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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—Te amo.

 

Tsuna se preguntaba cuántas veces había espiado y cuántas veces más había escuchado o visto aquella interacción tan particular. Sinceramente no creyó que podría verlo de tan cerca y —ahora sí—, entender lo que los labios de Hibari entornaban. Era la frase más inesperada de su vida. Una muy linda cabe decir.

 

—Te amo…, así como tu madre te amó.

 

Las mejillas del omega se tornaron de un rosa sutil debido a la vergüenza porque sinceramente creía que no estaba en el lugar correcto ni en el momento adecuado, y que en esa mañana debió mandar al diablo su insana necesidad de curiosear. Sí. No debió haberse ocultado detrás del sofá, asomándose sólo lo justo para mirar a Hibari jugar con la bebita que estaba recostada cómodamente y que miraba con atención al adulto a quien intentaba sujetarle los dedos con sus dos pequeñas y regordetas manitos.

Lo peor era que ni siquiera se esforzó en ocultarse y por eso la mirada de Hibari se cruzó con la suya formando una atmósfera muy incómoda. ¿Sería estúpido decir que perdió una lentilla? Sí, sí lo sería. Así que mejor se levantó, carraspeó levemente antes de señalar la cocina y huyó de ahí.

Acababa de hacer la cosa más tonta a tan solo una mañana de diferencia después de haber quedado en buenos términos con el alfa. ¡Qué lindo! ¡Muy lindo, Tsunayoshi! ¡Quería que la tierra se lo tragara!

 

—Eso fue estúpido y descuidado —murmuró para sí mismo mientras fingía estar limpiando y maldecía por lo bajo.

—¿Sabes que puedo escucharte? —el castaño se tensó tanto que su espalda pareció convertirse en una regla por lo recto que estaba.

—Me… —rió nervioso—, ¿me escucha? —giró levemente para mirar al alfa que le daba la espalda desde la sala.

—Sí.

—¡Maldición! —susurró antes de golpearse la frente; olvidó que ese hombre era un alfa y por ende tenía sentidos agudos—. Tendré más cuidado con mis palabras entonces.

—No tengo problemas con lo que digas… o hagas…, pero no me gusta que me espíen.

—Ah —se volvió a maldecir, mentalmente esta vez—. Okey.

 

De un día para el otro su relación había dado un giro un tanto exagerado. Por ejemplo, en esa mañana después de saludarse, Tsuna intentó seguir con la plática y vio cómo su compañero también lo intentó…, aunque no supo por qué terminaron por hablar del cereal en forma de donas rosadas. Pero algo era algo. También ocurrió esa escena incómoda antes de que Tsuna decidiera hacer una papilla para Aiko porque ya estaban cursando la media mañana. Cosas de su “nueva vida”.

 

—Tiene cuatro meses y medio… —Kyoya alternaba su mirada del pequeño plato hacia el rostro del castaño—, aun no debería comer eso.

—Bueno, entonces puede comérselo usted —esa frase algo burlesca salió después de sentirse muy idiota porque no tenía idea de cómo cuidar de esa niña.

—Bien.

—¿Es en serio?

—Sí.

 

Fue ahí donde Tsunayoshi vio a Hibari comer del pequeño plato que contenía una banana aplastada entremezclada con un poco de jugo de naranja —escuchó la receta de una señora en el autobús—, usando una cucharita rosadas de plástico que… ¿de dónde sacó eso? Como fuere, se lo estaba comiendo y Tsuna reconoció que fue un gesto amable de parte del alfa.

 

—¿Por qué me miras tanto? —casi para terminar su refrigerio y bajo la atenta mirada de Aiko quien boqueaba, tomó un poquito de la papilla con su dedo antes de acercarlo hacia la boquita de su hija.

—¿Está siendo considerado conmigo, Hibari-san? —sonrió cuando escuchó el sonido de succión que produjo la niña quien saboreaba algo nuevo. Seguramente Hibari no quiso dejar a Aiko con la duda de qué comía.

—… —Kyoya miró el plato que vació y frunció levemente su entrecejo—. No estoy seguro —pues había sido instintivo al sentir el cambio emocional del castaño.

—Usted a veces es muy raro —sonrió divertido.

—Me sale natural.

