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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Los autos de vidrios polarizados recorrían las calles precisas para llegar a su destino a la hora justa, el chofer de uniforme elegante e impecable abría la puerta correspondiente, los jefes de familia salían rebosantes de un aura intimidante, vestían de traje y camisas pulcras, corbatas de colores base y sin adornos. Andar refinado, palabras casi nulas, miradas frías, pláticas básicas mientras abordaban los ascensores para llegar a la sala de juntas en ese lujoso hotel. Todo era así cada que se reunían debido a los muchos negocios que tenían en común. Estaban acostumbrados a eso.

Pero no lo era para las tres personas que habían sido instruidas en el viaje y que apenas y habían podido acomodarse dentro de esos trajes de sirvientas, cubiertos de pies a cabeza para que representaran la clara señal de pulcritud que un beta de servicio debía tener, y así estar a la altura del hotel de cinco estrellas en el que trabajarían. Tsuna, Haru y Lambo estaban acoplándose junto con los otros dos betas con quienes compartirían habitación, soportando que sus cabellos fuesen cubiertos por las pelucas casi cosidas a sus cabezas y sin creerse que su aroma fuera anulado por una pastillita blanca que ingirieron horas antes.

 

—Pon esto en la mesa —ordenó el jefe de servicio.

—Sí —Haru trastabilló un poco, pero respiró profundo antes de apurarse a acomodar las copas de agua faltantes.

—Tú tendrás que quedarte en la puerta, recibiendo a las visitas —seguía ordenando aquel beta de actitud fría—. Yo me quedaré junto a la cafetera para servirle a quien lo desee…, y ustedes —vio a los tres empleados por los cuales fue sobornado—, se quedarán en la sala adjunta cuidando de los bocadillos, que los termómetros estén siempre a la temperatura adecuada. Yo les aviso si tienen que hacer algo más.

—Sí —Lambo y Tsuna reverenciaron, poco después se les unió Haru, que por la peluca ahora era azabache, en realidad todos lo eran en ese momento.

—Nada debe interrumpir a los alfas.

 

Los asistentes fueron arribando uno a uno, colocándose en el puesto que desearan, pero dejando libe la cabecera donde se colocaría el líder de esa reunión, un alfa ya maduro que representaba a la mayor industria bancaria en el país. Todos estaban admirando a sus acompañantes, analizando a quién le harían plática, con quién querían tener relaciones de negocios y cómo trazarían su mejor estrategia. Cada uno buscando un beneficio mayor que los otros.

Entre ellos se hallaba el alfa más joven, el recién posesionado Reborn, quien dirigía la mitad de las empresas del fallecido líder Argento. Muchos lo miraban con indiscutible curiosidad, a lo que el azabache les sonreía amablemente, a veces incluso era él quien iniciaba la plática como si fuera natural en él hacerlo, sorprendiendo a todos por lo acostumbrado que parecía estar a pesar de que era la primera reunión oficial a la que asistía solo. Ni tan solo, porque parado detrás de él estaba un muchacho que vestía un traje formal blanco pegado al cuerpo, elegante y pulcro, que lo definía como omega, uno que muchos allí conocían.

No era raro que algún alfa llevase un omega a la reunión, incluso uno de los socios que llegó al último tenía una mujer rubia y de delgada figura envuelta en un kimono pomposo, quien se paró detrás del que sería su alfa. Era una forma ostentosa de creerse superior a los demás o simplemente de presumir su posesión de belleza exótica como si fuese un trofeo, mismo que podía intercambiar o simplemente negociar. Había de todo un poco en ese lugar. Nada era extraño, estaban acostumbrados, por eso iniciaron la sesión sin problemas, tratando el asunto que la cabeza de la reunión quería tratar.

Hasta que llegó el tema final y el más interesante.

 

—El nuevo socio no se ha presentado —el alfa canoso que ocupaba el único asiento de color café, el más grande y ergonómico, miró la silla vacía—, aun cuando se le envió la invitación.

—Es un atrevimiento el que no llegase.

—No por ser el heredero del difunto Kozlov debería creerse tanto como para ignorar nuestra invitación.

—No importa. Si no le interesa integrarse, pues mejor por nosotros. Tendremos a quien atacar y no se defenderá.

