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Polaris por Yori Kibara

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-Will... tranquilo... se acabó- Mikhael se acercaba cauteloso intentando calmar al castaño, el arma aun tenia por lo menos tres balas y en las temblorosas manos de alguien como él, podrían ser peligrosas -baja el arma- le decía suavemente acercándose.

 

Sin embargo William nunca había disparado un arma antes, mucho menos arrebatado la vida de nadie y haberlo hecho en ese momento de tan brusca manera, provocaba un temblor en todo su cuerpo que no podía controlar. El ruso logro acercarse lo suficiente para quitarle el arma y tratar de calmarlo, llevándolo a la terraza donde el aire circulaba y William podría respirar mejor.

 

Yukiko se dispuso a limpiar el lugar con ayuda de sus empleados, empezando por el tipo del bar por supuesto. Los empleados de Yukiko, todos y cada uno de ellos fue salvado de la calle o de situaciones aún peores, así que le eran leales, ellos lo veían como su padre y harían lo que su padre les pidiera. Él les enseño todo lo que sabían y estaban lo suficientemente preparados y conscientes del mundo al que pertenecían. Quienes decidieron irse, lo hicieron sin problemas, Yukiko Harada no obligo jamás a nadie a quedarse. Sabía perfectamente en quien confiar y que confiarle a cada uno de ellos.

Recordó entonces que sus aptitudes lo habían alejado del pequeño hermano que había adoptado en aquel lugar de mala muerte, la meta del análisis preliminar en la organización era saber si eran más aptos mental o físicamente, cada uno de los elementos de la organización está enfocado en una o en diversas áreas en específico, aquellas en las que probo tener la mayor aptitud. Y recordaba bien las pruebas mientras limpiaba las áreas con sus pequeños... Yukiko había mostrado peculiar habilidad para el razonamiento y la solución inmediata de problemas, a pesar de que físicamente era inútil tenía mucha flexibilidad y era persistente. Las primeras pruebas le habían roto algunos huesos, pero no iba a rendirse, debía asegurar un buen lugar para él y su pequeño hermano. Nunca pensó que los separarían y mucho menos creería que con el tiempo su hermanito se volvería el muchacho que encontró años después.

 

Mikhael tenía un peculiar brillo en los ojos aquella tarde de Octubre, tendría entonces unos 17 años y aunque fuese tan joven, ya había matado a su objetivo de prueba. Tuvieron una amena conversación recordando lo poco que podían el uno del otro, el tópico cambio a lo que habían llegado a ser y finalmente hablaron de las pruebas que tuvieron que pasar para llegar a ese punto, en aquella terraza al norte de Paris, mientras veían el sol agonizar en el horizonte.

-hubiera querido aplicar en algunos cursos- decía el muchacho ruso -pero no lo permitieron, dijeron que aún no es tiempo, debo esperar, volver a hacer las pruebas y con suerte, consideraran que estoy listo-

-tonterías, tu eres un jovencito más que listo para todo. Mírate Mikha... puedes tomar al mundo entre tus dedos y morderlo... no dejes que nadie te diga jamás que puedes hacer y que no- un silencio breve invadió el aire -Si tan solo vieran en ti lo que yo he visto, Mikha...- y el nipón sonrió

-Yuki...- el ruso tenía la mirada fija en el atardecer multicolor

-¿hm?- el pequeño miraba la gente pasar en la calle debajo de ellos

-quedaste enano- le respondió en seguida

-¡¿haa?!  ¡¿Yo siendo tan lindo contigo y lo único que puedes hacer es herir mis sentimientos?!- el nipón hizo una mueca y soltó a reír -tienes razón, me quedare así... espero que la factura por ello no sea tan alta-

El joven ruso entristeció un poco, pero el pequeño nipón sonreía y picoteaba sus mejillas para contagiarle esa felicidad que solo podía sentir al ver y estar con su pequeño, amado hermano.

 

Sus empleados lo miraban sonreír con lo que ellos sabían que sería un recuerdo. Más la realidad lo hacía volver. Siendo el estratega que se jactaba en ser, sabía perfectamente que todos en ese sitio estaban en peligro, la organización no tardaría en cobrarse los cuatro elementos que acababan de "jubilar". No tenía otra opción más que iniciar el plan de alerta con quienes estuvieran dispuestos y despachar lejos a quienes no. Terminando con unos cinco empleados para todo el lugar, listos para ser útiles hasta donde les fuera posible y con ruta de escape lista para el peor de los escenarios. El resto fue dividido en las demás casas seguras, cuando menos tenía cinco horas que serían críticas y por supuesto, hacerse a la idea de que ese lugar se convertiría en nada muy pronto.

