no era capaz de controlar bien.

—Sólo debes ceder y yo dejaré de manipularte de esta forma —Fon habló con calma, serio e ignorando la afrenta de su hijo.

—No quiero hacer lo que tú o esos otros ancianos quieren.

—Seguir las normas que han mantenido a esta sociedad de pie, fuerte y próspera, es el deber de todos los alfas que regimos en este mundo… —su voz no emitía emoción, se volvió algo mecánico e instintivo—. No debes ir en contra de esa naturaleza porque sólo generas sufrimiento a los que amas, a tu familia.

—No me interesa tu palabrería absurda… —zarandeó a su progenitor—. ¡Devuélveme a esa herbívora!

—No te estoy deteniendo, Kyoya. Puedes buscar.

 

Y eso era lo que más le preocupaba a aquel alfa que, tras soltar a su padre y empujarlo con fuerza, se dirigió por los pasillos guiado solamente por su olfato agudo, buscando la habitación donde I-pin se hallaba enclaustrada. Sus manos temblaron cuando tomó el pomo respectivo, tuvo que respirar profundo para controlar su ansiedad y quitar de su mente el recuerdo del último suspiro de Liliana. Se armó de valor antes de abrir aquella puerta y buscar a la azabache omega que en alguna ocasión le demostró ser valiente y fuerte.

En el fondo de su corazón sabía lo que iba a pasar, pero eso no le quitó la dolencia en su pecho.

I-pin se hallaba en medio de una amplia cama, cubierta por las sábanas que apenas y envolvían la piel de media espalda. Estaba boca abajo, mostrando que su piel lechosa se hallaba intacta en la mayoría del cuerpo. Suspiraba entrecortadamente producto del celo por el que todavía atravesaba, apretujaba las mantas que la rodeaban, gemía bajito y se removía inquieta. En susurros suplicaba por la persona que la había marcado para que le ayudase a mitigar el dolor en su cuerpo. Sufría los estragos de un lazo recién forjado.

La sangre de la muchachita manchaba parte de la sábana en gotitas numerosas que seguramente se derramaron por el movimiento de la misma chica; unas gasas cubrían la herida, pero se tornaban rojizas debido al líquido que ocultaban; los cabellos regados por las almohadas; el aroma floreciendo en toda la habitación que Kyoya reconoció como la de su padre; y el hedor de Fon rodeando a la omega. Una sentencia ya dictada por esa cicatriz que jamás se borraría.

Había llegado tarde de nuevo.

Dolía. A pesar de que poco conocía a esa mujer, le dolió el saber que fue otra omega más que no pudo escoger su futuro. Dolía más saberse el culpable de toda esa situación porque era terco y tal vez jamás dejaría de serlo…, o tal vez sí debía dejar de lado todas sus creencias para así dejar de dañar a los que se acercaban a él.

 

—Era una niña apenas —criticó Kyoya con la voz entrecortada, sin haberse movido ni un poco y permaneciendo en la entrada de ese cuarto.

—Ya no lo es —la voz de Fon sonaba tan pacífica como de costumbre, con ese estúpido tono amable usado para aparentar algo que no era, tan natural que era repugnante.

—¿Para qué marcarla? —carraspeó su garganta antes de seguir—. ¡Responde!

—Soy un alfa y ella una omega.

—¿Por qué le hiciste eso? —sentía rabia y frustración.

—Me cansé de controlar mi cuerpo con supresores.

—Juraste mil veces jamás dejar de amar a mi madre. Me dijiste que no dejarías de hacerlo a pesar de todo lo que pasase en tu vida.

—Yo sigo amando a tu madre, Kyoya —parado junto a su hijo, Fon siguió hablando con naturalidad—, sin embargo, la soledad no es algo digno para un alfa de clase alta como tú y yo.

—Ella te respetaba —en alguna oportunidad Kyoya escuchó a la muchachita mencionar a Fon. En ese entonces sintió pena por la ignorancia de la chica, ahora ya no sabía que sentir.

—Lo sé.

—Le has robado su futuro.

—Lo he cambiado para bien.

