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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Era el segundo día de su afrenta. Las heridas eran considerables siendo Hayato el que tenía inutilizable uno de sus brazos al que vendó improvisadamente y había unido a su torso, mientras que Hibari tenía quemaduras en su lado derecho debido al impacto cercano de una bomba. Sí, así era siempre. Kyoya odiaba que los alfas no tuvieran límites en cuanto a pelear por omegas se tratase, lo peor era que la ley se los permitía alegando “instinto” para justificar aquello.

 

 

—¿Aun no te rindes? —Hibari gruñía enfadado pues si bien gustaba de una buena pelea, su cuerpo no estaba funcionando correctamente y no sabía cuánto pudiera afectarle el sobre exceso físico. Quería terminar con eso ya

—Pues no —se limpiaba la sangre de la nariz—. No hasta que me lleve a esa mujer

—Pierdes el tiempo y me haces perder el mío

—Al menos dime: gracias por deshacerte de los estorbos que querían entorpecer nuestra pelea

—Nunca te he pedido nada, herbívoro inútil

 

 

Mientras los dos alfas seguían en su pelea, dentro de la casa los padres de la castaña cuidaban con esmero de su hija para que ésta ni siquiera pensase en asomarse por la ventana. Cegada por el celo podía hacer cualquier estupidez y su deber era evitarlo.

Dos personas más estaban con Haru para intentar disminuir aquella ansiedad propia del celo: Lambo y Squalo. Aunque su estadía en esa casa podía ser consideraba parte de la estrategia para enfrentar el celo del jovencito de cabellos rizados quien miraba constantemente el reloj.

Habían pasado muchas cosas en esos dos días, una de ellas había sido la planificación de la estrategia para la protección de Lambo, la otra fue la búsqueda de alguien más que se ofreciera a ayudarlos de ser el caso en que la situación se escapase de sus manos, todo porque ahora tenían presente que Hibari sólo cuidaría de los que estuvieran en celo y no a los demás.

Así de simple, así de complicado a la vez.

Los padres de Lambo habían abandonado a su hijo. Era normal pues no todos tenían la misma suerte que Haru y Tsuna, esos casos eran comunes en esa sociedad, aunque era verdad que había otras formas de superar esa crisis. Entre las familias de clase alta, por ejemplo, un hija o hijo omega se lo ofrecía a un alfa de una buena familia para que lo reclamase antes o en su primer celo, pero en un hogar de clase media -como a la que pertenecía Lambo-, las cosas tenían dos caminos: abandonar a su hijo o luchar por él, lamentablemente la mayoría de personas escogían la primera opción.

¿Llorar? No Lambo, porque él estaba consciente de que ese sería su destino al igual que lo fue con su primo Lampo quien acabó en manos de un alfa de alta casta pero que seguía siendo un bastardo al igual que la mayora de su clase. La verdad él estaba resignado a pertenecerle a alguno de los alfas que habitaban las cercanías, pero cuando ocurrió lo de Tsuna su fe se volvió a presentar y por eso casi suplicó de rodillas a los padres de Haru que lo acunaran en su hogar cuando su celo llegara, cosa que al final fue innecesaria porque aquella pareja lo aceptó sin dudarlo, incluso ofreciéndole estadía permanente en su casa. Eran unos betas en verdad amables.

Y ahí estaba ahora Lambo, mirando el reloj por millonésima vez en esa ocasión, esperando a que su celo se presentara, sentado junto a la cama de Haru quien en ese momento dormía, siendo vigilado por Squalo quien se quedó para ofrecerle protección porque, a pesar de ser omega, era un alma renegada y un luchador sin igual que podía destajar a cualquiera si tenía un cuchillo a la mano. Era tan irónico que Squalo fuese tan frágil como Lambo ante ciertas circunstancias, pero preferían no hablar de eso para no martirizarse

 

 

—¿Lambo? —La voz de Haru los sacó de ese frío silencio

—¿Necesitas algo?

