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Re: Lo que ahora es, ¿puede ser lo que fué? por Comunidad SinJu

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Notas del capitulo:

Creo que si fue una buena decisión cambiar las escenas de los mundos. Los capítulos quedan muy bonitos así~

¡Disfruten la lectura!

Lo que ahora es, ¿puede ser lo que fue?

Capítulo 4. No es tan malo.

Pasaron cinco días complicados en casa. Lo complicado no era que Judal lo desconociera y lo alejara siempre que intentase algo, o que lo insultara y lo llamara “copia” o “tarado” o cualquier cosa. Lo complicado era que se negaba a vestirse decentemente, a comer y a dormir con él. Francamente Sinbad estaba comenzando a tener severos problemas.

Lo único que su esposo ha accedido a comer eran las dichosas paletas del tarro del doctor. ¡Y eso estaba muy mal! Era una mala alimentación. Ni siquiera ha querido beber.

Si pensó que tomarse una semana de vacaciones iba a hacer que Judal se tranquilizara no funcionó. No puede decir que no estaba disfrutando, en realidad las películas distraen mucho a Judal y solo en ese momento es cuando Sinbad puede ir a la cocina, preparar algo rápido y dejarlo sobre la mesa de la sala. Es ahí cuando, quizá sin darse cuenta, a Judal le gusta llevarse toda la comida al sofá individual para comérsela toda él solo.

Se le llama estrategia.

Dormir no era tan complicado. Desde el primer día Judal le había dejado muy en claro que no piensa dormir en la misma cama que tremendo idiota. El amor le da mucha paciencia, al menos el sofá es cómodo.

Pero la paciencia en algún momento se irá.

— Judal, ¿quieres salir al parque?

— No.

— ¿Quieres que salgamos a cenar?

— No.

— ¿Quieres-                       

— No, no quiero.

Bueno, el “no quiero” es nuevo. Al menos.

Las palabras del doctor Ishi fueron claras. Que Judal descanse, coma bien y esté en ambientes relajados. ¡Pero ni siquiera quiere salir! Y aun si él se alistaba y fingia salir, Judal solo se asomaba por encima del sofá para verlo irse y luego le daba toda su atención a la televisión otra vez.

Total, Sinbad terminaba por salir a caminar a solas por la cuadra, la mayoría de veces regresaba con una o dos bolsas de compras del supermercado.

— ¿A dónde fuiste?

— A la tienda.

— ¿Trajiste dulces?

— Claro. Panecillos dulces y caramelos. Eh, eh. —Lo calla con un gesto cuando nota que quiere ordenar algo otra vez. — Mañana. —Advierte, para fastidio de Judal, quien rueda los ojos. Sinbad suspira. — Bebé, has comido muchos dulces hoy. No podrás dormir luego.

— Deja de llamarme bebé.

— Bebé.

— ¡Sinbad!

— ¿Sí, bebé?

— Eres un idiota. —Refunfuña en voz baja, mientras sube las piernas al sofá y hace un pucherito.

El humano se dirige a la cocina para guardar las compras y luego regresa al sofá, tomando asiento en el grande. Apoya los brazos en sus rodillas y mira al muchachito con interés.

— Mañana vamos a un spa.

— ¿Qué es eso? Suena gracioso. Spa. Es como un sonido. Spa, spa. —Y mientras lo dice, señala sus labios, burlón.

Tiene razón, es como un sonido.

— Pues mañana iremos. Creo que podría hacerte bien. Te gusta mucho ir al spa.

— Ni de coña voy. No saldré de aquí hasta que alguien pendejo venga a llevarme de regreso.

Lo sobornó con dulces.

Era injusto, Judal realmente no quiere salir, y ahora estaba nuevamente dentro de ese auto, vestido con tonta ropa occidental y bañado. ¡Bañado! Judal tampoco había querido bañarse porque el sistema de cañerías le asusta.

Esa cosa hace un sonido infernal antes de que el agua salga.