—La marcaste a la fuerza… tal y como lo hiciste con a mi madre —su garganta dolía y sus ojos ardían. Después de la muerte de Liliana se volvió más sensible ante ese tipo de temas.

—Una omega en celo jamás se resistiría a un alfa de nuestra casta —Fon miró a su hijo y mantuvo la seriedad—. Ella cedió, casi suplicó por ser marcada.

—¡Ella no lo quería!

—Entiende, Kyoya, que la omega que estás viendo… —miró a la muchachita—, ahora y hasta su muerte me pertenece. Dará a luz a mis hijos, se convertirá en mi compañera, vivirá y hará todo en pro de nuestro bienestar.

—Eres una alimaña sin corazón —ya ni siquiera tenía ganas de golpear a su padre.

—Y tú un alfa que no supo defender ni siquiera a la omega que amaba.

—Tú causaste la muerte de Lili —Kyoya gruñó por lo bajo antes de sentir sus ojos humedecerse—, lo hiciste.

—Tú fuiste el culpable de todo eso.

—Ya… —le habían dado el golpe final— lo sé.

—Ya no pelees en contra de un destino ya trazado —Fon endulzó su tono de voz, quería que esa plática dejase de ser tensa.

—Cállate.

—Kyoya… ya es suficiente.

—Cállate —sus lágrimas brotaron sin que pudiese detenerlas.

—Te he demostrado que no puedes cuidar de alguien, que ir contra la sociedad alfista no es un buen camino… Te estoy evitando el sufrimiento por el que yo pasé antes de entender cuál era el camino correcto.

—No quiero seguir ese camino —ahora más que nunca se sentía tan solo.

—Tienes que hacerlo.

—No.

—Deja de pelear, hijo mío.

—Estoy cansado —afirmó antes de tragarse el nudo en su garganta y elevar su cabeza para que las lágrimas acumuladas en su quijada cayeran sin impedimentos.

—Te tengo una oferta.

—No.

—Prometo cuidarla y a cambio sólo pido un sí a mi propuesta.

—Ya basta.

—Has perdido la batalla, Kyoya. Ya no tienes a nadie más que a ella —Fon señaló a I-pin—. Sólo te queda esa niña ingenua que desde este punto también es una Hibari.

—Pensé que no podía odiarte más.

—Entonces, ¿escucharás y aceptarás mi oferta? —esperó largos minutos hasta que su hijo soltó un jadeo ahogado por un sollozo.

—Sí.

 

 

Debilidad…

 

 

Las horas pasaron más lento de lo que imaginaron. Las uñas de Enma casi se habían acabado, Fuuta llevaba su décima taza de café, Takeshi no dejó de rodar una pelota entre sus manos, Tsuna no se había movido de la entrada, y sólo Kusakabe fue capaz de mantenerlos en esa casa desconocida porque cumplía las órdenes del alfa al que esperaban con ansias.

No soportaban más, sus esperanzas ya casi se extinguían, tenían ganas de llorar, pero decidieron resistir hasta que Hibari llegase.

 

—Los heridos han sido atendidos, nadie está grave así que no hay necesidad de llevármelos —Adelheid había sido llamada y por eso estaba ahí, fastidiada porque sentía el aura pesada de los omegas angustiados.

—Muchas gracias, Suzuki-san —reverenció Kusakabe pues estaba aliviado al saber que todos sus colegas estaban a salvo.

—¿Sabes algo de Kyoya?

—No.

—Cuando llegue dile que me llame o que me visite… también dile que —la alfa se mordió el labio porque ya presentía como terminaría ese estúpido intento por salvar lo insalvable— estoy dispuesta a ayudarlo, incluso cediendo mi apellido y mi existencia.

—Gracias por preocuparse por Kyo-san.

—Ese idiota se meterá en más líos, y sinceramente ya me cansé de ser sólo una espectadora.

—Espero que nada sea como dice, que nada malo ocurra y volvamos a como éramos antes.

—Bien sabes que eso no pasará, Kusakabe —Adelheid chasqueó su lengua antes de quitarse la bata y proceder a doblarla—. Perdió a Lili, hará de todo para no perder a alguien más, incluso si ese “alguien” es una omega que nada tiene que ver con él.

