Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Buenas noches, nuevo capítulo. Es un poco corto, pero creo que es necesario para que la trama avance.

Disfrútenlo~

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

Por un segundo la idea de escapar se cruzó por su mente, pero Inuyasha jamás huyó de nada y menos de él. Tal vez fuese su hermano y el enemigo más peligroso que podía tener, pero por más en juego que estuviera en una batalla nunca escapaba. Sin embargo, sus peleas con Sesshomaru no se igualaban a nada. Él no era como Naraku u otro yōkai que se haya cruzado en su camino y no se podía explicar por qué. Tal vez fuese debido que ambos compartían lazos sanguíneos, cosa que, por más que deseara olvidar, siempre pensaba en sus decisiones y recordaba una vez que el anciano Totosai se lo dijo.

 

"No importa cuánto odio sientas por él, Sesshomaru sigue siendo tu hermano mayor."

 

Viejo de mierda, justo ahora tenía que aparecer esa tontería que le dijo dentro de su cabeza. ¡Claro que él odiaba a Sesshomaru! Al menos eso fue lo que pensó en ese momento. Sin embargo, el herrero decrépito estaba en lo correcto al decir que su odio no era lo suficientemente pesado como para obligarlo a agitar la espada con una mortal intención hacia su hermano idiota.

 

Maldita sangre y maldito remordimiento. Porque Inuyasha siempre estuvo seguro que no podría dormir tranquilo si ese estúpido perecía y menos por su propia mano. Aunque pensar en Sesshomaru perdiendo era difícil.

 

De todas formas, ¿por qué debería considerar a ese tonto como su hermano mayor? Si nunca se había comportado como tal o al menos como Inuyasha se imaginaba que eran los hermanos; porque sí, había perdido tiempo de su vida teniendo esas tontas fantasías cuando era un cachorro huérfano y no aceptaba que su hermano era sólo un pedazo de mierda. Ahora ya había crecido, pero no encontraba la razón verdadera de por qué nunca pudo odiar como deseaba a ese bastardo. Maldijo una vez más su sangre mientras se acercaba a esa cabaña que pertenecía a Kaede.

 

—¿Qué haces aquí, Sesshomaru? —preguntó parándose frente a su hermano quien estaba ahí afuera de la casa, como si esperara algo—. Adentro no hay nadie, aunque eso ya lo debes saber.

 

—Lo sé —contestó con ese mismo tono aburrido que siempre tenía y tanto desesperaba al hanyō—. Jaken ha ido en busca de Rin.

 

Inuyasha torció la boca ante esa explicación y notó que efectivamente la insoportable rana no estaba detrás de su hermano. Eso le generaba cierto alivio. Demasiado era verlo a Sesshomaru como para tener que soportar a su lacayo.

 

—Regresaste pronto —comentó sin pensar en lo que decía realmente y se arrepintió al instante.

 

Nunca se fijaba en las ideas o venidas de su hermano, pero la última la recordaba en especial porque sucedieron unos acontecimientos particulares. Sesshomaru se marchó esa vez antes de que despertara, así que no pudo evitar recordar lo extraño de esa ocasión.

 

—Fue algo que prometí.

 

Era lógico. Por más mierda que fuera, ese idiota solía cumplir su palabra y más cuando se trataba de aquella niña. ¿Qué más lo podía tener ahí que una promesa hecha a esa pequeña? Nada. Lo único que anclaba a Sesshomaru a esa aldea era Rin, la destinataria siempre de sus visitas y atención. ¿Quién podía culparlo? Esa niña era capaz de cautivar a cien demonios sólo con su dulce sonrisa y la prueba más grande de ese poder estaba parado a su lado.

 

—En ese caso, entra —dijo señalando la puerta de la cabaña—. Es igual que esperes aquí o allá, finalmente entrarás, ¿no?

 

Inuyasha sabía que no tenía autoridad real para decidir quién entraba o no a esa casa, después de todo no era suya, pero ya hacía tanto tiempo que era huésped —por no decir intruso— de la anciana Kaede que tenía la suficiente confianza para entrar cuando ella no estaba.