—¿Ya es hora? —ella lo miraba con los ojos entrecerrados y llena de preocupación a pesar de que jadeaba y estaba sudorosa por su celo

—Faltan quince minutos —murmuraba el jovencito quien se colocó cerca de su amiga mientras le acariciaba los cabellos—, pero está bien, no te preocupes

—No te resignes, Lambo —sonrió débilmente—. Promételo

—Lucharé —rio bajito por las cálidas palabras de su amiga—. Así que tú descansa, deja que esto lo supere yo

—¿Él ayudará? —Haru miró ahora a Squalo

—No, obviamente —chasqueó su lengua mientras veía por la ventana como ese par de alfas de nuevo estaban pateándose el trasero con brutalidad— pero nada cuesta intentar

—Lo declaró como su territorio —Lambo rio con diversión porque en verdad le daba gracia la forma de hablar de ese tipo—. Tu casa ahora está bajo la protección de Hibari, así que… no sé, creo que tengo esperanzas

 

 

Miradas cálidas, sonrisas sutiles, susurros de apoyo. Eran un pequeño grupo que se pasaron la mayoría de sus años de vida soñando con un futuro brillante, pero que enfrentaban una dura prueba a superar a sus, tan sólo, dieciocho años. Era doloroso que su vida en libertad fuera tan corta.

 

 

—Llegué a tiempo —jadeaba Tsuna quien ingresaba al lugar junto con Irie

—Adivinen qué conseguimos —el pelirrojo, quien se acomodaba los lentes, sonreía con nerviosismo mientras veía a los demás—. ¡Algunos betas recién llegados nos ayudarán!

—¿Y cómo pueden confiar en ellos? —Squalo no confiaba ni en su propia sangre pues ellos mismos le reclamaron durante toda su vida por el simple hecho de haber nacido omega

—Puede ser bueno o malo, pero dicen estar bajo el mando de Hibari —Tsuna elevó los hombros para restarle importancia—. Dicen que su orden no es proteger más omegas que a Haru Miura, sin embargo, ellos deciden si lo hacen o no

—¡Y dijeron que sí! —Irie no podía contener su emoción y elevaba los brazos con energía— Los demás chicos se quedaron a presentarse y esas cosas… —sonreía—. Tenemos una pequeña esperanza más

—Pero son betas —masculló Squalo

—Al menos es algo —sonrió Tsuna—. No seas tan negativo, Squalo

 

 

Se colocó un futón en el cuarto de la castaña, cuando el tiempo se acercaba. Tsuna se quedó junto a Lambo cuando éste empezó a tener los primeros síntomas de su celo e incluso se recostó y lo abrazó con fuerza para que no intentara salir de la casa debido a la atracción por el aroma que desprendían los alfas que luchaban fuera. También empezó a emitir sus propias feromonas en un intento por distraer a Lambo, cosa que funcionó por un tiempo, pero el celo era fuerte así que era inútil seguir usando estrategias como esa.

Pero una cosa sí les alegró el día y fue que Hibari en verdad detenía a cualquier alfa que intentase entrar a la casa de los Miura, ni siquiera se quejó cuando la noche llegó e ingresó a esa habitación con dos omegas en celo y tres cuidando a los afectados. El alfa los ignoró olímpicamente, se sentó en una esquina y se durmió, ni siquiera atendió las heridas que claramente despedían el aroma a sangre seca. La madre de Haru fue quien ingresó después de un rato para curar al alfa a pesar de que éste se negara con amabilidad, de todas formas, la señora lo hacía. Era un alfa extraño que les generaba escalofríos de vez en cuando, pero mientras les sirviera, no había problema

Hubo un par de ataques en la noche, cosa que no pasó a mayores gracias a la intervención de Kusakabe, el beta que ofreció a ayudar en caso de ser necesario, y de los subordinados que él tenía a su cargo. El tal Gokudera también solía desaparecer en la noche, seguramente para descansar y atender sus propias heridas. El problema era detener a los dos omegas para que se alejasen de Hibari, aunque al final recurrían a unas ataduras y a un calmante fuerte para que se durmieran. A parte de eso nada raro pasó, al menos no hasta el cuarto día, en el que el celo de Haru estaba por terminar y el de Lambo iba a la mitad

 

 

—Así que —era un hombre de cabello azulado y un extraño peinado en forma de piña quien los miraba desde la ventana del cuarto de Haru— ellos son

—¡¿Qué demonios?! —Squalo fue el primero en reaccionar, colocándose en posición de ataque y sosteniendo con firmeza el cuchillo de cocina que cuidadosamente extrajo de ese hogar— Da un paso más y te juro que te dejaré una cicatriz en tu bonita cara

—Que miedo, kufufu

—Hibari-san —Enma fue quien se atrevió a tocar el hombro del alfa que aún se mantenía reclinado en una esquina—. Hibari-san —pensarían que estaba loco, pero solamente tenía miedo— por favor

—Lárgate, piña inútil —para todos fue una sorpresa que Enma no fuese atacado o mordido hasta la muerte, mucho más porque en vez de eso el alfa suspiraba y liberara sus feromonas para rodear todos los omegas en la habitación. ¿Estaba acaso diciéndole al desconocido que se alejara de sus protegidos?