 

Tsuna no pudo evitar reírse, en serio que fue inevitable. No estaba seguro de si las palabras de Hibari eran una broma o si sólo decía la verdad, pero era mejor tomarlo de buena forma y decir que fue una burla muy casual y divertida. Al parecer hizo lo correcto pues la bebita lo miró y balbuceó algo mientras agitaba sus manos, hasta llegó a sonreír y eso era un gran avance después de ese largo tiempo sin siquiera acercarse.

 

—Es linda —escuchó un leve monosílabo de Hibari, así que supuso lo estaba apoyando.

 

El castaño se arrodilló en el suelo y miró a la niña que seguía moviendo su cabeza para mirarlos o para detallar algo a su alrededor. La definió con paciencia una vez más porque ahora ya no la sentía tan lejana y prohibida. Vio como Hibari jugueteaba con las manos de la nenita de piel clarita, se rio de la niña que hacía burbujitas con su propia saliva, y por un segundo se perdió en lo azul de los ojos de esa criatura.

Azul como el cielo.

Le picó las mejillas regordetas suavemente mirándola hacer muecas, deslizó sus dedos por esos mechones violetas desordenados y sintió la cálida piel que hacía contacto con la punta de sus dedos. Era una niña muy bonita y de seguro provenía de padres igual de atractivos a su forma. ¿A quién se parecería más? ¿A la madre o al padre? Tal vez era un de esos casos en el cual se parecía a los dos. Tenía que preguntar.

 

—Hibari-san…

—¿Quieres ayudarla a dormir? —lo dijo sin dejar de mirar a la pequeña quien bostezó.

—¿Qué?

—Es hora de que duerma un poco.

 

Tsuna jamás se imaginó cargando un bebé… ¡Mentía! En realidad, cuando era pequeño también pensó en que al crecer tendría una familia propia y por ende tendría algunos hijos que cuidaría y amaría con todas sus fuerzas. Soñó con criar a sus hijos con la mentalidad diferente a la de los que creían en las clases diferenciadas, quería enseñarles que todos eran iguales y que el respeto es el fundamento de una vida plena. Por eso tal vez aún no se creía preparado para cuidar de una niña que no provino de sus entrañas y de la que no sabía el origen.

No quería criar de una hija que no llevaba su sangre.

 

—Tómala cuidadosamente en tus brazos. Mécela un poco también.

 

Pero al ver a Hibari en esa ocasión y en todas las veces en donde lo espió, se llegó a preguntar si ese alfa no sentiría lo mismo que él…, aquella negativa de criar a un infante que no era suyo. Quiso preguntarle, pero después recordó las palabras que escuchó antes, aquellas donde dictaba que amaba a esa niña.

 

—¿Cómo es posible? —susurró.

—¿De qué hablas? —detuvo sus movimientos para mirar al castaño— Es fácil cargar a un bebé.

—Me refiero a… —Tsuna apretó los labios y negó—. No es nada.

 

Tomó a la niña en sus brazos, con nerviosismo intentó respirar profundo para que su aroma no se volviese agresivo y Aiko llorara. Entonces se centró en esos ojitos curiosos que lo tenían por objetivo y después de poco tiempo se serenó. Era una niña linda a la que cuidaría hasta que toda su vida tomara un rumbo adecuado. No debía rechazarla.

Siguió cada instrucción de Hibari, meciendo al infante con cuidado mientras el alfa tarareaba una melodía suave. Aiko jamás apartó su vista de Kyoya quien estaba sentado a su lado, alternaba su mirada del alfa a él… Tsuna sonrió por eso pues la pequeña al parecer estaba muy apegada a quien la cuidó esas semanas.

La vio pestañear seguido, bostezar, mover sus ojitos con inquietud y al final, después de un largo rato en ese accionar, la vio cerrar los ojos por completo. Se sintió feliz porque era la primera vez que lograba dormir a un niño, aunque sí recibió ayuda del alfa.

 

—Fue difícil.

—Te acostumbras.

—Aún sigo preguntándome cómo es que usted sabe cuidar de un bebé, Hibari-san.

—Herbívoro.

—Se supone —siguió sin prestar atención a su acompañante— que los alfas jamás cuidan de los hijos porque su trabajo es ser el proveedor de la familia.

