Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

Debía admitir que ese día el clima era frío, el viento que corría se lo decía, pero el sol brillaba de una forma agradable. Inuyasha acompañó a su hija mientras ella jugaba entre los árboles. La niña disfrutaba de perseguir a Raiden y el hōkō corría con ella encantado. Ese juego, por más que pareciera simple, ayudaba a agilizar un poco los sentidos y mejoraba la velocidad de su hija. Era muy pequeña para someterla a alguna clase de entrenamiento, pero, por medio de esos juegos, ella avanzaba sin darse cuenta. No quería que su hija fuera una simple princesa. Yuzu sería fuerte, mucho más que él de ser posible, pero para eso debía prepararla.

 

Algo que no esperó fue que la anciana madre de Sesshomaru se hiciera presente y se aproximara a él. Decirle anciana o vieja sólo era una forma despectiva, porque debía admitir que esa mujer tenía una innegable belleza y el paso del tiempo parecía incapaz de tocarla. Sin embargo, seguía pareciéndole extraña. Esa yōkai tenía un rostro tan parecido al de Sesshomaru y le hacía desconfiar tanto. Yuzu pareció no notar la presencia de su abuela porque continuó con su juego.

 

Por más que no confiara en ella, no se sintió amenazado, pero no dejaría de vigilarla. Una cosa que agradeció Inuyasha fue que la bruja apareciera sin su criada en esta ocasión. Había arreglado las cosas con Sesshomaru la noche anterior, pero eso no significaba que ver la cara de esa muchacha le agradara. Si pudiera matar con sólo lanzar una mirada, Inuyasha sabría que esa sirvienta ya estaría bien descuartizada bajo tierra.

 

—¿Vienes a despedirte? —mencionó sin mirarla, pero sospechaba que se trataba de eso.

 

—Es inevitable que las cosas lleguen a su fin —contestó ella parándose a su lado—. Nunca fui muy asidua a las visitas prolongadas.

 

—Qué pena, seguro Sesshomaru lo lamentará —Inuyasha estaba siendo irónico, pero a la mujer pareció no molestarle.

 

—Ese tipo de cosas a él no le preocupan —aseguró negando con la cabeza—. Es como su padre después de todo, muy diferente a mí.

 

Ese comentario le llamó la atención. La bruja siempre decía eso, que Sesshomaru se parecía a su padre y no a ella, cosa que Inuyasha no entendía, porque madre e hijo, a sus ojos, eran idénticos en más que sólo el físico. ¿Cómo habrá sido Inu no Taisho entonces? Quién mejor que esa mujer para decírselo, pero no le preguntaría nada. No tenían ningún tipo de confianza y tampoco sabía cómo fue que acabaron hablando ahora.

 

—Siempre tuvo compasión, la cual quiso que Sesshomaru heredara, sin mencionar esa fascinación por los humanos —continuó ella—. Estaba convencido que eso lo volvería más fuerte.

 

—Él ya es fuerte —dijo Inuyasha—. No creo que necesite serlo más.

 

—Ha pasado por varias cosas para ser así. Se vio obligado a dejar rencores y pensamientos que le impedían alcanzar esa fuerza que anhelaba.

 

Por un instante, Inuyasha pensó al respecto. Recordaba cómo era Sesshomaru antes y le generó una sensación extraña. Cómo olvidar cuando su hermano le buscó para obtener el poder de Tessaiga, lo difícil que fue para él perfeccionar el Meidō Zangetsuha sólo para acabar entregándoselo a su hermano híbrido y, finalmente, recordaba ese momento donde recuperó su brazo y obtuvo esa espada que era prácticamente invencible, Bakusaiga.

 

A pesar de haber visto y compartido varios de esos momentos con su hermano, Inuyasha nunca lo pensó como un proceso o una transformación que él experimentaba en la búsqueda de poder. Ser fuerte era importante para Sesshomaru, aunque ya lo era y demasiado. Sin embargo, Inuyasha no podía negar que ese tonto cambió mucho. Su odio por los humanos se disipó de forma tan considerable que dejó que Rin lo acompañase durante ese viaje y posteriormente hizo lo mismo con Kohaku. Quizá, una de las cosas que le impedían avanzar era ese desprecio que sentía por los humanos. Incluso con él, después de derrotar a Naraku, había comenzado a ser más cordial. ¿Será que también debió dejar atrás sus rencores hacia él y al hecho que su padre le heredó Tessaiga? Tal vez.

 

Sesshomaru jamás necesitó a Tessaiga en realidad, porque él era una demonio tan fuerte que, de esa misma fortaleza, creó su propia arma más poderosa que cualquiera. ¿Eso era lo que Inu no Taisho quería para él? Sin duda, así era. Sin embargo, algo que no terminaba de comprender, era por qué también había insistido en que ambos deberían ser compañeros. ¿Qué había visto su padre en esa unión de importante? Lo que sea, había sido suficientemente fuerte para terminar arrastrándolos.

 

—No había querido hacerse cargo de las tierras formalmente hasta lograr ser más fuerte que su padre, mi hijo es tan exigente con él mismo.

 

Esas palabras le sorprendieron. Un par de veces se había preguntado por la forma de vida de Sesshomaru, pero nunca lo indagó. Inuyasha jamás imaginó que volverse fuerte significase algo tan importante para su hermano, pero ahora podía comprender por qué lo deseaba. Era una cuestión de honor y orgullo, pero finalmente lo había logrado.

 

—¿Por qué vino hablar de esto conmigo? —preguntó Inuyasha, intentando ser educado para que la vieja le conteste.

 

—¿No eres su compañero acaso? —Ella arqueó una ceja y sonrió con perspicacia—. Recuerdo cuando a su padre se le ocurrió esa idea, pero no pensé que Sesshomaru acabaría dejándose seducir igual que él.

 

—¿De qué hablas? Yo no seducí a nadie —espetó rápidamente. Él jamás tuvo la intención que todo esto pasara, fue algo que no se pudo evitar—. ¿Te refieres a mi madre?

 

Hubo unos instantes donde el silencio se hizo presente entre ellos y resultó bastante tenso. No le resultaba extraño que esa mujer tuviera algún resentimiento en su contra, pero ella suspiró mientras apartaba su vista hacia un lado.

