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Bit me por gorgobina

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Siento la ultra mega tardanza en publicar, casi dos meses TT Sé que siempre pongo la misma excusa, pero realmente es la realidad: ya he vuelto a la universidad y eso me quita tiempo para escribir.

Pero no os voy a aburrir con mi vida, ¡espero que disfrutéis del cap! :)

-          Sé bienvenido a mi humilde morada. Entra por tu propia voluntad y deja un poco de tu felicidad. – me pidió Milo, indicándome con un gesto de su mano que entrara.

Aquella majestuosa mansión se alzaba imponente ante mí. Sabía de qué iba el juego. Escondida como un paraíso, más bien iba a ser la prisión que me retendría hasta quién sabía cuándo… Bien cuando lograra escapar, o bien cuando muriera. Decidí que lucharía por mi primera opción; mi estancia allí solo iba a ser de paso.

Adelanté un pie en el umbral de la puerta, notando como una sonrisa se dibujaba en los labios de mi carcelero. Suspiré hondo, y entré sin pensármelo dos veces.

-          ¿Cómo se siente al entrar en la casa de un vampiro? – me preguntó Milo, que parecía divertirse mucho con la situación.

-          Supongo que intimidado.

Me condujo hasta el gran recibidor, que conectaba con todas las habitaciones y con la escalinata que conducía al piso de arriba.

-          Humilde morada… - reí para mis adentros

Junto a la escalera, nos esperaba una chica rubia con el cabello recogido en un moño, y un atuendo negro de pies a cabeza.

-          Bienvenido a casa, señor. – le dijo a Milo, haciéndole una profunda reverencia.

-          Camus, ya conoces a Mina, mi mano derecha para todo.

-          Desde luego, ya hemos tenido el placer de encontrarnos antes. – contestó, mirándome con una sonrisa.

-          Mina se ha encargado de recoger tus pertenencias personalmente y ya están instaladas en tu habitación. Así que…acompáñame.

Subí por la escalinata, siguiendo a mi anfitrión, y me condujo hasta lo que iban a ser mis nuevos aposentos.

-          La puerta que ves contigua a la tuya es mi habitación. Como entenderás, es todo un privilegio tenerme tan cerca, y así podré reclamarte enseguida cuando te necesite.

Suspiré, sin decir nada al respecto, y entramos en mi cuarto. Estaba muy bien decorado, en tonalidades azules y doradas. El centro de la habitación lo componía una cama doble con dosel. A su lado, empotrado contra la pared había un bonito armario de roble con dos puertas; dos mesitas de noche con sus respectivas lámparas se situaban a ambos lados del lecho, y enfrente de la cama había un bello tocador. Al parecer, toda mi ropa ya había sido colocada en el armario, al igual que otros objetos habían sido guardados en los cajones. Mina me dejó como regalo el ejemplar de Drácula, perfectamente colocado al pie de la cama para hacerlo muy visible nada más entrar.

-          ¿Te gusta la estancia? – me preguntó Milo.

-          Bueno, ya que va a ser como mi celda personal…al menos es bonita.

Mi acompañante rio de forma sarcástica.

-          Bueno, dado que es de noche… Supongo que tú necesitas dormir, así que por ahora te dejaré tranquilo.

-          Qué detalle.

-          Buenas noches, mi bello Camus. – siguió, haciéndome una profunda reverencia, con la que acto seguido desapareció de la habitación.

En cuanto me encontré solo en la estancia, corrí hacia la cama y me tiré a ella, cubriendo mi rostro con mis brazos y plegando mis piernas, resguardándome en mí mismo, ya que era mi único consuelo. Había empezado a llorar inevitablemente, presa de la ansiedad. ¿Qué iba a ser de mí? Había sido un total estúpido y un inconsciente; había arriesgado mi vida hasta límites insospechados con tal de saciar mi curiosidad. Y ahora había recibido mi merecido: estaba encerrado en una casa llena de vampiros, y mi futuro era incierto.

~~

 

Los primeros rayos de luz que se filtraban por la ventana de mi habitación me despertaron de forma súbita, estampándose traviesos contra mi rostro. De haber habido un vampiro en la habitación, hubiera quedado calcinado al instante, pero no era el caso.

