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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

Pasó poco tiempo desde que Inuyasha y Sesshomaru regresaron al palacio, después de pasar esa noche en la cueva. Por más que sonara extraño, se sintió mucho más tranquilo al entrar por esas grandes puertas que la primera vez que lo hizo. Durante los meses que vivió allí no se acostumbró completamente, pero sí conocía ese lugar y no se sintió tan pasmado al ver la gigantesca estructura. Ya conocía cada uno de los olores en ese lugar y, por más que le costara reconocerlo, la esencia de su hermano se sentía en cada uno de esos rincones.

 

En otras ocasiones, cuando vivió allí, notó la presencia del aroma de su hermano y eso le incomodaba, pero ahora no era así. Todo en cuanto a Sesshomaru se volvió más cotidiano para él, incluso su presencia le incomodaba cada vez menos. Las tensiones entre ellos se habían relajado muchísimo, aunque eso pareciese impensado. Después de esa conversación en la aldea y la noche que pasaron juntos, las cosas parecían fluir de una forma mucho más amena.

 

Fue una sorpresa que varios sirvientes en ese castillo le dieran la bienvenida con amplias sonrisas y hasta le preguntaron si ya se encontraba mejor, aunque las que más hicieron escándalo fueron ese par de gemelas pesadas, quienes aseguraron que les había hecho mucha falta y todo allí era aburrido sin él. Qué niñas tan molestas, pero le agradó recibir ese inesperado cariño.

 

—¡Estoy tan feliz de verlo bien, Inuyasha! —comentó Maya junto a su hermana, quien también sonreía contenta. Ambas había llevado el desayuno para su señor y lo acompañaban mientras comía.

 

Era tan agradable verlo mejor, que comiera y tuviera energía. Habían tenido una temporada tan larga donde ambas no sabía qué hacer para levantarle el ánimo, pero ahora por fin todo estaba mejorando.

 

—¿Pueden dejar de joder con eso? —preguntó dándose un momento y luego continuó comiendo.

 

—Es que lo extrañamos —reiteró Aya—, pero sabíamos que volvería y se reconciliaría con el señor Sesshomaru.

 

Al oír esas palabras, Inuyasha escupió el agua que estaba tomando y miró molesto a la joven, aunque con el rostro rojo las chicas no podía tomarlo en serio.

 

—¡Ya no digan más tonterías! —espetó enojado, pero sólo provocó la risa de las sirvientas.

 

—Con esa cara no puede negarlo —comentó Maya sin poder evitar reír—. Quién sabe, tal vez pronto tengamos príncipes en el palacio.

 

—¡Eso sería increíble! —dijo su hermana con una mirada soñadora—. Ojalá sean niños con las orejas del señor Inuyasha, se verían tan lindos…

 

—¡Ya basta! —mencionó enojado de verdad—. ¡Largo de aquí!

 

Ambas chicas se rieron una vez más y se levantaron para acatar la orden, pero correr la puerta se encontraron con alguien que no esperaron.

 

—Buenos días, señor Jaken —Aya hizo una educada reverencia con la cabeza—. ¿Desea hablar con el señor Inuyasha?

 

—Eso no es de su incumbencia, entrometidas —se quejó el pequeño yōkai adentrándose en el cuarto—. Inuyasha, el amo Sesshomaru exige verlo.

 

—¿Eh? —Arqueó una ceja confundida—. ¿Y eso para qué?

 

—¡No discutas y ya levántate de una vez! —vociferó al verlo tan perezoso, pero fue interrumpido por las jóvenes detrás de él que aún no se habían ido.

 

—¡Es una cita! —gritaron ambas chicas muy emocionada por lo que oyeron.

 

—¿Y a ustedes qué les pasa? —Jaken se volteó sin entender esa reacción—. ¡No se metan en lo que no les importa!

 

—Pero señor Jaken —intervino Maya—, es obvio que el señor Sesshomaru quiere pasar tiempo a solas con Inuyasha.

 

—¡Qué lindo! —dijo la otra gemela sin poder contenerse—. El señor sin duda está enamorado.

 

—¡Ya dejen de parlotear y vayan a trabajar! —gritó nuevamente el yōkai empujándolas para que salieran—. ¡Y tú apúrate Inuyasha! Al amo no le gusta que lo hagan esperar.

