Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Bit me por gorgobina

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

 

Estoy de vuelta por aquí y con muchas ganas de seguir escribiendo esta historia :D. Siento haber estado ausente por tanto tiempo, pero últimamente he sufrido una fuerte crisis de inspiración que creo, poco a poco va desapareciendo.

 

Sin más, os deseo que disfrutéis del capitulo :3

Al parecer, había podido sobrevivir a mi primera asistencia a la universidad desde que había comenzado esta nueva situación en mi vida. Odiaba la idea de que Mina tuviera que acompañarme cada mañana y sentir su constante vigilancia sobre mi cabeza, pero al menos había podido entregar mi mensaje a Shaka satisfactoriamente. Solo esperaba que la vampiresa no se hubiera percatado de ello, pero había tomado muchas precauciones así que estaba bastante convencido de que no estaría al tanto de mi jugada.

Pedirle algo así a Shura era ponerle en peligro, pero no me quedaba otra opción. Si quería salir de allí, solo podía conseguirlo con su ayuda, pues él tenía más conocimientos prácticos que yo y sabía moverse por el terreno. Después de todo el sufrimiento que le había hecho sentir al pobre y de haber pasado por alto todos sus consejos, lo mínimo que podía hacer ahora era ponerme en sus manos y dejar que me salvara para que pudiera sentirse al fin tranquilo.

Solo siento odio y rabia mientras pienso esto porque estoy siguiendo el camino sensato, pero mi corazón me dice otra cosa: Quédate. Atrévete a conocer. Toda mi vida fantaseando con vampiros y ahora tenía la oportunidad de oro que siempre hubiera deseado. ¿Estaba loco? Sí, siendo sensato sabía que lo estaba, por eso precisamente estaba intentando hacer caso a Shura, porque todavía me quedaba algo de cordura en aquella cabeza corrompida por el deseo. Un deseo que me susurraba tentadoramente al oído: ‘Camus, quédate’. ‘Deseas perdidamente seguir al lado de Milo, no puedes abandonarle así como así’. Mi piel se erizaba de miedo y excitación al pensar aquellas cosas, porque el asunto se me estaba yendo de las manos por completo. Simplemente, mi cabeza estaba dividida en dos, como una larga cuerda desde la que tiran por los dos extremos: el bando de Shura, que quería que volviera a casa, al confort, a la seguridad, pero también a la vida aburrida y apacible. El bando de Milo, que me incitaba a quedarme en su prisión, puerta en realidad a un nuevo mundo lleno de conocimiento, sensaciones nuevas y muchas aventuras por delante, a pesar de mi exposición constante al peligro. Como una paradoja, aquella prisión de cuatro paredes me hacía sentir mucho más libre y vivo que mi vida como estudiante universitario.

Por ello sabía de sobras qué lado de la cuerda acabaría arrastrándome con él y temía no poder controlar ese impulso que, por una parte, haría daño a algunos seres queridos y, por otro, pondría en riesgo mi propia vida. ¿A cambio de qué? De la experiencia más maravillosa de toda mi existencia. Sabía que sería capaz de morir por ese deseo y aún más si era en brazos de mi carcelero, un apuesto vampiro que me había atrapado en sus redes desde el minuto cero. No podía negarlo más: tenía algo que me atraía irremediablemente y que me hacía querer estar a su lado, pero rechazaba el hecho de que era consciente de que, éticamente, no era el camino correcto. ¿Ética o deseo? ¿Leyes morales o evidencias sensoriales? Hecha la ley, hecha la trampa. Las normas están para transgredirlas, por lo que mi moral, corrompida hace tiempo, tenía ya todas las de perder. Era como un hedonista expuesto por completo al placer y con los brazos abiertos para recibirle, abrazarle y aceptarlo. Por esa razón necesitaba que Shura tomara el mando respecto a mi destino, porque yo ya había caído en el pozo y no había cuerda que me salvara y me arrastrara al otro bando.

