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Eslabones de fuego y hielo por kurotsuki_mikoto

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Notas del capitulo:

Comenzare con una disculpa para no perder la costumbre (?)

 

Creo que ya es algo destacado que suelo cuidar el orden (al menos de los tres principales fics que llevo) de actualización y debido a esto he tardado más de lo habitual. ¿Por qué? Bueno, la inspiración para este capítulo venía sin pedir permiso cuando yo estaba de terca en actualizar primero Heladas Noches de Verano.

 

Lo que me lleva a la disculpa por romper el orden, pero de seguir así la distancia entre cada actualización habría sido mayor :'(

 

No voy a abandonar ningún fanfic (exceptuando F1 y los que son de otros fandoms ajenos al Hijack) y espero que, a pesar de mi tardanza, aún me otorguen el bonito privilegio de tenerlos como lectores uvu

 

Bueno, con eso dicho, vamos ya:

 

Aclaraciones:

 

-Fanfic en primera persona desde el PoV de Jack

 

Advertencias:

 

-Contenido homosexual

 

-Personajes de HTTYD y RoG no me pertenecen (?)

 

 

Más caídas así, por favor

 

Me dolía todo el cuerpo, algo normal para una caída que no podía ser considerada como "corta".

 

—¿Hiccup?

 

A pesar de que lo sentía tan cerca con sus brazos rodeándome para evitar que la caída nos separara, podía escuchar las quejas que intentaba guardar en murmullos demasiado bajos para evitar que sonaran en alto, pero no lo suficiente para que evitara que yo los distinguiera.

 

—Te dije que ibas a resbalar.

 

Y aunque ambos estábamos cubiertos de raspones, con la ropa llena de tierra, musgo y algunas partes donde la tela había cedido a la presión de las espinas, vernos el uno al otro en ese estado de desastre nos hizo reír como no lo creí posible.

 

Él, que siempre portaba la imagen segura y fuerte de un líder, en ese momento estaba frente a mí con el cabello hecho un caos y su cara manchada como la de un niño que acababa de jugar en un pantano sin supervisión. Y podía apostar a que yo no tenía mejor pinta.

 

—Bueno, a veces uno debe comprobar las teorías del mundo ¿no?

 

—No, Jack, no aplica.

 

Nos levantamos con cuidado. En parte para cerciorarnos de que el suelo bajo nosotros no era tan inestable como las raíces que nos habían tragado en el bosque y en otra y más importante, porque no quería separarme tan rápido de él.

 

A nuestro alrededor sólo había penumbra, al menos a la altura de nosotros, pues más adelante se encontraba un lago que parecía brillar por cuenta propia. El agua reflejaba la luz de estrellas que no se veían en el cielo nublado y un cuerpo brillante que parecía la luna misma.

 

—... ¿Dónde estamos? — a pesar de que ambos nos preguntábamos lo mismo, ninguno pudo encontrar una respuesta concreta a la pregunta.

 

Tuve que hacer memoria pues quizá omitimos un detalle importante. Minutos antes de caer, estábamos a la orilla del bosque como acostumbrábamos, donde podíamos viajar de forma segura sin tantas interrupciones fuera de uno que otro bandido.

Yo, como siempre, me había alejado un poco para pasear lejos del sendero, una costumbre a la que me había aferrado para mantenerme cerca de la naturaleza, de los árboles que parecían susurrar palabras y las sonrisas que algunas hadas me dedicaban cuando ninguno de mis compañeros veía.

 

Sí, me había alejado pero Hiccup ya estaba acostumbrado y dio a entender que nos detendríamos pasados unos abetos. Luego escuchamos ruidos violentos de troncos rompiéndose y cuando el suelo que pisé falló… terminamos aquí.

 

—¿Nos atacaron? — preguntó preocupado aunque no muy convencido. Por encima de nosotros se veían las siluetas de los árboles, algunas nubes de las cuales se alcanzaba a vislumbrar su contorno y ya. No había más.