—Él tampoco quiere que usted se vea afectada.

—Ja —se burló—, que no decida por mi parte.

 

Y justo cuando estaba por retirarse escuchó un auto estacionarse de cerca y el leve chillido ansioso del omega castaño que vigilaba la puerta. Adelheid se irguió con orgullo antes de dar los primeros pasos calmos hacia la persona que esperaba desde esa mañana, resonando sus tacones dirigió la caminata de los betas que salían a recibir a su líder y de los omegas que no sabían si correr o ir detrás de ella. Les hizo las cosas fáciles a esos niños y empujó levemente la cabeza del pelirrojo en señal de que podían salir antes que ella, vio entonces a esos dos niños casi tropezarse al saltar el único escalón que debían superar antes de salir.

Muchas preguntas que debían decirse, pero nadie produjo ni un sonido pues ante ellos estaba Kyoya… sólo él, nadie más, y la puerta abierta demostraba que nadie más estaba en ese auto. A Fuuta, Takeshi, Enma y Tsuna se les fue el aire, soltaron un sollozo y dejaron a sus lágrimas retenidas brotar sin control. No hubo mucho que explicar, Kyoya sólo emitió un «se le prometió una buena vida para ella y para la familia de la misma», además dejó en manos del rubio el suéter que la omega llevaba antes de ser capturada.

 

—Ven conmigo —fue Adelheid la que habló y se adelantó a los omegas y betas.

—No ahora —Hibari giró su rostro para demostrar que no deseaba charlar.

—Soy tu doctora a cargo —sujetó el brazo del alfa y lo miró con el ceño fruncido— y si digo que vendrás conmigo, lo harás.

—No te contaré nada.

—Lo harás —empujó al alfa y lo guio al auto—, y yo te ayudaré.

 

Los alfas desaparecieron, los betas se limitaron a inclinar sus cabezas en comprensión, los omegas se desparramaron en el suelo para mostrar su dolor. Lloraron todo lo que pudieron sin importarles que los vecinos los vieran en esa deplorable situación, ni siquiera se detuvieron cuando Mukuro y Chrome llegaron para averiguar por qué Takeshi no les había llamado y se enteraron de lo ocurrido.

Nadie se imaginó ese desenlace, pero tal vez fue mejor no hacerlo.

 

 

Palabras…

 

 

Pasaron días en donde nada más interesante que el celo de Fuuta pasó, cosa nada difícil de enfrentar gracias a los supresores y a un enclaustramiento voluntario. Días en los que no sabían qué hacer con sus vidas, tratando de resignarse a la última pérdida y pensando en cómo continuar pues ya perdieron su motivación. Pero entonces, alguien llamó a la puerta de uno de los omegas en Namimori y entabló una plática corta y directa.

 

—Tengo una oferta para ti, y claro, tus padres también serán beneficiados.

—Lo escucharé si me responde una sola pregunta —Tsuna miraba al alfa de ojos marrones, casi negros, que en ese instante estaba en medio de su sala.

—He vivido solo por muchos años —previendo cual era la pregunta, Fon formó una sonrisa sutil y habló con calma—, una vida muy aburrida he de decir.

—Se llevó a I-pin sólo por aburrimiento —Iemitsu y Nana también habían sufrido por la pérdida de aquella niña, pues los padres de omegas solían unirse más que otras personas para así cuidar de mejor manera de sus hijos. Se conocían de años y vieron crecer a la pequeña que ahora se les fue arrebatada—. ¡Es usted un malnacido!

—Cariño, por favor… no causes problemas y escuchemos lo que tiene que decir— era Nana la que sujetaba a su rubio esposo y mantenía la mano de su hijo enlazada con la suya. Tenía miedo de perderlos.

—Te equivocas, Iemitsu —Fon no perdió la calma—. A lo que me refiero es simple. Soy un alfa que quiso formar una nueva familia porque simplemente odia la soledad.

—I-pin no quería ser marcada, no ahora, ¡no por usted!

—¿Y creías que una relación entre ella y Fuuta podría funcionar? —el alfa miró a Tsuna con seriedad y algo de burla—. Dos omegas jamás podrían vivir juntos, tener descendientes o simplemente fingir que son una familia porque su naturaleza no lo permite.

