Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Niebla por zion no bara

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Niuchan quien me sugirió a la pareja.

Notas del capitulo:

Es una trama de un solo capítulo, espero que les guste.

 

 

 

La llegada de las vacaciones siempre era una época que causaba entusiasmo entre los estudiantes, pues cada uno tenía en mente diversos planes para esas fechas: ver a su familia, pasar más tiempo con los amigos, conocer otros sitios, simplemente descansar de sus obligaciones cotidianas. Las escuelas no eran tan distintas en esos tiempos, aunque se tratara de la muy prestigiosa academia Tártaro, sitio en el que sus miembros mantenían un intachable nivel de conducta y destacado nivel académico. Por eso se veía a sus jóvenes convivir y hacer planes para esos días que estaban por venir, entre ellos un grupito que se mantenía en el interior de una de las aulas no dejaba de mencionar lo que iba a hacer en cuanto terminaran las clases de ese curso.

—     Quiero ver a mis padres—decía uno de cabellos y ojos dorados, de la familia Wyvern—Deseo pasar un tiempo en casa con ellos.

—     ¿Los echas mucho de menos verdad Radamanthys?—le preguntaba otro de mirada y pupilas moradas de la familia Garuda.

—     Hace meses que no los veo Aiocos—fue la respuesta— ¿Qué piensas hacer tú en estas vacaciones?

—     Deseo tomar un trabajo.

—     ¿Necesitas trabajar?

—     No, será algo para apoyar en la construcción de viviendas para gente necesitada.

No resultaba algo extraño con él ese tipo de planes, de hecho en ninguno de los dos, y el tercero en la escena tampoco tenía planes muy distintos de los de otros años.

—     ¿Qué vas a hacer tú Minos?—preguntaba el rubio.

—     Quiero hacer algo de senderismo—fue lo que dijo.

Minos de Grifo era un guapo muchacho de largos cabellos plateados y mirada dorada a quien gustaba mucho eso de ir a diversos lugares y conocerlos a pie, le resultaba más genuino, por lo que el senderismo siempre había sido su método predilecto, sus amigos lo sabían muy bien.

—     ¿Dónde piensas ir este año?—comentaba interesado Aiocos.

—     Quiero hacer una ruta por los bosques de Elíseos hasta los prados Asfódelos.

—     Ya lo tienes planeado.

—     Es un sitio solitario pero me agrada, además se dice que esos prados son inigualables en esta época.

—     ¿Por qué me parece conocido ese nombre?—mencionó el de cabello rubio—Sé que he escuchado algo de esos bosques.

—     ¿Qué puede ser?—decía Minos—No es un lugar muy conocido.

—     Si...algo escuché…

—     Es el sitio que mencionó Valentine—respondió Aiocos.

—     Es cierto.

Valentine era otro compañero con un extraño gusto, al menos para el de Grifo, con temas de lo sobrenatural.

—     ¿Y qué les dijo?—preguntaba escéptico el de cabellos de plata— ¿Qué se aparece pie grande o que hay duendes?

—     No seas malo con él, cree en esas cosas—intervino el de cabello morado.

—     Todo eso es pérdida de tiempo, nada de eso es verdad, si lo fuera habría pruebas y no las hay.

—     Solo porque tú no lo crees no significa que sea falso.

—     ¿Ustedes si lo creen?

La mirada de los otros dos indicaba que no pero no eran tan duros en expresar su opinión como su amigo.

Justo en ese instante iba entrando otro joven al lugar, Valentine de Arpía, de cabellos casi blancos y jurada ambarina, muy delgado, y con esa insistencia de vestirse siempre de negro no ayudaba a pensar que se trataba de alguien muy alegre.

—     Hola chicos ¿Qué hacen?—los saludó.

—     Hablábamos de nuestras vacaciones—dijo Radamanthys.

—     Que bien, este año iré a Rumania, podré conocer el castillo de Vlad el Empalador—comentaba emocionado.

—     Si sabes que no era un vampiro ni nada de eso ¿verdad?—le lanzó Minos—Era un loco que mató a su propia gente sin escrúpulos.

—     Para los de esas tierras sigue siendo un héroe nacional por mantener la unidad de sus territorios y al margen los ataques de los turcos y los nobles boyardos.

—     Y hasta el día de hoy muchos se mantienen explotando su leyenda.

—     No hay nada de malo con eso, después de todo dio vida a uno de los mitos más grandes del mundo, Drácula.

—     Solo es una novela que parece que casi nadie lee porque prefieren ver las películas y no hay pruebas de que Bram Stoker se basara en él para crear a su personaje, esa es solo una suposición.

Los otros dos solo escuchaban pues no era la primera vez que les tocaba presenciar algo como eso, Valentine era entusiasta de ese tipo de temas mientras que Minos los tomaba como charlatanería pura. Era mejor dejarlos llegar a sus propias conclusiones sin más y no intervenir, nunca salían mal parados después de todo.

—     Por favor Minos, dime que no te entusiasmaría conocer un lugar como Valaquia—continuaba el de Arpía.

