Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Locura por mi todo por 1827kratSN

[Reviews - 84]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

—Vuelve a casa.

 

Enma no podía creer que eso le estuviese sucediendo. No había porqué, ni una sola razón siquiera. Él jamás fue bien visto en su hogar, porque mal o bien sería una carga que llevar a cuestas hasta que fuera marcado y lo sacaran de su casa. Pero el rostro de su madre reflejaba llanto continuo y arrepentimiento, tal vez simplemente pensó mejor en las cosas y lo quería ayudar. Y aun así no estaba completamente seguro de esas buenas intenciones repentinas.

 

—¿Por qué? —murmuró sin mirarla— ¿Por qué esperaste hasta ahora para buscarme?

—Eres mi hijo, Enma… —su voz temblaba— y te he buscado desde que te fuiste.

—¿Qué pasó con Zakuro? —no se dejaría engañar ni manipular de nuevo, debía ser fuerte.

—¿Qué tiene que ver él con esto?

—Mamá —el pelirrojo jugó con sus dedos—, cuando te conté lo de Zakuro…, te negaste a creerme… ¿Eso cambió?

—Zakuro es un alfa, cariño… —su voz maternal seguía siendo la misma—, y tal vez sólo estuvo algo… confundido.

—Tal vez —Enma suspiró porque entendió que nada había cambiado—. Tal vez… yo lo confundí.

—Pero ya no lo harás de nuevo, ¿verdad? —sonrió mientras sujetaba las manos de su niño—. Por eso… vuelve a casa.

—No —respiró profundo antes de mirarla—. No voy a volver —se armó de valor.

—Pero…

—No regresaré porque ustedes sólo quieren usarme de nuevo —enfrentó a sus miedos y seguiría haciéndolo—. No les convenía que Zakuro me marcara —vio el rostro de su madre cambiar de la tristeza a la incredulidad—, porque él salía de la misma clase social que nosotros, pero ahora…

—No hables así de tu madre —indignada, se sujetó el pecho—, ni de tu padre o…

—Entonces dime —sus labios temblaron y tuvo que morderlos—, ¿por qué mencionaste que estoy bajo la protección de Adelheid-san cuando yo jamás te lo he dicho?

—Porque te busqué y logré enterarme de tu nuevo empleo con aquella mujer.

—Ella es adinerada —Enma vio, por un segundo, cierto brillo extraño en la mirada de su madre—, y yo soy un omega bajo su cuidado…  —apartó sus manos y las ocultó debajo de la mesa—, uno que no tiene ni la más mínima oportunidad de tener algo con ella.

—¿Por qué?

—Porque a Adelheid-san le gustan los alfas —reconoció un toque de ira en la voz de su madre y después sólo incomodidad—. Yo no te sirvo, mamá.

—Estás confundiendo las cosas, Enma.

—Yo no voy a enlazar con un alfa. No quiero —miró con súplica a su madre, quería que ella le dijera que lo amaba aún si era un omega inservible—, ¿aun así me recibirás de nuevo? —pero vio duda.

—Te quiero de vuelta, cariño.

—No voy a ser un negocio a tu favor, mamá —le dolió decir eso, pero fue necesario—. Y no volveré jamás.

 

La besó al despedirse, le dio un abrazo, pero se negó a escuchar más. Amaba a su madre, pero no estaba dispuesto a ser considerado como una moneda de cambio, y por eso se alejó con prisa de aquel restaurante donde fue citado. Borró el registro de su madre y bloqueó el número para no recibir más llamadas de ella. Tembló mientras buscaba un transporte que lo alejara, se sintió observado, entró en pánico, y finalmente terminó tomando el metro que iba al lado contrario de su destino. Porque no confiaba en las buenas intenciones de su familia por tratar de hacerlo volver a casa. Tenía miedo de su propia sangre... y eso era horrible.

 

 

Lapso…

 

 

La serenidad de su consultorio le gustaba porque de esa forma podía hundirse en sus pensamientos y tener tiempo para resolver sus problemas sin inconvenientes. No tenía pacientes a esas horas, los demás trabajadores de la clínica se encargaban perfectamente de los demás y… Odiaba que su momento de meditación acompañado de té verde, se viera interrumpido con el pitido horripilante del celular con una llamada entrante.