—¿Y eso a usted que le importa? —Tsuna apretó sus puños antes de vociferar— ¡Nada tiene que interesarle la vida de los demás!

—Tsu-kun, calma —Nana era quien más temía pues bien sabía que muchos alfas eran capaces de acallar las voces que los enfrentaban sin importarles usar métodos innombrables. Ella no quería perder a su hijo ni a su esposo.

—No vine aquí para discutir mis acciones. He respondido a tu pregunta y ahora quiero que escuches lo que tengo que decir.

—No… Ni mi hijo ni nosotros queremos escuchar —Iemitsu colocó a Nana detrás de él y sujetó a su hijo por los hombros—. Fuera, ¡le exijo que se vaya de mi hogar!

—Lo que les vengo a ofertar implica también el bienestar de I-pin.

 

Toda protesta se acabó, pero no significó que la amabilidad por parte de los Sawada se iba a ofrecer. Todos se sentaron en los sofás respectivos siendo Fon el que ocupaba el individual, se miraron y analizaron por un momento hasta que el agua fue servida por Nana y una explicación rápida se dio por parte del alfa. Argumentos que acallaron las voces de betas y omega que no sabían si sentirse emocionados porque de alguna forma ayudarían a I-pin, o asqueados por la propuesta que se les era expresada como si se tratase de un negocio en donde un bien es vendido y cambia de dueño tras firmar un papel legal.

 

—¿Por qué yo? —expresó Tsuna tras digerir esa plática.

—Un omega nacido de dos padres betas tiene más posibilidades de engendrar alfas o betas que los omegas nacidos de un alfa y un omega. Lo mismo sucede con un omega nacido de dos alfas, pero eso implica una larga preparación médica adicional… —le restó importancia al asunto pues no quería dar mayores detalles y se centró en el tema esencial—. Como sabes, en mi familia es necesario tener descendencia alfa sin demasiadas complicaciones.

—¿Sólo por eso?

—También es para devolverte el favor… —Fon sonrió al ver la confusión en aquel castaño—. Tú hiciste que Kyoya protegiera a todos tus amigos, con eso el consejo lo puso en la mira y me dio las herramientas suficientes para mi estrategia final. Lo que hago es sólo una forma de pagarte por hacer que mi hijo cayera en un abismo de dolor tal, que cedió ante mis órdenes.

—Yo no quise hacer eso.

—Pero lo hiciste —Fon torció una sonrisa antes de erguirse orgulloso—. Tienes la culpa de todo lo que está pasando —su tono de voz daba señales de burla y manipulación.

—No le permito que le hable así a mi hijo, que intente destruir su autoestima, ni que lo acuse de cosas que no son —interrumpió Iemitsu, negándose a seguir presenciando el cómo su hijo bajaba la mirada—. Él no tiene la culpa de nada.

—La tengo —susurró Tsuna.

—No es verdad, Tsu-kun.

—Yo… obligué a Hibari-san a quedarse y…

—No, no —Iemitsu abrazó al castaño—. Tú sólo querías ayudar a todos… no tienes la culpa, no sabías que esto iba a pasar.

—Si quieres que tu idea inicial siga en pie, que todos los sacrificios dados hasta ahora no sean en vano, acepta mi oferta, Tsunayoshi-kun.

—No —el rubio negó mientras se aferraba a su único hijo—. No, Tsuna no va a aceptar.

—El beneficio es para él, para ustedes —el alfa miró a aquellos padres ingenuos—. Nada les faltará.

—Pero sería una vida vacía —susurró Nana mientras extendía sus manos para aferrarse a la cintura de su castaño hijo—. Como si se lo hubiesen llevado en el primer celo.

—No lo será porque su hijo decidirá a la persona con quien unir su vida. Además, I-pin asegurará su futuro, buen trato, estatus y libertad.

—No será libre —susurró Tsuna separándose de sus padres para mirar al alfa— porque usted es ahora su alfa y ella obedecerá todo lo que dicte con tal de no ser dañada, rechazada o asesinada.

