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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Se preguntarán qué estoy haciendo hoy aquí actualizando fuera del fin de semana, pero la respuesta es muy simple y bastante buena. He decidido comenzar a actualizar dos días a la semana: miércoles y sábados. Quería hacer esto cuando ya tuviese terminado el fanfic, pero estoy a punto de hacerlo. Así que no creo que haya algo de malo en comenzar ahora. Muchas gracias a quienes siempre leen y siguen esta historia, espero que me sigan acompañando.


Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

Dos meses después de su llegada al palacio, Inuyasha ya podía decir que se conocía los alrededores y había podido explorar las tierras cercanas, pero aún se confundía entre los laberínticos pasillos del castillo. En su opinión, cada uno de los rincones de ese lugar se veían iguales, pero ya le habían dicho que era cuestión de tiempo y acabaría acostumbrándose.

 

Logró aprender el nombre de un par de personas más que estaban en el palacio, pero las que siempre se acercaban a él eran ese par de gemelas con cara de gato. Aya y Maya lo seguían cada vez que podían e Inuyasha se esforzaba por perderlas, pero ya no las creía tan pesadas. Incluso le parecían graciosas cuando discutían entre ellas y aún se preguntaba cómo las condenadas lo encontraban todo el tiempo. Inuyasha nunca avisaba dónde iba y desaparecía de ese aburrido palacio en cualquier oportunidad que encontraba. Un par de veces incluso se durmió en alguno de los árboles de afuera, simplemente porque se olvidó de volver a entrar. Tan habituado a la vida al aire libre estaba que ahora le resultaba algo complicado esto de dormir en el futón o bajo techo.

 

Por más que en un primer momento creyó que no hizo bien yendo a ese lugar, ya se sentía un poco más relajado. Incluso cuando estaba junto a Sesshomaru todo parecía más calmado. Inuyasha no tenía mucha idea sobre qué hacía su hermano hasta que éste, de vez en cuando, le contaba. Sus encuentros, por lo general, parecían más casuales que otra cosa. Era extraño que Sesshomaru le hablase porque simplemente tenía ganas y le contase algo porque sí, por más que le dijera cosas de una forma muy escasa. Hablar con él ya no era algo tan tenso e incluso lo consideraba agradable.

 

Según la información que recibió, Sesshomaru era dueño y controlaba una gran cantidad de tierras, pero las continuas guerras o conflictos solían requerir su presencia. Así que de vez en cuando, su hermano partía y regresaba a los días o cuando quería. Era extraño pensar que tenía tantas responsabilidades y siempre se veía tan ocupado, casi lo hacía sentirse culpable de haber pensado que era un bastardo que sólo se preocupaba por lo que le pasaba a él, pero en realidad aún lo seguía pensando.

 

Hubo un momento en que pensó en decirle que lo acompañaría. Inuyasha se desenvolvía muy bien cuando de lucha y conflictos se trataba, además que un poco de acción le vendría bien después de tanto tiempo quieto, pero no lo hizo. Tenía la misma impresión de siempre: Sesshomaru lo despreciaba y no lo quería cerca, aunque debería pensar diferente debido a los últimos acontecimientos, pero no era así para él. Sí, lo había aceptado como compañero tal vez y vivían en el mismo territorio de alguna forma, pero eso no significaba que Sesshomaru quisiera que se inmiscuyera en sus asuntos. ¿Por qué lo querría tener a él lado a lado en una batalla? No, claro que no querría. Recibir ayuda de él seguro representaría una humillación y el Señor del Oeste no podía mostrarse así siendo socorrido por un hanyō.

 

A pesar de tener eso en mente y sentirse frustrado, no dijo nada. Sesshomaru preferiría morir antes de dejar que lo ayude y de eso no tenía dudas, pero la inconformidad que le llenó fue distinta a la que siempre tuvo. Ahora llegaba a ser casi angustiante que ese pedazo de mierda prefiriera morir que dejar su orgullo, ¿no se supone que eran compañeros y sus instintos les decían que debían protegerse? Era obvio que esa fachada no funcionaba para ellos ni nada eso.

 

En muchos momentos se planteó irse, pero Inuyasha no se explicaba por qué seguía dentro de ese palacio. ¿Qué esperaba que pasase? Sólo estaba perdiendo su tiempo. Regresar a su vida era la mejor opción, pero aún no se decidía a ejecutarla.