¿Qué era el dichoso Spa? En poco lo sabría, pero mientras estaba entretenido abriendo los compartimientos del frente del auto en el interior, revisando papeles extraños, incluso el aromatizante. Se siente muy encerrado, ¿por qué se trasladan en estas cosas por aquí? Ni siquiera en barco se marea tanto, pero sinceramente prefiere volar.

El pensamiento atraviesa su mente tan rápido como el sonido de una flecha. Volar. Se presiona un poco a la puerta y mira hacia arriba a través del cristal. El cielo está despejado, no hay nadie volando por aquí.

No le sorprende, desde hacía días que sabe que aquí la magia es cosa rara de sentir. De hecho se atreve a decir que ahora mismo está en un mundo lleno de posibilidades excelentes para un magi, ¡hay mucho rukh y tan pocos que saben usarlo! Pero no se ha molestado en investigar cómo funciona por aquí, intuye que igual, debe ser igual en todos lados, ¿no?

Un magi no puede dejar de ser un magi esté donde esté.

Se estacionan justo en frente de un edificio extravagante, ¿este lugar es el spa? Cierra la puerta al empujarla con la mano y mira a Sinbad quitar la llave de la ranura del auto y luego guardársela en el bolsillo del pantalón. Luego lo ve bajarse y cerrar la puerta también. Justo 

— ¿Es este lugar?

— Sí, estuvimos aquí la semana pasada, Juju. —La mirada de Judal se afila de repente y Sinbad traga duro. — ¡Judal! —Corrige de inmediato al notar su error, y su sonrisa se entorpece.

— ¿Y qué haremos aquí? —Le da un vistazo al edificio. Vaya colores… El exterior es de un amarillo bastante llamativo y feo, y los bordes 3D que bordean la puerta de un rosa todavía más feo. Jamás en su vida ha visto un rosa así de fuerte. — Parece un espectáculo de bufones.

— Sí, el aspecto no es lo más bonito. Pero te gusta mucho venir aquí, vamos.

Le ofrece su mano para ir juntos pero eventualmente es ignorado. Por supuesto eso no hace que sus ánimos o sonrisa se vayan, ¡tiene esperanzas en que luego del spa las cosas mejoren! Quizá era una idea muy entusiasta pero debe funcionar, ¿quién no puede sonreír luego de ser mimado?

Sinbad abre la puerta para Judal y este entra con recelo. Huele muy extraño, ese es su primer pensamiento.

Huele a coco.

— ¿Qué clase de aroma es este?

— ¿No te relaja el coco, cariño? Pero cierto, tu aroma favorito es la lavanda.

Tienta suerte otra vez al ofrecerle el brazo, pero otra vez resulta ignorado. Armándose de valor, toma la mano de la fierecilla para ponerla sobre su brazo. Judal le encaja las uñas de inmediato, para dolor de Sinbad.

— Vamos, pediremos el completo.

— ¿Qué es?

— Pues… el paquete completo.  —No es la mejor respuesta, pero ni el mismo sabe qué incluyen los demás paquetes, siempre han pedido lo mismo. .

— Y a mí la lavanda no me gusta. —Murmura por lo bajo a modo de reproche, y aunque Sinbad lo escuchó prefiere no prestarle atención. Camina hasta la recepción y se detiene justo en frente del mostrador. El magi le da una mirada intensa a la mujer, examinándola.

Su ropa también es bastante extraña.

— Karla. —Lee en voz alta el nombre en una etiqueta, y luego mira a Sinbad. — ¿Qué sigue?

— Dame un momento, cariño.

Mientras Sinbad entabla una corta conversación con la tal Karla, Judal aprovecha para quitar su mano del brazo de la copia para mirar las cosas sobre el escritorio de la señorita.

No sabe si pensar en calidad mientras huele a coco, el coco tampoco le gusta.

Luego de recibir un recibo y un par de llaves, Sinbad se gira hacia Judal. Con mucha confianza pone una de sus manos en lo alto de la cabeza del magi y comienza a despeinarlo con mucho cariño, incluso su sonrisa es amorosa otra vez.

La cabeza de Judal se balancea ligeramente por las caricias, y cuando Sinbad aparta la mano tiene el cabello erizado. Sinbad se ríe.