 

—También me acuerdo de ella —contestó finalmente—. Jamás comprendí las decisiones de Inu no Taisho, pero no puedo negar que era muy bella, incluso yo hubiera querido tenerla entre mis garras.

 

Sin poder evitarlo, Inuyasha arqueó una ceja y algo dentro de él impidió que preguntase al respecto. No deseaba saber qué pensamientos raros tenía la vieja esa. Tenía la impresión que la locura era parte de los inuyōkai. ¿También estaría loco? Inuyasha sabía que sí, en parte, seguramente no habría accedido a esa vida que llevaba si no fuese el caso.

 

—Lo era —asintió sin querer oír más al respecto—. Sesshomaru una vez me dijo que él… que le dijo que ambos seríamos compañeros.

 

Nuevamente, la mujer dejó ir un suspiro y cerró los ojos mientras parecía pensar al respecto. Al parecer, eso era otra de las cosas que tampoco entendía de su difunto compañero.

 

—No existía un daiyōkai que se le comparara, pero sin duda tenía unas ideas muy peculiares dentro de su cabeza —contestó ella con una voz cansada, porque ya se había resignado hace muchos siglos a lo peculiar que era Inu no Taisho—. Siempre tuvo esa extraña admiración por los humanos, solía decir que éstos poseían una fortaleza diferente, valor y compasión, cosas que le son ajenas a los demonios. La idea que ambos fuesen compañeros surgió por eso —explicó con la mirada de Inuyasha sobre ella—. Quería que Sesshomaru aprendiera ese tipo de valores, que supuestamente lo harían más fuerte, y tuviese un compañero que lo ayudase a lograrlo.

 

Parpadeó con lentitud al oír eso. Sesshomaru jamás le había explicado por qué Inu no Taisho tuvo esa idea, pero quizá fuese porque él tampoco lo entendía y, ahora que esta mujer se lo explicaba, le costaba procesarlo. ¿En serio su padre pensó que la mejor opción para ser compañero de Sesshomaru era él? No podía terminar de imaginarlo.

 

—Suena… increíble —admitió Inuyasha sin poder dejar de sentirse confundido—. Que pensase en un hanyō como su compañero no debe haberle agradado…

 

—Ni un poco —aseguró ella—. Sesshomaru no lo aceptó, pero míralo ahora —Observó de reojo a Inuyasha, quien era la prueba más grande, junto con esa pequeña niña que seguía jugando cerca de ellos, de lo mucho que cambiaron las cosas—. Su padre creía que eso era justamente lo que necesitaba. Un compañero que permaneciera a su lado como cualquier demonio, pero que tuviera esos valores humanos y se los enseñara.

 

No pudo evitar tragar al oír esas palabras y su corazón le rebotó en el pecho. Creer eso le resultaba imposible, ¿pero por qué la vieja le mentiría? Ella no parecía estar siendo deshonesta, pero aun así le costaba terminar de entender eso que le estaba diciendo. Inuyasha se sintió capaz de entender el razonamiento de su padre, aunque a la vez fue capaz de comprender a qué se refería si pensaba en cómo era Sesshomaru ahora. Su hermano, por más que haya sido un simple pedazo de mierda para él antes, debía admitir que cambió mucho. Por más que siguiera comportándose como siempre fue, Inuyasha podía notar varias actitudes suyas que habían cambiado, al igual que sus pensamientos. Ya no parecía molestarse al estar cerca de humanos ni tampoco le importaba su naturaleza híbrida. ¿Será que realmente había aprendido todo eso que Inu no Taisho deseó para él?

 

En ningún momento del pasado, Inuyasha consideró que su hermano también había tenido tantos sacrificios y sufrimientos. Siempre lo había visto como ese hijo de puta que parecía que no le importaba absolutamente nada, pero quizá no fue sólo eso. Sesshomaru también tuvo errores, anhelos, deseos y frustraciones; por más que no lo haya notado antes. Ese bastardo no era ajeno a nada de eso, aunque no demostrara las emociones turbulentas que acumulaba en su interior. En ese instante, recordó que ahora, a raíz del lazo que compartían, estaba mucho más unido a lo que su hermano sentía, esa misma unión que se fortalecía a medida que habían pasado tiempo juntos y se acercaron hasta tener la relación que hoy llevaban. Cuando se encontraba negado a ser su compañero, recordaba no haber experimentado nada parecido, comenzó a sentirse así cuando regresó con él y, sin darse cuenta, empezó a dejarse llevar por eso que Sesshomaru le provocaba.

 

Quizá su padre haya planeado que ambos estuvieran juntos porque creyó que era lo mejor para sus vidas, pero no planeó que se enamoraran. Eso lo habían hecho ellos, juntos, con el tiempo. ¿Eran parte de sus sentimientos humanos que le había contagiado a su hermano? Sí, recordaba que éste se lo dijo una vez. Esos mismos sentimientos que los llevaban a entregarse el uno al otro y desearse de una forma celosa, posesiva, pero así eran ambos y ya se habían acostumbrado.

 

Una pequeña sonrisa se le escapó al pensar en eso. Al final, sin importar lo que haya dicho su padre en el pasado, ellos construyeron una relación que era magnífica. Sin importar los tropiezos que dieron y siempre darían, Inuyasha era capaz de decir finalmente que todo lo que tenía lo hacía feliz.

 

—El viejo sí que era raro —mencionó casi riendo y la madre de Sesshomaru asintió.

 

—No sabes cuanto…

 

—Pero —interrumpió Inuyasha cuando una pequeña duda lo asaltó—. ¿Cómo sabía que yo iba a ser... apto para convertirme en su compañero?

 

Un par de veces se había preguntado eso. Inu no Taisho aseguró que ellos serían compañeros antes que naciera, ¿cómo pudo saber que él nacería siendo beta? No entendía qué clase de conclusiones sacó su padre para creer que él sería un buen compañero para su hermano, uno que podría darle descendencia. ¿Habrá sido cosa de suerte o casualidad? La suave risa de la vieja le demostró que no.

