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EL FRUTO DE LA TRAICCION por ainere86

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Notas del capitulo:

Espero que les guste

Capitulo 2

 

Justo  en la puerta había un hombre enorme con un traje gris haciendo guardia. Un extraño.

-¿Dónde está Sasuke? -preguntó Naruto medio temblando-. Mi marido, ¿dónde está?

-El señor Sasuke no quiere que nadie lo moleste –contestó mirando de reojo la puerta del despacho cerrado.

Era siciliano, pensó Naruto, su acento era siciliano, como el del hombre con el que había hablado por teléfono. Se estremeció y pasó por delante de él ignorando su respuesta y apresurándose a abrir la puerta. Sasuke estaba sentado en el borde de la sólida mesa de roble del despacho y no estaba solo. Había dos policías y otro hombre con él, alguien al que de inmediato reconoció como su mano derecha Suigetsu. Estaban todos con las cabezas inclinadas mirando algo que había sobre la mesa. Al entrar ella de improviso todos levantaron la cabeza. El los ignoró a todos. Sus ojos ansiosos se centraron en la única persona que importaba.

-Sasuke... -lo llamó dando dos pasos hacia él-. He...

Él hizo un gesto con la mano, no hacia el sino hacia el objeto que había sobre la mesa. Fue entonces, al oír un clic, cuando se dio cuenta de qué era lo que estaba pasando allí y cuando reconoció lo que había escuchado a pesar de que su cerebro se había negado a admitirlo.

Se paró, se puso blanco, cerró los ojos. Era la voz de Mikoto, de su hija, murmurando y llamándolo hasta que alguien apretó el botón.

-¡No la toquéis! -gritó.

No supo quién fue el que lo alcanzó primero para sujetarlo cuando se tambaleó, pero reconoció los brazos de Sasuke agarrándolo y evitando que se derrumbara, apretándolo contra su pecho y obligándolo a sentarse. No se marchó. Fue inclinando su cuerpo al mismo ritmo que el de modo que podía apoyarse en él. Su corazón se había acelerado y estaba fuera de control, su respiración era rápida, su mente estaba absolutamente horrorizado por un nuevo temor.

Sasuke estaba maldiciendo. Maldecía en italiano y en inglés, maldecía elevando la cabeza por encima de el, lo maldecía todo y lo maldecía a el. Entonces Naruto elevó los dedos helados y temblorosos para posarlos sobre la pechera de su camisa, luego sobre el cuello y por último sobre la boca, apretada por la ira. Podría haberlo abofeteado en plena cara sólo por haberle causado esa sensación. Él se quedó helado allí mismo, delante de todos aquellos rostros que los observaban. Se quedó helado como una estatua muda con los temblorosos dedos sobre sus labios.

- Sasu -susurró ella débilmente sin darse cuenta siquiera de que lo estaba llamando por un apodo que había utilizado sólo a veces en momentos de intimidad cuando se sentía absolutamente perdido en él-. Mi hija, ésa era mi hija...

Sasuke Uchiha agachado junto a el y oliendo la maravillosa fragancia de su pelo esparcido por los anchos hombros, cerró por un momento los ojos con una expresión de dolor.

 

-Shsh -murmuró. Entonces elevó la mano para agarrar los dedos de Naruto sobre su boca y después de besarlos ligeramente los tomó entre sus manos con delicadeza-. Naruto, ella está bien. Pregunta por ti pero está bien. ¿Me entiendes, cara? Ella está...

Naruto se desmayó. Al fin la presión que soportaba lo venció y se dejó caer sobre el hombre que tenía a su lado. Poco después, se despertó encontrándose en su habitación, tumbado sobre la cama y con el médico inclinado sobre el.

-Quiero que tome esto, señor Uchiha -murmuró ofreciéndole dos pastillas blancas y un vaso de agua.

El sacudió la cabeza y volvió a cerrar los ojos intentando recordar lo que había ocurrido. Recordaba haber corrido por el vestíbulo y haber abierto la puerta del despacho pero no se acordaba de por qué había sentido la necesidad de ir allí. Recordaba haber visto en el despacho a Sasuke, a Suigetsu y a dos policías, y recordaba cómo todos habían levantado la cabeza para mirarlo al entrar el de improviso y dirigirse hacia Sasuke . Luego... entonces recordó.

-¿Dónde está Sasuke?