—Herbívoro —lo miró de refilón tras terminar de acomodar a Aiko en la cuna—, tú deberías vivir para convertirte en una ama de casa.

—¡Eso es muy ofensivo! —al fin miró al alfa— Nosotros no tenemos que relegarnos a eso —frunció su ceño—. Podemos tener sueños que van más allá de ser “madres” —simuló las comillas con sus dedos—, podemos ser como cualquier otro beta.

—También está mal decir que los alfas no tenemos que cuidar de nuestros hijos —le parecía interesante lo defensivo que se ponía el omega con respecto a esos temas—. Son roles que cualquiera puede tomar.

—Buen punto.

 

Roles, no había usado mucho esa palabra así que le causó un poco de curiosidad. Pensó en que Hibari tenía el rol de padre, proveedor y ama de casa parcial; el pobre estaba saturado. Tsuna se sintió muy mal porque él sólo tenía que hacer las tareas del hogar cuando le tocaba y ya. Le parecía injusto, así que por esa sencilla razón le pidió cortésmente a aquel alfa que le enseñase a cuidar de Aiko para sentirse más útil. No le fue negado nada, por el contrario, con instrucciones sencillas empezó por cosas básicas.

 

—Ten cuidado con su cabeza porque aún tiene fontanelas.

—Fonta…, ¿qué? —Tsuna miró al alfa con extrañeza.

—Son espacios de su cabecita —señaló la parte indicada en Aiko— donde los huesos no están cerrados por completo.

—Es decir que… —sintió pánico, un poquito de asco también.

—Puedes dañarla —afirmó—, causarle algún daño cerebral.

—Sabe qué… —elevó sus manos y se alejó de la pequeña a la que inicialmente iba a bañar—, mejor no la toco y ya.

—Eres un herbívoro miedoso.

—Claro que no… —Tsuna hizo una mueca denotando su miedo—, sólo estoy previniendo desastres. Soy muy torpe con las cosas delicadas, no quiero hacerle daño a la niña.

—¿Aun sigues rechazándola? —seguía notando ese tono despectivo que usaba el castaño para referirse a Aiko, obviamente no le gustaba.

—No —suspiró antes de rascar su brazo pues estaba mintiendo un poquito—. Solo que no quiero hacerle daño.

 

Y a pesar de que obviamente seguía tratando a la bebé como “la niña”, Hibari le tuvo paciencia y le enseñó todo lo necesario. Desde cambiar pañales, darle de comer, sacarle los gases, bañarla —cosa que no hizo, sólo ayudaba a Hibari con la tarea pasándole las cosas que necesitara—, ejercitarla y vestirla. Fueron días calmados, bastante animados debía admitir, porque aprendió después de muchos fallos; los pañales fueron un reto que no creyó poder pasar, pero que al final logró.

Fue divertido saber que ese alfa no era del todo malo.

Y también se dio tiempo de entender a aquel hombre, o al menos intentarlo, porque era complicado. Como cuando le preguntó si trabajaba en algo para mantener la casa y Hibari sólo le respondió que sí pero no dio más detalles, eso a pesar de que le insistió un poco. Sin embargo, había otras ocasiones en que el alfa le respondía todo con sinceridad y era ahí donde aprovechaba para sacarle algo de información para entender por qué era así de estoico.

 

—¿Tiene más familia, Hibari-san?

—Mi tía, la hermana de mi madre —respuesta seca como siempre.

—¿La ve seguido? —Tsuna miraba al alfa a quien ayudaba a lavar los platos— ¿Puedo conocerla alguna vez?

—No.

—Puedo caerle bien, quién sabe —suspiró, pero intentaba no desanimarse por las respuestas tan básicas.

—Me refiero a que no la veo seguido y por eso no vas a conocerla.

—¿Vive lejos?

—Al sur —colocó todo en el escurridor antes de secarse las manos.

—¿Y por qué no va a visitarla? —aunque también pudieron invitarla a la boda, quería preguntar eso también.

—No se puede.

—¿Me va a decir por qué? —esperó un momento hasta que el otro lo mirase.

—Su alfa no la deja salir jamás. No la he visto desde que fue reclamada —limpió el restante de agua en el mesón antes de continuar su pequeño relato—, incluso faltó al funeral de mi madre.