Lo peor de todo era que no era su celular.

Adelheid bufó cuando notó que era el celular de Enma que sonaba en la esquina de su escritorio. Suspiró pesadamente antes de tomar el aparatito y analizar si responder o simplemente salir a buscar al muchacho quien recién salió de sus clases diarias personalizadas para seguir ayudando en emergencias. Pero cuando notó el nombre de cierto omega al que no toleraba, frunció el ceño. Colgó sin siquiera responder. Sin embargo, el aparato volvió a sonar.

 

—¿Qué quieres, mocoso? —fue hostil.

—¡Enma! —de fondo se escuchaba el llanto de un infante.

—Tu amigo está trabajando —se sobó la frente—, así que no llames.

—¡Suzuki-san! —sollozó antes de respirar agitadamente—. Por favor… Por favor, ayúdeme.

—¿Qué ocurre?

 

Cuando Adelheid llegó a esa casa, lo hizo acompañada por Enma quien la había escuchado justo en el momento preciso. Se topó con un castaño agitado, hecho un desastre, que caminaba apurado por el jardín de su propia casa. No preguntó mucho a pesar de que el castaño ese no le dio ni siquiera los detalles básicos por teléfono, sólo le bastó con analizar el aroma a su alrededor como para darse cuenta que ocurrió lo que tanto temía. Y no sólo eso…, todas sus hipótesis se volvieron verdades cuando notó al castaño jadeante, mismo que lloraba sin parar mientras balbuceaba una explicación incoherente, y a la vez sostenía firmemente a la bebita que también sollozaba debido al pánico que notaba en su “madre”.

 

—Tsuna-kun, no te entiendo —Enma sostuvo el rostro de su amigo y lo obligó a quedarse quieto—. Habla despacio.

—Hibari-san… está… —apenas y podía respirar.

—Tú también lo estás —Adelheid olfateó un poco y asintió—, bueno, estuviste a punto o estás en proceso.

—Suzuki-san, por favor… —Tsuna suspiró pesadamente mientras se limpiaba las lágrimas—, ayude a Hibari-san.

—Primero tengo que ayudarte a ti… —buscó en sus bolsillos sin mucho apuro.

—No, no… —señalaba su casa con su mano libre—. Tiene que… que ir…

—Adelheid-san tiene razón —Enma al fin se dio cuenta—. Tsuna… estás en celo.

—¡El que está en celo es Hibari-san! —elevó su voz, pero en respuesta su pequeña lloró aún más fuerte. Tuvo que mecerla para intentar calmarla.

—No, no —Enma tembló, no estaba seguro de qué hacer en ese momento—, tú también.

—No es un celo propiamente dicho —Adelheid sacó el medicamento de un pequeño pastillero—, es algo así como un celo inducido por el de tu alfa —mostró las dos cápsulas—. Abre la boca.

—Pero… —no lo dejaron hablar, sólo le metieron las pastillas y forzosamente las tuvo que tragar.

—Enma, calma a tu amigo —suspiró la azabache—, yo me hago cargo de lo demás.

 

Adelheid estaba serena, porque ese asunto no era nada del otro mundo, en realidad se lo vio venir desde hace tiempo, pero sinceramente esperó que fuera en una fecha más alejada. Pensó que podía retrasar todo mediante el tratamiento y los medicamentos, pero no podía manejar la vida de sus pacientes como se le diera la gana.

Ella estaba consciente de que el celo de su querida “ave” idiota estaba inestable por los cambios emocionales del alfa y por los efectos segundarios de los supresores que estaba ingiriendo, pero que llegaran a ese punto ya era otra cosa. Porque un omega reaccionaba al celo de su alfa con un falso celo sólo cuando estaban emparejados con una marca o, en casos muy especiales, cuando el vínculo emocional con su alfa era muy, pero muy fuerte.

