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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Hibari dejó que Tsuna respondiera todas las preguntas del médico, se aseguró de que fueran las normales para el cuidado de un omega con embarazo múltiple, tuvo que guardarse algún comentario porque todo concordaba con lo que él investigó y preguntó por cuenta propia. Captó los detalles que deseaba saber cómo los antojos que podrían ser complacidos, medicamentos y suplementos que estaba tomando Tsunayoshi, las recomendaciones. Fue una cita médica muy normal, lo aceptaba, pero aun así se sentía incómodo.

Mientras se seguían con los procedimientos, el alfa tuvo que acariciar la cabecita de su hija quien no dejaba de estar inquieta por el consultorio sin adornos y con aroma a medicamentos, incluso le tarareó en susurros contra el oído para calmarla. Aiko siempre fue muy intuitiva, así que fue complicado relajarla, pero lo logró. Finalmente se quedó sentado, admirando cómo Tsuna se subía la camiseta amplia para que el gel fuera colocado y la ecografía empezara. No mostró expresión más que una sonrisa al ver las imágenes difusas que representaban a sus tres hijos, pero retomó la seriedad cuando el proceso terminó.

Guardó compostura mientras recibía las indicaciones que él ya sabía —porque platicó con Ryohei y el personal de la clínica—, y se despidió con una mirada de advertencia que el médico captó.

 

—¿Cómo llegaste aquí? —No pudo quedarse callado, lanzó la pregunta cuando sentó a Tsunayoshi en la parte trasera del auto junto con Aiko.

—Un día… colapsé por estrés o algo así —dijo mientras se acomodaba para que su vientre no molestara en su posición—, y llegue aquí. Solo pude pensar en este sitio cuando tuve que empezar con mis revisiones.

—Ya veo.

 

Fue entonces que Kyoya entendió cómo sucedieron las cosas y armó una teoría que podía ser cierta o no, pero decidió olvidarla rápidamente ya que no podía hacer nada más en ese punto. Aun así, había algo que sí podía modificar. Porque sentía que ese sitio podía ser una amenaza para su familia y obviamente iba a evitarlo.

 

—Quiero que te revisen en la clínica a partir de ahora —sujetó la mano de Tsuna, lo miró a los ojos.

—Yo sé que confía mucho en ellos —suspiró—, pero me sentiría incómodo volviendo a ese lugar.

—Yo te aseguro que nadie más te mirará con reproche.

—Aun así...

—Por favor —entrelazó sus dedos con los del castaño—, es lo único que te pido.

—Está bien, Hibari-san —sonrió—. No puedo negarle al menos eso.

—Gracias —se acercó para besar los labios del castaño—. Te amo.

—Yo tambén —rio la pequeña que se paró en el asiento para besar al castaño.

—Y yo a ustedes —besó la carita de su hija, se sonrojó, pero dejó que Kyoya se alejara para que pudieran empezar el retorno a su hogar—, ahora te pondré el cinturón de seguridad.

—Ta ben —se sentó rápidamente en su lugar.

 

No confiaba en nadie más que en Ryohei y el personal de la clínica, y no negociaría eso, porque ya había pasado por mucho en su vida como para saber cuál era el bando correcto. Era mucho más grave en ese punto, porque estaba protegiendo a sus cachorros de cualquier estupidez que estuvieran planificando en su contra, porque esa falta de ataques a su familia no le estaba dando buena espina. Aun así, intentó calmarse lo suficiente para que Tsuna no sospechara de sus pensamientos o precauciones, no quería alterarlo ni un poco. Él enfrentaría las sombras de la clase alfista en silencio, como había hecho durante toda su vida, porque la fortaleza ganada en esos años no se perdió. Él era uno de los desertores de esa estructura, y lo seguiría siendo hasta la muerte.

 

—No pude hacer que cambiara de opinión con respecto al hospital —Nagi bajó la cabeza—, lo siento mucho.

—No importa.

—Pero jamás lo dejé ir solo —apretó la pulsera que adornaba su muñeca derecha—, siempre me presentaba con él e incluso llevaba a Ken o Chikusa conmigo. Fuimos precavidos.

—Te lo agradezco —le regaló un pequeño asentimiento con su cabeza.

—Yo solo pensaba en su bien —sonrió—. Yo quiero seguir ayudándolo como siempre hizo mi hermano.