—Hum, lo siento, creo que no debí preguntar —a veces no sabía cómo reaccionar ante los esos sutiles cambios de ánimo de Hibari.

—No importa… —apretó los labios—, pero jamás la menciones de nuevo.

—¿Puedo saber por qué?

—Porque se supone que ella no forma parte de los Hibari y por ende es como si no existiera.

 

En ocasiones como esa sentía pena por aquel hombre, a la vez que su odio por aquella casta y familia se incrementaba. No entendía cómo es que ellos podían ser tan fríos incluso cuando se trataba de su propia sangre. No quería saber lo que le ocurriría a I-pin o a él si es que cometían algún error y esa familia decidía castigarlos. Tenía miedo de ser algún día encerrado, enviado lejos o algo peor… Pero también quería creer que Kyoya tal vez no sería como Fon ni como otros alfas de esa clase social.

Decidió que no debía indagar más de lo necesario en el pasado del alfa y mejor concentrarse en el presente de la que debería ser su familia.

Cuando Tsuna sentía que no podía con todo lo relacionado a su vida, llamaba a su madre. La última vez le contó todo lo que ocurría —tardó un poco en sincerarse con su madre porque no estaba seguro de cómo introducir el tema de Aiko—. Recibió consejos y un sermón porque esperó mucho para mencionar algo tan importante como una hija adoptada, pero al final la tuvo de visita. Un día sólo apareció en la puerta de su casa con una canasta de frutas y un juguete colorido que sería el primer regalo para su nueva nieta.

Nana era una persona muy amable, aceptó a la niña sin importarle el cómo llegó hasta su hijo.

Hibari se mantuvo en silencio ante la intromisión a su casa, cediendo a responder cualquier duda simple de la castaña, ofreciéndole a la niña con confianza, ayudando en todo y quedándose al límite cuando la castaña se adueñó de Aiko por ese día. Tsuna envidiaba la facilidad de su madre para congeniar con todos, incluso Kyoya pareció haber caído bajo los encantos de su mamá y eso ya era decir mucho.

 

—Es una niña muy bella —reía al hacerle cosquillas en la barriguita a la nena que reía alegremente—, ¡y tienes tus ojos, Kyo-kun!

—¿En serio? —Tsuna se acercó como si fuese un resorte para mirar a la pequeña.

—Sí, ¿no te habías fijado, Tsu-kun? —reía antes de tocar con sus dedos la nariz de la bebita quien hacía una mueca y agitaba su cabeza— Tiene los ojos azules como Kyo-kun.

—Es verdad —giró para mirar al alfa que permanecía sentado en el sofá adjunto bebiendo un poco de té—. Sus ojos…

—Tal vez se vuelva una jovencita muy fuerte —animada, Nana cargó a la nenita y la elevó un poco en el aire— como Kyo-kun.

—No dejaré que sea como yo, Nana-san —la respuesta fue inmediata a pesar de que se mantuvo callado durante largo tiempo.

—¿Por qué no?

—Porque ella debe ser libre y feliz.

 

Ahora Tsuna tenía otra incógnita en su cabeza, en realidad tenía muchas más, pero se enfocó en la que su madre dejó plantada. Los ojos de esa niña eran azules, los de Kyoya también —aunque los del alfa tenían un toque grisáceo malévolo—. Eso no podía ser coincidencia, lo que conllevaba a que había una relación sanguínea entre esos dos y… ¡Oh por dios! ¡Aiko era la verdadera hija de Hibari! Eso explicaría muchas cosas, como la llegada repentina o lo bien que se llevaban entre sí, incluso explicaría por qué Hibari sabía tanto de niños.

Tenía que preguntarle, ¡lo necesitaba!

Pero no pudo, en realidad no se atrevió porque ya de por sí sentía un rechazo hacia la pequeña. Estaba consciente de que, si Aiko llevaba la sangre de Kyoya, la vería como una Hibari a la que también debería apartar para mantenerse a salvo hasta que el divorcio se diera. Y sinceramente no podía…, no cuando ya le estaba cayendo bien a la niña y podían jugar juntos en las tardes para matar el tiempo. No quería volverse a sentir el extraño de la casa, estaba bien así, no quería que las cosas cambiasen para mal.

