Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

—Y… ¿Hace cuánto que dices que está ahí?

 

—Mmm… No lo sé —contestó Rin pensativa—. Cuando me desperté ya estaba ahí, pero últimamente no quiere bajar desde que la señora Kaede lo echó del techo.

 

La pequeña se alzó de hombros sin saber exactamente qué decir. Desde que Kaede le dijo a Inuyasha que no se subiera más al techo, el hanyō se instaló en uno de los árboles más altos de la aldea y allí se quedaba la mayor parte del día. Tal vez buscaba escapar de todos y estar solo o quién sabe.

 

—Ya veo…

 

—¡Kohaku!

 

Aquel grito interrumpió la conversación de la niña y el joven exterminador. Kohaku apenas había llegado a la aldea después de estar viajando por un tiempo y había decidido visitar a su familia y amigos. Cuando bajó del lomo de Kirara, se encontró con Rin y fue a saludarla, pero no esperó que su hermana apareciese tan pronto. Sango lo abrazó con fuerza y sus sobrinas lo saludaron con mucha emoción también.

 

—¡Estoy tan feliz de verte bien! —comentó ella con mucha felicidad sin dejar de apretarlo entre sus brazos.

 

Después de todo el dolor vivido a causa de Naraku, a Sango le dolía estar lejos de su hermano pero respetaba su decisión de querer vivir como un exterminador y viajar. Por eso mismo le había encomendado a Kirara el cuidado de Kohaku, porque sabía que ella estaría ahí en su lugar para protegerlo y ambos formarían un gran equipo. De todas formas, no podía evitar preocuparse por él y, por más que creciera, seguiría siendo su hermano pequeño.

 

—Hermana… —murmuró con dificultad hasta que Sango lo soltó y fue capaz de volver a respirar—. También me alegra mucho verte.

 

—¡Tío Kohaku! —saludaron las gemelas abrazándolo y él devolvió el cariño que ellas le daban. Esto era algo que él agradecía mucho y nunca podría encontrar en otro lugar: el calor de una familia que te ama. Por más adversidades, se sentía afortunado por volver a recibir ese amor que creyó ya no merecer.

 

—¿No estás herido, verdad? —preguntó Sango tomándole el rostro para revisarlo—. ¿Por dónde has estado? Tardaste mucho en regresar.

 

—Eh… —mencionó sin saber qué decir primero. Desde que Sango tuvo a sus hijas se había vuelto más maternal, hasta con él.

 

—Ya déjalo, querida —dijo Miroku apareciendo detrás de su esposa con Shippo en el hombro—. Seguramente Kohaku está cansado y quiere relajarse un poco después de su viaje.

 

—Sólo me interesa saber cómo está —protestó ella cruzándose de brazos. Sabía que exageraba, pero las emociones la sobrepasaban cuando veía a su pequeño hermano y lo único que quería era saber cómo se encontraba.

 

Una sonrisa se le escapó al joven exterminador al ver cómo el monje abrazaba a su hermana. Para él también era importante saber que ella estaba en buenas manos y que tenía alguien que la quería tanto. Tomó a una de sus sobrinas en brazos y acarició la cabeza de la otra pequeña. ¿Cuándo habían crecido tanto? Tal vez se quedara un poco más en esta ocasión con su familia.

 

—Estoy bien —aclaró la duda de su hermana—. No tuvimos ningún problema, todo estuvo muy bien. Me encontré con Rin y estaba saludándola —explicó mirando a la niña, quien aún seguía allí con ellos.

 

—Le estaba contando a Kohaku que la señora Kaede echó a Inuyasha del techo y ahora no quiere bajar de los árboles —explicó ella y la mirada de todos fue por inercia hacia la punta de aquel árbol donde el hanyō estaba posado sin siquiera prestarles atención.

 

—Sí —asintió—. Me pareció extraño que no bajara cuando llegué con Kirara.

 

—Bueno, Kohaku —mencionó Miroku en un suspiro para llegar hasta su cuñado y ponerle una mano sobre el hombro—. Te has perdido de muchas cosas este último tiempo.

 

El exterminador no entendió una palabra de lo que dijo pero los demás sí y una pequeña risa se les escapó. Sí había tardado mucho en regresar, ¿pero qué tanto pudo haber ocurrido? Kohaku ni se lo imaginaba.

