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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

El agua fría se le escurrió entre los dedos y aun así la bebió sintiendo su garganta quemarse con ese helado líquido, casi creyó que le desgarraba por dentro y, por un instante, deseó que así fuera. Quizás el dolor le hiciese olvidar toda esa confusión que no dejaba de correr por su mente. Un gruñido salió de su boca, sin ser capaz de contener el hastío que recorría su cuerpo. ¿Por qué tenía que haberse metido en una situación así? La vieja Kaede tenía razón, se había inmiscuido en un gran lío. Aunque técnicamente él no había pedido nada de esto ni tampoco lo deseaba, pero algo en su mente le estaba generando contradicción. Su inconsciente le recordaba que esas palabras, que se decía a sí mismo para convencerse, no era más que una mentira.

 

Inuyasha miró su rostro en el reflejo del agua tranquila de ese río y pudo apreciarse con claridad. Con algo de duda, su mano se acercó hasta su cuello para apartar un poco sus ropas y volver a apreciar esas coloridas evidencias marcadas en su piel. Ahí estaba la prueba de que él también había cedido y, por más que quisiera gritar un fuerte no, era imposible que se lo negara a sí mismo.

 

Sabía que podía gritar todo lo que quisiera y mandar a la mierda tanto a la vieja pulga como a sus amigos, pero a sí mismo no podía mentirse. Era consciente de lo que hizo. Accedió a eso que se supone era imposible y aún seguía preguntándose el por qué. Si era tan imposible, ¿por qué pasó? ¿Por qué cedió y se dejó llevar?

 

Tal vez el anciano Myoga tenía razón y sus malditos instintos le habían jugado una mala pasada, pero en lo demás no. Entre Sesshomaru y él nunca volvería a pasar nada. Ellos no eran compañeros, jamás serían nada más que dos pedazos de carne que ocupaban lugar en el mundo sin saber qué rayos estaba haciendo el otro. Así había sido siempre, ¿por qué ahora debería cambiar? En primer lugar, ¿quién dijo que cambiaría? Los demás que habían opinado en este asunto no importaban, porque los únicos involucrados eran él y su hermano idiota, a quien no necesitaba volver a ver para saber que tampoco deseaba recordar lo que ocurrió.

 

Además, ¿Sesshomaru con un hanyō como compañero? ¡Ja! Era tan jodidamente ridículo que hasta daba risa, pero Inuyasha no se rió. Recordar el desprecio de su hermano hacia él no era algo ajeno a su persona, pero en ese instante le generó cierta confusión e incomodidad.

 

Era incómodo imaginarse con Sesshomaru como habían estado, sabiendo que éste lo despreciaba, y le confundía pensar en la razón tras ese encuentro. Instintos, se repetía. Sin embargo, pensar en alguien como ese estúpido dejando llevar por algo tan básico como sus primitivos instintos reproductivos era extraño. No lo imaginaba como ese tipo de persona, aunque tampoco imaginó que alguna ocasión pudieran coincidir de esa forma.

 

Sacudió su cabeza para alejar esas ideas de su mente. Tenía que dejar de pensar en eso. Por más reciente que fuera debía olvidarlo. Iba a volver a su plan primario de dejar ese tema atrás y esperar a que sus estúpidos amigos dejaran de molestarlo con eso. También tenía la opción de matarlos o irse a vivir a otro lugar, pero aún no decidía con cuál tendría más satisfacción. Tal vez si les gritaba un poco dejarían de joderlo y ya no tendría que oír más tonterías sobre lo que pasó. Sí, eso sonaba bien. Después aprendería a lidiar con eso del celo, como siempre hizo con todos los problemas que tuvo, y su vida volvería a la aburrida normalidad.

 

Mierda… ¿Por qué el plan perfecto le generaba esa inconformidad que parecía pesar una tonelada sobre sus hombros? Quizá sólo fuese que su cuerpo seguía débil.

 

Finalmente se alzó dispuesto a regresar. La tarde comenzaba a caer y aún debía aleccionar a un par de tontos. Posiblemente le dieran algo bueno de cenar y golpearía a Shippo para liberar tensión. Sí, sin duda sonaba muy bien. Sin embargo, Inuyasha detuvo sus pasos cuando sintió aquella esencia que le perturbó.

 

¿Por qué carajo ese desgraciado no podía dejarlo en paz? Tal vez ese fuera su plan en realidad, molestarlo hasta que perdiera los estribos y acabaran matándose el uno al otro. Bueno, no era algo muy difícil de lograr.

 

Inuyasha puso la mano sobre la empuñadura de Tessaiga pero no la sacó como quiso en un primer momento. Algo lo inhibió en ese instante, quizá tener a ese bastardo ahí y recordar cómo fue la última vez que lo vio le hizo refrenarse.