 

—Eres un hanyō —recordó ella—. Es imposible que de la unión entre un demonio y un humano nazca un alfa. La única posibilidad era que fueses hembra o macho con característica beta. Él siempre supo esto.

 

No dijo nada antes esto y torció la boca en una mueca inconforme. ¿Así habían sido las cosas entonces? Ahora podía entender un poco mejor todo y le pareció algo extraño que esa mujer fuese sin la que le ayudara a entenderlo. Ella no parecía odiarlo ni tenerle algún tiempo sentimiento similar, de hecho más bien parecía que no le importaba. Era muy extraña.

 

Yuzu se acercó en ese momento a ellos para saludar a su abuela y ésta le informó que se marcharía. La niña la miró con una mueca triste, diciendo que le gustaría conocerla más, pero la mujer aseguró que ya habría tiempo.

 

—Cuida de tu nuevo hermano —le dijo a la pequeña y ésta asintió sonriendo mientras que Inuyasha se mostró impactado al oírla—. Ya se lo he dicho a Sesshomaru, no puede ocultarme nada —reiteró mirándolo fijamente—. Protege a ese cachorro, será un poderoso demonio.

 

La sorpresa le generó cierta impresión, pero aun así asintió confirmando que lo haría. No sabía qué sería su hijo, pero lo cuidaría sin dudarlo. Ese día, la madre de Sesshomaru se retiró, pero Inuyasha permaneció inquieto por sus palabras. ¿Su cachorro sería un poderoso demonio? ¿Cómo ella podía saberlo? ¿Cómo fue que supo que tenía uno en primer lugar? ¿Acaso veía el futuro o fue por su olor? Quizás era bruja de verdad. De todas formas, acabó obviando estas cuestiones.

 

El tiempo pasó inevitablemente y en pocos meses el cachorro comenzó hacerse más presente en su cuerpo. Ya era la segunda vez que pasaba por lo mismo, no debería sorprenderse, pero definitivamente esta ocasión fue muy diferente a la primera. El cachorro había crecido mucho, rápidamente y en poco tiempo, por lo que apenas con cinco meses ya tenía un vientre considerablemente más grande de lo que recordaba. Cuando Yuzu estuvo dentro de él creció, pero nunca recordó que fuese tanto a tan pocas lunas de haberla concebido. Una de las sirvientas dijo que, posiblemente, se tratase de un cachorro grande o más de uno, cosa que le causó escalofríos.

 

¿Más de uno? Apenas se había adaptado a la idea de tener uno nuevo, ¿pero más de una sola vez? Eso sería demasiado. Sin embargo, por los movimientos —porque sí, el jodido niño había empezado a patearlo antes de tiempo también— la médica informó que ella sospechaba que sólo sería uno, pero se sabría con certeza al momento que nazca. Inuyasha se sentía horrible, pero él tampoco creía tener más de uno. Sin duda el niño sería más grande, pero él creía que sólo sería uno. Más vale que fuese uno, porque no tenía ganas de lidiar con dos monstruos. Claro que los amaría, eran sus hijos, y ojalá fueran tranquilos como Yuzu, pero algo dentro de él pensaba que no sería así.

 

Durante su infancia, gran parte de su vida adulta, incluyendo ahora; Inuyasha nunca fue muy obediente. Incluso recordaba haber sido un niño bastante revoltoso e inquieto. Por lo tanto ¿por qué uno de sus hijos no habría de salir así? De todas formas, esperaba que no fuese el caso. Ya para sacarlo de quicio estaba Sesshomaru y con eso le bastaba.

 

Otra de las cosas raras que tenía este cachorro era que le quitaba gran parte de su energía, sobre todo en la luna nueva. Inuyasha, en ocasiones, no se podía alzar siquiera durante todo el día. El cansancio que le dominaba era abrumador, tanto que llegó a preocupar a su tonto hermano mayor, quien le vigilaba con cuidado. Su nuevo hijo sin duda era diferente y lo sería mucho de Yuzu. Ella, en cambio, estaba muy intrigada con su hermanito, sobre todo cuando vio que éste empezó a crecer dentro de su madre. La niña le acariciaba el vientre y se asombraba mucho cuando lo sentía patear. Inuyasha reía cuando ella le hablaba al cachorro con mucho ánimo. ¿Será que su hijo podía oír a su hermana? Quién sabe, pero se movía con entusiasmo dentro de él cuando eso pasaba.

 

—¿Cómo está mi hermanito, mamá? —preguntó la niña entrando a la habitación—. ¿Ya quiere irse a dormir?

 

Inuyasha sonrió mientras acariciaba la cabeza de la niña. La realidad era que él se moría de sueño y por eso fue que se retiró a la habitación cuando apenas estaba cayendo el sol. Ese condenado cachorro, para colmo, no dejaba de moverse. Por alguna razón, eso lo cansaba más.

 

—No, él está jodiendo como siempre —le contestó a su hija y bostezó sin poder evitarlo. Maldito mocoso, que dejase de estar tan inquieto pronto porque quería irse a dormir.

 

—¿Sabes qué? —mencionó Yuzu llamando su atención—. Ya pensé un nombre para él.

 

Eso le causó sorpresa, demasiada. Inuyasha en ningún momento se había preocupado por qué nombre tendría su nuevo cachorro y poco le importaba pensar en eso antes que nazca, pero que su hija lo hiciese le intrigó.

 

—¿Sí? —dijo arqueando una ceja—. ¿Cuál?

 

—Bueno, pensé dos, porque Aya dice que quizá sean dos hermanitos —Inuyasha asintió esperando que las palabras de esa chica fuesen sólo tonterías—. El primero es Haru —dijo la niña muy emocionada— y el otro Ryūsei.

 

—Ajá… ¿Y por qué los elegiste? —preguntó pensando si su hija tenía una razón tras esos nombres o simplemente le gustaron.

 

—Bueno, Haru me gusta cómo suena y porque mi estación favorita es la primavera —explicó con mucho ímpetu—. Y Ryūsei… Creo que una estrella fugaz es lo más lindo y emocionante que se puede ver, me gusta ese nombre para mi hermanito.

