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Bit me por gorgobina

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Creo que he batido mi récord de tiempo sin publicar. ¡Casi un año! TT Dios mío, de verdad que se me cae la cara de vergüenza por tener esto abandonado tantísimo tiempo, me siento fatal. Todo tiene una explicación, y es que he estado bastante ocupada el último año con un proyecto del que os hablaré al final del capítulo con muchísima ilusión.

Dicho proyecto ha acaparado la mayor parte de mi tiempo estos últimos meses y, cuando por fin logré terminarlo, quise retomar esta historia que tanta ilusión le había estado poniendo, pero había pasado tanto tiempo que estaba un poco encallada y no sabía bien cómo continuar. Gracias a Dios he conseguido volver a reemprender el camino con ella, pero os pido paciencia si todavía me cuesta un poco después de tanto tiempo. ¡Solo espero que os siga gustando y la disfrutéis como siempre! :D (Espero que eso no haya cambiado TT).

Muchas gracias por vuesta infinita paciencia y os dejo con la historia. ¡Besos!

Cuando terminé con mi baño, salí enseguida para poder cubrirme con el albornoz que Roger había dejado a mi disposición. No sabía por qué, pero me había dado mucho corte que Milo me viera tan expuesto, y eso que era un hombre al igual que yo.

Recogí la ropa sucia de la que me había deshecho antes y me dirigí con ella hacia la puerta, pero cuando iba a girar el pomo de esta, me detuve.

No, Milo no era como los demás. Sentía un sentimiento extraño hacia él… diferente. Quizá se debía a que fuera un vampiro, pero no creía que fuera por algo tan evidente. Había algo en él que me inquietaba y me fascinaba a la vez. Era impredecible, sencillamente no sabía por dónde pillarle.

Alguien abrió la puerta del baño por mí, y me encontré de frente con Roger.

-          Oh, discúlpeme, Roger. Enseguida le dejo pasar – dije, haciéndome a un lado.

-          Tranquilícese, señor Camus. Tan solo venía a buscar su ropa para llevarla a la lavandería. Por favor, permítame.

Cogió las prendas que llevaba entre las manos y, después de hacerme otra reverencia, se marchó.

No me quedaba nada más que hacer allí, así que decidí hacer lo mismo. Nada más salir, pensaba dirigirme a mi habitación, pero cruzó por mi mente la idea de ir a hacer una visita a Milo para ultimar los detalles de mi asistencia a la universidad. No tuve problemas en encontrar la puerta de su habitación, pues era la adyacente a la mía.

-          Adelante – le escuché decir, justo después de que picara a su puerta.

Entré sin rechistar, y le encontré sentado frente a su escritorio, escribiendo unas cartas con su plumilla. Llevaba un albornoz color vino, y al tener las piernas cruzadas una de ella le sobresalía por la obertura de la prenda. Miré la larga extremidad morena, bien pulida, sensual… era como si escuchara susurros tentadores gritándome en el oído.

-          Oh, Camus, eres tú. Veo que ya has terminado tu baño – dijo, a la vez que hacía el acto de volver a mojar la plumilla en la tinta – Enseguida iré yo también.

-          De acuerdo, no quiero entretenerte demasiado, tan solo venía para ultimar los detalles de mi asistencia a la universidad.

-          No te preocupes, ya está todo finiquitado – continuó, mientras seguía con su labor de escribir sin pararse a mirarme ni un solo momento. No entendí muy bien por qué, pero eso me dolió, pues de alguna forma buscaba desesperadamente su atención. ¿Por qué? – Cuando despiertes Roger estará a tu entera disposición para alistarte. Mina te llevará personalmente a la universidad y te recogerá cuando salgas.

-          Vale, muchas gracias. – me incliné para hacerle una profunda reverencia, pero al hacerlo y sin pretenderlo, parte de mi albornoz resbaló hacia un lado, descubriendo mi hombro derecho.

Los ojos de Milo se clavaron inmediatamente en mi piel, como si trataran de perforarla con la mirada. Me sonrojé, pero no me dio a tiempo a reaccionar que enseguida se movió a una velocidad vertiginosa para colocarse detrás de mí y me cogió por los brazos. Sus manos hicieron resbalar la otra parte de la prenda y dejó mis dos hombros al descubierto.

Sentí escalofríos, pero de alguna forma no fui capaz de moverme ni un solo milímetro. Acercó sus labios a mi piel, y la besaron de tal forma que los latidos de mi corazón se aceleraron de una forma escandalosa. Suspiré profundamente, pero a pesar de todo no podía parar de temblar. Mi anfitrión enseguida separó sus labios de mi tez, y para cuando me di cuenta ya se había vuelto a sentar milagrosamente en la silla.

Volvió a cruzar sus piernas y le vi llevarse una mano a la frente e inclinarse sobre la mesa.

-          Bien Camus, supongo que eso es todo – concluyó, después de toser –. Ahora si no te importa, me gustaría estar solo y disfrutar de mi baño.

Traté de despedirme y darle las buenas noches, pero mi corazón aún estaba demasiado acelerado como para permitir dejar salir de mi boca algunas palabras, así que me retiré sin más del habitáculo.

De vuelta en mi habitación me tumbé sobre la cama y escondí el rostro en la almohada. Mi cuerpo aún temblaba a causa de los nervios y la excitación vivida. Solo había sido un segundo y, sin embargo, vaya segundo. No me había hecho falta más para reunir juntas todas las emociones que en mi vida había sentido.

Algo no andaba bien en todo ese asunto. ¿Tensión sexual? ¿Podía definirlo así? Y, por si fuera poco, con un vampiro. Las cosas estaban tomando un rumbo demasiado peligroso para mi gusto, pero yo mismo no era capaz de alejarme del juego.