— Pareces un gato.

— Pues quizá deba usar mis garras, para que quites tu estúpida mano de encima.

— ¡Esa boca sucia! —Reprende con una risa, y sin esperar respuesta lo toma de la cintura para llevárselo caminando hasta otro pasillo.

Las velas de aquí eran tan extrañas, no comprende mucho el mecanismo pero tampoco tiene interés en descifrarlo. También los sofás son muy extraños y largos, ¡y los ventanales tienen cristales! Eso no era común.

No entiende en fin de este establecimiento pero él solo se deja llevar.

— ¡Señor! —Una voz femenina se escucha, ambos se giran para ver a la señorita de antes correr hacia ellos con unas tijeras en las manos y dos trozos delgados de plástico en la otra.

— Señorita, no corra con tijeras en las manos. Es muy peligroso. —Es lo primero que dice Sinbad cuando la chica llega hasta ellos, jadeando y con las manos en sus rodillas.

Curioso, para una mujer con tan bonita figura parece que no tiene condición.

— ¡Lo siento! Olvidé ponerles sus brazaletes. Por favor, permítame su muñeca.

Sinbad no reprocha nada, a diferencia de Judal pues cuando llega su turno mira con completa desconfianza a la señorita.

— ¿Qué es lo que quieres?

— Tu muñeca, por favor. —Su voz suena tímida ahora, sin lugar a dudas

— ¿Por qué te la daría? —La reta.

Si Sinbad no viene en auxilio de la señorita, posiblemente Judal jamás se hubiera dejado poner la bendita etiqueta. Ya que el problema tuvo solución, Sinbad vuelve a abrazar bien al Magi y retoma su camino hasta otra sala, una más silenciosa y fría llena de cajas metálicas de varios pisos.

Sinbad mira el número de las llaves y luego los busca en las cajas. 14 y 15. Las encuentra justo en frente.

— Por aquí, acércate.

Sin saber que más hacer, Judal simplemente se acerca y se detiene tras su espalda, pero se asoma por encima del hombro de la copia para ver el contenido de esas cajas metálicas, ¿Qué tienen dentro?

Hay ropa.

— Mira, esto es tuyo. —Toma el paquete plástico del locker y el suyo de paso, luego se gira y se los ofrece. — Ven.

Le indica con un gesto de la mano que lo siga y allá va Judal, con una obediencia no tan típica. Simplemente tiene curiosidad. Cuando conectan con la sala del frente la zona cambia, ya no hay casilleros sino vestidores individuales y los del fondo otros más grandes, todos con un banco en frente y bolsas plásticas.

Toma la mano de Judal una vez más, a pesar de su obvio gruñido en queja, y lo empuja dentro de un cubículo para entrar luego él y cerrar la puerta. Sin esperar más arroja el paquete de ropa al banquillo y toma el borde de su camisa ante la muy exaltada mirada de Judal. En el momento en que Sinbad se levanta la camisa escucha un grito de Judal y se detiene a mitad del pecho, confundido.

— ¿¡Qué diablos haces!?

— Cambiarme la ropa, para el tratamiento. —Le sonríe. — Date prisa y haz lo mismo.

Las manos del magi aprietan la bolsa de ropa y luego niega con mucha energía.

— ¡No quiero!

— Lo digo en serio, no puedes entrar hasta que no estés vestido propiamente. —Por fin retoma la acción de quitarse la camisa, la dobla rápidamente y la echa también al banquillo. — Anda, vístete.

Judal aprieta los labios.

— Te dije que no quiero. No quiero quitarme la ropa, tarado.

— ¿Ya no te gustan las aguas termales? —Sinbad le da una mirada confusa, mientras sus manos se dirigen a su propio cinturón para deslizarlo fuera. El pantalón queda flojo y Judal no puede evitar mirarlo fijamente.

— ¿Aguas termales? —Los labios se le secan, algunas veces ha tenido la extraña oportunidad de ver al rey de Sindria desnudo pero esto es completamente distinto, ¡jamás ha estado tan cerca!