 

—Eres un idiota —suspiró cuando abrió la puerta y el aroma de su amigo la golpeó de frente, como una ola de calor—. Qué hedor —se quejó antes de cubrirse con un pañuelo.

 

Dio un rápido vistazo a la estancia y pudo deducir que el ataque fue en la sala debido al desorden de cojines y los cuadros caídos, además pudo decir que Tsuna luchó un poco para salir de ahí cargando a la bebita, también podía intuir que su querido amigo intentó subir a su cuarto para buscar los supresores de emergencia pero que no lo logró y huyó a la cocina.

No se sorprendió cuando halló a Kyoya sentado en el suelo contra el mesón, jadeando y gruñendo, sosteniendo firmemente un cuchillo que se había clavado en la pierna izquierda, respirando erráticamente para aferrarse al dolor y su muy limitada cordura, todo mientras que en su mano libre se hallaba un paquete vacío de supresores para omegas. Aguantó bien para no salir de esa casa en busca del omega.

 

—Hasta este punto llegaste por ese mocoso inmaduro.

 

No esperó respuesta y tampoco se la dieron. Adel sólo suspiró mientras se alejaba porque no tenía opción, no había otra salida, no en ese punto sin retorno. Ya ni siquiera ella podía ayudarlo. Subió al cuarto de Kyoya, abrió el buró y destapó el fondo falso para sacar aquellos aplicadores recién repuestos para caso de emergencia. No tuvo opción. Usó los auto inyectores para hacer que su amigo abandonara parcialmente el celo que cursaba, le aplicó doble dosis porque en ese estado Kyoya era muy volátil y necesitaba de medicamentos fuertes. Y después simplemente esperó hasta que su amigo aflojara su agarre en ese pequeño cuchillo de cocina, tardó un poco, la sangre se acumuló en el suelo, pero no llegó a ser peligroso.

 

—Se suponía que no llegarías a lastimarte —le reclamó sin ánimo.

 

Sintió pena por aquel azabache, pero se resignó a simplemente ser la buena doctora que era. Suturó la herida, limpió las manchas de sangre en el suelo, cargó a su paciente en la espalda para subirlo al cuarto respectivo, lo ató a la cabecera de la cama como la vez anterior, y le revisó los signos vitales para decidir si le aplicaba calmantes o no. Cuando estuvo segura de que Kyoya dormiría unas horas fue cuando bajó al primer piso para revisar a los omegas.

 

—¡¿Hibari-san está bien?! —el castaño se veía alterado y le pareció chistoso—. ¿Suzuki-san? —sonrió y supuso que eso confundió al omega.

—Sí —mintió, porque Kyoya no estaba nada bien, al menos emocionalmente no lo estaba—. Sí —suspiró—. Como la otra vez, pueda que su celo se extienda por tres o cuatro días. Nada más.

—¿Puedo subir a verlo?

—No —miró al castaño, pero esta vez no quiso insultarlo o golpearlo—, no es conveniente.

—¿Por qué? —insistió desesperado, porque él notó ese estado tan raro en Kyoya—. Si la otra vez…

—Vamos a intentar otra terapia, ¿bien? —Adelheid miró a Enma en busca de ayuda, de una cuartada—. Dile a Mayu si puede acoger a Tsuna y Aiko por unos días —miró a la bebita en brazos del pelirrojo, sólo los ayudaría por ella—. O pueden ir a mi departamento, ahí estarán seguros.

—¿Y usted? —Enma estaba sorprendido por esa amabilidad repentina.

—Yo me quedo aquí —Adelheid le iba a hacer un favor a su amigo, evitaría que Tsunayoshi viera la herida que se hizo el propio Kyoya—, cuidaré de él hasta que se le pase la calentura.

—Pero quiero verlo al menos —suplicó Tsuna, incluso juntando sus manos—, por favor.

—No —dictó firme—. Lo estás alterando, así que evitaremos eso por ahora.