 

Aunque estuviese viviendo un periodo tan confuso en su vida, debía admitir que la comida en ese castillo era buena. Había frutas deliciosas y unas dulces mandarinas que comía como loco. Justamente estaba comiendo unas en el jardín cuando volvió a encontrarse con Sesshomaru.

 

—¿Vienes a decirme que te vas? —mencionó sentado en una rama del árbol y observó hacia abajo que su hermano estaba parado mirándolo. Se había adelantado a sus palabras, pero Inuyasha no supo cómo esa idea pasó por su mente, sólo lo pensó y lo dijo.

 

Al final decidió bajar para poder enfrentar a Sesshomaru, era difícil hablarse con la diferencia de altura. Después de tantos días de verse podía decir que la presencia de ese idiota no le era amenazante, pero sí le generaba cierta turbación.

 

—No hace falta que me digas nada —continuó Inuyasha—. Me habría dado cuenta de todas formas.

 

—En efecto —habló finalmente Sesshomaru—. Volveré a partir, pero la razón por la que venía a hablarte es para que no salgas del palacio en mi ausencia.

 

Tuvo que tomarse unos instantes para decodificar esas palabras y estar seguro si las entendió bien. ¿Sesshomaru le estaba diciendo que él se iba y que no saliera? ¿Qué mierda le pasaba?

 

—¿Eh? —espetó con disgusto—. ¿Y eso por qué? ¿Desde cuándo eres mi dueño para decirme que no salga? Ya te dije que no soy tu perra, idiota.

 

—¿Acaso olvidas qué se acerca? —interrumpió Sesshomaru con el ceño fruncido, irritado porque su hermano parecía no entenderlo.

 

Inuyasha tuvo que tomarse unos momentos para pensar. ¿Que se acercaba algo? ¿Qué podía ser tan importante como para que Sesshomaru venga a hablarle y le diga…? Oh, rayos.

 

—¿Otra vez esa época de mierda? —se quejó inevitablemente al pensar en el apareamiento y se sintió fastidiado al recordar que ahora debía preocuparse por esos momentos insoportables. No quería que ocurriera lo de la última vez. Al pensar en su último celo se alejó medio paso de Sesshomaru de forma instintiva—. Nosotros no haremos…

 

—¿Crees que es tan fácil evitarlo? —El yōkai volvió a cortarlo antes que dijera una estupidez nueva, pero eso ni siquiera él podía eludirlo.

 

—Carajo, ¿no puedes controlar tus instintos de mierda?

 

—¿Tú sí?

 

—Eso no… —Inuyasha no pudo seguir hablando porque las evidencias pasadas no se lo permitieron. Incluso fuera del celo sucumbió. No poseía ninguna autoridad para defender su argumento. Sesshomaru tenía razón, esos instintos eran una mierda y peor con el jodido celo. Cruzó sus brazos y dio vuelta los ojos con gran fastidio antes de continuar hablando con la ironía marcada en sus palabras—. ¿Y qué sugiere el señor yōkai?

 

—Me retiraré fuera del palacio hasta que la temporada de apareamiento acabe y permanecerás aquí —explicó con simpleza, pero sólo recibió un bufido de fastidio por parte del hanyō.

 

—¿Y por qué tengo que ser yo la princesa que se quede enjaulada mientras tú te vas a quién sabe dónde?

 

—El único lugar donde estarás seguro y ningún yōkai se acercará es aquí —informó Sesshomaru—. A menos que desees salir para dejarte someter y morir a manos de alguna débil criatura.

 

—¡¿Crees que yo no podría defenderme, desgraciado?! —espetó enojado acercándose a Sesshomaru con ganas de golpearlo pero se detuvo al ver lo mucho que se aproximó a su hermano. Por más que siguieran mirándose de forma desafiante, estar cerca de Sesshomaru era raro.

 

—Eres más débil en esos días —sentenció sin moverse un centímetro o cambiar su expresión—. Si no quieres morir, te quedarás aquí.

 

—Tú eres insoportable todos los días y yo no me estoy quejando —dijo con una cólera que lo desbordaba. Al final, acabó alejándose con un gruñido molesto—. ¡Bien, me quedaré! —concedió sin querer seguir discutiendo y antes de retirarse dijo algo más—, pero si te llegas a consolar pensando en mí mientras estas lejos no quiero saberlo.