—Pero de tu decisión depende que yo la deje hacer lo que desee, o que la encierre en una de mis propiedades y la trate como un simple objeto de reproducción —el silencio reinó después de sus palabras, Fon supo entonces que triunfó.

—Usted es un… —pero la boca de Iemitsu fue cubierta por Tsuna quien negó.

—No tengo opción, ¿verdad?

—Tu alma caritativa y bondadosa no te da otra opción.

—No creí llegar a esto —la resignación en voz del castaño era verídica.

—Hemos perdido mucho tiempo, Tsunayoshi-kun, así que lo repetiré —Fon miró a sus acompañantes y sonrió—. Cásate con mi hijo.

—Tsu-kun —susurró Nana, pero hasta ella sabía lo que diría su hijo—, por favor.

—Hijo… no lo hagas.

—¿Promete que I-pin tendrá toda la libertad que quiera? —los labios de Tsuna temblaron.

—La tendrá hasta los límites tolerables.

—¿La dejará volver a casa? —miró a su padre y madre para pedir disculpas silentes.

—Cuando ella quiera, pero también deberá permanecer en la mía ocupando el lugar que le corresponde.

—¿Hibari-san sabe de esto?

—Sí y ya ha aceptado… —Fon no mentía—, debo decir que ustedes dos comparten el mismo corazón amable. Él también pidió por el bienestar de I-pin, entre otras cosas.

—No aceptes —susurró Iemitsu con desesperación.

—Lo haré por I-pin —susurró quedito antes de levantar su mirada y enfocarla en Fon—. Acepto su propuesta.

—Tsu-kun —sollozó Nana.

—Sólo eso quería escuchar.

 

Kyoya miraba a la alfa frente a él, misma que no lo había dejado salir de ese departamento desde el mismo día en que volvió con malas noticias. Adelheid lo había regañado por la estupidez que cometió en pro de una niña que nada tenía que ver con ellos, bufado y maldecido hasta el punto en que se volvió fastidioso y pelearon hasta dejar la sala y cocina ya inservibles. Odió más que nunca su carácter tan semejantes e incompatibles.

 

—¿Por qué carajos aceptaste?

—No te volveré a repetir mis razones, Adelheid.

—¿Y por qué rayos no me usaste en vez de a ese omega?

—El viejo no me dio elección…, además —Kyoya miró a la azabache— no iba a dejar que te sometas a esa asquerosa cirugía, carnívora.

—Yo decido si se hace la cirugía en mi cuerpo o no —eran detalles que sólo alfas sabían y usaban para mantener su estatus a través de uniones por conveniencias, cosas que hacían para poder tener hijos entre castas puras—. Y a ti poco te tenía que importar eso.

—Ya es tarde.

—¿Fue porque conmigo tus posibilidades de tener hijos serían menores al 50%, menos si es que consideramos tu deplorable estado de salud y tu posibilidad de infertilidad por el consumo masivo de supresores para omegas? —Adel miró a Kyoya y frunció el ceño.

—Se te olvidó mencionar tu edad, los riesgos de la cirugía para extirpar parte de tu clítoris y vesículas seminales, y la posibilidad de que tu útero rechace a cada óvulo fecundado porque no estás hecha para eso —Kyoya habló en serio, pero pareció una burla y por eso tuvo que esquivar el libro que le lanzaron.

—Pero no te condenarías a estar con ese omega inmaduro y el origen de todos tus problemas actuales, ¡carnívoro idiota!

—Cállate, carnívora.

—Tu padre sólo quiere torturarte hasta el final.

—Debe tener razones para escoger a ese niño —Hibari rodó los ojos antes de recostarse en el sofá sobreviviente—. Tal vez por lo joven y fértil de ese herbívoro, por lo cabezota, porque descubrió algo en su pasado familiar o simplemente porque le gustó y ya. Deja de darle vueltas al asunto.

—Si te manipularon… la siguiente seré yo —suspiró Adelheid ya cansada de discutir.

—No te dejes entonces, carnívora.

—O Mukuro… —decidió ignorar al alfa—. O Nagi…, debo advertirles.