 

Hubo un largo silencio donde sólo se observaron e Inuyasha tuvo un déjà vu, sin querer recordar dónde había vivido esto antes e inevitablemente lo hizo. Miró a Sesshomaru un rato sin soltar aún el mango de su espada.

 

—¿Quieres pelear, Sesshomaru? —preguntó eso que le carcomía la cabeza desde que lo sintió llegar y no se decidía a responder por sí solo. ¿Qué más podría querer ese tonto de todos modos? Aunque en ese instante prefería no contestarse esa pregunta.

 

No hubo respuesta instantánea como era de esperarse. Su hermano lo observó con esa misma cara que nada expresaba y a la vez parecía estar transmitiéndole algo en un lenguaje que le era imposible entender.

 

—¿Quieres pelear, Inuyasha? —repitió la pregunta, devolviéndosela, cosa que le hizo sentir fastidio. Sin embargo, Inuyasha se tomó el tiempo para pensar un poco.

 

¿Realmente él quería pelear en ese instante? Sí, claro que sí. Deseaba con mucha fuerza sacar su espada en ese momento y dejar ir toda la frustración que nació gracias a ese imbécil. Si él se iba la frustración se iría también, sonaba tan simple, pero no lo era. Inuyasha quería pelear porque era de esa forma cómo sabía desenvolverse, pero en ese momento no se sintió capaz.

 

Algo que no podía explicar lo mantenía allí quieto, estático y con los pies pegados al suelo. Dejó de sostener a Tessaiga porque entendió que no lucharían, que la intención de Sesshomaru no era esa y por lo tanto tampoco quería atacarlo, por más que sintiera que tenía motivos suficientes.

 

—Entonces… ¿Qué quieres? —preguntó sin estar seguro de querer obtener esa respuesta. Una parte de él quería saberla, pero otra se negaba rotundamente. Jamás había sacado nada bueno de Sesshomaru, ¿por qué ahora sería distinto?

 

—Hay algo que quiero saber.

 

Y sin decir nada más, Sesshomaru volvió acercarse. ¿Por qué sentía que estaba viviendo esto de nuevo? Porque así era. Apenas notó cuándo su hermano se aproximó tan rápido y le sostuvo las manos para que no huya. "No de nuevo" se repitió Inuyasha cuando sintió una vez más cosquillas en su cuello, le estaba oliendo allí como hizo antes. ¿Por qué de nuevo dejaba que Sesshomaru le tomara de esa forma e hiciera lo que quisiera? No, no estaban con el maldito celo y no se dejaría usar de esa forma otra vez.

 

Con fuerza se desligó de su hermano psicópata y se apartó lo más que pudo de él. Apretó los dientes con furia, a punto de desbordar de ganas de matar a ese desgraciado.

 

—¡Deja de hacer eso! —espetó sin intención de soportar que le vuelva a abordar de esa manera—. ¡Me importa una mierda qué quieras comprobar! Yo no soy tu experimento, maldito enfermo.

 

Por más que el bochorno le colorease la cara, su rabia no fue menor, pero eso pareció no mover ni un pelo de Sesshomaru, cosa que le hizo enojar más. Estaba demasiado molesto para entender qué clase de pensamientos retorcidos le recorrían la mente o por qué hacía todo eso. Incluso no fue capaz de razonar en ese instante que, tal vez, fue capaz de apartarse de su hermano sólo porque éste le liberó después de comprobar aquello que deseaba.

 

—Debería importarte, Inuyasha —dijo Sesshomaru de una forma severa, pero el hanyō se negaba a escucharlo.

 

—Nada que tenga que ver contigo me importa —masculló con los dientes apretados. Aun así, ni su desprecio parecía capaz de llegar a él.

 

—¿Estás seguro?

 

Por más que Inuyasha estuvo a punto de contestar que sí, calló. ¿Por qué dudaba? ¿Por qué sentía que ese imbécil estaba jugando con su mente y manipulándolo? No sabía, pero tal vez eso hacía. Esos ojos tan parecidos a los suyos y diferentes a la vez, que le hablaban en un idioma tan extraño, parecían observarlo con intención de colarse en su mente y colapsar todo lo que allí dentro hubiese.

 

A pesar de eso, Inuyasha se dio cuenta de algo más. Esa era la primera vez que sentía que la mirada de Sesshomaru le transmitía algo más que vacío o un profundo desprecio. Por más que Inuyasha no supiera distinguir qué veía, sabía que algo había. Eso o estaba loco, y probablemente fuera esto último.

 

—¿Qué quieres? —preguntó ya cansado de toda esa situación—. ¿Qué podría querer el gran Sesshomaru de un pobre hanyō?

