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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Nueve meses, Aiko tenía nueve meses y medio. Ya empezaba a gatear y hacer travesuras; a veces le decía mamá, pero por lo general le decía Tutu o hasta Shushu; era una hermosa niña a la que podía vestir de mil formas diferentes para llevarla a cualquier lado… ¡Entonces, ¿por qué carajos no podía llevarla a la dichosa boda del alfa con un nombre muy complicado que sinceramente no quería recordar?!

 

—No se puede, herbívoro.

—¡¿Por qué no?! —Tsuna se quejaba con Aiko entre sus brazos mientras perseguía al alfa que cargaba con la pañalera y algunas cosas extra que dejarían en casa de los Sawada—. Así no me sentiré tan solo y fastidiado.

—No es momento para que los demás la vean.

—Si voy a acompañarlo para ser el omega silencioso y perfecto que debería ser, ¡al menos cúmplame este capricho!

—No lo haré, herbívoro —no lo miró, pero adivinaba que estaba haciendo muecas—, y ya deja de molestar porque en serio estás acabando con mi paciencia.

—Sería la bebita más hermosa de la fiesta —sonrió al ver a la pequeña—, ¡y no haría ruido! Yo la cuido.

—No.

—¡Maldita sea! —sí, perdió los estribos—. Entonces no iré.

—Por última vez, herbívoro, ¡no seas vulgar! —Kyoya suspiró frotando su sien derecha—. No llevaremos a Aiko y —miró al castaño— deja de usarla como excusa para molestarme.

—Aprovecharé todo el tiempo que pueda para sacarlo de quicio —Tsuna miró al alfa con seriedad—, porque con todo lo que aprendí, sé que voy a estresarme a un nivel extremo en esa estúpida boda, ¡y es su culpa!

—Yo no te pedí que aceptaras este matrimonio —le quitó a Aiko y entrecerró sus ojos—, tú solito te metiste en esto.

—Lo hice por I-pin y mi familia.

—Y yo lo hice por Aiko e I-pin —bufó antes de acomodar a su hija en su brazo diestro—. Entonces asume las consecuencias de tus decisiones y cállate, herbívoro.

—Usted —algo hizo clic en su cabeza—, ¿ya sabía de Aiko en ese entonces?

—No es momento para hablar de eso.                              

—¡Lo ve! Por ocultarme cosas como esa es que estamos mal —bufó—. ¿Qué más secretos tiene?

—¿Y qué secretos tienes tú?

 

Estaban estresados, estaba claro; lo habían estado en la últimas dos semanas mientras Tsuna intentaba hasta lo imposible por memorizar y acatar todas las normas de comportamiento necesarias en un omega de la clase alfista.  Dos semanas en que sus discusiones se volvieron el pan de cada día. Porque era obvio que el omega no gustó de saber que tenía que asemejar a una mascotita bien portada que obedece al alfa sin chistar; además que el alfa había tenido que lidiar con algunos problemas con sus nuevos medicamentos que aún no estaban completamente desarrollados y, por lo tanto, tuvo que resignarse a contactar con los Argento para tener objetos de prueba más jóvenes.

¡Todo se les vino encima en esas semanas!

La pobre Aiko se hubiese enfermado o no hubiese dejado de estar tan irritada sino fuese porque Kusakabe, Enma e I-pin estuvieron como visitas constantes en casa para ayudarlos. Pobre nenita que tuvo que aguantarse el mal humor de sus padres y los constantes cambios de ambiente, pues tanto alfa como omega habían perdido control de las feromonas que dejaban brotar en medio de sus discusiones. Pero eso acabaría pronto, al menos eso esperaba Tsuna, pues I-pin le dijo que las dos primeras presentaciones en la clase alfista eran las más difíciles y que después te acostumbrabas a actuar como deberías.

 

—¿Están bien? —era obvio que Iemitsu y Nana notarían la tensión entre ellos.

—No —Tsuna hizo una mueca antes de suspirar—. No estoy bien.

—Lamento las molestias —Kyoya besó la frente de la nenita que estaba un tanto enfadada y se negaba a las muestras de afecto por parte del alfa, antes de entregarla a la castaña.

—Cuidaré bien de ella —sonrió al recibir a la pequeña de cabellos violetas que manoteó un par de veces ante de aferrarse a su pecho—. No te preocupes.

—Pero tú cuida bien de mi hijo —Iemitsu acarició la cabecita a Aiko antes de mirar al alfa—. Que no le pase nada en esa fiesta.

—Todo depende de él.

—Tranquilo, voy a portarme como un ¡perrito faldero! —era obvio que Tsuna no estaba de humor para eso.

 

Nana e Iemitsu se quedaron observando el cómo ese par empezaba una discusión y, si bien no llegaban a los gritos, se palpaba la tensión. No dijeron nada, hasta ellos podían notar lo estresados e incómodos que estaban esos dos a pesar de que ya vestían elegantes trajes y se habían perfumado lo suficiente para eliminar un tanto su aroma. Ya les habían explicado que sería su primera presentación ante la clase alfista como un matrimonio y había muchas reglas a seguir, pero no tenían idea de lo que ocurriría si esos dos seguían discutiendo durante la boda.

Ambos betas tenían miedo por su hijo pues bien sabían lo tradicionales que eran los alfas de clase alta, o al menos escucharon rumores sobre eso. Además, Nana entendió por qué Aiko se veía tan arisca y no daba ese toque angelical que notó la última vez que la vio. Las feromonas de esos dos la estaban afectando demasiado y se los hizo saber para que al fin detuvieran sus palabras. Fue difícil.

