Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Back in Black por Liesel Meninger

[Reviews - 34]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo II: Mi mente... mi cárcel.


Abrió los ojos cuando sintió al auto detenerse. Miró por la ventana, perdiéndose por algunos segundos en la fachada, estilo victoriano, de la mansión, antes de poder expresar la duda que le embargaba.


—Creí que iríamos a Oscorp —dijo, en un pequeño susurro, sin dejar de observar la que, en su niñez, había sido su casa. En ese momento se percató de que, en esos ocho años, nada parecía haber cambiado.


—La reunión fue cancelada —la puerta del auto se abrió, y ella salió —, se realizará mañana —él la miró, pero no dijo nada—. Además, necesitas descansar.


Entraron a la mansión en completo silencio. No dándole importancia a que en el lugar no parecía encontrarse nadie más a diferencia de ellos.


Caminaba al lado de ella por los pasillos sin ni siquiera mirarla. Moviéndose simplemente por inercia, concentrándose en la nada, como había aprendido a hacerlo desde que había sido confinado en aquel. A diferencia de ella, que en algunas ocasiones, lo miraba de soslayo e intentaba hablar, pero al final se arrepentía y no lo hacía.


Cuando llegaron a la entrada de la habitación de él, ella por fin habló


—El médico dijo...


—Sé lo que dijo, Felicia, no soy un niño —agarró el pequeño portafolios negro que ella le ofrecía y, sin decir nada más, entró a la habitación. Cerró la puerta tras de sí, antes de deshacerse del portafolios como si le quemara.


Cerró los ojos y respiro profundo. No comprendía por qué aquel médico no lo dejaba morir en paz. Ninguno de los inútiles, y dolorosos tratamientos, funcionaría jamás. Desde que había ingresado a aquel lugar, se preguntaba ¿por qué, si ya había aceptado que pronto moriría, el médico no podía dejarlo morir y ya?. Así no sentiría más aquel dolor y podría por fin escapar de aquella cárcel en que se había convertido su mente después de recuperar la cordura.


Abrió los ojos y miró la habitación, observando cada pequeño detalle. Todo ahí, también permanecía igual. Él no había tenido tiempo de cambiarlo. O, mejor dicho, no se había atrevido a hacerlo cuando volvió de viaje, por lo cual su habitación seguía decorada como cuando era niño.


Se sentó en la cama, y de uno de los cajones de la pequeña mesa que estaba al lado de ésta, sacó una foto. Y, por primera vez desde que todo había sucedido, sonrió. Habían pasado muchos años, pero aún recordaba ese día. El último cumpleaños que había pasado con él.


Pasó sus dedos por el rostro del niño de ojos cafés, que estaba del lado derecho, sonriendo, a pesar de que él siempre lo molestaba por su ortodoncia.


—Peter...


Su padre, antes de morir, le dijo la razón por la cual lo había apartado, como si fuera un traste viejo, pero él siempre había sabido cual era la verdadera razón para su destierro, y por eso siempre le guardo rencor. Lo había enviado lejos para apartarlo de él... alejarlo de Peter. Porque su amistad no era normal. Eso, fue lo único que alcanzó a entender de una conversación que su padre y Menken mantuvieron unos días antes de su viaje. En ese momento no comprendió a qué se refería su padre. Esas palabras, y las razones por las cuales su padre pensaba aquello, lo entendió algunos años después. Se había enamorado de Peter, sin ni siquiera saber, o comprender, que era el amor. Pero su padre, lamentablemente, si se había percatado de lo que sentía y, para remediar aquello que creía era un error en un Osborn, lo alejó.


Cuando fue consciente de que lo que sentía no era normal, se quiso alejar de todo, sobretodo de Peter. Necesitando olvidarse de aquel amor infantil que jamás debió sentir, y menos por otro hombre. Y lo había logrado, después de todos esos años, al fin se había olvidado de Peter Parker. O eso fue lo que creyó hasta que lo volvió a ver.


Había quedado desconcertado cuando le informaron que Peter estaba allí. Y, aunque pensó en negarse, algo le hizo querer verlo. En ese momento, se convenció de que ese algo no era más que las ganas de confirmarse de que lo había olvidado. Pero cuando, Peter, se giró hacia él, sonriéndole, después de tantos años, y para su desgracia, descubrió que aquello que una vez sintió por este, no había muerto como había pensado, sino, parecía haberse incrementado e incluso trasformado.


