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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

 

Un millón de veces se había sentado en lo alto de los árboles, pero nunca sintió tanto alivio de hacerlo como ahora. Inuyasha respiró agitado mientras se recostaba contra el tronco intentando recuperar el aliento. Tal vez era cierto y debería haber esperado hasta tener más energías como le recomendaron, pero ya no soportaba más estar en esa casa. Las únicas opciones que vio viables fueron escapar o enloquecer matándolos a todos, y tuvo que controlarse para no irse por la segunda opción.

 

¿Qué tan malo hubiera sido desquitar sus frustraciones golpeando a esos tontos? No sería algo muy extraño viniendo de él, pero Inuyasha, esta vez, optó simplemente por irse.

 

Observó un momento la inmensa nada que se presentaba frente a sus ojos y se preguntó por qué todo repentinamente se había tornado tan difícil, aunque desde que tenía memoria nada le fue fácil. Siempre había tenido que luchar y sobrevivir, una especie de ciclo sin fin al cual se había acostumbrado y aceptado, pero ciertos acontecimientos en su vida le llevaron a replantearse sus objetivos. ¿Tenía objetivos? Quizás, algunos tuvo, robar la perla de Shikon fue uno, y a raíz de eso se involucró en una serie sucesos desastrosos y a la vez muy fortuitos. Pelear y padecer a Naraku fue una mierda, pero también conoció a Kikyo, Kagome, los amigos que ahora tanto le jodían e igual quería. Inuyasha había ganado mucho a lo largo de su viaje transitado, pero también perdió demasiado. Su madre, su primer y segundo amor. ¿Y ahora? ¿Qué se supone que quedaba para él?

 

Estar solo no era algo que le molestase completamente, porque así siempre había estado, pero aceptar que ya no vería a ciertas personas era un gran pesar. Después de haber sufrido tanto por Kikyo, saber que Kagome no volvería fue casi igual de devastador. Se supone que debía estar conforme con saber que ella estaba bien, pero no verla nunca seguía generándole una intranquilidad casi agobiante.

 

¿Por qué ella también se tenía que haber ido? ¿Por qué las personas que dejaba deslizarse en lo más profundo de su ser se esfumaban en el aire? Estaba harto de esto.

 

Aceptaba la muerte de Kikyo y finalmente se sentía capaz de dar un paso al frente sin ilusionarse con el regreso de Kagome. Entonces, ¿por qué ahora su propia vida parecía haberse envuelto en un desagradable manto de calamidad? Posiblemente exageraba, pero la realidad es que nada con ese tipo le había dado buen resultado y ahora no había cambiado su forma de pensar.

 

Inuyasha sentía la mente nublada y sus recuerdos estaban mezclados de una forma turbulenta. Tenía la sensación de haber experimentado un sueño, una pesadilla para ser precisos, pero las evidencias de la realidad se encargaron de demostrarle que todo fue cierto. Finalmente era capaz de agarrarse el cabello y tirar fuerte de él mientras gruñía, pero no de frustración, sino por un sentimiento de impotencia y decepción. Estaba decepcionado de sí mismo y no podía entender bajo qué clase de hechizo cayó para que todo acabase como lo hizo.

 

¿En serio todo se debía al celo? Le costaba creerlo, pero recordaba patentemente cómo el olor de Sesshomaru lo atraía y la forma en la que éste se comportó. Sin embargo, ¿por qué había tenido que ser justamente con ese idiota?

 

Quizás, en algún delirio estúpido, se había dicho que el único más o menos a su altura era su hermano, pero no lo decía esperando que pase. ¿Ahora qué se supone que debía hacer? Con un poco de suerte, olvidaría todo lo que pasó. Ante esa idea, Inuyasha dejó de tirar su cabello y miró al horizonte como si acabase de tener la idea más brillante de la era. Sí, claro, era tan simple como eso. Lo olvidaría y punto. ¿Por qué hacía tanto escándalo? Si finalmente Sesshomaru tampoco querría recordarlo, apostaba que no.