Tal vez pidió demasiado.

 

—Tu padre es un hombre complicado —murmuraba Tsuna mientras sostenía la botellita con la que alimentaba a Aiko—, dice que trabaja, pero no lo he visto irse a algún lado —los ojitos azules de Aiko lo miraban con curiosidad—. Y si trabaja en casa, ¿qué hace? Es más, ¿tiene un título o algo?

 

Estaba hablando con la niña y esperando que el alfa —quien estaba en la cocina preparando el almuerzo—, lo escuchase. No le iba a preguntar directamente, así que esa era la mejor forma, además, Hibari dijo que tenía muy buen oído y estaba claro que lo estaba escuchando. Que le respondiera era una cosa muy diferente, pero al menos lo estaba “intentando”.

Lo bueno fue que el timbre sonó y vio pasar el alfa quien le lanzó una mirada discreta también. Eso podría ser tomado como un «te escuché, herbívoro». Quería ver si es que al fin Hibari le diría en qué carajos trabaja para mantener la casa… y así tal vez plantearle la idea de que él también podía laborar.

 

—¿Qué haces aquí?

 

Tsuna sintió un escalofrío cuando la voz de Kyoya se tornó grave, agresiva, y hasta podría decirse que territorial. Giró con rapidez incluso recibiendo una protesta por parte de Aiko quien manoteó al aire porque movieron la botella. Y después estuvo ese aroma tan conocido e insoportable. No podía ser que después de tanta calma, todo se fuera a ir al carajo.

Pero se había olvidado de la amenaza de Fon.

Intentó cargar a Aiko, pero la niña empezó a llorar apenas le quitó el biberón así que obviamente fue lo peor que pudo haber hecho. Escuchó a Hibari discutir con su padre, un par de gritos y cuando al fin pudo cargar a Aiko mientras le daba el biberón, uno de alfas usó su voz de mando. ¡Cómo odiaba que usaran eso! Incluso Aiko pareció afectada porque sus ojitos cristalinos dejaron derramar un par de lagrimitas y soltó el biberón.

 

—No pasa nada —le susurró, pero hasta él estaba temblando ante una orden que ni siquiera logró escuchar bien—. Tra-tranquila.

 

Fue una espera eterna hasta que sus rodillas le hicieran caso y le permitieran ponerse de pie, pero no fue lo suficientemente rápido. De pronto escuchó los pasos de los hombres que peleaban en la entrada, no pudo siquiera intentar correr. Hibari trató de sacar a Fon de la casa, pero al parecer aquel hombre no llegó solo y eso sólo le causó más ira de la que ya tenía.

Usar a I-pin para doblegar a Kyoya era muy bajo, demasiado.

 

—¡No tienes derecho de meterte así a mi casa!

—Te dije que volvería para verificar mi pedido.

—Deja de hablar de esto como si fuese un maldito negocio.

—Me has defraudado, Kyoya.

 

A más de esas voces furiosas, se escuchó unos suaves pasos distintivos de quien usa tacones, mismos que se acercaron con rapidez. Tsuna ni siquiera pudo fingir una sonrisa cuando I-pin ya se sentó a su lado y lo abrazó teniendo cuidado con la niña en brazos de su amigo. Tsuna quiso decir algo, pero la pelinegra se le adelantó susurrando un «por favor, finge un poco, sólo un poco». Reconoció la desesperación de esa voz y luego esa mirada llena de preocupación a la vez que el par de alfas se posó finalmente frente a ellos.

Aiko balbuceó algo cuando vio a Kyoya, estiró sus bracitos para llamar la atención, pero en ese momento el alfa tuvo que mantenerse firme y sin mostrar lo afectado que estaba con eso. Kyoya siguió el protocolo enseñado en su familia, uno en donde él era la cabeza de hogar y daba cara a los problemas por sí solo. Pero también se irguió frente a Fon y mantuvo detrás de sí a los omegas y a su hija sentados en el sofá.

Estaba defendiéndolos como era obligación en un alfa, porque así era su naturaleza.