—¿Has enfrentado un peligro más mientras yo no estaba?

—Nada grave —suspiró—, solo algunas amenazas al territorio.

—¿Quién fue?

—Ricardo —se mordió el labio—, pero entendió que Namimori le pertenece a usted y a mi hermano.

—Ya veo.

 

Dejó de lado el asunto cuando repitió la revisión rutinaria en la clínica, bajo la supervisión de las personas en las que confiaba, donde se podía sentir cómodo y relajado al saber que Ryohei ya había preparado todo desde que se enteró de su llegada al país. Todo se encaminó correctamente a partir de ahí, y aunque debía tener muchas precauciones debido a un embarazo múltiple, estaba bien dispuesto a cargar con todos los detalles hasta que Tsuna se internara para el parto.

 

—Debo aceptar que se me hace extraño no ver a Adelheid-san por aquí.

 

Tsuna se hallaba sentado junto a Kyoya en el pasillo, tomando un pequeño descanso mientras imprimían la ecografía, tomados de las manos, tranquilamente admirando el leve ajetreo de la clínica que se había extendido unos tres pisos hacia arriba. El castaño aceptaba que todo fue muy agradable ahí, incluso pudo sentir el confort de su alfa durante todo el proceso, porque Kyoya ya no estuvo tenso y no le soltó la mano ni cuando escucharon los latidos de los pequeños. Fue algo que siempre quiso experimentar, la confianza de no hallarse solo, el tener una familia amorosa.

 

—Aunque no me agradaba del todo, la clínica era de ella. Todo tenía esa aura confiable e intimidante cuando Adelheid-san estaba aquí.

—Ryohei la reemplaza de forma casi exacta —comentó—, pero él es más…

—Animado —Tsuna rio bajito al recordar que a veces el albino gritaba o elevaba mucho su voz.

—Cada uno va dejando su esencia, pero en el fondo, todo es igual.

—No la extraño —fue sincero—, pero también desearía que volviese porque Enma la extraña mucho.

—Ella regresará algún día —el azabache besó la mano del castaño—, cuando se vuelva estorbo en vez de adorno.

—Eso… es muy cruel.

—Lo sé —miró el pasillo—, pero así son las cosas.

—Yo cambiaré eso, Hibari-san… Nadie tendrá que pasar por eso de nuevo.

—Sé que lo harás —se acercó para besar la sien de Tsuna y suspiró—, confío en ti.

—¡Ya tengo la foto de sus bebés! —sonrió la doctora que los ayudaba en esa ocasión—. Dos copias por si acaso. Sé que es importante para ustedes.

—Lo es —Tsuna las tomó con rapidez, admirándolas un momento antes de pegarlas a su pecho y sonreír—. Son muy importantes.

 

Hibari Kyoya pudo centrarse más en el cuidado del castaño desde entonces, porque estaba seguro de que ya no había peligros latentes y que tenía aliados confiables que lo ayudarían a mantener su paz y la de su familia. Podía centrarse en dar y recibir el amor que siempre le pareció un cuento absurdo e inalcanzable.

Tomaba la mano de Tsuna cada mañana, lo despertaba con un beso o una caricia, se arrodillaba frente a él para ayudarlo con las pantuflas, caminaba a su lado para guiarlo al baño, y solo ahí lo dejaba solo porque el omega siempre se quejaba del exceso de atención sobre él. Sonreía al ver a Aiko ayudar también, siempre pendiente de estar junto a Tsuna cuando éste se trasladaba de cuarto en cuarto, siendo quien más hablaba con los bebés y les describía los dibujos de la decena de libros que ella adoraba.

Hibari no tenía duda de que Aiko no sufriría demasiado cuando los bebés llegaran a casa, porque estaba emocionada con ser la hermana mayor, y no se sentiría tan desplazada. Aun así, le ponía la atención que siempre le dio, pendiente de ella a cada minuto, explicándole el significado de ser la mayor de tres hermanos y las consecuencias de la llegada de los bebés.

 

—Papi dice que la zanhoria e bena —señalaba la verdura que el castaño evitaba—. Come, come la zanhoria.

—Ya veo —Tsuna obedecía a regañadientes, entre suspiros, llevándose lentamente la cuchara a la boca.