 

¿Quién diría que ella ayudaría a su antiguo amante con un lío amoroso? La ironía. Pero siempre había una primera vez, y no se quejó; no cuando Kyoya hizo de todo para mantener su promesa de no dañar a nadie cuando estuviera en celo. Y si bien no creía que ese castaño idiota se mereciera el amor de Kyoya, le iba a evitar la horrible situación de sentirse culpable por la autoflagelación de Hibari. Como fuere, ese día se sentía condescendiente.

Y, aun así, había algo que no podía ignorar.

Su amigo iba a morir por culpa de Tsunayoshi.

 

 

Notable…

 

 

Las mañanas eran movidas desde hace algún tiempo pues Takeshi empezó a trabajar en las instalaciones de las industrias de Mukuro. El azabache era el más feliz por las mañanas porque se integró a los equipos de capacitación para los recién llegados y siempre canturreaba por los pasillos de la casa. Era simplemente la vida que deseó desde un inicio, tal vez mejor, aunque un poco diferente de su sueño original. Además, el buen humor del único omega en esa casa era detonante de la felicidad de los otros integrantes de ese hogar.

 

—Soy una piña malvada~ —el alfa mayor canturreaba mientras balanceaba un collar en su diestra—, que ama a su golondrina despistada~.

 

Nagi rodaba los ojos entre divertida y sintiendo pena ajena por la cancioncita improvisada de su hermano mayor, pero por lo general no decía nada mientras se preparaba para su diaria labor también. Sólo era una espectadora ante ese par que no se decidía a dar un paso más en esa extraña relación. Ella ya no intervenía, lo creía innecesario siendo que ya se pasó cierto límite prohibido.

 

—Soy un alfa enamorado~ —seguía mientras reía de vez en vez—, a quien un niño ha cautivado~.

 

Nagi iba a decir algo cuando su tonto hermano pasaba por el pasillo de las habitaciones, pero sus palabras murieron en su boca cuando, de pronto, la puerta que recitaba el nombre de “golondrina” se abrió de repente. Apenas pudo percibir el aroma de aquel chico antes de que este sujetara a Mukuro por la chaqueta y lo adentrara sin opción a reclamo. El portazo final la hizo saltar un poquito, escuchó un par de ruidos más y después sólo percibió la estela suave de feromonas combinadas que denotaban cierto toque “picante”. Mejor no quería saber, ella se encargaría de entretener a Tsuyoshi por un rato para que no percibiera esa rara situación o subiera al segundo piso.

 

—Ey, espera, espera —sonrió entre el movimiento de sus labios que estaban siendo aprisionados por los ajenos—. No es que… me disguste —sintió un leve escozor por la mordida en su labio inferior— que me acorrales… pero… —intentó detenerlo.

—Sólo un poco —murmuró con la voz algo más grave de lo normal.

—Pues —Mukuro sonrió de lado—, ya que —elevó sus hombros antes de tomar el control de aquello.

 

Mukuro aceptaba que su separación forzada fue dada a partir del nuevo trabajo de Takeshi, mismo que él aprobó y cedió. Al inicio fue genial porque toda la casa estaba llena de feromonas dulces y delicadas, pero después, evidentemente existió un estancamiento. Tal vez por eso de ese repentino ataque.

Joder.

Pero le estaba gustando.

Mucho más si era Takeshi quien tomaba la iniciativa, cuando los besos eran posesivos y desesperados, anhelantes de un contacto que había sido nulo desde hace semanas. No le molestaba ni un poco el ser dominado por aquel omega, sin embargo, gustaba de pelear por superponer su posición como alfa para así hacer que aquel chiquillo asumiera una sumisión obligatoria.

Era un juego muy divertido.

Desde hace mucho que habían tenido más que sólo “roces” en el celo de Takeshi, progresaron a ciertos acercamientos a escondidas donde disfrutaban de un frenesí de besos y caricias, incluso habían dormido juntos un par de veces sin hacer más que abrazarse y ceder al cansancio. Pero en esa ocasión era diferente, se notaba en los movimientos descoordinados de aquella golondrina quien no ahogó un gemido cuando Mukuro accidentalmente —a propósito—, desvió sus manos a aquella zona exquisita.

 

—¿Qué te sucede? —murmuró cuando acorraló al más joven contra la pared.