~~

 

Cuando regresamos a casa, Mina me dejó por fin tranquilo y siguió con sus asuntos por otro lado. Eso me alivió en parte, pues tenía algunos planes pendientes en mente y hubiera sido complicado realizarlos con ella delante. La escena que había visto por la mañana entre ella y Roger mientras desayunaba no me había gustado nada, pues me daba la sensación de que había algo más turbio detrás de todo aquello que se estaba ocultando a ojos de los demás y tenía la necesidad imperiosa de averiguarlo a como diese lugar, ya que Roger había sido amable conmigo desde el principio y era de las pocas personas con las que me podía sentir seguro en aquella casa, lo que me incitaba ahora a corresponderle en su amabilidad y ser yo quien hiciera algo por ayudarle.

Era ya mediodía, así que dejé las cosas de la universidad en mi habitación y bajé al comedor para tomar mi comida. Todos los vampiros de la casa, dada la hora, descansaban plácidamente en sus ataúdes hasta que el sol decidiera esconderse un poco en el horizonte, así que estaba convencido de que solo encontraría a Roger atendiéndome en el comedor, lo que me brindaba una gran oportunidad para hablar a solas con él.

Y efectivamente, cuando atravesé las puertas de la estancia ya le tenía sosteniendo entre sus manos mi silla, que retiraba con un gesto elegante para que yo pudiera sentarme en ella. Me sirvió los platos y me deseó que fueran de mi agrado, para seguidamente retirarse a un lado y quedarse allí de pie, sin perturbar mi comida, pero pendiente por si necesitaba algo. No obstante, aquello no era realmente de mi gusto, así que le hice una seña para que se acercara.

-          ¿Hay algo que pueda hacer por usted, señor? – me preguntó, ciertamente preocupado pues ni siquiera había probado mi plato todavía.

-          Sí, Roger. Por favor, sírvete un poco de comida y acompáñame. Es muy triste comer solo.

-          Oh no, señor… Lamento no poder concederle ese deseo, pero el amo Milo me mataría si se me ocurriera relajarme cuando estoy de servicio. Mi misión aquí es únicamente comprobar que esté a gusto y servir a sus deseos… menos los que comprometen mi trabajo.

Dejé los cubiertos encima de la mesa un momento y le lancé por el rabillo del ojo una mirada inquisidora.

-          ¿El amo Milo o… puede que una mujer llamada Mina?

Mi pregunta pareció no pasar desapercibida para él, pues agachó la cabeza y miró hacia el suelo, rígido como una estatua, con los músculos tensados a causa del miedo que sentía.

-          Sin duda la señorita Mina también se enfadaría. Ella también se encarga de que las órdenes del amo Milo se cumplan – respondió.

-          De ser así, hablaré con ellos personalmente y responderé por usted.

-          Se lo ruego, señor… No me ponga en una situación tan comprometida.

-          Lo hago por su bien – le aseguré, agachando la cabeza para mirarle a los ojos y que notara la convicción de mi mirada. Seguidamente, yo mismo me levanté para coger otro plato y cubiertos de la mesa y le serví una ración para él, además de retirarle también la silla que había junto a la mía para que pudiera sentarse –. Además, solo será un momento, y los rayos del sol de mediodía que iluminan nuestra estancia mantendrán alejado a cualquier no-muerto.

Finalmente, Roger acabó por rendirse a mi súplica y se sentó a mi lado para comer, aunque parecía terriblemente tenso y asustado por lo que estaba haciendo. Noté que vigilaba cada rincón de la sala constantemente, en busca de alguna posible aparición no deseada, y que trataba de engullir su comida lo más rápido posible.

-          Como habrás podido notar, la señorita Mina no es especialmente de mi agrado – le comenté.

-          Es algo que no ha pasado desapercibido para mí, señor.

-          Tampoco yo he podido obviar el pequeño percance de esta mañana.