—     Claro que sí pero por su patrimonio cultural, no para que me vendan un vino Drácula—contestó.

—     ¿Por qué no vienes conmigo? Haríamos una buena exploración, tú verías la historia y yo la historia oculta.

—     Por más tentador que suene eso ya tengo planes.

—     ¿Sí?

—     Sí.

—     Justo nos comentaba hace unos momentos que irá a los prados Asfódelos—intervino por fin Aiocos.

—     Son un lugar espectacular en esta época del año, según dicen—agregó el de cabellos rubios.

—     ¿Qué ruta tomarás?—preguntaba amablemente el de mirada color ámbar.

—     Pienso ir por los bosques de Elíseos—respondió el de Grifo.

El otro joven puso una expresión extraña, como si le hubieran dado una mala noticia, llevándose una mano al pecho sobre el corazón.

—     ¿De verdad piensas ir por ahí Minos?

—     Si ¿Qué tiene de malo?—continuaba el de largos cabellos plateados—Es un sitio que casi no ha cambiado en siglos, sus árboles petrificados son una belleza natural, deseo hacer esa ruta.

—     Tal vez deberías elegir otro camino, ese sitio guarda muchos relatos de…

—     ¿De qué?—lo interrumpió el de Grifo— ¿Duendes, hombres lobo, pie grande, el monstruo del lago Ness?

—     No te burles.

Pero la mirada de sus ojos dorados indicaba que no pensaba tomarse en serio nada de lo que le dijera.

—     Hay muchos relatos de ese lugar—continuaba el de Arpía—Dicen que hay algo raro en ese bosque, por eso nada ha cambiado durante siglos.

Vino un silencio algo pesado, notando que Aiocos y Radamanthys lo miraban Minos decidió ser cortés.

—     Está bien Valentine, dinos lo que sepas por favor—pidió el de cabello plateado.

—     He leído varios relatos, dicen que en ese sitio se aparecen seres que cambian de forma.

—     ¿Y qué más?

—     Que doblegan la voluntad de aquellos que se cruzan en su camino.

—     ¿Y?

—     Más o menos es lo que dicen todos, que se sienten bajo su poder.

—     Pero salen del bosque con vida, nadie ha desparecido ni nada de ese estilo ¿o sí?

—     No se trata de eso.

—     ¿Lo ves? Todo estará bien Valentine.

—     De todas maneras cuídate ¿Si?

—     Llevaré mi cruz y una estaca—dijo sonriendo.

Al final Valentine solo se fue y los otros tres volvieron a quedarse a solas, permitiendo que fueran un poco más abiertos los otros dos.

—     Valentine parecía genuinamente preocupado—comentaba Radamanthys.

—     Valentine aún cree en el coco—fue la respuesta de Minos.

—     No seas malo con él, solo te pidió que tuvieras cuidado—agregó Aiocos.

—     He hecho esto antes, estaré bien.

Con eso parecía que el tema se acababa, estaban listos para irse de vacaciones ese mismo fin de semana, y los planes del joven Grifo estaban bien delimitados, no pensaba en cambiarlos por nada.

 

**********

 

La llegada de Minos al sitio que pensaba recorrer no tuvo contratiempos, estaba bien informado de la ruta que necesitaba y como no se trataba de una zona turística era más sencillo el moverse pero un poco más complicado también porque no sabía las costumbres de cada sitio, pero igual le gustaba conocer de esa manera los nuevos sitios que visitaba. Le había tomado gusto a ese tipo de viajes desde la adolescencia, le parecía más real hacer ese tipo de recorridos que dejarse llevar por las áreas turísticas, era como un estilo de vida para él. Aún pensaba en las cosas cómo se dieron, una visita rápida a casa para ver a sus padres, comentarles de sus planes y com0o ya los conocían no tuvieron inconvenientes en dejarlo partir, aunque como siempre llenándolo de recomendaciones y pidiéndole que los mantuviera informados de su bienestar.

Pero mientras iba bajando del tren que lo llevaba lo más cerca del sitio que deseaba conocer se preguntaba por cómo seguir, lo cual consiguió con un carretero que llevaba frutas y verduras, a su lado comentaban algunas cosas.

—     Voy a los prados Asfódelos

—     ¿Qué buscas ahí muchacho?—preguntaba el carretero—No hay nada más que flores y pájaros y todo eso.

—     Lo sé, quiero verlos.

—     Buena suerte entonces.

No podría llevarlo por todo el camino pero lo acercó a la ruta que ya tenía bien señalada, por lo que esperaba que no fuera complicado seguir con su rumbo, la gente se veía tranquila, solo en sus asuntos, lo saludaban con cordialidad, como si fuera un vecino del lugar, lo que le facilitaba avanzar. Al menos fue así hasta que comenzó a ver menos gente, menos animales, menos casas, era como si el lugar se fuera quedando sin vida mientras avanzaba, pero procuraba no prestar mucha atención a nada de eso.

