Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola! Bueno, finalmente volví. No dejé la historia ni mucho menos, sólo me había ido de viaje. Así que ahora volví y regresamos a nuestras habituales publicaciones de fin de semana.

Ojalá les guste este capítulo después del encuentro jaja

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

Una suave caricia fue lo que le devolvió la consciencia. ¿Qué era eso? ¿El viento? ¿Un sueño? ¿Una mano? No era capaz de distinguirlo ni tampoco tenía energías suficientes para abrir sus ojos. Aquella caricia fría era muy relajante, pero poco a poco fue despertando de ese sueño mortuorio. ¿Por qué se sentía tan cansado? Era algo que no tenía fuerzas de razonar. No podía dormir más sin embargo. Oía conversaciones a su alrededor, gente conocida hablando y eso lo transportó aún más a la realidad.

 

—¿Inuyasha? —Oyó una pequeña voz que le obligó a abrir los ojos poco a poco y a buscar quién le hablaba—. ¡Qué bien! Ya despertaste, ¿cómo te sientes?

 

No fue capaz de contestar esa pregunta. Parpadeó unas cuantas veces hasta poder darse cuenta que era Rin quien le hablaba y le miraba con una gran preocupación en sus ojos dulces. Ella tenía un trapo que se notaba húmedo en sus manos, seguramente lo estaba pasando por su frente y eso fue lo que percibió entre sueños.

 

—¿Rin? —mencionó con una voz rasposa y agotada, apoyándose en sus codos con cierta dificultad para ganar altura. El cuerpo le dolía horrores—. ¿Qué pasó?

 

La niña ladeó la cabeza como si le hubiera sorprendido su pregunta y le miró unos instantes antes de volver a hablarle, pero fue interrumpida por otras personas.

 

—Qué bueno que finalmente despiertas, Inuyasha —dijo la anciana Kaede entrando en la cabaña, seguida de sus torpes amigos.

 

—¿Finalmente? —preguntó con desconcierto.

 

—Claro, tonto —espetó Shippo acercándose a él—. Llevas casi dos días durmiendo, ya estábamos a punto de darte por muerto.

 

En una situación normal, hubiera aplastado a ese zorro idiota, pero la declaración que hizo le impactó. ¿Que había dormido casi dos días? ¿Cómo eso era posible? Inuyasha tenía la mente revuelta y le costaba hilar los hechos que ocurrieron, una gran confusión le invadió el cuerpo.

 

—Bebe esto —Kaede le extendió un cuenco con alguna clase de té e Inuyasha lo miró con cierta desconfianza—. Te revitalizará y compensará los días que estuviste postrado.

 

Al oír eso, asintió. Sabía que la anciana sacerdotisa era buena con todo eso de medicinas y menjunjes curativos. Con cuidado se sentó, intentando no quejarse por su cuerpo apaleado y apartó la frazada que lo estaba cubriendo. Aceptó el té y bebió un poco sin pensarlo, quemándose la lengua en el acto.

 

—Cuidado, está caliente —le avisó Kaede, un poco tarde.

 

—Vieja, lo hiciste a propósito —espetó pero no recibió ninguna respuesta de la sacerdotisa. Se dedicó a tomar esa agua hirviendo, pero no pudo evitar notar cómo todos allí lo miraban. Miroku y Sango no decían palabra alguna, al igual que Shippo y Rin. Todos estaban a su alrededor mirándolo expectantes—. ¿Qué? —dijo ya harto de ser observado—. ¿Qué tanto miran? Si quieren un té se lo piden a la vieja.

 

Nadie dijo nada en ese instante, pero Inuyasha notó cómo se miraban entre ellos. Algo raro estaba pasando y no era necesario ser un genio para saberlo. ¿Qué demonios les pasaba a esos tontos? ¿Será que le ocultaban algo? Posiblemente.

 

—Ya digan qué mierda tienen —escupió con impaciencia y para que supieran que él no era tonto, que notaba que algo estaba pasando.

 

—Ehm… Inuyasha —habló Sango y él la miró esperando que continuara—. La verdad es que nos gustaría saber qué pasó la otra noche.

 

Aquella pregunta, hecha con cierta duda por la exterminadora, le hizo arquear una ceja confundido. ¿Qué había pasado la otra noche? ¿A qué se refería?

 

—¿De qué hablas, Sango? —mencionó volviendo a alzar el cuenco del té para seguir bebiendo—. Yo soy quien debería preguntar qué demonios pasó.