 

Aunque haya dicho eso, realmente no se imaginaba a Sesshomaru recurriendo a algo semejante. Era raro pensarlo y no quería hacerlo en realidad. Estar con Sesshomaru se sentía así en realidad. Apenas se acercó un poco a él y sintió algo en su estómago que se comprimía. ¿Arcadas? Probablemente, pero fuese lo que fuese, Inuyasha tenía muy en claro que no quería estar junto a Sesshomaru durante el celo.

 

La seguridad que tuvo fue tal que ni siquiera sintió cuando Sesshomaru se retiró del palacio, pero en realidad sí lo notó, sólo que se negaba totalmente a admitirlo. Qué importaba que ese idiota no estuviera, eso hasta llegaba a sonar alentador. No tendría que ver su estúpida cara por unos cuantos días y además no debería preocuparse por el apareamiento o por accidentes inesperados. Fue algo realmente perfecto o al menos eso pensó Inuyasha en un principio.

 

Esta época de apareamiento sería la tercera que vivía desde que comenzó a ser apto para participar de ese rito, pero creía que jamás se acostumbraría. Su cuerpo se había puesto débil en ocasiones anteriores y esta vez no fue la excepción. Inuyasha sintió su piel afiebrada y un calor que le hacía creer que sus órganos estaban cocinándose por dentro. Debía admitir que tampoco se sentía absolutamente fatal, pero sí era muy molesta esa fiebre. ¿Por qué él tenía que vivir esto? Seguro ese tonto de Sesshomaru estaba de lo más tranquilo mientras él estaba en su cuarto a oscuras sin querer moverse. ¿En serio a su hermano no le pasaría nada? ¿También estaría cansado o tendría fiebre? ¿Al menos algo sentía ese idiota con cara de piedra?

 

Nunca hablaron mucho con Sesshomaru sobre el celo o qué sentían en esos momentos, sobre todo porque la última vez que vivieron uno fue todo muy… confuso. Inuyasha no deseaba acordarse, pero inevitablemente lo hizo. Esa vez no pensó en nada y Sesshomaru tampoco lo hizo. Se dejaron guiar por sus instintos y todo había acabado de una forma pésima.

 

Ahora al menos estarían mejor, ¿verdad? Eso esperaba, por más que en esos instantes se sintiera horrible. Quizá, si esto funcionaba, sería algo bastante bueno. Sólo deberían estar separados con Sesshomaru para no volver a hacer nada de eso. Sin embargo, Inuyasha no era capaz de entender por qué sentía esa opresión en su garganta al punto de impedirle respirar o provocarle arcadas. Se sentía mal, incómodo, molesto mientras intentaba alejar esa estúpida sensación de que algo no estaba bien.

 

Apretó los puños mientras se preguntaba una vez más si su hermano también se sentiría así de extraño. Una parte de él creía que sí y la otra pensaba que Sesshomaru no sabía lo que era sentir algo. ¿Volvería a pasar algo entre ellos si estaban cerca en esos días? No estaba seguro, pero creía que sí. Inuyasha, por más que no quisiera, debía recordar que pasaron cosas entre ellos incluso fuera de la época de apareamiento, pero esos fueron errores que no tenían que volver a suceder.

 

Sesshomaru y él nunca se acercaban más de lo debido, por lo que no había vuelto a ocurrir ningún incidente, pero ahora era diferente. Sus malditos instintos los atraían inevitablemente y ahora lo tenían ahí recordando a ese imbécil. Inuyasha se sentía furioso, porque sabía que una parte de él —la más animal— añoraba a ese idiota. Era mejor esto que hacía de todas formas. Si estuviesen juntos durante el celo tal vez tendrían consecuencias con las que ninguno de los dos quería lidiar. No quería ni imaginarse qué pasaría si acabara con una cría de ese tonto, aunque de todas formas no pasaría.

 

Por más que estuviera tan seguro y totalmente de acuerdo con lo que estaban haciendo, Inuyasha podía sentir cómo parte de su ser se mantenía inconforme con esta represión. Maldito sea su lado yōkai por joderlo tanto y para colmo haber elegido al bastado de su hermano mayor.