-          Agradezco su preocupación, pero no hay ningún motivo para ello – respondió, mirando fijamente su plato y sin alzar la vista en ningún momento.

-          ¿Y la venda que aún conservas en tu muñeca?

-          Un pequeño rasguño sin importancia.

Roger era demasiado prudente, y parecía que no iba a ser nada fácil extraerle la información que quería. Tenía dos opciones: intentar hacer más presión, o demostrarle que era de plena confianza.

-          Roger… - dije, posando mi mano sobre la suya – No me gustaría que pensara que soy un simple curioso. Solo intento ayudarte, porque los dos estamos en una posición muy débil en esta maldita casa y si no intentamos apoyarnos entre nosotros, nadie más lo hará.

-          ¿Qué le hace pensar que nos encontramos al mismo nivel? Usted al menos goza del favor del amo.

-          Pues entonces explícate y podré ayudarte a cambiar eso, pero si no conozco la naturaleza de tu situación me es imposible hacerlo.

-          Un riesgo absurdo que no servirá de nada. Solo para ponerle a usted también en peligro.

-          Mucho más ridículo es el que asume la desgracia y no hace nada para cambiarla.

Me levanté de la silla dando un fuerte golpe a la mesa y me dispuse a retirarme de la estancia bastante encolerizado. No obstante, era una estrategia, pues sabía muy bien el efecto que provocaría en mi acompañante.

-          Espere, señor Camus.

Bajé la mirada con una sonrisa triunfal en los labios y me giré de nuevo hacia él. Por fin alzó sus ojos y me observó con una mirada que denotaba bastante preocupación.

-          ¿Puedo confiar plenamente en usted?

-          Que me cuelguen si no es así – respondí.

Suspiró y reflexionó en silencio durante unos segundos. Que fuera tan reticente a la hora de explicarme lo sucedido me decía que no era una minucia.

-          La señorita Mina me está chantajeando.

-          Suponía algo así – contesté, cruzándome de brazos –. Y eso, obviamente, no venía en el contrato.

-          ¿Contrato? – preguntó, dejando escapar una amarga sonrisa – Estoy aquí en contra de mi voluntad y por culpa de un sucio chantaje. Ni siquiera he visto un mísero centavo desde que entré a trabajar aquí.

-          ¿Milo no te paga?

-          Más bien es Mina quien no lo hace.

Fruncí el ceño, muy extrañado. Aquello parecía más profundo de lo que aparentaba a simple vista, por lo que tomé de nuevo asiento para poder seguir aquella conversación con calma.

-          ¿Mina? Ella no está al mando de la casa.

-          Pero sí de la servidumbre. ¿Crees que Milo se ocuparía de algo tan banal? Ella es quien se encarga de gestionar el personal y las cuentas, entre ellas mi paga.

Me pasé una mano por la frente retirándome el flequillo, agobiado, y lancé un fuerte soplido.

-          Entonces Milo no está al corriente de nada de esto. Ni del chantaje ni de la paga que no recibes.

-          Correcto.

-          Y no le has dicho nada porque temes las consecuencias.

-          Sí.

Comenzaba a comprender por qué el pobre Roger estaba tan asustado y totalmente anulado, pero aún quedaba indagar en lo peor.

-          ¿Y cómo te chantajea Mina?

Tras mi pregunta se le humedecieron los ojos y apretó los puños con fuerza.

-          Mi mujer – respondió –. La retiene en sus aposentos como su doncella personal. Un muro infranqueable al que nadie más aparte del señor Milo puede acceder. Nos secuestraron a los dos y nos trajeron aquí para servir, pero fuimos inmediatamente separados y desde entonces no he tenido ocasión de mantener algunas palabras con ella o de contemplar su rostro de nuevo.

-          ¿Mina os secuestró?

-          Sí. El amo Milo desconoce también mi procedencia. Ya te he dicho que ella se encarga de la servidumbre. Simplemente un día nos vio aparecer y asumió que éramos los nuevos criados.