Sus planes se iban cumpliendo sin inconvenientes, todo marchaba como en sus experiencias pasadas, por eso le gustaba viajar de esa manera, cuando vio a lo lejos la pequeña posada en la que se hospedaría se sintió aliviado pues estaba algo cansado. Era un sitio más rústico de lo que pensaba pero le gustaba incluso eso, entró, pidió de comer y una cama, todo lo obtuvo, se fue a su habitación, envió unos mensajes a sus padres y se durmió. Nada fuera de lo esperado, hasta ese momento al menos, había ocurrido.

Muy temprano por la mañana, Minos continuaba con su viaje, pero se daba cuenta que después de una shorts de marcha ya no veía a ninguna persona, tal vez era un sitio poco transitado, continuaba con la marcha previamente trazada pero en ese justo instante su teléfono celular comenzó a fallar, parecía que no había buena recepción y eso no era bueno pues el mapa de su ruta estaba en el pequeño aparato que amenazaba con apagarse de un momento a otro, hasta que se apagó definitivamente.

—     No puede ser—se quejaba el joven.

Necesitaba del mapa para seguir su camino o tendría que pedir indicaciones y no veía a nadie que pudiera ayudarle, el paraje era solitario, muy solitario, hacía horas desde la última vez que viera gente a lo lejos, si se quedaba sin guía podría ponerse complicado todo.

—     ¿Qué voy a hacer?—se preguntó.

Parado en lo que parecía la mitad de la nada meditaba en sus opciones, seguir adelante a ciegas podría ser peligroso, así que tal vez lo mejor era regresar sobre sus propios pasos, pero justo cuando iba a hacerlo, al darse cuenta, se encontró con que alguien estaba parado casi ante él. No pudo reprimir un gritito de sorpresa, pero se tranquilizó.

—     Disculpe—dijo—Es que no había notado que hubiera alguien aquí.

—     ¿Qué hace en este lugar?—le preguntaron.

Quien le hablaba era una mujer, se veía joven, tenía largos cabellos morados y vestía de una manera bastante anticuada, pero prefirió concentrarse en lo que necesitaba.

—     Creo que me perdí—explicaba el de Grifo—Voy a los prados Asfódelos.

—     Te falta mucho para llegar aún.

—     Si, lo sé, pensaba seguir la ruta del bosque Elíseos ¿podría decirme cuál es el camino para seguir?

—     ¿Piensas cruzar los bosques?

—     Sí.

—     ¿No has escuchado lo que dicen de ese lugar?—preguntaba.

—     Sí, pero son solo tonterías—lanzó con despreocupación.

Al ver que la mujer se quedaba seria pensó que había dicho algo incorrecto.

—     Perdone, no quise ser grosero con las tradiciones de este sitio—se disculpó de inmediato.

—     Tienes razón, solo son tonterías—dijo ella sonriendo—Si piensas seguir con tu camino sigue el sendero solamente.

—     ¿Cuál sendero?

Pero ahí estaba el camino marcado ¿Cómo no lo había visto antes? Era casi como si terminara de aparecer.

—     Muchas gracias—le dijo a la mujer.

—     Solo sigue el sendero, te llevara al bosque.

La vio darse vuelta, era raro que hubiera una mujer sola y pensó ofrecerle su ayuda.

—     ¿Puedo llevarte a tu casa? No deberías andar sola por aquí.

—     Estoy en casa—fue su respuesta—Solo sigue el sendero.

Sin más la vio alejarse, quizás él debía hacer lo mismo, continuó el camino señalado por el sendero bajo sus pies y no se hizo más preguntas acerca de nada.

El resto del camino fue bastante silencioso, no había nada ni nadie, eso no molestaba a Minos quien apreciaba la soledad para charlar consigo mismo, no estaba mal, aunque conforme avanzaba no lograba separarse de una idea extraña, como si algo estuviera ocurriendo ¿Qué? No podía definirlo., por eso solo continuaba caminando, intentando mantenerse tranquilo y contemplar los alrededores, pero no había mucho que ver en realidad. Tal vez era buena idea contemplar otro camino, no separarse mucho del sendero, solo un poco, dejaría marcado un camino por si necesitaba regresar, pero estaría a cierta distancia y…

—     ¿Qué haces aquí?—le preguntaron.

A tan solo unos pasos de donde estaba, sobre el mismo sendero, Minos vio la joven figura de un muchacho en el sendero, vestía de manera singular, casi hubiera pensado que se trataba de un clérigo con sus ropas oscuras, los cabellos castaños le daban un aspecto juvenil.

—     Busco Elíseos, el bosque—respondió.

—     Si es lo que buscas debes seguir por el sendero—fue la respuesta—No te desvíes, y ten cuidado con la niebla, es fácil perderse.

—     Gracias—murmuró.

—     ¿De verdad quieres ir ahí?

—     Sí.

—     No hay nadie ahí. La gente cree que hay algo extraño en ese sitio y jamás van.

—     Son solo creencias.

El otro joven lo miró pero no demostraba nada en su rostro.

—     Cuidado con la niebla, no te vayas a perder.