 

Tsuna, Lambo y Haru escuchaban aquello sintiéndose incómodos porque ellos sabían el trasfondo de esa ausencia, incluso llegaron a mirarse en un silencio cómplice. Pero se mantenían entretenidos viendo los termómetros, jugando a doblar las servilletas de tela, o simplemente quedándose fijos en aquella puerta mal cerrada que les permitía escuchar. Rodaron los ojos cuando ese grupo empezó a reírse y mofarse del ausente, pero sintieron un escalofrío cuando la voz de Reborn se levantó por sobre las demás.

 

—El heredero de Kozlov es dueño de una parte de las acciones de sus empresas —Reborn bebió de su copa de agua antes de levantar la mirada hacia todos los presentes—, no deberían burlarse de él.

—Si no se presenta significa que es una presa fácil.

—No lo es. Yo lo conozco —sonrió de lado antes de jugar con su patilla derecha—. Es un demente con ambiciones que superan su menudo cuerpecito —rio a sabiendas de que Skull, detrás suyo, tal vez deseaba golpearlo.

—Ni siquiera sabemos su nombre y hasta ahora sólo lo hemos nombrado como al anterior Kozlov.

—Yo se los puedo presentar —Reborn se irguió y acomodó en su silla antes de cruzar su pierna derecha sobre su izquierda—. El heredero Kozlov estará encantado de conocerlos.

—¿Cuándo?

—Ahora mismo —Reborn elevó su brazo derecho y abrió su palma, como si pidiera algo al omega detrás de él.

 

Todos se quedaron mirando al omega quien respiró profundo antes de mostrar la fedora que había estado sosteniendo, cediéndola delicadamente al alfa a quien resguardó hasta el momento, y luego, irguiéndose plenamente, elevó su rostro. Cuando todos lo miraron, sonrió con prepotencia, reconociendo un par de rostros entre tanto viejo asqueroso. Se giró con delicadeza y caminó con un andar seguro, firme, altivo, cosa que alguien reclamó y más porque el “atrevido” omega soltó un par de carcajadas ante el insulto. Fue peor cuando Skull se colocó frente a la silla vacía, tiró de ella, e ignorando las protestas, se sentó.

 

—Me presento —Skull elevó una de sus cejas antes de rodar su mirada por toda la mesa y sonreír—, mi nombre es Skull —elevó más su voz para sobreponerse al gruñido de un alfa y a los insultos de otros—, Skull Kozlov —con delicadeza movió los dedos de su mano derecha para alcanzar la copa de agua—. Único heredero del difunto Kozlov, sangre de sangre, descendiente de la familia de sangre puras. Su. Socio.

—¡Que se calle!

—¡Como osa!

Sal de ese lugar que no te corresponde.

—Dueño de toda esa fortuna, accionista de sus compañías —ignoró la sorpresa de todos ante su inmunidad por la voz de mando—, mente emprendedora —se rio bajito—, intento fallido, evidencia de que el tratamiento para conversión de omega a alfa…, falla —bebió el agua, sólo un sorbo—, y omega de cuna de oro.

—¡Ramera!

—Ramera también —rio bajito, sin ofenderse porque ese sobrenombre lo representó en una época pasada—, pero eso fue antes de que mi padre se arrepintiera de lo que me hizo, de lo que el consejo lo obligó a hacer, y me acunara de nuevo bajo su protección —relamió sus labios—. Sí —sonrió—, ese alfa tuvo corazón y ahora estoy aquí, frente a ustedes, mis queridos… colegas —siseó.

—No somos tus colegas.

—La ley dice otra cosa —Reborn elevó su voz—. Pues sí, es el único heredero vivo de los Kozlov y ahora dirige toda esa fortuna. Ese… —señaló a Skull con su palma abierta hacia el techo—, mis compañeros, es Skull Kozlov.

—Un omega no puede dirigir nada.

—Puede —Reborn chasqueó sus dedos y el beta sirviente le sirvió vino—. Puede perfectamente y por eso se ha sentado en el puesto que le corresponde.

—Puedo —Skull sonrió antes de guiñarle un ojo a todos — y lo estoy haciendo, queridos… infelices.

