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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

No quería abrir los ojos, en verdad no lo deseaba. Se sentía increíblemente cansado, casi como si estuviera muerto, pero esa sensación extenuante le recordaba que seguía vivo. ¿En serio lo estaba? Sí, definitivamente era así. Al menos su mente aún seguía funcionando y cada vez lo hizo más hasta ser consciente de su alrededor. Todo estaba silencioso y el olor del ambiente le demostró que ese lugar lo conocía, además no se encontraba solo.

 

Con un agotamiento que no era capaz de describir, comenzó a abrir los ojos e Inuyasha se encontró con el techo de esa misma habitación que ocupaba en el palacio. ¿Al final volvió? ¿Cuándo pasó? ¿Por qué se sentía tan confundido repentinamente? No era capaz de explicárselo.

 

—¡Inuyasha, despertó! —Oyó una voz junto a él, quien se mostró contenta, pero al instante atenuó su tono—. Qué bueno que se esté recuperando… ¿Cómo se siente?

 

No contestó esa pregunta al instante y tampoco se sintió con fuerzas para pensar una respuesta. Pestañeó con lentitud, como si sus párpados le pesaran una tonelada, y finalmente enfocó su vista en esa joven sirvienta que ya se había acostumbrado a ver cerca de él.

 

—Terrible… —masculló intentando levantarse, descubriendo que su cuerpo estaba adolorido, con una fatiga insoportable que le llevó a preguntarse cuánto llevaba dormido.

 

—Por favor, no se levante —mencionó Aya con suavidad colocando una mano sobre su hombro para que no se alzara, pero eso no impidió que se sentara al menos—. Debe descansar y… ¿Quiere un poco de agua?

 

Aceptó ese ofrecimiento y bebió con rapidez aquel líquido, sintiéndose un poco revitalizado al punto de dar un suspiro al alejar el vaso. Pasó una mano por su rostro, sin acabar de despertarse, y siguió preguntándose sobre su cuerpo tan cansado. Estaba seguro que pasó mucho durmiendo, ¿por qué más podría ser?, pero eso no terminaba de explicarle nada.

 

—¿Quiere algo más? Tal vez algo de comer o…

 

—No quiero nada —interrumpió para que esa niña se tranquilizaba un poco. Eran demasiado hiperactivas ese par de gemelas—. ¿Estás sola hoy?

 

—Ah, sí —contestó ella con una sonrisa—. Maya se aburre si está mucho sentada. Ella es más de entrenar y esas cosas —explicó sabiendo que ambas eran muy diferentes—. Así que le dije que podía retirarse y yo me quedaría con usted.

 

—No hacía falta que te quedaras mientras dormía.

 

—No podía hacer eso —dijo la joven negando con la cabeza—. Se nos ordenó cuidar de usted, Inuyasha.

 

En ese instante, permaneció pensativo. ¿Cuidar de él? ¿Para qué? Si él no necesitaba que nadie lo cuide, menos en los momentos que descansaba. Sin embargo, al razonar lo que ella dijo, que le habían ordenado que permaneciera a su lado, lo pensó un poco más. ¿Quién podría haber dado esa orden? El único que se le venía a la mente era Sesshomaru.

 

No pudo evitar dar un respingo al recordar a su hermano e inevitablemente todos los problemas que pasaron le cayeron encima como si de agua fría se tratase. Inuyasha tragó saliva cuando todas esas imágenes pasaron por su cabeza, la pelea contra esos yōkai, su transformación involuntaria y esas feroces ganas por sobrevivir. Las manos le temblaron mientras las acercaba a su cuerpo y las apartó apenas tocó su abdomen. El cachorro, él se había esforzado en salvarlo, pero no estaba seguro qué ocurrió. Sin embargo, no se explicaba por qué sentía tanta ansiedad repentinamente.

 

Su respiración comenzó a pesarle y su mirada quedó fija en ninguna parte, sólo pensaba en lo que había pasado y que necesitaba saber qué ocurrió mientras estaba dormido.

 

—¿Inuyasha? —Lo llamó Aya con cierta duda—. ¿Se siente bien?

 

No miró a la joven, quien se escuchaba preocupada, seguramente por su repentino cambio de estado, pero él quería respuestas.

 

—Dime qué ocurrió —exigió con una voz firme, suficiente para poner nerviosa a esa chica.

 

—Yo… Creo que debería llamar al señor Sesshomaru —mencionó para poder retirarse, pero Inuyasha no la dejó. La tomó del brazo y la obligó a permanecer allí.

 

—Dímelo —demandó de nuevo, y por más que sus fuerzas estuvieran un poco debilitadas, no la dejaría ir.