—¿Dico? —sonreía Aiko mirando fijamente al castaño.

—Sí —le acariciaba la mejilla y se metía a la boca el resto de las zanahorias. Era mejor terminárselas de una sola vez.

—Aiko tambén come —decía la pequeña mientras se metía la cuchara a la boca.

—Ella no te dejará sobrar verduras —Kyoya sonrió de lado, orgulloso de su hija.

—Ya lo noté —rio nervioso.

—Es por tu bien.

—Lo sé —Tsuna bebió agua para menguar el sabor—, pero…

—Y la recompensa.

—¡Sí! —Aiko elevaba sus manos.

 

Aiko se bajaba con velocidad de su silla y se trepaba a los brazos del azabache, para que éste la acercara a la cara del castaño y así poder besarle la mejilla, y no era la única, porque Kyoya depositaba un suave beso en los labios de Tsuna, escuchando la risita del mismo quien los acusaba de tramposos y chantajistas. Padre e hija tenían sus métodos para controlar al castaño, siendo cómplices silentes en las horas en las que Tsuna se quedaba dormido, planificando lo que harían para ayudar a la salud del castaño.

Kyoya solía bañar a su hija en las tardes, la alistaba temprano y la hacía dormir tras leerle un cuento, a veces Tsuna lo miraba desde la puerta, a veces se unía a ellos, en otras ocasiones le ganaba el cansancio y era el castaño quien se dormía primero. De cualquier forma, la rutina estaba instaurada. Como Aiko tenía su habitación en el segundo piso, Kyoya insistía en tomar la mano del castaño para subir o bajar, sin opción a reclamo porque quería prevenir cualquier incidente. Eso ya que Tsuna se negó a ser cargado como princesa porque —según él— pesaba una tonelada.

En la noche Tsuna aceptaba que gustaba de ser el poseedor de toda la atención del azabache, y aunque fue raro al inicio, dejó de serlo por la comodidad que representaba tener el aroma de su alfa impregnado a su alrededor. Le gustaba de esa forma y sus hijos se calmaban también, había veces que incluso dejaban de moverse y patalear cuando Kyoya les hablaba. Era mejor si podía acomodarse entre los brazos del azabache, sentir las caricias sutiles en su vientre dadas por esas grandes manos, o siendo quien recibía numerosos besos en sus mejillas o labios en la complicidad del silencio.

 

—No sabe cómo extrañé esto —susurró un poco adormilado, posando su mejilla en el pecho de Kyoya.

—Lamento haberme ido sin avisar.

—Estaba en su derecho —murmuró antes de suspirar.

—No volveré a irme —besó la frente de Tsuna.

—Hibari-san —se aferró a la mano ajena con temor y abrió sus ojos—, tengo algo que decirle —de pronto, el sueño se le quitó.

—¿Qué es?

—Que… Es que —suspiró—. Que estoy enamorado de usted —murmuró suavecito, encogiéndose un poco, temiendo que aquellos brazos se alejaran de su cuerpo, cerrando los ojos con fuerza—. Yo…. —sus labios temblaron—. Yo te amo, Kyoya.

 

Los opacó un silencio tenso e incómodo, donde ninguno de los dos se movió, donde solo sus respiraciones se escuchaban. Tsuna supuso que así debió ser, y todo era su culpa, estaba consciente de eso.

Cuántas veces había imaginado aquel momento, tenido pesadillas donde Kyoya se alejaba para siempre y lo despreciaba al romper su lazo, cuánto dolor acunado por las decenas de posibilidades, y estaba reviviendo todo eso en ese preciso momento. Rogaba porque su alfa dijera algo, lo que fuera, para terminar con su tortura.

 

—Yo… te amo —repitió con los labios temblorosos.

—Yo también —susurró antes de besar la frente de Tsuna, ignorando el leve dolor que se instaló en su pecho.

—Sé que usted no me cree —murmuró entre lágrimas, sujetándose temblorosamente de la mano derecha de Hibari—, lo sé muy bien.

—Yo creería todo lo que me dijeras, Tsuna.

—Tiene que creerme —se mordió el labio.

—Lo hago —Kyoya cerró sus ojos y posó su quijada por sobre la cabeza de Tsuna—, lo hago.

—Sé que no es así… porque ahora estamos enlazados.