 

—Ya hasta parece ermitaño —comentó Shippo un poco fastidiado por esa reclusión a la que Inuyasha mismo se sometía, pero tampoco le prestaban mucha atención a ese perro.

 

—Creo que está esperando al señor Sesshomaru —comentó Rin llamando la atención de todos.

 

—¿Al señor Sesshomaru? —preguntó Kohaku bastante confundido.

 

—Sí —dijo ella con una gran sonrisa—. Ambos son novios ahora ¡y se van a casar!

 

Ante eso, Kohaku se quedó en silencio muy sorprendido. Normalmente a Rin le gustaba hablar mucho, pero en ese instante no la comprendió en lo absoluto. Las palabras no terminaron de tomar forma y significado en su cabeza, tampoco fue capaz de hilarlas, y no pudo evitar buscar ayuda en su familia.

 

—Es una larga historia —mencionó Sango al instante y la verdad tenía razón.

 

—Ven con nosotros y te pondremos al corriente.

 

Miroku guió a su joven cuñado hasta la casa dispuesto a comenzar a contarle la gran historia de cómo esos hermanos habían acabado juntos.

 

Por su parte, claro que Inuyasha notó a todos esos idiotas allí reunidos, pero no tenía deseos de estar con ellos ni con nadie. Deseaba estar solo en ese momento, pero no para pensar, simplemente porque no los soportaba. Aunque ¿quién podría ser lo suficientemente fuerte para aguantarlos? Un ser así no existía en el mundo.

 

A pesar de esos tarados y su manía con sacarlo de quicio continuamente, la furia de Inuyasha había disminuído considerablemente. Ya no se sentía tan tenso como en días pasados, tal vez porque pensar en ese asunto no lo enloquecía como al principio. Después de pasar algunos días en los que pudo acostumbrarse a que, inevitablemente, no se trataba de una pesadilla o ninguna broma, pudo pensar con más calma y claridad. No era una situación fácil ni que se pudiera ignorar, ya tenía pruebas suficientes al respecto. Tampoco la fuerza era una opción. Por lo que, si quería resolver sus problemas, tenía que optar por otras opciones inevitablemente. Eso nunca se le daba bien y no pudo evitar suspirar hastiado.

 

En el pasado, cuando vivía por su cuenta sentía que podía resolver todo con violencia. Incluso cuando se enfrentaron a Naraku era así. Inuyasha había viajado mucho junto a Kagome y sus amigos exorcizando diferentes criaturas mientras buscaban pistas de ese maldito, pero en todas esas ocasiones el encargado de pensar por lo general era Miroku o algún otro; él sólo se dedicaba a dar golpes y cortar monstruos con su espada. Sus instintos eran los que siempre guiaban su mente, aunque en este último tiempo no había tenido buenos resultados.

 

Bostezó un momento mientras se recargaba contra el tronco del árbol. Hacía varios días donde se le dificultaba dormir. Normalmente dormía muy poco, pero ahora esos escasos momentos estaban plagados de confusos sueños y tortuosas pesadillas. Soñaba con cosas del pasado, enemigos muertos, su madre, personas que no conocía, gente que no volvería a ver y también con ese que sabía que ahora estaba ligado a él más que nunca.

 

¿Cómo permitió que eso pasara? Inuyasha no tenía una respuesta concreta, simplemente pasó. Llevó una mano hasta su cuello para tocarlo sabiendo que las marcas y moretones ya se habían curado, excepto uno. Sintió el relieve de la cicatriz de una mordida bajo sus dedos y eso le produjo un ligero cosquilleo.

 

Jamás le habían quedado cicatrices, sin importar lo graves que fueran las heridas que le causaran. Que ahora tuviera aquella marca hecha por los dientes de su hermano sólo le decía que esa mordida no fue nada ordinaria. Ese estigma era parte de las costumbres de apareamiento de los yōkai, eso fue lo que el viejo Myoga le explicó, e Inuyasha se preguntó si a Sesshomaru también le había quedado una cicatriz. Tenía muchas cosas borrosas de la última vez que se vieron y prefería no ponerse a recordar.

 

Un escalofrío le recorrió la columna en ese instante y esa misma sacudida, que lo obligó a ponerse en alerta, tenía sólo un nombre. ¿Cómo fue que supo que se trataba de ese bastardo antes de olerlo? Tal vez fue su intuición o quién sabe qué, pero Inuyasha fue capaz de percibir que Sesshomaru se aproximaba a la aldea. Últimamente venía más seguido, pero no planeaba enfocarse en el itinerario de su hermano, tenía otras cosas que resolver.