 

 

Ceremonia…

 

 

No se habían visto desde que I-pin fue marcada, no se hablaron siquiera, intentaron no pensar en lo que se habían metido, y simplemente dejaron que la gente que Fon había contratado hiciera lo que desease durante la preparación de aquella farsa. Ninguno estaba entusiasmado por la fecha que recitaba en la invitación de boda que muchos recibieron. Nadie se sintió en paz al leer el nombre de los futuros esposos.

Kyoya se la pasó en un hotel alejado de todo, intentando escapar de los diseñadores para su traje bodas al estilo japonés. Prefería quedarse mirando al techo, haciendo llamadas, viajes, dejando todo listo para cuando lo necesitara, y planeando el cómo dejar de lado su pacífica vida.

Tsuna intentó no mostrarse tan desanimado debido a su madre, aunque de poco sirvió porque la escuchó muchas veces llorando en brazos de su padre cuando se suponía que todos deberían estar durmiendo. Habló con sus amigos, buscó refugio en largas pláticas o en planes que dejaron de lado al cumplir dieciocho. Intentaba seguir con las órdenes de los organizadores de esa boda, trató de buscarle un punto bonito al kimono blanco con innumerables capas de tela que le fabricaron para la ceremonia, justificó su sacrificio de mil formas. Intentó pensar en que I-pin estaría en su boda y después sería libre. Pretendió borrar de su mente las últimas palabras de Fon. «Quiero que los herederos lleguen con rapidez».

Maldito fuera el mundo que los creó.

No fue raro entonces que el ambiente de esa boda fuera pesado, triste, casi mecánico mientras escuchaban las palabras de quien los uniría legalmente, firmaban, cumplían con el ritual pertinente en el templo y se trasladaban a las habitaciones respectivas para dejar de lado sus trajes matrimoniales y procedieran a cambiarse por algo más ligero ya que debían participar del festejo por su unión.

«El día más feliz de sus vidas»

Alguien mencionó eso en medio de sus discursos, Tsuna quiso reírse, muchos más desearon hacer igual, pero tenían que seguir con esa fingida sonrisa mientras todos los socios y amigos de los Hibari se jactaban del tan esperado matrimonio del único heredero de la familia. Fue casi eterno, pero al final se vieron en medio de la música suave y pláticas ajenas a ellos. Tsuna no miró ni una sola vez a Hibari, Hibari parecía fingir que su esposo no existía. No hablaban entre ellos, fue un pacto mudo que respetaron en todo ese día.

 

—I-pin —al fin, cuando ya todo estaba hecho, Tsuna pudo diferenciar de lejos a una figura femenina que caminaba unos dos pasos por detrás de Fon.

—No te levantes —advirtió Hibari tirando de la chaqueta del castaño para que se volviese a sentar.

—Quiero saludarla, ver si está bien.

—Es la esposa de un alfa de alta clase —su voz mostraba el cansancio y el aburrimiento—. En este punto ella sólo debe sonreír, caminar detrás de mi padre, y fingir que es feliz con su unión.

—¿Esposa? —Tsuna boqueó antes de mirar atentamente a su amiga, misma que llevaba un kimono aguamarina decorado por hilos dorados brillantes— Pero… nadie nos dijo de eso.

—Apenas acabó su celo, ellos se casaron —reveló sin entusiasmo—. No hubo ceremonia tan ridícula como esta porque es el segundo matrimonio de mi viejo, y todos saben que eso sólo significa un matrimonio por conveniencia y por herederos.

—Es grotesco.

—No es tan diferente de lo que estamos haciendo —Kyoya elevó la mano que poseía la argolla de matrimonio y lo ataba a ese castaño al que miraba de refilón—. Es una farsa más para tener a todos contentos.

—Menos a nosotros.

 

Tsuna descubrió esa noche un par de cosas que le parecieron ridículas. La sociedad alfista era un conjunto de máscaras perfectas que ocultaban la lacra de seres humanos que todos eran; que los omegas sólo eran cosas que presumir, que no debían hablar y tenían centenares de normas a seguir con estricta precisión; también descubrió que debía seguir al pie de la letra las órdenes de su esposo o enseguida un alfa desconocido lo miraba mal, se acercaba, con fingida amabilidad corregía su error y en susurros amenazaba con usar su voz de mando si es que no se le obedecía.