Me aterrorizaba estar comprendiendo el nivel de crueldad que podía alcanzar la vampiresa.

-          ¿Y la venda? Te ha atacado, ¿verdad?

-          Suele utilizar mi sangre como alimento cuando no encuentra nada más que comer.

Las declaraciones de Roger habían sobrepasado por completo lo que hubiera esperado de todo aquello. Al ver aquella mañana el vendaje que llevaba, me había encolerizado pensar que Mina podía haberle agredido cuando se suponía que él estaba al servicio de Milo, pero mis sospechas no habían ido más allá. Al final, la realidad había superado con creces mis pensamientos.

-          Le rogaría por favor que no le contara nada de todo esto al amo y mucho menos que se enfrentara a la señorita Mina. Sé que sus intenciones son buenas y que quiere ayudarme, pero ahora entiende por qué es imposible hacer algo. Si lo intentara, creo que la muerte sería lo mejor que me ocurriría. Al menos he podido desahogarme con usted. Muchas gracias por escucharme.

-          Por descontado, no pensaba hacer tal insensatez. Te agradezco que te hayas sincerado conmigo, y entiende que no puedo quedarme de brazos cruzados ante tal desgracia.

-          Me buscará la ruina, señor Camus. Le ruego que no haga nada.

-          No te preocupes, no te va a ocurrir nada – le dije, con una sonrisa cariñosa –. Mis intenciones no serán reveladas, pero intentaré cambiar las tornas a nuestro favor. Poco a poco, Roger, pero sé que puedo conseguirlo.

Sabía que el pobre Roger estaría torturándose en aquellos momentos por habérmelo contado todo. Debía estar convencido que iba a cantar delante de Milo y que eso, lejos de ayudarle, iba a hacer que Mina se deshiciera de él. Pero no, obviamente no. Actuaría, sí, pero de forma que Mina no pudiera sospechar que Roger me lo había contado todo y que iba a por ella. La discreción iba a ser mi acompañante a partir de ahora.

~~

 

Supuse que a las horas que eran ningún vampiro estaría aún despierto, por lo que mi pequeña charla con Milo tendría que esperar. De mientras, aprovecharía para estudiar, pues Shaka ya me había recordado muy bien en clase que dentro de dos días teníamos examen de vanguardias, y yo ni siquiera me había mirado una sola vez los apuntes. ¿Cómo hacerlo en aquella situación? Ya me resultaba bastante extraño pensar en cosas que parecían ya tan lejanas y banales frente a lo que estaba viviendo ahora.

Al pasar por mi habitación para recoger el material de la universidad y dirigirme después a la biblioteca, me topé de casualidad con el cuarto de Mina, que pillaba de camino. Una tentación inesperada se apoderó de mí y me acerqué a la puerta. Estaba entrando en terreno peligroso, lo sabía, pero algo me empujaba a hacerlo y no podía refrenar ese impulso. Pegué la oreja a la puerta y escuché; dentro parecía reinar el absoluto silencio, cosa que me inquietó todavía más. ¿Estaría Mina ausente? La locura que estaba a punto de cometer podría pasarme factura, pero necesitaba averiguarlo, así que acerqué mi mano temblorosa al pomo de la puerta y comencé a girarlo lentamente.

De repente, otra mano firme y poderosa lo giró desde dentro y la puerta se abrió de golpe para dejar ver a Mina que, con ojos furiosos, me observaba.

-          ¿Qué coño haces en mi habitación? – me inquirió, con voz de ultratumba.

Tenía que inventar una excusa rápidamente si quería salir indemne de aquello.

-          Ah… ¿Esta es tu habitación? Lo lamento, me he confundido entonces. Estaba buscando la biblioteca.

-          Está al fondo del pasillo, pedazo de inútil.

-          Eh, sin faltar, que yo no te he insultado – inquirí, pues tampoco pensaba dejar que me humillara.