 

—En eso estoy en desacuerdo, Inuyasha —dijo Miroku con tranquilidad, pero se encontraba muy serio también—. Es necesario que nos digas qué ocurrió cuando te escapaste de la barrera.

 

—¿Qué barre…? —Antes de terminar de decir eso, recordó cómo le habían dejado encerrado y atado en esa cabaña para que no pudiera escapar. Allí recordó lo muy enojado que estaba esa noche—. ¡Demonios, es cierto! Voy a matarlos por dejarme en ese lugar.

 

Antes de poder levantarse a atacar al monje, Kaede le golpeó la cabeza con una cuchara grande de madera para intentar calmarlo o distraerlo aunque sea.

 

—Quédate quieto que aún no estás recuperado —recordó la mujer pero eso intrigó a Inuyasha.

 

—¿Recuperado de qué? —preguntó sin entender qué pasaba aún. Sí se sentía adolorido y cansado, pero su cuerpo no tenía alguna herida grave que pudiera percibir o un hueso roto. ¿Qué le pasaba esa vieja?

 

—Es cierto, Inuyasha —mencionó la pequeña Rin sentada cerca de él—. No debes esforzarte.

 

Ante aquel pedido, no dijo nada, sólo permaneció quieto en su lugar y volvió a ingerir la medicina; la cual sabía ligeramente más agradable. Chasqueó la lengua sin comprender por qué esas mujeres lo trataban como si él fuese una rama débil a punto de quebrarse. Exageradas.

 

—Bien, lo dejaré pasar por ahora —dijo mirando hacia un lado, pero sus tontos amigos parecían seguir en esa misma posición extraña.

 

Hubo unos momentos de silencio, donde no entendió por qué parecían tan tensos. Había algo que les estaba costando expresar y no entendía qué. Esos idiotas lo volverían loco.

 

—Aun así… —Sango miró a su esposo, como si buscara apoyo para continuar hablando, y luego enfocó la vista en Inuyasha—. ¿Tuviste alguna pelea cuando huiste de la barrera?

 

Esa pregunta lo dejó unos instantes callado, pensativo, y levemente desorientado. Él siempre tenía peleas, pero ese día no recordaba haberse peleado con nadie en realidad. Aquella noche, Inuyasha había escapado de su prisión, con intención de matar algo que lo molestaba, pero no lo hizo. Recordaba a la perfección que al llegar a eso quedó perplejo. Ese maldito que planeaba eliminar era… y ellos…

 

Inuyasha casi estalló al recordarlo, pero no lo exteriorizó. No dijo nada ni hizo nada. Guardó silencio e intentó no pensar en eso. Sin embargo, la sangre le recorrió rápido por el cuerpo al pensar en Sesshomaru, al pensar en él con Sesshomaru en realidad. ¡No, no! ¡Debía alejar esos pensamientos de su mente! Eso no había pasado, seguramente fue un sueño y nada más. ¿Pero por qué soñaría semejantes cosas? Demonios, estaba loco.

 

—Eh… No —dijo sin pensar realmente y al instante se arrepintió—. Digo sí… En realidad… ¡Bueno, qué les importa! Si siempre estoy peleando con monstruos, aunque ustedes son peores que cien yōkai juntos.

 

—No trates de distraernos con agresividad, Inuyasha —Miroku lo conocía bastante bien y era lo suficientemente inteligente para no dejarse llevar por las provocaciones del hanyō—. Es un hecho que no estabas en las mejores condiciones cuando regresaste y queremos saber qué ocurrió por tu bienestar, recuerda que esa noche los yōkai buscaban con quién aparearse.

 

—Sí —mencionó Rin preocupada por él—. Pensamos que estabas muerto, pero el señor Sesshomaru aseguró que sólo estabas desmayado.

 

Las palabras de la niña prácticamente le desencajaron su expresión. ¿Que Sesshomaru qué?

 

—¿Ese imbécil estuvo aquí? —preguntó sin querer admitir que esa idea le ponía nervioso, aunque no necesitaba más que su nariz para saber que ese idiota ya no estaba en la aldea.

 

—Él fue quien te trajo —contestó Sango—. No nos explicó nada, sólo te dejó con Kaede para que se encargue de ti.

 

—Estuvo a punto de quedarse, pero el señor Jaken apareció para buscarlo y decirle que lo necesitaban no sé para qué —contó la pequeña con un suspiro fastidiado.