 

Por más que se haya burlado, miró con seriedad a su hermano. Quería que le dijera de una qué mierda quería para acabar de una buena vez.

 

—Saber si existía alguna consecuencia más que considerar —contestó sin muchos miramientos Sesshomaru, pero eso no bastó para Inuyasha, quería saber más y el yōkai pareció entenderlo sin necesidad que dijera una palabra—. Todos los actos tienen consecuencias —continuó—. Algunas las traes en la piel marcadas y otras… quería comprobar si se estaban gestando.

 

Esa declaración fue como una gran roca cayendo sobre su cráneo. ¿Había oído bien? Inuyasha por un momento dejó de respirar y se obligó a volver a hacerlo para no morir ahogado. ¿Incluso Sesshomaru había pensado que podía tener algo creciendo dentro de él? Al parecer, al único que le importaba un carajo esa habilidad de concepción era al mismo Inuyasha.

 

Deseó con mucha fuerza esfumarse de ese penoso momento, pero tuvo que pasarlo igual. No huiría, por más vergüenza que sintiera. Viró el rostro sin intención de observar más a ese tonto y pensó que ojalá fuese él quien desapareciera en ese instante.

 

—Ah… —mencionó intentando sonar despreocupado, restándole importancia—. No te preocupes, Myoga me dijo que no tengo... nada —Ni muerto diría la palabra cría en ese instante—. Así que ya puedes volver a tu vida de… lo que sea que hagas.

 

—Ojalá fuera tan simple, Inuyasha —interrumpió Sesshomaru viendo las claras intenciones del hanyō por acabar con ese tema y huir—. Como dije antes, todos los actos tienen consecuencia y, por más que no nos cause placer, no se pueden ignorar.

 

—Y como dije antes —contestó burlándose un poco del tono con el que dijo esas palabras su hermano—: me importa una mierda. De hecho, le he estado diciendo lo mismo a varias personas en este último tiempo. Lo que sea que esté pasando, no me interesa. Así que lárgate por donde viniste.

 

—Si esa fuera una opción la consideraría.

 

Aquellas palabras desconcertaron a Inuyasha. ¿Que consideraría qué? Esta confusión ya lo estaba hartando. Se encontraba al borde de partirle la cara a su hermano o perder el juicio, aunque golpearlo sonaba bien.

 

—¿De qué carajo hablas? ¿Por qué siempre eres tan raro? —espetó sin poder evitarlo. Aunque Sesshomaru siempre le pareció bastante raro, sólo que ahora lo era más que nunca—. Lo que sea que estés pensando, déjalo dentro de tu maldita cabeza.

 

Nuevamente, Inuyasha sintió que quería saber qué tenía en su mente Sesshomaru, pero una parte de él estaba totalmente negada y se quería alejar de ese bastardo cuanto antes. Le era imposible olvidarse quién era su hermano, cómo era éste y todo lo que habían vivido; por eso estos últimos acontecimientos y lo que pasaba ahora le perturbaban tanto. Inuyasha deseaba saber qué pasaba, pero temía que la respuesta fuera tan simple y latosa que le jodiera eternamente.

 

Vio a Sesshomaru suspirar cruzándose de brazos. ¿Qué significaba eso? ¿Resignación? No creía que su hermano estuviese familiarizado con el término, tal vez fuese un gesto de impaciencia, eso le parecía más lógico, pero la voz seria del inuyōkai interrumpió la sarta de divagaciones en la que se había sumido sin querer.

 

—No sería apropiado abandonar a mi compañero —sentenció Sesshomaru, pero esas simples palabras fueron suficientes para dejar al borde del colapso a su hermano menor.

 

¿Qué mierda dijo? ¿Su… qué? Compa… ¡¿Qué?!

 

El pánico y la histeria habrían sido estados óptimos en los cuales caer ante la impresión que le causó. Hubo un millón de cosas que cruzaron por la mente de Inuyasha, tanto que quiso decir, gritar y hacer; pero no llevó a cabo nada. Probablemente hubiera gritado algún improperio, pero no lo hizo porque el tenso ambiente fue cortado por la pequeña Rin quien, al parecer, lo estaba buscando y se sorprendió al verlos juntos.

 

No tenía idea qué iba hacer ahora.

Notas finales:

Este Sesshomaru es un atrevido(?) En fin, cada vez avanzamos más. Qué lindo. Espero que les haya gustado y OoC no sea tan exagerado. Trato que no sea así. Muchas gracias a todos lo que leen.

Dedicado, como siempre, a Annie de Odair. Mi principal lectora, beta, compañera y todo. Gracias por estos días tan lindos. Te amo.

Hasta la semana que viene.

Saludos~

 


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