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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

—Creo que es demasiado pronto para tomar una decisión.

 

—Ay, ya deja de quejarte —mencionó Sango intentando no reírse mientras veía a su esposo luchando por peinar a una de sus inquietas hijas—. Sólo lo dices porque eres un mal perdedor.

 

En efecto, Miroku había perdido la puesta y eso resultó un golpe muy duro para el monje, algo que Sango aún no podía dejaba de disfrutar. Así es, Inuyasha aceptó irse con Sesshomaru, aunque el hanyō dijo que sería por un corto periodo de tiempo y volvería. De todas formas, eso era algo que no estaban seguros, pero confiaban que Inuyasha podría cuidarse solo.

 

Sería difícil acostumbrarse a no tener al hanyō rondando los alrededores todos los días o apareciendo de la nada en su casa. Lo extrañarían, sin duda, pero esto era algo que Inuyasha debía hacer y eran consciente que no sería una despedida para siempre. La amistad que habían forjado se mantendría a pesar de la distancia y el paso del tiempo. A pesar de la partida de Inuyasha, Sango tenía muchas cosas por las que estar feliz y más ahora que ganó contra su marido. Resultaba muy divertido verlo intentando controlar a sus pequeñas hijas. Eran unas niñas muy dulces, pero llenas de una energía que parecía inagotable.

 

—Mamá —la llamó una de ellas—. ¿El tío perrito se va?

 

No pudo evitar reír cuando su hija le recordó esa forma en que ambas llamaban al hanyō. Alzó a la pequeña en sus brazos y le sonrió.

 

—Sólo será algún tiempo —aclaró con suavidad—. Después volverá a visitarnos o quizá vayamos nosotros.

 

—¡Sí, vamos! —festejaron las dos.

 

—Calma, niñas —intervino Miroku—. Primero, Inuyasha y Sesshomaru deben entenderse. Ahora son una pareja como mamá y papá, así que necesitan estar juntos.

 

—Esperemos que lo logren —suspiró Sango. Le deseaba lo mejor a Inuyasha, por más que supiera que este camino que eligió era largo y tortuoso.

 

Ambos salieron con sus niñas dispuestos a dirigirse a la cabaña de Kaede para despedirse de Inuyasha antes que partiera. ¿Quién diría que así se darían las cosas? El recuerdo de ellos viajando tras la pista de Naraku parecía tan distante y a la vez aún lo traían fresco en la piel. Por más que hubiese pasado algún tiempo desde entonces, muchas de esas imágenes y los sufridos recuerdos seguían dentro de ellos. Sin embargo, ahora tenían mucho por lo que seguir adelante y luchar. Sus vidas continuaban y no había otra opción más que avanzar.

 

Ellos, junto con Shippo y Kirara, habían sido testigos de la historia que vivió Inuyasha junto a esas personas que amó. No conocieron íntimamente a Kikyo, pero sí lucharon con ella y vieron el gran significado que tenía esa mujer para el hanyō. Con la que sí entablaron relación fue con Kagome y hasta el día de hoy la extrañaban. Una amiga con un gran corazón y muy bondadosa. Dejarla ir significó un duro golpe para Inuyasha, por más que éste quisiera demostrar lo contrario. Por más que discutieran seguido con él, deseaban que fuera feliz porque, después de todo lo que había pasado, se lo merecía. No estaban seguros si podría serlo con Sesshomaru, pero tampoco era algo imposible. Hubo momentos en los que derrotar a Naraku parecía algo realmente imposible y al final lo consiguieron, así que ¿tan malo sería darle una oportunidad a esta locura?

 

La caminata no fue nada larga, pero cuando llegaron se sorprendieron porque ni Inuyasha ni Sesshomaru estaban ahí. ¿Será que ya se habían marchado y no llegaron a despedirse? No, no podía ser. Inuyasha no se marcharía sin al menos verlos una vez. Aunque esa idea fue mitigada cuando vieron a Jaken allí y a Rin acariciando a ese yōkai de dos cabezas que solía acompañar a Sesshomaru.

 

—¿Llegamos tarde? —preguntó Miroku a Kohaku por las dudas.

 

—No —contestó—. Aunque no tenemos idea dónde se metieron.

 

—Ay, espero que el amo Sesshomaru no me haya olvidado… —mencionó Jaken preocupado.

 

—No lo creo, señor Jaken —aseguró Rin para animarlo—. El señor Sesshomaru jamás se iría sin Ah-Un, así que no se preocupe.

