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Cosas de ricos por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada editada por Heisabeth.

Actualizaciones: Los domingos.

Derechos de autor protegidos.

 

Un elegante Bentley oscuro circulaba por la ajetreada avenida principal de Seúl, Corea del Sur. En su interior un joven de cabello oscuro miraba aburrido por la opaca ventanilla mientras el chófer conducía hacia la facultad de Derecho. La circulación iba lenta y el joven observó su reloj antes de dirigirse hacia el chófer.


- Coja la circunvalación en la siguiente calle.


- Sí, señor - se dio por enterado el chófer colocando el intermitente para cambiar de carril.


El vehículo entró en la circunvalación y empezó a coger velocidad en aquel tráfico más fluido. Al llegar a la cuarta salida, la tomó en dirección a la facultad. La calle de entrada a las facultades estaba llena de coches de estudiantes que se detenían en la entrada a dejarles. El chófer aparcó en la entrada y se bajó del vehículo dándole la vuelta para llegar hasta la acera y abrir la puerta trasera dejando salir al joven de ojos oscuros y mirada penetrante.


El conductor hizo una leve reverencia y una vez el joven empezó a caminar por el pasillo hacia el edificio, cerró la puerta, volvió al asiento del conductor y se marchó dejando su plaza al siguiente vehículo.


El chico caminó sin mirar atrás hacia el interior del edificio cuando sus ojos se fijaron en un chico moreno que caminaba junto a otro compañero más alto, se detuvo en seco. Ambos iban a cruzar la última calle para ir hacia el edificio, se miraban y sonreían cogidos de la mano. Uno de los jóvenes se percató de aquella penetrante mirada y agachó el rostro evitándola.


El joven que acababa de salir del vehículo dejó de mirar y tras chasquear los labios en señal de queja, continuó caminando hacia el edificio. Las chicas fijaban sus ojos en él en cuanto pasaba a su lado, algunas cuchicheaban, otras se sonrojaban y alguna que otra, hasta se atrevía a darle los buenos días, pero él ni siquiera se inmutó, continuó caminando hasta llegar a uno de los solitarios pasillos del otro extremo.


Bajó las escaleras hacia la planta baja donde se encontraban los almacenes. Sólo los profesores solían bajar a esa planta a recoger algunos proyectores, tizas u otros materiales necesarios para sus clases. Caminó por el largo pasillo hasta que vio la puerta de salida a las escaleras de incendio de la facultad. Era su lugar favorito en este edificio, nadie iba jamás a aquellas escaleras y podía estar completamente solo con sus pensamientos. Ni siquiera recordaba cuándo se había vuelto un chico solitario, no recordaba cuándo empezó a disfrutar de la soledad, cuándo empezó a necesitarla.


Unas súplicas llegaron hasta sus oídos seguidos de unas risas. Podía ver la puerta de las escaleras de incendios frente a él pero por alguna razón, no pudo pasar de aquello y se giró hacia la puerta de su derecha. Sin mayor dilación, tomó la manivela con fuerza con la mano derecha y abrió.


No tuvo problema en encontrar el interruptor de la luz. Jamás se le había pasado por la cabeza entrar a una de esas salas de audiovisuales pero tras aquellos gritos, no le tocó más remedio que investigar lo que ocurría, quedándose boquiabierto al ver a dos chicos tratando de bajarle los pantalones a un chiquillo de primer año, seguramente uno de los nuevos.


- Largo de aquí – les dijo con la voz más seria que pudo sacar.


Los dos chicos al ver de quién se trataba, salieron corriendo con el temor en su mirada dejando abandonado al chico.  Pasaron bajo el brazo de Ritsuka corriendo sin detenerse ni mirar atrás.


- Lo sentimos, Soramine – escuchó que decían llamándole por su apellido.


Sin duda alguna, al ver cómo se ruborizaba, se colocaba bien la ropa y trataba de agradecerle la intervención, supo que era de primer año y que aquellos abusones habían aprovechado el momento de confusión del primer día, esos momentos de nervios y miedos que azotaban a todos los novatos en su primer día en la universidad. Pese a escuchar un leve rumor de palabras, seguramente para agradecerle, le dio igual lo que aquella persona tuviera que decir, cerró la puerta tras él dejándole allí dentro y siguió su camino. No le interesaba tener ahora a un chiquillo pendiente de él y agradecido que le siguiera a todos lados, él sólo quería su ansiada soledad.


