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Polaris por Yori Kibara

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-------------- 09 -------------

 

-¿"incidente"?- Pregunto William mientras miraba al pelinegro revisar los emparedados.

 

-ehh... si. Incidente, es la manera más dulce de decirlo- respondió una vez convencido de que su comida estaba "limpia" -Fue como si un tsunami hubiera arrasado ese lugar. Por poco nos matamos entre todos... Fue divertido- Continuo comiendo y sabía que era su hambre la que hacía que pareciera un manjar para su paladar pero aun así sonreía

 

Aunque William se preguntaba si en verdad habría sido tan malo, pues a pesar de todo pareciera que Mikhael se había divertido en el percance.

 

La charla continuo por casi dos horas, Mikhael no se percataba de lo fácil que era conversar con el castaño. William por su parte, lo miraba con un asombro que era evidente en sus ojos. Mientras tanto, el vino se vaciaba, el ruso era quien más lo bebía, pero pareciera que no tenía efecto alguno en él.

 

-Deberías dormir bien William, será un día difícil- Interrumpió sus relatos y suspiro -Conozco a Yuki, no te lo pondrá sencillo para empezar-

 

-¿algún consejo?- dijo el ojiazul con una sonrisa, que bien podría compararse con la de un niño emocionado.

 

-Claro- El pelinegro dio el último trago a su copa -el mismo que él me dio a mí... mantente respirando- Había cierto aire de nostalgia en sus palabras.

 

El castaño trago saliva, comenzaba a pensar en lo mal que podría irle sabiendo que nunca gusto de los problemas. No. Más bien, siempre lo mantuvieron alejado de ellos, desde pequeño... ¿y si, tuviera aptitudes para los problemas? Nunca lo había pensado, pero algo si tenía claro, no había vivido su vida como el quería, siempre vivió bajo la gigantesca sombra de su apellido, destinado a heredar la empresa de su padre o como dice el de manera petulante "su imperio". La "deslumbrante" vida de empresario, no era lo suyo, pero sus padres se habían asegurado de que la viera como la única buena vida que podría llevar, era una idea sembrada desde pequeño y había germinado perfectamente bien hasta que llegó el perseguido ruso. El pelinegro llego a pisotear ese esquema y abrió la puerta de la posibilidad, eso significaba más para William que cualquier otra cosa. Sin embargo le era imposible decírselo, pensaba que quizás lo asustaría, ¿quién en su sano juicio agradece por algo así a tan solo un día de conocerse? Pensaría que estaba loco o en un rápido camino hacia la locura al menos, quizá lo alejaría. Y no dejaría que eso pasara.

 

-gracias por el consejo- sonrió determinado con esos ojos de zafiro encendido que daban un ligero rubor a las mejillas de Mikhael.

 

La charla había terminado así que se recostaron dándose la espalda y apagaron las luces. William estaba muy nervioso, no solo por las pruebas del día siguiente sino porque marcaría el comienzo de una nueva vida al lado de Mikhael, seguía seguro de que él era la persona correcta y nunca lo dejaría... Nunca.

 

 

-Mi-kha ~hah~- Repetía el castaño entre incesantes gemidos, ya no podía recordar cómo llegaron a ese punto; sus dedos se aferraban a la espalda del pelinegro y él embestía fuertemente en respuesta, llenando de suaves mordidas desde sus hombros hasta el cuello. Sus besos eran desesperados y sus labios solo se separaban para volver a llenar de aire sus pulmones para seguir. Y únicamente el  placer podía  ocupar su mente.

 

A lo lejos había un sonido, agua cayendo y poco a poco el sonido ahogaba incluso sus propios gemidos. ¿Lluvia? No… Fue entonces cuando el castaño abrió los ojos, su respiración estaba agitada, sus dedos apretaban las sabanas y avergonzado se dio cuenta que había sido un sueño. Se giró sonrojado esperando no haber despertado a Mikhael. Pero al girar, encontró la cama vacía y una luz se colaba por la puerta del baño entreabierta, el sonido que lo despertó de su placentero sueño fue la regadera. Pensó que el sol ya estaba por asomarse si Mikhael ya estaba tomando un baño, así que miró el reloj en su muñeca y se sorprendió, no eran ni las tres de la mañana. Eso lo hizo salir de la cama de un salto y correr hacia el baño empujando la puerta.

 

-¡Mikhael!- Se dirigió rápidamente a la enorme regadera y vio a su pelinegro debajo del chorro, sentado en el piso, aun vestido. Acercó su mano a él y toco el agua por accidente, estaba muy fría -¿Qué pasó? ¡Esta helada!- Y tocó su frente en busca de fiebre.