Un fantasma. Eso fue lo primero que dijo cuándo sus orbes se encontraron. Sus sentimientos, en ese momento, nuevamente lo abrumaron, como la primera vez que fue consciente de ellos y, sin saber que hacer o decir, lo miró por lo que parecieron ser horas. Rompiendo el silencio cuando la realidad nuevamente lo golpeo; ya no eran niños... y, lo más importante, eran hombres.


Sabía con exactitud cuántos años habían pasado. Ocho largos años pero no lo dijo, solo utilizó un número al azar, creyendo que él no lo recordaría. Pero para su sorpresa, Peter, también lo recordaba, como si también lo hubiese extrañado cada uno de esos años.


Cuando le mencionó cuál era la razón por la cual estaba allí, no se sorprendió. Peter siempre había sido así con todos, sobre todo con él. Pero cuando vio que él se disponía a subir las escaleras, sintió pánico, uno que pensaba había desaparecido hacía muchos años. Por lo cual intento alejarlo, siendo lo más frío que pudo con él, concluyendo aquella conversación con un simple gracias. Pero cuando vio su expresión de decepción, se dio cuenta de que ya no era aquel niño al cual obligaron a separarse de él, por lo cual, aunque no quisiera, debía dejar que Peter se fuera. Debía alejarlo esta vez él.


Sabía que no debía recordar aquellos estúpidos sentimientos infantiles. Sabía que si nuevamente estaba cerca de él, inclusive más terror a la muerte le tendría, porque jamás querría separarse, nuevamente, de él. Pero sus labios, a pesar de todo lo que sabía, se movieron sin su permiso. Decidiendo, después de tantos años, estar nuevamente con él.


Cuando se abrazaron, se sintió estúpido, pero no le importó. Simplemente quería estar con Peter, sin importar de qué forma, o si jamás le confesaba sus sentimientos. Y, sin importarle la junta en la que estaba, se fue con él, dejando todo como en antaño, solo para pasar el tiempo que más pudiera con Peter... simplemente ellos dos.


Cuando finalmente pudo hacer la pregunta que le carcomía, escucho por primera vez aquel nombre... Gwen Stacy. Pudo observar perfectamente la expresión de su rostro al hablar de ella, y sus temores fueron confirmados. Peter estaba enamorado. Quería a alguien que no era él. Y, por primera vez en su vida, envidió a alguien... a una mujer. Aún sin conocerla, porque ella tenía lo que jamás él podría, aun si intentaba, jamás lo obtendría. Jamás tendría el corazón de Peter Parker.


Ese día le confesó que quiso olvidarse de todo desde que se fue, incluso de él, pero jamás le dijo la razón de ello. Y agradeció que Peter fuera tan despistado en esos temas, y no le preguntó aquella razón que él creía haber olvidado con los años.


Cuando se inyecto el veneno de arañas, aferrándose a la idea de que se curaría, toda la rabia que había sentido en esos días aumento. Tanto, que era aquella emoción la que parecía controlar a su cuerpo, y no su cerebro. Solo quería ver sangrar literalmente a Spider-man. Pero cuando se percató de que este era Peter, dentro de aquella locura lo odió. La odio. Se odio. Porque lo quería y hubiese hecho cualquier cosa por él, pero sus sentimientos no eran recíprocos, y aquellos sentimientos filiales, que él decía tener, tampoco existían, hasta el punto de ser egoísta y negarle la única esperanza que tenía para vivir.


Había mirado nuevamente a Gwen. Por aquella chica, Peter hubiese hecho lo que fuera, sin importar qué. Cosas que ni si quiera por él haría. Y eso lo enojó aún más, creyéndose traicionado por aquel amor que él le tenía a ella. Por aquel amor que él sentía pero jamás sería correspondido. Ahí, en ese punto, la poca consciencia que todavía poseía fue enmascarada totalmente por el odio y la locura. Ni siquiera cuando ella le suplicó, se detuvo. Simplemente, observándola a los ojos, le dijo la verdad... Harry, ya no está. Aquellos emociones negativas lo habían arrastrado a la locura, y solo siendo movido por el deseo de deshacerse de ella, sin importarle las consecuencias, lo hizo. No le importaba si Peter sufría. O lo odiaba. Solo quería separarlos y que Peter sintiera lo que él sentía en ese momento.