 

El fuerte golpe de la puerta al cerrarse le hizo pegar un respingo y se quedó mirando hacia ese lugar por donde todos se habían ido. Un poco le impactó oír que Sesshomaru quería verlo y más cuando oyó las tonterías de esas criadas. No era capaz de explicarse la razón tras ese llamado, pero la palabra enamorado le rebotó en la cabeza. Inuyasha se alzó riendo con sorna. El amor entre ellos era algo que siempre estuvo seguro que sería imposible, pero ahora… No quiso pensar en eso. Por más que las cosas se hubieran calmado entre ellos, hablar de amor era demasiado.

 

Salió de la habitación rumbo hacia donde se encontraba su hermano. Su nariz lo guió hasta donde Sesshomaru lo esperaba y fue sorpresivo encontrárselo en las puertas del palacio.

 

—Tu enano lame suelas dijo que querías verme —mencionó acercándose con tranquilidad a él y era sorprendente que, ahora, pudiera aproximarse sin ninguna preocupación a Sesshomaru, cuando toda su vida tenerlo cerca sólo significaba peligro.

 

—Salgamos —Fueron las palabras de Sesshomaru e Inuyasha lo miró desconcertado.

 

—¿Qué? ¿A dónde?

 

—Afuera.

 

Esa respuesta seca le sacó un bufido molesto. A pesar que se llevaran un poco mejor, ese idiota seguía siendo igual de huraño que siempre. Lo siguió, aunque no tenía idea dónde quería ir o qué pretendía, pero sólo lo averiguaría yendo.

 

Luego de atravesar esas grandes puertas y dejar el castillo atrás. La conversación entre ellos no fluyó demasiado, pero tampoco era algo muy significativo. Ellos no solía hablarse mucho y a Inuyasha no le importaba. Estaba acostumbrado a los silencios de su hermano y, ahora, podía decir que no era para nada incómodo. De hecho, la presencia de Sesshomaru junto a él no lo ponía nervioso, al menos no de la misma forma que antes. En el pasado, sentir el olor de su hermano o sentir que estaba cerca le ponía los pelos de punta. Ahora se había acostumbrado un poco más a él. Ya su olor no le alteraba ni tampoco estar cerca de ese yōkai era sinónimo de peligro o conflicto.

 

Esto sin duda era algo raro para Inuyasha y que le costó reconocer. Incluso después de todo lo que pasó, aún se asombraba y casi no podía creer en qué situación estaba. Ni siquiera cuando aceptó ir a ese palacio la primera vez se sentía cómodo junto con Sesshomaru o hablando con él. Le resultaba extraño pensar cómo se dieron las cosas y hacer un recuento de todo lo que había pasado le resultaba engorroso. Sin embargo, tras todo eso fue que terminó así, caminando junto a Sesshomaru como si no fueran enemigos, sino algo más cercano.

 

Aún le resultaba extraño usar la palabra compañeros para describir eso que tenían, pero así era como debía llamarlo ¿verdad? Sin duda le costaría adoptar el término y utilizarlo, pero al menos estar junto a ese idiota ya no era tan malo.

 

Después de vagar un largo rato, Inuyasha se dio cuenta que jamás había ido por ese camino. Desde que se mudó al castillo, realizó unas cuantas escapadas para inspeccionar las tierras desconocidas en las que ahora vivía, pero estaba seguro que jamás pisó esa ruta. Se había dejado guiar por Sesshomaru sin querer y no le importó. Después de todo, ese era su territorio y seguramente su hermano lo conocía mejor que las palmas de sus manos. Nunca tuvo miedo de perderse, pero sí le intrigaba a dónde quería ir Sesshomaru. Luego de un rato, Inuyasha se olvidó de sus dudas cuando se concentró en los paisajes por donde caminaban.

 

Había viajado por muchos lugares en su vida, pero se dio unos momentos para apreciar ese lugar frente a sus ojos. Sin duda ese desgraciado de su hermano era dueño de tierras bonitas, cosa que ya sabía, pero volvió a descubrir observando todo ese color verde que se extendía frente a sus ojos. Le inmensidad de aquel valle sólo era superado por las grandes montañas que lo rodeaban y se perdían entre las nubes. Incluso el agua del río se veía increíble, tanto que daban ganas de darse un chapuzón, pero se abstuvo al recordar que la última vez que estuvo en un río junto a su hermano y tuvo que agitar la cabeza para que esas vergonzosas imágenes no lo distrajeran.