 

—Inuyasha, yo… —Aya lo miró con cierto ruego en sus ojos, pidiéndole que no la ponga en esa situación, pero no podía desobedecer—. Lo siento mucho, de verdad.

 

Eso no le decía nada y a la vez le informaba todo lo que debía saber. La tristeza en el rostro de esa joven le dejó impactado y le soltó el brazo, pensando en lo que acababa de decirle. Que estuviese tan triste sólo significaba que lo peor ocurrió.

 

—Sus… —intentó seguir la joven con la voz algo afligida— Sus heridas eran muy graves —informó pareciendo estar al borde de las lágrimas—. Perdió mucha sangre y… y… la señorita Satomi dijo que el cachorro era tan pequeño que… Lo siento tanto, señor Inuyasha.

 

No pudo soportarlo más y finalmente quebró en un llanto que prácticamente perforó los oídos del hanyō. ¿Era en serio lo que acaba de escuchar? Pasaron unos largos instantes hasta que logró asimilar esas palabras y aun así no las creyó. ¿El cachorro no sobrevivió? ¿Él había… fallado? Sí, indudablemente falló al protegerlo. No lo comprendió en ese momento y tuvo la sensación que sólo había vivido una pesadilla. ¿Será que en serio fue así? Quizá esa cría, el accidente y que ya no estuviera fue parte de un sueño del cual acababa de despertar. Eso sonaba lógico, pero aun así, ¿qué era esa sensación de vacío que nació en su interior?

 

Volvió a aspirar aire una vez más, sólo para verificar que no se estaba ahogado, pero realmente no era importante. Movió un poco su cabeza intentando regresar a la realidad y siguió oyendo a la chica junto a él llorar desconsolada. ¿Por qué lloraba? ¿Por él? ¿Por el cachorro? Tal vez él debería llorar, después de todo se supone que era su hijo, pero ninguna lágrima cayó por sus ojos.

 

—¿Y Sesshomaru? —preguntó recordando repentinamente a su hermano, pero sospechaba que él ya debía estar enterado.

 

—El señor… —Intentó recuperarse y quitar las lágrimas de su rostro, aunque su voz sonaba cortada por el llanto—. Ha estado encargándose de los conflictos cercanos al palacio —dijo lo mejor que pudo—. Estuvo ocupado, pero todo está mejor. Él… Lo sabe.

 

Al oír eso sólo asintió mostrando que la había escuchado. Era lógico que supiera qué le pasó y obviamente que eso no iba a detener su vida. Inuyasha apretó los dientes mientras pensaba en su hermano sin poder evitarlo. Sesshomaru había ido por él y lo llevó de regreso en el peor estado, incluso tenía un leve recuerdo de su hermano abrazándolo protectoramente y cuidando de él, pero eso debía ser un producto de su imaginación.

 

¿Por qué fue tras él? No pudo evitar preguntarse eso una vez más. Ellos no se llevaban bien definitivamente e Inuyasha le dijo que no quería estar a su lado, porque justamente esa era la verdad. No deseaba permanecer manteniendo esa fachada enfermiza que no traería nada bueno. Sin embargo, a pesar de estar seguro que ellos jamás podría congeniar para nada más que sexo, su hermano lo buscó y lo ayudó para que sobreviviera. Le resultaba tan ilógico pensar en eso, pero pasó. Tenía el recuerdo del yōki de Sesshomaru envolviéndolo y dándole esa tranquilidad que le impidió sucumbir ante aquella oscuridad que lo arrastraba.

 

Tal vez había ido tras él por el cachorro. Estuvo seguro que su hermano no deseaba a ese hijo, pero posiblemente se haya equivocado un poco. Supuso que Sesshomaru no quería hijos, menos que fueran suyos, pero inevitablemente esa cría le pertenecía también, por más que naciera con esa parte humana que él le heredaría. ¿Será que sus instintos lo había obligado a buscarlo? Eso creía.

 

Apretó los dientes mientras pensaba que, incluso Sesshomaru siendo el pedazo de mierda que era, había actuado como un mejor padre que él. Inuyasha no pudo proteger a esa cría que era su responsabilidad y ahora se había ido. ¿Debía considerar eso como algo bueno? Tal vez, porque ya no debía preocuparse por tener eso que lo ataba a aquel desgraciado, pero aun así lo único que había dentro de él era un doloroso pesar.

 

Apartó esas mantas que cubrían sus piernas, ya cansado de estar acostado, y decidió alzarse, porque ese no era el lugar donde debía estar.

 

—Inuyasha, no creo que sea bueno que se levante.