 

No quiso salir de esas cuatro paredes ni siquiera cuando alguien vino a tocar la puerta y preguntó si podía pasar.

 

—¿Inuyasha? —Reconoció a la perfección la voz de una de las gemelas, no sabía cuál porque ambas hablaban igual, pero suponía que se trataba de Maya porque olvidó las formalidades—. Trajimos algo de comer, ¿podemos pasar?

 

No mencionó nada y, al parecer, su silencio fue interpretado como una respuesta positiva por parte de ambas criadas porque entraron de todas formas. Aya entró con una bandeja de comida entre sus manos mientras su gemela se dedicaba a abrir las gruesas cortinas para dejar pasar la luz.

 

—¿Quién mierda les dijo que entraran? —espetó molesto y con dolor en los ojos cuando la luz del día lo atacó.

 

—Debe comer algo, se… Inuyasha —asintió Aya olvidando nuevamente la orden de su señor por dejar de ser formal, pero para ella era más difícil dejar de lado esas cuestiones—. Es importante alimentarse, sobre todo en estos días.

 

—Son unos días de mierda —Volvió a quejarse el hanyō mientras se sentaba desperezándose un poco.

 

—Tiene razón.

 

—¡Maya!

 

—¿Qué? Es verdad, que no lo quieras admitir es otra cosa.

 

—Lo sabremos cuando nos toque —le contestó a su hermana con cierta vergüenza queriendo obviar el tema.

 

Ambas aún eran demasiado jóvenes, pero entendían sobre esos temas y sabía por qué su señor se encontraba tan decaído. Además, en todo el palacio se comentaba lo extraño que era que el señor Sesshomaru se haya ido en esos días. Todos allí estaban informados quién era Inuyasha, el hermano menor y compañero del señor Sesshomaru, por lo que debían respetarlo por lo que era. Sin embargo, ¿por qué una pareja querría estar separada en estos días? ¿No se suponía que debían hacer esas cosas y buscar herederos? Nadie era capaz de explicarse qué pasaba y muchos rumores corrían por los pasillos.

 

Las hermanas acercaron la comida hacia Inuyasha y Aya también trajo un cuenco con agua fría y un paño. La joven intentó acercar ese trapo mojado a su señor pero éste no quiso.

 

—La sopa le hará ganar fuerzas —mencionó ella—, pero también tiene fiebre, ¿cierto? Esto lo ayudará.

 

—No importa —contestó Inuyasha con desgano—. Ya pasará.

 

—Ya verá que en unos días estará mejor —dijo Maya absolutamente convencida e Inuyasha también estaba de acuerdo, pero el problema era sobrevivir hasta esos días.

 

—Eso es cierto —asintió la otra hermana—. Aunque… si el señor Sesshomaru se encontrara aquí seguro se sentiría mejor, es una lástima que haya partido.

 

Al oír esas palabras, Inuyasha prácticamente se atragantó con la sopa y tuvo que toser un par de veces para recuperarse. Mierda, justamente no quería pensar en ese idiota y las condenadas gatas se lo traían.

 

—Disculpe, no fue mi intención molestarlo —dijo la joven apenada.

 

—Igual sí es raro… ¿Se habrá ido a una batalla importante?

 

—La guerra siempre es importante, Maya —contestó su hermana—, pero me parece extraño que el señor Sesshomaru no aproveche para tener crías, ¿será que no le interesa por el momento?

 

—No lo sé —se alzó de hombros la muchacha—. Los ancianos siempre dicen que es necesario tener herederos si eres importante, pero quizá no quiera.

 

—Tal vez…

 

—¿Ustedes no cierran la boca nunca? —interrumpió Inuyasha haciendo que ambas chicas dieran un respingo, como si acabaran de recordar quién era él y que estaban en la misma habitación.

 

—¡Disculpe, señor Inuyasha! —dijo rápidamente Aya—. Es sólo que… Nos da curiosidad —admitió con cierta pena—. Usted es la primera pareja del señor y además es su hermano, ¡es toda una novedad en el palacio!

 

No pudo evitar arquear una ceja ante esas palabras, pero hubo unas cuantas que le llamaron la atención. Poco había hablado con todos los sirvientes que allí había, todavía tenía que conocer a otros, pero no le parecía extraño que hablaran de él. Lo que sí le sorprendió fue lo otro que la joven dijo.