 

—Bueno, ya vámonos. Quiero acabar con esto lo más pronto posible —Tsuna seguía acomodándose la corbata blanca que usaba, aunque era innecesario.

—En realidad hay algo que tenemos que hacer antes de irnos —Hibari suspiró sonoramente antes de mirar a los betas—, y quise hacerlo frente a tus padres para que no supongan cosas que no son.

—¿Qué? —el omega resopló—. No me dijo nada de esto antes, I-pin tampoco mencionó algo… —respiró profundo intentando calmarse—, ¿qué es?

—Tú crees que un omega sin marca y, a más de eso, sin mancha, ¿sería bien recibido en medio de una fiesta llena de alfas? ¿Crees que ignorarán que tu aroma invita a que se te acerquen? ¿Crees que, en el peor de los casos, no intentarán tomarte por la fuerza?

—Tú estás diciendo que vas a hacerle algo a mi hijo —Iemitsu tensó su cuerpo y apretó los puños—. Oh no, desgraciado, ¡primero yo…!

—¿Sin mancha? —Nana miró al alfa—, ¿a qué se refiere?

—Virgen.

—¡No lo diga así! Suena muy… vergonzoso —Tsuna enrojeció.

—Se supone que estamos casados, así que al menos ya no deberías ser —Kyoya miró al castaño— “eso”.

—No le pondrás un dedo encima a mi atún —Iemitsu abrazó al castaño menor y dio un paso lejos del alfa.

—No voy a hacerle nada —Hibari ya se suponía esa reacción y por eso quiso hacer “aquello” en presencia de ambos padres—, pero sí lo voy a marcar.

—¡No! —Tsuna se exaltó al igual que la castaña—. Ni crea que me voy a dejar marcar por usted.

—No será una marca real —cerró los ojos por un momento para no desesperarse—, sólo simularemos una, además, también te impregnaré con mi aroma para confundir la nariz de la mayoría de alfas. Es bastante simple, por eso quise que tus padres estuvieran presentes y no se preocuparan por ti —miró a Nana quien le sonrió agradecida.

 

Con calma les explicó a los betas lo que haría, algo muy simple en realidad. Mordería el cuello de Tsuna sin dejar brotar sus colmillos, sólo dejaría la huella de sus dientes y el moretón desaparecería en unos días, además dejaría sus feromonas brotar por un rato y eso sería todo. Para los padres del castaño sonaba simple, para Tsuna sonaba incómodo y para Hibari era algo muy sencillo que algunos alfas deshonrados usaban para guardar apariencias cuando les convenía. Leo se lo enseñó y a su vez Leo lo aprendió de otro alfa; eran secretos heredados pues no serían ni la primera ni la última generación de alfas que se negaban a formar un vínculo alfa-omega.

 

—Esto no me gusta.

 

Tsuna en un inicio pensó que lo de fingir una marca sería muy simple, pero en ese momento se preguntaba si podía morir de vergüenza. Tal vez sí porque su padre y madre estaban sentados en el sofá de enfrente riéndose por la tan inusual forma en que el alfa estaba impregnándolo con su aroma. ¿Y quién no miraría a un alfa huraño y estoico que frotaba su mejilla contra el rostro del omega quien parecía un bombillo navideño?

No estaba para nada cómodo con eso.

A más de eso, su vergüenza nacía también por la posición en la que estaban. Tsuna se hallaba sentado sobre las piernas de Hibari, los brazos del alfa rodeaban su cintura y su espalda chocaba contra el pecho del azabache. Sentía cosquillas por los roces gatunos que Hibari daba entre sus mejillas y cabello, percibía claramente las feromonas que el alfa soltaba y que lo estaban mareando un poquito, además, un escalofrío extraño ascendía por su columna vertebral y terminaba en sus omóplatos. Tsunayoshi quiso que eso terminara pronto… pero duró unos diez minutos.

Fue muy incómodo, pero al terminar, por alguna extraña razón, el ambiente se sentía mucho más agradable. Hasta Aiko empezó a reír mientras aplaudía y se comportaba como la niña risueña que fue siempre.

 

—Gracias al cielo —cuando Hibari se detuvo, Tsuna quiso huir, pero no pudo siquiera levantarse porque el alfa no soltó el abrazo en su cintura—. ¿Qué hace? —se quejó.

—Falta la marca falsa.

—¿Qué?… Ah, pero —la voz del alfa chocó contra su oído directamente causándole escalofríos. Quería huir de cualquier forma—, ¿no basta sólo con tener su aroma encima?

—No.

—Pero…

—Tsuna —el beta estaba enfadado, mirándolos sin perder detalle y cruzado sus brazos—, si eso de la marca falsa te mantiene a salvo entre esos alfas…, hazlo —pero estaba priorizando la seguridad de su hijo.

—Bien.

—Sólo quédate quieto. Dolerá un poco, pero no formaremos un vínculo.

 

Quiso morirse, en serio que Tsuna por un momento quiso hacerlo, pero no tenía tanta suerte. Sintió la respiración del alfa en su nuca e instintivamente se alejó. Mala idea. Hibari le cubrió los ojos con su mano y lo mantuvo quieto a la vez que lo hizo ladear un poco la cabeza hacia la izquierda. Si mal no recordaba, todo omega tenía una especie de glándula o algo así donde el alfa debía morder para formar el vínculo. Tsuna nunca supo bien donde estaba esa cosa porque todos decían que sólo el alfa podía distinguirla debido a que en esa zona el aroma del omega era más fuerte.