 

—¿Estás diciendo que puede olvidarme a mí, su fiel sirviente, pero no a una bestia de carga? —espetó enojado, pero nadie allí le contestó. Prefirieron hacerse los tontos, porque sí imaginaban a Sesshomaru olvidándose de su molesto lacayo.

 

—Yo no sé dónde está él —comentó Shippo—, pero sí vi a Inuyasha yendo en dirección a… ya saben.

 

—Ah —asintió Miroku comprendiendo a la perfección a qué se refería Shippo y miró a Sango, quien también lo captó—. En ese caso, esperemos. Ya regresarán.

 

No quedó otra alternativa más que resignarse y aguardar a que ellos volvieran. No sabían exactamente dónde se encontraría Sesshomaru, pero Inuyasha sí. Era obvio que quisiese ir a ese lugar una vez más antes de irse. Tal vez este viaje también era con el mismo propósito de desligarse un poco de ese pasado que lo tenía fuertemente arraigado. No estaban seguros, pero había una posibilidad que esta nueva situación trajera algo favorable.

 

Permanecieron allí charlando y jugando con las niñas, sin saber cuánto esperarían. Inuyasha se tomó su tiempo antes de regresar y no le importaba en verdad si tardaba mucho o no. Esto era necesario.

 

El hanyō permaneció un tiempo parado frente al pozo devorador de huesos hasta que por fin se acercó. Ese lugar era importante para él y debía despedirse. Después de vencer a Naraku, había vigilado continuamente el pozo y sus alrededores esperando algo que sabía no iba a suceder. Ahora, al irse, su guardia terminaba. Inuyasha quería desligarse, aunque sea un poco, de esa tristeza que se apoderó de él desde que Kagome se fue. Por más que no lo demostraba fue muy difícil aceptar que ya no la vería, pero ahora ya se sentía lo suficientemente fuerte para dejar ese sentimiento que tenía por ella como un cálido recuerdo.

 

Con cuidado, acarició los bordes de madera vieja y jugó unos instantes con las plantas que allí se enredaban. ¿Cuántas veces había viajado a ese extraño mundo sólo para traerla de vuelta? ¿Cuántas veces la vio salir de allí? Era incapaz de hacer una cuenta. Ahora ese pozo sólo era un pozo y no había nada más en el fondo que huesos y oscuridad.

 

¿Cómo estaría Kagome? ¿Ella también se sentiría como él? Conociendo lo tonta y sentimental que era seguramente. Apostaba que al principio lloró hasta secarse, gritó e intentó negarlo; pero a esta altura el malestar inicial habría pasado. Ahora, suponía que habría seguido con su vida en ese mundo raro y con su familia. Tal vez ella también se acercaba al pozo cada tanto y recordaba las cosas que vivieron. ¿Qué estaría haciendo? ¿Seguiría con esos exámenes que tanto le gustaban o yendo a ese lugar raro que llamaba escuela? Estaba seguro que sí. Después del tiempo transcurrido, incluso ella ya podría estar casada con alguien.

 

Inuyasha sonrió con cierta melancolía en ese instante. ¿Qué diría ella si lo viera ahora? Quizá le gritaría fuerte, le diría que es un tonto y remataría con su palabra favorita para sentarlo con ese maldito collar. Aunque quién sabe, tal vez con este pequeño paso de tiempo, aquella chica había cambiado y ya no era esa misma niña emocional que recordaba, pero no estaba tan seguro. A pesar de no estar de acuerdo casi nunca, ella se había colado en su interior sin que se diera cuenta.

 

En ese instante, Inuyasha pensó qué pasaría si ahora Kagome salía repentinamente del pozo y volvía con él. ¿Aún seguiría con su idea de irse con Sesshomaru? ¿Permanecería con ella? ¿Esta extraña y confusa situación se acabaría? No era capaz de responderse esas preguntas. Estaba seguro que la chica no volvería, pero como un tonto aún consideraba posible que tal vez el pozo se abriera una vez más y sintiera la mano de Kagome apretando la suya dentro de esa oscuridad.

 

Se enfrascó tanto en esa idea que no pudo evitar meter su mano dentro del pozo y buscar algo que no creía que estuviese allí… ¿o sí?

 

Un escalofrío le recorrió la columna cuando supo que no estaba solo en ese lugar. Inuyasha permaneció quieto y sacó la mano del pozo para darse vuelta finalmente. ¿Tan impaciente estaba que tuvo que ir a buscarlo? Su hermano sin duda era un pesado.