 

Una relajante satisfacción le recorrió ante esa idea. Incluso puede que el grupo de tontos que tenía como amigos también olvidaran el asunto pasado un tiempo. Sí, lo olvidarían. Ya no tendría que presenciar más conversaciones burdas sobre bodas o él con pareja ni nada extraño. Sólo tendría que esperar y el tiempo se encargaría de borrar todas esas marcas en su memoria y cuerpo. Qué fácil sonaba. Sin embargo, aquella felicidad fue remplazada por una inquietud que no supo identificar. Algo en su interior se estrujo y prácticamente le costó respirar. ¿Qué era esa sensación de malestar?

 

Una vez más, volvió a sentirse frustrado por muchas razones. Porque le costaba entender qué estaba pasado y una parte de él no quería aceptarlo. Sabía que lo mejor era olvidar, pero la sola idea le resultaba tortuosa de digerir. ¿Será que estaba enloqueciendo? Era lo más probable.

 

—¡Amo Inuyasha! —Oyó aquella vocecita difícil de ignorar y vio a ese bicho conocido saltar en su rodilla—. Así que aquí está, pensé que estaría en la aldea.

 

—¿Qué quieres, anciano? —espetó de mala gana, aunque nunca le hablaba bien al viejo—. Si vienes a decir más tonterías no me interesa oírlas.

 

—Amo, no se ponga así —pidió Myoga cauteloso porque bien conocía el temperamento volátil del hanyō—. ¿Acaso no se siente bien? ¿Está enfermo?

 

—No seas idiota —Inuyasha estiró su mano y tomó a la pulga entre sus garras con intención de aplastarla— y más vale que no te hagas el distraído. Sé que debes venir de la aldea y ahí te dijeron lo que pasó.

 

—Ehm… Bueno…

 

No acabó de decir nada porque Inuyasha lo arrojó lejos. ¿Ese viejo se pensaba que lo iba a tomar por tonto? Como si no pudiera oler los rastros de la casa de Kaede en ese cuerpo diminuto, anciano sinvergüenza. Si volvía a aparecer lo aplastaría, aunque Inuyasha no sabía por qué, siempre consciente que no sería bien recibido, el viejo regresaba. En cierta forma, respetaba su tenacidad o quizás era estupidez, quién sabe.

 

Sea como fuese, el anciano senil regresó junto a él, más cansado y jadeando por tener que volver a subir a donde estaba. Esa pulga sin duda debía ser inmortal. En ese caso, ¿por qué le daba tanto miedo todo? Era un viejo raro.

 

—Amo Inuyasha, no se moleste… —comenzó su discurso nuevamente con una voz suave—. Usted debe sentirse muy confundido con todo lo que pasó y debe hablar con alguien.

 

—Jm, ¿confundido? ¿Yo? Para nada —dijo despreocupado cruzando los brazos dentro de sus mangas—. Y lo que pasó no es de tu incumbencia ni de la de nadie. Es algo que… no me interesa recordar.

 

Al decir eso, torció un poco los labios. Era mentira eso sobre que no estaba confundido, pero admitírselo a ese viejo cobarde estaba fuera de discusión. Hubo unos instantes donde Myoga no dijo nada y eso llamó la atención de Inuyasha, la pulga parecía pensar al respecto de lo que dijo.

 

—Entiendo, no es una situación fácil, pero… —Alzó la vista y vio con seriedad los ojos de su amo— no es algo que usted pueda ignorar tan fácilmente.

 

—¿Eh? —dijo arqueando una ceja—. ¿De qué hablas? Yo puedo olvidar lo que quiera. Esto o lo que sea.

 

—Amo… entre yōkai las cosas no son tan simples.

 

Al oír eso, Inuyasha apretó un puño, molesto con ese anciano. Todo lo que ese viejo decía le daba ganas de aplastarlo en realidad.

 

—Odio cuando dices algo y nunca acabas el cuento —murmuró molesto apretando los dientes para contener su propia ira.