POV Milo.

Sentado en mi escritorio, aún notaba los nervios contenidos en mi garganta. Ver la imagen de Camus desnudo en el baño anteriormente había hecho mella en mí. ¿Me atraía sexualmente? Eso era más que obvio, y mi instinto lujurioso ya no conseguía controlarse después de tal acontecimiento; cada vez que viera a mi huésped debería reprimir mis impulsos, a pesar de que fuera difícil. La escena de hacía unos minutos era prueba de eso.

¿Pero por qué reprimirse? ¿Divertirse con el chico no era una opción? Era probable que no, pues estaba seguro de que si él no quería acabaría sometiéndole por la fuerza y era lo peor que podía hacer: me despreciaría para siempre y sus ojos nunca volverían a ser amables conmigo. De alguna forma no deseaba que pasara eso.

Unos golpecitos en la puerta me sacaron de mis pensamientos y lancé una mirada hacia ella mientras retiraba mi mano del rostro.

-          Adelante.

-          Buenas noches, amo Milo – saludó Roger al entrar, a su vez que hacía una reverencia -. Su baño ya está listo, puede usarlo cuando desee.

-          Muchas gracias, iré enseguida.

-          ¿Desea alguna cosa más?

-          No, ya puede retirarse a descansar.

-          Muchas gracias. Buenas noches, señor.

-          Lo mismo digo, Roger.

Tras retirarse, me levanté del escritorio dispuesto a tomar mi baño diario. Necesitaba unos minutos de paz y relax que calmaran las emociones oprimidas en mi pecho y que acallaran la voz en mi cabeza que me tentaba a visitar a mi inquilino.

Habiendo salido de mi habitación, atravesé el largo pasillo que me separaba del baño y entré en él. Me quité las zapatillas para caminar descalzo por las baldosas impolutas del suelo, e iba a hacer lo mismo con mi albornoz, mas unas manos que surgieron de la nada se aferraron a mi pecho.

-          ¡Milo! ¡Te estábamos esperando!

-          ¿Por qué has tardado tanto?

Se trataba de dos mujeres: Victorique e Isabella. Las dos se hallaban completamente desnudas y acercaban sus prominentes pechos contra mi torso además de enrollar sus piernas con las mías. Eran una de las muchas diversiones para mi hora del baño, pero aquella noche algo había cambiado… De repente, no me apetecía tener sexo con ellas.

-          Lo lamento, chicas, pero esta noche me apetece estar solo.

-          ¡Oh! ¿Pero qué estás diciendo? – preguntó la francesa, frustrada.

-          ¡Queremos divertirnos contigo! ¡No puedes negarnos esta petición!

Las aparté a un lado y seguí mi camino hacia la piscina. Cuando noté que me estaban siguiendo, me giré hacia ellas y les lancé una mirada airada.

-          No volveré a repetirlo, deseo estar solo esta noche. Y de momento no quiero que volváis a importunarme en el baño a no ser que requiera vuestra presencia.

Las dos lanzaron un bufido de resignación, pero no se atrevieron a desacatar mis órdenes y se marcharon de la estancia, dejándome completamente solo en el inmenso silencio. Fue entonces cuando dejé que mi albornoz resbalara hasta el suelo y expusiera mi desnudez, para adentrarme en el agua.

Probablemente aquel incidente daría de qué hablar entre el personal. ¿Milo rechazando una de sus distracciones favoritas hasta nueva orden? Ya lo creo que chismorrearían al respecto, pero me daba igual. No me apetecía poseer a aquellas dos chicas, mi más profundo instinto me pedía otra cosa: aquel chico de cabellos aguamarina. Podía imaginarle perfectamente amarrado a mi lecho, rogando por escapar de allí, suplicando, exponiendo plenamente su desnudez inmaculada ante mí, con el océano de sus cabellos desparramado por la almohada… Una imagen plenamente exquisita que me tentaba cada vez más, tanto, que ya comenzaba a sentir un cosquilleo que emergía desde mis partes más íntimas… pero suspiré y traté de calmarme.

Parecía irónico que yo, el poderoso Milo, me estuviera conteniendo ante un mero chiquillo al que tan solo utilizaba como alimento. Podía tener a quien quisiera a mis pies, de hecho, cualquiera estaría encantado y muy honrado de tener el privilegio de poder yacer conmigo, pero no podía. Ese chico era listo, y debía tantear antes el terreno si deseaba hacerlo mío.

Al día siguiente…

POV Camus.

La luz tenue del amanecer que se filtraba por la ventana logró desenredarme de los brazos del sueño y consiguió despertarme. Había dormido demasiado bien para ser verdad, teniendo en cuenta que me encontraba en una casa rodeado de vampiros sedientos de sangre.

Me froté con las manos los ojos para arrancar de ellos los últimos atisbos de sopor y me levanté de mi cama para acercarme a la ventana y descorrer las cortinas completamente. Abrí los dos grandes ventanales y salí al balconcito que quedaba tras ellas; el sol todavía podía observarse bastante bajo en la lejanía y le sobrevolaban algunas nubecitas de colores púrpuras, rosados y naranjas. Aspiré con dulzura el aire fresco de la mañana que se adhería a todos los poros de mi piel, y fue entonces cuando pude sentirlo: aquello era vida. Una sensación de frescor, de libertad, que sabía tan sumamente dulce…

A mi izquierda quedaba el cuarto de Milo. Dirigí mi vista hacia su balconcito y luego observé los ventanales de su habitación completamente cerrados y con las cortinas corridas y selladas por completo. Una imagen que chocaba muy cruelmente con aquel amanecer tan bonito que yo estaba viviendo. Me invadió la tristeza al pensar en lo dura, lúgubre y deprimente que podía ser una vida inmortal; Milo nunca podría disfrutar de estas vistas ni aspirar el aire fresco de la mañana.