—Me siento raro —respondió Yamamoto entre suspiros porque perdió el aliento— y no sé por qué.

—Ey —dejó de apretar aquel par de bonitos duraznos y se alejó un paso—, me gusta, pero también me asustas, kufufu.

—Bueno —sintió vergüenza y por eso se rascó la nuca mientras se limpiaba los labios—, es que… no estoy seguro.

—Antes que nada —Mukuro sonrió antes de extender cierta cosilla que por poco deja caer—, ponte esto.

—¿Qué es? —admiró esa figurilla negra y alargada con interés.

—Un collar antimarca —lo mostró en detalle—, te protegerá de mí y de todos los demás alfas.

—Pero no lo necesito —frunció levemente el ceño—. Puedo defenderme.

—Más vale prevenir que lamentar, kufufu —repasó la mejilla del azabache con su pulgar—. Así que sé bueno y póntelo.

—Pero…

—Recuerda lo que hablamos, golondrina —elevó ese rostro y con cuidado colocó el collar—. Yo no quiero marcarte y no quiero que nadie lo haga.

—Mukuro —palpó el cuero que rodeaba su cuello y sonrió—, gracias.

—Ay… —se cubrió el rostro con su surda—, a veces creo que me amas y luego sólo pienso que soy tu juguete personal. ¡Pobre de mí! —dramatizó como en la novela que Nagi miraba en la tarde.

—¿Me amas?

—¿Y apenas te das cuenta? —sonrió— ¡Ay! Justo en mi pobre corazón alfista, kufufu.

—Mukuro… —las mejillas del azabache se colorearon un poco antes de que ladeara su cabeza—, yo… te quiero pedir algo —desvió su mirada hacia la ventana de su cuarto.

—¿Qué cosa? —se encogió de hombros—. Sabes que yo te daría el cielo si fuera necesario.

—No quiero el cielo —rio divertido antes de mirar fijamente al alfa—, sólo quiero… un poco… —dio un suspiro largo.

—¿Un poco de qué?

—Un poco de… —carraspeó— ¿mimos?

—Oh —infló su pecho un poco antes de sonreír—, si no me especificas exactamente qué quieres, yo no podré complacerte.

—Pues… —desvió su mirada— sólo…

—Necesito que me di… —y entonces sintió un beso torpe cedido por voluntad propia—. Wow… Qué atrevido te has vuelto.

—Sólo un poco —suspiró sobre los labios ajenos—, sólo un poco más de tu atención.

—¿Por qué? —rodeó la cintura del azabache antes de brindarle un beso mariposa— Si es que se puede saber.

—No lo sé —dejó que Mukuro lo besara—. Sólo… sé que lo necesito.

—Será un placer.

 

 

Pecado…

 

 

Su pierna ya no dolía, podía caminar bien, pero estaba consciente de que sus habilidades de curación rápida estaban disminuyendo en efectividad y por eso su herida aún tenía que ser tratada con cuidado. Los efectos segundarios empezaban a notarse, por eso se aguantó el regaño de Adelheid cuando ya tuvo consciencia de lo que pasaba a su alrededor, y aceptó que se había estado descuidando con respecto a su salud. Prometió retomar sus cuidados diarios, su ingesta de supresores controlada, y su actividad física diaria para mantener su sistema en forma lo más efectivamente que se pudiere con las limitaciones que tenía.

 

—Tienes una hija y debes priorizarla.

—Lo sé.

—Por eso te lo diré una sola vez —Adel suspiró—. Ten sexo marital.

—No lo haré.

—Si quieres bajar ese nivel de testosterona, lo harás.

—No lo haré.

—Uy, sí —se burló mientras terminaba de limpiar la herida de mordida del brazo de su paciente—, se nota que no se tienen ganas.

—Adel, ¡cállate!

—Tu alfa es sabio, hazle caso de vez en cuando —siguió neutral, aunque se estaba cansando de ser la buena de la historia.

—No quiero consejos de quien finge no estar interesada en el omega que tiene como aprendiz —alejó su brazo en cuanto le fue posible.