 

—No creo. Si fuera un ataque habría más ruido, del campamento o de los que nos atacaron.

 

Me encogí de hombros sin querer buscar mucho o pensar demasiado.

 

—Pero es un buen momento para sentarnos ¿no? — me dejé caer a la orilla del lago que había frente a nosotros, disfrutando el extraño brillo de las estrellas en la superficie y escuchando como Hiccup se rendía por el momento y sólo dejaba salir una risa cansada.

 

—Nos traga el suelo y tú lo encuentras como un buen momento para sentarnos...

 

No parecía contento, pero al final accedió a sentarse a mi lado, algo que me causó una sonrisa estúpida por lo cerca que se sentía su hombro. Si bien tenía razón, me resultaba difícil encontrar algo fuera de lugar en ese momento.

 

—Ya veremos cómo volver.

 

O mejor dicho, ya nos encontraría Er. Siempre que me alejaba se ponía a volar alrededor con la excusa de dar un paseo rápido para estirar las alas, sin embargo, al final estaba preocupado. Y yo lo sabía. Empezaba a perfeccionar la habilidad de poder leerlo por encima de sus palabras frívolas e indiferentes.

 

Desde este punto era complicado saber si la oscuridad era porque la noche estaba sobre nosotros o por lo altos y cerca que estaban los árboles unos de otros. Escuchábamos algunas melodías de insectos que deambulaban en el bosque o roedores que corrían detrás de nosotros para alejarse del sitio donde descansábamos.

 

La luz que se reflejaba…. No, que emanaba la laguna era hipnotizante, relajante y hasta cierto punto adictiva. Daban ganas de quitarse la ropa y sumergirse en el agua, bailar con la corriente...

 

—Jack.

 

Hiccup llamó  mi atención justo en el momento en que las estrellas en el reflejo del agua comenzaban a moverse. Sí, a moverse, deslizándose como diminutos pececillos hasta la orilla donde nos encontrábamos sentados.

 

—Lo siento, ¿interrumpimos algo cuando caímos? — hablé por educación, porque sabía que aquellos ases de luz tenían vida. De nuevo, era difícil que algo me sorprendiera después de todo lo que había pasado durante el viaje, y siendo sincero no se me ocurría qué otra cosa hacer en esa situación.

 

Pero las luces no contestaron. Se mantuvieron estáticas, como si nos estuvieran estudiando, antes de que la luna se levantara por encima de la superficie y lentamente deformara el círculo perfecto que la conformaba, estirando lo que parecían ser brazos, piernas, una cabeza; y el viento lo agitara hasta consolidarse en un hombre con una sonrisa tan cálida como el sol y unos ojos tan oscuros como el cielo nocturno de esa noche.

Era alto, un poco viejo pero sus ojos tenían el mismo brillo que un chiquillo jugando en el mercado del pueblo. Quizá si no hubiese tenido la barba tan larga, podría haber aparentado menor edad a la que su piel arrugada señalaba.

 

—Para nada. La noche apenas llegó a nosotros. Debo disculparme, olvidé cerrar la compuerta— el anciano caminó por el agua como si de suelo se tratara. Tomó asiento en la roca que asomaba por encima de la laguna y animó a las demás lucecillas a manifestar su verdadera forma al salir de su escondite. — ¿Quieren algo de beber?

 

Nunca confíes en nadie que te ofrezca nada. No bajes la guardia, no muestres debilidad. Esas y más reglas nos habían mantenido a raya de cualquier problema desde que caí en las garras de la cruda y terrible realidad de ese mundo en el que vivía. Pero ahí, sentado con Hiccup a mi lado mientras el anciano me ofrecía una taza de barro con agua del manantial, las reglas parecían absurdas y una exageración.

 

Acepté la invitación mientras Hiccup la rechazaba de forma educada y parecía tensarse cuando el sujeto comenzó a buscar algo entre los harapos que conformaban su capa de viaje.

