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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

—Inuyasha, ¿ya está despierto?

 

Al oír esas voces, un gruñido molesto salió de su boca y no contestó la pregunta. Claro que estaba despierto, sólo que no había tenido ganas de levantarse y mucho menos escuchar las voces de ese par de sirvientas que no lo dejaban en paz. Podía entender que ellas solían encargarse de las cosas que podía llegar a necesitar, ¿pero no podían dejarlo en paz ni cuando dormía? Eran peor que una peste.

 

Por más que no dijo ni sí ni no, ellas entraron de todos modos. Abrieron las ventanas y prácticamente lo arrancaron de su letargo. Mierda, con lo cómodo y calentito que estaba. Unos instintos asesinos afloraron de él, pero la pereza que albergaba su cuerpo no permitió que los exteriorizara.

 

Con dificultad se alzó para recibir su… ¿almuerzo? Rayos, sí que durmió demasiado.

 

—Se nota que está cansado —dijo Aya mirándolo con detenimiento luego de acercarle la bandeja.

 

—¿Cansado? —repitió su hermana sin entender—. Pero durmió todo el día.

 

—Sí, pero… —La joven se tomó el atrevimiento de tocar la frente de señor un segundo—. Tiene fiebre —dijo algo alarmada pero Inuyasha no le prestó atención porque estaba más ocupado en comer.

 

—¿Eh? —espetó deteniéndose un momento—. Ah, tenía algo de calor.

 

—No creo que esté enfermo —comentó Maya—. Mamá dice que ningún enfermo que come muere e Inuyasha tiene apetito.

 

—Es verdad, entonces puede ser que... —calló antes de expresar qué pensaba, pero su gemela la atendió al instante. Ambas hermanas se cubrieron la boca sorprendidas y emocionadas a la vez ante su descubrimiento.

 

Inuyasha, por su parte, detuvo su ingesta bestial para observar a ese par de tontas. ¿Qué les pasaba? Sí, tenía algo de calor, pero no era tanto. Seguro se debía a que estaba durmiendo y sí, estaba un poco cansado, pero no se sentía demasiado mal.

 

—Inuyasha —habló Aya mirándolo con detenimiento—. ¿Olvidó la época de apareamiento?

 

Luego de oír eso, Inuyasha permaneció en silencio y sintió que su rostro se tornaba blanco. De repente no quiso comer más y sólo pensó en esas palabras. No podía ser verdad. ¿Ya estaban en esos días? Pero él solía sentirse fatal cuando eso pasaba, aunque también le habían dicho que, cuantos más celos viviera, su cuerpo se acostumbraría y esos malestares disminuirían. ¿Será por eso que no lo notó? Quién sabe, pero ahora debía pensar al respecto.

 

Si bien hablaron con su hermano sobre el tema y acordaron dejar que pase, ciertas inseguridades no lo dejaban en paz. Una cosa era hablarlo y otra era vivirlo en carne propia. Ya se había apareado con Sesshomaru, pero no se imaginaba que de eso surgiera un cachorro, por más que ya hubiera pasado por todo eso y resultado había sido trágico. Sin embargo, le costaba imaginarlo creciendo dentro de él y ni siquiera era capaz de pensar qué pasaría después. Se sentía todo muy confuso sobre ese tema y le causaba un nerviosismo que le era imposible explicar.

 

—Cierto, ya comenzaron esos días —meditó Maya recordándolo—. ¿Será que el señor Sesshomaru quiera intentar tener cachorros de nuevo?

 

—Yo creo que sí —contestó su hermana—. Sobre todo si recordamos la última vez…

 

Ambas jóvenes se miraron con vergüenza con esa imagen en sus mentes recordando cómo su señor regresó de forma súbita al baño y por qué lo hizo.

 

—¿Qué? —espetó Inuyasha sin entender sus expresiones.

 

—Bueno, Inuyasha… Nosotras estábamos ahí —recordó Aya—, pero cerramos la puerta y nos fuimos ni bien el señor Sesshomaru entró.

 

—Sí, pero todo el palacio se enteró —acotó la otra hermana.

 

—¿Se enteraron de qué?

 

—Es que… —La joven se miró con su gemela sin saber si decirlo o no—. Usted y el señor Sesshomaru no son muy silenciosos en esos momentos.

 

Aquella declaración sólo provocó que la cara de Inuyasha se coloreara de rojo y tuvo ganas de matar a esas chicas. En esos momentos no se preocupaba por los ruidos que hacían ni tampoco pensaba que no estaban solos en ese lugar. Mierda, era muy vergonzoso.