—Yo te creo.

—Y sé que debí decirlo antes de que formáramos el vínculo —sollozó—, debí hacerlo para que me creyera por completo —se estaba ahogando en remordimientos, pero ya no podía seguir aplazando esa charla.

—¿Desde cuándo? —se atrevió a preguntar.

—Desde hace mucho —se limpió las lágrimas con su manga—, no sé exactamente desde cuando…, pero fue antes del lazo.

—No llores —se meció suavemente y atrajo un poco más cerca el cuerpo de Tsuna—, ya no llores.

—Lamento no haberlo dicho antes —hipó—, pero estaba asustado.

—¿Yo te asustaba?

—Me asustaba todo… —confesó—. Me asustaba hacerle daño, me asustaba arruinarlo todo, me asustaba la posibilidad de que me abandonara, me asusta pensar en que me alejaré de usted, me asusta el juego donde acepté ingresar.

—Yo te cuidaré siempre —dejó que su aroma se incrementara, intentaba calmar a su omega—, así que ya no tengas miedo.

—Debí decirlo antes —se sostuvo del pecho ajeno—, para que así usted no dudara, para que me creyera… Lo siento… Lo siento mucho.

 

En parte Tsuna tenía razón, porque Kyoya siempre esperó el ser correspondido sin influencia del lazo, ansió escuchar aquellas palabras cuando nada ataba permanentemente al castaño con él. Porque siempre esperó ser parte de un amor real, sincero, puro.

Pero ya no había caso, ya no importaba.

Estaban vinculados de muchas formas, por sus hijos sanguíneos, por su hija adoptiva, por las miradas y los encuentros que tuvieron en la soledad de esa casa, por los besos y miradas, por su lazo alfa-omega, por la lucha que auspiciaban…, por todo.

 

 

Intacto…

 

 

—¿Qué harás cuando llegue el momento? —Skull miraba directamente a esos ojos azules en medio de la noche.

—¿Me has interceptado solo para preguntarme eso? —elevó una de sus cejas.

—Quiero saber.

—Haré lo que tenga que hacer.

—Sinceramente esperaba una respuesta más dramática —rio bajito—. Tal vez si platicamos más puedas…

—Tengo que patrullar —se dio media vuelta.

—No hay problema —ondeó su mano—, te acompaño.

 

Una cosa que debían saber de los omegas, de cualquiera en realidad, era que, aunque sea una vez en su vida, desearon de todo corazón tener una familia propia, una pareja amable, una relación estable, hijos criados con amor y un final feliz. Lamentablemente, la vida le enseña a cada uno que ese cuento de hadas que los motivó, era solo un sueño que muy difícilmente se podría volver realidad. Muchos terminaban enfrascados en un matrimonio forzado y sin amor, cuidando de sus hijos con el temor de que un día se les fueran arrebatados o lastimados, intentando sonreír y fingir que todo estaba bien.

Eso dolía.

Les dolió a las esposas omegas de los alfas que ocupaban los más altos cargos en esa sociedad retorcida, y le sucedió a los omegas masculinos que fueron ocultos porque eran solo las concubinas o los amantes en una época donde ellos eran la deshonra de la sociedad. Siguió ocurriendo cuando los omegas de cualquier género se volvieron el trofeo a adquirir por los más grandes líderes, y siguió doliendo cuando —a nivel mundial— se exigía mejores tratos para las personas condenadas por su casta “inferior”. Pero muchos querían que sus sucesores jamás volvieran a pasar por eso, y por eso luchaban, por eso vivían y tenían esperanzas.

 

—Mi abuelita era un omega masculino —relató Yuni quien ayudaba al nuevo huésped del harem a cambiarle el pañal al bebito de cabellos negros—, muy hermoso, de piel clarita como la de tío Reborn.

—Pensé que era una mujer —I-pin acarició delicadamente la pancita de su bebé cuando terminó con su tarea.

—No lo era —sonrió ante la mirada ébano del bebito—. Mi abuelita era un chico…, pero era uno muy hermoso que usaba kimonos llenos de adornos, así que muchas veces lo confundían con una mujer. Su cabello era largo, sus ojos brillaban, sus labios eran rojos —contaba con entusiasmo.

—¿Lo conociste? —sonrió antes de sentar a su hijo y cederle algo que morder.