 

—¿A qué compuerta se refiere?

 

Yo también quería saber, pero me parecía más importante degustar el agua que parecía adquirir un sabor dulce, tibio y agradable en mi garganta.

 

—A la compuerta que les condujo hasta aquí. No suelo cerrarla a menudo porque hay pocos magos merodeando por estos rumbos, pero fue mi error. Tengo que cuidar eso.

 

Sonreí sin entender mucho su respuesta pues Hiccup no era ningún mago. Probablemente estaba averiada o simplemente su magia fuera defectuosa, pues ambos fuimos capaces de entrar en el claro sin dificultad alguna.

 

Mi sonrisa se ensanchó al ver el ceño fruncido que Hiccup ponía y formaba esas curiosas arrugas entre sus cejas que parecían tener la forma de una pequeña cara enojada por cómo se desfiguraba su piel en ese diminuto punto.

No lo había notado hasta ese momento, pero Hiccup tenía facilidad para quedarse con el ceño fruncido o muy serio. Eso no podía hacerle bien a su salud, debía relajarse al menos un poco...

 

—Se le subió la bebida.

 

—Se le subió.

 

Las diminutas voces susurraron con la misma alegría que yo sentía en ese momento. Provocando un cosquilleo en mi nuca cuando una paso volando cerca de mi cuello, y las ganas de reír en ese momento sílo me aumentaron cuando Hiccup cambio de postura para recargarme contra su cuerpo y esconderme entre sus brazos con una naturalidad que casi me ofendía.

Casi.

 

¿Me habían drogado? Quizá, pero siendo sinceros volvería a tomar esa maldita taza sólo para que Hiccup me abrazara de esa manera.

 

—¿Qué le diste?

 

No pude evitar reír por la forma tan agresiva y demandante que usaba para hablarle al anciano ¿Eso no podía contar como falta de respeto a los mayores?

 

—¿Sabes algo? Eres un maleducado. No deberías hablarle así a un anciano.

 

El hombre se encogió de hombros sin compartir la misma sonrisa que sentía en mi cara y, aunque parecía tan divertido como yo por la forma tan protectora que Hiccup había adoptado, habló con más elocuencia.

 

—No le di nada que él no deseara.

 

Y estaba en lo correcto, porque tenía entendido que hasta el momento, me moría de sed. ¿No?

 

—¿Bailamos?— las pequeñas y dulces lucecillas comenzaron a flotar cerca de él, deformando su contorno para dar paso a diminutas criaturas que eran del tamaño de su mano. Con vestidos y trajes hechos de hojas y lianas que no alcanzaban a cubrir las alas que utilizaban para moverse.

 

—¿Hadas?— pregunté sorprendido y dejando que se acercaran a nosotros para que jalaran un poco los dedos de Hiccup y él me soltara.

 

—¿Bailamos?— repitió una segunda que me empujaba de forma débil la mejilla y, aunque nada se escuchaba más tentador que bailar ahí con ellas revoloteando a mi alrededor, tuve que hacer consciencia de que si debíamos hacerlo en ese momento...

 

—¿Bailamos?— esta vez fui yo quien repitió lo que ellas preguntaban. Pero no a ellas, no al anciano, no.

 

Yo quería bailar con Hiccup.

 

—Jack...— pareció dudarlo pero yo tenía que admitir que mi nombre en sus labios se escuchaba terriblemente bien. ¿Siempre lo decía en ese tono? —Detalles— y volvió a hablar con el señor frente a nosotros.

Con impaciencia y un poco de indignación por no ser escuchado como yo quería, me levanté lo más abruptamente que pude, tambaleándome un poco y recuperando el equilibrio con ayuda de las hadas que reían y buscaban bailar alrededor mío.

 

—Ya, levántate y baila conmigo o voy a bailar yo solo.