 

—¿Estás listo? —preguntó Sesshomaru cuando sus ojos se cruzaron.

 

—Casi —contestó Inuyasha volviendo a mirar el pozo—. Sólo vine a despedirme.

 

Para él era bastante lógico lo que hacía, recorrer aquel lugar importante y realizar ese ritual para soltar todo lo que lo ataba a ese triste pasado. Ya no quería que ese recuerdo fuera triste, sino todo lo contrario. Inuyasha sentía que hacía lo que quería y necesitaba, pero Sesshomaru no comprendió qué estaba haciendo. Es más, debido a su tardanza es por lo que fue a buscarlo.

 

Con cierta curiosidad, se acercó al pozo que su hermanito observaba tan anhelante. Olía a huesos, muerte y húmeda vejez. ¿Qué podría ser tan importante para que Inuyasha quisiera dar un último vistazo a la oscuridad de ese agujero?

 

—¿Por qué es importante este pozo? —indagó el yōkai sin ser capaz de dar una explicación por sí mismo. Sus ojos no apreciaban nada más que un pozo, pero no necesitaba de mucha intuición para saber que era más que sólo eso.

 

—Solía funcionar como un portal por el que Kagome pasaba de su mundo a este —explicó Inuyasha, algo sorprendido de ver el interés de su hermano, aunque arqueó una ceja cuando se dio cuenta que éste le miraba como si no entendiera de quién le hablaba—. Kagome, la chica que siempre estaba con nosotros y podía ver los fragmentos de Shikon —A pesar de su explicación detallada, Sesshomaru no hacía ninguna señal de haber entendido. ¿Acaso necesitaba hacerle un dibujo? Mejor no porque él era pésimo para el arte—. Tenía poderes de sacerdotisa, gritaba mucho y se vestía raro.

 

Al decir eso, Sesshomaru al instante pareció encontrar una imagen en su memoria que se relacionara con esas palabras. Una parte de Inuyasha creía que su hermano se hizo el distraído a propósito.

 

—Ah, esa chica… —dijo recordando a la mujer que solía acompañar a Inuyasha, quien había desaparecido después de acabar con Naraku. Rápidamente, Sesshomaru entendió el asunto—. Así que después que la perla desapareciera, la conexión también lo hizo.

 

Inuyasha asintió sin querer hablar más del tema aparentemente. Por lo visto, esa mujer representaba algo importante para su hermanito. Tenía el recuerdo de ella y lo extravagante que parecía, por más que en esa época Sesshomaru no le prestaba mucha atención ni al propio Inuyasha. Tenía en mente otros objetivos en aquel entonces, pero este momento, allí junto a su hermano, le generó cierto hastío.

 

Ahora, ese hanyō era su compañero y, por más que ninguno de los dos se sintiera absolutamente conforme, ya estaba hecho. Que Inuyasha anhelara a esa mujer le supo desagradable y frunció el ceño sin querer seguir dándole importancia a algo que no lo valía. Ella ya no estaba aquí y su hermanito pronto comprendería en qué posición verdaderamente estaban.

 

Sesshomaru se dio la vuelta para retirarse cuando lo creyó oportuno. Era hora de irse finalmente, pero su pequeño hermano no parecía muy dispuesto a seguirlo.

 

—Quiero ir a un último lugar antes —mencionó para caminar hacia Sesshomaru y pasar junto a él—. No hace falta que vengas, no tardaré.

 

Sus palabras fueron una sentencia que demostraba que iría sin importarle qué mierda dijera ese tonto, aunque fue una sorpresa cuando no encontró ninguna objeción y Sesshomaru lo siguió hasta el Árbol Sagrado. Esta sería la última parada que haría, en otro lugar que marcó su historia. La mirada de Inuyasha se paseó un rato por las raíces de Goshinboku hasta que finalmente se acercó y tocó esa marca que quedó en la madera desde que fue sellado.

 

Por más que cincuenta años no fueran nada para un demonio ni para él, que era un híbrido, ese árbol significaba mucho. Una parte de su pasado donde inició un gran cambio y transformación. Ahora parecía tan lejana toda esa época. Lo que vivió con Kikyo, el dolor de cuando fueron engañados. ¿Habría permanecido con ella y se habría vuelto humano? Posiblemente. En ese momento pensarlo ya no valía mucho la pena.