—No —suspiró—, aunque hubiese deseado hacerlo —sujetó las manitos del pequeño que se hallaba entretenido mordisqueando una galleta—. Mamá dice que era un cantante excepcional.

—A veces creo que… los omegas mueren muy jóvenes —I-pin miró a su bebé sonreír y le sonrió de vuelta, limpiándole la mejilla llena de miguitas.

—Hay una razón para eso —Yuni se puso seria de repente, apretando los labios, cerrando sus ojos—, y es algo triste.

—¿Qué es?

—No le digas a nadie —I-pin asintió—, un día escuché a mi madre hablar con mis tíos. No quise escucharlo…, pero sucedió.

—Tranquila, no te regañaré —sonrió acariciándole los cabellos.

—Ellos hablaban de la muerte de alguien, de un omega, uno ajeno a la familia —jugó con el pantalón de Shin y suspiró—. Ellos dijeron que los tratamientos a los que son impuestos son muy duros, tienen consecuencias, que no pueden soportar la carga de gestar solo a alfas, que sufren por un dominante estúpido y ambicioso —le dio el pantalón a I-pin para que ella se lo colocara al pequeño—. Ellos dijeron que un omega de la clase alfista muere joven, porque enferma…, porque no puede con tanto dolor.

 

Ambas se quedaron en silencio, sin mirarse, enfocadas en las muecas y balbuceos del pequeño Shin que cursaba casi sus once meses, siguiendo la tarea de vestir por completo al pelinegro antes de dejarlo en el suelo para que gateara o jugara con todos los juguetes dispuestos para él. No podían argumentar nada porque ambas eran omegas ligadas a la sociedad alfista, por lo cual, aquella verdad que se compartieron, sería de alguna forma el futuro que deberían cursar.

 

—No —I-pin cerró sus ojos unos segundos antes de voltear hacia Yuni —, tú no pasarás por eso —le sonrió.

—Pero…

—Nadie te ama más que tu madre y tu actual padre —le acarició la cabeza y la abrazó—, además, eres la sobrina favorita de Reborn —rio bajito junto con la pequeña de bonitos ojos azules— y de Skull, además de Verde, Lal, Colonello… Tienes a un ejército que te cuidará. Ellos jamás dejarán que sufras o que pases por algún tipo de dolor.

—A ti también —sonrió.

—No, Yuni —suspiró—. Yo soy solo una invitada —le besó la frente—. Pero tranquila, no importa, yo sé en lo que estoy metida.

—No me refería a mi familia —la jovencita se separó para mirar a la chica que un día llegó a la mansión junto con Skull, cargando nada más que un bultito azulino—, sino… a tu alfa.

—¿Mi alfa?

—Sí.

—Mi alfa —I-pin sonrió divertida por esa palabra—, Yuni, mi alfa no…

—Él debe considerarte especial —señaló el cuello de la chica—, por algo aún no ha roto el lazo que tiene contigo.

—Eso… —no pudo completar su oración, porque la sonrisa amable de Yuni le caló el alma.

—I-pin… parezco solo una niña que ha sido aislada del mundo y que no conoce nada, pero no es así —ladeó un poco su cabeza—. Yo sé muchas cosas. Por eso te digo que tu alfa debe quererte lo suficiente como para no haberte destruido al cortar el vínculo que tiene contigo.

—¿Lo crees? —sintió una llamita de esperanza.

—Si tu alfa hubiese deseado, te hubiese dejado en un estado de depresión, te hubiese desecho y reemplazado —se tocó su propio cuello, donde deberían morderla para vincular—. Pero no lo ha hecho… y eso significa que eres importante.

—Gracias, princesa.

 

No había sido fácil, para nadie lo hubiese sido, pero I-pin agradecía infinitamente que la hayan llevado a esa mansión. No le importaba siquiera que estuviera aislada del mundo, que no le permitieran salir ni a los jardines, ni siquiera le interesaba saber dónde rayos estaba oculta. Pero le agradecía a Skull y a Lambo porque la dejaran rodeada de omegas —que según sabía, eran parte del harem de Reborn Argento—, además, permitieron que Yuni siempre la visitara. Ellos la hicieron sentir en familia.