 

En mi mente la amenaza sonaba más grave, pero daba igual. Inventaría las amenazas necesarias para que levantara su rebelde trasero, tomara mis manos y siguiera el extraño ritmo que alcanzaba a escuchar por parte del viento acariciando el agua y las ramas del árbol que se encontraba en medio de la laguna.

 

—Paz— el anciano habló a mis espaldas —Eso le di a tu amigo.

 

—Ya, ahora que sabes, ven— estiré mis manos para que se acercara a escuchar el sonido que hacían las hojas con ayuda de la brisa, el pequeño campanilleo y los toques agudos y algo graves que las gotas provocaban al caer en el agua, la tierra y algunas rocas. Con cada segundo el sonido se volvía más fuerte, más obvio, más tentador para que uno simplemente se dejara llevar.

 

—¿En serio?— pero Hiccup seguía desconfiando del anciano y con eso sólo me dejaba con los brazos estirados y vacíos. —¿Y por qué se lo diste?

 

—Porque se lo merecen, hijo de Estoico.

 

El nombre me pareció curioso aunque no lo suficiente para dejar mis intentos para llamar su atención ahora que parecía más necio a no quitarle los ojos de encima al anciano.

 

—¿Cómo...?

 

—Conozco a todos y todos me conocen a mí— el hombre se acercó a tomar una de mis manos que aún tenía estiradas y en ella dejó otra copa con agua de la laguna que brillaba detrás de nosotros —Se avecina una guerra en donde yo no puedo ser participe, por ahora, lo menos que puedo hacer es regalarles un respiro… lo necesitaran.

 

Con sus manos me invitó a beber de nuevo y no necesitó insistirme mucho para que yo obedeciera pese a que Hiccup parecía tener una queja al respecto.

El segundo tuvo un sabor diferente al anterior. Dejaba una sensación fría en vez de tibia, y aunque todavía quedaba la dulzura que el primer trago me dejaba, una sensación fresca me recorrió la boca, la garganta y siguió hasta mi estomago donde parecía instalarse una nueva sensación de comodidad.

 

Me sentía como hace semanas, meses e incluso años no lo hacía: Me sentía bien.

 

—Técnicamente no estoy de ningún lado— el anciano continuó hablando pero yo dejé de prestarle atención. Estaba más ocupado en dar pequeños sorbos a la taza que parecía enfriarse más con cada sorbo que probaba —Pero… los árboles tienen oídos, las paredes ojos y los ríos hablan… en favor de él.

 

Sonreí cuando terminé de beber y le devolví el recipiente al anciano. Mismo que lleno como en las veces anteriores pero en esa ocasión fue él quien bebió.

 

—¿A qué sabe?— pregunté por impulso, por mera curiosidad.

 

—¿Para mí? Sabe amargo y picante, deja una sensación agradable en la garganta ¿no?

 

Fruncí el ceño y negué con la cabeza antes de asentir.

 

—Sí... pero no me sabe a eso...

 

—¿No? ¿Y a ti a qué te sabe, hijo de los Overland?

 

Si Hiccup logró relajarse con su plática, demostró que no era así al ponerse entre ambos y tomar mi mano con una mesura que estuve a punto de maldecir.

 

—¿Cómo sabes quién es él?

 

—Me sabe a menta o algo por el estilo— pero a mí no me importaban ya sus dudas existenciales. En su lugar, aproveché que por fin lo tenía en mis manos para jalarlo en mi dirección e invitarlo a seguir los pasos que empezaba a dar a la orilla del cuerpo de agua —¡Pero ya! ¡Bailemos!— exclamé divertido.

 

Divertido por su sorpresa y la poca gracia con la que se movía, por la forma en que se sostenía de mis brazos para permanecer cerca mío y el cómo podía distraerlo tan fácilmente.

 

Cuando di un paso en falso que nos llevaría a empaparnos, intenté recuperar el equilibrio. Probando suerte y dirigiendo mis pies en dirección a la superficie para flotar de la misma forma en que el anciano lo había hecho.