 

Con rapidez, saltó de un árbol a otro y se aproximó hacia Sesshomaru sin tener la paciencia necesaria para esperar que éste se acerque. Hoy lo resolvería.

 

Cuando se acercó lo suficiente detuvo su andar de una forma brusca y vio cómo ese yōkai descendió del cielo, aterrizando con absoluta elegancia. Incluso se le hacía irritante esa forma de caer semejante a la de una pluma, qué tipo molesto, pero no venía a quejarse de eso.

 

—¡Sesshomaru! —le gritó para llamar su atención aunque éste ya lo estuviera mirando—. No me importa qué mierda quieres —dijo rápidamente antes que ese idiota le salga con alguna cosa rara—. Vamos a hablar ahora y…

 

—¡Amo Sesshomaru! —Una voz, absolutamente fastidiosa para Inuyasha, lo interrumpió. Jaken apareció junto a su señor montado sobre Ah-Un y parecía cansado, aunque aquella bestia lo estaba cargando—. ¡Amo, de nuevo volvió a dejarme atrás! A veces parece que no le importara si me pierdo y además no deja de venir a esta sucia aldea humana —se quejó mientras lloriqueaba sin prestarle ninguna atención al hanyō hasta que finalmente lo vio y pegó un respingo alarmado—. ¡Ah, ¿qué hace aquí ese tonto de Inuyasha?! De seguro vino a molestar a mi amo.

 

—Cállate, alimaña —espetó con ganas de acercarse a golpear a esa rana—. El único que molesta aquí eres tú.

 

—¡Cómo te atreves, mestizo! ¡Ya verás cuando mi gran amo te ponga las manos encima!

 

—Uy, qué miedo —dijo con sorna haciendo una mueca tonta—. Mejor baja de ese monstruo y arreglemos esto sin que el amo bonito intervenga.

 

—Insolente hanyō... —masculló entre dientes dispuesto a ceder a esas provocaciones, sobre todo lo ofendió que dijera “amo bonito” burlándose de su voz, pero Sesshomaru se lo impidió.

 

—Jaken —dijo—, adelántate a la aldea.

 

—Pero amo…

 

—Ahora.

 

Esa sentencia fue definitiva y el pequeño yōkai lo sabía. No le quedó otra opción más que acatar la orden. Últimamente podía notar a su amo diferente y se negaba a aceptar la razón. Seguiría siendo un fiel sirviente para Sesshomaru, incluso si éste llegaba a contradecirse de forma tan radical.

 

A pesar de haberse quedado solos, Inuyasha perdió todo ese impulso que lo había llevado hasta allí por la interrupción del sapo feo. Mierda, le había cortado la inspiración ese tonto.

 

—¿De qué quieres hablar? —preguntó Sesshomaru finalmente e Inuyasha tragó saliva por un instante. ¿Qué palabras había pensado decir? ¿Por qué no se le ocurría nada? Nunca fue bueno para la oratoria.

 

—Eh… —balbuceó por unos instantes y se sintió como un tonto—. ¿C-Cómo estás?

 

En realidad, al decir eso, sí se sintió como un tonto y muy avergonzado, tanto que se golpeó la frente con la palma de su mano.

 

—Bien —contestó con naturalidad—. ¿Deseas saber algo más?

 

Inuyasha bufó hastiado pasando su mano por su cansada cara. No, eso no era lo que quería decirle y nunca fue muy dado para hablar, así que iría al grano.

 

—¿Para qué carajo viniste? —espetó su pregunta, aunque sospechaba qué podía decirle.

 

—Creo que esa respuesta ya la sabes.

 

—No, no lo sé —contestó con brusquedad—. No sé eso ni tampoco sé nada de… de… ¡de lo que mierda sea esto! ¡No lo entiendo y me molesta mucho!

 

Sabía que no había dicho nada concretamente, pero se sintió mejor al gritarle eso en la cara, a pesar de ver que Sesshomaru le miraba sin ninguna emoción en el rostro. Incluso parecía que el desgraciado ya estaba enterado de cómo se sentía y para nada le sorprendía.