 

Por su parte, Sesshomaru no mencionó nada porque él sabía muy bien dónde estaban y por qué Inuyasha quería ir a ese árbol. Allí era donde la sacerdotisa lo dejó sellado. Cuando se enteró años atrás, despreció más a su hermanito por haberse dejado vencer por una humana. Incluso para él, ese recuerdo se sentía ajeno ya.

 

—Vamos —dijo finalmente Inuyasha saltando del árbol y caminando con su hermano.

 

Era extraño pensar que por allí caminó con esas dos mujeres que amó y ahora estaba con una persona con la que creyó jamás tener un lazo más que no fuera el odio. Por más extraño que pareciera, no se sintió para nada incómodo al estar junto a Sesshomaru.

 

Al regresar a la aldea se encontró con la banda de tontos que lo esperaban para saludarlo y en ese instante, Inuyasha tuvo la certeza de lo mucho que los extrañaría. Por más pesados que fueran, ellos eran parte de su vida y pasar una temporada separados sería algo a lo que le costaría acostumbrarse. Todos lo rodearon con un gran cariño, Inuyasha sabía que tenía muy buenos amigos.

 

—Cuídate mucho —pidió Sango luego de abrazarlo y la mujer le miró con una tristeza similar a como si fuese Kohaku a punto de partir a otro viaje. Después de tener a sus hijas, se había vuelto mucho más emocional y ahora, despidiéndose de alguien tan querido como Inuyasha, ella debía esforzarse por no llorar.

 

—Tranquila, querida —mencionó Miroku rodeándole la cintura con su brazo—. Inuyasha estará bien y si no, sabe que aquí puede volver cuando quiera y que siempre contará con nosotros.

 

—Es verdad —asintió la exterminadora—. Aun así, no te metas en problemas, aunque eso es algo difícil para ti.

 

—Oye, ¿qué significa eso? —espetó el hanyō y la pareja se rió. No le quiso dar mucha importancia al asunto ni a esta despedida. En su opinión, exageraban. Ni que se fuese a marchar para siempre—. Y ya paren con esto, no sé por qué se entristecen tanto.

 

—Es porque somos tus amigos, tonto —contestó Shippo saltando a su hombro—. Aunque vamos a estar mucho más tranquilos si no estás destruyendo todo por aquí.

 

—Cállate, enano —Tomó al zorro de la ropa para sacárselo de encima. Qué molesto era ese mocoso, pero también lo extrañaría—. Y más vale que te vuelvas más fuerte la próxima vez que nos veamos.

 

—Claro que sí —dijo con decisión—. Seré muy fuerte ¡y podré derrotarte!

 

—Ya quisieras —Rodó los ojos mientras le golpeaba la frente con uno de sus dedos y el pequeño se quejó como siempre.

 

Fastidiarse así formaba parte de algo cotidiano de su amistad, entre todos en realidad, y eso sería una de las cosas que más extrañaría.

 

—Inuyasha —Rin lo llamó esta vez y ella se mostró también ligeramente triste—. ¿Volverán en algún momento? —preguntó esperanzada—. Si no pueden venir, ¿podemos visitarlos? Pueden mandar al señor Jaken para que nos muestre el camino.

 

Ante esa idea, Inuyasha rió y Jaken se quejó ofendido diciendo que él no sería guía de nadie, aunque al hanyō esa idea le pareció interesante, sólo para molestar al sapo feo.

 

—Claro que sí —contestó con una sonrisa acariciando la cabeza de la niña—. Te prometo que muy pronto nos veremos.

 

No estaba seguro de cuándo, pero sabía que volvería a ver a sus amigos. Después de pasar tanto tiempo solo en su vida, encontró personas que finalmente lo quisieron y apreciaron sin importar lo que era. No los dejaría atrás jamás. Sin embargo, este viaje con Sesshomaru lo hacía para recuperar una parte de su vida que jamás disfrutó. Esa parte que tenía que ver con su lado yōkai y todo lo relacionado con su padre. Sólo por eso, era que Inuyasha aceptó pasar un tiempo con Sesshomaru, y para resolver todos esos problemas que se habían desarrollado este último tiempo. Al menos eso era lo que creía Inuyasha o lo que quería creer.

 

Rin sonrió muy feliz por su respuesta y lo abrazó con entusiasmo. Incluso Kohaku le deseó buena suerte y las gemelas se le colgaron para tirar de sus orejas una última vez. Quizá no extrañaría a esas molestas enanas, ahora no sufriría a causa de sus juegos infantiles o oír cómo lo llamaban tío perrito. La última en acercarse fue Kaede, quien le regaló un maternal abrazo y una sincera sonrisa.