No estaba sola. La ayudaron con el cuidado de su hijo, le enseñaron todo lo que una madre debería saber, sufrieron con ella cuando Shin tuvo su primer resfriado, aplaudieron al verlo sentarse solito por primera vez y muchas otras cosas más. Lo compartió todo. Jamás le faltó algo. Incluso llegó a sonreír y a sentirse más libre que cuando vivía con los Hibari.

Tal vez por eso no se esperó aquella visita.

 

—Escúchame una sola vez —Skull se hallaba frente a ella, cortándole el paso a la visita de ese día—. Te lo traje porque es conveniente para mí… Es un chantaje y que quede claro —se giró hacia su invitado y después hacia I-pin—. Para ambos, esto solo es una recompensa por buen comportamiento y colaboración. ¡Pero! Será solo esta vez.

—Deja de hablar, herbívoro —el azabache ingresó despacio hasta estar frente a I-pin—. Sé muy bien que no haces nada sin analizar un beneficio.

—¿Kyo-kun? —I-pin se quedó estática, admirando ese par de ojos azules, apretando a su hijo contra su pecho.

—Hum —abrazó a la muchacha con mucho cuidado para no aplastar al bebé, su hermano menor. Suspiró—. ¿Estás bien? —I-pin no dijo nada, solo correspondió al abrazo.

—Tienen media hora y no más. Nao se quedará para escucharlos y verificar que no se intercambien información —Skull rodó los ojos al ser ignorado—. Como sea, sabes que I-pin es secreto de ambos. Nadie más se tiene que enterar.

—Ya eres hermano mayor —fue el único susurro de aquella azabache antes de reírse y suspirar.

—¡Dije media hora! —recalcó.

 

Pero ya nadie escuchaba más de lo que les interesaba. Era solo una reunión improvisada y muy sigilosa. Era el reencuentro de una familia, o una porción de ella. Eran solo ellos tres, victimarios de una guerra que ni siquiera podían ver, porque se daba entre sombras y cuyo tamaño era tal que abarcaba una nación.

 

 

Estabilidad…

 

 

Dormía con el castaño, asegurándose que éste tuviera todas las almohadas necesarias a su alrededor, acomodándose lo suficiente para descansar unas horas antes de despertar para verificar si Aiko no tenía pesadillas y volver con Tsuna una vez más. A veces se despertaba a la par que su omega para llevarlo al baño, o a veces iba a la cocina por un bocadillo de improvisto. Ni una sola vez se quejó por cansancio y, por el contrario, sonreía ante la mirada culpable de Tsuna.

Siempre le besaba la mejilla para desviar su atención.

Cuando Tsuna lo necesitaba le daba un masaje en los pies, siento cuidadoso y amable, tomándose su tiempo hasta que su esposo se relajaba y bostezaba. A veces Aiko salía con Kusakabe, Enma o Nagi al parque y él se daba ese tiempo para ayudar a Tsuna a tomar un baño, tallándole amablemente la espalda, acariciando el vientre en movimiento por los pequeños, y sonriendo ante la vergüenza que embargaba el castaño al verse en ese estado.

 

—Soy una ballena —era la queja de siempre.

—No es así —le secaba el cabello con mucha calma—, solo estás muy embarazado.

—No sé cuánto más soportaré.

—Siempre has sido muy hermoso, Tsunayoshi —deslizaba sus dedos por la mejilla sonrosada—, y lo seguirás siendo siempre.

—¿Por qué me miente así? —apretaba los labios para ahogar esa sensación de querer llorar.

—Sabes que no puedo mentirte.

—Entonces… —lo miró detenidamente— ¿no siente asco al verme?

—No —sonrió sutilmente.

—Tengo estrías que jamás se irán —apretó su suéter.

—Eso es normal —lo miraba con dulzura—, es por los bebés.

—No me vea desnudo nunca más —exigió desviando la mirada y mordiéndose el interior de la mejilla.

—Eso no puedo prometerlo.

—Quiero que lo prometa —exigió con seriedad.

—No lo haré.

—¿Por qué? —hizo una mueca con su labio superior.

—Porque en un futuro… pienso hacerte el amor y besar cada porción de tu cuerpo.