Sin más continuó con su camino pero el de Grifo no podía sino sentirse algo desconcertado, pero era mejor retomar su camino, no necesitaba detenerse en esos momentos, lo mejor era seguir avanzando sin preocuparse, además no podía estar lejos de su destino, estaba confiado en eso. Sus pasos resonaban en el silencio pero se decía que estaba tranquilo, no necesitaba preocuparse, seguiría el sendero y asunto arreglado, era lo mejor, dadas las circunstancias. Sus planes parecían cumplirse sin contratiempos.

 

**********

 

Minos seguía caminando pero conforme avanzaba la niebla comenzó a caer y a envolverlo todo, sentía que hacía frío y parecía que el lugar quedaba cubierto por la capa de espesa niebla que lo rodeaba todo, al grado que casi no podía ver pero no podía parar.

—     Al menos el sendero es claro—se decía al frotarse las manos.

Al seguir caminando lo asaltó la idea de algo que pasó antes de dejar la escuela, Valentine lo había buscado en su habitación y sostuvo una breve charla con él, parecía sentirse inquieto por su bienestar.

—     ¿De verdad irás por el bosque Minos?

—     Si, ya lo tengo planeado, metí los datos en mi celular con antelación—respondió sin prestarle mucha atención.

—     ¿Por qué no vas por otra ruta?

—     Quiero conocer el bosque.

—     Minos…

—     ¿Qué pasa?—preguntó algo cansado.

—     Se que tú no crees en nada de esto Minos, pero te pido que tengas cuidado.

—     ¿Cuidado de qué Valentine? ¿De cuentos de gente crédula?

—     La gente no va ahí por una razón, dicen que hay algo viviendo ahí por siglos, solo no quiero que te pase nada.

—     Agradezco tu preocupación pero nada va a sucederme, ya lo verás.

—     Está bien.

Parecía que sería todo pero en lugar de irse se acercó a él y le tomó la mano para ponerle algo, se trataba de una especie de dije, lo tomó, se dio cuenta de inmediato que era de plata y tenía la forma de una espada.

—     Es un amuleto—explicaba Valentine—Te protegerá del mal.

El de largo cabello plateado iba a replicar pero notaba que el otro joven ante él estaba sinceramente preocupado pero no por eso no iba a mencionar algo.

—     ¿Esto no es nada gay mi nada de eso, verdad?

—     No, al menos yo no soy gay ¿y tú?

—     Tampoco.

—     Solo cuídate Minos, por favor.

—     Gracias.

Se había marchado y ahora estaba ahí, sin ver nada más allá de un par de pasos y sin estar seguro de la ruta que seguía, recordando que su amigo Valentine le pidiera que no fuera por ahí y que le diera un amuleto ¿Dónde estaba? Era mejor no pensar en nada de eso. Necesitaba pensar en el sitio que cada paso se marcaba, que no se fuera a perder de la senda marcada, pero al avanzar sentía más frío y esa niebla que lo rodeaba se hacía más espesa, tenía que seguir caminando. Pero no logró escapar de la misma sensación de que algo estaba ocurriendo, entonces se dijo lo que en verdad sentía.

—     Es como si alguien me estuviera mirando.

La idea lo hizo quedarse quieto por unos segundos ¿Cómo alguien lo podría estar mirando con esa niebla? Pero no pudo sino mirar alrededor aunque no veía nada, debía seguir, aunque antes de hacerlo se puso a revisar sus cosas que llevaba en una mochila y a pesar de revolverla un rato encontró lo que necesitaba en uno de los bolsillos laterales. Se trataba del amuleto que le diera Valentine, tal vez era tonto eso pero no estaba por demás, necesitaba llevarlo consigo, tal vez en la mano o el cuello, necesitaba pensarlo y al final se lo colgó al cuello aunque metiéndolo bajo su ropa para que no se notara. Si se encontraba con alguien y le veía esa cosa pensaría que era una de esas personas que creían…

—     Mejor sigo adelante.

Al continuar caminando intentaba darse una explicación para las cosas, nadie lo estaba viendo, solo que estaba nervioso por caminar solo en la niebla en un camino desconocido, solo eso, lo mejor era tranquilizarse un poco, le hacía falta. Intentó silbar pero al final se convenció que no estaba de humor, se ajustaba el cuello de su chaqueta por el frío, no podía ver casi nada ¿en dónde se encontraría? Necesitaba continuar adelante, forzosamente llegaría a algún lugar después de todo.

Sin importar cuanto tratara de decirse que todo estaba bien, Minos sabía que no lo estaba, el camino se hacía más inquietante conforme avanzaba, algo estaba ocurriendo pero no terminaba de explicarse qué podría ser, entonces escuchó un sonido, prestó atención.

—     Debe ser mi imaginación—dijo.

Dio dos pasos más pero de nuevo estaba ahí, era casi como si buscara no ser escuchado, fuera lo que fuera, pero de nuevo se repitió, algo estaba cerca, quizás otra persona que también estaba perdida en la niebla.

—     ¿Hay alguien ahí?—preguntó el de Grifo.

No obtuvo respuesta.

—     ¿Me escuchan?

Solo silencio.

—     Debe ser una tontería.