Era irónico en muchos sentidos: yo, que siempre había estado obsesionado con todo lo vampírico y que leía novelas sobre el tema sin parar, además de que mi más oculto deseo desde siempre había sido gozar una vida inmortal como vampiro… Y ahora me encontraba aquí, celebrando la vida, dejándola entrar en mi cuerpo y sentirla plenamente, mientras me compadecía por el ser que yacía a pocos metros de mí en su ataúd y que además tan solo me usaba como carnada.

Unos golpecitos en la ventana me sacaron de mi trance y giré sobre mis talones para ver a Roger en el umbral del balcón haciéndome una reverencia.

-          Perdone que haya entrado en sus aposentos tan súbitamente, joven Camus.

Me sentía tan perplejo y asustado por lo que estaba sucediendo que mi primera reacción fue la de empujar violentamente al pobre criado dentro del cuarto y cerrar tras de mí las cortinas con mucha rapidez.

-          ¡Roger…! – logré exclamar tras la conmoción vivida – ¡No hacía falta que se arriesgara tanto por mí, podría haber muerto! ¡La luz de la mañana le daba de pleno…!

-          No se preocupe, Camus, yo no gozo de las desgracias de una vida inmortal – respondió, con algo de frialdad o, al menos, eso creí notar.

-          ¡Vaya! Creí que usted…

-          ¿Qué también era vampiro? No señor, continúo siendo humano. Y así será hasta el fin de mis días.

Roger se acercó de nuevo a los ventanales y descorrió las cortinas para abrirlos y que la brisa matutina, además de la luz solar, bañara nuestros cuerpos.

-          Venía para decirle que su desayuno está listo y servido en el comedor.

-          Muchas gracias, enseguida bajaré.

Mi acompañante se retiró tras hacer una reverencia y me dejó de nuevo solo en la intimidad de mi habitación. Decidí no hacerle esperar y me dirigí al armario para poder alistarme con la ropa de calle: unos vaqueros oscuros que se ceñían a mis piernas, un jersey blanco y unas botas marrones. Recogí de la mesita de noche el tomo de Drácula que Milo me había devuelto la noche anterior y cogí mi cartera con las cosas de la universidad, donde introduje el libro.

Al bajar al salón comedor, Roger me esperaba para servirme el desayuno y Mina bebía de una copa mientras leía el periódico de la mañana. El contenido del recipiente cristalino era rojo, así que supuse que debía de ser sangre.

-          Buenos días, Camus – me saludó Mina, que parecía haber notado mi presencia sin tan siquiera levantar la vista del diario.

-          Buenos días – le correspondí, deteniéndome un instante para hacerle una ligera reverencia.

-          ¿Has encontrado cómoda la habitación?

-          Muchísimo, no podría haber dormido mejor.

-          Me alegro. Por favor, siéntate y desayuna tanto cuanto gustes. Mary lo ha preparado todo para ti.

-          Merci. Le expresaré mi agradecimiento en cuanto la vea.

Me acerqué a una de las sillas donde Roger me esperaba para retirármela y, en cuanto me senté en ella, me la acercó a la mesa.

-          Muy amable – le dije.

-          Eres demasiado gentil con los sirvientes, Camus. No es necesario que le des las gracias a Mary, es su trabajo y ella lo hace con gusto mientras la paguemos.

-          Que alguien sea un empleado no significa que no merezca también nuestro respeto y agradecimiento.

-          Créeme, Milo ya se lo agradece con lo bien pagada que la tiene.

Decidí ignorar la verborrea continua de tonterías que no paraban de salir de la boca de Mina y me centré en servirme en un plato algunas de las comidas que había sobre la mesa. Comenzaba a darme cuenta en lo que llevaba de estancia allí que mi acompañante era una persona muy fría y calculadora, una vampiresa déspota y arrogante que tan solo se preocupaba por ella misma y por servir a su amo, por lo que todo lo demás que escapaba de su atención e interés era tratado con frialdad e ignominia.

-          ¿De dónde has sacado esa sangre? – le pregunté, mientras pegaba un mordisco a una tostada que me había preparado con mantequilla y mermelada de arándanos.

-          Es fresca. Me la ha servido Roger hace un momento.

-          ¿De su sangre? ¿Por eso lleva la muñeca vendada? – cuestioné, puesto que había observado al entrar en la estancia la tela blanca bajo la manga de Roger. El nombrado se ruborizó y retrocedió unos pasos mientras agachaba la cabeza.

-          Sí, ¿tienes algún problema con ello?

-          ¿Es así como tratáis aquí a los criados?

-          Métete en tus asuntos Camus y deja de cuestionar los míos. Y desayuna antes de que hagas tarde a la universidad.

Decidí callarme y no discutir más a pesar de que encontraba aquello como una completa injusticia y sobreexplotación. Las cosas no iban a quedar así: hablaría con Roger y le pediría que me explicara todo lo sucedido. Estaba convencido de que allí pasaba algo más que Mina quería ocultarme y yo pensaba descubrirlo. Hablaría ante el propio Milo de ser necesario, pero no iba a dejar pasar el sufrimiento de una persona delante de mis ojos.

En cuanto terminé mi desayuno retiraron todos los platos de la mesa para llevarlos a la cocina y Mina me pidió que la siguiera hasta el garaje. En él se encontraba estacionado un Mercedes antiguo, concretamente un Ponton en color negro; todo un clásico. Los cristales habían sido tintados de negro para que no se viera nada desde el exterior y la luz del sol no entrara de forma tan agresiva en su interior. Mina, siendo igualmente precavida, se había vestido con un mono que le cubría desde el cuello hasta los pies y llevaba una bonita pamela sobre su cabeza.