Apartó la mano de la foto y nuevamente la guardó. Todo lo que le estaba sucediendo lo merecía. Todo lo que le sucedía lo aceptaba, después de todo, lo merecía. Pero si lo sabía y lo aceptaba, ¿por qué aún no se resignaba a no verlo?.


Se acostó, cerrando los ojos. No solo necesitaba verlo por su egoísta capricho, también tenía que encontrar la forma de hablarle sobre ese hombre, Gustav Fiers. Pero ¿cómo hacerlo si no quería verlo?. Estuvo pensando en ello por algunos minutos, y en quienes serían los seis siniestros, pero el cansancio lo venció.


<<<<>>>> 


—¡El Buitre suena perfecto!. ¿¡Esta es la única foto de él!?, ¿¡qué les pasa!?, ¿¡para eso les pago!?... ¡el público quiere verle!, ¡tráiganme fotos del buitre o aquí rodaran cabezas!


Nuevamente, escuchó los gritos provenientes de la oficina, y volvió a preguntarse por qué había decidido llevar las fotos al Clarín personalmente, en vez de enviarlas por mail como hacía desde el inicio. Pero casi instantáneamente desecho la pregunta porque recordó a que se debía su decisión; Lo estaba haciendo para evitar la nueva cita que su tía había concertado con la sobrina de la vecina, Mary Jane.


Había escuchado del carácter especial que poseía J. J Jameson, pero, a pesar de eso, le sorprendía todo lo que había escuchado en los cinco minutos que llevaba esperando.


Vio a dos hombres salir de la oficina. Uno parecía estar preocupado por algo y el otro, que era afroamericano, no parecía darle importancia a lo que había sucedido en el interior de aquella oficina. La secretaria le hizo una seña para que pasara.


—Así que eres Parker... —metió en su boca un tabaco, mientras lo estudiaba con la mirada —. Espero que no seas igual que los inútiles que acaban de salir. ¿Qué tienes? —le entregó una carpeta para que observara las fotos—. Te pagaré el doble si me traes fotos del buitre junto a esa amenaza pública... Spider-man —siempre le escribía, o decía, lo mismo, pero al final terminaba pagándole lo mismo —. Ahora lárgate, malgastas mi tiempo


No teniendo nada que hacer, después de leer un poco sobre el hombre que desde la noche anterior salía vestido de ave, decidió probar suerte y ver si se lo encontraba. Ya que, éste, se dedicaba a robar joyerías y por lo que pudo percatarse, seguía un patrón, por lo cual, tendría que robar justo la joyería que tenía enfrente. Por lo cual fijó la cámara, con telarañas, al edificio donde se encontraba.


— "Algo se acerca, pero no hace ruido" —se giró, en la dirección de donde creía que vendría el objeto —. "Es imposible que sea un avión" —se quedó observando algunos segundos más en esa dirección hasta que distinguió a unos metros, lo que parecía ser un hombre con alas —. "La suerte me sonríe "—quitó la cámara, y lanzó una telaraña, para acercarse un poco más a la joyería, pero estaba concentrado en sus pensamientos, que no se percató cuando golpeó un pedazo de concreto. Fijó la cámara, nuevamente, pero cuando giró hacia donde debería estar el buitre, este no se encontraba. —. "¿Dónde...?" —un golpe en la espalda, provocó que perdiera un poco el equilibrio y soltara la cámara.


—Al fin un oponente digno de mi ingenio —aprovechando que Spider-man se encontraba aturdido, volvió a pegarle con más fuerza, provocando que cayera al piso, semiinconsciente.


— "Maldición, me he confiado" —trató de levantarse, pero otro golpe lo arrastró a la inconsciencia.


—O tal vez no —lo subió sobre su hombro y empezó a volar, hasta que encontró un tanque elevadizo —. No eres tan listo como pensé... por lo menos espero que sepas nadar —lo lanzó en el interior y cerró la tapa.


