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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

—Debe estar por aquí…

 

Un suspiro salió de la boca de Inuyasha mientras observaba a esa niña andar por el campo buscando alguna hierba que le pidió la anciana Kaede. ¿Por qué tenía que estar él ahí? Maldita vieja que lo obligó a acompañarla.

 

—Ya, date prisa —espetó impaciente con los brazos cruzados y Rin siguió en su labor sin prestarle atención.

 

—¡Aquí está! —mencionó ella inclinándose para tomar la planta, pero al verla bien permaneció algo pensativa.

 

Inuyasha gruñó con hastío al ver que la niña se quedó quieta y no se apuraba. Quizá no tuviera nada más que hacer, pero tampoco deseaba pasar todo el día en el campo. Así que se acercó a ella para mirar las hierbas que tenía entre sus manos.

 

—¿Ya podemos irnos? —preguntó inclinándose a su lado.

 

—Es que… —dijo Rin preocupada mostrándole las plantas entre sus manos—. No recuerdo si estas eran para el dolor de cabeza o eran estas.

 

Para el hanyō no había ninguna diferencia y sólo veía puras hojas.

 

—¿Tanto problema por eso? Lleva cualquiera, si son idénticas.

 

—¡No lo son! —negó ella con mucho entusiasmo—. La forma de las hojas es diferente y estas son un poco más largas, pero no recuerdo cuál es…

 

—¿No se supone que es tu trabajo saberlo? —preguntó porque Rin aprendía todas esas cosas de la sacerdotisa, pero asumía que reconocer plantas no era tan fácil. Él no tendría la paciencia para hacerlo. Finalmente, acabó rodando los ojos sin ganas de querer seguir más allí—. Sólo llévale las dos y la vieja usará la que quiera.

 

—Oh, es verdad… —comentó dándose cuenta que tenía razón y sonrió muy contenta—. Gracias, Inuyasha, qué bueno que viniste.

 

No contestó nada más, sólo acarició la cabeza de la niña y regresaron después que ella guardara esas plantas. La realidad es que Rin podía ir perfectamente por su cuenta, pero Kaede le había pedido que la acompañe para que no estuviese sola, y no la pasaba mal en compañía de esa enana. Ella era muy alegre y por todo parecía divertirse, cosa que inevitablemente le sacaba una sonrisa.

 

Ya había pasado un tiempo desde que regresó a la aldea y por fin podía admitir que se sentía mejor. La tensión que albergaba en su cuerpo había desaparecido y la angustia que lo molestaba ya no estaba presente. Por más que se hubiese relajado y ya pudiera volver a ser él mismo con más naturalidad, Inuyasha jamás admitiría que se sentía extraño. Aún tenía esa sensación de inconformidad que trataba de ahuyentar todos los días y no quería pensar mucho en eso o creía que iba a enloquecer. Quería que esa inquietud se esfumara de su cuerpo, pero parecía imposible. Ya no se sentía triste, pero aun así había algo que no andaba bien con él. No se lo explicaba ni tampoco se esforzaba mucho por darle sentido, sólo ignoraba ese sentimiento que le gritaba que eso que hacía no era lo que debía.

 

Tal vez fuese su demonio interno que aún no podía olvidar ese lazo de compañerismo, pero con el tiempo lo haría. Recordaba que Myoga le dijo que, después del apareamiento, ahora estaba unido con Sesshomaru y le dio a entender que era para siempre. Qué viejo idiota, casi lo engañó, pero finalmente descubrió que no le dijo más que pura mierda. Aunque, tal vez, fuese cierto eso sobre que los enlaces yōkai eran eternos, pero no era su caso. Sesshomaru lo había dejado ir sin problemas y todo aquello que ocurrió debía quedar atrás. Sin embargo, cada vez que pensaba en eso, sentía esa maldita inconformidad dentro de él.

 

Siguió caminando con Rin de regreso a la aldea, ignorando sus torpes cavilaciones, hasta que se detuvo de forma súbita. Su nariz debía estarlo engañando, ¿por qué justamente estaba percibiendo esa esencia? Sus orejas se movieron oyendo con claridad los pasos que se aproximaban, pero aun así siguió sin creer que era verdad y no se quiso girar a comprobarlo.

 

—¿Inuyasha? —Lo llamó Rin sin entender por qué se detuvo y no comprendió tampoco la expresión desconcertada que tenía—. ¿Qué ocurre?