 

Por unos instantes, Inuyasha lo pensó y asintió. Su hija era muy tierna y se veía muy compenetrada con la idea de tener un hermano. Eso le agradaba, que ella estuviera así de emocionada, porque no quería que su pequeña estuviese celosa o preocupada por el nuevo miembro que se adhería a su manada. Los nombres sin duda eran interesantes, podría tenerlos en cuenta.

 

—Ryūsei suena bien… —meditó esa posibilidad y Yuzu sonrió muy contenta.

 

—¿Verdad que sí? Podríamos llamarlo Ryū.

 

Inuyasha estuvo de acuerdo con eso, pero aún era pronto para pensarlo. Cuando el niño naciera lo decidiría. Porque aún existía la posibilidad que fuese una niña, aunque Yuzu estaba tan segura que no sería así que lo hacía dudar.

 

Esa noche, Inuyasha no esperó a Sesshomaru para poder acostarse. Tenía demasiado sueño de verdad y se durmió apenas tocó la cama, pero otra de las cosas que este cachorro le generaba, además de un extremo cansancio, también era insomnio. Eso sin duda era una mierda. No estuvo seguro cuánto tiempo durmió, pero fueron unas profundas horas, hasta que despertó repentinamente. No supo si había estado soñando o no, pero, sin que supiese cómo, todo ese sueño y cansancio se habían esfumado. Rayos, cómo odiaba cuando esto le pasaba. No se explicaba cómo, pero su cachorro le había cambiado un poco los hábitos a la hora de dormir. A la noche a veces permanecía despierto y luego dormía gran parte del día. ¿Qué pretendía su hijo? ¿Seguir jodiéndolo hasta que nazca? Sabía muy bien que sí.

 

Aspiró aire con tranquilidad mientras cerraba los ojos e intentaba dormir, pero no funcionó. Se sintió ofuscado cuando supo que no podría volver a dormirse rápidamente. ¿Ahora qué haría? ¿Permanecer en silencio hasta poder dormirse? Qué desgracia. Algo que no esperó sentir fue un brazo que le rodeaba y un calor que conocía muy bien. Sesshomaru estaba ahí, seguramente se acostó a su lado cuando estaba durmiendo y ni siquiera lo sintió debido a su profundo sueño.

 

Su hermano se encontraba despierto, no le costó darse cuenta de esto. ¿Será que Sesshomaru dormía cuando se acostaba con él o sólo lo acompañaba? No sabía, Inuyasha siempre se dormía antes de comprobarlo y, al despertar, su hermano siempre estaba levantado. ¿Cómo hacía eso? No tenía ganas de pensarlo. Cerró los ojos mientras sentía una de las manos de ese yōkai acariciando su vientre. Sesshomaru, seguramente, percibió que estaba intranquilo y tal vez pensó que se debía al cachorro. Una pequeña sonrisa se le escapó al darse cuenta que su hermano buscaba que se relaje, pero eso tampoco le ayudó. Por más que su hijo no estuviera moviéndose como el monstruo hiperactivo que al parecer sería, Inuyasha no se podía dormir.

 

No pudo evitar concentrarse en las caricias que su hermano le regalaba. Eran suaves, lentas y pausadas; buscaba tranquilizarlo, pero otras ideas pasaron por su mente. ¿Cuándo fue la última vez que Sesshomaru lo tocó más allá de una caricia como esas? ¿Cuándo fue la última vez que él lo tocó? Inuyasha no se acordaba. Hacía unos cuantos meses que nada de eso pasaba y tampoco había una razón real. La primera vez que tuvieron un cachorro, este acontecimiento los abstrajo tanto que apenas notaron el detalle de la falta de contacto durante esos meses, pero ahora fue diferente.

 

¿Será que Sesshomaru no quería aparearse con él teniendo al cachorro dentro? Quizá. Al estar así, la época de apareamiento no le afectaba y Sesshomaru no parecía importarle esos días. Sabía que, al tener a su hijo gestándose en su interior, su cuerpo no reaccionaba para buscar reproducirse. Por lo tanto, no expelía ningún olor para atraer a su hermano y éste no se convertía en un jodido loco que sólo le interesaba rellenarlo una y otra vez. Eso, Inuyasha lo entendía, ¿pero aun así Sesshomaru no deseaba tener nada? Fuera del apareamiento ellos solían tener ese tipo de momentos íntimos, pero desde que se enteraron que tendrían el cachorro casi no se tocaban.

 

Frunció el ceño al pensar en eso y varias dudas surgieron en su cabeza. ¿Sesshomaru no querría tocarlo ahora mientras tenía a su cría? ¿No le atraía o algo así? ¿Sentiría la falta de contacto? ¿Inuyasha la sentía? Ahora que lo analizaba con detenimiento, debía admitir que sí.

 

Su tonto hermano lo había acostumbrado a ciertas cosas y se sentía extraño pasar tanto tiempo lejos de él. Por más que estuvieran uno junto al otro, Inuyasha sabía que la cercanía que compartía con Sesshomaru durante esos momentos era única. Sin embargo, ¿qué pasaría con el cachorro si intentaran algo así? ¿Sería peligroso? Eso detuvo un poco sus ideas, pero al instante lo ignoró. Su hijo era fuerte y jamás haría nada que le causara daño, pero tenía la sensación que eso no le haría mal.

 

Con cuidado, y dificultad, Inuyasha se dio la vuelta y quedó frente a frente con su hermano. Ambos se miraron en la oscuridad y no supo cómo podían los ojos de ese desgraciado brillar tanto en la penumbra. Sesshomaru era despiadado, no dudaría en matar a nadie si debía hacerlo, pero en esos momentos no era el yōkai asesino que muchos imaginaban, sólo era su compañero.

 

—No puedo dormir —dijo rompiendo el silencio que había en la habitación—. No tengo sueño.

 

Cuando Sesshomaru oyó eso miró con más cuidado a su pequeño hermano. No era la primera vez que algo así ocurría y no se extrañó al oír esas palabras. Ya se había acostumbrado a que Inuyasha estuviese diferente ahora con este nuevo cachorro. Había sido algo inesperado, pero al menos su hermanito ya no se quejaba por el pequeño desacierto que tuvieron en el apareamiento.