—¡Claro que no! Porque debes tener un alfa que tome posesión de tus cosas y te represente.

—No, mis amigos —el de violetas cabellos jugó con su copa de agua—. No si mi alfa tutor fue quien me autorizó para estar aquí, dirigiendo lo que es mío.

—¿Y quién sería esa maldita…?

—Oye —Reborn elevó su voz a la vez que se colocaba su fedora, porque se sentía mejor con ella en su cabeza—, no me gusta el tono de voz que usas para dirigirte a mí.

—Reborn —todos lo miraron con furia—, ¡ordena a este omega que… ¡

—Me vale un carajo lo que haga ese omega —ocultó su mirada debajo de la sombra de su fedora—. Si quiere representar su dinero, que lo haga. Si quiere casarse con un perro, que lo haga. A mí poco me importa. Yo sólo soy su tutor legal, así me designó el antiguo Kozlov, pero también se me fue aclarado que sólo sería una pantalla porque quien manejaría todo sería el propio Skull.

—Así lo quiso mi padre, así lo haré. ¡Porque él me quiso ver brillar! —se estaba riendo de eso, y esperaba que su estúpido padre se estuviera revocando en su tumba—. Porque mi amado padre quiso que yo, su único hijo, sea poderoso. El confiaba en mí y yo no lo defraudaré.

—Puta de burdel —acusó uno de los más viejos—, ¡¿cómo osas siquiera mirarnos de frente?! Tú, que ni siquiera nos llegas a los pies, infeliz, repudiable omega fallido.

—Oh, que raro —Skull ni se inmutó y bebió agua para aliviar su sed—, me lo dice el imbécil que pagó por mí para una noche, pero que me secuestró por tres días, y todavía se atrevió a incumplir con el pago a mi mal llamado jefe, aprovechándose de su estatus.

¡Cállate!

—¿Mencioné que yo sólo tenía catorce en ese entonces? —miró al susodicho y sonrió—. ¿Y me dices que yo soy repudiable? —bufó suavemente—. No sé ustedes, queridos colegas, pero el que me da asco es él —le apuntó con su copa vacía—. A menos que ustedes sean de esa calaña… —recorrió a todos con la mirada, como si atravesara sus almas y se enterara de cada uno de sus pecados—. Tal vez debería informarme mejor…, de las fuentes que no me faltan.

—Deberías hacerlo —rio Reborn con esa voz grave—, podríamos descubrir cosas interesantes.

—¡Ya basta!

—Concuerdo contigo —Skull miró al alfa cabeza de esa reunión—, mejor, ¿por qué no nos centrarnos en los negocios que nos conciernen? … Como el último tema a tratar —sonrió—, la designación del presidente de nuestra tan voluptuosa compañía, de la que —sacó un papel—. Oh, Kozlov es dueño del treinta por ciento.

—No vas a…

—Voto por Aria Argento —Skull elevó su mano derecha y todos lo entendieron.

—Acepto la candidatura y la apoyo —Reborn sonrió antes de levantar su mano—. Tengo el veinte por ciento, así que… somos la mitad de la compañía.

—¿Alguien más? —preguntó Skull.

 

Tres personas más, inversionistas de rango, pero sin tanto poder, fueron levantando su mano porque no tenían opción. Porque ir en contra de los Argento y los Kozlov sería una estupidez. Porque si tanto poder estaba concentrado en esos dos…, los demás no tenían siquiera oportunidad. Y si bien Aria no estaba ahí, pues pidió una disculpa por su inasistencia dejándole su parte de las acciones a Reborn para ser representadas, ella sería informada y tomaría el rol que le correspondiera como alfa heredera.

El primer paso estaba dado.

Lambo en su lugar reía bajito, moviendo su cabeza de un lado a otro, orgulloso de su maestro, de la fortaleza mostrada y esa altivez que incluso se reflejaba en esa voz orgullosa. Haru temblaba porque estaba afectada por esas voces de mando, mantenía su mirada gacha, temerosa de lo que podría suceder si es que ella hiciera algo así, cosa que seguramente pasaría y que a Gokudera no le gustaría, seguramente. Y finalmente estaba Tsuna, quien apretaba los dientes pues estaba asustado, pero también estaba feliz porque vio como un omega había saltado del final de la pirámide y se había posicionado a la par de esos alfas.