-Aquí estoy.

Abrió los ojos y lo encontró inclinado sobre el al otro lado de la cama. Su aspecto sin embargo era diferente, como si hubiera perdido en parte su arrogancia.

-Has tenido noticias de ellos, ¿verdad? -murmuró medio desfallecido-. Te llamaron antes de la hora prevista. Te dejaron hablar con mi hija -lloró.

-Tómate las pastillas, Naruto.

-Quiero saber qué te han dicho -contestó el negándose a tomarlas con un gesto de cabeza.

-Si te tomas las pastillas, te contaré lo que han dicho.

-Lo único que quieres es que me quede dormido. Me niego a dormir - insistió Naruto.

-No son pastillas para dormir, señor Uchiha. No tiene usted por qué dormir si no quiere, son sólo para relajarse. Le aseguro que le estoy diciendo la verdad. Comprendo perfectamente que quiera ser fuerte en un momento como éste, pero no lo va a conseguir si no es con cierta ayuda. No debe menospreciar su estado de shock, está usted a punto del colapso. Tómese las pastillas. Confíe en mí. Confiar en él. Lo miró a los ojos y se preguntó si podría hacerlo. Hacía casi tres años que no confiaba en ningún hombre.

-Tómate las pastillas, Naruto. Si no tendré que sujetarte para que él te ponga una inyección.

 Naruto se tomó las pastillas. Sasuke nunca amenazaba en falso y el no era tonto. Sabía que si le inyectaban algo no iban a ser simplemente calmantes. Cerró los ojos por unos momentos durante los cuales nadie dijo nada. El doctor permanecía a un lado de la cama y le tomaba la tensión. El silencio era tan profundo que creía oír el tictac del reloj contando los segundos.

Antes incluso de que el doctor le soltara la muñeca sabía que su pulso se había normalizado, que no corría a la velocidad a la que lo había hecho durante las últimas horas. Sintió cómo ambos hombres intercambiaban una mirada y  luego oyó pasos por la habitación. La puerta del dormitorio se abrió y volvió a cerrar. De nuevo estaba a solas con Sasuke.

-Ahora ya puedes contarme lo que te han dicho -murmuró sin abrir los ojos-. No voy a ponerme histérico.

-No te has puesto histérico en ningún momento -señaló él-. Simplemente te desmayaste.

-Eso ya había ocurrido antes, ¿no es así, Sasuke?

-Sí -admitió él causándole tal sorpresa que ella abrió los ojos.

-Sólo que la última vez me dejaste caer, creo recordar.

Él se dio la vuelta, en principio para arrimar una silla a la cama y sentarse a su lado, pero el sabía que lo hacía para no recordar la escena a la que se refería, cuando él estuvo a punto de pegarle y el respondió simplemente desmayándose. Aquel incidente había tenido lugar en otra casa, en otro país, en otro mundo. Y en aquella ocasión, él se había marchado y lo había dejado tirada en el suelo. Desde entonces no había vuelto a verlo.

-¿Cuándo llamaron?

-Justo después de dejarte.

-¿Y qué dijeron?

-En realidad no necesitas saber qué dijeron exactamente -contestó él curvando ligeramente los labios-. Digamos que sólo querían asegurarse de que yo comprendía bien que se trataba de un asunto de negocios.

-¿De qué clase de negocios? -preguntó Naruto fríamente, sorprendido por el efecto de las pastillas-. ¿Te refieres a dinero?

-Pensé que era evidente que lo que quieren es dinero. Es de lo único de lo que dispongo en abundancia. El asintió, pero sin embargo luego le contradijo:

-Es mentira. Lo que quieren no es tu dinero.

-¿Y cómo has llegado a esa conclusión? -preguntó frunciendo el ceño.

-Porque son sicilianos —explicó como si esa razón lo aclarase todo-. Si me hubieras dicho que la han secuestrado en venganza por haberles estropeado tú un negocio importante, te habría creído. Pero si me dices que es sólo por dinero no te creo.

-¿Es que todavía sospechas de mí? -preguntó con frialdad.

Naruto hubiera sonreído si hubiera podido ante aquella pregunta, pero la tensión se había convertido por efecto de las pastillas en debilidad, y sólo podía permanecer tumbado.

-No, de ti no, de tu padre.

La expresión de Sasuke se endureció. Todo rastro de amabilidad hacia el desapareció de pronto.