 

—¿Quieres algo en especial? —preguntó creyendo que Inuyasha podría tener hambre o algún deseo en particular. No era la primera vez que se despertaba por eso. A pesar que la mayoría en el palacio se encontrasen durmiendo, a veces el hanyō tenía ataques desesperados de hambre que no podían esperar al otro día.

 

Guardó silencio unos instantes y no quiso mirarlo directamente. ¿Él quería algo? Quizá… ¿Qué cosa? Inuyasha tragó saliva al pensarlo y sintió que era capaz de morir de vergüenza sólo por la idea que cruzó por su mente. Sí, deseaba eso. Quería estar cerca de Sesshomaru, ¿pero cómo decírselo a ese desgraciado? Él nunca era quien buscaba el momento o insistía porque pase, ¿cómo podría dárselo a entender al tonto de su hermano sin humillarse?

 

Hizo lo primero que se le ocurrió y se arrimó un poco más hacia él. ¿Sería suficiente? Cuando miró a Sesshomaru, quien seguía con su misma expresión impávida supo que no.

 

—No… —mencionó de forma distraída, pero eso no era verdad—. Tal vez… ¿Tú no quieres hacer nada?

 

Sesshomaru arqueó una ceja de forma imperceptible por esa pregunta. ¿Qué le ocurría a su hermano? Parecía ligeramente más tímido de lo normal.

 

—No realmente —contestó con simpleza e Inuyasha se acercó un poco más a él.

 

—Podríamos… hacer algo —continuó mientras lo miraba fijamente—. Ya sabes, para dormir mejor.

 

Creyó que sus palabras alcanzaría para que su tonto hermano mayor comprendiera, pero no fue así. No obtuvo respuesta de Sesshomaru por unos instantes y eso le frustró más.

 

—Es algo tarde para hacer alguna cosa —dijo finalmente pensando que no sería bueno salir a esa hora de la noche.

 

—No es necesario salir de la habitación —Inuyasha se mordió los labios y tuvo ganas de matarse por estar haciendo esto, pero más ganas tenía de matar a Sesshomaru por no entenderlo—. Podemos… Hace mucho que no… Ya sabes, idiota.

 

—¿Qué? —exigió saber y eso puso más nervioso a su hermano.

 

—Que… Que… —pensó unos momentos cómo decirlo y sintió que su cara se calentaba en ese instante. Maldito Sesshomaru—. Que hace mucho no… ¡Ahg, qué hace mucho no nos apareamos, imbécil!

 

No pudo evitar espetar eso molesto y ahí finalmente le entendió. Rayos, se había tenido que humillar de todas formas. Inuyasha no era una mujer y tampoco sabía cómo seducir a su hermano, por lo que no tenía idea cómo expresar sus deseos de una forma correcta o que no le avergonzara como estaba ahora. Sin embargo, creía que Sesshomaru se había hecho el tonto a propósito.

 

—Ah, eso —mencionó de una forma pensativa e Inuyasha rodó los ojos fastidiado—. ¿Quieres aparearte?

 

—Tu estupidez me quita las ganas —contestó ofendido apartando la mirada, pero unos instantes después observó a su hermano intrigado por lo que pensaría—. ¿Tú no?

 

—No lo hemos hecho por el cachorro —dijo Sesshomaru esa razón por la que mantenían una cierta distancia.

 

Durante esos meses, sabía que su pequeño hermano vivía momentos no tan agradables por lo que no deseaba presionarlo a nada y mucho menos que eso llegarse a lastimar a su hijo. Fue bastante sorpresivo que Inuyasha ahora le pidiese hacerlo, pero cierta duda permaneció flotando en el aire.

 

Inuyasha no contestó nada en ese instante, sólo se alzó para quedar sentado en la cama y Sesshomaru hizo lo mismo a su lado. Moverse con esa panza no era fácil, aunque todavía no era tan grande como para impedirle desplazarse.

 

—Lo sé… —mencionó mirando sus manos para luego clavar los ojos en su hermano—. Pero… podríamos probar.

 

Con cuidado, Sesshomaru observó a su hermanito y un suspiro se le escapó. Claro que se había dado cuenta que éste deseaba aparearse con él, podía percibirlo, sentía esos deseos aflorando en su compañero y llamándole, pero ceder en esta situación era complicado. Bajo ninguna circunstancia estaría dispuesto a que él ni el cachorro sufrieran algún daño, pero ese anhelo por parte de Inuyasha le hacía querer sucumbir.

 

¿Podría ser muy grave intentarlo? No estaba seguro. Sesshomaru alzó una de sus manos y acarició el rostro de su pequeño hermano, quien seguía esperando que respondiera.

 

—¿Es lo que realmente quieres? —preguntó con la certeza que, si Inuyasha decía que sí, lo intentarían con el mayor cuidado.

 

—Yo... Yo… —titubeó unos instantes—. ¿No quieres?

 

Claro que él lo quería, pero le interesaba saber si Sesshomaru pensaba igual. No quería que su hermano estuviera con él de esa forma sólo para satisfacerlo, siempre lo hicieron como algo compartido, mutuo, y no quería que ahora fuese diferente. En vez de obtener alguna clase de respuesta, Sesshomaru se aproximó a él para darle un beso e Inuyasha sintió cómo cada parte de su cuerpo temblaba al recibirlo. Sí, eso era justo lo que necesitaba.

 

—No existe ocasión en que no lo desee —contestó sobre los labios de su pequeño hermano y, a pesar de la oscuridad, pudo verlo sonreír.

 

Inuyasha no dijo nada más y volvió a acercarse a él para compartir otro de esos besos. Un inexplicable goce le llenó al oír esas palabras y sólo quiso besar a su tonto hermano todavía más. Quería estar cerca de él, hundirse en su boca, abrazarlo y no soltarlo aún si se prendían fuego. Apretó las ropas de Sesshomaru entre sus dedos y un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando se acercaron más y su abdomen chocó contra su hermano. Eso sin duda sería un problema, pero tal vez podrían acomodarse de forma que no fuese incómoda ni para ellos ni para el cachorro.

 

—Podríamos… —dijo Inuyasha separándose un poco y notó que su respiración le pesaba— Hacerlo de otra forma. Ya sabes, para estar cómodos.