Me di cuenta de que la noche anterior me había quedado dormido entre llantos desconsolados, por lo que me había despertado con una entera sensación de tristeza que me invadía de pies a cabeza. La ansiedad por verme allí encerrado, constantemente en peligro y bajo los mandatos de un vampiro, se había apoderado de mí por completo, pero debía ser fuerte; me lo había prometido a mí mismo, por Shura.

Obligué a mi cuerpo, apesadumbrado por los achaques de los últimos días, a levantarse de la cama. Había sido un detalle que no corrieran las cortinas de mi cuarto, un hecho que me recordaba que yo seguía siendo humano, pero aun así las cerré pues no soportaba tanta claridad recién levantado.

Aun llevaba puesto mi pijama de franela, así que me dirigí al armario para vestirme con algo más decente, puesto que tenía pensado salir para explorar la mansión, y así lo hice. Cuando atravesé la puerta, observé una oscuridad reinante en todo el pasillo e incluso en el piso de abajo. Ninguna cortina se había quedado descorrida y todas las persianas habían sido bajadas para salvaguardar la seguridad de los vampiros ahora que era de día.

Supuse que todos estarían durmiendo y que yo era el único en pie, así que me deslicé a mi antojo por el largo corredor y comencé a investigar las diversas estancias. Hasta el momento, había descubierto varias habitaciones vacías, un estudio, dos baños y la sala de billar. Cuando abrí una de las puertas centrales, encontré una habitación totalmente a oscuras, con una cama perfectamente hecha y un ataúd que yacía a su lado.

-          ¿Está siendo divertida tu exploración?

Me pegué el susto de mi vida, y chillé con toda la fuerza que mis pulmones me permitieron. El eco de mis gritos resonó por todo el corredor. Cuando me atreví a girarme, me encontré con la mirada traviesa de Saga que había disfrutado con mi espanto. Suspiré aliviado.

-          Menudo susto. ¿Es que no sabes aparecer de una manera menos siniestra?

-          Soy un vampiro, no lo olvides. Y acabo de cazar a cierto humano con mucha curiosidad…

-          Tan solo… Me apetecía ver las habitaciones… Al fin y al cabo, voy a pasar aquí mucho tiempo. Quiero familiarizarme con la casa.

-          Ya. ¿Y ésta habitación te ha llamado la atención?

-          Bueno… Ese ataúd indica que es la de un vampiro.

-          Concretamente, son los aposentos de Milo.

Un rubor momentáneo se agolpó en mis mejillas de forma violenta. ¡¿Había ido a parar a la habitación de Milo?! ¡¿Él yacía en esos momentos dentro de esa caja fúnebre?!

-          Pero tranquilo, ya tendrás tiempo de aburrirla más adelante, pues vas a frecuentarla mucho. Ahora, por favor, acompáñame al piso de abajo.

-          ¿Para qué? – pregunté, con desconfianza.

Saga se giró hacia mí con una sonrisilla.

-          Vamos, no tengas miedo, yo no te voy a comer, ya que eres propiedad de Milo… Sin embargo, juraría acertar a que tú sí que debes tener hambre.

El rugido de mis tripas respondió por mí. Me sonrojé, algo avergonzado, pero mi acompañante tan solo entornó una sonrisa y comenzó a bajar las escaleras. Le seguí hasta un gran salón, en el centro del cual se hallaba una gigantesca mesa rectangular que abarcaba casi toda la sala. Mina me esperaba junto a la puerta, tan sonriente y servicial como siempre.

-          Buenos días, Camus.

-          Mina… ¿Tú también estás levantada?

-          El amo nos pidió que cuidáramos de ti hasta el anochecer – me respondió – Así que, por favor, siéntate.

Me retiró la silla que estaba situada en la punta de la mesa. Me senté en ella, y le expresé mi agradecimiento. En frente de mí ya había colocado un plato junto  los cubiertos y una copa de vino.

Enseguida llegó la cocinera con una olla llena de sopa y me sirvió.

