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Sol de medio día por Koume

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Notas del capitulo:

Sí, seis hijos.

Capítulo 2: Qué injusta puede ser la vida

“¿¡Has vuelto a saltar la cerca?!”

Lo único que le pedían era asentir, lo único que debía hacer era asentir, siendo así el caso, ¿por qué se quedó quieto? Su cuerpo se congeló y sus manos empezaron a temblar. Frío no era; llevaba un suéter que bien cubriría cualquier ventisca.

¿Miedo?

Sí, era eso.

“Si nos hicieras caso, no tendrías que pasar por esto.”

Era verdad.

Sólo necesitaba quedarse cerca.

Pero entonces, ¿por qué? ¿Eran sus ganas de ver el mundo tan fuerte?

¿O acaso sabía que estaba muriendo y era su última oportunidad?

♠~♠~♠~♠~♠~♠~♠~♠

Regresó abatido a su nueva casa; decepcionado. Tenía curiosidad sobre el pequeño albino que se había encontrado. Parecía tan joven, débil—frágil.

Se preguntaba por qué se veía tan mal, no podía olvidar su tez pálida y sus cansados ojos, sus delgados brazos y sus pies sucios.

Cerró la puerta aún absorto en sus pensamientos, la voz de su tía conversando por el teléfono le regresaron a la realidad, su tía parecía feliz, “¿Vendrás? Significa que te va bien, ¿no?”

Su tía rió ante el comentario de la persona entre la otra línea, el sonido era demasiado bajo y distorsionado como para que Gon entendiera algo de lo que la persona decía, “Se pondrá feliz, te veré luego entonces.”

Colgó el teléfono y posó su mirada en su sobrino, le dedicó una sonrisa animada, “¡Te tengo una sorpresa! ¡Ging vendrá el próximo fin de semana!”

¿Su padre?

¿No estaría trabajando?

Sonrió feliz por la noticia, “¡Eso es fantástico!”

“Y creo que Kite vendrá, no estoy tan segura.” Kite era el amigo de su padre y su padrino, de pequeño lo llamaba ‘tío Kite’.

Su padre trabajaba para mantener a toda su familia, eso incluía a la abuela, Mito y él. Antes, cuando vivían en la ciudad, estaban instalados en un pequeño departamento; nunca estaba en casa.

Y ahora tampoco había diferencia, trabajaba en otra ciudad ya que le dieron un asenso, y el padre de Ging les dejó de herencia una casa afuera de la gran ciudad, un pueblito que bien era bastante bonito y natural—todo lo que Gon una vez deseó.

Por lo menos consiguió un asenso y podría mantener a su familia mejor que antes.

El olor a la comida ya paseaba por su nariz, su tía le sonrió, “Anda, lávate la cara y las manos, ya está casi lista la comida.”

El azabache asintió enérgico y subió las escaleras corriendo, entró el baño e hizo lo que su tía le había pedido. Al salir del baño notó como el sol se ocultaba, ¿tanto tiempo había pasado? Su mente se encontraba en otro lugar, estaba curiosamente relajada y feliz.

Bajó las escaleras y ayudó a poner la mesa, una vez los tres se sentaron, dieron gracias y empezaron a comer.

“¿Y qué te parece, Gon?” Le preguntó su abuela, ese lugar la transportaba a los recuerdos de su preciada infancia.

El azabache tragó su comida y contestó eufórico, “¡Me encanta este lugar! Pero...”

Había recordado lo que pasó en aquel arrollo, cómo en un momento lo que fue su primer amigo del lugar desapareció sin dejar rastro; dudaba que fuera sólo su imaginación, era demasiado real.

Notó como su tía le miraba preocupado, “¿Pasó algo?”

Gon negó con la cabeza, “Nada malo, simplemente conocí a alguien bastante...Peculiar.”

“¿Y eso es malo?”

“No, pero... No sé qué pasó con él, cuando me llamaste desapareció y no sé su nombre. Quién sabe, puede que nunca lo vuelva a ver.” Le dio otro mordisco a su pan, su tía asintió comprensiva. Le dio un sorbo a su sopa y continuó la conversación con su sobrino.

“¿Y cómo era él?”

Puso su bebida de lado y le contestó, “Pues era bastante delgado, tenía ojos azules y era albino.”

Su abuela pareció considerar esa descripción, puede que lo conociera, después de todo ella fue la primera en ir ahí por su problema del corazón; ya llevaba un mes habitando esa casa.

“Me suena... Probablemente es el pequeño que vive en la casa de lado.” Los ojos de Gon se iluminaron esperanzados.

“¿De verdad?”

“Sí, ahí vive una pareja muy peculiar con sus seis hijos, y uno de ellos es bastante enfermizo desde que nació, no sé qué clase de enfermedades padezca pero no puede salir mucho de su casa.” Gon asintió ante la descripción de su abuela.

“¿Va a la escuela?”

“Lo lamento pero hasta ahí llegué, no conozco mucho a la familia de al lado.” Suspiró resignado, por lo menos ahora tenía esa información. Al finalizar la cena lavó los platos y subió al baño para lavarse los dientes. Una vez terminado se dirigió a su habitación para dormir.