 

—¿A dónde vamos? —preguntó finalmente Inuyasha y no supo por qué no lo había dicho antes. Tal vez porque pensó que llegarían pronto a su destino, pero ya llevaban un largo rato caminando.

 

—A ningún lado —contestó Sesshomaru sin detener sus tranquilos pasos e Inuyasha arqueó una ceja sin entender.

 

—¿Y para qué salimos? —indagó una vez más el hanyō.

 

—Para salir —dijo virando el rostro para observar a su pequeño hermano—. No lo has hecho desde que regresamos.

 

—¿Y eso qué? Podría haberlo hecho en cualquier momento —espetó Inuyasha sin entender sus razones, pero al instante una idea se le ocurrió y detuvo su andar—. Yo no necesito ninguna protección para salir, idiota.

 

¿Qué más podía ser? Inuyasha se cruzó de brazos y vio de forma inquisidora a su hermano, quien también se detuvo frente a él. La última vez que salió solo del palacio se produjo toda esa situación trágica y seguramente ese tonto lo creía tan débil que ni siquiera podía estar solo en el exterior.

 

—En lo absoluto —mencionó Sesshomaru negando suavemente—. Yo también deseaba salir.

 

Al decir eso, volvió a caminar e Inuyasha se quedó algo pensativo. ¿Que él también quería salir? ¿Qué significaba eso? Además si quería salir del palacio, ¿para qué le pidió a él que fuese? En ese instante, Inuyasha recordó lo que ese par de criadas dijeron, que Sesshomaru quería pasar tiempo con él, y las mejillas le hormiguearon de pena sin que pudiera evitarlo.

 

¡Qué ridículo! Ellas estaban equivocadas. ¿Por qué su hermano querría estar con él en sus ratos libres? No tenía sentido alguno. Si Sesshomaru deseaba perder el tiempo o divertirse seguro iría a torturar o matar a alguien, no estar con él. Aunque, viéndolo allí paseando a su lado, era difícil mantener su teoría.

 

A pesar de negarse a creerlo, Inuyasha siguió a su hermano un rato más. Acabaron en un bosque y el olor de diversos animales le llenó sus fosas nasales, pero también lo hizo el olor de la fruta. Inuyasha no dudó en saltar a uno de los árboles y robarse un par de frutas. Debía admitir que esa región tenía buena comida. Su hermano lo esperó pacientemente a que bajara y rechazó la fruta cuando le invitó a probar. ¿Será que Sesshomaru no comía? Sí, sí lo hacía, recordaba haberlo visto, aunque seguramente comía y dormía una vez al año. Maldito desgraciado, ¿nunca se cansaba? Sabía que jamás obtendría la respuesta a esa pregunta.

 

—Y… —mencionó el hanyō tratando de buscar qué decir, ya el silencio lo estaba aburriendo—. ¿Sueles andar mucho por aquí?

 

Si no hubiera tenido un durazno medio mordido en su mano, se habría golpeado por esa pregunta tan imbécil, pero hablar con Sesshomaru era tan difícil que sentía que cualquier cosa que dijera sonaría estúpida.

 

—Bastante —contestó—. Acostumbro viajar para realizar una vigilancia de las tierras, sobre todo en tiempos de guerra.

 

—Claro… —murmuró Inuyasha pensando que la vida nómade de su hermano era justamente una consecuencia de su deber—. ¿Y qué tal va la guerra?

 

—Controlada —dijo Sesshomaru con naturalidad, porque nada se le escapaba de las manos en asuntos militares, o casi nada—. Aunque es inevitable que los conflictos vuelvan a surgir.

 

—Sí, pero seguro los haces explotar agitando tu espada —intentó bromear, pero era obvio que ese tonto no se reiría, aunque tuvo la impresión de verlo sonreír o su imaginación le jugó otra mala pasada. Mordió una vez más la fruta en su mano y pensó cómo seguir conversando—. Yo podría hacer algo —Inuyasha dijo aquello mirando hacia otro lado, pero al no recibir respuesta pensó que su sugerencia le pareció una mierda a Sesshomaru—. Me muero del aburrimiento en ese castillo y no pienso vivir allí cumpliendo la función de tu esposa.