Cuando cayó al agua, recobro el sentido, escuchando a lo lejos una estridente risa que, a los pocos segundos, dejo de escucharse. Respiró profundo, mientras se maldecía mentalmente. Subió su brazo para lanzar una telaraña pero el lanzador estaba vacío. Había estado pensando cómo evitar la "cita", que se le olvido recargarlo—. "Bien... piensa, Peter, no solo para cometer estupideces eres bueno" —tampoco podía escalar porque la humedad hacía que se resbalara —. "Bueno, al menos puedo elegir si morir por asfixia o inmersión... ¡gracias, buitre, por permitirme elegir!" —relajó sus músculos para... —. "Músculos... son más fuertes que los de una persona ordinaria" —se sumergió hasta el fondo y, cuando estuvo allí, saltó con todas sus fuerzas, logrando abrir la tapa en el proceso.


<<<<>>>> 


Colocó una almohada en su rostro cuando la luz de su habitación fue encendida. Apretándola lo más que pudo a su rostro, tratando de ignorar a la persona que ahora le hablaba y que, después de unos segundos, empezó a jalar la almohada para apartarla de su rostro.


—¿Enserio, Harry? —trataba de sonar molesta, pero no podía evitar que unas pequeñas risas se escaparan de sus labios mientras jalaba la almohada—. Tienes razón, no eres un niño. Pero te comportas como uno


Él aumento la fuerza en el agarre de la almohada, esperando que ella se cansara y lo dejara dormir. Pero en vez de eso, ella también aumento la fuerza en el agarre y siguió jalando. Después de casi un minuto de "luchar" porque la almohada permaneciera en su rostro, y al concluir que no lo dejaría en paz, soltó la almohada, e inmediatamente escucho como algo caía al piso.


Abrió los ojos. Y, después de mucho tiempo, no pudo evitar sonreír frente a alguien, ante aquella imagen. Felicia trataba de levantarse del piso. Cosa que le era claramente muy difícil, gracias al vestido azul oscuro ajustado que llevaba y los tacones. Se sentó en la cama, tendiéndole la mano para ayudarle.


—No es gracioso —dijo, con un poco de molestia. Pero la expresión de Harry no cambiaba—. La próxima vez empujare la almohada a tu rostro


Se encogió de hombros sin dejar de sonreír


—Por lo menos si muero asfixiado podré descansar sin que puedas molestarme —la almohada, que había permanecido en una de las manos de ella, golpeó suavemente su rostro, antes de caer en la cama —. Creí que vendrías hasta mañana —mencionó, mientras se recostaba nuevamente en la cama.


—No has salido de tu habitación en todo el día —dijo —. Bernard estuvo tocando la puerta, y nunca le abriste


—¿Ahora también me vigilaras, mami Felicia? —dijo, con una pequeña sonrisa, girando hacia ella. Ella frunció el ceño e intento decir algo, pero él no se lo permitió —. No lo escuche... creo que estoy un poco cansado. De hecho, quiero seguir descansando, ¿podrías dejarme hacerlo?


Irse. ¿Esa era una palabra que Felicia no conocía?. O, mejor dicho, no comprendía. Creía que había sido claro, pero cuando se percató de que no, le dijo directa y claramente "Lárgate, quiero dormir". Pero no le basto con quedarse, sino que, además, lo arrastró, literalmente, hasta la cocina. Lugar, en el que por cierto, jamás había entrado en su vida y, Felicia, parecía conocer muy bien.


—¿Qué haces? —inquirió, al ver que ella sacaba unas telas de una gaveta —. ¿Por qué simplemente no llamas a un restaurante? —pero ella seguía colocándose el delantal, mientras parecía pensar en algo. Después de unos segundos le lanzo un delantal a él.


—Cocinaremos —dijo, mientras sonreía. Él miró el delantal en su mano y, después de observarla, como si dijera ¿es una broma, cierto?, ella lo ignoró —. Haremos Spaghetti con salsa napolitana


"Como nunca has cocinado, harás lo más fácil, picar las verduras", eso había dicho ella, entonces ¿por qué no podía hacer una estupidez como esa?. Algo que se suponía debía ser fácil. Una pequeña mueca de dolor apareció en su rostro, mientras se mordía el labio inferior para que un gemido de dolor, o palabrota, salieran de su boca, nuevamente. Con una expresión de enojo, dejo el cuchillo en la mesa y, ante la mira de burla de Felicia, se sentó del otro lado de esta.