 

—Inuyasha —habló la sacerdotisa—. He visto por largo tiempo los obstáculos que has enfrentado y por más tortuosos que sean los caminos que debemos atravesar en consecuencia de nuestras decisiones, finalmente existe una recompensa por el duro esfuerzo.

 

Sabía que esa mujer no se quedaría contenta sin tirarle alguna frase profunda, pero esas palabras no le provocaron ningún fastidio. Todo lo contrario, estuvo de acuerdo con ella. Sufrió horrores a lo largo de su vida y el desgraciado de Naraku fue lo peor, pero las personas que conoció a lo largo de ese trayecto fue lo único que había valido la pena. Sin embargo, no estaba seguro si ahora podía aplicar ese mismo concepto con Sesshomaru. De todas formas, no era el momento de discutir aquello, pero no olvidaría las palabras de la anciana.

 

—Vieja, ¿también te pondrás sentimental? —preguntó burlón y la mujer expresó su disconformidad con una mueca.

 

—Bien, has lo que quieras, pero no te metas en problemas.

 

—¿Por qué todos piensan que voy a hacer eso?

 

—Porque te conocemos —aclaró Sango dando un suspiro.

 

—De todas formas —intervino Miroku—, si llegas a tener problemas, sabes dónde estamos.

 

—Sí, sí, sí —mencionó cansado agitando la mano—. Ya se están poniendo pesados, mejor me voy.

 

Cuando Inuyasha se volteó y se encontró con Sesshomaru a unos pasos de distancia algo en él vibró. ¿Realmente haría esto? Sí, en eso habían quedado, aunque aún le era difícil creerlo. Tragó saliva y se aproximó a su hermano, quien esperó con paciencia hasta que acabara de saludar para poder marcharse.

 

—¡Cuídense mucho! ¡Adiós, señor Sesshomaru! —mencionó Rin saludándolos—. ¡Vuelvan pronto!

 

—¡No olvides avisarnos cuando los niños vengan en camino! —gritó Miroku sólo para molestarlo una vez más e Inuyasha se dio la vuelta furioso.

 

—¡Idiota! —Fue lo único que vociferó y, por más que quisiera regresar a cortarle la cabeza, se contuvo. En lugar de eso sólo apuró el paso.

 

—¡También te queremos, Inuyasha! —espetó Sango riendo.

 

—¡Dale un poco de espacio a la pareja, Jaken!

 

Esta vez, el que quiso ir a matar a ese monje no sólo fue el hanyō, sino también el pequeño yōkai que tiraba de las riendas de Ah-Un para que camine. Sin embargo, tampoco regresó. ¿Por qué a Sesshomaru no le molestaban esos gritos? Hasta parecía que no los escuchaba mientras caminaba. Tal vez después de años de odiar a los humanos se había vuelto inmune a varias de sus cosas.

 

De hecho, durante todo el tiempo que pasaron en la aldea, aunque no fue mucho, su hermano se había comportado bastante bien, a pesar de estar rodeado de humanos. Posiblemente Sesshomaru no mostrase abiertamente su inconformidad o quizá ya no los despreciaba tanto como en el pasado. Era difícil de creer esto último. Inuyasha aún no podía convencerse del cambio de su hermano, por más que haya presenciado tantas cosas que lo evidenciaban, dejar el pasado atrás no era sencillo.

 

No supo exactamente cuánto caminaron en silencio, aunque cada tanto podía escuchar murmullos fastidiosos de Jaken. El bicho aún no aceptaba que estuviera ahí y, por lo visto, seguía muy indignado. Tampoco era para culparlo, si hasta el mismo Inuyasha seguía sorprendido de su propia decisión, pero eso no significaba que le alegrase tener que viajar con ese duende verde.

 

—¿Tienes algo que decirme, bicho? —espetó repentinamente y Jaken pegó un respingo, pero al instante lo miró con mala cara.

 

—Sí, que aún no puedo entender cómo el amo permite viajes a su lado, hanyō.

 

—Si permite que alguien como tú lo siga a todas partes creo que ahí tienes tu respuesta.

 

—¡Cómo te atreves...!

 

—Silencio —la voz de Sesshomaru interrumpió esa pequeña disputa y Jaken tembló un segundo antes de callarse para continuar. Inuyasha ni siquiera se inmutó por la voz de su hermano.