-          Por favor, come cuánto gustes – me pidió Mina, haciéndome un gesto de mano – Mary, a pesar de ser ahora vampira, fue una excelente chef en vida, y se siente muy afortunada de poder volver a compartir sus exquisiteces con alguien que pueda…saborearlas.

-          Muchas gracias.

Degusté la primera cucharada, y felicité a Mary, pues realmente estaba deliciosa. En cuanto terminé con la sopa, me trajeron un plato de solomillo. Era surrealista poder pensar que se comía tan bien en casa de un vampiro. Al terminar mi banquete, me limpié los labios con la servilleta de tela y retiraron los platos.

-          ¿La comida ha sido de tu agrado? – me cuestionó Saga.

-          Mucho, estaba todo riquísimo. ¿Qué debo hacer ahora?

-          Las instrucciones del amo han sido claras – dijo Mina – Puedes aprovechar la tarde a tu antojo, pero a las ocho en punto debes hallarte en sus aposentos.

-          ¿Recuerdas dónde están, verdad?  - me preguntó Saga, con una sonrisa cómplice.

-          Sí… - respondí, ruborizado.

-          Entonces puedes seguir con tus investigaciones a tu antojo durante toda la tarde. Si nos necesitas, estaremos en la sala de billar.

-          De acuerdo.

Me despedí de ellos, y subí de nuevo al segundo piso. Revisé algunas habitaciones más, hasta que di con la biblioteca, y decidí no moverme ya de allí en toda la tarde. Estuve inspeccionando montones de tomos, hasta que encontré uno que me interesó bastante, y me senté en uno de los sillones para comenzar mi lectura.

No recuerdo cuánto tiempo estuve absorto en mi lectura, pero debió ser bastante, pues el ruido de la lluvia golpeando los cristales me distrajo, y fue cuando me di cuenta, al mirar por la ventana, que estaba anocheciendo. El reloj de la biblioteca marcaba las 19.50h de la tarde.

Se había acabado mi tiempo de descanso, así que volví a dejar el libro donde lo había encontrado y salí de la estancia para dirigirme a los aposentos de Milo. No negaré que los nervios se agolpaban en mi garganta, pues sentía escalofríos solo de imaginar cómo iba a ser mi primera entrevista con Milo ahora que estaba a su servicio.

Cuando llegué, golpeé la puerta de forma suave, y un firme “adelante” me indicó que podía pasar sin problemas y que era bien recibido. Mi anfitrión, si es que se le podía denominar así, se hallaba sentado en la cama, vistiendo un pijama de franela negro, y me esperaba de piernas cruzadas, con impaciencia.

-          Qué alegría volver a verte, Camus. ¿Tu estancia está siendo satisfactoria? – me preguntó, con picardía.

-          Realmente no me puedo quejar, pues hasta ahora tus compañeros me han tratado muy bien.

-          Y que no me entere yo de que no es así.

El tono grave que empleó me dio escalofríos. Parecía que yo no era el único avasallado por aquel hombre, pues sus propios compañeros, si desacataban sus órdenes, también podían recibir un severo castigo.

-          Ven, siéntate a mi lado. – me pidió, o quizá más bien me ordenó, mientras daba palmaditas al sitio vacío de la cama que había a su lado.

Ni mucho menos me hubiera atrevido a desobedecerle, así que me senté inmediatamente.

-          Cuéntame, ¿qué has estado haciendo en tu tiempo libre? – me preguntó, a la vez que retiraba delicadamente el cabello que rodeaba mi cuello.

-          ¿De verdad te interesa? – pregunté, en tono burlón, pues no estaba del todo seguro, y quería ahorrarle pasar por tantas cortesías. En nuestra situación, no creía que las necesitáramos.

-          Adivino lo que piensas. No entiendes por qué soy tan cortés contigo cuando solo te necesito para alimentarme. Puede que sea un monstruo, Camus, pero no carezco del todo de sentimientos. En el fondo, en vida era una persona muy empática, pero una larga existencia inmortal hace volverse dura y fría a la gente, pues el aburrimiento es insostenible. Que sea tu devorador, como prefieras denominarme, no quiere decir que no podamos hacernos compañía mutua.