 

—Una parte de mí pretende que lo hagas…

 

—¡Oye, te dije que no seré tu puta hembra, desgraciado!

 

—… y también espero más de ti —continuó Sesshomaru ignorando los reclamos de su hermanito, pero esas palabras sin duda le llamaron la atención.

 

—¿A qué te refieres? —preguntó el hanyō sorprendido sin entender a qué se refería su hermano.

 

Normalmente Sesshomaru hablaba extraño, o al menos esa sensación tenía Inuyasha, y nunca terminaba de decirle las cosas. No estaba dispuesto a dilucidar ningún acertijo, pero cierto desespero comenzó a invadirlo porque ese idiota no le constestaba. Sesshomaru se detuvo en ese bosque y lo miró directo a los ojos con su gesto serio, aunque siempre estaba así en realidad.

 

—Pretendo que vengas conmigo a partir de ahora —contestó de forma clara y tajante, pero Inuyasha parpadeó varias veces como si acabase de hablarle en un idioma extranjero.

 

—¿Ir? —mencionó con un gesto confundido—. ¿Ir a dónde? —Por más que intentase no lo comprendía, pero recordó lo que habían hablado hace un momento y una idea se le cruzó, sólo que le pareció imposible—. ¿Quieres que te acompañe a luchar y a tus viajes?

 

No obtuvo más respuesta que un simple asentimiento y eso lo dejó impactado. ¿Realmente Sesshomaru lo quería tener a su lado de esa forma? ¿Lucharía con él, con un hanyō, lado a lado? Por más que su hermano le haya dicho que no le importaba que tuviera esa naturaleza y quería que fuese su compañero, jamás se imaginó que también esperaba que pelearan juntos. Esto era demasiado increíble, tanto que no pudo evitar quedarse perdido en sus pensamientos unos instantes mientras intentaba asimilarlo y aun así no podía.

 

¿Cómo describir esa sensación que le causó? Asombro, sin duda, pero también le produjo algo que no sabía cómo llamar, una emoción que hacía mucho no sentía y en ese momento le desorientó. Lo único que lo trajo de regreso fue la voz de su hermano.

 

—Eventualmente espero que así suceda —dijo Sesshomaru captando la atención de Inuyasha—. Sin embargo, existirán determinados casos donde tendrás que quedarte.

 

—¿Eh? Ni loco —espetó con desconcierto. Primero le decía que venga con él y ahora no, ¿qué le pasaba a ese tonto?—. ¿Y en qué casos me voy a tener que quedar como princesa enjaulada?

 

—Eso lo hablaremos en otra ocasión —contestó caminando una vez más ignorando las protestas de Inuyasha. Después hablarían sobre qué más les deparaba la vida, ahora debían seguir—. Y, más que una princesa, creo que serías una reina enjaulada.

 

Aquel comentario fue suficiente para dejar pasmado a su pequeño hermano, hasta que estalló como un rojo volcán de furia.

 

—¡No eres para nada gracioso con esa cara de imbécil! —gritó muy molesto, pero Sesshomaru lo ignoró.

 

En ningún momento pretendió ser gracioso. A ojos de Sesshomaru, Inuyasha vendría a cumplir el papel de una reina al ser su compañero, no entendía qué era lo que tanto enfadaba a su pequeño hermano, pero tampoco se molestó en indagar al respecto.

 

Por más ofuscado que se sintiera, Inuyasha siguió caminando con Sesshomaru. Ese idiota, siempre tenía que arruinar el momento agradable con algún comentario de mierda. A pesar de sentirse tan molesto, se olvidó un poco de ésto cuando sintió una gota fría caerle en la nariz. Inuyasha miró hacia el cielo y vio cómo, de unas nubes espesas, comenzaban a caer más agua. Una simple lluvia no hubiera sido nada, nunca le molestó mojarse, el problema fue cayó un diluvio de un segundo al otro. Una cosa era que no le molestase mojarse, pero otra era no poder ver nada por los terribles chorros de agua que caían infinitamente.