Con ayuda y bajo apoyo de Reborn, Skull había ascendido.

Los resultados eran los que importaban.

Valió la pena. Aprendió que sí se podía. Que un omega podía. Que valía.

 

 

Quien te ama…

 

 

Había demorado más de lo esperado porque la reunión no sólo se dio en un distrito alejado a tres horas, sino porque tuvo que esperar a que todos esos alfas abandonaran el hotel después de pelear o discutir sobre el papel de Skull como socio, ya que mal o bien jamás lo terminaron por reconocer como a un igual, eso a pesar de que no tenían otra opción debido a la decisión de Reborn de dejar a su representado con la libertad de hacer lo que se le diera la gana. Sí, fue divertido verlos pelear y bajar la cabeza al final, pero se le hizo demasiado tarde.

Muy, muy tarde.

Había desaparecido desde antes de mediodía, ¡joder!

No se preocupaba por Aiko porque su madre prometió cuidarla y seguramente su nena ya estaba dormida y calientita. Pero dejar a Hibari solo, no podría perdonárselo. No cuando estaba tan delicado y necesitaba de él. Por eso corría entre las calles, en busca de un taxi, pues lo dejaron algo alejado de su destino —obviamente para no levantar sospechas—. Su desesperación crecía cada vez más porque el reloj no se detenía y la hora once ya se estaba acabando para dar paso a la medianoche.

 

—Llegaré, lo voy a hacer —se dijo.

 

Esperaba al menos llegar cuando Hibari se hubiese dormido porque de esa forma podría alegar que llegó antes de lo que en realidad llegó, pero en el fondo sabía que Kyoya lo estaría esperando, preocupado porque no le contestó las llamadas. Había olvidado que apagó el teléfono al iniciar con su viaje con Lambo, por eso no sabía que había pasado en esas largas horas, y peor siendo que olvidó encender el aparato cuando ya iba de vuelta a Namimori. Apenas y lo fue prendiendo cuando tomó el taxi. ¡Era un despistado de peso!

Respiró profundo cuando ingresó a la clínica, saludó apenas a la enfermera recepcionista y se obligó a caminar rápido por los pasillos sin hacer ruido, buscando la habitación que ocupaba Hibari, intentando calmar su respiración agitada por correr del taxi y subir las escaleras. Tenía que verse descansado y asegurarse de que ya no llevaba maquillaje o rastros de esa estúpida peluca. No debía dar ni una sola pista de en dónde estuvo, por eso se tomó un tiempo antes de acercarse a esa puerta y a esa habitación.

 

—No vendrá —Tsuna escuchó esa voz y se dio cuenta de que la luz del cuarto estaba encendida, y no solo eso, sino que la puerta estaba entreabierta y por eso podía escuchar a esa mujer—, el muy idiota no llegará.

—Tal vez tuvo un contratiempo —la voz de Hibari sonaba más grave de lo normal, tal vez algo rasposa.

—Tal vez se quedó dormido —Tsuna abrió los ojos cuando reconoció esa segunda voz femenina. ¿Qué hacía ahí I-pin?

—Puedo llamarlo de nuevo —esa fue Nagi Rokudo. ¿Por qué esa mujer estaba en el cuarto de su esposo?

—Debe tener sus razones —Hibari tosió levemente y se escucharon algunos ruidos—, además, ha pasado conmigo durante días… Debió estar cansado.

—Tu querido esposo debería estar aquí —bufó Adelheid—, es su deber, debe cuidarte.

—No es su deber.

—Es una norma moral de quien convive con alguien más —gruñó por lo bajo—. Pero ya no quiero hablar de él. No es el tema a tratar.

 

Tsuna quiso entrar en esa habitación, hacerse presente, decirle a Hibari que se quedó dormido con el celular sin batería, inventarse cualquier cosa para justificar su ausencia, pero no quería hacerlo frente a esas tres personas; tal vez frente a I-pin sí, pero de las dos alfas jamás. Porque no le agradaban, las odiaba, porque esas dos formaban parte de la vida de Kyoya de una forma especial.

No quería verlas, pero quería ver a Hibari. 