-          ¿Necesitas compañía? – cuestioné, casi a punto de lanzar una carcajada – Tienes a todo un séquito de vampiros en tu casa. No puedo creerme que te sientas solo.

-          A veces, según qué compañías te hacen sentir vacío. Que tenga un montón de amigos no quiere decir que realmente pueda divertirme. Como entenderás, son demasiados años juntos, y ya no hay nada que no sepa de ellos, o cosas interesantes que ellos puedan contarme pues nos movemos siempre juntos y nunca suceden novedades. Sin embargo, tú, Camus, pareces una persona muy inteligente, y estoy seguro de que podemos tomar esto como una ventaja y aprender mucho el uno del otro. ¿No te gustaría conocer los detalles de la vida de un vampiro?

Me quedé fascinado. Aquello me resultaba sencillamente alucinante, y Milo parecía hablar en serio. Quizá le había juzgado mal, pues su naturaleza de vampiro le hacía ver irremediablemente como un ser cruel, pero había olvidado que, tras esa faceta, se escondía un alma que en su día también había sido humana, y que no carecía ni de sentimientos, ni de conocimientos.

-          ¿Me estás queriendo decir que podemos darnos una tregua?

-          Siempre y cuando me alimentes, el resto de nuestra existencia podemos llenarla de conocimientos mutuos. ¿Es necesario que, al ser yo un vampiro, nos encasillemos necesariamente en la idea de que me alimentes y luego nos olvidemos mutuamente el resto del día? Además, no quiero que me consideres como un mal anfitrión, y que tu estancia aquí sea catastrófica y aburrida. Las fiestas que doy en mi hotel son consideradas como las más divertidas entre la comunidad de vampiros.

-          En ese punto debo discrepar. ¿Divertirse es llevar a cabo una matanza de cientos de personas?

-          Ante todo, no olvides mi naturaleza, querido Camus.

-          ¡Mataste a un montón de personas!

-          ¿No es lo mismo llevar a cabo la matanza de animales para que los humanos se alimenten de ellos? Al fin y al cabo, la base es la misma. Todos matamos para sobrevivir. Cuando tú estás en tu casa, sentado tranquilamente frente al televisor y comiendo un filete de carne, se ha tenido que matar a una inocente vaca para que tú puedas degustar esa comida. Así que, no me vengas con eso porque todos hacemos lo mismo. ¡Hasta los propios animales! En la selva, un león se come a otro animal para no morir de hambre.

No pude objetar nada más. Visto des de esa perspectiva, él tenía razón. Tal y como había dicho, todos matamos para sobrevivir.

-          Sin embargo… No veo correcto montar toda aquella fiesta para comer Resultó como si os burlarais de esa pobre gente, llevando a cabo un convite para asesinarlos. Ellos, de forma ingenua, se divertían y reían sin saber que iban a morir aquella misma noche.

-          ¿Qué hay de malo que se diviertan antes de morir? ¿Prefieres que los asesine de forma tranquila y aburrida, sin que puedan aprovechar sus últimos minutos de vida?

Los argumentos de Milo estaban superando por completo los míos. Cuanto más intentaba objetar algo en contra, más me convencía su punto de vista. Me dolía admitirlo, pero empezaba a entender sus actos.

-          Querido Camus, no le des tantas vueltas a todo – me dijo, mientras me acariciaba el cabello de forma cariñosa – La vida es más sencilla de lo que crees, así que no te comas la cabeza con tantas cosas y disfrútala al máximo. ¿Crees que a mí no me gustaría volver a ser humano? ¿Poder llevar una vida más normal, sin tener que esconderme en las sombras?

-          Tú pareces disfrutar mucho estando como estás.

-          Al fin y al cabo, todo es amoldarse. Si me lamentara por mi desgracia, toda mi existencia se basaría en un sinfín de lamentaciones. Yo no quiero eso, acepto lo que me venga, y lo gestiono como sea.