-          Sube al coche, Camus – me ordenó.

Así lo hice y sin rechistar, a pesar de que después de nuestra discusión en el desayuno me encontraba realmente incómodo en presencia de la vampiresa. Comenzaba a darme cuenta de que era el tipo de persona que yo solía odiar y probablemente no nos llevaríamos demasiado bien. Saltaba a la vista que ninguno de los dos quería hacer aquello: ni Mina tenía ganas de acompañarme hasta la universidad cada día ni yo tenía ganas de que lo hiciera. Pero esas habían sido las órdenes de Milo y ninguno de los dos podíamos desacatarlas, por lo que tendríamos que seguir soportando la compañía del otro durante bastante tiempo.

Mina introdujo la llave del vehículo en la ranura y la giró. Toda la maquinaria se encendió y el motor comenzó a rugir, ansioso por lanzar a la bestia hacia las calles de Londres. La puerta del garaje comenzó a abrirse poco a poco y, cuando ya estuvo levantada por completo, la conductora dio marcha atrás y desapareció calle abajo mientras la puerta de metal volvía a cerrarse.

La viviendo de Milo se encontraba a las afueras de la ciudad, situada en las profundidades de un bosquecito que le proporcionaba cierta intimidad y evitaba que otros pudieran husmear, por lo que nos llevó un tiempo abandonar el lugar y adentrarnos en la ciudad de lleno.

Apenas eran las siete y media de la mañana y el tráfico ya invadía por completo las calles de Londres: trabajadores elegantemente trajeados que corrían apresurados hacia el metro, cargados con sus carteras de piel donde seguramente llevarían documentos demasiado valiosos de los que dependían sus empresas, madres que llevaban a sus hijos al colegio, estudiantes de secundaria que asistían al instituto acompañados de sus amigos, personas mayores que habían madrugado para sentarse en un banquito a tomar el fresco de la mañana y contemplar la gente pasar… Veía el mundo entero a través de aquellos cristales tintados que me alejaban de aquel exterior y me mantenían prisionero en el interior del coche.

-          Cielo santo, ¿cada mañana se monta este jaleo en las calles? – preguntó Mina, horrorizada, pues nunca había gozado del placer de conducir de día y solo conocía la conducción nocturna y solitaria por las calles.

-          Esta es la vida diaria en Londres – respondí secamente.

-          ¿Quieres decirme que cada día va a ser así?

-          Efectivamente. Si decides echarte atrás, puedo decirle a Milo que simplemente me deje el coche y vendré yo solo a la universidad… O podría traerme Roger, que también es humano, como bien sabes – remarqué.

-          Maldita sea, Camus. Vete al infierno – masculló, tan molesta que pude apreciar como sus ojos adquirían una tonalidad rojiza llena de ira -. Que me cuelguen antes que desacatar las órdenes del amo Milo.

Acto seguido y mientras estábamos parados en medio de un bullicio de coches que esperaban su turno para adentrarse en una rotonda, giró su cabeza hacia mí y me observó con la sonrisa más perversa y llena de satisfacción que había visto en toda mi vida.

-          Milo nunca te dejaría ir solo. ¿Sabes? No confía en ti. Yo soy su única y fiel acompañante a su servicio y solo a mí me encarga misiones tan importantes como esta. Cree que podrías intentar escapar, y a pesar de que te encontraría fácilmente prefiere ahorrarse esa molestia y decidió dejarte a mi cargo.

-          ¿Estás queriendo decir que básicamente eres su perrito faldero? – pregunté, con sarcasmo, tratando de no dejarme intimidar por ella.

Pude oír claramente el rechinar de sus dientes llenos de furia y su mirada clavada en mí, a pesar de que yo trataba de mirar a través del cristal de forma despreocupada.

-          Ten cuidadito, Camus. Estás tratando con una vampira, no con cualquiera. Sabes que podría matarte ahora mismo.

-          Y entonces Milo te mataría a ti. Soy imprescindible para él.

-          Solo porque eres su comida. Qué ridículo haces, pensándote que le importas y en el fondo él solo te ve como eso.

-          Noto cierta agresividad y celos en tus palabras. ¿Acaso te jode que sea mínimamente importante para él? Si no lo fuera, como bien dices, no me hubiera acogido en su casa, ni me hubiera llenado de comodidades y colmado todos mis deseos, como el de seguir asistiendo a la universidad.

El tráfico avanzó por fin y le hice una señal a Mina para advertirla de que ya podía continuar. Ninguno pronunció ni una palabra más durante todo el camino, pero podía ver a quilómetros la tensión y la rabia contenida en el interior de mi acompañante que probablemente más tarde debería pagar algún pobre mortal brutalmente asesinado.

No pensaba dejarme acobardar por ella. Había algo en su interior que no me gustaba nada y que todavía tenía que investigar a fondo, al igual que la extraña historia que circulaba alrededor del pobre Roger.

Al llegar al campus de mi universidad, me bajé del coche y me despedí de Mina con un escueto “adiós”. En cuanto cerré la puerta del vehículo, su conductora arrancó y se perdió por las calles a todo gas.

Observé el edificio histórico de mi universidad con una sonrisa en los labios. Mis estudios y aquel entorno de jóvenes estudiantes paseando por el claustro mientras comentaban libros o comían un bocadillo sentados en la hierba era mi escapatoria al profundo abismo vampírico en el que me había sumergido desde hacía dos días. Hubiera sido mi perdición que no me hubiese sido concedido este único deseo. Necesitaba seguir rodeándome de humanos y sentir que seguía siendo uno de ellos… Sentir que, de algún modo, mi preciada vida seguía siendo igual en algunos aspectos.