El silencio reinó por un tiempo pues Fon se quedó callado admirando a su esposa sujetar la mano del omega que sería su yerno, I-pin le sonreía sutilmente en un intento por calmarlo pero no fue posible porque la vocecita infantil —que denotaba llanto próximo—, le alteró los nervios. Sus ojos se enfocaron en la niña de cuatro meses que reposaba en los brazos del castaño, la detalló con rapidez y aspiró el aire para verificar que sus sospechas no estaban incorrectas.

 

—¡¿Cómo pudiste?!

—Cumplí tu exigencia —Kyoya sonrió con superioridad antes de girarse hacia los omegas—, estoy casado y he tenido a mi primogénita.

—Esa niña… —lanzó una especie de bufido al mirarla de nuevo.

—Su nombre es Aiko y ahora es una Hibari —detuvo a su padre justo a tiempo—. Más cuidado con las palabras que usas.

—La adoptaste.

—Nunca dijiste algo en contra de eso.

—¡Kyoya!

 

Tsuna se tensó de inmediato y quiso decir algo, lo que fuera para defender las palabras de Kyoya, pero las manos de su amiga detuvieron su estupidez. I-pin negó y frunció el ceño en muestra de que no estaba jugando, después hizo una mueca y con sus ojos señaló a la nenita que seguía inquieta y acababa de dar un salto por la voz de Fon. Tsuna abrazó a la pequeña en un intento por calmarla y que no llorase, no quería que Fon se descontrolara más de lo que ya estaba.

 

—He cumplido con mi palabra —Hibari hablaba en serio—, ahora vete —amenazó.

—Has traído deshonra a esta familia —su tono era lúgubre, sin tacto, sin rastro de la formalidad que generalmente usaba.

—¡Qué novedad! —el alfa menor señaló la puerta—. Ahora vete —trató de no levantar más su voz, no quería asustar a Aiko.

—Esa niña no sólo no lleva tu sangre —Fon apuntó con el dedo índice a la pequeña inocente sin siquiera mirarla—, sino que es de una casta intolerable.

—No. Te. Atrevas —bloqueó a su padre y empujó la mano que apuntaba con desdén a su hija—. A decir algo más —apretó los dientes y entrecerró sus ojos liberando feromonas sin control.

—¡Es una omega! —estalló en furia hasta que incluso sus ojos parecieron enrojecer— ¡Una omega, Kyoya!

—¡Es mi hija! —ya no podía controlarse, al diablo con su paciencia.

—¡No lo es! —empujó el pecho del menor— La has traído de no sé dónde, lleva los genes de quién sabe y…

—¡Quien ha dicho que no lleva mi sangre!

 

Tsuna soltó un leve y agitado gritito al igual que I-pin a su lado, quien además cubrió sus labios y miró a la nenita que empezaba a gimotear debido al alboroto. Minutos de tensión que lograron acalorar más el ambiente. Tsuna miro a Aiko con cierto recelo antes de susurrar mentalmente «tenía razón, es su hija». Era hasta obvio, eso explicaría muchas cosas y…

 

—Herbívoro, llévate a Aiko arriba.

 

I-pin fue la que acató la orden tomando a su amigo por los hombros y levantándolo con rapidez antes de empezar a empujarlo. Tsuna aún permanecía con los labios separados y apenas pudo sostener a la nenita contra su pecho para empezar a caminar.

Se escuchó algunas quejas y luego el sonido de algo al caer. Ambos omegas no supieron como lograron subir las escaleras sin caerse, pero cuando estuvieron en el segundo piso se enfocaron en los gritos de la bebita en brazos del castaño. Aiko ya no aguantó el ambiente y lloró a todo pulmón.

I-pin miró a Tsuna sin saber qué hacer o decir, sólo movía sus manos intentando buscar algo con que calmar a la niña, pero no sabía qué exactamente. Tsuna en cambio apretó los labios, golpeó su cabeza con una de sus manos para reaccionar y se encaminó a la habitación de Aiko. Se metió ahí y se llevó a I-pin con él. Se encerró con prisa para alejarse de los sonidos dados por la pelea en la planta baja.

 

—No llores —susurró Tsuna, pero la pequeña seguía gritando y derramando esas cristalinas lagrimitas—. Aiko, por favor.

—Mira, nena… Tengo tu… tu no sé qué —I-pin movía un juguete colorido intentando ayudar.