 

—¿Primera pareja? —repitió sin entender qué quiso decir con eso.

 

—Bueno… —Ella dudó un momento en seguir hablando y buscó ayuda en su hermana, quien sólo se alzó de hombros sin saber tampoco qué decir—. Quizá le parezca raro, pero el señor Sesshomaru no había elegido ninguna pareja hasta ahora, por más que él sea una figura tan importante. Así que imaginamos que él deseaba tener hijos en este momento y por eso usted vino aquí, aunque ahora que se marchó ya no estamos tan seguros...

 

Casi dejó de respirar cuando oyó esas palabras. Ni siquiera se quiso imaginar qué otros habían pensado las mismas cosas que le dijo esa chica. ¿Que Sesshomaru quería hijos? No, claro que no… ¿O sí? No, definitivamente no. En caso de quererlos no se habría marchado, ¿verdad?

 

—Mira, no me interesa qué hayan imaginado o qué les dijo ese tonto sobre mí —contestó el hanyō harto de esa situación y las chicas lo miraron extrañadas por la forma en la que se refería a Sesshomaru—. Seamos lo que seamos, yo no voy a tener… nada de él.

 

Cuando hizo esa declaración, vio los ojos de las muchachas abrirse con gran sorpresa y permanecieron unos instantes calladas, como si no acabaran de procesar esa noticia.

 

—Pero creíamos… —titubeó Aya por un segundo, pero al instante se recompuso—. Perdone nuestro atrevimiento. Esos asuntos no nos incumben.

 

—Sí —asintió la otra hermana—. Además no tiene nada de malo si no quiere tener crías.

 

—Maya tiene razón —concordó con una sonrisa—. El señor Sesshomaru no debe querer tener un heredero por el momento, pero si lo desea y usted no, puede hacerlo con otro compañero.

 

Aquellas palabras fueron mencionadas con increíble normalidad, pero Inuyasha se quedó mirando a la joven criada como si acabase de hablarle en un idioma extraño. ¿Qué dijo? ¿Que Sesshomaru podía qué con otro?

 

—¿Que él qué? —dijo un poco tajante, tanto que la joven lo miró con cierta duda y miedo de haber metido la pata de nuevo.

 

—Que puede tener otros compañeros —contestó con lentitud, pero Inuyasha seguía viéndola como si no terminara de entender—. No es extraño que un demonio tome más de un compañero, sobre todo un daiyōkai tan importante como el señor Sesshomaru y así asegurar la continuidad de su imperio… ¿Debería cerrar la boca ahora?

 

—Yo creo que sí —contestó Maya observando cómo Inuyasha ya no escuchaba la palabrería de su hermana, estaba inmerso en sus pensamientos.

 

Le resultó tan sorprendente descubrir esto. ¿En serio Sesshomaru podía tener más compañeros si lo deseaba? Eso era… una buena noticia sin duda.

 

Si Sesshomaru tenía a otro, Inuyasha no tendría que preocuparse por el celo o las crías nunca más. Su hermano podría hacer eso o tener lo que quisiera con otro. ¡Era fantástico! Sólo sería cuestión de tiempo hasta que encontrara a alguien más. Quién sabe, tal vez ahora mismo estuviera con otro haciendo todo lo que se hace en el apareamiento y llenándolo de todas las crías que heredarían sus asquerosas tierras. ¿Qué más podía pedir? Esa era la solución perfecta. Al menos eso creyó en un primer momento, pero no estuvo tan seguro después.

 

Pronto, aquel manjar se transformó en cenizas dentro de su boca. ¿Qué era ese asco repentino que sintió? No quería pensar en Sesshomaru tocando a alguien, era una imagen repulsiva, pero lo que en verdad le provocaba era enojo. Inuyasha no se sentía en verdad unido a Sesshomaru, no quería ser su puta perra ni quien le diera esos herederos para su imperio, pero sí debía admitir que la imagen de su hermano junto a otra persona fue algo que le daba ganas de vomitar y al mismo tiempo deseó destruir alguna cosa.

 

Sin decir nada, tomó el cuenco de agua que las criadas le trajeron y se lo echó encima. Oh sí, necesitaba esa frescura bañar su piel que por poco se prendía fuego y para nada le importó mojar su ropa y todo alrededor.