Me maldecía a mí mismo con un furor incandescente. ¿En qué momento de mi vida había comenzado a interesarme por los vampiros? ¿Por qué no había podido simplemente investigar sobre algo más sencillo? Mi pasión por ellos me había arrastrado de tal modo que ahora me veía involucrado en sus círculos viciosos. El único que, a mi parecer, se libraba de aquella barbarie era Milo. Era justo el tipo de vampiro con el que yo siempre había soñado. No quería decir eso que fuera un santo, ni mucho menos… Todavía no le había perdonado la masacre y el horror que había llevado a cabo aquella noche en la mascarada. Pero había algo en él que de alguna forma me atraía irremediablemente y necesitaba descubrir de qué se trataba.

-          Buenos días, Camus – me dijo una voz a mis espaldas.

Me giré para descubrir a Shaka, y le hice una reverencia mientras correspondía a su saludo.

-          ¿Cómo ha ido tu fin de semana?

-          Oh, bien… - contesté, en un hilillo de voz, pensando al mismo tiempo en todo lo que realmente había sucedido y que nunca le podría contar a mi amigo.

-          ¿Has comenzado a estudiar para el examen de avanguardas?

-          Pues… Lo cierto es que no.

-          ¡Camus! ¡Tenemos el examen pasado mañana! Últimamente estás muy raro… ¿Seguro que no te pasa nada? El otro día en el café ya te dije que no te notaba como siempre… Y ahora me vienes con estas. El Camus que yo conozco hubiera empezado a estudiar como mínimo una semana antes para un examen.

-          Bueno… Digamos que estoy tratando de tomarme los estudios de una forma un poco más relajada – mentí -. La verdad es que creo que me estreso y me agobio demasiado por ellos y tampoco puede ser sano.

-          Me parece bien que quieras relajarte un poco, claro que te sentará bien. Pero tampoco puedes dormirte en los laureles, Camus. Deberías ponerte con los apuntes esta noche.

-          Sí…

Continué maldiciéndome a mí mismo mientras atravesábamos la puerta de nuestra primera clase. Con todo lo sucedido, ni siquiera recordaba que tan solo quedaban dos días para el examen y me preocupaba seriamente el hecho de que, de no haber sido porque Shaka me lo había recordado, probablemente hubiera acabado llevándome una sorpresa el miércoles al encontrarme un examen en blanco sobre la mesa que no iba a poder rellenar al cien por cien.

¿A quién quería engañar? Mi vida había cambiado completamente desde el momento en el que conocí a Milo. Por más que intentara seguir aferrándome a mi alma humana, esta ya estaba dividida entre el mundo vampírico y el humano, y era algo que ya no podía revertir. No tenía sentido continuar mintiéndome a mí mismo y seguir fingiendo ser una persona normal porque ya no lo era: conocía un secreto que la mayoría de los mortales no, y ese era que la existencia de vampiros era absolutamente real.

Una vez posicionados en nuestros respectivos sitios, saqué de mi cartera las hojas en blanco y el bolígrafo que utilizaba para tomar apuntes. El profesor de literatura clásica, puntual como un reloj, enseguida apareció y se preparó para impartir la materia correspondiente para aquel día. Me dije a mí mismo que debía concentrarme en mis estudios, no podía permitir que todo lo sucedido los últimos días perjudicara los estudios por los que tanto había luchado: todo el último año de instituto metido entre libros para conseguir sacar de las mejores notas en la selectividad y así aspirar a una beca de Estudios Literarios en la Universidad de Londres, gran capital del país que había sido la cuna de grandes escritores como Agatha Christie, Jane Austen, Robert Stevenson, Daniel Defoe, Charles Dickens… y un sinfín de grandes artistas más. Era todo un honor para mí poder estar ahí, y tampoco había sido fácil convencer a mis padres para efectuar el Erasmus desde París hasta Londres. E incluso seguía siendo complicado cuando aún cumplido mi sueño debía seguir manteniendo mi media alta si deseaba poder seguir disfrutando de la beca hasta que terminara la carrera. Sin duda, no podía dejar que las bestias de la noche echaran abajo todo el esfuerzo puesto en aquella empresa.

-          Bien, hoy leeremos algunos textos que tratan sobre el mito griego de Hades y Perséfone. ¿Alguien podría contarme la historia?

Mi amigo Shaka, siempre en todo y dispuesto a demostrar sus conocimientos, levantó la mano enseguida.

-          Adelante Shaka, deslúmbranos.

-          Señor, Perséfone era la hija de la diosa Démeter, quien cuidaba de la agricultura y protegía las cosechas. Un día, el dios de la muerte Hades se enamoró de su hija y decidió raptarla y llevársela con él al Inframundo. Démeter, sobrecogida por el dolor, rogó a Hades que se la devolviera, hasta que llegaron a un acuerdo: Pérsefone pasaría seis meses del año con él en el Infierno y los otros seis con su madre. Así nacieron las estaciones: los seis meses que su hija era separada de ella, Démeter lloraba sin parar y en la tierra todo se volvía frío y lluvioso, con lo que llegaban el otoño y el invierno. Mientras que cuando Perséfone volvía con ella, la tierra se llenaba de esplendor y alegría, con lo que llegaban la primavera y el verano.