¡Pero ahora sabía dónde carajos estaba esa puta glándula! Y sinceramente quiso no saberlo.

El castaño sintió la punta de la nariz de Hibari rozarle la parte baja de la oreja. Contuvo el aire cuando su cuello fue olfateado y sintió la respiración del alfa retroceder hacia su nuca sólo un poco. Apretó los labios porque percibió una sensación tan extraña que quiso soltar una queja, pero pudo controlarse.

¿Por qué el alfa no se apuraba de una maldita vez? Sencillo: porque se mareó un poco ya que el omega empezó a soltar feromonas como loco, incluso los betas lo percibieron y se alteraron.

Kyoya tuvo que calmar a Tsuna con sus propias feromonas para que relajara el músculo un poco, y sólo al creerlo correcto separó sus labios. Colocó sus dientes sobre la zona indicada y apretó suavemente al inicio hasta que el castaño se tensara y quedase quieto. Mordió un poco más fuerte sin dejar que sus colmillos brotasen, se mantuvo un momento así y lo soltó al mismo tiempo que se separaba del omega.

 

—¿Ya está? —la voz de Nana fue suplicante, asustada, avergonzada también.

—Sí —Hibari amablemente empujó al castaño para que se levantara y él también se irguió—. Eso es todo.

—Hijo, ¿estás bien?

 

No, no estaba bien. Tsuna sentía su rostro hervir, su cuerpo temblar y un extraño cosquilleo que se arrinconó en su abdomen bajo. Se cubrió la boca y con prisa se dirigió a la cocina porque necesitaba agua urgentemente. Huyó de sus padres y del alfa porque se sentía muy raro.

Cuando los dientes de Hibari mordieron esa zona, esa bendita zona, su cuerpo se volvió gelatina. Sintió sus músculos contraerse y su cerebro hizo cortocircuito. Incluso quiso gemir, pero obviamente no lo hizo.

 

—¿Qué fue… eso?

 

Susurró cuando terminó de beber su segundo vaso de agua. Tsuna jadeó en busca de calma y de aire fresco, negó insistentemente e intentó retomar compostura. Palpó la zona mordida y sintió una zona húmeda por donde la lengua de Hibari apenas le rozó. Además, su omega interno saltaba y se removía insatisfecho, le molestaba hasta el punto en que por su mente pensamientos muy vergonzosos se dieron. Por eso tomó un vaso de agua más, para ahogar toda sensación y ocurrencia momentánea que tuviera.

 

—Sólo es algo para… cuidarme —se dijo mientras se levantaba y abanicaba su rojizo rostro—. Ya terminó… y probablemente no lo volvamos a hacer —siguió diciéndose en voz alta—. Ahora nadie sabrá que ese alfa no te ha marcado ni ha tomado tu…. —el castaño se cubrió la boca porque en su pecho sintió un vacío un tanto extraño…, algo parecido a lo que sentía cuando de niño no lo dejaban jugar y lo apartaban.

—¿Estás bien?

—Sí, papá —miró a su padre y le sonrió forzosamente—. Sólo que… fue algo muy vergonzoso.

—También lo creo… —chistó—, pero si con eso nadie se te acercara con malas intenciones; lo puedo soportar.

—¿Y Hibari-san? —cambió el tema porque aún seguía inquieto.

—Está disculpándose con tu madre por lo de la marca falsa y lo demás. Admito que se tomó esto como algo muy serio.

—Suele ser así.

—De cierta forma eso es bueno —asintió pensativo—. Nos mantiene informados de lo que pasa contigo, y llegó a este punto para que no desconfiemos de la promesa que nos hizo.

—¿Promesa? ¿Cuál promesa?

—El día después de tu boda, Hibari llegó a casa, habló un poco con nosotros y nos prometió que no te haría daño. Dijo que no te marcaría jamás, que tampoco intentaría sobrepasarte contigo y que te daría todo lo necesario para que tu vida fuera llevadera hasta que… —hizo una mueca y manoteó al aire— hallara la forma de dejarte libre.

—No sabía de eso.

—Se supone que no debías saberlo, pero… ¡no sé! —Iemitsu se rascó la nuca—. Estabas tan alterado que creí que esto te aliviaría un poco. Creí que así sabrías que ese alfa en verdad no quiere hacerte daño y va en serio con eso de cuidarte.

—Gracias, papá.

—No le digas que te dije esto.

—Papá —Tsuna sonrió antes de acercarse al rubio—, los alfas tienen muy buen oído… Creo que acaba de escuchar todo lo que hablamos aquí.

 

Sí, Hibari debió haberlos escuchado, pero fingió no haberlo hecho y siguió con el itinerario. Dejó las indicaciones sobre el horario de Aiko, se despidió de los betas y tranquilamente salió de esa casa. Tsuna no mencionó nada sobre el asunto, sólo se tocaba la marca reciente que le estaba doliendo un poquito. Se quedaron en un silencio un poco incómodo mientras se dirigían al dichoso evento, y el castaño no tuvo más que hacer que jugar con su celular mientras Hibari se centraba en conducir.

Buen inicio.