—Claro —rodó los ojos y apretó más el algodón contra la siguiente herida a tratar, la de esa pierna—, me siento tan ofendida —cambió su tono de voz a uno más agudo.

—Estás siendo infantil.

—Mira quien habla —miró a Kyoya—, quien está tan perdidamente enamorado que fue capaz de apuñalarse, antes que simplemente aguantar la respiración y subir las escaleras por las dosis de supresores para omegas.

—Estaba apenas consciente —refutó antes de gruñirle y quejarse por el dolor en su herida.

—Te he visto en peores situaciones y siempre logras alcanzar los supresores —suspiró al guardar sus cosas—. O al menos llamas a Kusakabe y te encierras en un cuarto.

 

Pelearon como dos niños durante un rato más hasta que ambos desahogaron un poquito de su rabia contenida. Se miraron con pena después, porque ambos estaban enterados de la situación del contrario. Se dieron un par de golpecitos en modo de consuelo antes de que tomaran seriedad y pactaran cuidarse como era adecuado. Y finalmente decidieron que ya no intervendrían demasiado en la vida del contrario. Porque al fin y al cabo eran adultos que podían decidir sus vidas junto con las consecuencias.

 

—Casi se me olvida.

—¿Qué pasa?

—El viejo que se cree mi actual padre —Adelheid hizo una mueca de desagrado—, me dijo que pronto te llamarán para que te presentes en sociedad con tu omega.

—¿Mencionaron a mi hija?

—La mayoría aún no sabe nada de Aiko —sonrió—. La cuidaremos hasta que podamos.

—Gracias.

—No, gracias a ti por recordarme que también podemos ser unos idiotas de vez en cuando.

 

Adelheid no dijo nada cuando vio al castaño al final del pasillo, desesperado por una autorización, y con una seña le dio luz verde como para que pasara a ese cuarto. Se quedó en el pasillo escuchando las incoherencias que ese niño decía a la par que Kyoya se disculpaba. Percibió las feromonas descontroladas de Tsuna quien se refugiaba en brazos del alfa, desesperado por un poco de contacto y consuelo… Después notó la clara felicidad de Kyoya reflejada en un suspiro largo y una leve sonrisa que apenas vio antes de retirarse.

Hace tanto que no veía esa sonrisa.

Tal vez desde su propia madre cuando hablaba del amor de su vida.

Adelheid no conoció al hermoso varón omega de ojos rojos que fue su “madre”, sólo lo vio por fotografías porque desgraciadamente pereció dándole vida su segundo hijo. Sí, era un peso que cargaba sobre sus hombros y que a veces pesaba demasiado, porque se sentía culpable de la pena de su hermano mayor y de su familia entera. Ya que después de eso fue arreglado un matrimonio sin amor y con muchas dificultades.

Pero sí recordaba la sonrisa de la imponente alfa que fue su “padre” cuando hablaba de su primer esposo, de esa felicidad tan pulcra reflejada en una sonrisa hermosa. Hubiese deseado que viviese muchos años sólo para verla sonreír, pero murió con ese dolor reflejado en la manipulación de la sociedad alfista. A veces la vida era tan cruel. Adelheid hubiese dado todo por haber crecido con su “madre” omega y su “padre” alfa, pero en vez de eso tuvo que ver a su padrastro alfista arruinar todo.

Como fuere, si podía hacer feliz a Kyoya por unos años más, lo haría. Incluso si tenía que aguantarse a ese omega idiota de cabello irracional. Pero al menos haría que valiese la pena.

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 

Que quede claro que estoy actualizando desde el trabajo porque ya tenía el capítulo desde el domingo, pero sólo hasta ahora pude terminar de corregirlo aprovechando mis descansos en el almuerzo. ¡Si no, no me iba a poder quedar en paz!

Ahora sí, Krat se devuelve a la labor.

Espero que les gustara este capítulo un poquito aburrido, porque en el siguiente se viene el desmadre del bueno, con un poco de cuerpeo. Poco a poco les iré narrando lo que pase con los demás omegas, así que no se desesperen.

Muchos besos y amor~

Krat los ama~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).