 

-N-o -No me toques -Por favor- Sostuvo la muñeca del castaño intentando apartarla. –E-estoy bien –Lamento despertarte- Intentó mantener la compostura, pero no podía esconder que todo su cuerpo temblaba descontrolado.

 

-¿Qué es lo que pasa? ¿Puedo ayudar? Debo buscar a Loto- Dijo levantándose, estaba un poco asustado pero si no podía hacer nada, debía traer alguien que supiera que hacer. Pero Mikhael no soltó su muñeca.

 

-¡No! –e-él hizo esto… estaré bien  -te lo prometo- Por dentro repetía mil maldiciones, aunque era de esperarse de Yukiko, pensó que esta vez sería diferente. Que equivocado estaba.

 

-Por favor dime cómo puedo ayudar- Los zafiros de William desbordaban preocupación, mientras cerraba la llave de la regadera y alcanzaba una toalla enredándola en el pelinegro, él temblaba descontrolado. Lo ayudo a ponerse en pie, pero se mantenía inclinando su cabeza como si esta le pesara demasiado para mantenerse de pie, su respiración era pesada; alcanzo otra toalla y seco un poco su cabello, paso suavemente una punta por su rostro, su frente estaba muy caliente, sus mejillas estaban rojas y sus pálidos ojos entrecerrados.

 

-Will -esto -no es necesario- Le dijo mientras luchaba por no verlo a los ojos y no temblar más.

 

Los zafiros de William no entendían lo que pasaba, pero ciertamente creía que Mikhael se veía tan frágil y le hacía lucir tan bien que se sonrojaba. -tonterías, déjame ayudarte- Debía quitarle la ropa mojada y comenzó con la camisa. Mikhael se tensó y se hecho para atrás. -hey, tranquilo... tranquilo-

 

-d-déjame, yo puedo- Insistía el ruso. Logro quitarse solo la camisa pero se sentía muy pesado y se tambaleo.

 

William no discutió más y simplemente le desabrocho el pantalón, el pelinegro intento tomar sus manos pero no pudo. Al dejar caer sus pantalones se sorprendió de ver el miembro erecto de Mikhael atrapado en su ropa interior. El ruso intento cubrirse con ambas manos sin controlar el temblar de su cuerpo.

 

-¡n-no es lo que crees! –Igual que en Kioto -a-al menos no te hizo nada a ti- Balbuceaba sin sentido.

 

El castaño lo miraba sonrojado, pero había sobre todo preocupación, no sabía de lo que Loto podía ser capaz y mucho menos sabía que era lo que Mikhael había ingerido.

 

-no  me veas así -por eso estaba bajo el agua fría -déjame volver- la voz del pelinegro había bajado su tono, casi sonó a una súplica y William estaba extasiado con esa faceta de él. Bien no era la mejor manera de conocerla, pero muy en el fondo estaba agradecido por la oportunidad de verla. -por favor... Will -déjame-

 

-por supuesto que no, ni siquiera puedes mantenerte de pie- argumentaba sin poder quitar la vista de su entrepierna, por un momento pensó que el ruso creería que era un pervertido si seguía mirando ese exacto punto -Ven, te ayudare-

 

El pelinegro se negaba, no quería ser tocado por nadie, ni siquiera por William. No quería volver a perder la consciencia como había pasado en el apartamento del castaño, sabía que las náuseas regresarían y es que, había un asco especial en el sobre todo ese asunto. En el fondo de su mente existía la idea de que aquel anciano lo había ensuciado de la manera más repugnante posible, que lo había vuelto un remedo sucio de humano y la idea de permitir que alguien lo tocara... que se ensuciara al tocarlo de esa manera... iba más allá de lo nauseabundo. No permitiría que William se ensuciara así con él. No podía permitirlo. Así que forcejo todo cuanto su cuerpo se lo permitió mientras William apenas lo salvo del suelo, sin entender bien lo que pasaba, pues para él no era nada de que estar tan avergonzado.

 

De pronto recordó lo que Loto había contado sobre la niñez de Mikhael y lo entendió todo. Cada movimiento de rechazo del ruso, el temblar de su cuerpo, incluso la pesadez de su respiración y cada gesto. Todo.