Abrió la puerta de la escalera de incendios y por fin respiró el aire puro de la calle. Era otoño, una de las estaciones que más le gustaban a él, quizá por los recuerdos que aún conservaba de aquella estación del año. Muchos alumnos odiaban el otoño, odiaban tener que volver a las clases, pero a él extrañamente… le gustaba ver las hojas marrones y rojizas de los árboles, le gustaba ver caer lo viejo para que en primavera todo se renovase.


Sus ojos se habían centrado en el gran arce del patio trasero de la facultad, en aquellas hojas rojizas que se mecían con la suave brisa de la mañana hasta que, bajo el árbol, se encontró a un solitario chico. Aquello era muy extraño, porque casi todos allí tenían sus amigos, hasta los novatos hacían nuevos amigos para no quedarse solos, pero ese chico no, era diferente. Leía un libro sentado en el césped, apoyado contra el inmenso tronco de aquel arce sin percatarse de que desde la altura él le miraba.


Una hoja del arce cayó sobre su libro obligándole a apartarla con un ligero movimiento de su mano. El chico levantó su mirada hacia el árbol para comprender por qué le había caído aquella hoja y si alguna más caería. Ritsuka no podía creerse lo que acababa de ver, su pasado estaba allí frente a él.


Se apartó de la barandilla evitando que le viera el chico y se quedó unos segundos estáticos mirando aquel hierro negro sin atreverse a volver a asomarse. No podía creerse que Taichi Kirigaya estuviera allí, el hermano pequeño del que una vez fue su novio.


Quiso acercarse para corroborar que era él pero sus manos temblaban. Siempre había dicho que era el hermano pequeño de su novio pero… realmente eran gemelos, quizá sólo se acostumbró a llamarle el pequeño por los pocos minutos de diferencia que se llevaba con su hermano, quizá fue una forma cariñosa con la que le llamaba intentando ganarse el cariño del que sería su cuñado. Si no hubiera visto a su antiguo novio a punto de cruzar aquella calle agarrado de la mano de su nuevo novio, ni siquiera se habría dado cuenta de que aquel chico del arce podía ser Taichi Kirigaya. Habría creído que era solamente Ren Kirigaya tratando de molestarle nuevamente con su presencia.


Se armó de valor y acercó las manos a la barandilla agarrándola con fuerza. Unos segundos se pensó si acercar su rostro para mirar a través de ella, para volver a mirar hacia la base de aquel inmenso árbol de hojas rojizas. Finalmente, cerró los ojos y se decidió a sacar la cabeza abriendo los ojos de golpe en cuanto pudo tenerlo frente a él pero… allí ya no había nadie. Se dio cuenta en aquel momento de que el reloj ya marcaba la hora de entrar a la primera clase, aquel chico se había esfumado.


- ¿Por qué no estás en clase? – escuchó a su espalda a la delegada de su clase, una chica de cabello oscuro y ojos de enfado – Eres un idiota, deberías estar estudiando.


- No voy a ir a clase – comentó Ritsuka aún mirando la base del árbol como si esperase encontrarse de nuevo con su pasado.


- De verdad que eres un idiota. Desde que rompiste con ese chico ya no eres el mismo.


- Déjame en paz – se quejó – no necesito que me persigas por toda la facultad. Ve tú a clase si no quieres que tus notas empiecen a bajar.


- Son las tuyas las que están bajando – se quejó la chica.


Ritsuka ni siquiera hizo el amago de contestar a aquello, no le hacía falta. En aquel momento, las clases eran el menor de sus problemas. La delegada del curso tenía razón en algo, aquel chico se había llevado todo de él, sus ganas, su corazón, sus sentimientos, su alegría, sólo había dejado a ese chico solitario que no necesitaba a nadie a su lado para que volvieran a traicionarle. Al menos, escuchó los pasos de aquella chica alejándose de él, algo que le hizo sonreír aún pensando en ese chico que había aparecido en su facultad.