 

Sesshomaru no dijo nada al instante, pero aceptó lo que su pequeño hermanito quisiese. Después de todo, éste era quien cargaba con el cachorro y quien podría saber cuál era la mejor posición. Permaneció sentado mientras veía cómo Inuyasha se levantaba con cuidado y extendió las manos para ayudarlo. ¿Alguna vez lo había tenido así? ¿Sentado a horcajadas sobre él? Sesshomaru tenía la sensación que sí, pero no era algo que pasaba muy a menudo. Observó el rostro de su hermano, quien parecía apenado por lo que estaba haciendo, pero aun así se mantuvo en aquel lugar. No le molestó sentir su vientre chocando contra él, ¿por qué habría de molestarle en primer lugar? Allí estaba su hijo creciendo y sabía que estaba tranquilo.

 

—¿Estás bien? —quiso saber antes de continuar. No quería que su hermano ni el cachorro sufrieran algún daño, debían tener mucho cuidado.

 

Irían lento, despacio, más que nunca de ser necesario. Sesshomaru dejó que sus manos bajaran hasta las piernas de Inuyasha y las acarició con cuidado. Sus movimientos eran suaves, pero pudo percibir cómo a su hermanito parecían agradarle y no se molestó cuando sus manos subieron más.

 

Inuyasha se mordió los labios y asintió. Sintió cómo la piel de sus dedos le hormigueaba sólo por estar cerca de su hermano de esa manera. No se había dado cuenta cuánto extrañó esto hasta estar en esa situación, tan próximos y con esas manos acariciándole. Odiaba admitirlo, pero ese desgraciado tenía un poder abismal sobre él y en momentos así era incapaz de negarlo. De forma involuntaria, comenzó a moverse sobre su hermano. Le costaba hacerlo con facilidad ahora, pero eso no iba a impedírselo.

 

Sus manos se aferraron al pecho de Sesshomaru y lo acariciaron. Las deslizó por su ropa y llegó al nudo que las mantenía sujetas, el que deshizo con rapidez. Ver el cuerpo imponente de su hermano le hizo brillar los ojos. Nunca antes había mirado a alguien así, deleitándose con las formas de su cuerpo y su aspecto, pero con él no podía evitar detenerse de vez en cuando para hacerlo.

 

—Estoy bien, sólo... —No terminó la frase porque lo único que quería era que Sesshomaru se moviera un poco y alcanzar alguna fricción lenta y suave. Más movimientos así, besos y caricias era lo que necesitaba.

 

Aquella insistencia por parte de Inuyasha era sin duda fascinante. Existían algunas ocasiones donde su hermanito hacía este tipo de cosas y desde hace un tiempo participaba más cuando se apareaban. Fuera del celo, debía admitir que esos momentos previos resultaban excitantes. Sesshomaru subió sus manos hasta rozar los muslos de su pequeño hermano y lo atrajo un poco más contra él sin llegar a aplastar al cachorro. Quería estar más cerca e Inuyasha se lo exigía. Impulsó su cuerpo hacia arriba, hacia su hermano, y una sensación de lo más agradable le recorrió.

 

—¿Mejor? —preguntó viendo el rostro de Inuyasha, pero no esperó respuesta porque sabía que eso quería y le había gustado.

 

Volvieron a besarse nuevamente con más ímpetu en esta ocasión y Sesshomaru desató las ropas de su hermanito para que cayeran por sus hombros también. Le acarició la espalda, las piernas, el vientre... Todo estaba bien, su cachorro estaba tranquilo, podía sentirlo, y no había de qué preocuparse.

 

Algunos suspiros comenzaron a escaparse de la boca de Inuyasha sin que lo notara. Hacía tanto que Sesshomaru no lo tocaba de esa forma que tenerlo ahora se sentía revitalizador. Su cuerpo entero ardía por la sensibilidad y arqueo la espalda cuando Sesshomaru le deslizó su ropa por los hombros. Estar desnudo frente a él y quitarle cada prenda también lo dio una magnífica sensación. Con más ganas, movió su cadera lentamente, empujando hacia adelante para crear una ficción suave y cautivadora hasta el punto de enloquecerlos.

 

Inuyasha se aferró de las manos de Sesshomaru para mover sus caderas con más vigor y luego las llevó a su vientre para que lo acariciara. Que Sesshomaru le tocara ahí le gustaba de una forma peculiar. Sus manos se movieron sobre las de su hermano despacio, guiándolo en esas caricias que le hacían erizar la piel y le daban escalofríos. No deseaba apartarse y se mordió los labios contento porque al fin estuvieran compartiendo ese contacto tan anhelado.

 

—Tu olor es tan excitante… —mencionó Sesshomaru y sintió cómo Inuyasha se estremecía contra él. Desde que comenzaron a aparearse lo pensó, pero ahora era distinto. El aroma que expelía el cuerpo de Inuyasha debido al cachorro que cargaba era ligeramente diferente y le atraía de una forma que no podía describir.

 

Los movimientos que hacía su hermanito eran rítmicos y lentos, pero fueron suficientes para encender por completo el deseo en su ser. Ver a Inuyasha, con el rostro contraído por el momento y con los ojos brillando, era lo que más le impulsaba a seguir. Aunque, si debía detallar algo importante, serían esas orejas caídas que siempre llamaban su atención. Acarició allí donde estaba su hijo creciendo, pero sus manos viajaron a otra parte en particular. Sesshomaru lo tocó finalmente, porque ver el gesto de su hermano compungido por el goce le encantaba. Apretó un poco más su mano y la movió sintiéndolo realmente excitado, aunque eso ya lo sabía.

 

Finalmente los gemidos fueron expulsados. Lastimeros y suplicantes, los cánticos de placer que emanaba Inuyasha parecían deleitar a su hermano mayor. Él no podía evitarlo, tener esa mano subiendo y bajando de esa forma le sofocaba. Le hacía sentir un fuego en su vientre, atrás de donde descansaba su hijo, que amenazaba con consumirlo.