Miró por la ventana, a través de ella lograba ver la supuesta casa de su misterioso amigo. No estaba tan lejos, sólo una separación de más o menos dos metros. Le molestaba que la vida fuera tan injusta, que existiera la pobreza, el sufrimiento, las enfermedades; simplemente horrible.

La persiana de la ventana en la otra casa se alzó, logró divisar a... ¿El chico de antes?

El albino parecía tan sorprendido como él y... Feliz. Gon abrió la ventana y el chico hizo lo mismo, desde ahí era capaz de hablar y escucharse el uno al otro fácilmente, “Hola.”

Gon le saludó, el albino se agachó para agarrar algo; una libreta, empezó a escribir, notó como su mano derecha tenía una venda y escribía con la izquierda, finalmente levantó la libreta, ‘Soy Killua.’

Killua, un nombre peculiar, tanto como lo era el dueño, lo más curioso es que no hablaba, ¿por qué no hablaba? Killua volvió a escribir algo y levantó la libreta, ‘No puedo hablar’.

¿Por qué no podía? ¿Sus padres se molestarían por el ruido? Deseaba escuchar su voz, pero al parecer no sería posible. El albino adivinó sus pensamientos y le dio vuelta a la hoja de la libreta, nuevamente empezó a escribir y levantó la libreta.

‘Soy mudo.’ Mudo, las palabras le cayeron como balde de agua, además de padecer quién sabe cuántas enfermedades, ¿era mudo? Lo volvía a decir—y lo diría cuantas veces fuera necesario—la vida era injusta.

Abrió su boca sorprendido, rozando sus labios un simple ‘oh’, suspiró, esto pareció ofender al albino, Gon le sonrió, “Creo que debería escribir también, no quisiera despertar a alguien.”

Killua asintió, Gon sacó una de las libretas que usaría para el colegio y habló con su nuevo amigo, no duraron tanto hablando pero aprendió varias cosas.

Sus padres no le dejaban cruzar la cerca ni ir a la escuela, desde que nació tenía problemas de salud  y sus hermanos al parecer no se quieren acercar a él. Gon también le habló un poco sobre él, le contó que vivía en la ciudad y que no tenía tantos amigos, ni enemigos, era el típico niño que se sentaba sólo en el recreo pero que a nadie le importaba hablar con él. Corrió con suerte, nunca fue rechazado ni juzgado—o al menos él no se dio cuenta.

Todavía tenía un día de más para descansar y luego sería lunes; tendría que ir a la escuela.

Durmió más tranquilo al saber que su amigo tenía su habitación literalmente enfrente de la suya. La vida parecía ser perfecta, vivía en un lugar hermoso, su familia estaba bien, su padre vendría pronto y por fin tuvo su primer amigo, Killua. Aunque claro, le molestaba rotundamente que fuera él quien le tocara sobrellevar tanta carga entre sus pequeños hombros.

Para que mentir, el albino parecía un ángel, y Gon sólo quería ayudarlo, quería que fuera feliz; volver a ver la sonrisa que le dedicó cuando le preguntó que si quería ser su amigo. Al parecer también era el primer amigo del ojiazul.

Despertó, saliendo de la infinita oscuridad que representaban sus supuestos ‘sueños’. Para Gon ver imágenes fantásticas mientras dormía era una mentira; una falsa ilusión y algo que nunca logró ver.

Nunca ha soñado nada.

Y tampoco parecía que lo haría.

Salió de su cama, se estiró y frotó sus ojos. Listo para comenzar un nuevo día. Bajó para agarrar una fruta, odiaba desayunar, su tía le insistía que era la comida más importante pero el simplemente lo odiaba. Pero por lo menos le prometió comer una fruta o algo ligero.

Al parecer su tía ni su abuela estaban levantadas y, al parecer, irónicamente él se había levantado a las 7:56 de la mañana—irónicamente porque era él quien dijo que quería descansar y dormir mucho.

Salió de su casa mientras mordía la manzana, volteó a ambos lados, de un lado estaba solo, pero del otro habían dos pequeñas niñas dibujando en la acera con gises de colores; gemelas. Ambas tenían el cabello castaño, una lo tenía largo hasta la cadera y la otra al ras del hombro. Se acercó para hablar con ellas al notar que estaban enfrente de la casa de Killua.

Mientras se acercaba se dio cuenta que los ojos de una de las niñas eran ligeramente grises, la de pelo corto; era ciega.

“Hola. Buenos días.” Las niñas voltearon a ver arriba donde estaba Gon. Gon se agachó para estar a su altura, una de las chicas no le siguió con la mirada. Confirmó sus sospechas, sí era ciega.

“¡Hola! ¡Tú eres quien se mudo ayer!” La niña de pelo largo, en vez de preguntar, aseguró, Gon asintió.

“Sí, soy yo.” La niña de pelo corto extendió sus brazos.

“¿Puedo tocar tu cara?” Gon rió, no la juzgaba por ser ciega y su gemela estaba agradecida, “Seguro.”