- Maldita sea, Taichi – resopló con una ligera sonrisa – Tenías que venir a esta facultad precisamente tú. No tenía bastante con aguantar a tu hermano. Maldita sea, Tai. – susurró frustrado cerrando los ojos.


 


Por el largo pasillo norte, caminaba Taichi con el libro entre sus manos leyendo con devoción. Siempre le había gustado leer y quizá aún más desde que hacía un par de años toda su vida dio un giro radical. La lectura era lo único que conseguía sacarle durante unos minutos… durante unas horas de lo que era su vida.


- Taichiiiii – escuchó por el pasillo a uno de sus amigos muy animado como siempre.


- Buenos días, Hibiki – sonrió Tai cerrando finalmente el libro – se te ve muy animado el primer día de clases.


- Lo estoy… aunque unos abusones trataron de pasarse conmigo.


- ¿En serio? – preguntó preocupado.


- Sí, pero un ángel muy guapo me salvó.


Taichi no pudo hacer otra cosa que reír. Su amigo siempre había sido bastante infantil y trataba de no tomarse las cosas muy en serio. Quizá sólo había sido una broma de los alumnos de cursos avanzados.


- Por cierto… he visto a tu hermano – comentó Hibiki – estaba en el aula de informática con su novio.


- Ya me imagino – comentó algo desanimado – Hibiki… lo siento pero llego tarde a clase. ¿Nos vemos a la hora de comer?


- Claro. Te esperaré bajo el arce.


- Allí estaré.


Caminó de nuevo por el pasillo en dirección a la facultad de medicina. Tantos años, esfuerzos y presión social le había costado llegar hasta allí y por fin tenía frente a él aquella puerta. Ésa era la puerta que le llevaría a su futuro, a cumplir las expectativas que le habían caído encima, al trabajo duro. Sólo quería convertirse en médico, en el mejor.


- ¿No te habrás confundido de clase? – escuchó una voz conocida a su espalda, una voz que le tensó de inmediato.


Se giró con rapidez observando aquellos dolorosos ojos oscuros y penetrantes puestos en él. Ritsuka Soramine había sido el novio de su hermano gemelo hasta hacía un año aproximadamente. Intentó hablar con él, pero Ritsuka se lo impidió nuevamente.


- Tranquilo, no estoy en esta carrera y mucho menos en tu clase, repetidor – le escupió prácticamente aquellas palabras que se clavaron en él como si de cuchillos se tratasen.


Tai se quedó estático observando cómo se marchaba aquel chico por el pasillo, alejándose cada vez más sin mirar atrás. No quiso llorar, ya no era ese chico que él había conocido hacía unos años. Era cierto que aquí en Corea del Sur las expectativas eran siempre muy altas, que muchos alumnos llegaban a recurrir al suicidio si no conseguían sus objetivos, era cierto que él ya había fracasado una vez, que había repetido un curso y no podría volver a recuperarlo pero seguía aquí, seguía esforzándose. Aquel chico por el que siempre sintió algo demasiado intenso le humillaba una y otra vez, le hacía daño y lo peor… es que ni siquiera se había dignado a escuchar o a investigar el motivo por el que repitió aquel curso. Tan sólo podía sentir cómo le había defraudado. Toda su familia le había defraudado, desde su hermano cuando rompieron, hasta él.


- Lo siento… Ritsuka – susurró pese a que él no podía escucharle – te fallé pero no volveré a hacerlo. Seré médico, llegaré a serlo y podrás volver a enorgullecerte de mí.


Con aquella idea en la cabeza, Taichi entró en la clase. Sabía perfectamente que todo iba a volver a cambiar como ya lo hizo hacía unos años. No esperó tener que ver a Ritsuka o al menos no tan pronto pero ya no había vuelta atrás, había elegido su universidad, le había costado sudor y lágrimas llegar allí, no iba a retirarse y no estaba dispuesto a rendirse a la primera de cambio. Ritsuka tendría que aguantarse y si no quería verle… tendría que elegir bien los pasillos por donde caminaba, porque aquella era su decisión, era su futuro.


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