 

—¡Si deseaba eso, podría habernos dicho que quería un baño!

 

No supo cuál de las muchachas se quejó en voz alta, pero ambas se molestaron porque también las mojó. Poco le preocupó eso, pero lo del baño sonó bien. Ya había pensado en ir a meterse al río, pero podría resignarse a sólo zambullirse en una tina.

 

Le recomendaron que fuera a las aguas termales del palacio y, por más fiebre que lo aquejara, hizo caso. Acostarse en esa agua caliente siempre era muy relajante y tener unas propias sin duda era conveniente. Cuando Inuyasha se metió en ese onsen suspiró con cierto alivio. Olvidó un poco las molestia que lo aquejaban y se permitió cerrar los ojos tranquilo. Aya y Maya lo dejaron solo para que estuviera más cómodo, pero prometieron mantenerse cerca por si él las necesitaba. La verdad que esas muchachas se tomaban demasiadas atenciones con él, hasta le habían recogido el cabello para que no le molestase en su baño. Eran amables y atentas, por más pesadas que fuesen.

 

Inuyasha permaneció sentado dentro del agua caliente y la relajación fue tanta que hasta le provocó sueño. Es más, se apoyó contra el borde de la gran bañera y dejó descansar su cabeza entre sus brazos que le hacían de almohada. ¿Por qué serían tan grandes esas tinas termales? Podrían bañarse como 20 personas juntas ahí. Tal vez lo usaban para eso, quién sabe. Ahora era para él solo y eso lo aprovecharía al máximo. Por primera vez, todo lo que le molestaba del celo y del estúpido de Sesshomaru quedó en segundo plano. Podría dormir una tranquila siesta antes de despertar y volver a torturarse con sus pensamientos estúpidos como venía haciendo desde hacía bastante tiempo.

 

Un suspiro más se le escapó cuando poco a poco se fue quedando dormido, pero un fuerte ruido lo sacó de ese delicioso letargo y movió sus orejas poniéndose alerta a su alrededor. ¿Qué carajo ocurría afuera? Escuchó a ese par de criadas molestas hacer escándalo y gritar cosas que no comprendió. Lo único que alcanzó a escuchar fue ¡El señor Inuyasha está ahí y no creo que le agrade que entre! ¡Señor…!”

 

Esa frase fue completamente cortada por el ruido de la puerta siendo abierta con un estruendo y los ojos de Inuyasha se abrieron de par en par cuando vio al causante del alboroto.

 

¿Qué hacía Sesshomaru ahí? ¿No se supone que debían estar separados? ¿Por qué regresó y fue hasta allí?

 

Fueron sólo unos instantes donde ambos permanecieron mirando al otro, pero sin duda parecieron años. El tiempo se detuvo en ese momento y no volvió a correr hasta que uno de los dos se movió.

 

Inuyasha no se explicaba por qué Sesshomaru estaba ahí, pero algo en él sin duda tembló cuando lo vio quitándose sus ropas y dejándolas tiradas en el suelo. No, no podía estar pasando. Se supone que se separaban para eso, ¿verdad? ¿Por qué no había funcionado? ¿Por qué estaba ahí? No fue capaz de contestarse esas interrogantes ni decir nada porque en un segundo su hermano tenía las garras sobre él.

 

Deseaba una explicación, pero Sesshomaru no se la dio. ¿Qué iba a decirle? ¿Que aquel intento por evitarse resultó completamente inútil? Creía que era más que obvio. Tuvo ciertas dudas de ese plan cuando emprendió su viaje hasta que la época de apareamiento pasara, pero albergó alguna esperanza en que resultara. Tal vez, ahora, si se alejaba lo suficiente, el olor de Inuyasha no lo afectaría y sería capaz de controlar sus instintos, fue lo que pensó. Sesshomaru sintió una gran frustración cuando descubrió que eso no sólo fue inservible, sino que resultó peor. Nunca experimentó algo tan voraz apoderándose de él, pero poco le importó, porque realmente necesitaba esto. Por más incongruente que fuese la sola idea, necesitaba a Inuyasha.