Acercó su cara y la niña paseó sus manos por sus fracciones, su nariz, sus pómulos, su cabello, “¡Eh! ¡Tus cabellos pican!” Su hermana y el azabache rieron, al final la niña quitó sus manos y asintió, “¡Me gusta tu voz!”

“Gracias.” Gon sonrió, la hermana de la pequeña estaba feliz de que su nuevo vecino tratara tan bien a su querida hermana.

“Soy Alluka, ella es Nanika.” Nanika saludó a la dirección donde pensaba que estaba Gon y Alluka la corrigió, Gon rió.

“¿Viven aquí?” Preguntó Gon señalando la casa de enfrente, donde vivía el albino.

“¡Sí! Está señalando a la casa Nanika.” La castaña de pelo corto asintió y siguió dibujando. Un joven adulto salió de aquella casa. Era pálido y cabello negro largo y sedoso, parecía seda que se movía con gracia, siguiendo al portador de aquella caballera. Era alto y delgado, aún así se notaba que tenía musculo por debajo de su abrigo. Alzó una ceja al ver al azabache con sus hermanas.

“¿Y tú eres?” Posó sus ojos negros en los suyos, parecían tan vacios, y lo peor era que son bastante grandes.

“Soy Gon, me mudé ayer.”

Asintió y empezó a acercarse donde estaban él y sus hermanas, “Entiendo.”

Se agachó para ver que dibujaban las gemelas, Nanika acarició el cabello de su hermano, al parecer era muy curiosa e hiperactiva.

“Lamento interrumpirlos pero el desayuno está listo, vengan niñas.” Las dos se despidieron del azabache, la pequeña de cabello corto agarró a su hermano mayor de la mano y éste le guió hacía la puerta, ¿así de bien tratarían a Killua? ¿Por qué dijo que sus hermanos le evitaban?

Después de todo, nadie es perfecto, y Nanika también tenía su propio problema.

Entró a su casa y encontró a su tía sentada en la mesa con una taza de café enfrente, “Buenos días.”

Su tía bostezó y le saludó, seguía en su ropa para dormir y tenía ojeras pronunciadas, “Buenos días, Gon.”

Pasó una mano por su nuca y volvió a bostezar, “¿Por qué te levantaste tan temprano?”

Gon negó con la cabeza, “Ni idea.”

Notó que al lado de la taza había un papel y una pluma, le preguntó a su tía que era lo que tenía escrito, “¿Esto? Unas cosas que debo comprar, hay un mercado, ¿sabes?”

Gon tomó la lista, no le importaba ir a comprar las cosas por su tía, así que ofreció su ayuda, “Si quieres puedo ir a comprar las cosas, ¡mientras más temprano mejor!”

Su tía asintió y rió, una risa un poco apagada, la pobre seguía cansada por la mudanza, “Se nota que tienes energía, ¿por qué no?”

Gon asintió, tomó la lista y salió de la casa, en la puerta se despidió de su tía y cerró. Por lo menos su abuela se había llevado su bicicleta cuando llegó al lugar, la tomó.

Killua estaba sentado en la acera, leyendo algún libro, recargado en su casa había un chico un tanto gordito, bueno para que mentir, mucho. Su pelo era corto y negro, sus ojos se parecían bastantes al joven que salió y se llevó a las gemelas.

Killua volteó a ver a donde estaba Gon, dándose cuenta de que le observaba. Le sonrió, “Buenos días.”

El—al parecer—hermano de Killua salió de su trance con su celular y observó al chico que le hablaba a su hermano, le daba curiosidad, “¿Es tu amigo, Killua?”

El albino asintió y su hermano suspiró, regresó a su celular, Killua se paró, dejó al lado de su hermano su libro y se acercó a Gon.

“Voy al mercado, ¿quieres venir?” Ahí su hermano se metió a la conversación, se paró y se acercó a ambos chicos.

“Si vas te meterás en problemas.” Killua volteó a ver al suelo un tanto triste, regresó su mirada a su hermano y le empezó a hacer señas, ese lenguaje lo vio una vez en televisión, tal vez debería aprenderlo para comunicarse con Killua.

“No prometo nada, si se me olvida no es mi culpa.” Asintió y volteó a ver a Gon con una sonrisa.

“¿Sí vienes?” Asintió, Gon rió y se subió a su bicicleta, se hizo un poco adelante, dejando suficiente espacio para que su amigo se subiera, “Ven, sube.”

Se sonrojó y se acercó a la bicicleta, con un poco de dificultad se subió y colocó sus manos en los hombros del moreno. Colocó sus pies en las tuercas que agarraban las llantas traseras para apoyarse de algún lado. Gon empezó a pedalear y su hermano los vio irse.

“No le diré nada a madre, no deberías confiar en mí y lo sabes...” Se sentó donde antes estaba, desbloqueó su celular, “¿Tanto quieres ir?”

 

Notas finales:

Gggg, perdón por decir que borraría la historia :3

Realmente no sé, se me hizo un concepto original poner a Alluka y a Nanika como diferentes entidades, así que me dije a mi misma: ¿Por qué no gemelas? Sí, gemelar :v

Espero que la historia les esté gustando, nos leemos pronto! 


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