-Deja en paz a mi padre.

 

-Me gustaría poder hacerlo, pero no puedo. Le contrariaste cuando te casaste conmigo y nunca me perdonará. Además, aún sigues contrariándolo al no querer divorciarte para buscar otra esposa. ¿Cuánto tiempo crees que está dispuesto a aguantar una situación como ésa un hombre con su orgullo? Al final ha decidido tomar cartas en el asunto.

-¿Raptando a tu hija? ¿Y cómo crees que va a conseguir con eso que haga lo que él quiere?

-Ha conseguido traerte aquí, ¿no? -contestó con un brillo de cinismo en los ojos-. Ha conseguido que vengas aquí a enfrentarte con el error que cometiste y que te has negado a aceptar durante tres años.

-Si esas son las tácticas de mi padre -rió-, entonces ha cometido un grave error. Lo que es mío es mío, y siempre lo conservaré. Aunque nunca en la vida vaya a poner un dedo sobre ti, no estoy en absoluto dispuesto a permitir que ningún hombre obtenga ese privilegio.

-¿Es esa tu vendetta particular, Sasuke? -preguntó ella sintiendo un escalofrío.

-Si quieres llamarlo así.

-Entonces quizá debas informar a tu padre de lo que opinas.

-No hace ninguna falta, él ya lo sabe. Y aunque esté deseando que llegue el día en que vea a su hijo deshacerse de su esposo para tomar otra esposa o esposo no está en condiciones de hacer nada al respecto - Sasuke se levantó y volvió a poner la silla en su sitio. Luego se dio la vuelta para mirarlo. Su rostro era de nuevo frío e impenetrable-. Ya ves, hace seis meses sufrió un ataque al corazón. Está tan débil de salud que tiene que permanecer en una silla de ruedas. Apenas puede hacer nada por sí mismo, y menos aún planear algo como esto -de pronto se inclinó sobre el con un gesto serio-. Así que guárdate tus odiosas insinuaciones para ti solo, Naruto una cosa es que te atrevas a insultarme a mí con tus opiniones sobre mi familia, y otra muy distinta que te metas con mi padre. Déjalo a él aparte. ¿Está claro?

-Sí -susurró el  atónito por las noticias. ¿Fugaka enfermo en una silla de ruedas?, Se preguntó incrédula-. Lo siento. Su lástima era sincera, pero no lo sentía por aquel hombre reducido por la enfermedad, sino por Sasuke, que lo adoraba.

-No necesito tu lástima. Me basta con que te muerdas la lengua antes de volver a decir nada sobre él.

Entonces alguien llamó a la puerta, que se abrió. Suigetsu apareció en el umbral. Miró primero a Naruto y luego a su jefe, al que dijo:

-Están al teléfono otra vez.

Sasuke se dirigió hacia la puerta, y Naruto salió aprisa de la cama sintiendo que le costaba mantenerse en pie.

-No -exclamó Sasuke-. Quédate ahí.

-Sasu... por favor -suplicó elevando la vista horrorizado.

-¡No! -volvió a exclamar él bruscamente-. Oblígalo, Suigetsu -ordenó saliendo de la habitación.

 

-Lo odio -susurró  Naruto frustrado al ver que la puerta se cerraba-. ¡Lo odio!

-Sólo lo hace por ti, Naruto -contestó Suigetsu amable-. No es muy agradable ser testigo de la discusión con los secuestradores.

-¿Te refieres a la discusión en la que va a tratar de salvarle la vida a mi hija? - Naruto rió con amargura. Suigetsu no contestó. Al fin y al cabo tenía razón.

Naruto juró en voz baja y volvió a intentar salir de la cama. Pero no podía permanecer en pie, aunque no sabía si era la verdad o las pastillas lo que se lo impedía. Entonces se hizo el silencio, un silencio incómodo mientras él vigilaba la puerta y el intentaba ponerse en pie.

-Vete, Suigetsu. No te preocupes, no voy a salir corriendo hacia el despacho ni a causarte problemas con tu jefe. Puedes irte tranquilo.

El suspiró triste, pero no se marchó. En lugar de ello se acercó a la ventana.

-Puede que en este momento no sea la compañía ideal. Naruto, pero tú y yo éramos amigos.