—No tienes que ser tan grosero, ave-kun —sonreía de lado mientras se sentaba en el marco y miraba a los dos omegas afectados por el celo—, los estas alterando, ¿no te dan pena?

—¿Qué quieres? —Hibari pareció darse cuenta de los dos omegas, todavía en celo, quienes empezaban a removerse ansiosos entre sus cobijas y disminuyó su clara aura intimidante

—¿Es peligroso? —Squalo frunció su ceño y de refilón vio a Hibari

—No —respondió sin inmutarse por las miradas posadas en él o en el recién llegado—, pero no digo lo mismo de ella —miró a otra persona

—Tome —todos dieron un salto pues no se dieron cuenta de en qué momento una muchachita de delgada contextura, con semejanzas al alfa de la ventana, pero cuyo cabello tenía un tono más violáceo, había ingresado en la habitación por la puerta— Hibari-sama —ella era quien extendía su mano cerrada hacia el azabache que la miraba sin interés

—Chrome —el alfa que se distinguía por su mirada bicolor, azul y rojo, suspiró mientras ingresaba por la ventana y evitaba una puñalada del albino—, ¿qué te dije?

—Lo siento, nii-sama —dio una leve reverencia, pero no se alejó de Hibari y siguió extendiendo su mano cerrada

—Tsuna —Lambo se aferraba al pecho del castaño para así menguar sus enormes ganas de ofrecerse a los alfas presentes, demasiados para esa pequeña habitación

—Tranquilo, no pasa nada —el castaño permanecía alerta, pero también abrazaba a su amigo con fuerza

—Vete —amenazó Squalo quien se interpuso en el camino del alfa desconocido—. ¡Ahora!

—No sin antes llevarme un premio —sonrió de lado, pero antes de que lo atacaran empezó a reír—. Es broma, es broma… tranquilos. Ustedes no me interesan ni un poquito

—¿Qué quieren entonces? —Enma se sentó junto a Haru para calmarla

—Toma a uno y vete —Hibari sonrió de lado cuando Mukuro retrocedió ante los ataques de Squalo—, si es que puedes, claro

—Eres un omega admirable —el de mirada heterocroma hizo un ademán con su mano antes de inclinarse levemente ante Squalo—, no siempre me atacan con tal agilidad y fiereza

—¡Voi! Pues ahora vete

—Espero que no te marque alguien sin valor —añadió sin inmutarse por la amenaza  

—¿Alguien como tú? —se burló

—Oh, no me ofendes —rió divertido— pero si intentas coquetear conmigo lo estás haciendo mal, kufufu

—¡VOOOIII! —su mirada grisácea se vio opacada por el rojizo adquirido debido al enfado— ¡¿Quién carajos te coquetea?!

—¡Haru! —Irie ingresó jadeando a causa de la corta carrera hacia esa habitación porque detectaron dos alfas más en esa casa

—Lambo —a su lado estaba Takeshi. Él e Irie venían a reemplazar a Enma y a Tsuna

 

 

Todo fue un caos momentáneamente, al menos hasta que Hibari se cansó y salió de la habitación y con ello la chica -quien no hablaba mucho-, lo siguió; poco después, y tras molestar a los omegas de la habitación, el alfa con peinado extravagante también decidió abandonar el cuarto. Fue un extraño acontecimiento que dejó alterados a quienes no confiaban para nada en los alfas, tal vez por eso Tsuna y Takeshi decidieron seguirlos para averiguar qué pasaba

 

 

—Mi pequeña Chrome quiso venir a verte, sólo por eso me tienes aquí

—Pensé que te quedarías en tu territorio, estúpida piña —miradas retadoras y afiladas

—No me hagas enojar, inútil alondra —amenazó con el puño elevado

—Hibari-san —la jovencita era quien se mantenía al margen, sin embargo, sabía que si su hermano y el azabache peleaban no acabarían en largo rato y decidió intervenir—, tome —extendió su mano ante la atenta mirada de Hibari