—Es una estupidez. Llama a un restaurante


Ella no dijo nada. Solo se acercó a él y, después de limpiarle los pequeños cortes, le colocó dos benditas.


Sin nada más que hacer, se quedó observando todo lo que hacía Felicia. Sospechaba lo que ella trataba de hacer, y no le agradaba. En todo el tiempo que estuvo en Ravencroft, ella siempre que podía iba a visitarlo y, además de informarle todo, era amable con él. Sabía que ella le había tomado aprecio y él, aunque no quisiera aceptarlo, también se había encariñado con ella. Pero no estaba seguro de que lo quisiera de la misma forma en que él lo hacía; como una amiga—. "¿Por qué lo haces?" —como si lo hubiera escuchado, ella levantó la mirada y le sonrió, pero él estaba tan concentrado en sus cavilaciones, que no se percató de ello.


Comían en silencio. O por lo menos él lo hacía, porque ella habla y sonreía por cosas que él ni siquiera estaba escuchando. Solo movía el tenedor entre la comida, como si tratara de encontrar algo, dando de vez en cuando pequeños bocados.


— ¿Harry? —levantó la mirada en reflejo por la mención de su nombre —. ¿No te gustó?


—Sí. Solo estoy cansado —no mentía. Aunque en parte su actitud se debía a que sus pensamientos estaban concentrados en otra persona; realmente quería y necesitaba dormir—. Creo que voy a dormir un poco —trató de levantarse pero su cuerpo cayó nuevamente en la silla. Estaba más cansado de lo que creía.


Felicia se levantó, acercándose lo más rápido que pudo.


—¿Estás bien? —trató de mirarlo al rostro, pero el flequillo se lo cubría totalmente.


—Solo... estoy cansado


—¿Harry? —le levantó el rostro, el cual ahora estaba extremadamente pálido —. No sé cómo pude confiar en que lo harías —lo soltó y salió de la habitación. Unos minutos después llegó con la medicina lista para aplicársela. Él no extendió el brazo, por lo cual se lo agarró para que lo hiciera —. ¿Te duele? —preguntó, ante la expresión de dolor que había hecho en cuanto le aplico aquel líquido azul.


—No tanto como los otros —dijo, en un pequeño susurro, mientras cerraba los ojos, y se recostaba en ella. Se quedaron en esa posición por algunos segundos, mientras ella le acariciaba los mechones de cabello, ahora ligeramente ondulados. Después lo ayudo a subir a su habitación.


<<<<>>>> 


Bajó en un callejón oscuro cerca de su casa. Sacó de su mochila ropa y se la colocó. Al finalizar, miró el reloj en su muñeca y sonrió. Por primera vez daba gracias de que ser Spider-man jamás le permitía llegar puntual a ningún lugar.


Abrió la puerta con cuidado, tratando de no llamar la atención, por si todavía las vecinas se encontraban en su casa.


—Peter... —giró, hacia la mujer que lo esperaba sentada en el sofá —... ¿por qué llegaste tarde?, la señora Watson y Mary Jane, se fueron hace una hora


Sintió un gran alivio, e inconscientemente casi sonríe, por lo cual se mordió el labio inferior —. Lo siento, tía May, trate de llegar antes, pero ya sabes... el tráfico —la mujer frunció el ceño, pero después sonrió.


—Deje la comida en el microondas... necesito descansar —la mujer se levantó del sofá, sonriéndole maternalmente —. Ya ha pasado un año, debes dejar ir el pasado, Peter —intento replicar, pero ella no se lo permitió —. Come y descansa —le dio un beso en la frente, para después subir las escaleras.


— "¿Dejar ir a Gwen?" —eso era algo que no podía, o quería, hacer. Ella no solo había sido el amor de su vida, también, había sido su polo a tierra, la persona que lo entendía y lo ayudaba a tomar las decisiones correctas. Gwen había sido su única y mejor amiga.


Miró el reloj. Ya era casi media noche, y aún no encontraba la forma de evitar que el buitre fuera tan escurridizo. Se acostó en la cama, y agarró la foto, que se encontraba sobre la mesita de noche, donde estaba con Gwen —. Tú ya tendrías la solución —después de observar la foto por algunos segundos, la colocó a su lado, sobre la cama, y cerró los ojos. La necesitaba. Gwen simplemente hubiese observado al buitre, percatándose inmediatamente que... abrió los ojos y se sentó.