 

A pesar de haber oído con claridad las palabras de ellas, no era capaz de comprenderlas. No podía ser cierto, apenas podía imaginar a Sesshomaru junto a él sin echarle una mirada de desprecio, pero si recordaba los acontecimientos de esa noche… ¡Ah, mierda, ¿qué había hecho?! Estuvo a punto de apretar su cabello y arrancarlo por la desesperación, pero se contuvo. Después podría enloquecer cuando esté solo.

 

—¿Tuviste alguna pelea y Sesshomaru te ayudó nuevamente? —preguntó Miroku, pero Inuyasha no contestó. ¿Qué demonios debería hacer? Mentir, sin duda, pero tenía la mente tan turbada que no se le ocurría nada.

 

—No… —titubeó un momento, pero al instante supo que así se vería sospechoso—. No sé, no me acuerdo bien… Qué importa, ya estoy bien.

 

Por más que intentara convencerlos restándole importancia al asunto, los tontos allí seguían mirándose de esa forma insoportable y dudando al respecto.

 

—¿Será que…? —mencionó Sango y se tapó la boca antes de terminar de hablar, impresionada ante su idea.

 

—Creo que todos estamos pensando lo mismo, querida —Miroku permaneció de brazos cruzados, prácticamente leyendo la mente de su mujer.

 

—¿Entonces sí pasó? —preguntó Shippo a sus dos amigos y éstos le asintieron—. Vaya, al final teníamos razón.

 

—Tanto esfuerzo protegiéndolo para nada —suspiró la exterminadora.

 

—Finalmente era algo que debía pasar, Sango. Hicimos todo lo que pudimos para ayudar pero finalmente es su decisión —Abrazó a su esposa y ella asintió con cierta resignación.

 

Inuyasha, por su parte, no entendía nada. ¿Por qué parecía que de repente era incapaz de comprender sobre lo que hablaban sus ineptos amigos? Parpadeó unos instantes mientras seguía oyéndolos comentar algo que, supuestamente, ya estaba hecho y no se podía cambiar. ¿Pero qué mierda les pasaba?

 

—¿Alguien me puede decir de qué rayos están hablando?

 

Al parecer, su pregunta no fue algo que todos esperaran, porque el silencio volvió a la habitación. Las miradas que recibió denotaron confusión e Inuyasha no era capaz de desentrañar esa intriga.

 

—Bueno… —comenzó Sango a hablar viendo que nadie más se animaba—. Ya sabes, Inuyasha. No hace falta que finjas con nosotros.

 

—¿Fingir qué? —espetó dudando de la cordura de su amiga—. Yo no estoy mintiendo, no los entiendo para nada.

 

—Inuyasha, sé que para ti es algo difícil de aceptar, pero para nosotros también —continuó Miroku—. Entendemos que te cueste trabajo hablar de ello, pero debes saber que nosotros te brindaremos apoyo absoluto.

 

¿Apoyo? ¿Difícil? ¿Hablar? ¿Pero qué le pasaba a ese monje? El matrimonio o los hijos sin duda le habían sentado mal a ese par.

 

—Miroku, no entiendo una mierda de lo que están diciendo y yo no estoy escondiendo nada, son ustedes los que actúan raro.

 

A pesar de que Inuyasha creía tener la razón, el monje sólo negó con la cabeza, porque sabía lo imposible que era aquel hanyō, pero era algo que había esperado. Jamás fue una persona fácil, por lo que tampoco admitiría nada y se negaría a hablar sobre algo tan comprometedor.

 

—Sabemos que tu situación con Sesshomaru no debe ser algo sencillo, así que todos aquí estamos dispuestos a ayudarte. No tienes por qué pasar solo por esto —dijo con convicción, dispuesto a ayudar a su amigo, pero el énfasis que hizo no le gustó para nada a Inuyasha.

 

—¿Situación? —espetó aturdido—. ¿Qué situación? Ese idiota y yo no tenemos ninguna situación.

 

—Ya, Inuyasha —interrumpió Sango con impaciencia—. No tienes que ocultarlo más.

 

—¿Ocultar qué?

 

Dah —mencionó Shippo torciendo la boca en una mueca de burla—. Que te emparejaste con tu hermano, tonto.

 

Por un segundo, creyó que el mundo a su alrededor colapsó, volvió a formarse y se destruyó de nuevo. ¿Qué acababa de oír? ¿Que Sesshomaru y él qué? Inuyasha permaneció en silencio, en shock, intentando razonar si había oído bien, pero sí lo hizo. Lo que más le molestaba tal vez no era en sí lo que había escuchado, sino en saber cómo ese grupo de idiotas llegó a tal conclusión.