Tsuna no estuvo muy seguro de si la marca falsa y eso de “impregnarse” con el aroma del alfa tuvieron resultado, al menos no hasta que salió del auto y empezó a caminar tres pasos detrás del alfa —como I-pin se lo enseñó—, con las manos entrelazadas sobre su vientre. De refilón se fijó en que las miradas de algunos se posaron en él, pero no duraban mucho y se alejaban, cosa que en su propia boda no ocurrió. Al menos era un alivio no ser el centro de atención…, pero seguía odiando tener que ser un sumiso sin remedio.

 

—Bienvenido, Hibari-sama, lo guiaré hasta el lugar correcto.

 

Entre alfas se saludaban, platicaban, se presentaban y hasta reían. En cambio, los omegas como él se veían relegados a callarse y seguir los pasos de sus alfas con la cabeza en alto pero la mirada centrada en la espalda de su pareja. Debían caminar calmadamente, tratando de que la distancia acordada entre él y su alfa no cambiara mucho. Debían moverse suavemente como si no les costara seguirle el paso a los demás. Debían sonreír sutilmente para demostrar que estaban “felices”. Sólo debían elevar un poco su mirada si es que su alfa decidía presentarlos y bajar la mirada inmediatamente después de eso. No podían hablar con otros omegas si es que no se les autorizaba. No podían ingerir bebidas con alcohol, tampoco comer antes que su alfa o hacer algo independiente de su pareja… ¡ya ni recordaba qué más tenía que hacer!

 

—Tu olor está cambiando, herbívoro.

—¿En serio? —intentó no sonar burlón, pero no pudo—. Tal vez sea porque siento que debo agachar la cabeza como un perro regañado.

—Si te molesta debías decirlo.

—¿Qué?

—Ven aquí —Hibari ofreció su mano y Tsuna la tomó en seguida tal y como le dijo I-pin, con un leve asentimiento y en un toque delicado—. Cuando tenga que hablar con los demás deberás regresar a tu posición inicial, pero por ahora y hasta que inicie la ceremonia puedes estar así.

 

Hibari le tomó del brazo y lo enredó con el suyo. Tsuna lo sostuvo con ambas manos por el sector del codo interno y soltó el aire porque de esa forma estaba a la par con el alfa y éste podía disminuir el ritmo de sus pasos para caminar tranquilamente por la recepción durante un momento.

Tsuna se lo agradeció porque de esa forma podía mirar algo más aparte de la espalda del alfa y también podía ser presentado directamente…, aunque Hibari esquivaba a todos sin excepción. Debió suponerlo, además era divertido ver como ambos pasaban ignorando a todos quienes se acercaban con intención de platicar con ellos.

 

—Oh dios —esa voz la reconoció enseguida—. No puedo creerlo —era Mukuro—. ¡No puedo creer que te hayas dejado tomar por esa ave huraña!

—¿Qué? —Tsuna levantó su mirada para toparse con los ojos dispares de ese par de hermanos.

—No mires al alfa directamente por más de tres segundos —Nagi le susurró eso con calma—, no lo olvides…, pero con nosotros eso no aplica —le aclaró para no hacer parecer que sus palabras fueron un regaño.

—Apestas a él —Mukuro se inclinó ligeramente para olfatear al castaño—, y mira eso, Nagi —apuntó al lado derecho del cuello ajeno.

—Hibari-sama —la alfa se alteró y miró al mencionado—, usted…

—No —respondió con prisa—. No lo hice.

—¡Oh! Es falsa, kufufu —el murmuro de Mukuro fue apenas audible y sólo Tsuna, Kyoya y Nagi pudieron leer esos labios—. Qué buen truco, y se me había olvidado… Si lo hubiese recordado pude haber traído a Takeshi conmigo.

—¿Dónde está él? —Tsuna no pudo evitar preguntar, a pesar de que no debía hablar directamente con los alfas.

—En nuestra casa, con su padre y con un pelotón de betas cuidándolo por si acaso —Mukuro sonrió antes de posar su mano en su pecho—. Ninguna precaución es suficiente para cuidar a mi pequeña golondrina despistada.

 

Hibari prometió que por ser su primera presentación en sociedad no duraría demasiado, además, era obvio que el propio Hibari quería largarse cuanto antes porque odiaba esas reuniones. Y así lo harían.

Se quedaron para la ceremonia. Hibari les gruñía a los que querían acercársele a pesar de que en cierto punto Fon se les aproximó y lo regañó por esa forma de ser tan posesiva con su omega. Sí, eso de que Hibari ahuyentara a todos también podía ser visto como una señal de “te quiero lejos de mi omega”. Buena estrategia para disimular el asunto.

Tsuna se aburrió con el proceso de esa boda, aunque sí notó que la omega y ese alfa parecían estar felices con su matrimonio, se veían enamorados también. ¿Eso era posible en esa sociedad?

 

—Los envidio de cierta forma —I-pin se había sentado junto a él, eso para que Hibari y Fon estuvieran separados por ellos dos.

—¿Por qué? —susurró Tsuna muy bajito en medio del discurso del padre.

—Esos dos se enamoraron cuando eran adolescentes; la omega es adoptada, claro… Sus padres querían una unión entre sus familias, así que aceptaron esa boda.

—Vaya… así que… a veces sucede.