 

Una vez todo listo, busco a Mikhael y a su prospecto sentimental, debían moverse de ahí de inmediato. Y algo le decía que lo vería no iba a ser grato...

 

-William tienes que entender que lo que paso hoy, pasara todo el tiempo si te quedas conmigo- la mueca del ruso era rígida, severa -es demasiado peligroso...-

 

-¿qué? ¿que es lo que me hace tan diferente de ti? ¿en que eres tan superior que yo no tenga la más mínima oportunidad?- el castaño intentaba convencerle a toda costa sin éxito. Había ira en sus ojos. -¡¿cómo diablos puedo intentar ir a la par de ti, si no me lo permites?!-

 

El ruso le dio la espalda -este no es tu mundo y jamás lo será...- Incluso a Mikhael le dolieron esas palabras, pero debía decirlas, debía ponerlo a salvo.

 

-no tenías por qué llevarme contigo en esa plaza... ¡debiste solamente pasarte de largo! ¡debiste solamente largarte...- La voz de William se quebraba y ya no estaba seguro si era dolor o era coraje. Él quería lanzarse a los brazos de Mikhael aunque este le diera la espalda y la poca razón que le quedaba le preguntaba si su necesidad de cariño era tanta.

 

El pequeño nipón atestiguo muy poco de esta discusión y por ello estaba de cierto modo, agradecido. Aunque esta vez se ponía del lado del castaño, tenía razón, Mikhael no tenía por qué haberlo arrastrado con él desde el principio.

 

Por su parte William se acercaba a Mikhael con la desesperación de un niño a punto de perder su posesión más preciada, sin embargo, Yukiko le detuvo y le negó con la cabeza. No era prudente decir una palabra más.

 

-Treinta minutos... Lo llevare a casa y te veré después- Yukiko no menciono absolutamente nada más. Se dio la vuelta y se llevó a William con él. El castaño se resistía, volteaba a mirar al ruso, esperando que pronunciara alguna palabra, que hiciera lo que fuera para detenerlo. Pero Mikhael no hizo nada...

 

Ninguna despedida, ninguna palabra, ninguna mirada. Había sido una manera cruel de despertar a la realidad y William lo sabía. No dejaba de regañarse por ser tan ingenuo. Acababa de matar a un hombre por Mikhael, nunca se habría creído capaz de algo así y aquel sujeto simplemente se marchaba.

 

-Yuki- La voz del ruso detuvo al nipón, sus pasos se acercaron a William buscando sus ojos. Sin más, se quitó sus placas del cuello y las puso en el suyo. Su mano apenas rozo su mejilla y sus labios apenas le robaron un beso cuando se apartó del atónito castaño para dirigirse a su hermano mayor -Londres- fue lo último que dijo y se fue sin mirar atrás.

 

Yukiko tuvo que detener a William para tratar de explicarle.

 

-qué diablos está pensando?-

 

-tranquilízate, quieres?- Yukiko picoteo sus costillas -no te perderá de vista, es solo que ahora es muy peligroso que vayas con él. Ve a casa y lleva el celular siempre contigo -

 

-nono no Loto, que está pasando? Por favor explícame- suplico William.

 

-No hay tiempo, necesito llevarte a casa. Me pondré en contacto contigo en cuanto pueda- Yukiko tomo la muñeca de William y lo llevo rápidamente al garaje. Subió a la moto roja que ahí descansaba llevándose al castaño a sus espaldas, dejándolo en la puerta de su edificio rápidamente.

 

William no sabía si podía creer que Loto le explicaría y mucho menos confiar en que Mikhael lo haría, pero en ese momento, no tenía otra opción.

 

Yukiko no se despidió de él, solo siguió su marcha. Incrédulo e incluso dudoso por un momento, su pequeño hermano enamorado le había dado sus placas a William, no solo eran un rastreador único, también eran un fino receptor. Eso quería decir que mientras no se las quitara, Mikhael sabría exactamente en donde estaba el castaño y con la suficiente cercanía, incluso podía contactarlo sin comprometer sus números. Pero claro, el no podría saber más de su hermanito sin arriesgarse demasiado y eso no le gustaba

 

Ninguna palabra del castaño detuvo al pequeño nipón, él se quedó ahí a las puertas del edificio de su departamento, con las manos vueltas puños.

Así como así, habia perdido a la enigmática persona que le habia robado el aliento y triste en su interior, pensaba que habia vuelto justo al inicio… En silencio… solo.


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