 

-¡Mikhael ya basta! Tranquilízate por favor- intentaba no sonar como una madre regañona, gritándole a su hijo, así que bajo el tono y trato de escucharse lo más reconfortante que podía -Tranquilo- le susurraba -Tranquilo-

 

Al pelinegro ciertamente esas palabras no le traían calma. No podía evitarlo, su cuerpo no estaba obedeciéndolo y por eso, maldecía a sus adentros a Yukiko. William paso su brazo por sobre sus hombros y lo ayudo a sostenerse de pie, en un solo movimiento lo devolvió debajo de la regadera y abrió al agua fría. El ruso se tensó por la temperatura, pero había cierto alivio, el calor que sentía dentro le era agobiante y una vez un poco más relajado se percató que el castaño no lo soltaba.

 

William aunque preocupado, se estaba dejando invadir por los deseos inconscientes del sueño que acababa de tener minutos atrás, comenzaba a imaginar que esa podría ser la oportunidad de volverlo realidad. Una realidad lujuriosamente exquisita, que llevaba sus lindos zafiros a clavarse en la ropa interior del ruso, quien se encontraba temblando a su lado. Era tan obvia la solución al problema... pero no quería que Mikhael se sintiera obligado, no quería traer sus malos recuerdos y por encima de todo, no quería que lo rechazara de nuevo. Sin embargo no permitiría que continuara así. Deslizo su mano dentro la ropa interior empapada de Mikhael, quien de inmediato se tensó entero.

 

Balbuceo algo, sus palabras aunque incompletas eran comprensibles a la perfección para el castaño. Quien simplemente decidió ignorarlas en pro de ayudarlo. Aunque eso no necesariamente lo dejaba imposibilitado de disfrutarlo…

 

-William –n-no- Repetía el pelinegro sin parar con esa voz que sonrojaba al castaño, esa voz que lo provocaba aún más.

 

-shh tranquilo, no voy a hacerte daño solo estoy ayudándote, si no hacemos algo va a doler mucho- susurraba William en respuesta muy cerca del oído del ruso –tranquilo- Su voz dulce no cuadraba con los movimientos de su mano dentro de esa ropa interior empapada. Tomo firme el miembro de Mikhael, mientras subía y bajaba su mano lentamente, apretando con mediana fuerza apenas llegaba a la punta.

 

Mikhael se retorcía entre un placer que no debía sentir y el dolor dulce de su propia carne. De pronto  se giró quedando de frente al castaño, quien por reacción saco su mano de la ropa interior del mayor, el ruso se aferró con una mano a la camisa empapada de William y con la otra tomo su mano devolviéndola al lugar en el que estaba, dejando escapar un gemido ahogado al deslizarla dentro de su ropa interior.

 

-boleye… bol'she pozhaluysta- el pelinegro susurraba “más... por favor más” en ruso ya sin pensarlo, su mente ya había abandonado algo de inhibición y parecía comenzar a disfrutarlo.

 

William no entendía ruso, pero por obviedad en esta situación, decidió dejar que el cuerpo de Mikhael fuera quien le hablara. La espalda del ruso se vio en un arco contra la pared, la mano del castaño en su cintura aseguraba que no se deslizara al piso mientras la otra se dedicaba a masturbarlo por debajo de la ropa interior, que bien lograba el cometido de mantener cierto pudor. Llego el punto en donde Mikhael ya comenzaba a mover por si solo su cadera, William estaba extasiado de sentir su humedad cálida ya invadiendo su mano hasta que por fin el pelinegro tenso todo su cuerpo aferrándose de pronto a él hundiendo su rostro en su hombro, su respiración caliente y agitada, el latido en su pecho tan fuerte que podía sentirlo claramente… y el líquido derramado por el pulsante miembro de Mikhael en su mano, cuya carga podría decir que llevaba tiempo sin ser liberada… William por su parte ya se había corrido también, con tan solo escucharlo y con tan solo sentir su respiración, era como si el placer que Mikhael sentía le fuera contagiado…

 

El pelinegro estaba inmóvil aferrado al castaño, así que este saco despacio su mano y cerro la llave del agua; moría por probar el sabor del hermoso ruso en sus brazos, pero no lo haría esta vez…

 

Mikhael se quedó profundamente dormido sobre William, quien empezaba a resentir el peso sobre él; como pudo lo envolvió en una bata que colgaba cerca y lo llevo a la cama. Sonrió recordando la primera vez que él mismo había caído dormido de placer mientras se quitaba la ropa mojada y se secaba, de reojo vio algo que parecía... ropa, así que la probo, parecía una pijama cómoda, pero la verdad es que era algo nipón. Se encogió de hombros y fue directo a la cama, no tocaría mas a Mikhael, no quería que despertara pensando cosas que pudieran hacerlo alterarse no importaba cuanto quería dormir abrazándolo. Le dio de nuevo la espalda y cerró los ojos, hundiéndose de inmediato en sueños.

 

Una madrugada muy larga… seguro que si lo había sido…


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