Para mi sorpresa, funcionó. Pero no fue a causa de una flotación normal, no.

El lago literalmente se había congelado para evitar que yo cayera al agua y me fuera posible tomar impulso para abrazar a Hiccup como si fuera el objetivo que estuve buscando en toda la noche.

Y quizá lo era.

 

Podía escuchar la risa sincera del mago cerca de nosotros y la emoción de las hadas al tener una zona donde patinar. Yo sólo me podía concentrar en los latidos de él, esos que aumentaban el ritmo cuando lo estrujaba o me negaba a alejarme y creaban un nuevo sonido que mi cuerpo podía invitarlo a seguir.

 

—Un guerrero debe pulir sus mejores armas para usarlas en la batalla, tú lo sabes, yo lo sé. Él no— a pesar de que Hiccup seguía hablando con el mago, me parecía adorable y reconfortante que empezara a seguir la melodía (aunque de forma torpe) del pequeño baile que estábamos teniendo. Uno donde nuestros cuerpos se balanceaban como si el viento nos moviera o el río nos meciera. —Si no me equivoco, ya desenfundo su espada. Pero no la ha usado, no ha practicado, ni siquiera sabe sostenerla. Sólo es un chiquillo que usa una espada como un garrote por tanto oxido y lodo que tiene encima.

 

Sonreí al sentir sus manos acariciar mi antebrazo e invitándome a girar para terminar de nuevo contra su cuerpo.

 

—O bueno, usaba. Ahora es su turno de saber cómo usarla.

 

Ambos volteamos a donde el anciano comenzaba a evaporarse, desintegrarse junto todo lo que le rodeaba y las hadas se despedían de nosotros con singular alegría.

 

—Mis mejores deseos para el Jefe Dragón y el Joven Mago.

 

Reí de nuevo por los títulos que le ponía a Hiccup y quizá haber reído pudo ser más fácil si la gravedad no hubiese golpeado nuestros cuerpos directo a un matorral lleno de espinas que borraron cualquier sonrisa que tuviera hasta el momento.

 

Con trabajo y a punta de patadas, nos levantamos del piso para ocupar nuestras manos en quitar las espinas que teníamos a la vista y luego ayudarnos mutuamente con las que no alcanzábamos en la espalda.

Hasta el momento no había notado lo sorprendido que Hiccup se encontraba.

 

—Eres un mago...— dejé que la palabra flotara en mi mente hasta que tomó mis muñecas con una fuerza que no reconocí hasta el momento —Jack, eres un mago. Puedes usar magia.

 

Sonreí sin creerle, sin poder hacerlo... sin querer sentirme decepcionado si sólo era una falsa alarma.

 

—Claro que no, Hic. Te has de haber golpeado la cabeza en la caída. Ese señor era un mago, yo no lo hice desaparecer o a nosotros, fue él. Además, quienes pueden hacer magia son mi hermana y mi madre, yo no puedo.

 

—Pero la hiciste.

 

—No— la paciencia continuaba en mi lengua pese a que empezaba a molestarme que no creyera en lo que le decía —Hiccup, ya me han intentado entrenar o despertar lo que sea que-

 

—Le congelaste la rodilla a ese sujeto— pero me interrumpió y la forma en que sujetó mis manos, con tanta calidez y seguridad fue… imposible estar enojado con él —Creí que eso era por otra cosa, pero cuando me lo topé, lo vi. Y hace unos momentos, el lago…

 

—Fue por sí solo.

 

La verdad no quería creerlo, prefería no hacerlo. ¿Cómo manejaría la decepción y frustración conmigo mismo si lograba tragarme la idea y luego no era capaz de repetirlo? No, estaba mejor así.

 

Hiccup chasqueó la lengua visiblemente fastidiado. Dejándome a un lado para buscar una rama gigante que me tendió y antes de que supiera que quería hacer, tuve que esquivar el golpe que intentó darme en la cabeza con otra rama que había tomado para él.