-          Perfecto Shaka, muchísimas gracias. Como iba diciendo, ahora leeremos algunos textos sobre los que ya tendréis la base del mito gracias a vuestro compañero…

No pude continuar escuchando al docente. De alguna forma, el mito de Hades y Perséfone me hizo reflexionar ya que me había recordado a mí mismo, como si fuera yo quien estuviera en la propia piel de la diosa hija viviendo su misma situación: Milo me había raptado aquella noche para llevarme a su propio Inframundo y me había arrancado de los brazos de Shura que tan solo trataba de protegerme. Mi pobre amigo… No había vuelto a saber de él y probablemente estaría demasiado preocupado y desesperado por intentar encontrarme. En aquel momento, recordé sus palabras en el viento helado de aquella noche fatal y mis mejillas se ruborizaron ligeramente. No había querido hacer caso a Shaka, e incluso me había reído de sus habladurías, pero tenía razón: mi mejor amigo había confesado estar locamente enamorado de mí.

No, debía apartar aquellos pensamientos de mi cabeza ahora, ya que había cosas más importantes en juego. Shura debía de estar buscándome y le prometí que le ayudaría en todo lo que pudiera. Ahora me tocaba a mí ponerle las cosas fáciles. Aunque no iba a ser tan sencillo: no podía simplemente telefonearle porque Milo lo descubriría y tampoco podía reunirme con él porque Mina iba a ser como mi propia sombra en cuanto saliera de la universidad. Me dolía en el alma, y probablemente me tacharía de loco, pero mi única vía de escape en aquel preciso momento para ponerme en contacto con mi amigo era el bueno de Shaka. Debía intentarlo, aunque fuera demasiado arriesgado, pero no había otra opción.

Enseguida hice un recorte diminuto de uno de los folios en blanco y escribí con prisas una nota que posteriormente entregaría a Shaka. No podía hacerlo en ese momento porque probablemente su contenido le escandalizaría y podía acaparar la atención del resto de la clase. Así que esperé pacientemente durante todo el día y seguí fingiendo que todo estaba bien hasta que ya salíamos de la universidad una vez que habían finalizado las clases.

-          ¿Coges hoy el metro para volver a casa? – me preguntó mi amigo.

-          No… Me vienen a recoger en coche.

-          ¿En serio? ¿No será tu querido Shura? ¿Ha ocurrido algo finalmente? Ten cuidado, que esa es una gran distracción para tus estudios – me espetó con una sonrisilla pícara.

-          No es una amiga, pero precisamente necesito hablarte de él.

-          Dime – dijo mi acompañante, dirigiéndome toda su atención.

-          Aquí no, Shaka… Es demasiado arriesgado – susurré.

-          ¿A qué viene tanto misterio? No me asustes, Camus, casi parece que estemos en una de esas películas de espías.

-          Shaka, eres mi amigo y confío plenamente en ti. Probablemente me vayas a tomar por un loco, pero esto va realmente en serio. Ahora mismo eres mi única vía de escape y necesito que te tomes esto con absoluta seriedad. Te juro por Dios que no es ninguna broma.

-          De acuerdo, ahora sí que me estás asustando.

-          Cuando leas esto lo entenderás – le susurré, y con un fugaz movimiento deposité la nota que había escrito previamente en su mano -. Ahora tengo que irme. Nos vemos mañana.

Me despedí definitivamente con un último gesto de mano y me apresuré a salir de la universidad para encontrarme con Mina, pues supuestamente debía de estar al caer con el coche. Las cartas ya estaban echadas y no era tiempo de arrepentirme.

Minutos antes, a las puertas de la universidad…

POV Mina.

Endiablado humano. ¿Quién se ha creído que es para hablarme así? ¡Ese estúpido! ¡Creyéndose algo importante para el amo Milo! ¡Ja! Ni en sus más míseros sueños conseguirá acaparar su atención, el amo tiene otros asuntos más importantes de los que ocuparse. Probablemente cuando se canse de él lo mate definitivamente y celebre un banquete con su sangre. Y sino… es posible que yo misma le proponga la idea.

Por si fuera poco, encima debo hacerle de niñera arriesgando mi propia vida. Pero son órdenes de mi amo, no las puedo desacatar, y haría lo que fuera por él con tal de que todos los deseos que salgan de sus labios sean cumplidos. A él se lo debo todo: me salvó de las garras de la muerte cuando estaba en aquel callejón agonizando y me proporcionó la dulce vida eterna además de, con ella, todos sus poderes y ventajas. Exponerme al sol es poca cosa si se trata de un bien que le hago a él. Tan solo debo quitarle a ese humano de la cabeza. Puede que sea verdad que se ha encaprichado un poco con él, pero tan solo porque es novedad y porque su sangre le agrada. Únicamente por eso le otorga buenos cuidados. Pero espérate, Camus, esto todavía no ha terminado, ya veremos quién ríe el último.

-          ¿Pero qué es esto? No sabía que tuviéramos pivones así merodeando nuestra universidad.

Un estudiante se había parado justo enfrente mío para observarme. Debía de tener unos veintipocos años y era de complexión fuerte y robusta. Probablemente era una buena oportunidad que se me había presentado para alimentarme y descargar mi furia por aquel francés.

-          Vaya, más bien dilo por ti, querido – le dije, con una sonrisa encantadora -. Tu tampoco estás nada mal, aunque gracias por el cumplido.

-          De nada, nena. Si quieres puedo invitarte a un café en aquella terraza de allí.

-          Uy, lo siento. Prefiero quedarme a la sombra, el sol es terrible para mí. ¿Sabes? Hago todo lo posible por conservar esta piel blanca e inmaculada. Pero si me acompañas puedo llevarte a un lugar encantador.

No le dejé que respondiera y le agarré por la muñeca para arrastrarle hacia una callejuela que se encontraba acera abajo. Sabía por sus mejillas sonrojadas y su mirada llena de lujuria que se vendría conmigo hasta el fin del mundo si hacía falta: le había embaucado por completo. Era el poder del que disponíamos ciertas vampiresas: encanto e hipnosis.