No sabía qué hacer, mucho menos cuando esas tres rieron y siguieron conversando sobre la salida del día siguiente del “enfermo”. Pero ya iba a ser medianoche y necesitaba estar junto a Kyoya.

 

—Creo que podemos empezar entonces.

—Saben que no me gusta esto.

—Sí, sí — I-pin y Nagi rieron ante la burla de Adel—, no te gustan las reuniones y menos en tu cumpleaños.

 

Tsuna se quedó de piedra, con los labios separados levemente, intentando procesar esas palabras a la vez que buscaba su celular para poder verificar la fecha y la hora. Siguió escuchando una especie de discusión mientras él cubría su boca porque era verdad, era cinco de mayo… y los segundos decían que la media noche acababa de llegar, transformando ese cinco en un seis.

Llegó tarde. No alcanzó a estar ahí el cinco de mayo. Olvidó por completo la fecha… Olvidó la festividad que se daba en ese mes.

 

—Todos sabemos que odias las celebraciones —sonrió Adel—, pero es tu cumpleaños.

—Primero la piña loca con sus mensajes llenos de emoticones —bufó Kyoya quien se sentó con ayuda de Nagi—, después mi padre, Kusakabe, tus empleados, los míos, uno por uno actuando como herbívoros.

—No me gustan los regalos, ni las fiestas, ni nada —se burló Adelheid intentando imitar el tono de Kyoya, mientras encendía la vela del pequeño pastel que tenía en la mesita.

—Queremos celebrarlo —sonrió I-pin—, porque es una fecha especial, Kyo-kun.

—Y es el final del día, así que no hay más gente ni ruidos fuertes —sonrió Nagi con las mejillas rojas mientras mostraba una pequeña funda colorida que contenía su regalo.

—Deja que las tres mujeres que más te aman en este mundo —Adelheid soltó una risita al acercar el pastel hacia el festejado y dejar que las otras dos se acercaran a la camilla—, festejemos tu estúpido cumpleaños número treinta.

—El más especial —sonrió Nagi.

—Aunque no creí verte en una cama de hospital —rio I-pin—, tampoco creí que me perdonarías, pero ya ves que la vida nos sorprende.

—Ya basta de penas, señoritas —Adelheid suspiró antes de mirar al azabache.

—Feliz cumpleaños, Hi-chan/Kyo-kun/Hibari-sama —corearon en conjunto.

 

Una a una empezó a aplaudir, incluso Adelheid cedió el pastel para que Kyoya lo dejara sobre sus piernas y empezó a cantar. Entre risas, todas le dedicaban esa rima en un tono moderado como para que fuera del agrado del alfa gruñón que aún tenía colocado algunos electrodos para monitorear su ritmo cardiaco.

Aplaudieron felices al final de la melodía, festejaron el que Kyoya soplara la vela, se turnaron para abrazar al festejado, cedieron regalos siendo estos un libro, un pequeño adorno de mesa en forma de pajarito y un reloj de bolsillo. Se burlaron de la situación, comieron un pequeño pedazo de la torta y finalmente se quedaron platicando con tranquilidad. Porque eran las tres mujeres más cercanas al alfa, cada una con una historia y una relación fuerte con el mismo, todas deseándole bienestar y tranquilidad. Cada una intentado que Kyoya dejase de mirar la puerta con falsas esperanzas de que alguien más llegara.

 

—Tal vez tienes razón —sonrió I-pin—, tal vez… tuvo un inconveniente.

—Él vendrá —afirmó Kyoya mientras dejaba sus regalos en la mesa de noche.

—Sí —suspiró Nagi, ocultando su decepción hacia aquel omega ingrato.

—Si yo llegué, él también —bromeó I-pin—. Tú tranquilo.

 

Pero se equivocaban, porque aquel castaño se fue apenas ellas iniciaron con los aplausos y la canción de cumpleaños. Tsuna se sintió tan mal que simplemente no pudo soportarlo y se alejó a paso lento, cubriendo su boca con sus manos, y agradeciendo a esa pastilla que aún ocultaba su olor porque de esa forma las alfas no lo notaron. Sollozando y sintiéndose la peor basura del mundo por haber olvidado ese día tan importante.

Se alejó porque no merecía estar ahí.