Horrible.

Lo único bueno que pasó entonces fue sus amigos. Irie apareció a mitad de la fiesta, y a pesar de que sólo se vieron de lejos, estaba ahí, siendo mimado y alimentado por aquel extraño alfa de cabellos platinados que a veces sonaba como un niño o actuaba como uno. También vieron a Lambo acompañado de al menos cinco omegas y vestidos con un kimono costoso a la vista, todos con un emblema extraño posado sobre su pecho. Al menos ahora sabían que esos dos estaban bien, o eso aparentaban. Además, vieron a personas indeseables como a Xanxus o Gokudera, pero todos parecían personas de alta clase y nada más allá de unas miradas se dieron.

Fue un silencio tan angustiante, pero pasó.

 

—Nos vamos.

 

Tsuna tembló ante las palabras que tanto temió escuchar desde que comprendió el significado de ese matrimonio arreglado o de las palabras de su actual suegro. Bien sabía que sería usado como objeto de reproducción, pero no creyó que ese día llegaría tan rápido y menos que sería con el alfa que menos quería ver. Tal vez por eso no quiso moverse de su asiento, no quiso soltar su copa, no levantó la mirada y quiso echar a correr; pero no podía porque desde ese punto su vida estaba atada a la de alguien más.

Escuchó la orden nuevamente y después sintió como su brazo fue tirado con fuerza para que se levantara. Sus piernas temblaron y apenas pudo dar los pasos necesarios para empezar esa caminata hacia su infierno. Buscó a sus padres entre la multitud, desesperado rebuscó a sus amigos, a alguien que lo ayudara, porque no quería irse de ahí. Porque no quería una vida así.

Tsuna soñó con casarse con alguien que amara. Él creyó que tal vez podría encontrar a una persona que lo amara y comprendiera como Fuuta e I-pin hicieron desde que tenían quince años, queriéndose sin importarles su condición de omegas, jurándose protegerse mutuamente…, pero la realidad golpeó demasiado fuerte cuando en su campo visual tuvo a I-pin —quien caminaba detrás de Fon—, y alejado de ellos estaba Fuuta quien lloraba sin importarle que lo miraran.

«Los sueños jamás se hacen realidad»

Quería gritar por ayuda, quería correr a los brazos de su madre, quería que su padre hiciera algo estúpido y lo sacara de allí; pero no podía zafarse del tosco agarre que cada vez se hacía más fuerte y lo obligaba a avanzar entre la gente para alejarse de todos. Tenía miedo de su destino en esa noche, porque no quería pertenecerle a un Hibari, a un alfa, no quería ser alejado de los que más amaba. «Ayúdame», pero sus padres estaban lejos, detenidos por alfas que seguramente leyeron las intenciones de los betas.

Su voz no salía, su corazón palpitaba a cien cuando fue obligado a entrar a un auto y su cinturón fue colocado por el propio alfa azabache al que no quería mirar a la cara. Su pecho dolía y quería llorar, pero no podía porque estaba más centrado en pensar en alguna forma de escapar, cosa imposible cuando los seguros fueron colocados y el auto empezó su marcha.

No quería ser tomado por ese hombre. No quería ser ultrajado con violencia.

Tsuna respiraba agitadamente por la ansiedad, miedo, por miles de pensamientos, recuerdos de cuando quisieron someterlo en su celo. Intentó quitarse el cinturón, pero sus dedos no respondían adecuadamente. Las luces se volvían deformes, su visión estaba perdiendo enfoque, no escuchaba más que sus latidos desenfrenados. Estaba en pánico porque era su noche de bodas y bien sabía que sería objeto de desfogue y reproducción.

Tenía miedo de Hibari Kyoya.

Quiso negarse cuando el auto llegó a su destino, incluso separó los labios, pero de pronto pensó en I-pin y su voz se apagó. «Por ella». Ni un ápice de delicadeza, bien sabía que Kyoya poco cuidado tendría, pero en ese punto hasta parecía que se iba a desquitar con él y nadie tendría derecho a decir algo en contra porque era un alfa que haría lo que deseara con su omega.