Casi se reía pero de nuevo estaba el sonido como una pisada, iba a hablar pero escucho una especie de gruñido, no le gustó nada, y después de eso el crujir de hojas y hierbas se hizo intenso, corría y era hacia donde estaba él dando una especie de alarido. El de cabellos platinados no estaba para aguardar, no era una persona, fuera lo que fuera no era humano, así que empezó a correr tan rápido como sus piernas se lo permitían. Ya no pensaba en seguir el sendero, tan solo en alejarse y ponerse a salvo, lo que fuera que corría tras él no se detenía, era un ruido intenso, como el de una locomotora en marcha, sin duda era su respiración agitada.

El de pupilas doradas no pudo evitarlo y volteó, no distinguió una forma, solo una enorme silueta que lo perseguía, pero al ir preocupado por eso no se dio cuenta de lo que había más adelante, sintió que el suelo bajo sus pies desaparecía, había caído por una pendiente, giró por el helado suelo casi perdiendo el sentido. Por un instante no supo nada de sí, pero logró apoyarse en sus manos, levantar el rostro, y seguir adelante, necesitaba alejarse de lo que lo perseguía, ya no escuchaba nada pero no pensaba arriesgarse. La niebla se hacía un poco menos espesa y sus ojos distinguieron una casa, debía serlo, se trataba de una propiedad amplia y parecía antigua, pero tan solo pensaba en encontrar la entrada.

Apenas si se dio cuenta de la manera en que estaba ante la enorme puerta de metal y madera, la cual cedió fácilmente, pudo traspasarla y cerrar tras de sí, aun temblando por el esfuerzo y la experiencia, aunque se daba cuenta que había entrado a una casa sin autorización.

—     Gracias…lo lamento….algo….tras de mí…algo….

No terminaba de recobrar el aliento, le dolía el pecho, la cabeza, el cuerpo, la experiencia había sido aterradora, no sabía lo que había sido ¿un animal? Tal vez pero no imaginaba uno de ese tamaño ¿Qué era? Lo único que sabía era que había logrado escapar y que debía haber una explicación para lo que terminaba de suceder.

—     Necesito calmarme.

Ya respiraba un poco mejor, su respiración se tranquilizaba poco a poco, su corazón empezaba a latir con normalidad, con algo de calma podía explicarse las cosas, tenía que haber una explicación perfectamente razonable a lo que terminaba de suceder.

—     Debió ser un animal, sí, eso debió ser.

Tan solo un poco de tranquilidad y podría seguir con su camino, después de explicarse con los dueños de la propiedad por supuesto.

—     Lo lamento, no quise entrar así.

Miraba alrededor pero no veía a nadie, así que dio unos pasos por el lugar, era bastante amplio, lo supo cuando entró a una especie de elegante salón, extrañamente vació, no había muebles, adornos, fotografías, nada.

—     Qué raro.

Minos no tenía la menor idea de lo que sucedía, pero supuso que lo mejor era no seguir ahí, debía irse, si sería lo mejor…

En cuanto dio la vuelta estaba ante él una persona.

Se sobresaltó, pero no era para menos después de todo lo ocurrido o al menos eso pensaba.

—     Lo siento, fue que algo ocurrió allá afuera, no quise entrar así, yo…

Pero el desconocido se limitó a pararse directamente ante él, era bastante alto, tenía los cabellos largos y muy negros, y sus pupilas verdes lo miraban directamente, con intensidad, haciendo que el de Grifo sintiera que no tenía poder alguno para resistir su presencia. Jamás le había ocurrido algo semejante, lo que fuera que le pidiera el otro lo haría, aunque una parte de su mente le dijera que él no era así, no había tenido pareja antes y ni siquiera le gustaban los hombres pero no había manera de resistirse.

—     Yo…

—     Ven conmigo—ordenaba el otro.

Esa voz era profunda y misteriosa, era como un lazo invisible que lo ataba a su voluntad, mansamente comenzó a seguirlo por el lugar, subiendo unas amplias escaleras de mármol, sin saber qué más había alrededor, solo centrado en ese individuo que lo tenía por completo bajo su poder. Llegaron a una habitación, una amplia habitación, se trataba de una recámara, o al menos eso se podía adivinar por la enorme cama que había en el centro, cubierta por telas ligeras desde el techo.

—     Recuéstate—le dijo el otro.

Ante eso, Minos intentó resistirse aún, era difícil, pero una parte de él se negaba a someterse, le parecía que le pesaba la cabeza, le costaba pensar las cosas, pero necesitaba decir algo.

—     Yo…no…no…

—     Haz lo que te digo.

La voz fue suave, aterciopelada, pero imponente y el de cabellos plateados no pudo hacer nada más que entregarse.

 

**********

 

Minos sentía que su cabeza daba vueltas, sabía que no se movía de su sitio pero era como se sentía, como si no hubiera nada seguro a lo cual asirse, quedaba solamente esa sensación de no poder hacer nada por sí mismo, tan solo quedaba seguir esa fuerza que exudaba el hombre a su lado. Un instante y el desconocido de largos cabellos negros estaba ante él, fijando sus verdes pupilas destellantes ante sus ojos, emanando un poder que no lograba comprender, si hubiera creído en tales cosas diría que lo había hechizado, pero eso no importaba demasiado, no al de cabellos negros en todo caso. Sus manos pasaron por esos lindos brazos, llegando hasta sus hombros, apretándolos un poco, para despojarlo de su mochila en un solo movimiento. El sonido del objeto al caer fue casi hueco, pesado, pero no importaba, solo importaba que estuvieran los dos frente a frente.