 

—Ay, Sesshomaru... —jadeó apretando los ojos y arqueando la espalda mientras no detenía sus movimientos. La fricción también era gratificante para Sesshomaru y no planeaba detenerse—. No pares, idiota —advirtió aunque no lo decía en serio.

 

No dijo nada ante ese pedido, sólo negó con la cabeza asegurando que no se detendría. Continuó moviendo su mano, oyendo esos gemidos que su hermanito le regalaba y la forma en que se movió le hizo apretar los dientes con cierto desespero. Sesshomaru no dejaría de atender a su compañero, pero decidió tocarse juntos. Su mano abrazó la excitación de Inuyasha y la suya propia, compartiendo un calor que les hizo suspirar al unísono. Continuó con esos movimientos sin problemas, su mano tenía el suficiente tamaño para sostenerlos y ese pequeño cambio pareció gustarle a su hermanito, algo que nunca habían hecho.

 

En momentos como este, donde las ansias que causaba el celo no los consumían, se daban el tiempo de hacer cosas diferentes. Sesshomaru sabía qué hacer cuando tenían tiempo y ganas de experimentar, parecía muy hábil para esas cuestiones. Inuyasha había ido aprendido con el tiempo, aunque ahora podía decir que había encontrado un estilo que a Sesshomaru le agradaba.

 

La pasión que los embargó fue arrolladora. A Inuyasha siempre le intrigaban esas ideas que su hermano tenía, pero ambos solían ponerse creativos fuera de la época de apareamiento. Se movió acompañando el ritmo de esa mano y gimió suavemente. No podía evitar hacerlo y sabía que a Sesshomaru le excitaban sus sonidos y su expresión. Inclinó el rostro hacia atrás y su boca quedó ligera abierta por donde se escapaban esos ruegos sin palabras. A veces decía el nombre de su hermano y otras sólo le pedía más. Pero sabía que más temprano que tarde, tendrían que pasar a algo más.

 

Podría seguir tocándolo todo lo que quisiese, pero eso no sería suficiente. Sesshomaru siempre esperaba con ansias ese momento cúlmine que compartía sólo con él, con su hermano y compañero. Sin embargo, sería difícil con el cachorro. No era tan prominente, pero había crecido bastante, y cualquier forma en que se pusieran sería bastante incómoda. No quería lastimarlo o que corrieran algún peligro, pero el calor ya se le había agolpado en un sólo lugar y moría por saciar sus deseos.

 

Llevó esa mano que no estaba usando a la nuca de su hermanito, enredando los dedos en su cabello, obligándole a que inclinara el rostro y así poder devorar sus labios una vez más. Oír a Inuyasha gimiendo contra su boca era sin duda un deleite, un detonante para todos sus sentidos y cordura. Lo deseaba tanto y quería mucho más aún.

 

Cuando se separaron, Inuyasha respiraba agitado y sus ojos demostraban que deseaba tanto como su hermano. Miró a Sesshomaru con seriedad, esperando que entendiera lo que quería.

 

—No pasará nada —comentó para dejarlo más tranquilo—. Si... es incómodo lo dejamos.

 

Quería decirle que todo saldría bien y que si algo estuviese mal se detendría. Ante todo debía cuidar a su cachorro y que no estuviera en peligro. En esa ocasión, fue él quien le transmitió tranquilidad a su compañero. Inuyasha sabía que estaría todo bien, podía sentir a su hijo tranquilo dentro y cómo de vez en cuando se movía, tal vez por el ajetreo que ellos estaban teniendo, pero nada malo. Su yōki lo mantenía calmado y el de su padre, porque nada malo pasaría. Él se lo dijo a Sesshomaru con su energía y éste pareció de acuerdo con él finalmente.

 

Para que su vientre no fuese un impedimento, Sesshomaru se acostó un poco más, reclinándose en algunas almohadas, y dándole más espacio a Inuyasha para que se acomodara como gustase. Resultó bastante irrisoria la situación, porque se supone que él debería ser quien lo tranquilice. En este caso era diferente, porque Inuyasha cargaba con el cachorro y quien decidía hasta donde seguir o si algo iba mal era él. Confió en su hermanito y lo ayudó a colocarse.

 

—Cuando quieras —mencionó dejando que Inuyasha decidiese cuándo bajar y que lo hiciese con el ritmo que deseara. Por más que las ganas le carcomieran desde dentro no se movería, sólo sostuvo el cuerpo de su hermanito y en ningún momento dejó de mirarlo a los ojos.

 

Bajó despacio, intentando adaptarse lo mejor que pudo. El dolor era mayor cuando lo hacían así, ya que se sentía muy profundo dentro de él. Sin embargo, Inuyasha resistió como pudo y no sintió que eso molestara al cachorro. Miró a Sesshomaru cuando estuvo sentado ya sobre él y respiró agitado producto del esfuerzo.

 

—Estoy... Estamos bien —se corrigió y volvió a sentir las manos de su hermano recorriendo su vientre, cosa que le produjo unos cuantos suspiros.

 

Inuyasha se quedó unos segundos, esperando acostumbrarse y luego empezar de forma lenta el ritmo entre ellos. Después de haberlo hecho tantas veces, debía admitir que se sentía más entrenado en estas cuestiones. El dolor era insoportable, pero ya estaba seguro que no lo mataría y que, además, luego vendría algo muy placentero.

 

—Dime si pasa algo —dijo Sesshomaru de una forma casi imperante, pero la excitación de su hermanito le impidió quejarse sobre cómo le había hablado.

 

A pesar de haber oído la afirmación de Inuyasha, él también lo supo. Era capaz de sentir que su hijo estaba bien y no parecía afectado. Aun así, no debían apurarse, pero era difícil teniendo su cuerpo unido con el de su hermanito. Sus manos le acariciaron el vientre hasta que Inuyasha comenzó a moverse. Le sostuvo las piernas y lo ayudó a moverse sin poder evitar alzarse un poco hacia arriba. El movimiento no pareció molestar a Inuyasha, al contrario, le sacó un gemido delicioso y quiso oírlo más.