 

—Podemos hablar si te sientes listo —mencionó con tranquilidad y esas palabras provocaron que Inuyasha arqueara una ceja confundido, pero no se amedrentó.

 

—Sí —contestó con seguridad y Sesshomaru asintió.

 

Vio cómo su hermano daba unos pasos hacia un árbol y se sentaba debajo de éste con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Sesshomaru permaneció allí, en silencio, e Inuyasha no supo cómo se dio cuenta que lo estaba esperando, pero esa sensación le dio. Caminó hasta llegar a él y sentarse frente a su hermano con una sensación extraña por dentro, una mezcla de intriga y temor le recorrió la piel, pero ahí era donde debía estar y no se movería.

 

Pasaron unos instantes en que nadie dijo nada e Inuyasha se preguntó si debía comenzar a hablar él, pero tampoco tenía idea qué decir. La situación era muy extraña y en ese momento pensó que quizá esto también era difícil para Sesshomaru. Jamás consideró a ese tonto como alguien que se preocupara por alguna situación o hubiese algo que le resultara complicado, pero tal vez podría ser. Por más yōkai completo y poderoso que fuese, ese idiota seguía sin ser un dios que no comente errores.

 

—Inuyasha —la voz de Sesshomaru rompió aquel ambiente y clavó los ojos en su pequeño hermano—. Dime, eres consciente de la situación en la que estamos, ¿verdad?

 

Esa pregunta le dejó sin habla por unos instantes. ¿Será esta la forma que encontró Sesshomaru para comenzar con la conversación? Era una pregunta bastante difícil, pero todo ese asunto lo era en realidad.

 

—Eso creo… —contestó bajando la mirada—. Se supone que a raíz de… eso que hicimos, somos compañeros, ¿no?

 

Jamás pensó que decir aquella oración fuese tan arduo, pero eso sólo demostraba que esta conversación no sería nada sencilla.

 

—Así es —asintió su hermano con absoluta calma, sin inmutarse para nada. ¿Por qué él parecía tan fresco incluso en una situación así? Qué desgraciado.

 

—Entonces… ¿somos compañeros? —mencionó Inuyasha y Sesshomaru asintió una vez más—. ¿Tú y yo? —preguntó siendo observado por su hermano con los ojos entrecerrados, pero nuevamente lo afirmó—. ¡Eso suena ridículo! —vociferó con honestidad sin importarle qué fuera a pesar ese tonto—. ¡Tú odias a los hanyō! ¿Por qué querrías tener uno de compañero? Eso no tiene sentido.

 

—No los odio —mencionó Sesshomaru, aunque sí había tenido la idea que cualquier criatura híbrida era una abominación de la naturaleza—. Y mi desprecio por ti no iba dirigido hacia que fueses un hanyō simplemente, sino a esa sangre humana que llevas y la deshonra que representas para nuestra familia.

 

—Vaya, sin duda eso resuelve todo —dijo con ironía girando los ojos fastidiado. ¿Cómo ese tipo podía decirle que era su compañero y que lo despreciaba con el mismo tono de voz? Era tan raro—. Te recuerdo que esa parte humana deshonrosa sigue estando en mí, ¿eso no te importa?

 

Por algunos segundos volvieron a estar en silencio e Inuyasha sintió que algo dentro de él se estrujaba hasta dejarlo sin respiración. Claro que sí importaba que fuera un asqueroso mestizo, importaba muchísimo. En ningún momento ese desgraciado había cambiado su forma de pensar y lo seguía odiando, era obvio. Sin embargo, ¿por qué había pasado todo aquello entonces? Aún había cosas que no terminaba de comprender.

 

—También dije que era ridículo —mencionó repentinamente Sesshomaru llamándole la atención.

 

—¿Cuándo? —preguntó ladeando la cabeza.

 

—Hace algún tiempo —contestó sabiendo que habían pasado más de dos siglos—. Cuando alguien me dijo que mi compañero sería un hanyō.

 

Esa declaración lo dejó totalmente helado y con la mente al borde del colapso. ¿Acaso Sesshomaru ya sabía que esto podía pasar? ¿Cómo? ¿Qué clase de futuro había visto para tener esa predicción?

 

—¿Quién? —se animó a preguntar y apenas se dio cuenta que se inclinó un poco más hacia delante, impaciente porque su hermano hablara.