El de cabellos plateados sintió como esas mismas manos, tan varoniles y decididas, llegaban a la tela de su chaqueta y la apartaron con lentitud, sin dejar de mirarlo directamente, como si se aseguraran que su dominio era completo, parecía que si por la forma tan sumisa en que actuaba el de mirada dorada. La chaqueta fue al piso con la mochila, una de esas mismas manos fue a la barbilla del de Grifo para hacer que levantara el rostro, su cuello fue olido con intensidad, y una lengua acarició la tersa piel con calma. El de ojos dorados se quedaba muy quieto, como si estuviera congelado en ese sitio, pero no pudo sino gemir cuando fue acariciado por encima de la tela, las mismas manos tiraban ligeramente de sus pezones por encima de la tela, para después descender y comenzar a frotarlo por la entrepierna, que respondió aunque aún estuvieran los pantalones de por medio.

El de largos cabellos plateados sintió que le faltaba el aire, tuvo que jalar un poco con fuerza para llenar sus pulmones, pero por alguna razón ese movimiento hizo que el de cabellos negros pusiera toda su atención en él de nuevo, para terminar de imponerse sujetó su rostro con ambas manos y lo besó con fuerza en los labios, haciendo que los separara levemente y metió su lengua de forma insistente, acariciando su lengua y combinando sus salivas, aunque la del otro se sentía como si hubiera bebido agua helada. Eso no importó mucho pues cuando se apartó el de Grifo parecía ebrio, no había otra manera de decirlo, incluso se tambaleó un poco, pero esos momentos fueron aprovechados por el de ojos verdes quien se dispuso de inmediato a desvestirlo.

Para Minos la situación fue un poco extraña, sentía que hacían algo pero no estaba seguro de qué, solo supo que en algún momento terminó sobre la cama, el otro hombre estaba a su lado, despojándolo de sus pantalones, haciendo que la camisa de franela quedara a un lado y la camiseta térmica de cuello alto sin mangas simplemente se enredara alrededor de su cuello. Tampoco sabía muy bien el de pupilas doradas como era que el otro ya estaba desnudo, lo supo pues sus pieles entraron en contacto, la suya estaba tibia, la del otro no, pero no había nada que decir al respeto, no cuando era besado con energía, como si el de cabello negro buscara tomar algo de él por la intensidad con la que lo tocaba.

Las firmes manos de ese desconocido de cabellos negros no dejaban de acariciarlo, de recorrer su cuerpo como quien acaricia una joya única, frotándose por encima de su ropa interior hasta que su sexo comenzó a responder. Justo en ese instante metió los dedos debajo de la tela, provocando un  estremecimiento en el de ojos dorados porque estaban fríos, pero no dejaba de ser probado por esos labios que parecían absorber el sabor de su boca. Entre los besos y las caricias, el de ojos verdes comenzó a retirar el bóxer que utilizaba el joven Grifo, no fue muy sencillo pero finalmente estaban en sus tobillos, hasta que quedaron a un lado por completo. Sin aguardar, sin darle un segundo para entender, simplemente sujetándolo entre sus brazos fuertes como árboles, el de mirada glauca llevó consigo a Minos para quedar recostado sobre su espalda, imponiendo al otro a que permaneciera entre sus piernas, para guiarlo exactamente al sitio que quería.

La situación no era sencilla para Minos, jamás había hecho algo como eso, pero supo lo que el otro quería de él, lo guiaba con seguridad hacia su erguido sexo, buscando que lo tomara con su boca, y lo hizo, abrió sus labios dejando que entrara la corona de ese turgente miembro y sin vacilar trataba de que lo tomara por completo. No era nada fácil algo como eso, la inexperiencia del de Grifo y las proporciones del de cabellos negros no facilitaban la tarea, sentía que se atragantaba, que no había manera de que pudiera hacer algo así, pero el otro hombre insistía e insistía, imponiéndose, logrando que lo tomara hasta la mitad aunque le causaba arcadas lo que hacía, pero no lograba hacer nada para negarse. Cuando dejó de tomarlo con la boca fue solamente para que lo probara con su lengua a todo lo largo del tronco, hasta los testículos, acariciándolo con sus dedos y frotándolo con su cabello, no había nada que no haría para complacer a ese hombre que se imponía en su existencia con tal intensidad.