 

Nagi se quedó con ellos cuando los alfas Hibari y Mukuro tuvieron que reunirse con los alfas organizadores de esa boda, y fue ella quien les explicó que había casos donde familias de alfas de casta pura adoptaban omegas por conveniencia ya que eran un buen objeto de negociación con otras familias. Era asqueroso, pero así sucedía. Aunque también les dijo que ocasionalmente esa adopción sólo era una tapadera para una hija o hijo fuera del matrimonio, o un fallo en la sucesión de casta, pero nadie decía algo porque no tenían pruebas.

Definitivamente la sociedad alfista era un asco.

Charlaron con un par de omegas quienes fueron autorizados a socializar, se toparon también con Lambo quien parecía ser una bella flor de exhibición junto al alfa adolescente que perseguía. Su amigo parecía una vil mariposa de porcelana porque actuaba sin fallos y con una ligereza envidiable, hasta hablaba con suavidad y sus manos se movían despacio. Lo habían entrenado bien. No charlaron demasiado con Lambo, sólo un par de saludos antes de que el tal Reborn ordenara seguir socializando con las demás familias para después hablar personalmente con Kyoya. Pero al menos fue algo. Y al final, por fin, todos se separaron pues comerían algo antes de que empezara la verdadera fiesta dada por la familia de los recién casados.

Tsuna esperó a que Hibari lo guiara a la mesa de bocadillos y se sirviera pues I-pin le advirtió que no podía comer antes que el alfa. Tal vez por eso no se esperó que Hibari le cediera el plato que acabó de llenar con bocadillos varios —eso iba en contra de lo que le dijeron—, y aun así el alfa le dijo que podía empezar a degustar sin problemas, incluso esperó a que lo hiciera antes de disponerse a llenar un plato para él mismo. Hibari era raro a veces, dándole contra a las reglas por diversión o por cualquier otra cosa.

 

—Lindo omega —sí, fue demasiado bueno hasta ese punto. Aquel alfa lo miraba como si fuera un caballo de exhibición.

—Es mi esposo, su nombre es Tsunayoshi —pero Hibari se colocó en frente suyo—. Agradecería que no lo mirases de esa forma ni que lo denominaras con un tono despectivo.

—Qué grosero.  

—Si no te gusta, aléjate… —gruñó—, alfa de segunda generación.

—Olvidaba que eras así de antipático, Kyoya —soltó una risita cínica—. Sólo estaba examinando qué tenía ese omega de especial para que lo tomaras como pareja antes que a mi hermana.

—Tiene decencia, cosa que a tu familia le hace mucha falta.

 

Tsuna estuvo a punto de reírse por ese comentario y la mueca estupefacta y enfurecida del alfa, pero se contuvo justo antes de que Hibari lo tomara de la mano y lo guiara lejos. A veces adoraba que Kyoya fuera así de sincero, arrogante, directo y grosero.

¿A quién engañaba? Siempre era gracioso ver a Hibari pelear con otros alfas, era mejor si les cerraba la boca con cosas simples. Para qué negar que se sentía muy feliz al ser defendido y al ver a esos idiotas caer ante su esposo.

 

—Nos vamos. Ha sido suficiente de esta tontería.

—¿No nos vamos a despedir de los novios o de tu padre? ¿Siquiera de Nagi-sama… —casi olvida que alguien podía escucharlo y debía seguir en su papel de omega perfecto— y Mukuro… sama?

—No conozco a los novios y no me interesa conocerlos —Kyoya respiró profundo mientras enlazaba su brazo con el del castaño y se encaminaba fuera de la fiesta—. Por los demás no te preocupes, ellos saben que me obligaron a venir y que mi paciencia tiene un límite.

—¿Es decir que ya puedo dejar de ser un perrito faldero?

—No hasta que entremos en el auto.

 

Fue un éxito, aunque debía darle parte del crédito a Hibari quien alejó a todos pues así no tuvo que abrir la boca más de lo debido o con personas que no conocía. Tsuna estaba feliz, era su primer triunfo en esa sociedad clasista de mierda. Por eso y sólo por eso, cuando estuvo dentro del auto y Hibari se sentó a su lado, se le lanzó encima —literalmente—. Abrazó al azabache con efusividad en agradecimiento por facilitarle las cosas en esa primera reunión social. Fue gracioso el sentir al alfa estupefacto y rígido pues ni siquiera pudo reaccionar hasta que el propio Tsuna se alejó y le sonrió.

Fue un gran día.

Lo mejor fue que el estrés y las ganas de gritar de Tsuna se fueron. Estaba relajado, libre, feliz, se quitó la estorbosa corbata y aflojó su camisa en el trascurso del camino de regreso. Ni siquiera le importó que la falsa marca de unión aun le doliera un poco, sólo encendió la radio a un volumen moderado y disfrutó del camino junto con las luces nocturnas. Estaba ansioso por ver a Aiko, apretarle la carita y verla dormir.

Era feliz, así de simple.

 

 

Recíproco

 

 

—Enma, ayúdame a pasarlo a su cama.

—Sí, un momento.

 

Enma se había acostumbrado fácilmente a la ajetreada agenda de Adelheid, en realidad se había acostumbrado a todo lo relacionado con la clínica en poco tiempo. Llegó al punto en que se preguntaba por qué antes le tenía miedo a la sangre, lo hizo después de atender a un niño que necesitó de unos puntos en una de sus manos y, a falta de personal, él tuvo que atenderlo.

