Me dirigía hacia la parada del autobús para ir al trabajo, miré al cielo mientras caminaba; estaba nublado, parecía que llovería y no llevé un paraguas ese día. No me importo, me gustaba la lluvia.
Esperé al camión que me dejaría cerca de mi lugar de trabajo. Un puesto de flores en un mercado. No suena muy masculino pero me gustaba, era agradable saber que lo que vendía le alegraría el día a alguien, además de que muchas chicas se acercaban a ver las flores. Había conocido así a mi antigua novia. Pero eso era algo que prefería no recordar.
En algún momento me quedé dormido, y desperté unas cuadras después de mi parada. Maldición, ya era tarde.
Corrí a la florería, iba tan apurado que no me dio tiempo de frenar cuando un gato negro se me cruzó en el camino, lo salté para no lastimarlo pero terminé cayendo sobre un chico de ojos verdes que ponía una expresión de dolor.
-¡Brook! Lo siento – dije levantándome de inmediato y ayudándole a pararse.
-¡Idiota! ¡Fíjate por donde vas! – exclamó molesto
-Pff… - aguante la risa, su expresión era adorable – perdón, pero tu gato se atravesó de repente en el camino, eras tú o su vida – contesté relajado. El chico iba nuevamente vestido completamente de negro, con una playera de manga corta y pantalones entallados, llevaba unos audífonos que se le habían caído al chocar conmigo, los recogió y al extender su brazo noté otra vez, un moretón.
-Oye, ¿qué te pasó? – señalé su brazo.
-Nada que te importe. – siguió su camino, quería seguirlo pero iba tarde al trabajo y la dueña definitivamente se enfadaría conmigo.
-¡Veámonos de nuevo! – grité en su dirección. Él no respondió. Comencé a caminar hacia atrás esperando su respuesta pero al no obtenerla corrí de nuevo hacia el interior del mercado, ya hallaría la forma de encontrarlo de nuevo.
-*-
-¿Otra vez llegando tarde, Gerard? – la dueña parecía tranquila pero yo sabía que no lo estaba, llevaba suficiente tiempo trabajando con ella como para darme cuenta.
-Lo siento, tuve un pequeño imprevisto en el camino
-Pues yo espero no tener imprevistos el día de pago – y dicho esto se retiró a su oficina.
No había nadie a quién atender así que me dispuse a arreglar los rosales.
-¿Disculpe? – Oí una delicada voz - ¿Qué precio tienen las rosas? – me giré para ver a la persona, era una mujer un tanto mayor, parecía haber estado llorando porque tenía los ojos y la nariz roja, había algo que me inquietaba en ella, no tarde en identificar qué era. Sus ojos verdes eran muy parecidos a los de Brook. Pero hay muchas personas con los ojos verdes, estaba sobre pensando las cosas.
-Depende de cuales quiera- sonreí amable fingiendo no darme cuenta de su condición. - ¿Para quién son? – pregunté tratando de hacerle plática, no quería dejar que se fuera de la misma forma en que había llegado.
-Para mi hija, solían gustarle mucho – dijo con la mirada un tanto triste.
-¿solían? – pregunté antes de pensarlo.
-Sí, ella murió hace muchos años – esbozó una sonrisa amarga.
-Eso es algo bueno para ella, ¿no cree? Ahora estará mucho mejor, ¿Sabe de la vida eterna? Ella debe estar disfrutándola… - hablé pensativo, la señora comenzó a reír por lo espontáneo del comentario.
-Tienes razón, probablemente así sea – escogió las rosas que llevaría y se despidió con una sonrisa.
El encuentro con aquella señora había provocado que mis propios recuerdos afloraran. Recordé a mi padre, me había dejado hace mucho, ojalá aún estuviera vivo.