En ese momento, mis ojos se dirigieron hacia el fondo de la habitación que el espacio entre Mina y la puerta dejaban entrever, y vi a una mujer que me observaba con ojos lastimeros. Su tez estaba increíblemente pálida, llevaba puesto un vestido lleno de jirones y descosidos, sus manos parecían muy maltratadas y el cabello tenía bastantes trasquilones.

-          Esa muchacha… – murmuré, señalándola.

-          No es de tu incumbencia – me espetó, y se interpuso en mi campo de visión para que no pudiera ver más.

-          Pero… ¡Tiene muy mal aspecto! ¿Así tratas al servicio?

Se acercó a mi rostro para mirarme fijamente a los ojos, de forma intimidatoria.

-          Mueve el culo fuera de aquí y no hagas más preguntas. O puede que se me olvide un poquito que eres el protegido de Milo.

Retrocedí unos pasos, vacilante, pero luego di media vuelta e intenté alejarme de allí lo más rápido posible. Escuché que la puerta se cerraba de un portazo y después le siguieron algunos gritos:

-          ¡¿Qué te dije?! ¡Que no debías dejar que nadie te viera! ¡¿Me has entendido?! ¡No quiero que sepan de tu mísera existencia!

-          Disculpas, ama Mina… No esperaba que abriera la puerta de golpe y no me dio tiempo a retirarme.

-          ¡No quiero tus excusas, quiero que las órdenes que doy se cumplan! La próxima vez no seré tan benevolente. ¡Como vuelvas a desobedecerme acabarás en el fondo del río! ¡¿Queda claro?!

-          Sí, ama…

Me apoyé contra la pared del pasillo y suspiré profundamente. Pobre chica… No podía permitir que aquello siguiera así durante mucho más tiempo. Si Roger hubiera visto a su mujer en aquel estado se le hubiera partido el corazón. Con aquel tipo de cosas comenzaba a comprender y a sentir en mis propias carnes la crueldad de los vampiros. Quizá la vida me había traído a aquella casa con un propósito: liberarla de la maldad que ejercían aquellos monstruos que tanta admiración me habían causado en tiempos pasados.

~~

 

Pasé toda la tarde en la biblioteca estudiando. Leer el Manifiesto futurista de Marinetti no era lo que más me apasionaba en aquel momento, con tantas otras cosas corriéndome por la cabeza. Cuando observé a través de la ventana que el sol empezaba a ponerse decidí que era el momento de hacerle mi visita a Milo, así que recogí las cosas de la universidad y las dejé en mi cuarto justo antes de llamar a la puerta del vampiro. Tras picar varias veces insistentemente seguí sin recibir una respuesta, así que me aventuré a entrar por mi cuenta.

El cuarto se encontraba completamente oscuro, con las cortinas echadas y la ventana sellada. La cama estaba impoluta, sin una arruga y sin signos de haber sido usada, mientras que en la mesa había varios papeles esparcidos y la pluma y el tintero a un lado. Me adentré con cuidado en la estancia y cogí una de las hojas para leerla.

 

Yo, Milo Antares, nacido el 8 de noviembre de 1897, dejo escritas estas memorias sobre mi vida para el recuerdo, y espero que sean de utilidad o, al menos, de algún interés, para las generaciones venideras.

 

Así comenzaba la primera página de entre muchas otras que le seguían. Conque Milo estaba escribiendo unas memorias… Nunca hubiera pensado que un gesto tan entrañable pudiera surgir de él, pero ahora que había descubierto aquel tesoro, una tentación irresistible me llamaba a seguir leyendo para descubrir todos los secretos que aquellas páginas guardaban. Lo hubiera hecho, aún arriesgándome a ser descubierto por su propio autor, de no ser porque un ruido cercano me asustó e hizo que la hoja resbalara de mis manos hasta la mesa.