Entonces el de cabellos negros lo tomó por el brazo para hacerlo apartarse un poco, solo un poco, mirándolo de nuevo con esos ojos verdes intensos que parecían hipnotizarlo, lo hizo quedar boca arriba para besarlo con fuerza, de manera corta pero concisa, y después frotarse contra su rostro empapándose con su olor. Lo que en verdad buscaba era una de esas suaves manos del de mirada dorada, hizo que se chupara un par de dedos, que después guio a la masculina entrada para que comenzara a prepararse bajo su mando. Era el de ojos verdes el que hacía que su mano se moviera sin soltarla, buscando que hundiera sus dedos lo más pronto posible en el estrecho pasaje que no parecía capaz de relajarse, incluso hizo que separara sus largas piernas lo más que podía para permitir una mejor dilatación de su entrada.

Al final el delicado anillo masculino fue cediendo, abriéndose poco a poco, hasta que uno de los dígitos que buscaba entrar lo consiguió, Minos dio un gemido pero la mano que se le imponía del de ojos verdes no le permitía parar. Entonces logró traspasar el segundo dedo, haciendo que la suave masculinidad se abriera un poco más a la invasión y a la sensualidad, para de pronto ser colocado boca abajo, con el corazón palpitándole aprisa, sin saber lo que iba a suceder. No tardó en saberlo, pues su trasero fue levantado al aire con manos firmes por el de ojos verdes, para usar sus pulgares y penetrar su entrada con seguridad, y después tirar lentamente a direcciones contrarias, haciendo que su pasaje se abriera un poco más. El de Grifo no sabía si estar excitado o aterrado, todo eso era demasiado en muchas formas para él, pero no encontraba una manera de detenerlo, y a esas alturas no sabía si eso era lo que quería.

Aunque lo que él quisiera no parecía estar a discusión, pues era el de largos cabellos negros el que llevaba las riendas del encuentro, pero como si buscara afirmar algo hizo que sus miradas se encontraran, haciendo que el otro se hundiera en sus ojos verdes. Era lo mismo, esa sensación de no poder hacer nada por sí mismo, de estar completamente sometido a una fuerza que emanara del otro hombre, algo a lo que no podía resistirse. Lo besó, con una extraña suavidad, como si hubiera aspirado aire helado en una noche muy fría, pero se quedaba muy quieto, inmóvil, solo aguardando por lo que el otro le diría o le ordenaría, no estaba muy seguro de nada en realidad.

—     Quiero oírlo de ti—dijo con voz profunda, como si fuera muy lejana.

—     ¿Qué?—preguntó débilmente.

—     Dilo o no lo haré.

—     ¿Qué?

De verdad no lo entendía, así que el otro tuvo un brillo extraño, como si riera por verlo indefenso ante sus caricias.

—     Dime que quieres que te haga mío.

Tuvo que parpadear, era extraño ¿quería eso? Pero verse en esos ojos le quito la voluntad de nuevo, era justo lo que quería.

—     Quiero que me hagas tuyo—balbuceó.

—     Di: Quiero que me hagas tuyo Hades—susurró el otro.

—     Quiero que me hagas tuyo Hades—repitió.

Los ojos verdes que lo atravesaban destellaron, lo que fuera que buscara sin duda lo había conseguido pues la satisfacción estaba en toda su expresión. Sujetó a ese joven con firmeza, haciendo que quedara boca arriba sobre él, guiándolo con determinación para que sintiera su sexo completamente erguido contra su entrada, haciendo gala de habilidad comenzó a penetrarlo, abriendo esa masculina intimidad que nadie había conocido hasta ese momento. No fue sencillo, sobre todo para el de Grifo, pues ese sexo presionaba contra su sensible entrada y tocaba zonas muy sensibles, pero no se negaba que le gustaba, estaba excitado y a pesar de la incomodidad y cierto dolor, le gustaba lo que estaba viviendo. Cuando dieron inicio las embestidas fue inevitable que lanzara algunos quejidos y que buscara apoyarse contra el colchón, pero el de ojos verdes no dejaba de moverse, de hundirse en su intimidad con deseo, usando bastante fuerza al hacerlo.

Pero no era bastante para el que dijo ser Hades, sin salirse de su cuerpo llevó al de cabellos plateados contra la cama, imponiéndose en su intimidad, pero guiando esas bien torneadas piernas con determinación para quedar en la posición que deseaba: como dueño del lugar entre esos muslos que lo envolvieron de inmediato. Guiado por la implacable necesidad de hacer suyo a ese hermoso chico, el de cabellos negros no dejaba de poseer su intimidad con certeras embestidas que despertaban sensaciones intensas en el de mirada dorada. Veía ese rostro contraerse por el placer, como su ser cambiaba a un tono más brillante, la presencia del sudor por el calor de su piel, esos labios que no dudó en saborear constantemente, hasta hacerlos enrojecer. Pero aún no era suficiente.

Colocándose sobre sus rodillas y sujetando esas largas piernas, Hades empezó una serie de asaltos que lo hacían hundirse hasta lo más íntimo en el tibio cuerpo del de Grifo, lo tomaba por las caderas haciéndolo arquearse por las sensaciones que lo atravesaban desde su vientre, cuando estaba a punto de gritar lo besaba con fuerza para dar un leve mordisco en su labio inferior al final. Minos apenas si podía creerlo cuando sus tobillos estaban tras el cuello del de cabellos negros y este se inclinó hacia adelante para continuar poseyendo su intimidad, besándolo en el rostro y el pecho, en los pezones y los hombros, presionando su próstata que solo parecía enviar pulsaciones de placer por todo su cuerpo. Las sensaciones eran tan intensas que el de pupilas doradas solo pudo estirar su cuerpo hasta sus límites, separándose un poco del de ojos verdes, pero el otro lo sujetó con sus manos de manera firme, casi temblando por el esfuerzo de contenerlo.