Nunca lo hubiera dicho, pero aquel vampiro me estaba dejando completamente fascinado. Comenzaba a cogerle confianza, veía que no era la bestia terrible que había creído al principio y que se podía conversar con él de forma natural. El último tema de la conversación, sin embargo, había creado una gran cuestión en mi mente.

-          ¿Cómo te convertiste en vampiro?

Sonrió de forma tierna.

-          Eso es un tema del que ya hablaremos más adelante. Puedo contarte todo lo que gustes, pero, si me permites, ahora necesito alimentarme.

Me inclinó la cabeza, y acercó sus colmillos hacia mi cuello.

-          Por favor, te pido que me muerdas en otro sitio. – dije, apartándome un poco antes de que me mordiera – No quiero tener que llevar siempre el cuello vendado.

-          Está bien, como gustes.

Cogió entonces mi muñeca, e hincó sus colmillos en ella. El dolor, sin novedad, era atroz. Como cuchillos perforando mi piel y llevándose la sangre de golpe. Sus largos cabellos resbalaron por mi antebrazo, haciéndome cosquillas. Sentía de nuevo desfallecer, pero justo antes de desmayarme paró, y me tumbó en el lecho.

-          Me resulta fascinante lo exquisita que es tu sangre.

Le miré a los ojos, brillaban más poderosamente que nunca después de haber sido alimentado. No podía negar que Milo era el ser más bello que habían visto mis ojos.

-          ¿Qué tiene de diferencia? Una sangre que otra… - contesté, de forma burlona – Como no sea por el tipo…

-          No lo creo, más no sabría explicarlo. A todo esto, ¿te sientes mejor?

-          Sí… Un poco. – me enderecé con cuidado, y enseguida mi acompañante comenzó a vendarme la muñeca. Al parecer, ya estaba preparado.

Le observé atentamente mientras hacía su labor. ¿Cómo es que todo había cambiado de repente de la noche a la mañana? Había pasado de ser el vampiro malvado, al benévolo que me estaba atendiendo en esos momentos.

-          No logro entenderte. – le confesé.

-          ¿Por qué? – me preguntó seguidamente, mientras, a su vez, cortaba el trozo final de venda con sus colmillos.

-          Primero aparentas ser el individuo más cruel de la tierra, y poco después pareces todo un angelito.

-          Si prefieres que te deje desangrarte… - se encogió de hombros – Pero entonces me quedaría sin comida.

Alcanzó un trozo de esparadrapo, y cerró el vendaje con él.

-          Hay algo que quiero decirte. – le comenté

-          ¿Qué es, pues?

-          Aunque viva aquí, ¿podré seguir asistiendo a la universidad con normalidad?

Me miró fijamente con sus grandes turquesas, tanto, que me entraron escalofríos.

-          Ya lo entiendo… Por eso no querías que te mordiera en el cuello.

-          Claro. Un vendaje en la manga lo puedo tapar con la ropa, pero entonces… ¿Qué me dices?

-          Es una petición caprichosa, Camus… Por muy bien que me caigas, no puedo fiarme de ti. ¿Quién me dice que no tratarías de escapar, o te verías con tu amigo el cazador?

-          ¡Pero no puedo abandonar mis estudios! Me lo debes, acepté venir aquí por mi propia voluntad y sin oponer resistencia.

-          Está bien, supongo que podremos encontrar alguna solución.

-          Muchas gracias.

-          Ahora ve a darte un baño, si lo deseas.

-          De acuerdo.

Milo tocó la campanilla que había junto a la cama, y en pocos segundos apareció un criado.

-          Por favor, Roger, prepara todo lo necesario para el baño de Camus.

-          Con mucho gusto. – respondió, haciendo una profunda reverencia – Por favor, acompáñeme señor Camus.

Obedecí, y salí de la habitación siguiendo al sirviente. Me condujo por otro pasillo distinto y entramos en una sala que tenía una puerta descomunal. Y enseguida comprendí el por qué; El baño no era como otro cualquiera, sino que más bien se trataba de un gigantesco habitáculo donde había una enorme piscina por bañera. En el centro de ella había una gran estatua del que reconocí como dios Ares en la mitología griega, y múltiples de ánforas alrededor de ella no paraban de despedir agua cristalina.