 

No fue capaz de contestar nada, sólo se quedó allí de pie pensando que debía estarse equivocando, pero la repentina felicidad de aquella niña al mirar hacia atrás le confirmó que no.

 

—¡Señor Sesshomaru! —gritó ella emocionada corriendo hasta él—. ¡Qué bueno que está aquí! Inuyasha no nos dijo cuándo vendría, pero supuse que sería pronto. ¿Cómo está? Nosotros juntábamos unas hierbas para la señora Kaede, ¿quiere ver?

 

La alegría de esa niña era completamente adorable y el yōkai la saludó colocando una mano sobre su cabeza. Por su parte, Inuyasha seguía sin querer voltear, pero inevitablemente lo hizo y sus ojos se cruzaron con los de Sesshomaru. ¿Por qué se sentía tan raro verlo ahora? No supo por qué, pero esa misma intranquilidad que no lo dejaba en paz creció en ese momento hasta casi ahogarlo.

 

Era evidente que ese tonto aún lo afectaba, pero resultaba lógico después de todo lo que pasó y no podía esperar dejar de verlo cada tanto. Sesshomaru solía ir a la aldea a visitar a Rin e Inuyasha era consciente de esto, pero una parte de él creyó que el bastardo vendría bastante tiempo después, al menos el suficiente para que pudiera verlo sin sentirse tan tenso.

 

No se movió un centímetro ni cuando lo vio acercándose junto a Rin y apretó los dientes inconscientemente. ¿Por qué debía sentirse nervioso? Sólo tenía actuar como si nada hubiese pasado y ya, por más difícil que pareciera. Ellos no eran nada y no había motivo por el cual estar tan alterado. Ahora seguro su hermano llegaría hasta él, lo miraría y seguiría de largo. Así siempre fue y no dudaba que ahora volvieran a eso, por más decepcionante que lo sintiera. Admitía que un poco de ilusión se hizo al haberse acercado a Sesshomaru, al saber que tenía a alguien y más creyendo que éste cambió la percepción que tenía sobre él, pero no fue así. Todos esos pensamientos estúpidos le explotaron en la cara y, ahora que quería intentar olvidarlos, éste idiota aparecía para recordarle todo lo que pasó.

 

Qué estúpido fue al pensar que Sesshomaru iba a cambiar con respecto a él o iba a dejar de odiarlo. Nunca sería así, sin importar lo que fueran y, por más que Inuyasha se negara a reconocerlo, eso dolía. Sin embargo, ya no importaba. Ahora debía dejar esas estúpidas ideas y volver a su vida de antes, por más que en este instante todo le pareció sumamente difícil.

 

Esperó a que Sesshomaru siguiera de largo y lo ignorara, pero no fue así. Su hermano se paró frente a él y se quedó mirándolo, cosa que llevó a Inuyasha a tragar saliva. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué lo miraba como si desease algo de él? Así no fue cómo imaginó que las cosas ocurrirían.

 

—¿Has tenido tiempo suficiente? —habló el yōkai finalmente y la sorpresa que embargó tanto a Inuyasha como a Rin fue demasiada.

 

—¿Eh? —Fue lo único que logró mencionar sin entender una palabra.

 

—Si ya has tenido tiempo suficiente para recuperarte —reiteró Sesshomaru y ni aun así entendió a qué se refería.

 

—¿Recuperar? —mencionó la niña confundida y miró a Inuyasha para buscar una explicación—. ¿Estabas enfermo?

 

—¿Qué? No, no lo estoy —aclaró al instante el hanyō y miró a su hermano con un gesto confundido—. ¿Y de qué hablas? No te entiendo nada, idiota.

 

Ante sus palabras, Sesshomaru pareció ligeramente inconforme e Inuyasha siguió sin comprender. Su hermano se veía extraño, algo impaciente de una forma casi imperceptible, cosa que le supo extraña.

 

—Ya has pasado tiempo suficiente aquí y es momento que vuelvas conmigo —sentenció con firmeza e Inuyasha abrió grandes sus ojos sin poder creer eso que acaba de oír.

 

Un escalofrío le recorrió la columna y se quedó sin habla unos instantes. ¿Qué mierda le dijo? ¿Que debía volver con él? ¿Sesshomaru lo quería de vuelta? Esto no podía ser, no entendía por qué. ¿Acaso su hermano enloqueció? ¿No tuvo suficiente para saber que entre ellos dos nada funcionaría? Inuyasha lo observó un largo rato, como si intentara confirmar que no había escuchado mal y ver que no se trataba de algún sueño o pesadilla rara.