Me giré con lentitud y precaución, asustado de solo pensar que Milo se podría haber despertado y me había pillado husmeando en sus cosas, pero la habitación seguía en el mismo estado de antes y la tapa del ataúd no se había movido ni un milímetro. Aún así, no podía seguir leyendo como si nada hubiera sucedido, tenía que averiguar antes de dónde provenía el ruido para cerciorarme de que no estaba siendo espiado, así que me acerqué al féretro con mucho cuidado. Pegué mi oreja sobre la madera y escuché… No parecía oírse nada en su interior, ni siquiera un leve suspiro. ¿Seguiría entonces durmiendo? Podía ser que el sonido que había escuchado proviniera de otra habitación cercana.

Levanté con cuidado la tapa de madera maciza, forzando a mis brazos a sostener aquella pieza tan pesada, y comencé a retirarla poco a poco, hasta que dejó entrever un poco el interior del ataúd y pude observar dos ojos carmesíes que me miraban fijamente, estáticos y fríos como el mármol. Retrocedí cayendo al suelo del susto y durante el proceso solté la tapa que cayó también haciendo un ruido espantoso. Vi cómo el vampiro comenzaba a incorporarse y se desperezaba tras el plácido sueño, bostezando abiertamente y alzando los brazos para estirarlos. Después salió del ataúd y se aproximó hasta mí, agachándose en la penumbra y acercando su rostro a poca distancia del mío.

-          ¿Por qué has perturbado mi sueño? – me inquirió, con un tono de voz grave y ronco que denotaba que se acababa de despertar.

-          Yo no…

-          He oído que alguien entraba a mi habitación y luego te he encontrado abriendo mi ataúd. ¿Qué explicación tienes para eso?

Traté de tranquilizar mis nervios a flor de piel tras haber sido descubierto y tener aquellos rubíes prácticamente encima de mí, furiosos y deseosos por conocer el motivo de mi falta.

-          Venía a verte, pero estabas dormido.

-          Oh. ¿Y tanto me echabas de menos que necesitabas irrumpir en mi lugar de descanso?

-          Lo lamento, sentí curiosidad – me disculpé, avergonzado y bajando la cabeza.

-          Pues podría haberte salido muy cara – me dijo, colocando un dedo sobre mi barbilla para elevarla y que nuestras miradas volvieran a cruzarse –. ¿Sabes que hubiera podido pasar de no ser porque había reconocido el olor de tu sangre desde que has entrado?

-          Prefiero no imaginarlo.

-          Pues te lo voy a decir. De un solo salto te habría arrancado la cabeza de cuajo y luego me habría hecho un festín con tu sangre. Es muy peligroso irrumpir en el espacio personal de un vampiro si no has sido previamente invitado.

-          ¡Ya te he dicho que lo siento! ¿Qué más quieres que te diga? – le grité, pues me entraban escalofríos de solo imaginar que sus palabras podían haberse realizado y estaba tremendamente asustado.

-          Parece que nos ha salido contestón el chico – dijo con una sonrisilla asomando sus labios.

Los acercó a mi cuello y pasó su lengua por él en un gesto que hizo vibrar todos mis sentidos. Luego me empujó y caí boca arriba en la alfombra. Se colocó encima de mí y me desabotonó con prisas la camisa que llevaba puesta, para dejarla completamente abierta y exponer así mi torso y mi cuello. Seguidamente apartó mis cabellos, que quedaron esparcidos por el suelo de forma rebelde, y volví a sentir su aliento cerca de la oreja que me provocaba escalofríos y me hacía temblar. En aquel momento olvidé por completo mi petición de que no me mordiera ahí. Demanda que, por cierto, él también estaba incumpliendo, pero sentía un placer tan inmenso a través de todos los poros de mi piel, y el vello se me había erizado de tal manera que me era imposible articular siquiera una sola palabra como para, además, ser capaz de recordar algo.