 

—¡A-Amo, por favor! —dijo Myoga moviendo sus brazos con intención de detenerlo—. Si me permite… me gustaría hablarle de eso.

 

Poco y nada a Inuyasha le interesaba saber esas cuestiones del mundo yōkai, pero en ese instante tuvo una necesidad por saberlo. Una intriga desmedida que le nacía del fondo de su ser y, tal vez, le ayudase a aclarar un poco su mente tormentosa.

 

Por esta vez, decidió callar y escuchar al viejo sin interrumpir, al menos no demasiado. Myoga se sintió conforme ante tal disposición y volvió a la rodilla de Inuyasha para sentarse, sabiendo que tenía toda su atención.

 

—Bien, como sabe, las cosas entre demonios son muy diferentes a las de los humanos, pero también hay muchas similitudes —intentó explicar y buscar la mejor manera que Inuyasha lo comprenda—. Entre humanos es necesaria la afinidad entre machos y hembras, aunque ellos siguen guiándose por otro tipo de patrones. Sin embargo, algo que los diferencia de nosotros es la unión a través del yōki. ¿Recuerda que yo hablé de esto con usted y sus amigos? ¿Que su yōki se encargaría de encontrar a su pareja indicada? —Vagamente, Inuyasha recordaba eso, pero aun así asintió para que el viejo agilizara el relato—. Bueno, eso es similar a la afinidad que sienten los humanos entre sí, pero hay mucho puntos en los que difiere. Es normal que a usted, como un ser mitad humano y mitad demonio, le cueste entender ambas formas, pero es necesario que mantenga su mente abierta en este momento para comprender.

 

—Viejo, sigues hablando pura mierda —mencionó harto de tanta palabrería inútil—. Aún no me dices nada diferente de lo que ya te escuché antes.

 

—Amo, no es momento de impacientarse —Negó con la cabeza ante esa ansiedad característica de Inuyasha—. Como dije, usted debe mantenerse tranquilo y dispuesto a entender qué está pasando.

 

—Bien… —bufó inconforme.

 

—Verá —continuó Myoga—. Ahora que usted ha… encontrado su pareja

 

—¿De qué pareja hablas, viejo? Vuelve a decir eso y te mataré.

 

—¡Bien, bien! Ha encontrado… un posible compañero, ¿así está mejor?

 

—No.

 

—¡Ponga un poco más de voluntad!

 

—¡Deja de decir idioteces!

 

—Ah, siempre tan difícil… —suspiró cansado poniendo una mano sobre su rostro cansado. Hablar con Inuyasha jamás era sencillo, pero sabía que debía hacerlo—. Mire, amo, es necesaria su cooperación para poder hablar de esto.

 

—Ve al grano antes de que te mande a volar, viejo.

 

—Bien… —Tomó aire una vez más con resignación y se dispuso a decirle a Inuyasha cómo eran las cosas—. Luego de haber encontrado compañero, participar de un rito de apareamiento y unirse con éste, significa que ambos quedan ligados uno al otro. Usted no puede simplemente hacer como si no existiera. Su yōki está ligado con ese otro demonio y, por lo tanto, éste es su compañero.

 

Tuvo que tomarse unos momentos para asegurarse de no haber entendido mal a ese anciano. Parpadeó sin poder creerlo. ¿Qué acababa de decirle?

 

—Espera —mencionó arrimándose un poco hacia delante y eso cohibió un poco a la pulga—. ¿Tratas de decirme que ahora ese idiota es mi compañero? —preguntó y Myoga asintió temblando, pero Inuyasha no lo golpeó como pensó, en lugar de eso se rió—. ¡Estás loco, viejo! Quizás eso funcione para la mayoría de yōkai, pero no para… mí.

 

Ni para él ni para Sesshomaru. Porque sabía que ese estúpido lo último que quería era volver a tenerlo cerca. Por más que hayan hecho esas cosas, sólo fue en esa ocasión, su hermano jamás aceptaría la idea de tenerlo como compañero. Él era un hanyō, Sesshomaru siempre se había encargado de recordarle lo inferior que era. Entonces, ¿por qué querría tener a una persona así a su lado? Era ridículo.