—¡Claro, utiliza energía magnética para volar! — se preguntó cómo no se había percatado de ello antes, ya que a simple vista era muy obvio gracias a su vuelo silencioso, pero él no lo había tenido en cuenta —. "Por eso eras el segundo de la clase" —escuchó aquellas palabras en su cabeza y una sonrisa cargada de tristeza se formó en sus labios, mientras agarraba nuevamente la foto —. Siempre tuviste razón, nena... eras la mejor


Las siguientes horas las utilizó para fabricar un inversor anti-magnético. Cuando miró nuevamente el reloj, suspiró de forma cansina. Aunque se bañara y vistiera a una velocidad sobrehumana, como siempre, llegaría tarde a clases.


<<<<>>>> 


—Este trato no solo me beneficiara a mí —dijo, con una pequeña sonrisa, antes de beber del vaso que sostenía en la mano derecha —. Ambos sabemos que te conviene más que el joven Osborn este fuera de ese lugar —sonrió más ampliamente, cuando la mueca, que hizo el aludido, a pesar de que era de enojo, le daba la razón—. ¿Aún lo tienes?


—Espero que cumplas tu palabra y puedas manejar a ese mocosos —colocó frente al otro hombre un portafolios negro. Estaba visiblemente enojado por lo que tenía que hacer, pero si quería quedarse con las acciones cuando Harry muriera, tenía que hacerlo —, no pienso perder lo que por años he ayudado a mantener


Había utilizado sus influencias para que Oscorp no se viera implicada con el escándalo del duende verde, y menos el accionista mayoritario. A pesar de odiarlo, hizo lo que considero necesario para impedir que las acciones se desplomaran. Y, nuevamente, haría lo que considera necesario para ser el accionista mayoritario y desaparecer definitivamente a Harry Osborn.


—No te preocupes, ni si quiera notaras su existencia... Tengo grandes planes para él —una sonrisa lasciva apareció en sus labios, mientras observaba las fotos y el tubo que contenía una sustancia verde brillante.


—Sobra decirte que nadie puede enterarse que esa información salió de Oscorp


Antes de que el hombre pudiera responder, tocaron la puerta, entrando dos segundos después un hombre.


—Ya están aquí, señor —salió, después de que el aludido hiciera un asentimiento de cabeza. Unos minutos después, entró Harry acompañado de Felicia.


—Ha pasado mucho desde la última vez, Harry —a pesar de que sonreía amistosamente, en sus ojos, se podía reflejar todo el desprecio que sentía por él.


Harry no respondió, solo lo miraba de la misma forma en que él lo hacía. Sabía que nunca le había agradado a ese hombre, sentimiento que, desde que lo conocía, era mutuo.


—Puedes retirarte, Felicia —ordenó, sin ocultar esta vez su desagrado. Si seguía manteniendo a esa mujer ahí, era porque sabía que Harry confiaba en ella y eso, por el momento, le era de gran utilidad. La mujer pareció titubear unos segundos, pero, después de un asentimiento de Harry, salió —. Supongo que recordarás a Gustav Fiers —Harry miró hacia el mencionado, percatándose en ese momento de su presencia —. Los dejaré a solas para que conversen a gusto —mencionó, para después salir.


—Se ve mejor que en aquella ocasión, joven Osborn


—Creí que había sido claro en aquel momento —dijo, sin rodeos, después de atar cabos —. Si cree que por sacarme de Ravencroft...


—Lo que hice no tiene nada que ver con mi propuesta —dijo, interrumpiéndolo, mientras se levantaba de su asiento —. No estás obligado a hacer nada que no quieras. Solo me pareció una pérdida, que alguien como tú, estuviera en un lugar como ese... —caminó hasta que dar frente a él —...aunque tengo que reconocer que todavía quiero que formes parte de nuestro equipo


—No creo que necesite de mi ayuda para destruir a Spider-man —dijo —. Además, si decidiera hacerlo, no dependería de otras personas, lo haría yo mismo —intentó girarse para salir, dando por terminada la conversación, pero el hombre frente a él, no se lo permitió. Le tomó la barbilla e hizo que lo mirara. A pesar de que le parecía muy incómoda la situación, no se apartó.