 

Además, todo ese maldito lugar olía a su hermano pequeño. Sesshomaru era consciente que sólo él podía percibir ese olor, esa incitación, a tal grado y resultaba abrumador. No le importó en ese momento en qué habían quedado o las consecuencias de sus actos. Sólo quería tomarlo nuevamente y calmar esa bestia que lo estaba consumiendo por dentro. A pesar que ya habían estado de esa forma en más de una ocasión, esta vez fue incluso más salvaje y posiblemente fuese por la distancia que se impusieron. Reprimirlo, por lo visto, no era la solución. Después pensaría en una, ahora debía continuar con eso para lo que volvió.

 

Sus garras rasgaron la piel de Inuyasha nuevamente, causándole marcas, y sus dientes se clavaron en el cuello. Qué deliciosa era la piel de su hermanito. Deseaba devorarlo, consumirlo y que Inuyasha volviese a derretirse entre sus manos como antes lo había hecho. Sesshomaru apretó la piel mojada de su hermanito y poco le importó estar perdiendo algo de su cordura en ese momento.

 

Por su parte, Inuyasha no asimilaba lo que estaba pasando y la sorpresa le impedía pensar con claridad. Sesshomaru se le había abalanzado como un animal atacando a su presa y prácticamente no lo dejó mencionar nada. Las manos de su hermano tocaron su cuerpo y sintió la piel de éste chocando con la suya.

 

¿Esto iba a pasar otra vez? ¿Por qué? ¿Por qué lo permitía? Se supone que ahora debería golpear al idiota de su hermano y gritarle por no haber cumplido su acuerdo, pero no hizo nada eso. El calor que sufrió su cuerpo durante todo el día sólo aumentó y se le subió a la cabeza impidiéndole pensar como debía.

 

—Sesshomaru…

 

Al oírse decir eso, sobre todo en ese tono tan lastimero, Inuyasha se sorprendió de sí mismo. Tuvo la fuerza suficiente para apartar a su hermano unos centímetros de él y poder verse a los ojos. Por lo menos logró tomar un poco de aire, pero ambos respiraron de forma agitada y se vieron unos instantes sin separar sus cuerpos un ápice.

 

Observó los ojos de Sesshomaru y vio el deseo en ellos que era casi palpable, cosa que le causó un escalofrío. Los ojos de su hermano ardían en fuego y eso lo puso nervioso. Por más que hubieran hecho ese tipo de cosas dos veces ya, Inuyasha seguía sorprendiéndose por todo lo que provocaba en él y no lo creía por más que esto estuviese pasando nuevamente. ¿Cómo creer algo así? Sólo estaban siendo guiados por los instintos una vez más, pero a su mente vino el recuerdo sobre que Sesshomaru podría tener otras parejas y que creyó que iría a buscarse otro aprovechando el celo. Al parecer no lo hizo y volvió a él. Eso fue casi como una caricia a su orgullo, por más que no lo admitiera en voz alta. Quizás aún se despreciaran con ese idiota de su hermano, pero sin duda había algo que los unía más allá de su comprensión.

 

No supo si fue debido al celo o a qué, pero Inuyasha dejó de pensar en lo realmente importante y se concentró en lo que quería. Sus ojos permanecieron clavados en los de Sesshomaru mientras dejaba que sus manos viajaran una vez más por los hombros de su hermano hasta enredar sus dedos en algunos de los cabellos blancos. Apretó sus cuerpos en ese abrazo y recibió una descarga muy placentera viajar por todo su ser. Sesshomaru estaba muy excitado y él también, no le era difícil sentirlo. Es más, volvió a pegarse a su hermano y éste también lo abrazó con firmeza, provocando una fricción sumamente estimulante.

 

Ni siquiera se dieron cuenta cuánto tiempo estuvieron así, tocándose mientras jadeaban muy cerca sobre la boca del otro. Inuyasha apretó los dientes mientras clavaba las uñas en las espalda de su hermano sin creer lo enloquecedor y exquisito que era tener a ese idiota cerca. Había estado tan molesto e incómodo todo el día, pero ahora no podía sentirse mejor. ¿Eso era lo que necesitaba? No resultaba alentadora esa respuesta, pero poco le importó. Jamás admitiría que su piel había deseado y extrañado a ese desgraciado, por más que supiera que era cierto.