 

Intentó buscar aire para no caer muerto en ese mismo lugar y sus amigos parecían expectantes, atentos a un posible ataque de furia o que su corazón fuese a estallar.

 

—¿Qué... ? —mencionó casi sin voz, sin poder superar la sorpresa.

 

El silencio tenso pareció volverse hasta peligroso en ese instante. Miroku mantuvo la calma ante todo, pero miró a su esposa en una disimulada señal sobre que debían controlar a Inuyasha si esto se salía de control.

 

—Ya lo sabemos —reiteró la exterminadora—. No tienes por qué avergonzarte.

 

—¿Avergonzarme? —repitió el hanyō al borde la furiosa indignación—. Ustedes están locos —aseguró porque ahora no tenía ninguna duda—. ¿Dónde carajo sacaron esa idea? ¿Sesshomaru y yo? ¿No se dan cuenta la estupidez que están diciendo?

 

—Ah, vamos —mencionó Shippo enfadado—. Si ya vimos todas esas marcas.

 

—¿Marcas? —repitió sin entender.

 

¿De qué hablaba ese enano estúpido? ¿Marcas de qué? Kaede interrumpió la escena trayendo algo entre sus manos. No preguntó nada porque sabía que era un pedazo de espejo, quién sabe de dónde la anciana lo había sacado, incluso podía estar de la época en que Kagome iba y venía con sus cosas a través del pozo. Lo primordial fue que la mujer acercó aquel vidrio lo suficiente para que Inuyasha pudiera apreciar su cuello.

 

—¿Qué? —murmuró viendo una oscura mancha donde empezaba su ropa. Tomó el espejo entre sus garras y corrió las telas para exponer la piel de su cuello—. ¡¿Pero qué…?!

 

Las palabras quedaron atoradas en su garganta. No era capaz de contar esa cantidad de moretones de todos los colores que tenía en el cuello y las marcas de dientes que bajaban por su cuerpo, descendiendo al hombro y quien sabe dónde más. Ese color rojizo y ligeramente morado de las heridas le espantó.

 

¿Cómo eso había sido posible? Una clara idea le vino a la mente y su cara se pintó casi tanto como esos hematomas.

 

—Qué salvaje… —comentó Sango observando con asombro la innegable evidencia en el cuello de su amigo.

 

—Posiblemente así sea entre yōkai, querida.

 

—Al menos ahora no lo podrá negar —suspiró Shippo, pero al instante una duda cruzó por su mente—. Pero… ¿Habrá sido con Sesshomaru o algún otro? Él no dijo nada.

 

—Es cierto —asintió Miroku—, pero recordemos que el señor Sesshomaru se ocupó de cargar a Inuyasha hasta aquí y parecía interesado en su bienestar. ¿Por qué sería así si no estuvieran juntos?

 

—Tienes razón… pero Inuyasha tampoco confirmó si estuvo con él o con otro.

 

—¿Qué otro? —vociferó el hanyō ocultando esas vergonzosas manchas y deseando olvidar que estaban ahí—. ¡No estuve con ningún otro!

 

—¿Entonces sí fue con Sesshomaru? —preguntó la exterminadora e Inuyasha se quedó congelado al darse cuenta que no había negado eso—. ¡Sí lo fue, lo sabía!

 

—Fue idea de todos, querida Sango.

 

—Sí, pero yo lo pensé primero.

 

—Sigo creyendo que es raro —Shippo suspiró y se rascó la nuca. Esas cosas de adultos aún eran muy tediosas para él.

 

—¡Ya paren con eso! —dijo Inuyasha hastiado de oírlos hablar tanto y bastante apenado además—. Dejen de decir tonterías. Él y yo no… no estamos… así.

 

Eso causó desconcierto en todos los allí presentes y las miradas confusas sólo provocaron que su fastidio creciera mucho más. Era más que evidente que el acto, el cual consistía en apareamiento, fue realizado y eso, hasta donde sabían, significaba que eran una pareja. ¿Qué se supone había pasado?

 

—Inuyasha —Rin, quien se mantuvo un poco distante viendo la situación, se arrimó un poco a él y lo miró atenta con sus grandes ojos brillantes, cosa que le causó más nerviosismo al hanyō—. No entiendo… ¿Tú y el señor Sesshomaru no se estaban llevando mejor?