 

Rayos, ¿por qué tenía que pasar esto? Acabó totalmente empapado bajo un árbol, esperando que ese aguacero parara un poco, lo suficiente para poder recuperar su camino, aunque sea para volver al palacio. El problema no fue el agua sencillamente, porque a pesar de estar protegido por el árbol la lluvia seguía cayendo sobre su cabeza, aunque de una forma más amena; lo que realmente perturbaba a Inuyasha era estar junto a su hermano bajo ese árbol y algo, demasiado, próximos.

 

Apostaba que esa lluvia, por más abundante y fuerte que sea, no representaba ningún problema para Sesshomaru. Seguramente, con los poderes y resistencia que tenía, habría seguido andando sin inconvenientes, pero no lo hizo. Aquel yōkai permaneció a su lado y no hizo mención alguna por haber tenido que esperar. Por un momento creyó que su hermano le haría alguna clase de reproche, pero Sesshomaru se mantuvo en silencio. ¿No le molestaría haber tenido que parar? De todas formas, no estaban yendo a ningún lado en particular ni nadie los esperaba.

 

Allí regresó a su mente la pregunta de por qué su hermano querría pasar tiempo con él. No encontraba una respuesta clara ni tampoco deseó hacerlo. Simplemente se concentró en vivir ese momento, por más anómalo que le resultase.

 

Por algunos momentos, Inuyasha se dedicó a mirar a Sesshomaru mientras el sonido de la lluvia le taladraba los oídos. Ya había admitido que su hermano era un sujeto atractivo, pero en ese instante lo volvió a pensar y recordó que la última vez que esa idea se le cruzó por la cabeza fue cuando estuvieron en esa cueva durante la luna nueva, justo antes de…

 

Apartó la vista cuando aquella imagen azotó su cabeza. Aún no se explicaba de dónde sacó el atrevimiento para besar a Sesshomaru, pero en realidad sólo había hecho lo que quiso y, si tenía que ser honesto, no resultó mal. Con esa idea en mente, regresó la vista hacia su hermano para encontrarse con que éste también le miraba. Vaya, a Sesshomaru no le quedaba mal el cabello mojado, aunque seguramente cualquier cosa le quedaría bien a ese desgraciado, pero no se detuvo a pensar en eso.

 

Como ocurrió en la cueva, ambos permanecieron observándose y no dijeron absolutamente nada. Otra vez se olvidaron qué había a su alrededor y fueron totalmente ignorantes del espacio donde se encontraban. Sesshomaru llevó una mano al rostro de Inuyasha y le rozó los labios de una forma imperceptible, casi sin querer, pero el hanyō estaba seguro que no fue así. No supo qué lo atrajo, no supo qué lo atraía, pero de nuevo se dejó llevar con increíble facilidad. Se aproximaron de una forma veloz y compartieron un beso con gusto a anhelo, como si ese contacto hubiese sido muy deseado y, a la vez, tardó mucho en ocurrir. Era cierto de todos modos, ellos no había vuelto a compartir un beso desde esa vez que se aparearon en la luna nueva.

 

Pudo sentir cómo las manos de su hermano le rodeaban e Inuyasha se aferró a la ropa de Sesshomaru casi sin notarlo. En lo único que podía prestar atención era en su boca siendo profanada de esa manera. Sus lenguas se encontraron en un contacto cálido y enérgico, el cual pareció durar una eternidad, pero eso era justamente lo que quería. Que durase más, todo lo posible y, cuando se acabara, volver a repetirlo.

 

Inuyasha apenas notó que su espalda chocó contra el tronco del árbol y su hermano lo tenía acorralado. No podía negar que, a una parte de su ser, le encantaba todo eso. Sin embargo, aquella situación era demasiado nueva y le provocaba cierto nerviosismo, aunque quizás el tiempo le ayudase a relajarse más.

 

La lluvia finalmente paró, pero nunca supieron cuándo, sólo lo notaron cuando se apartaron un poco. Sesshomaru aún seguía muy cerca de él, lo que no ayudaba a que su cara deje de estar roja o su respiración vuelva a ser normal. Maldito idiota que le ponía los pelos de punta.

 

Estuvo a punto de hacer un comentario, insultarlo o, quizá, volver a besarse, pero un sonido los alertó. Inuyasha lo reconoció como una rama rompiéndose y luego un gemido lastimero, doloroso, junto con un impacto. Se miró con su hermano y éste también pareció intrigado por ese alboroto.