 

La expresión de Tsuna cambió del enojo a la vergüenza en cuestión de segundos, Kyoya sonrió por eso antes de darle un beso largo y suave que robara la atención y el aliento del castaño. Kyoya no mentía, y para ninguno de los dos era secreto la pasión desbordada que se tuvieron después de la primera vez que unieron sus cuerpos por completo. Ambos eran conscientes del deseo que despedían y de la añoranza por esas noches largas donde susurraban el nombre ajeno en medio del calor de su libido.

Pero sí había un secreto que Tsuna acunó en silencio, porque era vergonzoso.

No era el hecho de que drogó varias veces a su esposo para obtener algo de placer en pro de aliviar su propio deseo y darle alivio al cuerpo del alfa. Eso quedó en el pasado. Incluso se perdonó aquellas graves faltas porque como resultado esperaban a tres criaturas. Lo que Tsuna supo ocultar, fue que el síntoma más recurrente desde el segundo mes de gestación era el intenso deseo carnal que profesaba por su alfa, mismo que jamás fue satisfecho ni con sus propios dedos e imaginación.

 

—¿Por qué me hace esto? —susurró aferrado a los brazos del azabache, jadeando por el beso, perdido en sus memorias.

—¿A qué te refieres?

—Recordarme que… quiero sexo.

 

Todo pudo complacer durante su embarazo, excepto eso. En ese punto seguía necesitando de un poco de contacto, seguía teniendo aquel calor sofocante que le nublaba la vista y el juicio, aquel deseo que soltaba su lengua y lo hacía jadear. Se sentía tan frustrado y avergonzado, que derramó un par de lágrimas a la par que cubría su rostro para evitar la mirada ajena. Tenía siete meses de embarazo y las semanas se seguían acumulando, su cuerpo era pesado, y siempre estaba cansado debido a la energía que necesitaba para seguir acunando a sus hijos. Obviamente no estaba en condiciones.

Pero ahí estaba.

Excitándose sin poder contenerse.

Tsuna escuchó una suave risita nasal y quiso mandar al carajo a ese tonto alfa, pero al descubrir su rostro, se halló con la sonrisa del azabache quien había dejado de lado la toalla y lo miraba expectante. No podía creer que aquel hombre lo mirara con tanta dulzura y adoración, al contrario de la repulsión que esperó desde el inicio. No pudo decir algo cuando esos labios tomaron los suyos, moviéndose con calma, enredándose hasta que aquella lengua también se coló en su boca para robarle el aliento.

 

—No creo que… —jadeó, empujando el pecho ajeno.

—Solo será un poco —Kyoya sonrió divertido por el rostro incrédulo del castaño—. Seré cuidadoso, lo prometo.

—Pero… —sus piernas temblaron.

—Solo usaré mis manos… —susurró sobre los labios de Tsuna— y si quieres mi boca.

 

Inicialmente quiso negarse, pero… su cuerpo exigía atención, roces, un estímulo que calmara la ansiedad. Tsuna no tuvo fuerzas para negarse, menos aun cuando una suave estela de feromonas alfa se derramó a su alrededor. Cerró los ojos, se dejó guiar por esa voz, y luego disfrutó de cada roce sutil que lo hizo perder el juicio.

No se había sentido tan amado desde hace tanto tiempo, así que solo… lo disfrutó.

Aunque después la vergüenza fuera tal que se encerraría en su cuarto por horas.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat les deja el último capítulo que tiene en sus borradores. Lo hago porque me come la ansiedad, por eso no adelanto historias, me mata. Lo malo es que ya no tengo más, así que demoraré porque tengo que crear desde cero jajajajajaja.

Ya supimos de I-pin~

Ya supimos de Shoichi y de Squalo~

¿De quién más quieren saber?

Les daré más amor gestante hasta terminar de relatar lo que deseen saber, pero si ya no hay más, pues saltaré algunas cosas para recalcar fechas y sucesos importantes… ustedes deben darse una idea de qué fechas hablo jajaja.

Krat los ama~

Besos~

 

PD: Tsuna violó a Kyoya, eso fue grave, siempre es grave, pero ya sabemos que en este universo las cosas son un poco retorcidas. Pero entiendan que las acciones de Tsuna estuvieron mal.

PD2: Si me ven publicando OS’s de otro fandom cofCountryHumanscof, es porque tengo mil ideas y a veces no siempre son del mismo fic. Gajes del estrés.


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