—Vamos, ave-kun, no le hagas un desplante a mi adorable hermanita

—Hum —aceptó lo que era ofrecido, sorprendiéndose al ver dos cápsulas blanquecinas—. Gracias —palmeó la cabeza de la muchachita

—Me alegra verlo —con las mejillas rojas y una sonrisa sutil, Chrome demostró ser claramente cercana de alguna forma a ese alfa—, Hibari-sama

—Chrome —se quejaba el otro alfa— ¿por qué él? —hacía un berrinche como siempre que se su pequeña le ponía más atención a Kyoya que a él

—Lo siento, Mukuro-niisama —pero su sonrisa no se borraba, mucho menos cuando los supresores fueron ingeridos sin protesta alguna

 

 

Tanto Takeshi como Tsuna quedaron pasmados por aquella corta plática, mirándose entre sí y levantando los hombros en símbolo de confusión. No entendían cómo aquel alfa estoico podía tratar de esa manera tan… no desagradable, a la jovencita, y cómo la misma podía exteriorizar un enorme cariño por aquel sujeto. Además, estaba aquel alfa recién llegado quien ni se inmutó por el celo de dos omegas y que parecía más interesado en molestar a Hibari que en otra cosa.

¡Y ellos se pasaron semanas en busca de otro alfa que resistiera el celo de un omega!

También vieron como el azabache se tragaba las cápsulas mientras recibía una especie de regaño por quien portaba un peinado en forma de piña, aunque la muchacha llevaba uno parecido. Escucharon los susurros de una plática y después de curiosear un poco más se dispusieron a retirarse al segundo piso, pero no se percataron de que fueron descubiertos por alguien no grato

 

 

—Espiar… es algo desagradable —era aquel muchacho de cabellera platinada

—Oh no —Tsuna se alteró y dio un paso hacia atrás al igual que Takeshi

—Haru —se alteró Yamamoto mientras intentaba buscar una ruta hacia la casa

—Perdí el interés en esa mujer y en ese niño, por si lo quieres saber —bufó sin ganas, mirando con desdén a ambos omegas—. Ustedes también me parecen un desperdicio de tiempo

—¿Desperdicio? —dictó Tsuna en tono ofendido— ¡el desperdicio aquí eres tú!

—Qué rudo —Gokudera ni siquiera tomó el insulto en consideración, avanzó hacia el grupo de alfas que se mantenía alejado—. Si fuera tú me iría a cuidar de esos dos… sus celos aun no acaban y Hibari se ve entretenido con su pequeña fanática

—¿Fanática? —murmuró Takeshi, pero el silencio fue su respuesta

 

 

Sin más información, sin siquiera una mirada, fueron despreciados sin más. Gokudera se alejó en busca de su contrincante, los recién llegados se pusieron en alerta, una pelea al parecer inició y, ¡era lo más extraño!

De un día para el otro resultaba que Hibari tenía conocidos, una fanática y que muchos eran los alfas que podían controlar sus instintos ante el celo de los omegas. Y eso no era todo, según Irie -quien llegó minutos después y vio a los alfas-, todos sin excepción pertenecían a familias respetadas en el país. Es decir, eran herederos del linaje de alfas puros en esa maldita sociedad.

¿Qué hacían ahí entonces? ¿Acaso sólo estaban jugando para matar su aburrimiento? ¿Acaso buscaban algo en particular? ¿Qué pasaba por esas mentes tan reducidas como para estar en medio de un barrio común prestando su presencia para ayudar o amenazar a omegas comunes? No podían preguntar, pero al menos el tal Mukuro les dio una pista

 

 

—Yo los cuidaré por hoy —Mukuro sonreía de lado mientras se mostraba en la puerta de la habitación junto con la madre de Haru— así que… cuiden de mí también, kufufu

—Es un chiste, ¿cierto? —bufó Squalo

—No, kufufu… así que practica tu coqueteo conmigo. Te daré unos consejos… omega —mirada prepotente, sonrisa burlona, ¡Era un idiota!