-          ¿A dónde vamos exactamente? – me preguntó, una vez nos habíamos adentrado en el callejón lúgubre y solitario por el que apenas se filtraba la luz del día.

-          ¿Tú qué crees?

Me detuve a mitad del recorrido y aferré mis manos a su cintura para atraerle hacia mí. Inmediatamente el chico, pobre ingenuo, malinterpretó mis intenciones y probablemente pensó que era el mejor día de su mísera existencia, así que se tomó la libertad de aferrarse a mi cuello y me besó en los labios. Enseguida me aparté de ellos y bajé mi boca hacia su garganta donde no demoré demasiado para hincar el diente.

Mi acompañante emitió un grito agónico y de profundo dolor que enseguida acallé con mi mano tapando sus labios. Mis colmillos desgarraron con fiereza el cuello y un reguero de sangre corrió y corrió cuesta abajo comenzando a empapar la camiseta blanca del joven. Midiendo mis acciones y tratando de ser cuidadosa, le tumbé en el suelo para que mi ropa no se manchara. El estudiante se había desmayado después de sentir aquel dolor desgarrador e inhumano y probablemente le quedaban pocos segundos de vida, por lo que me posicioné encima de él y seguí bebiendo los últimos restos de mortalidad que le quedaban.

En cuanto terminé, limpié todos los rastros de sangre que quedaban en mis labios y le abandoné allí, el cuello desgarrado, el cuerpo inerte y frío, el rostro desfigurado por el dolor, en un callejón cercano al Northampton Square. Regresé rápidamente a mi puesto de guardia que había mantenido durante toda la mañana y atisbé por fin, con la ilusión reflejada en mis ojos tras la larga espera de horas enteras, que el dichoso humano al que debía llevar sano y salvo a casa ya salía de su universidad, lo que significaba volver pronto junto a la comodidad de mi amo. De repente, vi que se detenía junto a su acompañante, un joven de cabellos rubios y tez blanca que, ciertamente, tenía muy buen ver, y después de intercambiar con él breves palabras de forma muy sospechosa, le entregó en mano una nota. Acto seguido se despidió de él y corrió hacia la salida del campus, es decir, justo donde me encontraba yo, por lo que rápidamente me escondí de su vista y dejé que pasara de largo.

No podía irme sin antes investigar aquel comportamiento tan sospechoso. El amo Milo me había pedido que observara con ojo crítico todos los movimientos de su inquilino y que le informara de cualquier situación inusual. A pesar de ser de día y que, con ello, mis poderes vampíricos vieran reducidos su efectividad en un alto porcentaje, agudicé mi vista quilométrica para poder leer a la perfección el contenido del mensaje que el rubio mantenía ahora abierto entre sus manos. Decía:

 

Shaka, de veras necesito tu ayuda. Esto se trata de un asunto verdaderamente serio y puedo decirte que ahora mismo me encuentro en una situación desesperada. No trato de alarmarte, pero tengo que ser sincero contigo al pie de la letra: mi vida en estos momentos corre peligro y el único que puede ayudarme ahora mismo es Shura, pero me es imposible contactar con él, por lo que tú eres el único que puede hacerlo en mi nombre sin levantar ninguna sospecha. Por favor, hazle una visita y enséñale esta nota por mí. Más abajo, te adjunto una dirección que le será crucial para ayudarme. No te preocupes, estoy seguro de que él comprenderá qué es. Sin embargo, BAJO NINGÚN CONCEPTO, trates de localizarme en esta dirección y ni mucho menos cometas la insensatez de venir. Espero que te apiades de tu pobre amigo y que comprendas que verdaderamente esto no es ninguna broma, sabes que no jugaría con temas tan serios. Gracias por tu ayuda,

Sinceramente tuyo:

Camus.

 

Al final de la nota se encontraba la dirección de la mansión de Milo. Definitivamente aquel humano se había atrevido a hacerlo. Tal y como había predicho el amo, estaba intentando pedir ayuda al cazavampiros para escapar. No había tiempo que perder, debía informar a mi señor lo más pronto posible de lo sucedido para que actuara antes de que fuera demasiado tarde.

Me dirigí con rapidez hacia el coche que estaba estacionado frente al edificio, donde Camus ya me esperaba, aunque con cierta extrañeza al comprobar que yo no estaba en el vehículo. Le saludé al llegar allí y los dos subimos al coche. No volvimos a hablar durante el camino de regreso a casa: él no parecía tener ganas de contarme precisamente a mí cómo había ido su día y yo estaba demasiado ansiosa por llegar a la casa para contarle aquella noticia al amo.

Una vez llegamos a la mansión y estacionamos el coche en el garaje, Camus se retiró a su habitación para descansar antes de su comida y yo no demoré mucho más en subir a los aposentos del amo. Piqué con los nudillos a su puerta y enseguida fui bien recibida al interior de la estancia. Mi señor se encontraba sentado en la cama, vestido con su albornoz rojo que dejaba al descubierto sus largas, pulidas y morenas piernas además de aquel pecho musculado imperiosamente deseable. Sostenía un libro entre sus manos que había estado leyendo con mucho interés hasta que yo había irrumpido en la habitación.

-          Buenos días, Mina. Me alegro de verte con tan buen aspecto. Parece que ni el sol del mediodía puede contigo. Sabía que eras la más adecuada para llevar a cabo esta encomienda.

-          Sus halagos me honran inmensamente, amo – le dije, ruborizándome ligeramente, como siempre sucedía cuando mi señor me elogiaba, e inmediatamente procedí a hacerle la reverencia que correspondía -. Siento que su deseo por saber el éxito de mi misión le haya sacado de su dulce sueño a estas horas.

-          Tonterías, no te preocupes. ¿El resultado ha sido satisfactorio, entonces?