 

La única que se animó a cortar ese silencio fue Rin, quien ofreció que hablen en la cabaña con un té. Ella se dio cuenta, a pesar de ser pequeña, que ellos debían hablar de cosas importantes y de pareja, por lo que creyó que ese no era el lugar apropiado. Tal vez no fuese capaz de entender completamente qué pasaba entre ellos, pero sabía que tenían problemas. Rin quería mucho tanto a Sesshomaru como a Inuyasha, y no deseaba verlos pasar un mal momento. Había estado muy triste cuando Inuyasha regresó con una expresión que no denotaba buenas noticias, pero ahora esperaba que pudiera solucionar lo que sea que ocurriese con el señor Sesshomaru.

 

La pequeña no supo qué decirle a Kaede cuando llegó acompañada por ese par de hermanos, quienes no discutieron nada y accedieron a caminar hasta aquella casa. Sin embargo, la sacerdotisa pareció entender todo sin tener que mediar palabras. Ella le pidió a Rin que la acompañase a visitar a unas personas enfermas en la aldea, cosa que la niña supo que no era más que una excusa para darles privacidad. Miró hacia atrás antes de salir y esperó que cuando volvieran no estuviera destruido todo el lugar.

 

Por su parte, Inuyasha no tenía idea cómo terminó ahí y creía que si abría la boca entraría en pánico. ¡Maldita situación de mierda! Estúpido Sesshomaru que lo ponía tan… tan… Lo que sea, era un idiota.

 

Ambos se sentaron mirándose frente a frente y no dijeron nada. ¿Cómo se supone que deberían hablar ahora? No lo hacían desde que se despidieron en el castillo, después de enterarse que su cachorro había muerto. Eso le produjo un escalofrío y tuvo la sensación que su hermano lo notó. ¿Qué estaban haciendo? Cosas muy tontas desde hace mucho.

 

—Sesshomaru —lo llamó Inuyasha mirando hacia el suelo teniendo demasiadas cosas pasando por su cabeza, pero la pregunta que quería hacer era sólo una—. ¿Por qué viniste?

 

Ante esto, Sesshomaru entrecerró los ojos mirándolo con cuidado, porque estaba seguro que ya había dicho el motivo de su presencia.

 

—Para que regreses conmigo —contestó.

 

—Sí, pero… ¿Por qué? —Alzó los ojos para clavarlos en los de su hermano y transmitirle esa confusión que sentía—. Después de lo que pasó… ¿Aún quieres seguir?

 

—¿Por qué pretendería lo contrario? —preguntó ladeando un poco la cabeza e Inuyasha parpadeó unos momentos antes de contestar.

 

—Porque… —Volteó el rostro y tragó saliva antes de continuar—. Fue mi culpa —dijo convencido que así era. Si no hubiera salido debido a su enojo, nunca hubiera tenido ese enfrentamiento y el cachorro no hubiera muerto—. Y cuando me fui supuse que… que estaba terminado.

 

Nunca creyó que tendría que estar diciéndole esas cosas a Sesshomaru y no supo por qué el corazón le golpeó fuerte contra el pecho. Tal vez fuese necesaria esa charla que no tuvieron antes de separarse, quién sabe. Pasaron unos cuantos instantes en silencio, donde no fue capaz de sostener la mirada de su hermano.

 

—Dejé que te vayas para que pudieras sanar en un lugar conocido y con quienes son más cercanos a ti —explicó algo que, por lo visto, Inuyasha ni siquiera sospechó. La médica fue quien le recomendó que Inuyasha estuviera en un lugar donde se sintiera cómodo, más que nada para curarse emocionalmente, porque incluso ella fue capaz de percibir lo alterado que estaba el hanyō—. No pretendía que te fueras para siempre.

 

Aquella revelación fue impactante, tanto que Inuyasha no pudo evitar abrir la boca sorprendido.

 

—¿Qué? —espetó sin creerlo—. ¿Y cómo mierda esperas que lo sepa si no me lo dices, imbécil?

 

—Un enlace yōkai no puede ser roto tan fácilmente —explicó Sesshomaru con tranquilidad—. ¿O no lo has sentido?

 

No contestó aquella pregunta, no pudo hacerlo. Por más raras que fueran las palabras de su hermano, Inuyasha las entendió. Sabía que esa congoja que tanto le molestaba era porque Sesshomaru no estaba con él, porque estaban lejos y las cosas estaban mal, pero en ningún momento pensó en hacer algo al respecto. Era difícil aceptar que ese idiota era importante y estar lejos le hacía sentir tan extraño, ¿todo se debía a ese enlace que compartían? Algo le decía que no.