—¡Cretino! Te voy a partir la…

—Puedes oler bien, pero no eres mi tipo —ignorando la amenaza, Mukuro se enfocó en la mujer a su lado—. Espero disculpe ese lenguaje tan vulgar, Miura-san

—No hay problema, conocemos a Squalo desde hace mucho —la castaña sonreía y era extraño, ¿cómo hicieron esos alfas para ganarse a una madre abnegada y preocupada en menos de media hora? — Entonces lo dejaré con ellos, iré a hacer la cena

—Perdone las molestias ocasionadas —respetuoso inclinaba su cabeza ante la dueña de esa casa modesta

—Ninguna —sonrió la castaña—, gracias a ti y a tu amigo por cuidar de mi hija y de Lambo —y sin más, se retiró a paso calmado

—Kufufu —Mukuro revisó que la mujer estuviera ya en la planta baja como para mencionar— ave-kun no es mi amigo, ¡qué horror! —se abrazó a sí mismo para fingir dramatismo— No se les ocurra repetir esa estupidez

—Entonces, ¿qué es? —fue la duda general expresada por Tsuna

—Es mi rival de vida y la adoración de mi pequeña hermana, sólo por eso lo aguanto —chasqueó su lengua mientras se arreglaba la chaqueta que portaba

—¿Adoración? ¿Esa cosa es la adoración de alguien? —se burló Tsuna

—Oh, un valiente —el alfa sonrió mirando al castaño— o un ignorante debería decir

—Si no te explicas, ¿cómo podemos entender? —Yamamoto detuvo a Tsuna antes de que insultara al alfa y habló con calma— Quisiéramos saber más de él, así tal vez podamos considerarlo una mejor persona —sonrió con amabilidad

—No —Mukuro negó con ánimo mientras se acerca para revisar a Haru quien ya perdía los efectos del celo y a Lambo quine dormía bajo cuidado de Enma—. Si digo algo, Kyoya-chan me reprochará y pelearemos… y de veras no tengo ánimos para eso

—¿Por qué está aquí alguien como usted? —susurró Irie, aunque cuando la mirada heterocroma de Mukuro lo apuñaló, se calló

—Ya lo dije… mi hermanita está interesada en esa ave, así que…

—Hay algo más, ¿no? —Tsuna lo miró desconfiado por aquellas palabras que sonaban a sarcasmo

—Digamos que… al igual que ustedes, somos unos rezagados, kufufu… así que nos gusta ser la lacra que les fastidie la vida a los otros alfas estúpidos. Por eso acepté ser su niñera por un rato, ¡es divertido!

—¿Y el tal Hayato es como ustedes?

—Ese es un idiota que va mordiendo omegas por donde sea, no sé ni porqué está aquí —rodó los ojos—. Es tan infantil que hasta me da pereza mencionarlo

—Oye —Takeshi rio suavemente mientras se rascaba la nuca— ya que estás aquí… y nos cuidarás…

—No a todos, sólo a él —apuntó a Lambo

—Bueno eso —suspiraron en conjunto antes de que Yamamoto hablara. Ya tenían suficiente con Hibari, que otro igual llegara era demasiado—, ¿cuál es tu nombre?

—¿No me espiabas hace rato?

—Bueno —rió nervioso

—Oh, ¿jugamos a que no nos dimos cuenta? —sonrió con cinismo antes de guiñarles un ojo y encaminarse hasta la ventana para abrirla— Entonces empecemos de nuevo —carraspeó—. Mi nombre es Mukuro, Rokudo Mukuro, mi hermosa hermanita es Crome, alfas. Nos gusta el chocolate, la playa, la nieve, la sazón de mamá y buscamos a una pareja adecuada a la que serle fiel por el resto de nuestras vidas —posó su mano derecha sobre su pecho y suspiró—. Lo sé, somos magníficos.

—Esa es mucha información —rió Yamamoto

—Al contrario de Hibari —Mukuro miró a todos en esa habitación—, yo sí puedo charlar con la gente con un tanto de amabilidad

—Pues es un alivio —murmuró Enma

—Pero puedo morderlos a todos sin formar un lazo, sólo por diversión o porque me saquen de quicio —acotó sin pena alguna—. Así que no me den problemas, ¿de acuerdo?

 

 

Era una clara amenaza, después de todo, un omega marcado por un alfa y sin lazo establecido y reconocido por la ley en algún momento de su vida era como una prostituta sin clientes; su valor era casi nulo y enfrentarse a la sociedad era tan duro que muchos terminaban relegados a los barrios rojos en trabajos inadecuados. Ninguno quería eso. Así que volvían al inicio: a mantener la guardia alta y a defenderse entre ellos

 

Continuará….


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