-          ¿Esto es…el baño? – cuestioné, anonadado.

-          Sí, mi señor. Espero que sea de su agrado.

-          Y de quién no lo sería… - suspiré.

-          Aquí le dejo una toalla para que se seque y un albornoz para cubrirse cuando termine. – me decía mientras colocaba lo mencionado en un banquito que había junto a la bañera/piscina.

-          Gracias.

El tal Roger se retiró, dejándome completamente solo en aquella sala tan descomunal. Con timidez, miré hacia todas partes para asegurarme de que no había nadie por los alrededores, y acto seguido empecé a desnudarme por completo y me adentré en el agua.

Nadé hacia el centro de la piscina, donde se encontraba el monumento de Ares, y donde había vislumbrado pastillas de jabón. Después de hacerme con una, volví nadando a la escalinata de entrada a la piscina y me senté en ella para comenzar a limpiarme con el jabón. Minutos después también había acabado de lavarme el pelo y me lo había aclarado, por lo que ahora me caía todo mojado por la espalda.

-          ¿Disfrutas del baño?

Oír a alguien hablar me hizo pegar tal bote que me adentré corriendo en la piscina y utilicé mis manos para cubrir mis partes.

-          ¡Milo! ¡Me estoy bañando, llama antes de entrar!

-          Debo admitir que era una escena bastante erótica, pero no sabía que te daba tanta vergüenza que otro hombre te viera desnudo.

No le contesté. Las palabras no lograban salir de mi boca a causa del sonrojo que cubría todo mi rostro y los latidos acelerados que se agolpaban en mi garganta.

-          Sin embargo, no venía para perturbarte. Tan solo quería informarte de que he tomado la decisión de dejarte ir a la universidad.

-          ¿En serio? ¡Muchas gracias!

Milo me sonrió, y acto seguido se levantó para dirigirse de nuevo hacia la puerta, pues se había agachado para hablarme más de cerca.

 

POV Milo.

En cuanto salí del baño, cerré la puerta y acto seguido apoyé mi espalda contra ella. Ver a Camus desnudo me había descolocado mucho más de lo que hubiera podido llegar a imaginar.

¿Quién me hubiera dicho que aquél chico con el cabello mojado y perlas de agua recorriendo su blanquecino cuerpo podía aparentar ser un mismísimo ángel? Ya me había parecido atractivo cuando le conocí, pero aquella escena me había superado por completo.

-          ¿Amo Milo?

Giré mi rostro. Mina se encontraba justo a mi lado.

-          ¿Me había mandado llamar, cierto?

-          Sí, así es. Tengo un encargo para ti.

-          Cualesquiera que sean sus órdenes las cumpliré.

-          Nuestro invitado desea seguir asistiendo a la universidad. He decidido concederle su petición, pero necesito pedirte que te conviertas en su sombra, y que vigiles todos sus movimientos.

-          Pero amo… ¿Me pide que le siga a plena luz del día?

-          Sé que es arriesgado, y siento pedirte esto, pero tú eres la única realmente cualificada para llevar a cabo la tarea. Y necesito asegurarme de que Camus no intentará aprovechar la oportunidad para escapar o pedir auxilio.

-          Que así sea, entonces.

Después de que Mina me hiciera una reverencia, volví a la habitación con la imagen de Camus en mi mente otra vez.

Notas finales:

Bueno, y para finalizar este capítulo deseo comentaros una cosa que me hace tremenda ilusión ^^.

Hace poco me he abierton un blog donde estoy publicando algunos relatos sobre literatura juvenil. Me encantaría que os pasárais a verlos y que me diérais vuestra opinión, y sobre todo si os gusta que le déis mucho amor por favor, ya que al ser un blog me está costando bastante difundirlo para que todo el mundo lo vea. Si tenéis conocidos o amigos que creáis que podría interesarles estaría eternamente agradecida con vosotros por difundirlo. El blog en cuestión es este: https://elsusurrardelaspalabras.wordpress.com

¡Muchas gracias por todo, nos vemos en el próximo capítulo <3!


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