«Amigos» se repitió escéptica Naruto a sí misma. Conocía a Suigetsu hacía años. Era el ayudante de Sasuke, su mano derecha. Alto, moreno y guapo, juntos formaban un equipo invencible: Suigetsu el encantador, el risueño y Sasuke el hombre de acción frío y calculador. Cualquier cosa que Sasuke no pudiera hacer por sí mismo se la encargaba a Suigetsu, cuya lealtad estaba fuera de toda duda. Su relación era muy estrecha. En una ocasión, hacía ya tiempo, Naruto había llegado a creer que la lealtad de Suigetsu hacia Sasuke lo incluía a el también.

 Lo había considerado un amigo suyo, su único amigo en un mundo lleno de enemigos. Se había sentido solo, abandonado y alejado de la realidad, marginado e incómodo en la alta sociedad en la que Sasuke lo había introducido y en la que su presencia no era aceptada. Suigetsu era la única persona a la que había podido acudir en tiempos de necesidad, cuando Sasuke no estaba. Pero cuando todo ocurrió, incluso Suigetsu le volvió la espalda.

-No necesito a nadie. Sólo a mi hija.

-Sasuke la rescatará -contestó asintiendo despacio pero con seguridad y consiguiendo aminorar ligeramente el dolor que sentía en su interior-. Pero tendrás que confiar en él, Naruto, lo hará a su modo.

«Confiar», recapacitó. De nuevo aquella palabra.

-Han llamado antes de lo que dijeron. ¿Han dicho por qué?

-No, pero nos han estado siguiendo -explicó-. A Sasuke y a mí. Nos han seguido desde Nueva York hasta aquí. Supongo que habían calculado mal el  tiempo que íbamos a tardar en llegar a Inglaterra, no habrían pensado que Sasuke vendría en el Concorde... - Sasuke volaba en su avión privado a donde fuera que quisiera ir. Tomar un vuelo público debía de haber sido un shock para Sasuke Uchiha  aunque fuera en primera clase y en el mejor transporte público del mundo-. Las noticias le han afectado mucho, Naruto. Creo que nunca lo había visto tan destrozado, no desde que...

 

Suigetsu no terminó la frase. No podía culparlo por ello. Había estado a punto de decir «desde que descubrió que lo traicionabas con otro hombre». No era precisamente el comentario más adecuado en ese instante.

-Sasuke me ha dicho que su padre ha estado enfermo -comentó el cambiando de tema.

No quería saber cómo le había afectado el secuestro. De todos modos, nunca hubiera creído a Suigetsu si le hubiera dicho que Sasuke se sentía destrozado por lo sucedido.

-Sí, fue terrible. Fue una suerte que estuviera en Londres y no en su casa de Londres cuando le ocurrió. De otro modo no estaría vivo. Estuvo dos meses ingresado en el hospital antes de poder viajar de vuelta a casa. Sasuke permaneció a su lado sin moverse durante dos semanas enteras.

¿En Londres?, Se preguntó Naruto incrédulo. Fugaka nunca viajaba a Londres por placer, siempre había dicho que era una ciudad odiosa. Y Sasuke  había estado durante dos semanas a un paso de el sin siquiera saberlo. Un escalofrío la recorrió por la espalda.

-Por supuesto se mantuvo en secreto. Fugaka tiene demasiados negocios importantes y delicados en los que la noticia de su enfermedad podría haber sido fatal. Sasuke ha tenido que ocuparse de todo desde entonces, está haciendo el trabajo de dos.

-Pobre Sasuke  -murmuró Naruto irónica-. Y ahora encima esto.

-No te burles de él, Naruto -contestó Suigetsu con un brillo en los ojos-. Tú menos que nadie tienes derecho a burlarte de él. Al fin y al cabo, ha venido en tu ayuda, ¿no es así? -continuó mientras su inglés iba empeorando al enfadarse-. ¡Ha venido aquí sin pensárselo dos veces cuando posiblemente cualquier otro hombre te hubiera vuelto la espalda!

-¿Igual que lo hiciste tú? -contestó el dando rienda suelta a su ira. En otro tiempo, se habría mordido la lengua y habría callado, pero ya no. Nadie más iba a volver a intimidarlo con su temperamento y su orgullo siciliano-. Entonces no es de extrañar que Sasuke sea quien es y que tú no seas más que su empleado. ¡Al menos él es capaz de ver a la gente como seres humanos, no según la importancia y el dinero que tengan!