—Ay, dios… por favor —no era el mejor momento para enfrentar eso, seguramente su aroma era un caos por el miedo y la ira.

—Es tu hija, Tsuna, ¡cálmala!

—No es mi hija —murmuró mientras iba hacia los peluches apilados en un rincón buscando algo, mejor dicho, a “alguien”.

—No digas tonterías —I-pin estaba entrando en pánico, ahora eran dos omegas que despedían un perfume agrio—. Sólo cálmala.

—Hibird, aparece cuando te necesito.

 

Dieron un respingo cuando escucharon los insultos de los alfas en la planta baja y algunos objetos chocar contra algo, o tal vez fueron cosas que rompieron esos dos. Intentaron ignorar la pelea y buscaban algo con lo que calmar a la nenita. Todo fue caótico hasta que por la ventana se reflejó la figura de un pajarillo amarillo que aleteaba posado en una baranda. Tsuna jamás había amado tanto a esa ave como en ese instante, pues aparte de Kyoya solo Hibird lograba calmar a Aiko lo suficiente para que dejase de llorar.

 

—Cuando me dijo que veníamos de visita… No creí que esto pasaría —ya en calma, I-pin miraba a la bebita balbucear a la par que el pajarillo revoloteaba por el lugar.

—Yo ni siquiera lo esperé —murmuró Tsuna mientras limpiaba la carita de la nena con una toallita húmeda.

—Hicieron algo muy tonto, ¿sabes? —sonrió divertida cuando escuchó el sonoro estornudo de su ¿nueva nieta? ¡Eso sí que sonaba raro!

—Yo no fui —suspiró—, un día llegué y ella estaba aquí.

—Pero es linda —I-pin apretó una de esas mejillas sonrojadas—, y tiene los ojos de Kyoya.

—Es porque… es su hija, ¿no? —se sintió raro al decirlo en voz alta.

—No sabía que tenía una hija.

—Yo me acabo de enterar.

—¿No te lo dijo? —apretó el vestido en la zona de su pecho— ¿Todavía se llevan mal? —sinceramente no quería que ni Kyoya ni Tsuna siguieran peleándose y viviendo en un infierno.

—No —miró la puerta porque desde hace un rato que no escuchaba a los alfas—, en realidad estamos mejor, como en un tiempo de paz.

—Entonces, ¿por qué no te dijo nada sobre la pequeña?

—Bueno… no sé —en realidad sí sabía, o intuía, pasaba que todavía sentía cierto repelús por la nena y el padre—. Soy un asco —suspiró cuando Aiko manoteó y alejó su mano.

—Ser “madre” no es algo que se aprenda de un día para al otro —rió I-pin al ver que la niña rechazaba el toque de Tsuna—, pero se aprende.

—Como si supieras algo de esto —bufó en son de bromear con su amiga.

—No lo sé —se carcajeó suavecito—, pero era lo que mi madre solía decirme cuando era niña.

 

No pasó mucho para que escucharan pasos desganados subir las escaleras, ambos se tensaron y colocaron frente a la pequeña que reposaba en su cuna. Esperaban a que las cosas se pusieran realmente mal…, pero sólo vieron a un alfa enfurruñado y desalineado que tenía el labio roto y sangrante.

I-pin fue quien saltó de su lugar para acercarse a Kyoya y revisarle la herida, la misma que empezaba a notarse mucho debido a la hinchazón. Tsuna sólo se quedó ahí, sin saber qué hacer o qué decir. No le tenía la suficiente confianza a ese alfa como para hacer lo que I-pin. Además, Kyoya no era de esos que necesitaran ser cuidados y por eso alejó rápidamente a quien le sujetaba el rostro, pero lo hizo con delicadeza.

Kyoya fue quien les informó que Fon se había ido lanzando improperios, y cosas más, después de reñir un poco; también le dijo a I-pin que podía quedarse cuanto deseara pues era mejor mantenerla alejada del enfado de Fon. Era lo más adecuado en ese caso. Después simplemente se limpió la sangre con un pañuelo y se acercó a la cuna donde Aiko lanzó un grito de protesta y estiró sus manitas hacia el alfa. El azabache ni siquiera dudó en cargar a la pequeña quien hipó suavemente y suspiró antes de acomodarse en el pecho ajeno.