— ¿Tan rápido perdonaste a Spider–man por lo que te hizo? —sonrió —. No, tú eres un Osborn y, por ende, jamás lo harías. Él fue quien hizo que estuvieras allí... todo lo que sucedió es culpa de él. Nuestra alianza te conviene, Harry... Spider-man debe desaparecer. No solo te ofrezco la destrucción de ese trepa muros, también te doy la oportunidad de recuperar lo que por derecho te pertenece y la cabeza de Menken


Movió el rostro para soltase, pero sin dejar de mirarlo a los ojos.


—Lo mismo que le ofrece a él. ¿Por qué tendría que confiar en usted?


—Eres igual a tu padre —sonrió, cuando una expresión, mal disimulada, de enojo, apareció en su rostro—. Porque Menken es un imbécil que se conforma con tan poco. Tener dinero no significa que tengas poder. Menken cerró todos los proyectos que le darían ese poder, solo para no perder unos cuantos millones, que ni siquiera le pertenecen... por lo menos hasta tu muerte —él lo había mantenido con vida en Ravencroft. Lo había mantenido con vida para que lo ayudara a destruir a Spider-man. Para que él destruyera a Peter—. Te ofrezco destruir a las personas que te enviaron a Ravencroft y obtener más poder que tu padre


Abrió el portafolio, que le había entregado Menken, girándolo hacia Harry. Había fotos y algunos expedientes. Pero de todas las fotos, hubo una que captó inmediatamente su atención y, con dedos temblorosos, la agarró, preguntándose por qué ese hombre tenía información de él, o si ya sabía quién era Spider-man. Pero al observar las demás fotos, se percató de que habían sido tomadas de proyectos especiales, que se suponía, Menken, había cerrado por completo.


—Peter Parker —a pesar de tener la foto en sus manos, no pudo evitar sorprenderse, aún más, cuando se percató del tono que había utilizado aquel hombre para nombrarlo. Odio y asco —, es otro enemigo que tenemos en común... queremos verlos destruidos.


— ¿Peter Parker? —apartó lentamente la mirada de la foto, dirigiéndola hacia el contrario, quien lo observaba fijamente.


—Digamos... que sus padres dejaron algunas cuentas pendientes.


Estuvo tentado a preguntarle a que asuntos se refería, pero antes de que pudiera decir algo, el hombre tomó las fotos y documentos, dejando que en el fondo del portafolio se observará un pequeño tubo.


—Si algún día lo necesitas...


Inmediatamente lo reconoció. Aquella sustancia verdosa brillante que parecía llamarlo. Estiró sus dedos y acarició suavemente el tubo. Solo una inyección, solo eso bastaba. Si se inyectaba nuevamente, no volvería a ser débil. Dejaría de ser débil físicamente, pero sobre todo emocionalmente. Nuevamente le dejaría de importar todo, inclusive si Peter lo odiaba o no... dejaría de sentir aquello que sentía por él... dejaría...


—"Lo lastimarías nuevamente" —apartó la mano como si el pequeño tubo le quemara. Si volvía a inyectarse nuevamente, no solo sería más fuerte, también podría dañarlo, y eso jamás lo soportaría. Cerró el portafolio y se levantó, dirigiéndose hacia la salida, sin mirar al hombre que lo observaba fijamente.


—Naciste para grandes cosas, Harry. Puedo ofrecértelas


—No somos amigos —dijo, en referencia a la utilización de su diminutivo.


—Tienes razón —sonrió—, pero eso es cuestión de tiempo


Cuando asió el pomo de la puerta, se quedó ahí, algunos segundos, hasta que decidió de volverse. Estiró con duda el brazo, tomando el pequeño portafolio. A pesar de que aquella sustancia parecía llamarlo, tenía que resistirse. Tenía que actuar con inteligencia. Tenía que hacerlo por él.


El hombre sonrió al verlo salir de la habitación. Aún no confiaba en él, pero solo era cuestión de tiempo para que terminara haciendo lo que deseaba. Pero mientras eso sucedía, podía utilizarlo sin que se percatara de ello.


Sacó de su chaqueta un celular e inició una llamada.


—Necesito que antes de que vayas a Park Avenue, le presentes a Spider-man nuestro nuevo integrante... ya va en camino —fue lo único que dijo antes de finalizar la llamada—. Serás de utilidad para muchas cosas, Harry


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).