Sentí sus labios rozar mi piel y luego la perforó con sus colmillos con tal agresividad que sentí que iba a volver a desmayarme, aunque quizá el propio dolor, mezclado con el placer que nublaba en aquellos momentos mi mente, eran lo que me mantenía bien despierto. Abracé en un gesto instintivo a Milo, sin saber bien por qué, pero apreté más su cuerpo contra el mío mientras que sus dientes se clavaban más y más en mi garganta. Bajé mis manos con cuidado para acariciar su espalda y dejé que se detuvieran justo en las lumbares. Por alguna extraña razón, ni siquiera me importaba la herida en mi cuello, ni el hecho de sentir cómo la sangre que corría por mis venas iba abandonando mi cuerpo poco a poco. En mi cabeza solo vislumbraba nuestras piernas entrelazadas, su preeminente excitación sobre la mía, sus gemidos de placer tras ser bien alimentado, sus brazos rozando los míos, su respiración en mi cuello, sus cabellos haciéndome cosquillas en mi pecho desnudo. ¿Podía llegar a excitarme tanto el hecho de que me mordiera? ¿De verdad era tan hipnótica la mordedura de un vampiro, como siempre se había dicho?

De repente dejó de morderme, se relamió los labios para limpiar la sangre y me observó con sorpresa.

-          Camus. ¿Tú…?

Enredé mis manos en sus largos cabellos, azulados como el cielo nocturno, y cogí su cara para acercarla a la mía y poder besar sus labios. El gusto de la sangre en ellos no me resultó nada excitante, pero su tacto y su forma de besar los míos… no negaré que sí. Milo continuó besándome con ahínco, pero poco a poco dejé de sentir sus besos y todo comenzó a volverse borroso hasta devenir en nada. Mi cuerpo se había rendido ante tantas emociones y ante la pérdida masiva de sangre. Me había desmayado en medio de un mar de caricias.

 

Unos minutos antes…

PoV Saga.

Por fin se había hecho de noche, así que había llegado mi hora de actuar. Había observado solo unos instantes antes desde la puerta de mi habitación cómo Camus se introducía en el cuarto de Milo, así que intuía que eso le mantendría un buen rato ocupado, y eso me brindaba una gran oportunidad que quizá tardaría en volver a repetirse si mi objetivo era actuar aquella misma noche.

Con cautela me dirigí a los aposentos de nuestro invitado y me colé en ellos. Camus había dejado sobre su escritorio lo que parecían ser apuntes de la universidad y, junto a ellos, se hallaba su teléfono móvil. ¡Bingo! Era justamente lo que estaba buscando. Me apoderé de él y volví a salir del habitáculo sin hacer ruido y sin dejar rastro de mi presencia allí. Ya había informado anteriormente a Mina que requería su ayuda con otra de las cosas que tan bien se le daban: la informática, así que di unos suaves toques sobre su puerta para que saliera y fuimos los dos hasta la biblioteca, donde gozábamos de varios ordenadores. Por el camino, trasteé el móvil de nuestro huésped en busca del nombre que el amo Milo me había proporcionado, y lo encontré fácilmente en el registro más reciente de llamadas: Shaka.

Al llegar junto al ordenador, Mina se sentó al mando del aparato y lo conectó con el teléfono por medio de un cable. Le señalé el número del chico al que buscábamos y la vi teclear durante un par de minutos. La operación era sencilla para ella: simplemente tenía que rastrear la ubicación de aquel móvil para que yo pudiera dar con el sujeto y encargarme de él, siguiendo las órdenes del amo. Cuando terminó abrió un mapa de la ciudad y me señaló el punto exacto al que tenía que ir:

-          Eastbury Ave, número 26. Esa es la dirección – me indicó.

-          Muchísimas gracias – le respondí, posando una mano en su hombro con afecto, y me dispuse a partir.

La buena suerte no me acompañaba en aquella misión, pues al salir de casa comprobé que el cielo estaba encapotado, chispeaba levemente y se oían algunos truenos en la lejanía: el firmamento amenazaba con tormenta. Decidí adoptar mi forma de murciélago para poder moverme con facilidad en el aire y planeé hacia la ciudad, que se veía iluminada por múltiples luces que desafiaban la oscuridad de la noche. Conforme más me acercaba a mi destino los nubarrones se fueron juntando más y más y terminaron por estallar en un chaparrón que me empapó las alas y entorpecía mi visión.