 

—Jamás pensé verte así —señaló al azabache quien acariciaba con dulzura la mejilla de Aiko—, con una hija, Kyoya —I-pin sonrió divertida—. Es más, jamás pensé que tendrías una hija, ¿por qué no me lo dijiste?

—Hum —dejó que la pequeña le sujetara uno de los dedos.

—Así que es su hija —Tsuna se rascó la mejilla y lanzó una risita forzada—, bueno…

—Mentí.

—¿Cómo que mentiste? —I-pin se acercó al alfa y le golpeó la espalda— ¡Tiene tus ojos! Es evidente que es tu hija.

—Sólo quise hacer enfadar al viejo —respiró profundo antes de mirar a los omegas.

—Entonces —Tsuna extrañamente se sintió aliviado—, ¿es coincidencia?

—Hum —asintió antes de acariciar la cabecita de la nenita que ahora chupaba sus propios dedos—. Sí.

—Como sea —I-pin sintió el cambio de ambiente y sonrió, eso le gustaba, todo estaba más ameno entre esos dos—, lleve o no tus genes, es tu hija… y tuya también, Tsuna —sonrió antes de suspirar—. Y es muy bonita…, ¿la puedo cargar?

 

Con lo que I-pin no contó fue que Aiko, apenas al mirarla, empezara a llorar con fuerza y a manotear en señal de que no deseaba ser cargada por alguien diferente a su padre. Tampoco contó con que se deprimiría por ese rechazo o que Kyoya le diera palmaditas en la cabeza a modo de consuelo. Peor que eso, ninguno se dio cuenta de que alguien había estado espiándolos desde lejos, disfrutando del espectáculo, oculto entre el follaje de un árbol y usando binoculares.

 

—¿Qué tanto miras?

—Cosas —sonreía antes de hacer una bomba con su chicle.

—¿Al menos puedo ir a saludar? —de lejos reconocía esa casa, la que su ahora “superior” dijo que pertenecía a los Hibari.

—Te dije que no —suspiró mirando al azabache que estaba acompañándolo—, es más, si no te enseño algo Reborn se podrá histérico. Y eso no es conveniente para ninguno de los dos.

—Pues sólo me has tenido aquí —señaló su alrededor—, sentado en esta incómoda rama y mirando algo que tú si puedes disfrutar y yo no —hizo semicírculos con sus manos y fingió tener binoculares— porque estas cosas no funcionan.

—Por eso en caes bien —sonrió Skull palmeando la espalda de su compañero—, eres gracioso y te sale natural.

—¿Y bien? —Lambo negó divertido— ¿Me vas a dejar ver?

—No, pero te voy a enseñar algo clave —le guiñó un ojo—. Cuando quieras espiar a alguien haz silencio y escoge un árbol específico… uno que no esté en el patio de una casa.

—Pero si la familia no está —bufó—, por eso lo elegí.

—Pero corremos riesgo a que llegue el dueño y nos vean… Así que este es tu primer error, aprende y continúa.

—Bien —rodó los ojos—, al menos no me estoy aburriendo en el harem.

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 

Confieso que estaba pidiendo likes en Facebook para actualizar XDDDD, pero era broma we, siempre actualizo cuando puedo, es por el placer de recibir sus visitas y ver si puedo impresionarles con cada cap. Ok ya, no volveré a pedir likes, me siento culpable sin saber exactamente por qué.

Pero es divertido we. ¡Ya cálmate, Krat!

Como sea, volvamos al fic.

¡A puesto que los asusté con la primera frase de este cap! Jejejeje. Y que se rieron en algunas partes, al menos eso espero.

¿Tienen teorías de lo que pasará? Pueden contarme sin problemas porque tal vez alguna atine alv.

Krat los ama~

Besitos~

 

ADVERTENCIA: esto puede volverse muy común (y algo aburrido) puesto que se centrará en la evolución de la pareja, aunque no sé si también tomar en cuenta la clase alfista y a las otras parejas. No quiero que todo se vuelva pesado y aburrido, pero no sé, tal vez pueda hacer especiales como he visto que algunos autores hacen. Aun no decido.

 


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