-          Me temo que no del todo. Vengo a informarle de una incidencia ocurrida hacia el final de la jornada.

-          Tú dirás.

Informé a Milo lo más claramente que pude del encuentro ocurrido entre el francés y su amigo, la entrega de la nota y el contenido de esta. Temía que pronto encontraría la furia de mi amo crispando su rostro, pero, contrariamente a eso, sus labios esbozaron una sonrisa traviesa.

-          Me desconcierta, amo. Pensaba que le enfadaría que ese estúpido humano intente escapar de usted.

-          No creas, Mina. Era justo lo que esperaba que hiciera y por eso me divierte tanto. ¿Qué es una misión sin contratiempos y un poco de acción? Camus no me ha defraudado, ha actuado justo como concebí. La naturaleza humana es fascinante, ¿no crees, Mina?

-          Pero señor… Si el otro chico avisa al cazavampiros…

-          Ah, sí… Lo lamento por ese pobre mortal… - suspiró el escorpión – Sabe demasiado, habrá que callarle para que no hable.

-          Yo misma me ofrezco voluntaria a hacerlo ahora mismo, antes de que consiga contactar al cazador.

-          Calma Mina, no hace falta que te alteres tanto. Agradezco tu preocupación por mí y tu ofrecimiento, pero ya has hecho demasiado. Enseguida me encargaré de esto, no te angusties más. Ahora puedes retirarte a tu habitación y descansar.

Iba a reprocharle aquello, a contradecirle, a explicarle que estaba perfectamente capacitada para hacerlo, que haría cualquier cosa que él necesitara, pero no podía hacerlo o le enfadaría, así que me retiré a mi habitación con cierto sentimiento de impotencia y frustración.

POV Milo.

El juego había comenzado tal y como había predicho. ¿Qué más sorpresas me prepararía el joven Camus? Absolutamente fascinante y divertido. Aunque lo lamentaba por su pobre amigo. Sin saberlo, le había condenado al descanso eterno. ¿Pero qué más me daba a mí eso? Camus se lo había buscado, debió de meditarlo dos veces antes de llevar a cabo ese plan tan irracional. Un humano escapando de un vampiro… ¿Dónde se ha visto esto? Nunca te dejaré marchar, mi querido Camie, todavía hay muchas cosas que quiero descubrir de ti, pero me alegro de que lo intentes, eso demuestra tus agallas y tu valentía. Sumamente deslumbrante. ¿Hasta dónde seguirás con el juego? ¿Te llevarás hasta tus propios límites? ¿O te rendirás antes?

Rápidamente tiré de la cuerda que había junto a mi cama y que servía para llamar a los criados. Enseguida se presentó Roger en mi puerta y le pedí que informara a Saga de que debía verle. Transcurrieron unos minutos hasta que mi fiel compañero se presentó en la habitación y le pedí que se sentara junto a mí.

-          ¿Qué quieres a estas horas, Milo? – me preguntó, mientras restregaba sus ojos aún llenos de sueño – Por poco mato del susto al pobre Roger al despertarme.

-          Te pediría que no lo hicieras, por favor, es mi mejor empleado.

-          Sí, y además debería soportar tu furia.

-          No te despertaría si no fuera importante. Necesito que hagas un trabajo para mí.

-          Bien, dime de que se trata y lo haré.

-          Voy a darte la información completa acerca de un mortal y necesito que le encuentres de inmediato. No puede haber errores en esta misión, Saga. Simplemente, necesito que le mates en cuanto antes.

Notas finales:

Deseo infinitamente que os haya gustado el nuevo capítulo y prometo que haré todo lo posible y seguiré poniendo todo mi esfuerzo en continuar esta historia porque de verdad que tengo muchas ideas para ellas y me hace mucha ilusión escribirla.

Y ahora, para quien le interese, vengo a contaros qué ha sido de mí el último año. En septiembre del 2017, abrí un blog con pequeños relatos que iba publicando de tanto en tanto acerca de un libro que apenas estaba comenzando y, para noviembre, una pequeña editorial me contactó diciéndome que les gustaban mis escritos y que querían publicarme. Como entenderéis, me hizo tremenda ilusión y obviamente acepté. El libro apenas estaba comenzado y ni tan solo sabía cómo iba a terminar, por lo que tuve que trabajar muy duro los siguientes meses y básicamente la escritura de ese libro acaparó mi vida entera, que consistía en asistir a la universidad y al volver ponerme a estudiar o escribir, por lo que tuve que abandonar esta bella historia de vampiros obligadamente si quería cumplir con los plazos de publicación. Finalmente he conseguido publicarlo y he quedado muy satisfecha con el resultado. Me hace mucha ilusión poder compartir esta noticia con vosotros, los lectores de esta página, con los que llevo ya unos añitos y quienes habéis sido mis primeros lectores.

Por eso me gustaría dejaros por aquí el link a través del cual podéis adquirir mi libro. Me haría mucha ilusión que pudiérais leerlo o, a poder ser, hacer difusión de él (ya que la editorial es pequeñita y de momento tiene cero publicidad). Os estaría eternamente agradecida si pudiérais ayudarme con esto, aunque obviamente, entiendo que quizá algunos no podáis adquirirlo por lo que sea, pero si lo realmente lo podéis hacer y lo leéis, estaré encantada de que compartáis conmigo vuestras impresiones y opiniones.

No deseo enrollarme más y seguir robando vuestro tiempo, así que os dejo aquí el link para comprar el libro: http://www.lulu.com/shop/laura-segura-s%C3%A1nchez/en-el-rinc%C3%B3n-m%C3%A1s-oculto/paperback/product-23670605.html

De verdad que muchas gracias por vuestra atención y espero que nos veamos en el próximo capítulo. ¡Os amo <3!


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