 

—Eh… No, no, Rin… Lo que pasa es que… Él y yo… No somos, no… —Sin querer, acabó balbuceando algunas cosas sin saber cómo responderle a la niña. No tenía idea que contestarle ni tampoco quería ser brusco con ella, pero explicar esa situación ya era difícil con los otros idiotas y con ella mucho más.

 

—¡Ah, ya sé! —lo interrumpió con mucho entusiasmo—. Tal vez deberían tener una boda. Así tendrían algo más formal con el señor Sesshomaru y no tendrías que dudar más sobre qué son.

 

Ante la ocurrencia de esa niña, casi golpeó su cara con la palma de su mano. ¿Qué había dicho esa pequeña? ¿Una boda? ¿Era en serio? No podía tomárselo en serio, pero lo peor fue cuando esa idea le pareció buena al grupo de imbéciles.

 

—No suena mal —meditó Sango—. Los yōkai suelen casarse, aunque nunca fui a un matrimonio así.

 

—Tampoco yo, pero no creo que difieran mucho de uno humano, querida.

 

—Yo fui a uno con mis padres cuando era cachorro —contó Shippo—, pero no lo sé… Nunca fui a uno de perros demonio, menos que ambos sean hombres —Puso una mano bajo su mentón mientras recordaba los detalles de una boda—. Las novias suelen verse bonitas, ¿Inuyasha tendría que vestirse como una?

 

—¡Sí! —comentó Rin muy contenta con la idea, pero al instante creyó que no sería bueno—. Aunque… No creo que eso le agrade al señor Sesshomaru. Tal vez sólo un kimono más formal.

 

—Estoy de acuerdo —acotó Sango—. Puede ser una ceremonia pequeña, nada ostentoso.

 

—¡Con mucha comida! —Los ojos de Shippo brillaron al imaginar el banquete, definitivamente tendría que estar.

 

—A las niñas les encantará ir a la boda de su tío —Sonrió Miroku al imaginarse la felicidad de sus hijas.

 

Quien no se encontraba para nada feliz era Inuyasha, quien sólo permaneció en silencio sin poder creer las locuras que escuchaba. ¿En serio sus amigos estaban planeando su boda con aquel desgraciado ahí delante suyo? Esto parecía una pesadilla.

 

—Te has metido en un gran lío —dijo Kaede, quien sólo fue escuchada por Inuyasha, porque los demás estaban muy ocupados hablando de esa monstruosa celebración. La vieja no había dicho nada, era reservada y sabía que cualquier cosa que dijese sólo iba a molestarlo más. Le agradecía por eso, pero no estaba conforme con los demás.

 

No, no iba a aceptar nada de eso.

 

No supo de dónde sacó fuerzas para levantarse e irse. Por más que antes se hubiera sentido cansado y adolorido, en ese momento no le importó. Quería estar solo, lejos de esos idiotas porque iba a matarlos si oía de nuevo sus molestas voces. Corrió y corrió hasta encontrarse solo en el bosque. Necesitaba pensar sobre todo aquello que le incumbía sólo a él e inevitablemente involucraba a ese tonto cara de palo.

Notas finales:

La verdad siempre se me hace gracioso cuando aparecen los amigos de Inuyasha. Los quiero jaja Ahora todo se empieza a enredar de a poquito, pero será lindo o al menos eso espero...

Gracias a quienes leyeron y me expresaron que les gustaba el lemon. No es algo fácil de escribir, pero le agradezco mucho a Annie de Odair, que ella practicamente es la otra madre de esta historia y siempre está ahí para tirarme una de sus amorosas manos.

Algo que quería decir es que los capítulos no son muy largos, pero voy a esforzarme por extenderlos un poco más. La verdad es que estaba probando una nueva forma de escritura. También suelo escribir en otro fandom (Saint Seiya) donde los capítulos que escribía eran muy largos, casi de 10k algunos, pero eso requiere de mucho trabajo y de mucho tiempo. Por lo que ahora, en este fanfic de Inuyasha que estoy incursionando, decidí probar un nuevo sistema: hacer capítulos más cortos pero subirlos con una semana de diferencia. Creo que es mejor. Subo un capítulo de 2k o 3k por semana, en vez de uno de 10k cada dos o tres meses. De todas formas voy a escribir más, lo prometo. Esto es algo que quería aclarar porque la verdad que algunos capítulos en serio son demasiado cortitos, pero lo mejoraré.

En fin, nos veremos la semana que viene.

Saludos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).