Sinceramente no recordaba bien. Tal vez era porque ahora tenía la cabeza tan ocupada en sus labores que no tuvo tiempo de relacionar la sangre con el horrible recuerdo de los cabellos de Zakuro o de esos ojos que vio cuando tenía doce y su primo intentó forzarlo por primera vez. Tal vez no tuvo jamás una fobia a la sangre, sino que consideraba la sangre como un medio con el cual revivir un trauma. Tal vez sólo escogió odiar lo primero que se le vino a la mente mientras pataleaba para liberarse de Zakuro en ese primer incidente.

Pero eso quedó atrás.

Se lo debía enteramente a Mayu y Adelheid que le dieron esa oportunidad de crecer, superar su asquerosa vida, y alejarse de la familia tóxica en la que vivía. Ese par en conjunto con todo el personal de la clínica, le hicieron ver que una familia verdadera era aquella que te apoyaba por más difícil que fuese la situación, en la que podías confiar y apoyarte cuando lo necesitases, en la que podías ser tú mismo sin miedo a que te recriminaran, en la que te creían.

Le abrieron los ojos.

Enma entendió que intentar ser o fingir ser el niño perfecto de mamá fue un completo error, y que su familia siempre lo despreció por ser omega. Entendió que su propia sangre fue un nido de mentiras, apariencias y cariño dado sólo porque querían algo a cambio. Entendió que todos esperaban que se enlazara con un alfa que los sacara de la clase media donde vivían y los llevara a un estatus más elevado. Entendió que quisieron usarlo para tener dinero y una vida más sencilla.

 

—Buen trabajo —la palmadita en su hombro era como obtener una medalla olímpica pues la alfa no era de las que daban cumplidos.

—Gracias —Enma sonrió feliz mientras guardaba las cosas con las que atendieron al beta enfermo.

—Era nuestro único paciente a domicilio de hoy —se acomodó un mechón de cabello y miró el reloj—. Regresemos.

—Sí, Adelheid-san.

 

Estaba supliendo a Dai quien enfermó, el beta era el que generalmente acompañaba a Adelheid a atender pacientes antiguos, y aun así el anciano lo recibió sin problema alguno. Se sentía extraño al ser bien tratado, pero suponía que lo hacían porque iba ajunto a Suzuki; como fuere, agradecía la oportunidad de seguir aprendiendo aún más. Siempre era bueno adquirir conocimiento extra, algo aparte de lo que su maestra le enseñaba diariamente.

Para Enma era un misterio el cómo Adelheid estaba autorizada a tomar aprendices y otorgarles un título, pero suponía que la razón era que pertenecía a una familia noble; o eso le dijo Mayu en una ocasión. Y si bien Adelheid no hablaba de su vida a menos que fuera estrictamente necesario, los betas y omegas que trabajaban en la clínica desde hace mucho tiempo sí lo sabían y de ellos aprendió muchas cosas.

Como que Adelheid alguna vez tuvo un novio alfa, pero que fue abandonada cuando ese tipo marcó a una omega que trabajaba en un burdel. Que era la hija mayor de su familia y aun así mandó todo al demonio para elegir el camino de la deshonra… O que se citaba con Hibari cuando estuvo soltero para eliminar un poco de hormonas.

 

—Adelheid-san, ¿puedo hacerle una pregunta?

—Sí —ella conducía la furgoneta, y aun así podía comer al mismo tiempo con su mano libre. Era gracioso verla morder un onigiri mientras su otra mano giraba el volante.

—¿Usted siente algo por Hibari-san? —creyó que la alfa se iba a enojar, pero no fue así.

—Si te refieres a algo romántico, no—su respuesta fue calmada, ni siquiera se alteró un poco—. Ese idiota es algo así como un familiar lejano, y un socio productivo. ¿Por qué la pregunta?

—Curiosidad.

—Mayu te dijo algo, ¿verdad? —Enma no tuvo opción y asintió—. Solía salir con él a veces. Para nadie es secreto que fuimos amantes ocasionales cuando lo necesitábamos.

—¿Necesitarlo?

—Ya te lo expliqué, Enma —Adelheid se detuvo en el semáforo y engulló el resto de su onigiri—. Los alfas necesitan del coito para liberar un poco de testosterona; es como un tratamiento extra a parte del dado con supresores.

—Ya entiendo… —tenía lógica—. Entonces es algo necesario.

—Sí, aunque el hacerlo entre alfas siempre es más incómodo que con una persona de casta diferente. Y no… —miró de refilón al pelirrojo—, no te voy a dar detalles de eso.

—Tengo otra duda —cuando la mujer asintió a la vez que empezaron a moverse, se arriesgó a preguntar—. ¿Por qué su aroma se está volviendo más fuerte justo ahora?

—¿Qué?

—Sí… —Enma se rascó la punta de la nariz—. De repente su aroma empezó a incrementar.

—Maldición… —Adelheid golpeó el volante—. No puede ser que me esté pasando esto justo ahora.

 

Enma no entendió la alteración de Adelheid hasta que un escalofrío extraño le recorrió la espalda y sintió un leve espasmo en su —aunque era vergonzoso de decir—, trasero. Ya experimentó eso una vez y fue cuando el celo de Hibari lo golpeó de frente. Por eso se aferró a su cinturón de seguridad cuando la alfa dio un giro brusco y se estacionó en donde le fue posible. La vio respirar profundo y revisar su calendario mientras se quejaba de que aún le faltaban dos semanas para su celo. La ayudó a buscar los supresores que Hibari le facilitó y la vio ingerir doble dosis para que el proceso se retrasara.

Pero no funcionó, el aroma de Adelheid siguió incrementándose.