 

—¡¿Qué estás haciendo?!— bloqueé con cierto trabajo el segundo golpe que iba ahora a mi estómago y, aunque la noche y el bosque me dificultaban ver sus movimientos, al parecer el también tenía sus obstáculos para atinarme un mísero golpe. Pero eso no evitaba que pasaran cerca, que rozaran mi cuerpo y que fueran a doler peor que una caída si me lograba dar. —Hiccup, ya. Basta. — Continué bloqueando y esquivando sus ataques, tropezando con algunas ramas y arbustos que me obligaban a tirarme al suelo y rodar lejos de él.

 

¿Por qué me atacaba? ¿Acaso todo había sido una actuación? ¿Sólo fue por mí con la creencia de que podía hacer magia? ¿Qué iba ayudarlo? ¿De eso se trató todo?

 

No lloré, por supuesto que no lo hice. Quizá una u otra lágrima se escapó, pero era por la adrenalina, no era por la decepción ni tampoco por haber pensado bien de él.

 

Cuando creí tener una oportunidad para devolverle el golpe, una enorme silueta interrumpió nuestro intercambio de golpes. Me sujetó de mi ropa y al parecer Hiccup sufrió la misma suerte pues se escuchaba su reclamó cuando la bestia agitó sus alas y nos elevó lejos de los árboles.

 

Todo tuvo sentido en ese momento. Ahí, con la luz de la luna iluminando el claro y a nosotros.

Por un lado lo entendí. Sabía quién era esa bestia que ahora nos llevaba de vuelta al campamento con una furia que sólo podía leerse en sus ojos (algo que pude ver de reojo).

Y por otro estaba la rama. Aquel trozo de madera que se había hecho más pesado con cada bloqueo que realizaba o por el ataque que intentó asestar. Pero no era sólo madera, para ese momento una gruesa capa de hielo la cubría al punto que parecía más una porra con clavos que una inofensiva ramilla.

 

Por tercera vez en el día, caí.

Er me dejó caer de su pico sin ninguna delicadeza mientras sus garras ponían a Hiccup contra el suelo y parecía dispuesto a rebanarle el cuello.

 

—¡Alto!— dejé a un lado la madera para acercarme rápidamente a empujar su pico e invitarlo a que se quitara de esa amenazante posición que estaba poniendo en alerta a los del campamento que aun no notaban que su líder estaba debajo del enorme grifo desconocido. —No me hizo daño, fue una especie de entrenamiento improvisado. No le hagas nada, por favor.

 

Sus plumas se erizaron totalmente y por un momento creí que iba a ignorar mi pedido. Algo que me provocó un escalofrío y ganas de vomitar de sólo imaginarlo

 

Pero no. Se limitó a rugir de mal humor en mi dirección, empujándome con su pico para que le abriera paso y él fuera capaz de retomar el vuelo que debía llevarlo a donde sus pertenencias se habían quedado cuando se transformó.

 

Hiccup me miró con asombro y con una sonrisa que no pude identificar como felicitación o agradecimiento por quitarle de encima a un grifo furioso que se alejaba a vuelo veloz de nosotros.

 

—Tienes tu encanto con las bestias— bromeó sin dejar de sonreír aunque parecía un poco nervioso todavía. —Y… perdón, pero tenía que demostrarte que...

 

—Shh— posé mi dedo sobre sus labios para que dejara de hablar y me prestara atención. Que hiciera caso sólo me empujó a sonreírle con burla y cierta suficiencia —Ah, mira, sí tengo mi encanto con las bestias.

 

Puso los ojos en blanco y concentramos nuestra atención en los demás, en los curiosos que se acercaban a preguntar si era un dragón conocido o uno salvaje que no pudo domar.

 

Le sonreí y él me devolvió el gesto.

Aún no me lo creía por completo, pero la verdad estaba ahí, palpable y al alcance de mis dedos.

 

Quizá si era un mago.


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