 

Volvió a moverse hacia arriba e Inuyasha también lo hizo contra él. Juntos volvieron a crear ese vaivén que tanto les gustaba, al que se habían acostumbrado después de todos sus encuentros. Porque ya conocían el cuerpo del otro y disfrutaban tocarlo. Jamás dejaría que nadie ponga las manos encima de su compañero, y, al mismo tiempo, su cabeza no podía considerar hacer esto con nadie más que no fuera Inuyasha. Su hermanito había ocupado todos los rincones importantes dentro de su ser y no le importaba, porque sabía que, de igual forma, Inuyasha le pertenecía.

 

Por su parte, Inuyasha sintió cómo su respiración se descontrolaba y continuó moviéndose como pudo. Sesshomaru lo sostenía y a veces le acariciaba su cintura. Le encantaba cómo lo tocaba y como su piel reaccionaba. Estaba caliente y sensible, y al mínimo toque de su hermano escalofríos le atravesaban.

 

—Mmm Sesshomaru —gimió con el rostro compungido, rojo por el esfuerzo y los labios entreabiertos.

 

Su cuerpo se inclinó un poco hacia delante, pero no dejó de moverse, no se detendría. Inuyasha buscó aire con desespero mientras continuaba. Era un esfuerzo grande hacerlo así con la panza y le cansaba de una forma impresionante, pero el placer superaba todo y era una recompensa inmejorable. La vehemencia que recorrió su cuerpo en esos instantes era imposible de describir, pero le impedía detenerse, mucho menos al ver cuánto le gustaba su hermano todo eso que hacía. Le encantaba ver cómo ese tonto gruñía sin poder contenerse por la presión y llegaba incluso a rasgarle la piel con tal de obtener más. Inuyasha sentía que su orgullo vibraba al saber y recordar que él era el único que podía ver a Sesshomaru así, el único con derecho de ponerlo así, nadie más. Por más que fuese un idiota, era todo suyo. De ese hanyō que rechazó y del cual ahora no quería apartarse.

 

Hubo un instante donde Inuyasha sintió cómo Sesshomaru llegaba a ese punto sensible y un grito salió de sus labios. Maldito Sesshomaru y su forma de saber dónde tocar dentro de él. Sus gemidos se hicieron cortos, continuos y agudos. Su hijo estaba bien, lo sentía tranquilo y no había de qué preocuparse. La única preocupacion de Inuyasha era ir más y más rápido sin aplastar con su peso a su hermano cada vez que bajaba sobre él, aunque eso tampoco le atormentaba demasiado.

 

—Sesshomaru... —gimió suplicante disfrutaba cómo arremetía dentro de él—. Así, así...

 

No le importó actuar como la puta perra que su hermano quería, porque en verdad deseaba que siguieran hasta las últimas consecuencias. Ya no podría soportarlo demasiado, pero deseaba que él lo tocara y lo hiciera terminar con su mano. Agarró su brazo y lo llevó hasta él para que lo acariciara mientras seguía moviéndose sin parar.

 

Sesshomaru cumplió con sus los deseos y volvió a tocarlo, pero mucho más rápido que antes. El cuerpo de Inuyasha se arqueó al sentirlo y notó que no le faltaba mucho para alcanzar su éxtasis cuando lo vio inclinarse arquearse nuevamente. Sesshomaru aún deseaba más, quería sentir cómo le abrazaba de esa forma única y que parecía a punto de estrangularlo mientras ese rostro se consumía por el placer.

 

—Anda... —murmuró para incitarlo—. Hazlo en mi mano...

 

Sus ojos se cruzaron con los de su pequeño hermano y lo vio ligeramente avergonzado, pero eso no significaba que no le gustase. Pronto sintió cómo su mano se manchaba, pero no pudo prestar atención a eso, el cuerpo de su hermanito se contrajo y le apretó de una forma salvaje, lo suficiente fuerte para que llegase a terminar en él con tan sólo unos movimientos.

 

Una sensación de pleno alivio le recorrió el cuerpo a Inuyasha en ese instante. Todo estaba bien, hacía tanto no lo tocaba de esa forma que ahora estaba muy relajado. Se quedó un momento hasta que el orgasmo pasó y se levantó con ayuda de Sesshomaru.

 

—Siento.... eso —murmuró refiriéndose a haberlo manchado, aunque sabía que a su hermano no le molestaría.

 

No era nada importante y tampoco les costó encontrar con qué limpiar esas pruebas de su faena. Sesshomaru observó cómo su hermano volvió a acostarse en la cama y le costaba mantener los ojos abiertos. Al parecer, eso alcanzó para que recuperarse el sueño. Se recostó junto a Inuyasha y pasó los dedos por algunos de sus cabellos, acción que provocó que éste abriese los ojos y se acercara más a él.

 

—No pasó nada —dijo Inuyasha en un suspiro ya sintiéndose más relajado.

 

—No, es verdad —concordó mientras observaba cómo a su hermanito le costaba mantener los ojos abiertos—. Descansa.

 

—Cállate… —mencionó con la voz cansada—. ¿Acaso tú no duermes nunca?

 

—Creo haberte dicho que todo el mundo duerme en algún momento —rememoró esa frase que le dijo tiempo atrás, pero Inuyasha sólo gruñó fastidiado.

 

—Eres un tonto… —murmuró apoyando la cabeza en el hombro de Sesshomaru.

 

Ya no decía esas cosas con ánimo de ofenderlo, era casi con cariño y por costumbre. Sintió que su hermano le abrazaba, pero cayó tan rápido en un profundo sueño que apenas pudo disfrutar la calidez de su cuerpo. Porque, por más que ese tonto a veces fuera más frío que el hielo, su cuerpo tenía un agradable calor el cual le encantaba sentir.

 

Notas finales:

¿Querían lemon? Acá tienen su lemon con panza y todo. Muchas gracias a Annie de Odair que siempre me ayuda a realizar estas cuestiones de escrituras eróticas como buena guía espiritual, compañera y padre de mis hijos(?

Espero que les haya gustado, aunque el capítulo llegó tarde por diferentes imprevistos, pero mejor tarde que nunca. Ah, una cosa, les aviso que habrá un pequeño timeskip en el próximo capítulo, o sea que va a haber un salto temporal. No como los que ya hubo de pocos meses, pasarán algunos años en esta ocasión.

Nos vemos el miércoles.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).