Resistí como puede el vaivén constante del viento que también me hacía dar surcos en el aire y me obligaba a luchar contra él para seguir adelante. Al llegar por fin a la casa que me había indicado Mina, me posé en el alféizar de la única ventana en la que todavía se veía la luz encendida y procedí a adoptar de nuevo mi forma humana, pues siendo un animal me hubiera sido imposible sortear aquella ventana cerrada que me impedía colarme en la estancia. No obstante, antes de entrar tanteé el terreno.

En la habitación solo se veía a un chico que leía sentado junto a su escritorio. La lamparita que reposaba sobre este era la única fuente de luz en el cuarto y servía para su lectura. Parecía bastante agobiado mientras pasaba las páginas con avidez y resoplaba. No podía verle la cara, pero sus cabellos rubios caían en picado por su espalda y sus manos parecían delicadas y blancas como la porcelana. Me entró la curiosidad y traté de pegar mi cara a la ventana un poco más para verle mejor, con tan mala suerte que resbalé por culpa de la tormenta que había empapado por completo el alféizar y caí redondo al suelo de la calle.

Me hice varios rasguños por todo el cuerpo debido a la caída y, cuando intenté levantarme fui incapaz de hacerlo. Probablemente el golpe me había roto algún hueso porque sentía un dolor indescriptible en el brazo, pero tampoco me preocupó demasiado ya que, gracias a mi regeneración vampírica, se me curaría de forma mucho más rápida y eficaz que en un humano. Lo que sí perturbó mi tranquilidad fue que todas las luces de la casa que había estado espiando estaban ahora encendidas, y su puerta se abrió para dejar ver a un chico rubio que se dirigía corriendo hacia mí.

-          ¡Dios mío! ¿Está bien? – preguntó muy preocupado, al acercarse a mí – He oído un ruido espantoso y le he visto tirado en la carretera desde mi ventana. ¿Quiere que llame a una ambulancia?

Mis ojos contemplaron por fin aquello que había provocado mi estúpida caída. Un bello rostro que mi intuición había adivinado tras aquellas finas manos y un cabello dorado. Sus rasgos finos, la piel perfectamente marmórea, los labios de un vivo tono rosado y sus ojos azulados le hacían parecer un ángel venido del cielo que, con sus blancas alas, había acudido en mi ayuda.

-          ¿Puede oírme? – siguió diciendo, aparentemente asustado y nervioso porque yo había quedado tan prendado al mirarle que ni siquiera había contestado a su pregunta – Por favor, dígame que no se ha hecho nada grave.

Cerré mis ojos y suspiré con fuerza para mentalizarme. No podía dejar que se percatara de que mi brazo estaba roto o llamaría a una ambulancia, y mi inesperada y rápida regeneración ósea provocaría sospechas entre los médicos.

-          No te preocupes, he tropezado y me he llevado una buena caída. Siempre soy tan patoso… – le dije.

Comencé a levantarme aparentando la mayor normalidad posible y resistiendo la agonía que me provocaba la rotura. Cuando volví a mirar aquellos ojillos tristes que me observaban con preocupación no pude resistir un sentimiento de ternura en mí. ¿Cómo esperaba el amo Milo que matara a aquella criatura tan bella? Sin duda iba a ser un gran reto para mí, en el que no faltaría bastante angustia.

Notas finales:

¡Próximamente más!

Me ayudarías mucho si me dejárais vuestra opinión en los comentarios para saber qué os parece la evolución de la historia, si debería cambiar algo, alguna sugerencia... Ha pasado mucho tiempo y ni yo sé cómo ha evolucionado también mi propia escritura, así que vuestra opinión sería de gran ayuda.

¡Muchas gracias por leer mi historia!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).