Victor estaba más tranquilo, sentía el cansancio y la incomodidad de que su pequeño cachorro ya no se encontrara en su vientre.
—¿Cachorro? —Habló, con dificultad, sentía su garganta rasposa, las manos y la cabeza la dolían.
—Mamá…—Yurio fue quien se acercó a su lado, y con cuidado de no mover las vías que ahora estaban sobre la blanca piel del ruso, tomó su mano. —papá y Otabek ya vienen, están terminando unos documentos ¿cómo te sientes?
—Cansado…—Victor sonrió, recordando la imagen del pequeño bebé que había traído al mundo momentos antes y en cómo había sido con su pequeño Yura. —la presentación fue hermosa cachorro, que representaras mi Agape.
—No representé tú agape mamá, representé mi propio Agape, mi propio amor, mi propio sentido del amor puro, de lo que representas para mí, de lo que representa papá, de lo que es Otabek y sobre todo, lo que será este pequeño, mi hermanito.
—Cachorro…
—Ya no podrás decirme cachorro, ahora somos dos, tienes dos cachorros.
—Tendremos que buscar otra forma de llamar al bebé, tú eres mi pequeño, mi cachorro, mi pequeño bebé
—Gracias mamá.
Ambos se quedaron en silencio, cuando la puerta del cuarto se abrió, una chica de cabello castaño y con traje blanco movia suavemente una cunita, logrando que ambos omegas sonrieran.
—Alguien quiero conocerlos, ha estado tan tranquilo, ni siquiera llora, como si supiera que debía esperar por conocerlos.
La joven tomó el pequeño bultito entre sus brazos y lo llevó a la cama donde el peliplata se encontraba recostado.
Victor hizo ademan de levantarse, cuando un suave tiro en lo bajo de su vientre le hice gemir.
—Aun no puede levantarse, pero puedo poner a su pequeño a su lado para que lo vea, para que esté junto a usted.
La mujer llevó al pequeño bultito y lo acomodó cerca del rostro de Victor, quien simplemente sintió sus ojos llenarse de lágrimas, habían pasado tantas cosas desde que ese pequeño había comenzado a crecer en su vientre, que el tenerlo ahora, a su lado, simplemente lo hacía sentir completo.
—Hola bebé, soy mamá…—Victor acercó su mano, acariciando los pequeños puñitos del bebé, quien inquieto se acercó al cuerpo del mayor, probablemente cómodo con el olor que el omega generaba y como su calor se extendía sobre las mantas. —Yura, ven…
El rubio se acercó, con la vista fija en su hermano, la alegría y la angustia crecieron en su pecho, de manera bastante pareja.
—Es pequeño…
—Cuando nacen son pequeños, arrugados y algunas veces están muy rojo, vamos, es tú hermano, acércate.
El rubio sé quedó en silencio, esperando, sin querer tocar al niño frente a sus ojos, pero antes que el menor dijese cualquier cosa, la puerta de la habitación se abrió nuevamente.
Yuuri se acercó y a pesar de encontrarse con su cachorro, lo primero que hizo fue tocar el rostro de Victor, suavemente, con la punta de sus dedos. —estás pálido.
—El esfuerzo, fue un parto fácil, pero doloroso…
Yura se alejó y apoyó su cuerpo sobre el de su pareja. — ¿No quieres estar con ellos? —el moreno habló con calma, notando como el rubio aún llevaba su traje de presentación, pero que no hacía mayores movimientos, incluso había dejado de mirar a la familia que estaba junta. —¿Yura?
—Son una hermosa familia.
—Son tú hermosa familia.
—¿Tendrá los ojos de Victor?
—¿Yura?
El rubio se giró sobre sí mismo, saliendo rápidamente, notando como simplemente parecía que el aire no quería entrar a sus pulmones, pero por mucho que deseaba pensar, que deseaba estar demasiado feliz por la relación con sus padres y con el nuevo miembro de su familia, mientras lo único que podía sentir era envidia, era rabia, él no tuvo ninguna oportunidad de estar junto a sus padres y mucho menos de parecerse a Yuuri.
—Ahora creo que ya conocí todo de mamá…—Yurio sabía que a sus espaldas Otabek lo escuchaba. —creo que ya llegó el momento de volver a casa Beka…
—Yura…
—Ya conocí a mamá, ahora debo dejarlos ser felices, con quien realmente lleva la sangre de ambos, aunque lo envidió mucho ahora, me llevo lo mejor de ambos, me llevo todo lo que quería y más…
Las manos del rubio se extendieron en dirección a su alfa, en busca de calor y compañía, pero por, sobre todo, de aceptación para las decisiones que el rubio estaba tomando.
Yura había adorado todo lo que había pasado en su vida en ese tiempo, pero ver a un niño crecer y tener lo que no tuvo, solo lo hacía sentir envidia y rabia, lo hacía sentir perdido y de alguna manera descontrolado, se fue a casa junto con Beka, aun llevando la chaqueta de su padre sobre los hombres, podía sentir el olor del alfa y estaba agradecido de haberlo conocido, de haber tenido a su madre y a su padre para él, pero ahora llegaba el momento de que ambos de que el rubio y su alfa hicieran sus vidas, tomaran sus decisiones y que de alguna manera pudieran vivir su vida, con el nuevo miembro de la familia, aunque en el fondo, solo deseaba que su hermano no tuviese lo que el tanto deseaba, el color de los ojos de su madre, los ojos de Victor que el tanto adoraba.