 

—Eso es… ¡A ustedes no les importa qué hagamos! —dijo enojado, pero no podía negar lo que ellas dijeron—. ¡Y lárguense de una vez!

 

Ambas chicas hicieron caso, pero se miraron con una disimulada sonrisa. Ellas vieron lo mucho que había sufrido su señor con el tema de las crías, por lo que esperaban que ahora todo fuese diferente.

 

—Le preparemos un baño —anunció una de ellas antes de salir.

 

Por un momento, se negó a esa idea, pero después aceptó. Luego de comer, se fue a bañar, sobre todo para quitarse esa pereza y relajar un poco su cuerpo. Nunca fue de bañarse mucho, pero el agua caliente de ese lugar sin duda era deliciosa. Permaneció un rato allí, pero no demasiado. Las memorias de esa vez que estuvieron ahí con Sesshomaru lo perturbaron. ¿Será que todos los sirvientes habían oído? Esperaba que no, pero nadie había hecho mención alguna y dudaba que alguien allí quisiera hablar mal de Sesshomaru. Sin embargo, no deseaba pensar en eso que pasó, sobre todo porque su mente comenzaba a volar y no estaba en los mejores días para eso.

 

Cuando terminó el baño aceptó vestirse con una simple yukata de color neutro y regresó a su habitación. Ya estaba más habituado a usar ese tipo de ropa dentro del palacio. Era mucho más ligera y fresca que su traje de pelo de las Ratas de Fuego, cosa que era muy útil en esos momentos donde más calor tenía. Poco a poco se había acostumbrado al color sencillo de esas ropas y a que le recogieran el cabello para los baños, el cual no quiso soltar incluso después de haber salido. Su pelo largo le era insoportable en ese momento, creía que su melena iba a ahogarlo y prefería que se mantuviese atada un rato.

 

Se sentó en su lecho después de regresar a sus aposentos y suspiró un poco menos cansado. ¿Y qué se supone que debía hacer ahora? ¿Esperar? ¿Ir con Sesshomaru y acabar con esto? Sabía que su hermano debía estar por ahí, no se había ido en esta ocasión, e inevitablemente se encontrarían.

 

Inuyasha se levantó, aproximándose a la ventana y vio que ya el sol estaba bajando. Mierda, desaprovechó demasiado el día, pero en ese momento no le importó. ¿Debería salir? Una parte de él tuvo ganas de hacerlo, saltar por la ventana y terminar con esa incertidumbre. Casi cedió a sus impulsos, pero el sonido de la puerta abriéndose a sus espaldas lo detuvo.

 

Cuando sus ojos se cruzaron con los de su hermano creyó que todo pasaría como la última vez que se aparearon durante el celo y Sesshomaru se abalanzaría a él como un animal, pero no fue así. Se miraron durante un rato y ambos parecían hipnotizados por el otro. ¿Por qué estaban postergando ese momento? Quién sabe, pero Inuyasha no se movió. Sabían que inevitablemente pasaría. Al momento de ver a su hermano, cada rincón de su piel se erizó y eso sólo fue por las ansias que, hasta el momento, no creyó sentir con tanta intensidad.

 

—Te tardaste —dijo como una pequeña broma, pero que ni siquiera le causó gracia a él. Sesshomaru se aproximó un poco más luego de cerrar la puerta e Inuyasha bajó la cabeza—. Así que… aquí estamos, de nuevo.

 

Su nerviosismo era palpable y no lo ocultó al hablar, pero no por eso le importaba menos que Sesshomaru lo viera así. Sin embargo, el yōkai podía entender perfectamente qué le pasaba.

 

—¿Aún te preocupa? —preguntó Sesshomaru levantándole el rostro, pero Inuyasha no quería admitirlo y se volteó para no tener que verlo.

 

¿Cómo no iba a preocuparle? Entre ellos pasaron tantas cosas, malas principalmente, pero ahora también buenas. Esta sería la primera vez que haría eso a conciencia, con la certeza que, si después había una consecuencia, la aceptarían. Le resultaba sumamente extraño pensar en eso, darse cuenta que era Sesshomaru con quien vivía eso y con quien lo quería. Jamás en todos los años de su vida creyó que esto podría pasar y ahora, dar este paso, le resultaba difícil. No quiso mirar la cara de su hermano y decirle que estaba, un poco, asustado, pero tenía la sospecha que lo sabía.

 

—¿Está mal que así sea? —espetó pretendiendo estar molesto, pero no funcionaba. Por más que no quisiera revelar lo que sentía verdaderamente, esa incertidumbre, Sesshomaru la sentía. Ambos eran compañeros y el lazo que compartían revelaba más de lo que les gustaría admitir.