 

Cuando se abrió paso corriendo esa esterilla que funcionaba como puerta y notó que la vieja había dejado el fuego apagado antes de salir. Se aproximó para encenderlo y calentar un poco esa fría choza, después de todo pronto oscurecería y por las noches estaba comenzando a helar. No se mostró sorprendido cuando su hermano entró unos instantes después, como no le había contestado nada pensó que tal vez no aceptaría su oferta, pero no fue así.

 

Permaneció sentado delante al fuego y Sesshomaru también se colocó allí frente a él. Estar así era tan raro, como esa última vez que Rin lo invitó a cenar con ellos. ¿Cómo explicar esa sensación que le producía? Era una extraña mezcla de incomodidad y alivio. Incomodidad por los momentos vividos en el pasado y las afirmaciones despreciativas que se habían dirigido; y alivio porque ahora tenía la certeza para asegurar que no pasaría otra vez.

 

Ya no había motivo para pelear y la rivalidad entre ellos había pasado a un gran segundo plano. ¿Qué les quedaba? Indiferencia por parte de Sesshomaru y resignación de Inuyasha, porque no podía esperar otra cosa de esta situación.

 

—Veo que te encuentras mejor.

 

Aquella frase no la esperó. De hecho no esperaba que Sesshomaru le dijera nada, porque en realidad nunca le hablaba, por lo que era una sorpresa que haya sido quien inicie la conversación. En otras épocas cuando su hermano buscaba hablar con él nunca se trataba de nada bueno, pero ahora no era así, no tanto.

 

Inuyasha se concentró en esas palabras que le dijo y recordó los eventos con esos demonios, la fiebre, Sesshomaru allí con él e inevitablemente recordó lo que había hablado con sus amigos hace un rato. El desconcierto de encontrarse con ese tonto había sido suficiente para que olvidara por un momento la sarta de idioteces que vino a decirle la pulga Myoga. Apretó los dientes al recordar todas esas cuestiones humillantes y vergonzosas que no quería volver a oír en su vida, pero algo dentro de su mente le alertó.

 

Parpadeó con velocidad mientras miraba a su hermano con mayor cuidado. Allí, frente a él, Sesshomaru estaba sentado con sus brazos cruzados dentro de sus mangas y su porte lucía impecable como siempre. Inuyasha sintió ganas de arrancarle la cabeza con la mirada, pero permaneció en su lugar sin decir nada.

 

Es la época de apareamiento…

 

Esas palabras hicieron eco dentro de su cabeza y apretó la boca frustrado. Ese desgraciado lo sabía y en ningún momento le dijo nada.

 

—Lo sabías… —masculló entre dientes.

 

—No es algo que se pueda ocultar —contestó Sesshomaru y su forma de hablar le exasperaba demasiado.

 

—Podrías habérmelo dicho —Sus palabras sonaban como un reproche, el cual no tenía sentido. Jamás había sido de gran importancia para su hermano, así que por qué se molestaría en decirle algo como eso o lo que sea.

 

—Esas son cosas que tú debes saber, Inuyasha.

 

—¡¿Y cómo mierda esperas que lo sepa?! —espetó sintiendo cómo su sangre se calentaba, pero eso no movió ni un solo cabello de su hermano—. Si lo único que sé sobre yōkai lo he aprendido a golpes o con una vieja pulga.

 

No había dicho más que la verdad, su verdad. Siempre estuvo solo, rechazado tanto por demonios como por humanos. Lo poco que sabía sobre cada cultura había sido gracias duras lecciones o pocas personas que le tendieron una mano. Sin embargo, Inuyasha poco y nada sabía sobre los yōkai. Más allá de sobrevivir a ellos y destruirlos, no tenía idea. La cultura yōkai, como la llamó el anciano Myoga, era algo desconocido para él y le importaba un carajo de todos modos.

 

—Ahg, olvídalo —mencionó hastiado después de no recibir más palabras por parte de su parco hermano. Apoyó el codo en su pierna y recargó el rostro en su mano con una expresión aburrida.