 

—Estoy harto de dormir —espetó sin prestar atención a sus comentarios y se puso de pie dispuesto a marcharse. De nuevo se colocó su ropa y se acomodó su espada en la cintura, sin explicarse cómo había aparecido ahí. Agradeció no haberla perdido en ese combate maldito.

 

—¿Pero dónde irá? —lo detuvo la joven—. Aún no está bien.

 

—Debo resolver algo —explicó Inuyasha y supuso que ella lo entendería, tal vez. Antes de retirarse, se volteó una vez más hacia esa chica—. Gracias por todo.

 

Por más que agradecer no fuera algo que acostumbrara, debía decirlo en ese instante. Esa molesta chica y su igual molesta hermana habían vuelto su estadía en ese lugar ligeramente más amena. Sin ellas estaba seguro que se habría aburrido muchísimo. Aya lo miró sorprendida, pero al instante sonrió y le hizo una reverencia antes de verlo salir. No lo siguió e Inuyasha caminó con un paso lento por los pasillos, como si aún se acostumbrara a volver a caminar después de ese largo sueño. Sabía a la perfección dónde se dirigía, el olor lo guiaba.

 

Tuvo la sensación que Sesshomaru esperaba por él y esa idea se incrementó cuando finalmente llegó a donde estaba. Inuyasha no se dio cuenta que trago saliva y tampoco recordó la última vez que se sintió tan nervioso por estar cerca de su hermano. Casi parecía un niño con miedo de ser regañado por algo que había hecho mal, pero eso era ridículo. Él no era ningún niño, pero probablemente sí le importaba lo que Sesshomaru pensaba.

 

Armándose de valor se acercó a su hermano y éste clavó los ojos en él, cosa que le provocó escalofríos. ¿Por qué se sentía tan cohibido con aquel imbécil en ese momento? Ya ni siquiera se entendía a sí mismo.

 

—Te levantaste —dijo Sesshomaru al verlo e Inuyasha parpadeó como si no acabara de entender qué dijo.

 

Es más, ¿qué venía a decirle él? Tenía muchas cosas que quería saber en realidad. Quería que le dijese qué pasaba por su cabeza y qué estaba pensando en ese momento. Sin embargo, Inuyasha se sentía incapaz de formular pregunta alguna. Tal vez porque una parte de él realmente no quería escuchar lo que Sesshomaru tenía para decirle. ¿Para qué necesitaba escuchar lo que ya sabía? Su hermano sólo lo tenía allí porque simplemente fue lo que se dio, igual que ese cachorro que ya no existía, pero, en ese momento, Inuyasha ya no estaba seguro si tenían algo que los uniera verdaderamente.

 

—Sí… —mencionó sin muchos ánimos mirando a un lado—. Estoy bien.

 

Qué difícil siempre fue hablar con ese tonto, pero ahora parecía algo imposible. Aunque suponía que Sesshomaru no deseaba hablar con él y estuvo casi seguro que así era. ¿Por qué querría hablar con ese compañero que no deseaba y que, además, descuidó a su cachorro? Porque, por más que haya intentado todo, esa era la verdad.

 

Inuyasha sacudió la cabeza y se enfocó en lo que quería decir, porque ya no podía evitar más ese asunto.

 

—Volveré a la aldea —dijo finalmente y se vio en la necesidad de buscar aire en un suspiro. Por lo menos lo había dicho y estaba seguro que su hermano lo oyó, pero no lo dijo nada.

 

¿Qué iba a decirle? Inuyasha no le estaba pidiendo permiso, le estaba informando que se marcharía. Ya no sentía que hubiera lugar para él allí, nunca lo sintió, y tampoco había lugar para él junto a su hermano. ¿Alguna vez lo hubo? Tal vez imaginó que sí.

 

—Bien —contestó Sesshomaru, provocando que Inuyasha alzara la vista hacia él—. Puedes regresar.

 

—No te pedí autorización —comentó rodando ojos, aunque sus palabras salieron por inercia debido a su obstinación natural, pero al instante volvió a relajar su tono—. Yo… —balbuceó un instante y mordió sus labios ante la inquietud que le embargó—. En serio lo intenté.

 

Con esas palabras, Inuyasha se refería a muchas cosas. Realmente intentó salvar a su cachorro, pero falló. También quiso intentar que lo que sea que tuvieran con Sesshomaru funcionara, pero no fue así. Tal vez lo que pasaba era que nada con él podía ser. Inuyasha quiso tener algo con Kikyo y no se pudo, con Kagome apenas llegó a desearlo y ahora comenzaba a convencerse que el problema era él y su mala suerte de hanyō. Posiblemente ningún híbrido merecía tales cosas. Por más que en el pasado hubiese negado algo semejante, ahora tenía sus dudas.