 

Hubo un instante donde todo cambió y Sesshomaru lo apartó. Ya no lo soportaba, ninguno de los dos soportaba más esa presión que estaba por estallarles la cabeza. Volteó a su pequeño hermano y lo obligó a apoyarse en el borde de la gran bañera. ¿Había sido algo brusco? No lo notó, pero sí lo supuso cuando oyó a Inuyasha gruñir algo molesto. No le prestó atención porque en ese momento quería otra cosa. Clavó las uñas en los muslos de su hermanito y relamió la punta de sus colmillos con un afán salvaje e incontrolable.

 

Un fuerte alarido se escapó del hanyō, pero ya sabía qué tipo de dolor le esperaba cuando su hermano lo volteó así de improviso. Sin embargo, dudaba que alguna vez doliese menos. Sesshomaru había tenido cierto cuidado con él esa última vez en el río, pero ahora se notaba que el ansia y el deseo lo dominaban. Se mantuvo firme y se sostuvo sin caer en ningún momento mientras sentía esas estocadas arremeter contra él. Inuyasha sintió su piel mojada erizándose a medida que esos movimientos le arrastraban a un fulgurante delirio. Tragó saliva y ni siquiera se dio cuenta el momento en que esos lacerantes gemidos comenzaron a escapársele. Era inevitable, por más que cerrara la boca y se mordiera los labios, esos gritos acababan saliendo, sobre todo cuando el imbécil iba más rápido e Inuyasha creía que lo hacía a propósito para oírlo.

 

Sus garras rayaron la tina de la que se aferraba y su expresión se mostró compungida cuando reconoció ese mismo calor a punto de hacerlo explotar. Sesshomaru notó que su hermano comenzaba a dejarse ir, lo notó por sus gemidos altos, la forma en que se arqueaba y lo tenso que se ponía su cuerpo. En ese momento, se sintió capaz de reconocer que Inuyasha le hacía perder la razón hasta el punto de gustarle cada uno de esos detalles que sólo podía presenciar en estos momentos únicos.

 

Pudo sentir cómo el interior de su pequeño hermano lo abrazaba con una fuerza impresionante y lo apretó tanto que un gruñido se le escapó mientras terminaba en ese lugar. Permaneció un rato así, sin moverse después de acabar, disfrutando de esa sensación de goce y la calidez que les proporcionaba ese momento de cercanía.

 

Inuyasha se sintió capaz de dormirse allí mismo por el cansancio, pero se obligó a mantenerse despierto. Normalmente, las únicas veces que lo hicieron, acababa muy cansado y con ganas de echarse a dormir, pero en este momento no podía. Cuando Sesshomaru se apartó de él, con cuidado se movió para poder verlo de frente. Su hermano parecía un poco cansado, por más que fuese sorprendente, y si miraron sin saber qué decir realmente. Muchas ideas se les ocurrieron, pero ninguna palabra salió.

 

—¿Por qué…? —Fue lo único que alcanzó a pronunciar Inuyasha con su voz rasposa, pero ni siquiera terminó la frase.

 

—No funcionó —contestó Sesshomaru, refiriéndose obviamente al plan de estar separados y el hanyō rodó los ojos con hastío.

 

—No me digas… —masculló molesto en intentó levantarse para salir de la tina, pero su cuerpo levemente dolorido le falló y casi cae, pero Sesshomaru lo sostuvo impidiéndolo—. ¡Suéltame, no necesito que me ayudes!

 

A pesar de estar hace unos momentos juntos de esa forma tan íntima, Inuyasha no tuvo ningún reparo de ladrarle a su hermano y apartarlo de sí. No quería tenerlo cerca ahora. Salió del agua finalmente y se cubrió con lo primero que encontró para irse.

 

Quería estar solo. Necesitaba estar solo. Ambos tenían que pensar muchas cosas sobre lo que había pasando. Sesshomaru aún debía considerar qué hacer con respecto a Inuyasha y éste tenía que ordenar sus ideas pronto o corría el riesgo de enloquecer.

Notas finales:

Jm… Inuyasha siempre tan tsundere(? En fin, espero que les haya gustado. Fue un capítulo interesante, con muchas cosas, y largo, al menos un poco más de lo habitual.


Antes de irme quería decir que Annie de Odair hizo un InuKoga, llamado Lobo sarnoso, perra pulgosa, el cual es muy hermoso y lo recomiendo para leer. Es un Koga x Inuyasha!fem, así que lo encontrarán exclusivamente en ff.net.


Gracias por haber leído. Nos vemos el sábado.


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