 

Debía admitir que el enano tenía razón, era extraño que Sesshomaru le haya pedido que fuese con él. Era bastante raro y complicado de asimilar aún. Las intenciones de Sesshomaru nunca parecían claras, aunque en realidad posiblemente fuese el mismo Inuyasha quien se negaba a entender.

 

—Oye —dijo queriendo llamar la atención de su hermano—. Exactamente, ¿a dónde vamos?

 

En ningún momento se lo había dicho y consideraba que su pregunta era lógica, pero Jaken gruñó fastidiado siendo él quien contestara por su amo.

 

—Serás tonto, Inuyasha —dijo—. Es obvio que estamos regresando al palacio del amo Sesshomaru.

 

—¿Palacio? —repitió desconcertado mirando al bicho y luego a su hermano—. Ah sí. Eras el rey del Norte o algo así, ¿verdad?

 

—¡Oeste! —corrigió muy alarmado Jaken—. ¡El amo Sesshomaru es el Señor del Oeste, tonto hanyō! Aquellas tierras heredadas por su señor padre y ahora comandadas excelentemente por mi amo bonito.

 

—Con que eran del viejo —meditó Inuyasha y fijó la vista una vez más en su hermano, esperando que fuese éste quien le conteste ahora—. Y… ¿Él vivió ahí?

 

Suponía que esa duda era bastante estúpida, pero él no sabía nada sobre Inu no Taisho, así que quería preguntar absolutamente todo. Pasaron unos instantes, donde por suerte fue su hermano quien le habló y no el molesto bicho.

 

—En efecto —asintió Sesshomaru—. Se apropió de ese palacio luego de una conquista mucho antes que yo pisara este mundo y allí vivió hasta su caída final.

 

Inuyasha asintió sabiendo que esa caída fue cuando lo salvó a él y a su madre estando herido. Quería mucho saber más de su padre y esperaba que Sesshomaru estuviera dispuesto a compartir lo que sabía, aunque Inuyasha estaba alerta por si esas memorias llegaban a despertar viejos rencores en su hermano mayor.

 

No comentó más durante el viaje, el cual agradeció que no fuera tan largo como pensó en un primer momento, pero todo fue más fácil cuando aceleraron el paso. Sesshomaru iba flotando como una nube mientras que Inuyasha corrían sin cansarse para nada, pero hubo un instante donde vio a su hermano detenerse y se quedó helado cuando vio aquella edificación monstruosa. ¿En serio ese era el palacio de su padre y que ahora pertenecía a Sesshomaru? Sabía que sólo lo comprobaría cuando pusiera un pie allí. Inuyasha no tenía idea sobre castillos, pero estaba seguro que Miroku se desmayaría si viera ese lugar.

 

Notas finales:

Esta pequeña transición es algo importante. Inuyasha aún no deja el pasado atrás, pero poco a poco lo va haciendo mientras acepta su nueva realidad. Por más que aún siga negándose, cada vez es menos. Creo que lo más rico de este capítulo es Sesshomaru ligeramente celoso/posesivo cuando se da cuenta que su hermano está pensando en una mujer. Muy mal hecho Inuyasha(?)

Saben, no sé si les pasa esto, pero igual me tomaré la libertad de contarles las estupideces que vuelan en mi cabeza. Calculo que las personas que escriben suelen hacerlo con música o algún estímulo en particular, mi pregunta es si, después cuando releen lo que escribieron, se acuerdan de la canción que oyeron o lo que pasaba a su alrededor. Bueno, yo escribo muchas veces a la noche, y con la telvisión prendida mientras pasan una telenovela turca que se llama El Sultán. Con mi madre nos vemos poco en el día, por lo que la hora de la cena y cuando vemos la novela, es el momento donde estamos juntas. Como yo me aburro, me pongo a escribir, pero inevitablemente también presto atención a lo que pasa en la historia y me acuerdo de eso al leer algunas escenas de los capítulos cuando estoy por subirlos.

De todas formas, para entretenerme más mirando El Sultán, Inuyasheo a los personajes. ¿Qué significa esto? Que pongo personajes de Inuyasha en el lugar de los de la novela. Sesshomaru es el Sultán, Inuyasha es Hurrem, Kagura es Mahidevran, y así con todos; increíblemente se vuelve más interesante. A veces incluso me inspira para escribir… Mierda, tengo problemas(?) Así que cualquier semejanza es pura coincidencia(?

En el próximo capítulo comienzan las aventuras de Inuyasha en el palacio y una nueva etapa —Yey!—. Nos vemos pronto!


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