 

Permaneció concentrado en la pared de madera, intentando perderse en las líneas de ésta y olvidarse de ese idiota junto a él, pero no podía. Por su mente aún deambulaba ese incómodo tema sobre su… ¿cómo llamarlo? ¿Cambio? ¿Descubrimiento? Sea como sea, estaba jodido.

 

Qué importaba de todos modos, él no tenía intención de buscar ningún compañero ni nada de eso que hablaron. ¿Para qué? No necesitaba esas cosas. Por más que tuviera una mitad yōkai no se dejaría llevar por sus instintos, como si no tuviera voluntad propia. Sus amigos eran unos imbéciles, no sabían de lo que hablaban, ellos no lo conocían realmente. No había pasado por todo lo que vivó para acabar haciendo el papel de hembra de algún macho. Era espantosamente ridículo y le daba escalofríos de sólo pensarlo.

 

Suspiró un instante y un poco fue menguando su enfado. Por más raro que fuera todo, algo más llamó su atención. Aspiró un instante con disimulo y percibió una agradable fragancia, era suave, pero estaba presente. Es más, sentía que no era la primera vez que la olía, pero jamás le había prestado esta atención. Dentro de su mente, ese aroma tenían un nombre y el sólo pensarlo le hacía sentir aún más turbado.

 

Inuyasha se enderezó para mirar a Sesshomaru más de cerca. Sabía que ese tenue aroma venía de él y no pudo evitar verlo de forma analítica. ¿Por qué parecía que su olor cambió? No, no era así. Sesshomaru no había cambiado, siempre olió así, lo sabía, ¿pero en ese caso su forma de percibirlo fue la que sufrió alguna alteración? En ese instante, una idea extraña cruzó por su mente y se maldijo por no ser capaz de morderse la lengua para no exponerla.

 

—¿También tu…? —No fue capaz de acabar su pregunta, pero esa vacilación fue suficiente para atraer la atención de su hermano. Ahora él estaba siendo analizado y, por un momento, temió que Sesshomaru tuviera algún poder de leer mentes que desconociera.

 

—No, yo no soy beta —contestó suponiendo que eso quiso preguntarle Inuyasha y así fue. Qué miedo daba ese bastardo, ¿desde cuando leía la mente? Quizá sólo había sido suerte.

 

—Con razón… —murmuró pensando en las palabras que le dijo Myoga y en seguida las alejó de su mente. Ese viejo entrometido no sabía lo que decía.

 

—Lo sabes por mi olor, ¿no es así?

 

—¿Eh? —mencionó confundido, pero al instante asintió—. Sí, creo…

 

No entendía muy bien ese tema de los olores relacionados al apareamiento. No entendía cómo su olor podía atraer a alguien o cómo él podía sentirse atraído. Para Inuyasha todo eso sonaba absurdo, pero pensó que algo raro había en esa fragancia que desprendía Sesshomaru. Estaba casi seguro que antes no era así y le generaba una increíble intriga ese cambio.

 

Era un olor tenue, demasiado, pero estaba allí. Le resultaba molesto, pero también desconcertante. Un impulso de querer acercarse le nació, sólo para comprobar que no estaba loco, pero no se movería ni aunque lo mataran.

 

Esto era muy estúpido. Jamás querría acercarse a Sesshomaru, oliese como oliese. Sólo le generaba curiosidad, nada más. Nada de atracción o lo que sea. Él sólo era su hermano tonto, con el que estaba destinado a compartir una gran rivalidad hasta que alguno de los dos acabara muerto. Eso eran ambos, no otra cosa.

 

A pesar de repetirse esas palabras, la mente de Inuyasha voló por unos instantes y comenzó a pensar disparates. ¿Cómo dijo Myoga? ¿Que su yōki buscaría a alguien a su altura? ¡Ja, qué idiota! Si alguien así no existía. Por más que fuera mitad humano, Inuyasha sabía que su poder no era poco y ningún demonio de mierda podría comparársele a excepción de… No, no, no. ¿Qué demonios estaba pensando? ¿Por qué habría de imaginar algo semejante? Es cierto que él y Sesshomaru eran casi igual de fuertes, casi, que ambos pertenecían a la misma especie de inuyōkai a pesar de su mestizaje; pero el sólo hecho de pensar en compartir algo más que aire con él le resultaba… raro.