Llevados por la pasión ambos cuerpos se agitaban con fuerza sobre la cama, solo el deseo estaba al frente ahora, sus cuerpos respondían a la intensa oleada de sensaciones que los llenaba desde sus vientres, con sus turgentes sexos palpitantes. Minos sintió la misma fría mano que lo sujetaba y frotaba su corona con intensidad, al mismo tiempo que esas fuertes caderas dibujaban círculos contra su entrada, imponiéndose por completo. El de cabellos platinados sentía que le faltaba el aire, su mirada se nublaba, pero su intimidad se contraía en una serie de pulsaciones que no lograba controlar, lo hacían agitarse y sacudirse con necesidad contra ese cuerpo ajeno al suyo que presionaba constantemente contra su próstata haciéndolo gemir con fuerza. Pero su voz fue acallada por unos besos sensuales, siendo tomado por esa boca que seguía igual de necesitada que antes.

Minos no podía hacer nada, su cuerpo se llenaba al punto de no poder contenerse y cuando empezó a sacudirse al calor del orgasmo simplemente sintió su liberación, su tibia simiente estalló sobre su abdomen y su pecho, siendo lamida sin más por el de ojos verdes. Pero no era todo, Hades continuaba embistiendo contra su intimidad, presionando y presionando, hasta que su propia simiente se presentó, pero no era cálida como la del de pupilas doradas. El de largos cabellos platinados se estremeció, tembló sin control alguno, el éxtasis del otro estaba en su interior, un semen helado inundó sus cálidas paredes, el choque fue extremo y terminó por perder el sentido.

 

**********

 

Minos despertó de pronto, levantó el rostro y se dio cuenta donde estaba, se encontraba al pie de una pendiente, era por donde había caído cuando huía, la niebla se había despejado por completo y podía ver el camino sin dificultades. Los altos árboles petrificados estaban ahí, el silencio que daba calma, el cielo despejado, una leve sensación de frío que no era desagradable, todo estaba bien ¿Qué era lo que había pasado? Se levantó lentamente, morando alrededor con tranquilidad, aunque no lograba explicarse nada de lo ocurrido unos momentos antes.

—     ¿Fue un sueño?—se preguntaba.

Todo había sido muy vívido, al menos eso creía, no lograba comprenderlo, pero había sido un sueño, solo eso pudo ser, un sueño.

—     Será mejor que siga.

Necesitaba calmarse, convencerse que todo tenía una explicación, con el golpe perdió el sentido y había tenido un sueño muy extraño, había soñado con… ¿con qué había soñado? Ya no estaba seguro siquiera. Lo mejor era seguir su camino, conforme atravesaba el lugar comenzaba a llegarle las señales de vida, estaba cerca de su destino, el canto de los pájaros, el aroma de las flores, esa sensación de calor y bienestar que lo iba llenando lentamente lo eran todo.

Desde el bosque petrificado que lo rodeaba, unos ojos verdes seguían atentamente al de Grifo, llegaría a los prados Asfódelos sin problemas, había sido una criatura deliciosa y le hubiera gustado conservarlo, pero no podía. No se había percatado que contaba con esa cosas en su cuello, se había enredado con la parte de atrás de su cabello, bajo la camiseta, por eso no lo detectó antes. Cuando quiso sujetarlo y marcarlo como suyo hundiendo sus colmillos en su hermosa yugular sintió que su mano se quemaba, entonces apareció esa cosa en forma de espada ante sus ojos y supo que no podía tocarlo, no más, estaba protegido, debía devolverlo al bosque. Al menos estaba seguro que no haría nada al respecto, no, los que pensaban siempre decían que eso de que había algo en el bosque eran solo tonterías, encontraban explicaciones a lo que les pasaba cuando lo recordaban, si lo recordaban.

Vivía desde hacía siglos en ese bosque, era suyo, los hombres llegaron y los olvidaron, los creían leyendas, cuentos, fantasías, sueños, los dejaban a un lado, pero de vez en cuando se encontraban con alguno y lo llevaban a sus dominios, era divertido. Con su capacidad de cambiar de forma se le había presentado dos veces para guiarlo por el sendero, como una mujer y como un hombre, solo necesitaba asegurarse. Después el miedo en la persecución hizo su parte, llevándolo hasta la propiedad, a la que había entrado por su propia voluntad, para someterlo con el poder de su mirada y lo había hecho suyo, no había estado nada mal. Era entretenido divertirse de vez en cuando, tal vez tuviera otra oportunidad más adelante, todo era posible cuando esas regiones eran cubiertas por la niebla.

 

**********

 

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede la semana entrante subo un nuevo fic.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).