Lo peor era que no sabía qué hacer, cómo reparar su error, cómo volvería a ver a Hibari para pedirle perdón por olvidar su cumpleaños.

Tal vez… no debió ir a esa reunión con esos alfas.

Pero tal vez sí debió ir y matar las ilusiones del alfa que era su esposo.

Estaba confundido.

No sabía qué hacer.

 

 

Recompensa…

 

 

Estaba tan feliz mientras veía la segunda llave de su collar antimarca entre sus manos, misma que apenas se la había dado cuando Xanxus pasó por toda la engorrosa situación de asumir su herencia. Squalo no podía dejar de sonreír mientras recorría el camino a su habitación, ni siquiera le molestó que aquellos imbéciles lo llamaran con el estúpido apodo que le pusieron, los ignoró a todos mientras jugaba con ese cuadradito brillante entre sus dedos.

Porque con eso ya estaba por completo libre.

Era dueño de su propia vida y destino.

 

—Lo logré.

 

Esa maldita llave que abría su collar anti-marca estaba en sus manos, en su poder, y la iba a destruir. Porque no quería que el maldito collar se quitara, lo dejaría ahí como había hecho desde que se lo colocaron. No le importaba si su cuello resentía de vez en cuando debido al roce de la piel o del sudor natural del cuerpo ante el calor. Le valía una mierda, porque ese collar era la única cosa que lo diferenciaba de todos los demás omegas.

 

«Guarda una llave. Tal vez algún día la necesites.»

 

Se detuvo cuando esa maldita vocecita resonó en su cabeza, apretó los dientes, gruñó enfurecido y después en su mente apareció la maldita sonrisa despreocupada del maldito contacto que tenía en las afueras de Varia. Maldito fuera ese estúpido beta, él y toda la porquería que representaba una casta que no conocía el dolor de un omega. La siguiente vez que lo viera lo iba a mandar al demonio y lo golpearía.

Pero por ahora sólo iría a su cuarto, se daría un maldito baño y dormiría.

 

—El jefe quiere hablar contigo.

—Pues que se joda —miró mal a quien tocó su puerta y lo despertó en esa mañana.

—Es importante —Viper parecía más serio de lo normal.

—Bien —bufó—. En cinco minutos estoy en su oficina.

 

Entre bostezos se arregló como pudo, se aseguró que su collar estuviera bien colocado y guardó su pequeña llave —que aún no destruía porque quería disfrutarlo—. Tomó su espada corta guardándolo en el estuche atado a su pierna y después sólo salió de ahí tras asegurar la puerta de su habitación. No sabía qué carajos quería el idiota de su jefe, pero esperaba fuera bueno porque de no ser así… le tiraría encima su muy costosa botella de vino.

 

—Nos iremos en un mes.

—¿A dónde? —miró extrañado a su jefe, quien por primera vez se veía serio, incluso estaba vistiendo un traje fino con corbata y todo—. ¿Y por qué?

—Ya nada me ata aquí —sonrió al espejo que lo retrataba mientras recogía su cabello—, Ricardo tomará riendas de las empresas, de todas.

—¿Y tú qué?

—Ya me dio dinero a cambio, libertad también —Xanxus se volteó hacia su subordinado—. Y ya podemos largarnos.

—Pensé que el romance que tenías con Ricardo seguía en pie y era estable.

—¡Ja! —ni siquiera discutió, gritó o reclamó; fue raro—. Lo que tenía con ese bastardo se acabó, así como toda relación sanguínea que teníamos hasta ahora.

—Me vas a decir que ¿vas a dejarlo? —no rio, porque ambos hablaban en serio—. ¿Así, nada más? Después de todos los esfuerzos por mantener estable su… no sé qué —estaba muy confundido—. Y hasta… Yo creí que ustedes dos se amaban de cierta forma extraña.

—Basura —Xanxus se burló y sonrió de lado—, joder con alguien como Ricardo tenía una razón… y eso ya se acabó ahora que cada uno tiene vía libre de seguir con su vida.

—Bien, esto es raro —Squalo se rascó la cabeza—. Entonces nos vamos, ya lo entendí, pero…

—Ahora… Ricardo es un enemigo más —se acercó al albino—, y si tenemos que matarlo para abrirnos paso en el bajo mundo, lo haremos.