Maldita sociedad.

Entonces se vio frente a esa puerta, de una casa que ni siquiera vio bien porque ingresaron con rapidez y se vio en oscuridad momentánea. Tembló. Pero en su mente se repetía que lo hacía por su amiga. Tuvo que cerrar los ojos cuando las luces se encendieron, se quejó, pero sólo recibió un gruñido en respuesta y eso hizo que su cuerpo se resignara al dolor y su mente empezara a hallar un escenario bonito en el que enfocarse hasta que todo eso acabara.

 

—Herbívoro.

 

No respondió, no quería, ni siquiera levantó su mirada; sólo se quedó ahí parado, viendo el piso de madera y parte de los muebles de la sala. Se mordió el interior de su mejilla, respiró profundamente, tragó como pudo y esperó. Los pasos de Kyoya al acercarse fueron un martirio, cerró los ojos cuando lo tuvo cerca, se encogió de brazos y esperó lo peor.

 

—Esa de ahí será tu habitación… la otra es la mía.

—¿Eh? —Tsuna al fin levantó la mirada porque esa gruesa voz no pareció ser ruda, sino cansada y fastidiada— ¿Qué? —al fin vio el rostro de su ahora esposo; un rostro que estaba opacado por leves ojeras, el cabello recortado y peinado con cuidado, y ese traje fino con camisa blanca y corbata negra. No era el Hibari que conocía.

—Tus cosas ya están ahí —Kyoya se dio media vuelta y, sin importarle que todavía usaba zapatos, empezó a alejarse.

—¿A qué… se refiere? —el castaño olvidó su miedo, pasó a la sorpresa porque no se esperó eso.

—Podemos estar casados —Kyoya no se detuvo y siguió avanzando—, pero no pienso o planeo tocarte un pelo siquiera.

—No va a…

—Sé silencioso. Mañana hablaremos de lo demás.

—¿Qué?

 

En medio de ese silencio sólo resonó el leve sonido de la puerta al cerrarse porque Kyoya había ingresado a su habitación. Tsuna entonces pudo reaccionar y dar una rápida mirada a la casa, su casa, y reconocer que era amplia, pero hogareña. Se enfocó en esa puerta que ya estaba cerrada, soltó el aire, sus piernas volvieron a temblar y cayó de rodillas.

Rió suavemente, soltó sus lágrimas, analizó las palabras dichas por ese alfa y después sólo corrió al que sería su cuarto, colocó el seguro, esperó al menos media hora sentado en una esquina y al final lloró sin reparo porque era… afortunado.

 

—Estoy a salvo. Estoy a salvo. Estoy a salvo.

 

Tsunayoshi lloraba porque estaba feliz, porque no tuvo que ser tomado a la fuerza por ese alfa, porque no tuvo que pasar por un calvario traumático, porque tenía algo que llamar suyo, porque su amiga estaría a salvo, porque seguía sin ser marcado, porque seguía puro, porque el anillo de bodas le incomodaba, porque estaba casado con un desconocido, porque sus padres seguramente llorarían como él, porque vio a sus amigos pero no les pudo hablar porque no tenía permitido hacerlo, porque esa no era su habitación, porque esa no era la vida que soñó, porque odiaba a los alfas, porque odiaba a la sociedad, porque odiaba ser omega, porque…

 

—Estoy… a salvo.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Capítulo eterno en compensación por la larga espera. No he tenido mucho tiempo últimamente y de veras me esforcé por hacer de este capítulo algo decente. Espero les haya gustado y captasen la tensión vivida por Tsuna y los demás omegas.

Por cierto… algunos lectores me insistieron por un acercamiento entre Hibari y Tsuna… bueno, influyeron en que escogiera un camino a seguir y este es el resultado. Hum, aunque he de decir que creo que ahora desearán saber qué pasó con los demás omegas y alfas, ¿de quién quieren saber? Puede que en el siguiente capítulo hable de ellos, aunque no sé, aun no lo planeo XD

Krat los ama~

Besos y abrazos~


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