— Sí. —Sus dedos se encargan de desabotonar, y tras colar sus pulgares dentro del dobladillo de la cintura del pantalón estira un poco. Tiene una prenda muy extraña debajo que pronto le da la oportunidad de ver cuando la copia se baja los pantalones hasta que el calzado se lo permite, luego se sienta en el suelo para quitarse los zapatos. Mientras se quita el zapato derecho le da otra mirada curiosa. — ¿No vas a cambiarte en verdad?

— Uh. Lo… haré. —tira del cuello de su propia camisa y mira hacia abajo. Con el hueco que se hizo puede ver hasta el suelo. Finalmente toma el cuello con ambas manos y saca la camisa por su cabeza. Sinbad detiene su tarea solo para verlo con una sonrisa.

Siempre ha pensado que el cuerpo de su querido Juju es muy bonito, pero tiene algo distinto esta vez. Lo siente más delgado, pero irónicamente más musculado. Su querido esposo era muy perezoso, no sabe muy bien de donde salió ese abdomen tan musculoso. Termina por acomodarse el largo cabello ondulado y no comete el mismo error que la copia, primero se sienta en el banquillo para quitarse los zapatos tan extraños y finalmente el pantalón, quedando completamente desnudo.

Simplemente la ropa interior de este mundo le parece incómoda.

— Muy bien. —Sinbad alza la mano derecha y Judal, entendiendo el mensaje, la toma con la izquierda para ayudarlo a levantarse.

Vaya si es grande.

— A vestirnos.

En los paquetes hay apenas unas sandalias delgadas de color blanco y una toalla. También hay un retazo de tela parecido al que tiene Sinbad ahora, pero él no lo necesita. En cambio Judal sí, por mera higiene.

— Debes ponértelos.

—… —Le pega justo en el orgullo decir que no sabe cómo ponérselos, así que simplemente los tira al suelo y se cruza de brazos. — Iré solo con la toalla.

— Ah, está bien. Yo te ayudaré. —Se hinca y toma del suelo la prenda, luego la extiende. — Acércate.

Rodando los ojos, Judal da unos cuantos pasos adelante y luego se queda quieto.

— Levanta esta pierna. —Para indicarla, la mano de la copia toca la pantorrilla de Judal, pero se lleva una sorpresa cuando la siente dura. Tiene la piel tan suave como siempre pero al tocar se siente su músculo fuerte. Cometió el error de apretar su pantorrilla y tocar más, se da cuenta tarde, justo después de que Judal levanta la pierna tan fuerte que golpea su mentón con el talón de su pie.

— No seas pervertido.

Debe admitir que no estuvo nada mal. Cuando regresaron a los casilleros por su ropa Judal se sentía tan bien que no paraba de sonreír. Y ya que se sentía tan ligero tenía ganas de ponerse a volar, pero un presentimiento le dijo que si lo hace iba a asustar mucho a este Sinbad. Así que para evitar desvanecerse en el suelo se agarraba fuerte del brazo del no rey, solo hasta que regresaron el auto, ya por la tarde.

— Muéstrame más.

El plan de Sinbad estaba funcionando.

— Vamos a comer algo, ¿te parece? —mete la llave en la ranura correspondiente y luego gira. Cuando el motor se enciende produce un ronroneo suave que asusta a Judal, lo nota por su sobresalto tan obvio. No quiere mencionar nada que pueda molestarlo de nuevo. — ¿Tienes antojo de algo en especial?

—— Carne, y quiero beber otra de esas gaseosas.

Se incorporan a la calle y Sinbad comienza un recorrido tranquilo por las calles hasta ponerse en un carril un poco más lleno otros vehículos similares al del hombre que lo lleva. Judal simplemente observa, a veces hace preguntas sobre algunos objetos y otras solo se asombra en silencio por lo que ve.

Esa cosa llamada bicicleta se ve muy interesante.

Estacionan bajo un edificio un poco oscuro, cerca de una plaza comercial. Sinbad lo toma de la mano otra vez y lo lleva por las escaleras hasta la primera planta. ¡El centro comercial sí que es enorme! Mientras caminan, tomados de la mano, Judal mira todo con absoluto interés, sobre todo las tiendas de ropa.