La azabache empezó a jadear y sudar. El celo se estaba dando y no parecía que algo pudiera detenerlo. Enma incluso quiso darle sus supresores para intentar que eso parara, pero la alfa se negó alegando que era una dosis muy débil para detener el proceso el tiempo suficiente para regresar a la clínica y bajar al área de contención en el subsuelo. Ni siquiera lograrían llegar a la casa de Adelheid a tiempo para que se encerrara por completo.

Definitivamente estaba en problemas y aun así no iba a dejarla sola.

 

—Hay un hotel aquí cerca —en medio de su desesperación notó el letrero a dos calles y regresó por la alfa que empezó a golpearse con el volante en un intento por mantener la calma.

—Pide una habitación y advierte que no rente… las otras adjuntas —apretó el volante hasta que sus nudillos estuvieron blancos.

—Vamos, Adelheid-san… Yo al ayudo.

—No, no —se negaba a dejar el auto junto con Enma—. Puedo… hacerte daño.

—Tengo una idea —Enma buscó entre las cosas que llevaban en la parte trasera, sin tener demasiado cuidado, hasta que halló el collar antimarca que cargaban para cualquier emergencia y se lo colocó con rapidez—. Listo, ahora vamos, Adelheid-san.

—Déjame en la entrada del hotel —ordenó mientras era ayudada a bajar del auto.

—No está en condiciones de decirme qué hacer.

—No seas terco.

 

Se negó, Enma lo hizo una y otra vez mientras se ofrecía de soporte para que Adelheid pudiese caminar las dos cuadras faltantes hacia el hotel. Se sintió muy extraño al tener algunas miradas encima y casi entra en pánico cuando percibió que un omega caminaba en su dirección, pero se obligó a seguir con lo suyo mientras sentía las uñas de la alfa incrustarse en su hombro mientras aceleraban el paso.

Se estaba mareando por el aroma de Adelheid, pero logró llegar a la recepción y pidió una habitación con urgencia. Los betas que los atendieron entraron en pánico, tal vez jamás tuvieron que enfrentar uno de esos casos o tal vez sabían lo peligroso que podría ser tratar con un alfa en celo; incluso escuchó a uno de los empleados decir que escondieran a los omegas. No los culpaba, él ya vio a Hibari en pleno celo y trató con un paciente así hace unas semanas. Sabía que los alfas podían volverse unos animales cuando sus celos les nublaban el juicio.

Cuando le dieron las llaves ya sintió como Adelheid se aferraba a él mediante un abrazo fuerte, y cómo restregaba la nariz en su cuello insistentemente. Pero Enma se negó a dejarla en manos de esos betas, no lo quiso y tampoco era conveniente quitarle el “juguete” a una Adelheid que empezó a gruñirles a todos los que se le cruzaran.

La azabache tuvo razón, la dosis de supresores que se tomó no sirvió ni siquiera para un viaje corto, pues apenas lograron llegar a la habitación y cerrar la puerta cuando Enma la vio al borde de la locura.

 

—Adelheid-san… ya estamos aquí —respiró profundo intentando ignorar que su propio cuerpo reaccionaba al celo ajeno como sería normal en cualquiera.

—Vete… Vete ahora —y a pesar de que susurró eso, no soltó su agarre en los brazos del pelirrojo.

—¿Le duele mucho? —estaba preocupado porque el rostro de Adelheid a veces se trasformaba en una mueca de sufrimiento—. Adelheid-san.

—Vete mientras haya tiempo.

 

Enma hizo una mueca cuando su cuerpo fue arrojado contra la puerta mientras que Adelheid empezaba a quitarse la bata blanca y caminaba en zigzag hacia la cama de esa habitación. Enma reconoció el esfuerzo que estaba haciendo la alfa que ya debió perder el control de su cuerpo en esos instantes, en realidad, siempre reconoció la fortaleza de su maestra.

Tal vez por eso estaba por cometer una estupidez. Una muy grande.

Aseguró esa puerta y dejó las llaves escondidas en el mueble de la entrada antes de armarse de valor y controlar el temblor de sus manos. Pero estaba decidido. Adelheid ya lo había ayudado mucho, era hora de ser recíproco y ayudarla también. Además, no iba a decir que no se sentía atraído por la azabache desde hace algún tiempo, ¿quién no lo estaría sabiendo la mujer admirable que era Adelheid?

Su cuerpo tembló cuando de repente el aroma de aquella mujer se hizo más notorio, más intenso, y sintió sus rodillas doblarse. Enma sabía que estaba reaccionando al celo cercano, que su propio cuerpo le incitaba a entregarse y que hasta su propia entrada se estaba humedeciendo de poco en poco para enfrentar la situación. Eran reacciones normales de su anatomía, pero la decisión de quedarse ahí fue dada por su parte pensante. Su lado omega no tenía nada que ver en eso.

 

—Adelheid-san —Enma se acercó a la mujer que se había arrancado, literalmente, la falda e intentaba hacer lo mismo con las medias que le estaban apretando e incomodando.

—Te dije… —su voz estaba más grave, autoritaria y casi voraz— que… te… fueras —Adelheid estaba luchando contra su propio celo para mantener cordura por un tiempo más.

—Me he quedado voluntariamente —tenía algo de miedo, era verdad, pero aun así se acercó hasta esa cama y se arrodilló en el borde.

—Vete… Pronto perderé el control —incluso se zafó el cabello tras arrancar de un tirón la liga que lo sujetaba.