 

Sería imposible. Absolutamente imposible. Muy imposible. ¿Tan imposible? Imposible y punto. No pasaría.

 

Sesshomaru jamás lo aceptaría y él tampoco, sin importar lo que sus yōki les exigieran. Entre ellos no existía atracción, compañerismo ni nada. Sin embargo, Inuyasha, entre tantos pensamientos disparatados, pensó que si alguna vez debía considerar tener un compañero yōkai la única persona tan fuerte podría ser su hermano. Qué estúpido era pensar en cosas así de todos modos.

 

—Oye, Sesshomaru… —habló nuevamente, pero no lo miró los ojos, por más que sabía que el otro sí le miraba—. ¿Alguna vez tú… hiciste eso? Ya sabes, conseguir compañero y no sé qué más.

 

Esa pregunta era muy personal y estaba casi seguro que Sesshomaru no le diría nada, ni siquiera supo por qué la hizo, pero la intriga de saber eso le surgió de repente. Jamás vio a su hermano con nadie, al menos con intenciones pseudo-románticas o con alguna pareja. Siempre parecía interesado en cualquier otra cosa que no tuviera que ver con eso.

 

Pasaron unos instantes donde se resignó a no obtener respuesta y quedarse con la duda, pero fue una sorpresa cuando ese amargado yōkai habló finalmente.

 

—Nadie fue lo suficientemente digno.

 

Esas palabras habían sonado tan impersonales, pero Inuyasha sabía que era la verdad, sólo que Sesshomaru tenía esa forma de hablar aburrida. Con lo pesado que era no le parecía extraño que nadie haya sido digno de él.

 

Torció la boca en una irónica sonrisa mientras pensaba que con eso tenía una confirmación más. Ni en sus más locos pensamientos pasaría algo entre ellos.

 

—Y… —continuó despacio, con ganas de preguntar algo más, pero esto seguramente no tendría una respuesta—. ¿Crees que se pueda sentir atracción y que ésta no sea recíproca?

 

Ahora sí debería haberse mordido la lengua. ¿Por qué preguntaba cosas tan idiotas? Debería sacar a Tessaiga y hacer harakiri allí mismo, eso sería mejor que morir de vergüenza bajo los ojos de ese demonio, pero Inuyasha no era ningún samurai ni planeaba recurrir al suicidio por más tentador que sonase.

 

—Supongo que… es posible.

 

Le pareció oír cierto titubeo en las palabras de su hermano, quizá porque nunca había experimentado algo así y no tenía una base sólida para contestarle. Sin embargo, eso fue suficiente. Inuyasha asintió y dio por terminada esa conversación.

 

No existía nada que debiera pensarse más. Allí no pasaba ni pasaría nada. Eso era todo.

 

Para su suerte, sus tormentos se vieron aplacados porque la pequeña Rin volvió muy contenta junto con Kaede y Jaken para contarles cómo había ayudado en un parto junto a la sacerdotisa. Eso era justo lo que necesitaba, distracción y olvidarse un poco de todo eso que lo enloquecía.

Notas finales:

Voy a hacer una nota especial para decir que esa frase que Inuyasha recuerda que le dijo Totosai, que está al principio del capítulo, se encuentra en el capítulo 129 del manga, tomo 14. Cuando la leí y me di cuenta que no fue animada me dio decepción, no me animan los momentos de shippeo(?, pero la quise incluir acá. Además es un momento re lindo, donde Inuyasha se hace el desentendido tsundere como siempre. Tenía que citarlo por si a alguien le interesa(?

En fin, el capítulo de hoy no tuvo mucho, pero es necesario que Inuyasha vaya aceptando que será la esposa de su hermano, aunque va a costar. Me esfuerzo muchísimo para traerles algo bueno, sin tanto ooc y más o menos apreciable, así que agradezco mucho a quienes leen y me demuestran su apoyo.

Bueno, hasta la semana que viene.

Saludos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).