En ese momento, la puerta se abrió. Naruto  se levantó olvidando a Suigetsu. Sasuke entró y los miró, quedándose callado al palpar la tensión del ambiente.

-¿Y bien? -preguntó Naruto ansiosa-, ¿Qué han...?

La expresión de su rostro consiguió que palideciera, si es que el calor de la discusión había conseguido darle algo de color a sus mejillas.

-Ten calma -contestó él con suavidad-. Aún estamos negociando. Intenta recordarlo todo el tiempo, Naruto, ellos quieren algo que yo les puedo dar, algo que desean más aún que retener a tu hija.

-¿Negociando? -repitió el comprendiendo apenas lo que él decía-. ¿Pero qué es lo que hay que negociar? ¡Págales, Sasuke! -gritó-. ¡Tienes dinero de sobra! ¡Dáselo y diles que me devuelvan a mi hija! -él hizo una mueca, posiblemente ante su ingenuidad, pensó Naruto, así que recapacitó y añadió-. Pero, ¿cuánto te han pedido?

 

-Ese asunto no es algo que vaya a discutir.

Sus ojos estudiaron primero el rostro inexpresivo de Naruto y luego volvieron al de Sasuke. Entonces su pecho albergó otra amenaza más con la que no había contado.

-Te piden demasiado dinero, ¿no es eso? -respiró con ansiedad-. Te piden más de lo que puedes reunir en tan poco tiempo.

-Al menos no me acusas de ser un tacaño -sonrió burlón.

-No -contestó el. No era tonto. Sabía que los ricos ponían a trabajar su dinero, no lo guardaban en un cajón-. Entonces..., ¿qué ocurrirá ahora?

-Esperaremos -dijo haciéndole a Suigetsu una señal con la cabeza para que los dejara solos. Suigetsu obedeció y cerró la puerta sin decir una palabra. Esperar. Hacia ya casi siete horas desde que habían secuestrado a Mikoto Nunca había estado tanto tiempo sin ella. La echaba de menos, le dolía el alma por su ausencia, apenas podía soportarlo.

-¿Y luego qué?

-Roguemos para que cuando llamen de nuevo hayan empezado a mostrar un poco de sentido común -contestó él con sencillez. Era de suponer que no había otro modo de decirlo, pensó Naruto-. ¿Cuándo ha sido la última vez que has comido algo?

El sacudió la cabeza

-No puedo comer nada -respondió al fin.

-¿Cuándo? -repitió él.

-En el desayuno -contestó al fin y recordando el feliz momento que había compartido con Mikoto-. ¡OH, Dios mío! -exclamó sentándose al borde de la cama con los ojos llenos de lágrimas.

-¿Qué ocurre? -preguntó Sasuke tenso.

-Ellos no van a saber... No saben qué le gusta comer. Se sentirá confusa, tendrá miedo. Se preguntará por qué no estoy con ella, por qué...

-Déjalo ya -replicó Sasuke agachándose frente a el -. Escúchame, Naruto. No puedes dejar que tu mente siga trabajando de esa forma. Los niños son por naturaleza muy resistentes. Lo soportará, seguramente incluso mejor que tú. Tienes que intentar ayudarte a ti mismo, controlarte, no atormentarte de ese modo. Si no, no lo soportarás.

Tenía razón. Lo sabía. Hizo un esfuerzo sobrehumano por calmarse y asintió, dejando que las lágrimas se escaparan de sus ojos.

-¿Te...? ¿Te dejaron que la escucharas otra vez? Sus ojos, por lo general fríos, estaban más oscuros de lo normal. Sasuke elevó una mano para apartar un mechón del largo cabello de su rostro.

-Ella está bien -murmuró-. La escuché charlando contenta mientras hablaba con uno de ellos.

-¿Lo habéis grabado? Quiero oírlo.

-No -dijo poniéndose de pronto en pie con expresión indiferente.

-¿Pero por qué no? Necesito oírla, ¿es que no lo comprendes?

-Lo comprendo, pero no puedo concedértelo. No creo que pudieras soportarlo, así que no te molestes en volver a pedírmelo.

Obviamente, la discusión había terminado. Sasuke se dirigió hacia la puerta y de pronto se detuvo. Algo había llamado su atención. Naruto buscó el motivo a su alrededor y luego se quedó inmóvil. Su corazón y su respiración se pararon al verlo tomar un retrato de encima de una cómoda.