—Bien —no era como si le molestase—, pero ¿por qué me estás incluyendo en tus planes como si yo fuera el único que te acompañará?

—Es porque lo harás —sujetó el rostro del albino con una de sus manos, apretándole las mejillas—, sólo tú irás conmigo a nuestro primer destino, escoria.

—Momento —trató de hablar con claridad porque no podía alejar esa mano de su cara—, ¿y los demás? —siseó.

—Te has ganado mi confianza, maldito tiburón —rio a carcajadas antes de apretar con mayor firmeza ese rostro y después dejarlo—. Así que contigo construiré el camino de mi imperio en las sombras.

—¿Y Levi? ¿Crees que lo va a aceptar así nada más? —bufó porque ya se imaginaba el drama que tendría que soportar—. ¡Es tu maldito perro faldero!

—No lo necesito por ahora —se terminó de acomodar los botones de su chaqueta—. Ellos tienen otras tareas que terminar aquí antes de que nos alcancen.

—¿Y a dónde iremos?

—Empezaremos por Italia, porque tengo un cliente ahí —Xanxus sonrió—. Ambos cumpliremos el primer encargo y buscaremos establecernos.

—¿Me estás confiando tu espalda? —estaba sorprendido.

—Siéntete privilegiado, tiburón.

—¿Es en serio?

—Tu lealtad hacia mí fue probada en muchas ocasiones. Me brindaste tu vida a cambio de muy poco, no ambicionas más que tu propia diversión y libertad —repasó sus dedos por el cabello albino—. Te pareces a mí hasta cierto punto.

—¿No te molesta que sea omega? —arqueó una ceja.

—Me da igual esa porquería de las castas —rio antes de alejar su mano—, e incluso si lo tomase en cuenta… Tú —le señaló—, has hecho mucho más que los alfas que están a tu par. Incluso te atreviste a matar a un miembro antiguo del consejo alfista, tuviste los huevos para traerme parte de su piel como evidencia, cumpliste con la condición para obtener la llave de tu collar… y sigues aquí. Estás vivo.

—Digamos que me caes bien y que eres interesante, jefe bastardo —sonrió ampliamente, mostrando sus dientes blanquecinos.

—Bien, tiburón —le golpeó la frente—. Tú y yo haremos grandes cosas.

—Pero ¿en serio no te llevarás a los demás?

—Cuando los requiera, los llamaré…, pero por ahora los dos somos suficientes.

—Aclaremos algo —Squalo lo miró con seriedad—. No voy a fingir ser tu maldito esposo o algo así. No lo seré tampoco y no tomaré el rol de Ricardo en tu vida.

—Como si se me antojara —hizo una mueca de desagrado—. No me interesan los omegas. Son seres… extraños que no quiero conocer.

—Por eso me agradas más —Squalo sonrió ampliamente—. Bueno, ¿preparo mis maletas o vamos ligeros?

—Sólo toma lo básico, lo demás lo compraremos allá.

—¿Dinero?

—Cuentas en el extranjero.

—Qué bueno que tengo la mía también.

—Tiburón precavido vale por dos.

—Un jefe idiota vale por mil —rio a carcajadas—. Y supongo, por tu apariencia, que vamos a salir. Así que te veo en la puerta, jefe bastardo.

—En diez minutos.

—Que sean quince.

—Despídete de todos aquí porque tal vez no regresemos.

—Bien —suspiró—. Tengo que despedirme de una sola persona.

—¿Tu amante?

—Mi madre —cerró la puerta.

 

Y si bien no era exactamente de su madre de quien se iba a despedir, tenía que hacerlo, no por nada el idiota ese lo ayudó desde hace tiempo. Al menos le diría que desde ese punto perderían contacto. Y también debía ver a todos los otros idiotas que lo ayudaron a seguir con vida hasta ahora. Iba a ser divertido.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Bueno… actualizo porque me picaban los dedos y no tenía nada que hacer en esta tarde calurosa.

Espero les haya gustado

Krat se despide porque entrará en hiatus indefinido hasta que tenga más capítulos de borrador.

Ah, no se crean.

Seguro que ya me pongo a escribir. XDDDD

Los ama~

Krat.


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