 

Su hermano jamás deseó relacionarse con él y lo rechazó por ser un mestizo, rivalidad que los llevó a un enfrentamiento mortal, pero ahora comenzaba a creer que tenía un destino corrompido de criatura maldita. ¿Será que no podía ser feliz? Al parecer, eso no era para él.

 

—Lo sé —dijo el yōkai con ese tono de voz serena que tanto desesperaba a Inuyasha, pero en ese momento lo sintió casi como los golpes que solía darle su hermano en el rostro.

 

Ninguno de los dos mencionó nada más e Inuyasha se retiró. No había nada más que hablar. Eso, lo que sea que había pasado entre ellos, acabó. Debería sentirse aliviado, pero en realidad estaba… perdido.

 

No sabía cómo explicar lo que vivió todo ese tiempo con Sesshomaru y tampoco podía expresar cómo se sentía al terminarlo. Era lo que deseaba finalmente, ¿verdad? Sí, desde que todo ese problema comenzó quiso sacárselo de encima con fervor, pero ahora no era capaz de describir esa sensación que le produjo volver a ser él y sólo él.

 

Por un momento, creyó que Sesshomaru no lo dejaría ir. Tuvo la idea que, tal vez, lo detendría diciéndole que era su alfa y que él le pertenecía. Sin embargo, no hizo nada de eso. Ese imbécil era impredecible, pero así fue mejor. No tuvo problemas ni necesidad de luchar con él. Aunque era lógico que lo dejara ir. Sesshomaru nunca lo quiso como compañero y, para más, no protegió a su cachorro como debía. Una sonrisa melancólica apareció en el rostro de Inuyasha al pensar que seguro su hermano estaría complacido por sacárselo de encima, ¿pero él también estaba contento? Posiblemente se sintiese mejor cuando se retirara.

 

Pensó que debería despedirse de todas las personas que había conocido en el palacio y sobre todo de esos que fueron amables con él, pero no lo hizo. Necesitaba irse pronto y desaparecer de toda esa fantasía monstruosa que sólo le trajo tormento. Sin embargo, cuando estuvo a punto de retirarse, alguien se lo impidió.

 

—Alto ahí, hanyō alborotado —dijo aquel yōkai acercándose a él.

 

—Mierda, lo que me faltaba —masculló Inuyasha girándose para ver a Jaken llegando tras él tirando de las riendas de Ah-Un—. ¿Qué quieres, sapo? ¿Vienes a despedirte?

 

—Jm, como si fuese a extrañarte —mencionó de mala forma cuando llegó hasta él—. El amo me ha pedido que te acompañe en tu regreso, así que apúrate y vámonos.

 

—¿Acompañarme? —repitió sin entenderlo para nada—. No necesito ninguna escolta, así que lárgate.

 

—Si fuese por mí lo haría, pero el amo Sesshomaru se molestará conmigo si no le hago caso —explicó sin querer pensar en lo que su señor le haría si no obedecía. Su amo le había ordenado que buscara a Inuyasha y lo escoltara hasta la aldea, pero no le dejó preguntar el por qué de esa orden, aunque dudaba que se lo dijera—. Así que ya déjate de perder el tiempo y vamos.

 

—Que no necesito que nadie me acompañe —repitió, pero el pequeño duende parecía completamente negado a escucharlo. Un bufido molesto salió de su boca en ese instante—. ¡Ahg, haz lo que quieras!

 

Aceptó que ese bicho fuera con él porque no deseaba discutir. Además, si se apuraba lo suficiente, no tendría que pasar demasiado tiempo con ese molesto lacayo. ¿Para qué su hermano le pidió que lo acompañara? Él no necesitaba ninguna escolta ni nadie que lo protegiera, aunque Jaken no era capaz de darle seguridad ni a una mosca.

 

Tal vez Sesshomaru deseaba saber que había llegado a la aldea y por eso enviaba al enano verde, pero al instante rechazó esa idea. Si fuese así, eso expresaría cierta preocupación o interés por parte de su hermano, cosa que era ridícula. No importaba por qué Jaken estaba ahí, pronto lo dejaría atrás, como todo lo que tenía que ver con Sesshomaru.

Notas finales:

Yo sé que todo ahora parece feo y que Sesshomaru debería haberle impedido a Inuyasha irse, pero todo tiene su explicación... En serio(?) Ya vendrán cosas mucho mejores y amor.

Nos vemos el sábado.


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