Entran a una de las tiendas y de inmediato el aroma a comida golpea su nariz. Sin darse cuenta el magi lleva una mano a su estómago. En los últimos días se negó a comer por mero capricho pero ahora no tiene la voluntad para volver a negarse. Los dulces no son suficientes para complacer su estómago.

Judal ordenó todo lo que le pareció interesante del menú a pesar de las recomendaciones de Sinbad. Ambos van a lavar sus manos antes de regresar a la mesa una vez más.

Mientras esperan la comida simplemente se miran. Mientras la mirada de Sinbad es amistosa y cariñosa la de Judal es todavía desconfiada pero relajada.

Buscando un momento de ligoteo, toca con su pie la pierna de Judal bajo la mesa y le sonríe de forma sugerente. Para su mala suerte Judal no pareció tomárselo muy bien, sus cejas fruncidas le dieron la primera pista y luego sus palabras terminaron por convencerlo.

— ¿Por qué me estás pateando? —Gruñe. — Si algo te molesta dilo abiertamente. —Otra vez el cabello se le está erizando.

— No me molesta nada.

— ¿Entonces por qué me pateas?

— No te estaba pateando. Verás…

— Ah, mira. —Dijo, y sin mucha discreción apunta al camarero con una bandeja de comida. — Por fin llega.

Para cuando se sintió satisfecho con la comida se detuvo, y lo que sobró Sinbad lo pide para llevar. Tras una visita rápida al lavabo para lavar sus manos una última vez salen, pero ya no tomados de las manos.

— Quiero ir ahí.

— ¿A la cafetería? Pero ya hemos comido. ¿Quieres pedir un café para llevar?

— ¿Café es ese líquido amargo?

— Sí, el mismo.

— Eugh. Entonces ahí.

— ¿A la peluquería?

Eso sí que lo conoce, toma de inmediato la mano del humano y apresura el paso, alejándose lo más posible de ese establecimiento. De repente hasta las estilistas que les sonrieron le parecieron de lo más tétricas.

— Tengo una idea. Vayamos a ver una película.

No sabe si es la peor o la mejor idea que tuvo en el día, pero cuando fueron a la segunda planta que era la correspondiente al cine Judal pareció maravillarse otra vez. Sinbad esperaba alguna película de acción, como le gustan a ambos, pero jamás en su vida esperó entrar a la sala infantil junto a su esposo para ver nada más y nada menos que Las increíbles aventuras del capitán durazno.

¿Cuándo perdió le dignidad?

Al menos Judal parece feliz.

La película tuvo un interesante tiempo de una hora y veintidós minutos de adorable animación en 3D para niños. Tras salir de la sala ya era de noche, así que la mayoría de los puestos ya estaban cerrando. Sinbad los guía de regreso al auto, y ya puestos Judal no puede ocultar su sueño.

— ¿Qué sigue?

Sinbad no cubre el bostezo que se le escapa, y mira perezosamente a Judal.

— ¿Todavía tienes energía?

— Claro que sí, ¿no se ve?

Los ojos se le están cerrando y tiene la mirada perdida, ni siquiera está sonriendo. La respuesta es obvia.

— No. —Dice entre una risa. — ¿No quieres ir a descansar? Mañana podemos continuar.

— ¿Para qué esperar?

— Todos los humanos necesitamos dormir. Ya es la hora.

Cuando no recibe respuesta suspira y enciende el auto una última vez.

— Lo siento, Ju, ya será mañana. Todavía nos quedan dos días antes de que regrese al trabajo. Te llevaré a visitar el acuario.

Es la última promesa de la noche. 

Notas finales:

Se pone chido el asunto (¿?) Escribo esto justo antes de almorzar, todo tranqui. ¡Espero hayan disfrutado el capítulo! Y quiero avisar que en la siguiente semana las actualizaciones serán las de siempre a partir del martes, donde retomamos Omega02 y luego el jueves, donde retomamos Gotas de Agua. O Water drops para los amigos(?

Tengan buen fin de semana~


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