 

A pesar que estuviera dándole la espalda, su hermano se aproximó a él y le rodeó con sus brazos. Un escalofrío le recorrió cuando Sesshomaru lo abrazó y sus manos acariciaron el obi mal atado. Nunca iba a dejar de sentirse alterado al tenerlo cerca.

 

—Todo estará bien —murmuró Sesshomaru cerca de la piel de su cuello y eso prácticamente le hizo temblar. Mierda, ese desgraciado ya sabía qué hacer para tenerlo entre sus manos como quería.

 

No era necesario decirse nada. A pesar de las inseguridades, Sesshomaru sabía que Inuyasha deseaba esto. Esas dudas que lo aquejaban eran propias de su naturaleza humana, pero, sobre todo en esos días, su lado yōkai era el más dominante. Sin embargo, no se apuró. Esta vez tenía que ser diferente, no como el último celo, donde todo había sucedido de una forma salvaje y brutal. Por más que supiera que el apareamiento era así, Sesshomaru sabía que eso no complacería a su hermano, al menos a la parte humana de su ser. Ya habría tiempo para las bestialidades y para ceder ante los deseos de su demonio interior.

 

Con cuidado, olfateó la piel de su hermano y disfrutó de ese aroma que tanto lo enloquecía en esos días. Durante tantos años rechazó el aroma de Inuyasha, pero ahora le parecía delicioso, incluso fuera de la época de apareamiento. Las manos de Sesshomaru apretaron un poco la ropa de su hermanito mientras abría la boca para probarle el cuello. Besó aquella piel exquisita hasta hincar los dientes y se sintió complacido al escuchar cómo Inuyasha suspiraba.

 

Le era imposible mantener los pensamientos razonables cuando Sesshomaru le besaba de esa forma e Inuyasha cerró los ojos sin poder evitarlo. ¿Qué más podía hacer? Prácticamente se derretía cuando ese desgraciado lo tocaba y no podía evitarlo. Maldito celo que lo hacía actuar como una perra necesitada. Por más inconforme que estuviera con sus formas de actuar, no iba a retractarse. Inuyasha colocó las manos sobre las de Sesshomaru e inclinó la cabeza para exponer más la piel de su cuello. Quería que Sesshomaru le mordiera y besara más, que volviese a marcarlo si lo deseaba, pero que no dejara de tocarlo.

 

El momento siguió fluyendo como empezó. No hubieron palabras demás, sólo lo que ambos sabía que pasaría. Aquel momento atrapante, casi como si fuese un hechizo, que era inevitable y acababa seduciéndoles. Olvidaban qué existía a su alrededor, y no podían concentrarse a otras cosas más que lo que sentían.

 

De forma calmada, Sesshomaru acarició de una manera casi imperceptible a su hermano pequeño, deseando quitarle la ropa, pero no lo hacía. Sólo se concentró en besar ese cuello que le ofrecía con ímpetu. Una de las manos de Inuyasha se alzó hasta su cabeza y sintió cómo se enredaba en su cabello blanco. Su hermano no quería que quitase la cabeza de ese lugar y le exigía más tirando un poco de su pelo. Las ansias comenzaron a crecer en ambos y eso fue más que evidente. Inuyasha giró su rostro hasta toparse con el de Sesshomaru y se besaron con necesidad, como si ese contacto hubiese sido deseado hace siglos y algo así les pareció.

 

Inuyasha sintió que su hermano deshacía el nudo mal hecho de sus ropas y finalmente se volteó para verlo. Se abrazó rápidamente a él y no dejaron de compartir besos un sólo instante. ¿Quién diría que eso se sintiera tan bien? Ya sabía que aparearse con Sesshomaru le hacía volar la cabeza, pero besarlo en esos momentos hacía todo un millón de veces mejor. Sus manos buscaron quitarle la ropa mientras sentía su propia yukata comenzaba a deslizarse por sus hombros. Sesshomaru lo apretó entre sus brazos y caminó, empujándolo, hasta obligarlo a acostarse sobre el futón. Apenas se dio cuenta cuando su cuerpo tocó las mantas donde solía dormir porque su atención estaba sobre su hermano, quien estaba sobre sí buscando acariciarle las piernas.

 

De las veces en que estuvieron juntos, Sesshomaru no recordaba que lo hayan hecho en un lugar como ése, tan cotidiano. Cuando se habían apareado, siempre pasó en lugares algo más rústicos, pero eso se debía a que esos momentos se daban de forma inesperada y casi espontánea. En el río, el baño, bosque, una cueva; pero eso no era importante en realidad. El escenario era lo de menos, lo único que le interesaba en ese instante era Inuyasha y ahogarse en él.