 

Respiró con dificultad y apretó los dientes mientras pensaba qué pasaría ahora. Era consciente que existía esa unión entre ellos, entre sus lados demoníacos, pero ¿realmente iban a intentar seguir con eso? ¿Por qué Sesshomaru lo querría a él además?

 

—Sé que… —Rayos, qué difícil era hablar con él y más decir estas cosas. Respiró hondo e intentó continuar—. Sé que puedes tener otras parejas —dijo Inuyasha mirándolo con seriedad—. Con quienes podrías tener crías, serían tus esposas sumisas que te harían caso y te darían todos los herederos que quisieras. ¿Por qué vienes aquí si puedes tener eso?

 

Quizá Sesshomaru era demasiado exigente y nunca había buscado un compañero, mientras que con él las cosas se dieron muy de casualidad. Imaginaba que, seguramente, su hermano deseaba un compañero menos problemático, que le obedeciera o fuese la reina que le diese los hijos que continuaran con su imperio. Inuyasha no era ni sería eso y estaba completamente seguro. No se veía para nada así, él no era lo que su hermano necesitaba.

 

¿Y qué era lo que Inuyasha necesitaba? Dejar de sentirse bajo tanta tensión definitivamente, pero eso era algo natural para él. No había un día de su vida donde no se sintiese amenazado y ya había llegado a la conclusión que su suerte era tan mala que jamás podría tener ninguna clase de tranquilidad.

 

Hubo un instante donde Sesshomaru lo miró de una forma profunda e Inuyasha apretó las manos sin poder dejar de pensar que, por más seguridad que tuviera sobre que su hermano lo odiaba, no sentía desprecio de su parte en sus ojos.

 

—Eres mi compañero —sentenció Sesshomaru—. Con el único que podría tener crías y el único que es digno de estar a mi lado.

 

Ante esas palabras, Inuyasha sintió que todo dentro de él tembló y se quedó sin aliento. Jamás había escuchado decir a su hermano nada tan significativo con respecto a él, a lo que tenían y mucho menos a las crías. Nunca supo qué pensaba Sesshomaru con respecto a él, incluso llegó a creer que no le importaba y le daba igual, pero ahora le estaba asegurando que no. Su corazón latió más fuerte en ese instante y los nervios le colorearon la cara involuntariamente.

 

¿Qué debía hacer ahora? De repente, todo lo que creyó parecía haberse derrumbado. Llevaba un largo tiempo pensando en que todo había sido un error, que nunca podrían tener nada bueno con Sesshomaru y que éste lo despreciaba, pero ahora simplemente no terminaba de entender qué estaba pasando.

 

—Y-Yo no… —balbuceó sintiéndose como un tonto porque no le salían las palabras—. Esto es raro y… y… Puta madre, ¿por qué tienes que hacerme esto? —Inuyasha había dicho eso para sí mismo en voz alta, pero Sesshomaru arqueó una ceja por esa reacción—. ¿Y qué pretendes? —espetó con cierta indignación mirando a su hermano—. ¿Que ahora vuelva y esté dispuesto a ser tu esposa sumisa?

 

—En realidad no has dejado de serlo —contestó con naturalidad e Inuyasha se golpeó la frente con la palma de la mano.

 

—No arruines el momento, hijo de puta… —masculló con los dientes apretados, pero al instante gruñó exasperado—. No seré tu perra, pero… supongo que puedo volver.

 

Tuvo que buscar aire luego de decirlo, sin poder creer que eso salió de su boca. ¿Otra vez se estaba dejando llevar por ese tonto? No sabía si era por sus instintos o si Sesshomaru tenía la culpa, pero su corazón le saltaba desaforado en ese instante y eso se sentía muy bien.

 

Inuyasha creyó que se estaba volviendo loco porque le pareció ver una sonrisa en la boca de su hermano.

 

—Bien —dijo Sesshomaru cerrando los ojos y luego se levantó para retirarse.

 

En otro momento le hubiera importado un carajo, pero, en ese instante, Inuyasha lo siguió.

Notas finales:

Estaba ansiosa porque llegara el día de actualizar. Espero que les haya gustado el capítulo. En lo personal, me parece muy lindo, y ojalá compense un poquito toda la tristeza que se vivió hasta ahora.

Hasta el sábado.


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