—No me iré.

 

Al fin aquella alfa se giró hasta mirarlo directamente a los ojos. Enma se quedó prendado de ese rostro enrojecido por el calor, de esos ojos llenos de fiereza cuya pupila parecía dilatarse con el pasar de los segundos, y del cabello desordenado que se movía debido a la respiración agitada de la mujer imponente que en ese punto estaba arrodillada y encorvada para controlar un poco del doloroso proceso.

Tragó seco, se tocó el collar antimarca por instinto y aceptó que ya no había marcha atrás.

 

—Enma —aun luchaba a la vez que, usando sus uñas, arrancaba el nylon de las medias negras que adoraba usar—. ¡Vete!

—Es doloroso, lo sé —no apartó sus ojos de los ajenos y habló con calma—. Debe ser tan doloroso como mis propios celos.

—¡Duele más! —se contrajo y sostuvo su vientre bajo antes de gruñir.

—Quiero ayudarla —la vio negar, pero insistió—. La voy a ayudar.

—¡No seas idiota! —jadeó varias veces antes de limpiarse el sudor de la frente y apretar los dientes porque sentía sus encías cosquillear—. Yo puedo… —repasó sus colmillos crecientes con su lengua.

—Tengo el collar antimarca, así que no hay problema alguno.

—¡Enma!

—Sé que duele, sé que se sufre sin compañía, lo entiendo perfectamente…, y por eso estoy aquí. Y no me iré.

—Niño idiota —gimoteó suavemente antes de gruñirle.

—Me estoy ofreciendo voluntariamente.

—Jamás… he tomado… a alguno… de mis protegidos.

—Y supongo que jamás hubo un idiota que se encerrara con usted en una habitación cuando su celo está en curso —soltó una risita y suspiró—. Pero está bien. Puede tomarme, Adelheid-san.

—No.

—Si le preocupa mi virginidad —Enma le sonrió antes de sujetar la mano que Adelheid intentaba alejar de él—, es una idiota.

 

No supo de dónde sacó el valor o la estupidez para hacer lo que hizo. Sólo tomó la mano de Adelheid y la atrajo hasta su rostro, restregó su mejilla contra la palma mientras la miraba. Se acercó con cuidado, temeroso de su siguiente movimiento. Se dejó embobar por el aroma ajeno y terminó a poca distancia de aquella alfa que aun luchaba por no arrojársele encima.

 

—Vete.

—No lo haré, Adelheid-san.

 

Y antes de que la azabache lo empujara lejos, Enma fue quien se acercó hasta la alfa y unió sus labios en un beso inexperto. El primero que él dio por voluntad propia. Sus labios temblaban, sus manos también y aun así insistió en besarle suavemente un par de veces más. Con duda se sujetó de los hombros de esa mujer y poco a poco se subió encima de las piernas de la misma hasta sentarse sobre la piel cálida que se asomaba por las medias rotas.

Enma sintió un escalofrío cuando los labios de la alfa se entreabrieron y atraparon los suyos en un ósculo un poco más ansioso y cálido. El aliento de Adelheid era sumamente caliente, sus labios estaban húmedos, y con los leves movimientos que siguió, logró sentir el roce de los colmillos extendidos que amenazarían con marcarlo si es que no poseyera ese dichoso collar.

Gimió cuando la cadera de Adelheid ascendió y sus partes bajas se rozaron. Se sintió indefenso cuando las manos de aquella mujer lo sujetaron por la cadera y espalda. Cerró los ojos cuando sus labios fueron lamidos lentamente y escuchó un gruido al final.

 

—Dolerá.

—Lo sé —murmuró por inercia mientras sentía la mejilla de Adelheid rozar con la suya—, y está bien.

—Ya no puedo… detenerme —se aferró al omega con desespero, temblando por la ansiedad.

—Yo me ofrecí, Adelheid-san… —tragó duro—, así que está bien.

—Seré cuidadosa la primera vez… pero no podré contenerme en las demás.

—Gracias por la consideración —rio divertido, pero se calló cuando su labio inferior fue mordido.

—¿Qué quieres a cambio? —murmuró sobre los labios del muchachito.

—Pues… —sonaba razonable, así que pidió algo equitativo a lo que haría en ese punto—… que tal vez… cuando yo no soporte el dolor de mi celo… ¿usted me ayude también?

 

Enma jamás escuchó la risa de Adelheid, pero en esa ocasión no sólo la escuchó, sino que la sintió golpear contra su mejilla. Era una risa suave, armoniosa, un tanto tenebrosa por lo ronca que estaba la voz de Adelheid. Se sintió privilegiado, pero cuando quiso decirlo en voz alta, se vio estampado contra el colchón con la alfa encima de sí. Los cabellos oscuros de Adelheid le hicieron cosquillas, sus manos fueron aprisionadas por las ajenas y sintió un espasmo en su vientre a la par que Adelheid se acercaba a su rostro.

Se dejó besar y acariciar. Se ofreció sin problema y dejó que aquella persona que le dio un nuevo hogar hiciese consigo lo que deseara. Se dejó hacer y no pudo negar que fue el día más agotador de su vida. Sin embargo, fue él quien decidió que así sucediera, y no se quejaba.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

He tenido muchas interrupciones, pero lo logré. Aquí les dejo un capítulo más. Espero les haya gustado y prometo darles más amor entre Tsuna y Kyoya en el siguiente cap~

Krat los ama~

Besitos~


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