 

Apartó las ropas de su pequeño hermano y éste hizo lo mismo con él. Inuyasha también se notaba ansioso, pero eso sólo lo hacía lucir más atractivo. Devoró su boca con ferocidad y regresó a besarle el cuello mientras que su hermanito lo abrazaba con fuerza, apretándolo contra él. Para Sesshomaru, el deseo prácticamente animal que emanaba Inuyasha era excitante y se lo contagiaba irremediablemente.

 

—Ay, sí… —suspiró Inuyasha sin darse cuenta cuando sintió que le mordía. Cerró los ojos y echó la cabeza para atrás, esperando aún más, y gimiendo sin que le importara.

 

A esta altura, ya se había olvidado lo que dijeron las criadas sobre que se escuchaba cuando hacían eso. Sólo le importaba que Sesshomaru no se detenga y le haga vibrar cada centímetro de su ser. No entendía cómo ese idiota podía ponerlo así, pero ahora Inuyasha no podía negarlo. Todo de Sesshomaru le gustaba. Cómo se sentía la piel de él rozando con la suya, la forma en que lo tocaba, los besos, las mordidas y todo lo que hacían durante el apareamiento. No sabía qué clase de hechizo le había puesto, pero se sentía ridículamente bien.

 

Quizá después, cuando todo eso acabara, Inuyasha se avergonzara y querría matar a su hermano, pero en ese momento no le importó. Suspiró y gimió con cada toque, con la certeza que acabaría gritando cuando el momento cúlmine se desarrollara. Por su parte, a Sesshomaru no le importaba que los oyeran o que Inuyasha gimiera. Al contrario, una morbosa satisfacción recorría su ser y sus ojos vibraron en deseo. Quería oírlo más, que le pidiese más, y todo el mundo supiera que ese hanyō sólo le pertenecía a él. Dejaría su olor grabado en Inuyasha, lo marcaría y lo haría suyo una infinidad de veces, pero nadie más pondría un dedo encima sobre quien le pertenecía. Sostuvo las piernas de su pequeño hermano con firmeza y las arañó como solía hacer, sintiendo cómo Inuyasha arqueaba su cuerpo contra él. Apretarse y estar lo más juntos posible era lo que más necesitaban en esos instantes.

 

Inuyasha se movió contra él, entre jadeos y más suspiros, el estímulo que se produjo resultaba casi asfixiante. En estos días, no había tiempo para los actos preliminares, o paciencia en realidad. Ambos deseaban ir al punto, a lo concreto, a lo que sus instintos les exigían y prácticamente orillaban a hacerlo. Las pocas veces en las que habían jugado o experimentado en realidad durante el apareamiento, siempre fue fuera del celo, cuando sus cabezas no estaban tan calientes y fijas en una cosa.

 

Por más que se sintiese deliciosa esa fricción, aguantarlo era muy difícil. Incluso Inuyasha estaba de acuerdo con eso. A pesar del dolor que siempre le causaba, quería que pasase. Le había encontrado el gusto y sabía que su hermano psicópata estaba ávido de meterle quién sabe cuánta cosa. Ya había aceptado su posición, pero nunca diría que le gustaba en voz alta.

 

Sesshomaru lo volteó sin hacer esfuerzo, porque el mismo Inuyasha fue prácticamente quien se colocó sobre sus rodillas y miró al suelo mientras apretaba las mantas entre sus garras. La pregunta de por qué siempre lo hacían así pasó por su cabeza, pero no la expuso, no era el momento. Su rostro se contrajo en un gesto compungido cuando sintió cómo Sesshomaru lo llenaba con eso que quería y dolió de la misma forma en que recordaba. ¿Cómo podía desear algo que dolía de esa forma? Era absurdo, pero no le importaba. Si lo pensaba claramente, todo lo que les pasó parecía parte de un completo absurdo y si alguien le decía cinco años atrás que así sería cómo terminaría, jamás lo hubiese creído. ¿Esto era lo que en verdad le tocaba? Empezaba a tener la certeza que sí, pero no estaba inconforme. Lo quería, a toda esa situación y a ese idiota que le encantaba oírlo gemir como perra en celo.

 

Las manos de Sesshomaru sostuvieron con fuerza el cuerpo de su hermanito mientras se movía cada vez con más energía. Era notable lo irresistible que era Inuyasha para él, sobre todo en eso días. Quería adueñarse de él ahora y volver a hacerlo, aunque ya supiera que le pertenecía, deseaba volver a afirmarlo. El cuerpo de ese hanyō se había transformado en algo que necesitaba en su vida, pero no sólo eso. El olor de Inuyasha, su voz, su sola presencia. Todo lo que tuviera que ver con él era indispensable. ¿Cómo fue que su hermano menor, quien fue el ser que llegó a aborrecer más, se había convertido en algo tan significativo? Sesshomaru se abrió a verlo de otra forma, a vivir y pensar cosas que nunca pensó que le importarían, pero no se arrepentía. Bajo ningún aspecto, pensaba que su vida, como estaba ahora, era algo que no deseaba.