 

—No huele a que haya nadie —comentó Sesshomaru refiriéndose a que no percibía ninguna presencia peligrosa, alguien que los vigilara o un enemigo cerca.

 

—No, pero… —Inuyasha no terminó su frase, porque realmente no sabía qué decir y la curiosidad no se le iba.

 

Sesshomaru se apartó de él, dejándolo ir a ver qué causó ese ruido, y ambos se aproximaron al lugar donde una gran rama estaba en el suelo. Eso explicaba el estruendo, pero no el sonido doloroso que escucharon. Inuyasha se inclinó, buscando en los arbustos, percibiendo el olor de una animal que no identificó. No olía a perro de las montañas, pero se lo hizo muy familiar, hasta que encontró al causante del estruendo.

 

No supo explicar bien qué clase de bestia era, pero sin duda se trataba de un yōkai, uno pequeño y le recordó a Kirara un poco. Inuyasha observó un poco al animal, notando que poseía cinco colas, a diferencia de Kirara que sólo tenía dos, además que su pelaje era blanco. ¿Será que no era un Nekomata? Supuso que no. A pesar de parecerse un poco, ese yōkai tenía cara similar a la de un perro. Algunas manchas negras se vislumbraban en su pequeño rostro y en la punta de las colas. Tuvo la duda si sería algo similar a Kirara o alguna otra clase de demonio, porque nunca vio uno así.

 

Su hermano se acercó a observar al pequeño animal que encontró, el cual estaba inconsciente y lucía lastimado.

 

—Es un Hōkō —mencionó luego de mirarlo.

 

—¿Hōkō? —repitió Inuyasha sin entender—. ¿Qué es eso?

 

—Un yōkai de cinco colas —dijo sin dar muchas más explicaciones—. No son muy comunes.

 

—Entonces sí es algo como Kirara… —murmuró Inuyasha para sí mismo mirando de nuevo al blanco perrito.

 

Decidió tomarlo entre sus manos, sin importarle que el pelaje mojado y sucio le manchase las manos. Ni por el movimiento, el hōkō se alzó y allí descubrió algo de sangre proveniente de una herida bastante reciente.

 

—Debe ser de alguna lucha —comentó Sesshomaru sospechando que ese yōkai era un cachorro que vagaba solo y fue atacado. Eso le recordó un poco a Inuyasha sin que pudiera evitarlo.

 

—Morirá si se queda aquí —espetó Inuyasha alzándose con el pequeño perro en brazos. Era tan chico como la misma Kirara y eso le dio nostalgia. Ya había decidido que se lo llevaría para sanarlo y no le importaba qué dijera su hermano al respecto.

 

Inuyasha esperó una negativa, pero, en lugar de eso, Sesshomaru sólo se volteó para empezar a caminar.

 

—Regresemos —Fue lo único que dijo e Inuyasha parpadeó sin entender del todo.


¿Eso significaba que sí podía llevar a ese animalito? Supuso que sí, aunque no planeaba hacer ninguna pregunta al respecto. Si Sesshomaru hubiera querido decirle que no, lo habría hecho. Sostuvo con cuidado a ese yōkai herido y siguió a su hermano en dirección al palacio. Aún tenía la certeza que Sesshomaru era un imbécil, pero pasar tiempo con él era agradable.

Notas finales:

Estuve viviendo unos días muy tristes y agobiantes, incluso me costó buscar un momento para poder corregir el capítulo y subirlo. De todas formas, aquí seguimos.

No pasan muchas cosas en este capítulo, pero se me hace bonito. Ellos se van acercando cada vez más y pasan tiempo juntos. Desde que comencé a escribir, quería que Inuyasha tuviera su Kirara(? Al principio, pensé otra cosa, pero después, buscando sobre estos yōkai con varias colas, me gustó el hōkō, me pareció que iba bien. Me gusta bastante la mitología japonesa. También, mientras buscaba, vi que aparecen todas las bestias con colas en Naruto. La verdad yo no sabía porque sólo vi unos cuantos capítulos en la televisión hace años, pero recuerdo que Naruto tenía un Kyūbi dentro, así que es lógico que aparezcan los otros.

En fin. Espero que les haya gustado y nos vemos el sábado.


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