 

A pesar de estar completamente seguro de sus palabras, esa inconformidad seguía dentro de su pecho y no encontraba razón para esto. Al parecer, Myoga no estaba ayudando a resolver esa encrucijada en su mente.

 

—Tal vez ahora le parezca eso, pero ya verá lo contrario —aseguró el anciano—. Si ya ha encontrado un compañero con quien enlazarse y sea el indicado para… ¡Amo, Inuyasha! ¿No ha pensado en las crías?

 

Aquella pregunta alarmada le pareció completamente extraña y frunció las cejas como si no acabara de encontrar el significado de esas palabras.

 

—¿Qué dices? ¿Pensar en qué?

 

—¡En las crías, amo! —repitió pero Inuyasha parecía seguir sin comprender la idea. ¡Qué distraído era a veces!—. Si usted ya se apareó con otro demonio, significa que ahora mismo podría estar cargando las crías producto de esa unión.

 

—¿Qué…? —Apenas fue capaz pronunciar algo. Esa declaración lo dejó impactado y casi se le cortó la respiración. ¿Había oído bien?

 

¿Crías? ¿Qué cosa? Recordaba que el viejo mencionó esa capacidad que tenía, pero en ese mismo momento Inuyasha lo había olvidado todo por el bien de su salud mental. Enterarse de algo semejante había sido una pesadilla, pero ahora se daba cuenta que tal vez debería haber pensado un poco mejor al respecto.

 

Sus ojos temblaban mientras un millón de ideas pasaban por su cabeza. No, era algo ridículo. ¿Él teniendo un… hijo? Un hijo… y de Sesshomaru. El sólo pensarlo estaba a punto de hacerlo caer desmayado. ¡No podía ser!

 

Repentinamente, la desesperación le invadió. ¿Qué haría él con un cachorro? ¿Cómo se supone que lo cuidaría y encima también sería hijo de ese bastardo idiota? ¡Qué clase de noticia devastadora acababa de recibir! Ni siquiera era capaz de controlar sus pensamientos, hasta que una ligera picazón le asaltó la mejilla. Por inercia, Inuyasha se golpeó y la pulga Myoga cayó de su rostro, pero se recuperó al instante.

 

—Tranquilo, amo —mencionó la pulga después de haber probado la sangre del hanyō—. Puedo percibir su esencia mezclada con la del señor Sesshomaru, pero su sangre no delata ningún otro tipo de alteración.

 

—¿Quieres decir… que no hay ninguna cría? —preguntó expectante, pero la pulga negó con la cabeza y no pudo evitar exhalar un suspiro aliviado.

 

—Normalmente es más efectiva la concepción después del tercer celo luego de la maduración de un demonio —explicó la razón más lógica del por qué no había una consecuencia tras la realización del acto—. Sin embargo, debe tener en cuenta que la próxima vez puede ocurrir.

 

—No habrá próxima vez —aseguró con seriedad.

 

—¿Acaso no ha oído nada de lo que he estado diciéndole?

 

—Sí te oí y sólo hablas pura mierda —Inuyasha se levantó en ese instante, sin estar dispuesto a escucharlo más—. No me importa nada de eso, yo haré lo que quiera.

 

Antes de oír más tonterías de la pulga, Inuyasha saltó de ese árbol y se fue. No estaba dispuesto a aceptar ningún destino que él no quisiese. Decidiría y no iba a seguir nada que le impusieran, sin importar lo inevitable que fuera.

Notas finales:

Por si alguien se había quedado intrigado si Inuyasha iba a tener hijos ahora o no, aquí está la respuesta. Myoga es el mejor test de embarazo de la era Sengoku. Igual para mí sería algo pronto que tengan hijos en este momento, eso lo dejamos para más adelante. Gracias a quienes leyeron.

Hasta la semana que viene.

Saludos~


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