-Se parece mucho a ti -observó por fin después de una larga pausa.

-Sí.

No pudo contestar nada más. El parecido se apreciaba a simple vista. El cabello dorado, los ojos de un azul puro, la piel pálida y delicada. Mikoto era casi un doble de Naruto. Y no se parecía a su padre.

-Es muy guapa -añadió-. Debes quererla mucho.

-¡OH, Sasuke! -exclamó sintiendo un profundo dolor en su pecho a causa de la desesperación de ver que ni padre ni hija podían disfrutar del amor del otro-. ¡Tanto como deberías amarla tú! ¡Ella es...!

«Ella es tu hija», eso fue lo que Naruto estuvo a punto de decir. Pero él la interrumpió para evitar escuchar esa afirmación.

-¡No! -gritó él dejando la foto de golpe en su sitio y negándose a aceptarlo-, ¡No empieces otra vez con eso! ¡Esas pretensiones me resultan insultantes! -añadió dándose la vuelta con el rostro más frío de lo que ella lo había visto nunca-. No he venido aquí para escuchar tus mentiras. He venido a recobrar a tu hija. ¡Tu hija! -enfatizó-. Sea quien sea su padre, desde luego no es mía.

-Es tuya -repitió el desafiante a pesar de la frialdad de él-. Tu hija, tu concepción, tu traición a la confianza que yo había puesto en ti, a lo que yo esperaba de ti con legítimo derecho. ¿Es que no te das cuenta de que para mí es igualmente insultante que tú sospeches de mi infidelidad? ¿Cuándo? ¿Cuándo te he dado yo motivo alguno para creer que pudiera ser capaz de semejante atrocidad? ¿Yo? ¿Irme con otro hombre? ¡Pero si yo era incapaz ni de mirar a nadie de pura vergüenza! ¡Me ponía colorado y no dejaba de tartamudear como un tonto en cuanto alguien me hablaba!

-Hasta que aprendiste a manejar tus propios poderes sobre los hombres, claro. Los poderes que yo mismo te enseñé a reconocer. Entonces dejaste de sonrojarte y de tartamudear y comenzaste a sonreír y a coquetear.

-Nunca lo hice -negó con pasión-. Mi timidez te molestaba y fue por eso por lo que intenté sobreponerme a ella. Intenté comportarme como las demás mujeres o donceles, intenté ser un miembro más del círculo social al que no dejabas de decirme que pertenecía. Lo intenté sólo por ti.

-Lo intentaste demasiado en serio, entonces. No recuerdo haberte pedido que tuvieras un amante.

-No tuve ningún amante -suspiró.

-Entonces el hombre al que estabas abrazado fue sólo el producto de mi imaginación, ¿no es eso?

-No -concedió el cruzando los brazos sobre su pecho y sintiendo un escalofrío al recordar la escena-. Él fue real.

-No te toqué en cinco semanas, y sin embargo tú te las ingeniaste para quedarte embarazado. Fue un milagro -añadió.

-No estás muy bien en matemáticas. Fueron cuatro semanas, e hicimos el amor muchas veces aquella noche.

-Pero a la mañana siguiente tuviste tu ciclo de doncel, así que es imposible que te quedaras embarazado aquella noche.

Naruto suspiró de nuevo sintiéndose derrotado. Aquella mañana le había mentido, no había tenido  su ciclo de doncel. Él le había anunciado que debía volver a marcharse de viaje y el había mentido para castigarlo por abandonarlo  tan pronto. Quería privarle del placer de poseer su cuerpo por marcharse, pero había tenido que lamentar esa mentira desde entonces. Después, lo había confesado todo, pero él no había cambiado en absoluto de opinión, no le creía, así que no sentía deseos de repetirle la verdad una vez más.

-Ya veo que no tienes respuesta para esa pregunta.

-Puedes creer lo que quieras. La verdad es que ya no me importa... - contestó con sinceridad y sin ninguna vida en sus ojos-. Una vez te amé más que a mi propia vida. Ahora mi amor es todo para Mikoto.

-Arréglate -ordenó él inexpresivo ante esa declaración volviéndose hacia la puerta-. Cuando estés listo, baja, yo me encargaré de que preparen algo para comer.

 


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