 

—Inu no Taisho. —dijo con un pequeño deje de melancolía e Inuyasha permaneció perplejo hasta que casi se cae de espalda por la impresión cuando oyó eso.

 

—¿El viejo? —espetó sin poder creerlo y Sesshomaru asintió para confirmárselo—. Pe-Pero… ¿Cómo? —murmuró mirando sus manos, intentando imaginar la cara de ese padre que jamás conoció, pero le fue imposible, así que miró a su hermano, quien era lo más cercano a ese hombre que tenía—. ¿Acaso podía ver el futuro o algo así?

 

No le hubiera sonado tonto que Sesshomaru le afirmara eso. Finalmente, desconocía prácticamente todo lo que rodeaba a su padre y quién sabe las habilidades que pudo haber desarrollado.

 

—No lo sé —admitió Sesshomaru, porque ni él mismo estaba seguro cómo Inu no Taisho había podido asegurar algo con tantos años de distancia—. Después de saber que vendrías al mundo me dijo eso y me negué a creerlo. Asumí que él había caído en la locura luego de involucrarse con los humanos tan de cerca.

 

—Suena como algo que pensarías…

 

—Con los años, rechacé esas palabras e intenté olvidarlas —continuó explicando—, pero acabó manchándome de esa misma locura.

 

Sin querer, Inuyasha tragó saliva al oírlo, sin saber si había entendido correctamente lo que dijo su hermano. Sesshomaru siempre había hablado raro, pero esta era la primera vez que le interesaba tanto escucharlo por muchos motivos, aunque también la piel le hormigueaba por el nerviosismo.

 

—Parece imposible que haya alguien capaz de influenciarte —comentó refiriéndose a su padre e intentó imaginar una vez más ese momento del cual hablaban, pero le fue imposible. ¿Alguna vez Sesshomaru había sido un niño al cual regañaban sus padres? Era difícil de imaginar.

 

—Siempre busqué ser más fuerte que él.

 

—Supongo que para eso querías a Tessaiga.

 

—Eso ya no es importante.

 

En ese instante, Inuyasha estuvo de acuerdo. Las armas y la herencia ya no eran un motivo de disputa entre ellos, cosa que agradecía. Sesshomaru tenía sus propias espadas y Tessaiga era su compañera, así estaban bien.

 

—Oírte hablar de él es… agradable —admitió sin pensarlo realmente.

 

A pesar de sólo haber oído poco, que Sesshomaru le hablase de su padre le resultó reconfortante. Muchas veces había pensado en Inu no Taisho, imaginando cómo era con lo poco que sabía y deseando poder hablar con él aunque fuese una vez. Sabía que hablar con Sesshomaru no era lo mismo, pero le hacía sentir un poco más cercano a esas raíces que desconocía.

 

—Podemos seguir hablando —mencionó Sesshomaru sorprendiendo a Inuyasha por ese ofrecimiento.

 

—Creí que no era digno ni para llamarme su hijo —dijo recordando vagamente alguna vez que su hermano le había dicho eso.

 

—Tal vez yo no era digno para juzgar aquello.

 

No pudo evitar volver a quedarse sin palabras y se le escapó una pequeña risa cubierta de un amargo sarcasmo. Por más que no confiara en Sesshomaru, estar junto a él ya no se sentía peligroso como antes. Era increíble, pero se sentía bien a su lado, tranquilo y sin ganas de querer huir. ¿Cómo era esto posible?

 

En ese momento se le ocurrió que tal vez no fuese tan malo estar junto a ese desgraciado, y por junto se refería a estar así, frente a frente hablando, nada más. Apenas estaban conversando como dos personas normales, lo de compañeros aún seguía en discusión.

 

—Eres raro —admitió para luego alzar la cabeza para mirarlo a los ojos—, pero sí, quiero seguir hablando.

 

Una extraña sensación de confort le llenó el pecho, hasta el punto de hacerlo suspirar. No quería marcharse aún, sólo unos momentos más en esa rara fantasía y prometía salir a la cruel realidad nuevamente. ¿Sería tan malo si esa fuera su realidad? Claro que sería malo, sobre todo porque era imposible que sucediera.

Notas finales:

Bueno, gracias a quienes leyeron. El próximo capítulo se me hace divertido y van a pasar cosas... interesantes(? Jaja

En fin, hasta la semana que viene.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).