 

Los movimiento fluyeron cada vez más rápido e incluso Inuyasha movió su propio cuerpo para sentir más de todo eso que Sesshomaru le ofrecía. Su mandíbula le tembló y un alarido fuerte se le escapó cuando sintió que se derretiría en ese mismo lugar. Inuyasha sintió su cuerpo cubierto de sudor mientras se arqueaba deseoso porque su hermano golpeara más contra él. No entendía cómo ese idiota lo lograba, pero siempre se sentía demasiado bien, sobre todo cuando llegaba a ese lugar que lo hacía estremecerse.

 

Sesshomaru se inclinó a besar las espalda de su hermano sin dejar de arremeter contra él. Le besó los hombros y mordió sus orejas, que siempre se mostraban caídas durante esos momentos, mientras oía a su pequeño hermano gemir cada vez más rápido hasta que finalmente ocurrió lo que tanto esperaba. El cuerpo de Inuyasha tembló y la forma en que contrajo lo arrastró también a él. Sentir eso era alucinante y tuvo que resistir para no caer sobre su hermanito al terminar.

 

Sin poder evitarlo, Inuyasha se echó sobre aquellas mantas y enterró la cara en la almohada, ignorando por completo a Sesshomaru por unos instantes. Su hermano se apartó de él y lo sintió sentarse a su lado, pero abrió los ojos sólo para comprobarlo.

 

—¿Qué? —espetó con la voz algo rasposa el hanyō cuando sus ojos se encontraron con los del otro—. Estoy bien…

 

—Lo sé —contestó con tranquilidad aún observándolo.

 

Sesshomaru parecía no querer marcharse de allí e Inuyasha, por primera vez, no deseaba dormirse después de terminar. Apoyó los brazos en la almohada para ganar altura, porque tampoco deseaba voltearse o levantarse completamente, y sacudió la cabeza para apartar algunos mechones de cabello que le molestaban en los ojos.

 

—Oye —dijo llamando la atención de su hermano—. ¿Por qué siempre lo hacemos así?

 

—¿Así? —repitió Sesshomaru sin comprenderlo.

 

—Sí, así —Por más que para él fuera obvio a lo que se refería, el otro aún no lo comprendía—. Ya sabes… Yo mirando hacia abajo.

 

—Oh… —mencionó el yōkai mientras hacía una pausa para pensar al respecto—. Ha sido diferente en algunas ocasiones.

 

—Sí, pero me refiero en el celo —aclaró mientras sentía su cara arder por decir eso. Inuyasha acabó dando un suspiro hastiado al ver la cara de su hermano—. Ahg, olvídalo.

 

—¿No te gusta? —indagó Sesshomaru avergonzándolo un poco más.

 

—¡No! —dijo rápidamente pero enseguida se arrepintió—. Digo… Así está bien.

 

—¿Quieres hacerlo diferente? —propuso y recibió una mirada incrédula de parte de su hermanito.

 

—¿Ahora? —dijo sin dejar de estar sorprendido y Sesshomaru asintió—. Mierda, ¿jamás te cansas desgraciado?

 

Nunca lo habían hecho más de una vez y tampoco tenía idea que su hermano lo deseaba. Quién lo diría, tal vez a ese idiota le gustaba hacerlo más que a él.

 

—Puedes dormir si eso prefieres.

 

—Mmm… No —contestó sonriendo un poco mientras se alzaba, lo suficiente para acercarse a Sesshomaru—. Hoy no tengo sueño.

 

Era una mentira eso, claro que dormiría si pudiera, pero la propuesta de Sesshomaru le supo muy atractiva y supuso que éste tampoco deseaba dormir porque le besó con ganas. Suponía que podría aguantar una vez más, quizás otra, pero Inuyasha tenía miedo de probar la resistencia de su hermano.

Notas finales:

Es muy tarde, pero aún es sábado creo... Al menos donde vivo.

Estoy con mucho trabajo y demasiado cansada estos días. Recién ahora terminé de leer el capítulo para subirlo. Estuvo interesante, me encanta la conversación que tienen al final.

Gracias a todos los que leen y dejan comentarios en la historia. Agradezco mucho su apoyo.

Nos vemos el miércoles.


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